jueves, 19 de septiembre de 2024

El peligro de la lucidez total (cuento) - Martín Rabezzana

(Cuento publicado en mi libro número 20: "Ni olvido ni perdón. REVANCHA" https://drive.google.com/file/d/1yNcUvPLK6bBS7vgpLw8VxcHdXOtiuml8/view?usp=drive_link).

-Palabras: 803-


   En el año 1995, en el Paseo Peatonal Sarmiento (provincia de Mendoza), dirigiéndose a los transeúntes, un hombre se había puesto a hablar en voz alta; ante la falta general de atención, llegó hasta a tomar del brazo a algunos caminantes en pos de lograr que lo escucharan, lo cual, los molestó sobremanera, resultando en que alguno de ellos diera aviso a dos policías presentes a algunos cientos de metros del lugar, no obstante, poco después fue innecesario que el individuo siguiera haciendo eso, ya que un público atento a sus palabras, se había empezado a formar a su alrededor; el individuo dijo:
   -Vivimos inculpando a otros para poder sentirnos inocentes. Vivimos señalando defectos ajenos para poder sentirnos virtuosos. Vivimos ensuciando a otros, en la creencia de que con eso, nos limpiamos, pero nada de esto ocurre, porque con esta conducta, lo que ocurre es que nos volvemos cada vez más culpables, ¡más defectuosos y más sucios!… ...El que se conduce moralmente bien, no va por la vida criticando ni dando lecciones de moral, de ahí que sea clarísimo para mí, que el que anda reprobando a todos, es un INMORAL;... el moralista SIEMPRE es un inmoral; el individuo moral, es aquel que se exige a sí mismo una conducta justa y respetuosa, y NUNCA aquel que se la exige a los demás, ya que exigirle mucho a otros, a uno necesariamente lo lleva a exigirse poco (o nada) a sí mismo… Aquel que, como nosotros, vive señalando con el dedo a los demás, es una porquería y un PARÁSITO con cuya destrucción, el mundo mejoraría, y entre la gente que hace eso, están ustedes y estoy yo, por eso es que estoy convencido de que lo mejor por hacer por el mundo con la gente como nosotros, es exterminarla.
   Y tras mirar a su público con expresión esperanzada, dijo:
   -¿Tengo razón?
   Pero no obtuvo respuesta, por eso insistió:
   -¿Tengo razón o no?… Vamos. ¡Díganmeló! No tengan miedo.
   Entonces, alguien que lo escuchaba, de modo condescendiente, le respondió:
   -Sí, flaco; ¡tenés razón!
   Otro le dijo:
   -Tenés razón.
   Todas las personas a su alrededor, terminaron dándole la razón.
   Entonces el individuo, mientras giraba y señalaba a la gente, dijo:
   -Tengo razón, y ustedes acaban de confirmármelo. TODOS estuvieron de acuerdo con lo que dije, de ahí que lo siguiente, yo lo vaya a hacer con la aprobación total de todos los aquí presentes.
   Y se puso a sacar cosas de la mochila que llevaba.
   La gente a su alrededor empezó a hablar entre ella en voz baja; alguien dijo:
   -Es un loco.
   Otro dijo:
   -No; está más lúcido que todos nosotros juntos.
   Otro dijo:
   -Es un boludo que quiere llamar la atención.
   Una joven dijo:
   -Sí; algunos hacen lo que sea para que alguien los tenga en cuenta.
   Otro dijo:
   -No… para mí que sí es un loco; fíjense cómo manipula esos tubos de plástico; seguro que cree que son cartuchos de dinamita.
   Otro dijo:
   -Es verdad; está chapita ese tipo.
   Una mujer dijo:
   -Es un imbécil que no tiene nada qué hacer; igual, me da un poco de lástima.
   -¿Por qué? -una persona le preguntó.
   -Porque aunque sólo quiera llamar la atención, esta boludez le va a costar cara; miren -y señaló a dos uniformados que se aproximaban -; ahí viene la policía, y seguro que después de meterlo preso, lo van a derivar a un manicomio.
   En ese momento, la policía llegó y se dispuso a detener al hombre que había dado el discurso (cuya veracidad, para mí, fue TOTAL), pero ocurrió que los efectivos policiales no llegaron siquiera a terminar su (nefasta) frase de rigor previo a realizar una detención (o sea: “Nos va a tener que acompañar”), porque tras acercarse a él, ya había encendido la mecha de la dinamita ante cuya visión, tanto los transeúntes como los policías, mantuviéronse tranquilos por considerar al explosivo ya mencionado, de utilería, pero como no lo era, tanto él como las más o menos 40 personas que a su alrededor, estaban, volaron por el aire.
   Algunos siglos después, por intermedio de una tecnología muy avanzada, se logró ver y oír al individuo lúcido, exponiendo sus conceptos frente a los transeúntes como si hubiera sido filmado, y se pudo reconstruir totalmente el hecho que, hasta ese momento, había quedado sin esclarecer debido a la falta de testigos; tras esto ocurrir, el municipio de esa ciudad futura en que todo lo recién contado, tuvo lugar (mil veces más lúcida, comprensiva y justa que las de la actualidad), mandó hacerle una estatua al individuo lúcido y justiciero, y fue dispuesta en el lugar del hecho, en cuya placa, lo siguiente puede leerse: “Queridísimo antepasado: no sabemos tu nombre pero sí sabemos de vos, lo siguiente: fuiste la lucidez personificada. ¡Gracias!”

