Los primeros 13 capítulos de mi serie: “María Clara”, se encuentran en mis libros: “MATAR MORIR VIVIR” (los 6 primeros) y “Ni olvido ni perdón. REVANCHA” (los siguientes 7); el capítulo que sigue, será parte de mi próximo libro de cuentos.
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Cuando los militantes políticos de izquierda y anarquistas (en cuyas bases ideológicas está, por supuesto, la reivindicación de los sectores sociales más humildes), tienen un buen pasar económico, el mismo les suele ser recriminado y se los acusa de ser hipócritas, asumiéndose así, que para que uno actúe en favor de los pobres, también debe ser pobre, lo cual es totalmente absurdo y equivale a pretender que a alguien que en el mar, se está ahogando, lo ayude otra persona que también se esté ahogando, en vez de pretenderlo de una persona que, viajando cómodamente en un barco, por el lugar, pase, y vea la situación, cuando es justamente ésta última la que está en condiciones de tirarle al bañista en apuros, un salvavidas, y no así, la primera, y a nivel social, lo mismo pasa; es lógico que se interesen en mejorar el nivel de vida de quienes peor económicamente están, quienes en ese sentido, están bien, pero como ya dije… cuando esto ocurre, se da hacia ellos, una reprobación que, lejos de ser rechazada por la conducción de Montoneros (cuyos miembros, así como gran parte de los militantes de dicha organización, procedían de un sector socioeconómico medio), fue considerada válida, y fue por eso que la misma dispuso la “proletarización” de sus integrantes que resultó en que los mismos debieran buscar trabajos en fábricas y renunciar (de tenerlos), no sólo a trabajos bien remunerados, sino también, a sus vocaciones, ya que muchos de quienes habían estudiado una carrera y habían logrado así, acceder a trabajos bien pagos, lo habían hecho justamente por vocación.
Si uno se considera igualitarista y pretende por eso, que exista una sociedad sin clases económicas, debería pretender que quien está arriba, descienda, que quien está abajo, ascienda, y que quien está en el medio, SE QUEDE AHÍ, sin embargo, los jefes montoneros, al imponer la “proletarización” de todos los integrantes de su organización, pretendieron hacer descender a quienes eran de clase media, constituyendo dicha (absurda) medida, una nivelación hacia abajo… No obstante lo dicho, algo bueno resultaría de esta medida que llevó a que María Clara (anarquista que, por sobrevivir, se sumó a Montoneros) y dos de sus compañeros, ingresaran como empleados de mantenimiento a la planta de Mercedes Benz, ubicada en Sargento Cabral 3770, de la ciudad de Munro (partido de Vicente López, provincia de Buenos Aires, Argentina, América, planeta tierra)… al menos, “bueno”, según el criterio contrarrepresor/revanchista, que probablemente sea el de aquel que este texto, en este momento, está leyendo (¿Me equivoco?).
Proletarios provisoriamente “pacíficos” || Marzo de 1977
Tras poco menos de dos semanas de María Clara y dos compañeros guerrilleros, haber ingresado (presentando documentos de identidad, falsos) como empleados de mantenimiento a la planta automotriz ya mencionada, mientras los tres se encontraban en los alrededores de la oficina de la gerencia (los varones, barriendo, y María Clara, limpiando una ventana), escucharon parte de una conversación que varios obreros que trabajaban en la sección “pintura”, tuvieron con el gerente.
Por carecer de la indumentaria protectora adecuada al estar en contacto con los químicos en los que son sumergidas las carrocerías de los vehículos previo a ser pintadas, varios empleados se habían enfermado gravemente, de ahí que unos 15 obreros se hubieran acercado hasta la oficina ya mencionada, para pedir que, cuanto antes, les fuera brindada la protección necesaria para la realización de sus trabajos; ese mismo pedido, el gerente, semanas atrás, había prometido complacer, pero como no había cumplido, los trabajadores habían tenido que insistir, pese al miedo que pedirle algo a esa persona, les generaba.
El gerente en cuestión, era un alemán que había entregado a empleados desobedientes de una planta de Mercedes Benz en Sindelfingen, Alemania, de la cual, en los años ‘40, también había sido gerente, a la represión nazi; en 1944, consciente de que la derrota bélica de Alemania era inminente y de que los empleados a su cargo, denunciarían su accionar ante las nuevas autoridades, pidió ser transferido a la Argentina en pos de ganar impunidad; ya en una sucursal local de Mercedes Benz, entre otras cosas, había estado a cargo de ubicar laboralmente a la porquería de Adolf Eichmann en alguna sección de dicha empresa cuando éste, se refugió en el país; para 1977 (y ya desde mucho antes), el alemán estaba en edad de jubilarse, y casi lo hace en el año ‘73, dado que durante la “primavera camporista”, las autoridades, por orden presidencial, debieron suspender sus acciones represivas más extremas, cosa que a él, no le gustó en absoluto, de ahí su consideración de jubilarse, pero como el periodo izquierdista solamente duró 49 días, tras los cuales, Perón derechizó su política, decidió seguir en su puesto, esperanzado de que el gobierno se derechizara más y más, lo cual, lamentablemente ocurrió; así fue que el periodo posterior al de Cámpora, que fue el del presidente provisional, Lastiri, fue uno en el que la represión ilegal perpetrada por las autoridades, aumentó; tras el mismo, siguió aumentando durante la presidencia de Perón; también aumentó tras asumir la presidencia, la previamente vicepresidente: María Estela Martínez, y aumentó todavía más, tras el golpe militar de marzo del 76; al gerente alemán en cuestión, todo esto lo hacía sentir que su poder sobre la vida y la muerte de sus empleados, empezaba a ser total, y eso le encantaba; lo hacía sentirse joven otra vez, como si estuviera de nuevo en el nefasto (y para él, glorioso) periodo de su juventud, en el que, en su país natal, gobernaba Adolf Hitler. Fue por todo esto que decidió seguir “trabajando”, pese a su avanzada edad.