domingo, 8 de septiembre de 2024

María Clara y compañía: REVANCHISTAS (¿Y qué?) (cuento) - Martín Rabezzana


-Palabras: 1.651-
Capítulo 13 (si bien, al disponerlo en mi próximo libro, tal vez no aparezca en ese lugar) de mi serie: "María Clara", cuyos primeros seis capítulos, se encuentran en mi libro: "MATAR MORIR VIVIR".

1977.

   Junto a un policía, el suboficial del ejército se dispuso a subir hasta el noveno piso del edificio de la calle Estomba al 143, de Bahía Blanca, que es en donde se encontraba el juez Madueño; decidieron no usar los ascensores porque, de haber alguna acción armada a la que enfrentarse, serían blancos fáciles al bajar de los mismos, mucho más probablemente que si utilizaban las escaleras (al menos, eso fue lo que pensaron).
   Dos custodios del magistrado estaban frente a su edificio en un Falcon estacionado; tanto el suboficial como el policía, eran también parte de la custodia del juez y minutos atrás, se habían brevemente ausentado de sus puestos para ir a manguear facturas a una panadería cercana; al volver, se encontraron con que en el interior del Falcon, muertos con armas disparadas con silenciadores, estaban sus dos represores; al ver esto, el policía fue corriendo hasta una esquina a informárselo a otro policía que estaba en el área, y de inmediato volvió corriendo hacia el edificio, con la intención de, al mismo, ingresar junto al militar.
   El policía al que el hecho le fue informado, fue coercitivamente subido a un Peugeot 404, lo cual le impidió darle aviso del asesinato de los custodios, a la comisaría correspondiente del área.
   Frente a la puerta del departamento de Madueño, había un quinto custodio; junto a él y al policía, el suboficial pensaba enfrentarse a los combatientes que, sin duda, habían subido a buscar al juez.
   El suboficial del ejército, mientras subía por las escaleras y se encontraba ya casi en el sexto piso, le dijo al policía:
   -No saben con quiénes se metieron. ¡Los vamos a reventar, a estos montos hijos de puta!
   Tras decir esto, el milico, que empuñaba un fusil, detuvo su marcha al ver caer a un hombre por el hueco de la escalera; la visión de aquel a quien ambos terroristas de estado, correctamente creían el quinto custodio ya referido, les congeló la sangre; segundos después, el policía, producto del pánico, disimuladamente empezó a descender; al advertirlo, el suboficial le dijo:
   -¡Volvé, cagón, porque sino!…
   Entonces el uniformado volvió, y tras la seña que el suboficial le hizo para que reanudara su ascenso por las escaleras, así lo hizo mientras el milico, subía tras él, y si bien, en el momento no lo racionalizó, el suboficial inconscientemente sintió que había sido mejor que el policía vacilara en subir, ya que eso le daba una excusa para mandarlo al frente y hacerle creer a él (y también a sí mismo), que no lo hacía en un intento de que fuera “carne de cañón”, sino en pos de controlar que no diera marcha atrás, y en realidad, por el miedo que el militar, sintió, de los dos motivos para cosa tal, el verdadero era el primero. 
   Minutos atrás, el custodio frente a la puerta del juez, había visto humo ascender hasta su piso, fue entonces que hasta las escaleras, se acercó, en un intento de mirar si abajo había fuego; en ese momento, desde el piso inmediatamente superior, sigilosamente bajaron María Clara y un tal “Roberto”, ambos pertenecientes a Montoneros; Roberto agarró al custodio (que no había llegado a divisar a los jóvenes) por detrás, inmovilizándolo con una toma de estrangulación, y María Clara sacó un cuchillo “Yarará” y se lo clavó en el abdomen; con el represor agonizante, Roberto aflojó el agarre y le descubrió al custodio, el cuello, para que la combatiente concluyera su tarea, lo cual, hizo, al cortarle la garganta; en ese momento, el “walkie-talkie” de Roberto, sonó, y a través del mismo le fue comunicado que dos represores habían ingresado al edificio (lo mismo le fue comunicado a la guerrillera que, desde el octavo piso, había iniciado el fuego que había provocado el humo, respondiendo la joven, que ella se encargaría); después, ambos guerrilleros se acercaron hasta el hueco de la escalera y por la misma, arrojaron al cuerpo del custodio que tanto el policía como el militar, vieron caer.
   El policía también tenía un “walkie-talkie”, pero de nada le servía porque el mismo sólo lo comunicaba con los represores del Falcon frente al edificio a los que ya sabía, muertos.
   Al encontrarse ellos a mitad de camino entre el octavo y el noveno piso, por detrás de los represores, la guerrillera que había encendido el fuego cuyo humo había hecho distraer al custodio de la puerta del departamento de Madueño (Daniela; la uruguaya de la OPR-33 (*); ¿quién más podía ser?), con una ametralladora Uzi, desató una ráfaga que de inmediato mató a ambos terroristas de estado; mientras tanto, Roberto, con una barreta abría la puerta del departamento del juez al cual, agazapada, María Clara ingresó.
   En ese momento de la tarde-noche, los combatientes sabían que el juez estaría acompañado solamente por una empleada doméstica; ella, escondida en una habitación, intentaba llamar a la policía (y le daba ocupado) mientras en el living de la vivienda, se encontraba Madueño, intentando hacer funcionar una pistola que se le había trabado; al notarlo, María Clara le dijo:
   -Se le quedó trabada una munición; tiene que retraer la corredera para que sea expulsada del arma y poder disparar.
   Entonces el juez, así lo hizo y cuando se dispuso a apuntar a María Clara, que en ese momento blandía el cuchillo ensangrentado con el que había matado al custodio, la joven le arrojó el arma blanca al abdomen antes de que éste llegara a disparar, seguidamente se tiró al piso (su compañero sabía qué debía hacer ante eso, ya que ambos lo tenían acordado) y Roberto, que se encontraba detrás de María Clara, con una pistola de alto calibre, efectuó tres disparos contra el juez, que aceleraron una muerte que, producto del cuchillo que tenía clavado en el abdomen, era cuestión de un rato para que se sucediera. 
   Una vez concluido el ajusticiamiento, María Clara sacó de un bolsillo, una tela que desdobló y dispuso sobre el cuerpo del juez; era una bandera de Montoneros; seguidamente, ambos jóvenes procedieron a retirarse mientras en el camino, el guerrillero le avisó a sus compañeros por su “walkie-talkie”, que la operación había concluido, y le fue respondido que de inmediato pasarían a buscarlos; así fue que María Clara y Roberto, subieron a la caja de un Rastrojero y Daniela, a un Peugeot 404, vehículos con los cuales, emprendieron un exitoso escape.
   
Semanas antes del ajusticiamiento/Una muestra de quién era el juez federal, Guillermo Federico Madueño

   El juez Guillermo Madueño, se encontraba en la cárcel de Villa Floresta, Bahía Blanca, ante un detenido-desaparecido que acababa de ser llevado desde un centro clandestino de detención, hasta la ya mencionada cárcel, cuyo “blanqueo” se había dispuesto, lo cual, significaba que dejaría de estar detenido clandestinamente y empezaría a estarlo, “legalmente” (si es que se puede hablar de legalidad al aludir a las acciones de las instituciones estatales que tuvieron lugar, durante el periodo de un gobierno ilegal).
   El detenido, que estaba visiblemente malogrado por los tratos impiadosos que le habían sido infligidos en las semanas previas, manifestó haber sido golpeado y torturado; mientras estas cosas aberrantes por él, sufridas, le contaba al magistrado, el mismo sonreía y claramente hacía un esfuerzo por no reírse; tras escuchar el relato del joven, le dijo:
   -Usted no fue torturado.
   Entonces, tras algunos segundos, el detenido, levantando levemente la voz, dijo:
   -Sí que lo fui, y no sólo una vez, sino en repetidas oportunidades, y no sólo yo, sino también todos los otros detenidos que conmigo, estaban; hubo también violaciones, y no sólo contra mujeres… Usted, como juez, no puede cruzarse de brazos ante todo esto.
   Al escuchar esas palabras cargadas de dolor e indignación, habiendo ya suprimido toda la alegría y despreocupación de su semblante, con total crueldad, el juez dijo:
   -Señor, escúcheme bien: usted no fue torturado ni tampoco nadie con quien usted, estuvo; quienes lo han detenido, le han dado un trato correcto, y mejor va a ser que así lo entienda, porque sino, la condición legal de su detención actual, dejará de ser tal; ¿me entendió?
   El joven frente a él, nada respondió; segundos después, el magistrado agregó:
   -Bastante tolerantes estamos siendo con gente como usted, permitiéndole vivir, así que, en vez de quejarse tanto, trate de ser un poquito agradecido -y por lo bajo, mientras se retiraba, agregó: -Subversivo de mierda.

   Uno de los tantos jueces alineados con el terrorismo de estado perpetrado por los militares; ése fue Guillermo Federico Madueño.

Posdata

   Cuando Daniela subió al asiento trasero del Peugeot 404 que la había pasado a buscar, se encontró con la sorpresa de que además de los tres compañeros que sabía que en el mismo, estaban (dos, adelante, y uno, en el asiento trasero), había un policía maniatado y con los labios cubiertos con cinta de embalar; al verlo, preguntó:
   -¿Y éste?
    Entonces el compañero que tenía en el otro extremo del asiento, dijo:
   -A éste lo levantamos porque iba a avisar a la comisaría sobre la operación, y no sabemos qué hacer con él.
   Entonces Daniela le retiró la cinta de los labios y le dijo:
   -Hagamos lo siguiente: nosotros te dejamos ir, y vos renunciás a la policía para convertirte en una persona de bien; ¿qué te parece?
    Entonces el policía, con la cabeza, nerviosamente asintió; Daniela le dijo:
    -Che… ¡ya te saqué la cinta! Podés hablar.
    El uniformado dijo:
   -Voy a renunciar a la policía si me liberan; ¡lo prometo, lo recontra juro por dios y por….!
   -¡Suficiente! -dijo Daniela -y dirigiéndose al montonero que manejaba, dijo: -Frená acá.
   El auto frenó y el policía (cuyas manos atadas tras su espalda baja, no fueron por los guerrilleros, desatadas), del mismo, bajó.