El tipo era sin dudas, temible, de ahí que ninguno de los obreros (que algo de todo lo dicho, sobre él, habían escuchado) dudara de que hablara en serio cuando éste, tras ellos insistirle con que se les proporcionara la indumentaria de seguridad necesaria, les dijo:
-¡Zurdos desagradecidos!;… Ninguno está obligado a quedarse, por eso es que, a quien no le guste ser parte de esta fábrica, le informo que puede irse cuando quiera, y quien no obstante su desagrado por las condiciones de trabajo, decida quedarse, va a ser mejor que se deje de joder con los reclamos, porque… -y señaló un teléfono -yo no tengo más que llamar al Comando Zona de Defensa 4, y de inmediato a ustedes los hacen DE-SA-PA-RE-CER -seguidamente señaló la puerta de salida de su oficina y de modo tan agresivo como acababa de expresarse, dijo: -¡Retírense ya mismo!
Totalmente apesadumbrados, sin discutir, los obreros se retiraron.
Horas después, durante un descanso, mientras María Clara se encontraba en un patio de la fábrica junto a sus compañeros combatientes cuyos apodos eran: Aldo y Salazar (éste último era un chileno procedente del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, que entonces se encontraba en las filas de Montoneros), la joven les dijo:
-Del nazi ese que está de gerente, tenemos que encargarnos cuanto antes.
Aldo dijo:
-Hoy mismo me voy a comunicar con Fernando -que era un superior-, le comunico todo esto y...
María Clara lo interrumpió.
-No no no… va a tomar mucho tiempo y además, mirá si nos niegan la realización de la operación.
Salazar dijo:
-Es verdad; lo más probable es que no la aprueben, porque la conducción planea reservar las fuerzas para hechos más grandes que el ajusticiamiento de un gerente. Además, no hace falta que nos manden combatientes; con nosotros tres, basta y sobra, ¿o no?
-¿Cuántos son los que custodian al nazi? -preguntó Aldo.
María Clara dijo:
-Solamente dos; uno va con él en calidad de chofer en un Mercedes, y otro va detrás en un FIAT 125.
Aldo dijo:
-Entonces es cuestión de que los embosquemos en cuanto salgan de acá.
María Clara, tras negar con la cabeza, dijo:
-No, por los alrededores de la fábrica deben haber varios policías de civil; mejor va a ser que lo hagamos cerca de su casa cuando el tipo vuelva del trabajo.
-Hay que averiguar en dónde vive -dijo Aldo.
Salazar dijo:
-Muchos obreros que están desde hace años acá, se la quieren dar al hijo de puta ese;… Yo entré en confianza con varios de ellos; seguramente saben en dónde vive.
María Clara dijo:
-Buenísimo… entonces, vos encargate de averiguar su dirección, y tras terminar la jornada, empezamos a planear la operación.
La jornada laboral concluyó, y ya en la calle, a varias cuadras de la fábrica, tras asegurarse de que nadie cerca hubiera que pudiera escuchar lo que decía, tras sacar de un bolsillo un papel y exhibirlo a sus compañeros, el combatiente Salazar, dijo:
-Conseguí la dirección: Mariano Pelliza 602, Olivos. Además, un compañero que varias veces fue llevado por el gerente, a realizar reparaciones en su casa, me llegó a decir cuál es el recorrido que el tipo hace, al volver a su domicilio.
Tras escuchar esto, sus dos compañeros lo palmearon en un hombro y María Clara le dijo:
-¡Grande Sala’!