   Habiendo el Peugeot 404, vuelto a arrancar, Daniela, con el índice en alto, dijo:
   -Para que después no digan que somos mala gente.

   

(*) Organización Popular Revolucionaria 33 Orientales


lunes, 2 de septiembre de 2024

María Clara. Daniela: ULTRAVIOLENCIA (cuento) - Martín Rabezzana

Nuevo capítulo (el número 12, pero por ahí, al ubicarlo en mi siguiente libro, lo haga en otra posición, así como con tal vez haga también, con el cuento anterior) de la serie de "María Clara", cuyos primeros seis, se encuentran en mi libro: "MATAR MORIR VIVIR".

-Palabras: 1.518-

Principios de 1976.

   Todo estaba perfectamente planeado: cierta noche los guerrilleros ejecutarían una represalia en un lugar determinado a una hora determinada y, tras perpetrarla, tenían programadas, al menos, dos rutas de escape; en caso de que durante el mismo, fueran perseguidos por elementos represivos del estado, se desviarían hacia cierto lugar en el cual, habría un vehículo con dos combatientes que se encargarían de liberarlos de sus perseguidores (en otro punto del mismo municipio, habría otro auto que cumpliría la misma función); en uno de esos vehículos estaban, la anarquista rosarina devenida combatiente montonera, María Clara Tauber y la uruguaya y también anarquista, perteneciente a la OPR-33 (*), Daniela, que, mientras esperaban el posible paso del Torino de sus compañeros, conversaban.
   María Clara dijo:
   -Durante la segunda guerra mundial, la izquierda local y los pro aliados de otros países, ante la neutralidad argentina (que se interrumpió recién al final), acusaban a los gobiernos locales de ser favorables a los nazis, sin embargo, como Argentina era el principal exportador de carne y trigo a Gran Bretaña, del gobierno local haberle declarado la guerra a Alemania, los buques argentinos que transportaban alimentos hacia allá, habrían sido objetivos a hundir por los alemanes, ya que, por supuesto, a los nazis les habría convenido dejar sin alimentos a un país con el que estaban en guerra, pero como Argentina se mantuvo neutral, esto no ocurrió, y así fue que, a los británicos los alimentos les siguieron llegando; es decir, la neutralidad argentina, fue favorable a los aliados.
   -Aaahh... -dijo Daniela; después agregó: -Igual… si bien a los nazis había que combatirlos, los países líderes de la alianza contra ellos, más lejos no pueden estar de ser aliados de la mayor parte del mundo de la que somos parte.
   -Es verdad; también ellos son nuestros enemigos -dijo María Clara.
   Mientras tanto, el Torino en el que viajaban sus compañeros, escapaba a alta velocidad por la calle Cramer de la ciudad de Bernal, mientras era perseguido por un patrullero; al llegar a Ascasubi, dobló a la izquierda; en esta última calle, a la altura 40, se encontraba el vehículo en el que, María Clara y Daniela, estaban, que era una furgoneta Citroen 2CV; ambas estaban atentas a la eventualidad de que el auto de sus compañeros, pasara por esa calle a los pocos minutos de la hora en que estaba programada la realización de la represalia; si así no sucedía, tras diez minutos, debían irse, pero fue que el Torino, sí pasó, y cuando lo hizo, ambas combatientes (que esperaban en la parte posterior del vehículo, que no poseía ventanas, lo cual les permitía no ser vistas) llevando cada una de ellas, una caja llena de clavos miguelitos, salieron velozmente en dirección a la esquina con Cramer, y los desparramaron por el suelo; una vez hecho esto, se dirigieron a la parte posterior de la Citroneta, abrieron sus puertas, agarraron sus Fusiles Automáticos Livianos y los amartillaron; segundos después, el patrullero que perseguía a los montoneros, dobló en Ascasubi y al pisar los miguelitos, pinchó sus neumáticos, lo cual llevó al auto a detenerse y a sus dos policías, a bajar del mismo; tras ellos hacer esto último, las dos guerrilleras, que se habían escondido tras su vehículo, salieron de su escondite y dispararon contra los dos policías, al menos, nueve veces cada una, lo cual resultó en que ambos uniformados, cayeran de inmediato heridos de muerte; seguidamente, las combatientes subieron a la furgoneta (Daniela en calidad de conductora) y arrancaron.
   Las mujeres se retiraron del lugar por la calle Ascasubi; una vez en Uriburu, doblaron a la derecha y al llegar a la altura aproximada de 440, vieron que delante de ellas, frenaban dos Ford Falcon; tras mirar por el espejo retrovisor, Daniela dijo:
   -Atrás hay dos más.
   Ante esto, debieron frenar.
   Y es que los guerrilleros a los que ambas combatientes, secundaron, venían de reventar a un empresario importante de la cervecería Quilmes y a tres de sus custodios, en su mansión situada en Libertad 711 de la ciudad homónima de la cerveza; ellos entonces no lo sabían, pero la casa en la que perpetraron el hecho de sangre, se encontraba a la vuelta del centro clandestino de detención, tortura y exterminio, conocido como: “El pozo de Quilmes”, que desde 1974, venia funcionando, fue por eso que, cuando un cuarto custodio advirtió el hecho, corrió por la calle Garibaldi hasta Allison Bell, que es en donde se encontraba el centro clandestino ya mencionado, para comunicárselo a sus represores, y así fue que un patrullero que frente al mismo, estaba, inició la persecución de uno de los dos autos (que era el Torino ya referido) en que los siete guerrilleros que habían participado del hecho, escaparon (el otro no fue perseguido porque rápidamente se perdió de vista); a la persecución, divididos en cuatro autos, rápidamente se sumaron doce miembros de la Triple A, que en el lugar, se encontraban; el primero de estos cuatro autos, que iban detrás del patrullero, al ver que el mismo había caído en la trampa tendida por las partisanas de los clavos miguelitos y que los policías habían caído bajo el fuego guerrillero, no avanzaron directamente por la calle Ascasubi, sino que dos de ellos subieron a la vereda y evitaron así, pinchar sus neumáticos; una vez esquivados los clavos, volvieron a la calle y empezaron a perseguir a las mujeres, mientras tanto, los otros dos autos siguieron por la calle Cramer con la intención de, más adelante, doblar a la izquierda y quedar delante del vehículo de las guerrilleras; con dos Fálcones delante y dos, detrás, quedarían encerradas; cuando las guerrilleras transitaban por la calle Uriburu, los represores lograron su cometido, pero rápidamente lo lamentarían, porque lejos de ser sus perseguidas, estudiantes secundarias desarmadas, o trabajadores durmiendo en sus casas en medio de la noche en total estado de indefensión (y gente así, constituía el grueso de las víctimas a las que los represores de las Tres A, secuestraban), tanto María Clara como Daniela, eran combatientes de altísimo nivel y excelentemente armadas, a las que ninguno de los cobardes represores de los Fálcones, podría jamás doblegar, de encontrarse con ellas en un verdadero enfrentamiento, así fue que las guerrilleras, rápidamente fueron hacia la parte trasera de la Citroneta y una vez ahí, cada una de ellas agarró un lanzacohetes antitanque RPG-7, a los que prontamente les retiraron los seguros; mientras tanto, escudados por las puertas abiertas de los Fálcones que estaban delante de la furgoneta, los represores del estado, dispararon con armas largas, proyectiles que no impactaron en las combatientes por estar su vehículo, blindado.
   María Clara destrabó ambas puertas traseras de la Citroneta, las abrió ligeramente y a través de la abertura, extendió una tela blanca en aparente señal de rendición, mientras gritaba que se rendían, cosa que de inmediato, también hizo Daniela, fue entonces que los disparos realizados por los represores ubicados detrás de la furgoneta, cesaron; acto seguido, María miró a su compañera y le dijo:
   -¡Ahora!
   Entonces, tanto ella como Daniela, patearon las puertas y una vez abiertas totalmente, ambas apuntaron sus poderosísimas armas contra los dos Ford Falcon que tenían delante, y dispararon casi al unísono, cohetes que de inmediato, los destruyeron y dejaron envueltos en llamas; al ver esto, los represores de los dos Fálcones que se encontraban en la dirección opuesta, dejaron de disparar y volvieron a ingresar a sus vehículos con la intención de escapar cuanto antes, pero, por el nerviosismo extremo que a todos ellos, embargaba, se dio un choque entre ambos autos que resultó en que quedaran de costado en medio de la calle, y antes de que pudieran reubicarse para estar en condiciones de retirarse, tanto María Clara como Daniela, tras recargar sus lanza cohetes, dispararon contra ellos, resultando en que sufrieran la misma suerte que sus compañeros de represión de los otros vehículos; seguidamente, ambas combatientes dejaron los lanza cohetes en la furgoneta y volvieron a agarrar sus fusiles, entonces María Clara, señalando en dirección a los Ford Falcon situados detrás de la Citroneta, le dijo a Daniela:
   -Ocupate de los de allá.
   Y fue así que Daniela se acercó a los Fálcones y disparó una gran cantidad de balas contra los represores que se encontraban tirados en la calle; de todos ellos, tan sólo uno estaba consciente, dado que los que no estaban ya muertos, se encontraban malheridos e inconscientes; Daniela remató al que estaba consciente de varios balazos (y también a los demás) mientras, extremadamente emocionada, gritaba:
   -¡Morí morí morí, facho de mierda! ¡Mueran todos! ¡Muerte eterna para todos ustedes, HIJOS DE RE MIL PUTA!
   Por su parte, María Clara pronunció palabras parecidas a las de su compañera, al rematar a los represores de los otros dos, Fálcones.
   Tras el hecho de sangre, concluir, ambas mujeres volvieron a subir a su vehículo y se retiraron.