Proletariado en armas
Al día siguiente, en horas de la tarde, tras salir de la fábrica, el gerente subió al asiento del acompañante delantero de su Mercedes y en compañía de uno de sus custodios, que también era su chofer, emprendió el regreso a su casa; detrás de él, en un FIAT 125, iba otro custodio; a todo esto, en un Renault 6, María Clara y Aldo, se dirigieron rápidamente hacia el domicilio del sudopa (1) explotador, por un camino distinto a aquel por el cual, él transitaba; lo mismo hizo el chileno Salazar, que no tenía el objetivo de llegar hasta la vivienda de la persona por ajusticiar, sino de quedarse a la vuelta de la misma, en pos de ocuparse del custodio del FIAT 125, fue así que en la calle Francisco Borges al 600, casi esquina Leonardo Rosales, estacionó su Torino; por esta última calle, menos de dos minutos después, vio pasar al Mercedes Benz del gerente, entonces encendió su vehículo y cuando a los pocos segundos vio acercarse al FIAT del custodio, arrancó, y a toda velocidad, lo embistió; el choque no dejó lesionado a Salazar, por él haberse previamente puesto el cinturón de seguridad que, tras el impacto, se desabrochó, para seguidamente empuñar un revólver de alto calibre, salir del vehículo en dirección al FIAT, y tras acercarse a la puerta del conductor (cuya ventanilla estaba bajada), disparar repetidamente contra el custodio (que se encontraba semiinconsciente), causándole con los disparos, la muerte. A todo esto, los otros dos combatientes habían estacionado su auto en la calle Mariano Pelliza, a la altura aproximada de 620, es decir, no muy lejos de la casa del gerente; habían bajado del mismo y se habían quedado vagando por el lugar; Aldo caminó por la vereda de la casa del alemán y la pasó de largo por unos cuantos metros, mientras tanto, María Clara se mantuvo en la dirección opuesta, ya que la idea era que cuando el auto del facho sudopa, estacionara frente a su casa y sus ocupantes descendieran, ambos combatientes pudieran atacarlos desde distintas posiciones, y así ocurrió; segundos antes de que Salazar disparara contra el custodio del FIAT 125, el chofer/custodio del gerente, estacionó frente a la vivienda de su jefe, apagó el motor, y ambos procedieron a abrir sus respectivas puertas, fue entonces que María Clara salió de detrás de un árbol, se acercó a la puerta del conductor, y contra el custodio, disparó con una pistola, repetidas veces, hiriéndolo en el cuello y en el hombro izquierdo, lo cual, llevó al herido (que no había alcanzado a bajar del auto) a cerrar de inmediato la puerta y a trabarla; mientras tanto, del otro lado, Aldo disparó su pistola contra el gerente, pero éste, a través de un espejo retrovisor, había logrado advertir la llegada de su ultimador a tiempo, por lo que había cerrado velozmente la puerta y había evitado así, ser impactado por las balas que le fueron dirigidas, ya que el vehículo era blindado; el alemán, tras trabar su puerta, con desesperación, le dijo al chofer:
-¡Arrancá arrancá!
Pero el tipo, producto de las heridas, estaba ya más muerto que vivo; al advertirlo, el gerente intentó desplazarlo para situarse él frente al volante y escapar del lugar, pero no pudo hacerlo porque el custodio era muy pesado y además, él tenía la debilidad propia de su avanzada edad; a todo esto, tanto María Clara como Aldo, dispararon varias veces contra el Mercedes que, como ya dije, era blindado; tras advertirlo, María Clara fue corriendo hacia el Renault 6 en el que había llegado, abrió el baúl, y del mismo sacó un lanzallamas cuyo tanque, a modo de mochila, de inmediato puso sobre su espalda, después, rápidamente se acercó al Mercedes Benz y tras gritarle a Aldo que se alejara y él, hacerlo, mientras con ambas manos sostenía el cañón del arma incendiaria, dirigió una tremenda llamarada hacia la parte inferior del vehículo, que resultó en que el fuego ascendiera rápidamente y el alemán, entrara en un pánico total al ver (y sentir) a las llamas subir a su alrededor; esto lo llevó a decidir salir, pero previo a hacerlo, empuñó la pistola que siempre portaba, le sacó el seguro y la amartilló; seguidamente salió del auto y fue de inmediato ultimado por varios disparos efectuados por Aldo; mientras tanto, Salazar se había acercado al lugar de éste último hecho, con su Torino por la calle Rosales; una vez casi en la esquina con Pelliza, frenó el auto, del mismo bajó, y miró hacia ambos lados en pos de divisar a un posible vehículo de las autoridades, acercarse; cuando miró hacia su izquierda, vio a lo lejos a un patrullero aproximarse a toda velocidad, fue entonces que volvió rápidamente a su vehículo, agarró un Fusil Automático Pesado (2), le dispuso una granada en el cañón, que apuntó en dirección al espacio debajo del rodado entre ambas ruedas delanteras, y disparó; al estallar la granada bajo el auto policial, el mismo volcó, y tras esto ocurrir, tanto Salazar como Aldo, se acercaron al patrullero y remataron a sus dos ocupantes con una enorme cantidad de disparos. Seguidamente, Salazar volvió al Torino y María Clara y Aldo, al Renault 6.
Los tres combatientes escaparon exitosamente del lugar.
(1) Me referí como "sudopa", a alguien procedente de un país que dicen, está ubicado en el centro de las Europas, y a quienes son del centro, yo también, por odio, tengo derecho a considerarlos del siempre despreciado, sur.
(2) Fusil Automático Pesado (FAP); esta arma no sólo dispara balas, sino también, granadas.