   A todos nos gusta la violencia cuando es perpetrada por motivos acordes con nuestros valores. ¿O no? (Te guiñé un ojo al decirte lo último) (Ah, sí… y noté que no me desmentiste).


(*) Organización Popular Revolucionaria 33 Orientales

miércoles, 28 de agosto de 2024

María Clara: el camino hacia el creador (cuento) - Martín Rabezzana

Capítulo once de la serie: “María Clara” , cuyos primeros seis capítulos se encuentran en mi libro: “MATAR MORIR VIVIR”).


-Palabras: 2.385-



Mediados de 1975.


   En la calle Bartolomé Mitre al 1680 (altura aproximada), de la localidad bonaerense de Adrogué, estacionó una tarde, una furgoneta Renault 4 de la empresa de telefonía ENTel; del vehículo bajaron los combatientes montoneros: Ulises, Elena y un chileno del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), cuyo apodo era: “Salazar”, disfrazados de empleados, y tras golpear a la puerta de cierta casa y preguntar si había algún desperfecto en el servicio telefónico (y por supuesto que lo había, ya que ellos mismos se habían encargado un rato antes, de provocarlo), la misma les fue abierta por una empleada doméstica para que a la vivienda, ingresaran y procedieran a realizar la reparación correspondiente; una vez dentro de la casa, Ulises le exhibió a la empleada un arma corta y tras pedirle por favor, que guardara silencio, se quedó custodiándola, mientras Elena y Salazar, subieron a la planta alta; a los pocos segundos se escucharon cuatro detonaciones de armas de fuego realizadas por los guerrilleros, que de inmediato bajaron por las escaleras y procedieron a salir de la casa rumbo a la Renoleta que otro montonero, que en la misma había permanecido, manejaría, pero poco antes de que salieran, un vecino de la persona que acababa de ser por los guerrilleros, ultimada, que era un policía que ese día tenía franco y se encontraba en la calle, tras escuchar las detonaciones se había acercado hasta el lugar y tras asumir (correctamente) que quien se encontraba en la furgoneta de ENTel, era cómplice de quienes fuera que hubieran abierto fuego en la casa de quien hasta hacía un tiempo, era un alto ejecutivo de la empresa Ford, que había entregado a empleados desobedientes de la misma, a la represión estatal (*), basándose en el hecho de que el vehículo no había arrancado tras escucharse los disparos (y de no ser el conductor, cómplice del hecho de sangre perpetrado en la casa, habría hecho justamente eso), sin dudarlo, acercándosele agazapado por detrás, una vez que estuvo junto a la ventanilla derecha (es decir, la ventanilla correspondiente al acompañante, que en ese momento, estaba cerrada), sacó su pistola Ballester-Molina y contra el conductor, abrió fuego varias veces, lo cual resultó en que la ventanilla quedara hecha pedazos y en que el montonero, de inmediato, muriera; al ver esto, los partisanos que salían de la casa, dispararon contra el policía (ninguno logró herirlo) que se escudó tras la Renoleta; mientras tanto, más atrás, en esa misma calle Mitre, casi llegando a la esquina con Comodoro Py, María Clara se encontraba en un Citroen Ami 8 estacionado, en calidad de conductora, junto a un compañero montonero cuyo apodo era el de “Ignacio”; ambos estaban ahí, justamente para actuar ante la llegada de alguien de las fuerzas represivas del estado; fue al ver al policía armado, acercarse a la furgoneta, que María Clara había dicho:

   -Vamos.

   Su compañero había dicho:

   -No; voy yo; vos cubrime desde acá.

   Y así fue que Ignacio salió del auto blandiendo un fusil en el momento en que el policía disparaba contra el conductor del vehículo de ENTel; el guerrillero disparó dos veces contra el policía que de inmediato, cayó sobre la calle; fue entonces que imprudentemente bajó su arma y desvió la vista en dirección a la casa en la que estaban sus compañeros, creyendo erróneamente que el represor del estado, estaba muerto, pero como solamente estaba herido, tras soltar su pistola, que cayó junto a él, la volvió a agarrar y desde el piso, le disparó tres veces, causándole la muerte; entonces Ulises, corriendo fue hasta detrás de la Renoleta y con su pistola, al policía ultimó; después, se acercó a Ignacio y constató que estaba muerto; seguidamente escuchó la voz del compañero chileno gritarle, “¡Cuidado!”, mientras señalaba a un patrullero que en contramano, a gran velocidad, se acercaba; fue entonces que Ulises, Salazar y Elena, volvieron a ingresar a la casa del lugar del hecho por ellos, perpetrado; mientras tanto, María Clara, al ver que por Mitre el patrullero se acercaba, había arrancado el Ami 8, pero en vez de dirigirse hacia donde estaban sus compañeros, había agarrado a toda velocidad por la calle Comodoro Py, después había doblado a la izquierda en Canale (en estas dos calles, debido a lo angosto de las mismas, varias veces había tenido que subir a la vereda en pos de esquivar vehículos que transitaban en dirección opuesta a la de ella), después, había doblado de nuevo a la izquierda en Drumond y después, había doblado otra vez a la izquierda, encontrándose así, nuevamente en Mitre; es decir, había dado la vuelta manzana en un intento de acercarse al patrullero por detrás, lo cual, logró, pero para ese momento el patrullero no era solamente uno, ya que otro había llegado y sus dos policías habían bajado y se encontraban, al igual que los tres del primer patrullero, disparando contra los guerrilleros; fue entonces que María Clara frenó en la esquina, relativamente lejos del patrullero más próximo, y tras agarrar un bolso en el cual llevaba una ametralladora Halcón ML-63, bajó del auto y se acercó desde la vereda de enfrente de la casa en que sus compañeros estaban, hasta los policías, sin que ellos advirtieran su presencia, y tras unos segundos en los que permaneció escondida detrás de un Peugeot 504 estacionado, sacó la ametralladora del bolso y disparó ráfagas de varias decenas de balas que llevaron a caer heridos de muerte, a los cinco uniformados, no obstante, para asegurarse de que no quedaran vivos, tanto Ulises como Salazar, tras presenciar el abatimiento de los policías, salieron de la casa y tras acercarse a ellos, varias veces les dispararon; después, tanto Ulises como Salazar, subieron a la furgoneta, en la cual, se irían, mientras Elena corría hacia María Clara para juntas dirigirse hacia el Ami 8 y escapar exitosamente de la escena.

   Esa misma noche, Ulises, que era el novio de Elena y que en ese entonces, convivía con ella y con María Clara, se reuniría con ellas en una casa de Avellaneda.


Preguntas y respuestas existenciales


   Es muy fácil condenar a las agrupaciones guerrilleras no derechistas y exigir su aniquilamiento, basándose en el peligro que para “la sociedad”, representan, y también, extremadamente absurdo es, el hacer eso sin tener en cuenta el contexto de represión estatal que generó las condiciones propicias para su surgimiento; de uno tenerlas en cuenta y, no obstante, condenarlas, lo coherente sería también condenar a las agrupaciones armadas estatales, ya que el daño que hacen, es a mayor escala respecto al hecho por las no estatales y además, a diferencia del realizado por éstas últimas, ininterrumpido, dado que la violencia del estado, es permanente, mientras que la violencia antiestatal, sólo aparece en determinados tiempos históricos y se sostiene generalmente por un breve periodo.

   La derecha, a diferencia de las demás tendencias políticas, tiene SIEMPRE organizaciones de sicarios y torturadores, y se llaman: policías, militares, gendarmes y psiquiatras, que a su vez operan junto a agentes de inteligencia cuya tarea es la de marcarles y entregarles, víctimas; dichos agentes se llaman: curas, monjas, gerentes, psicólogos y asistentes sociales; entendiendo que todas estas personas están para disponer arbitrariamente de la vida de las masas, ¿cómo no simpatizar con quienes toman armas para combatirlas?

   Aunque hubiera en María Clara, convicción respecto a que a los represores hay que combatirlos, la duda sobre si el camino emprendido por ella, era el preferible o el único posible por recorrer, habitualmente la embargaba; la noche del hecho recién contado, todas esas preguntas existenciales, la asediaban, fue por eso que, con dificultad, concilió el sueño y al soñar, se encontró caminando por un bosque una noche muy fría, de mucha niebla y viento, en medio de una tormenta eléctrica que hacía a su avance, lento y difícil; cada tanto, alguno de los muchos árboles que a su alrededor, había, se venía abajo, lo cual, la llevaba a tener que hacerse abruptamente a un lado para salvar la vida; también ocurría que rayos cayeran cerca de su persona, cosa que la aterrorizaba y la hacía sentir que en cualquier momento, alguno de ellos la alcanzaría; había también, cada tanto, vientos que, de tan fuertes que eran, la obligaban a aferrarse con todas sus fuerzas durante varios minutos a los árboles, en un intento de no ser arrastrada, y esos árboles, al ella agarrarse de ellos, parecían perder arraigo y amenazaban con ser también por el viento, arrastrados; cuando María Clara sintió que ese camino tremendamente difícil que recorría, no habría de terminarse nunca, la lluvia, así como el viento, empezó rápidamente a disminuir en intensidad hasta finalmente, cesar, y la temperatura empezó a elevarse hasta volverse cálida; a los pocos minutos, la niebla empezó a disiparse y al hacerlo, se vio en medio de un parque de diversiones cuyos juegos estaban en funcionamiento aunque en el lugar, no pareciera haber nadie más que ella; de inmediato notó sorprendida, que su ropa y pelo, estaban totalmente secos; por el lugar, con extrañeza y enorme bienestar, durante varios minutos, caminó; en determinado momento, un hombre apareció y le dijo:

   -¡Hola María Clara! ¡Me moría de ganas de conocerte!

   -Hola -respondió, y con una convicción que a su propia persona, sorprendió, dijo: -Vos sos... ¡mi creador!

   Seguidamente lo abrazó. Se abrazaron. Después ella lo tomó de las manos y repetidamente se las besó; él hizo lo mismo con las de ella. Después se sentaron en un banco y hablaron de muchas cosas, ya que tanto él como ella, necesitaban saber todo del otro; el encuentro fue muy extraño para ambos, dado que, aunque fuera la primera vez que se veían, sentían como si se conocieran desde siempre.

   Tras un largo rato de conversación, María Clara dijo:

   -Necesito conocer el por qué de lo que vivo.

   Su creador, sin dudarlo, manifestó:

   -En eso no te puedo ayudar porque desconozco cuál es tu por qué.

   -Pero vos me creaste.

   -Sí, yo te escribí, pero eso no significa que sepa con qué fin lo hice, lo que sí puedo decirte, ya que es lo único que siento verdadero, es que todas las distintas acciones, por inconducentes al mismo fin que parezcan, equivalen a distintas gotas de lluvia que componen el mismo océano, por eso es que las distintas acciones, por enfrentadas que estén, contribuyen a una marcha hacia el destino común de todo lo existente, de ahí que el camino que seguís, aunque sea distinto al de otros, sea tan válido como el de ellos, pero para vos, es el único posible por ser;… ...La llamada “realidad”, es el plano de la ilusión de pluralidad, y es absolutamente necesario que por el mismo, pasemos, para que podamos después, una vez en otro, apreciar a lo verdadero constituido por la unidad de todas las cosas y los seres, es por eso que necesitamos de partes enfrentadas que crean tener razón y hasta estén dispuestas a matar y morir, con el fin de hacer prevalecer a sus puntos de vista, ya que los conflictos que generan, dan lugar a la tan necesaria para nosotros, ilusión de separación;... cuando de ese plano, salimos, nos encontramos con éste, y en este lugar, el conflicto no existe; lo único que acá existe, es bienestar y plenitud... ...El camino difícil y extremadamente doloroso que emprendiste, te condujo hasta acá, y acá, lo terrible y trágico que en el pasado, vivimos, pierde completamente su fuerza y pasa a ser para nosotros, un recuerdo inofensivo que rápidamente se vuelve olvido -y tras unos instantes de silencio, agregó: -Tal vez todo esto que te dije, haya respondido a tu inquietud.

   María Clara, con total admiración, contemplaba a su creador, y tras acariciarle el rostro, lo besó en los labios. Ambos se besaron, entonces, a su alrededor se materializó un dormitorio hacia cuya cama, ambos se dirigieron; una vez ahí, alternaron besos con tocamientos en zonas erógenas; después, teniéndola sentada frente a sí, él le levantó el vestido negro ajustado que ella llevaba y le sacó la bombacha y los zapatos; seguidamente, María Clara se acostó en la cama y abrió las piernas mientras todo su ser, sin palabras, suplicaba besos de lengua en su vagina que le fueron sin medida, durante un buen rato, concedidos, para ser posteriormente ella, la que con su boca, satisfizo la genitalidad del varón que oralmente la venía de satisfacer. Después, tras ambos desvestirse totalmente, María volvió a acostarse y a abrir las piernas para que su amante ingresara en su cuerpo, lo cual, él hizo, resultando esa unión sexual, en una realización espiritual que, para ambos, fue total.

   Tras el acto de amor sexual, concluir, María Clara, abrazada a su creador, apaciblemente durmió.

   Al despertarse se encontró sola en la cama de una habitación de la casa que, con Ulises y Elena, compartía, y no le hizo falta llevar la mano a esa hermosísima y rodeada de mucho pelo, zona baja de su cuerpo, por sentirse sexualmente del todo complacida, ya que el sueño había sido aún más vívido que lo que es posible experimentar en la vigilia; fue justamente la ausencia de necesidad de masturbarse, lo que la llevó a tener la certeza de que lo recién por ella experimentado, de ningún modo podría atribuirse a su imaginación; el amor del que se sintió llena, procedía de un encuentro totalmente real, más real aún que lo que comúnmente denominamos de ese modo.

   El encuentro de amor había sido con alguien que, en algún lugar (tal vez, fuera del tiempo y del espacio), la esperaba, y con quien estaba destinada a reencontrarse, tiempo después de haber dejado atrás, la senda de destrucción que en ese momento, era para ella, presente.

   Pese al hecho de que las dudas respecto al accionar extremadamente violento que ya había empezado a desarrollar, seguirían en ella, existiendo, por vez primera sintió sin ningún tipo de duda, que en todo lo que hacía, había un sentido.




(*) La empresa Ford, no sólo entregó a muchos de sus empleados “problemáticos” a la represión, sino que además, proveyó muchos de los famosos Fálcones, que fueron los autos que mayoritariamente se usaron en operativos de secuestros perpetrados por el estado durante la última dictadura militar e incluso, desde antes de ella.