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miércoles, 27 de marzo de 2024

El estado es SIEMPRE terrorista (cuento) - Martín Rabezzana

-Palabras: 2.719-

C
iudad de Córdoba. Año 1975.

   Rafael Cataldi había estado soñando más o menos lo mismo todas las noches durante tres semanas: se encontraba con una persona cuyo aspecto no lograba definir, ya que su forma se le aparecía difusa; ante ella, mucho miedo experimentaba y durante el encuentro, sentía algo que sólo podía definir como: muerte; en ese momento se despertaba.
   El sueño recurrente, que en un principio lo hizo despertarse aterrorizado y seguir estándolo durante la vigilia por considerarlo una posible premonición, fue reinterpretado por él, tras su psicóloga decirle que el mismo era ni más ni menos que una manifestación visual de un conflicto no resuelto de su pasado, olvidado y reprimido en su subconsciente; el mismo estaba emergiendo y era cuestión de esclarecer de qué conflicto se trataba, para que se resolviera, ya que al hacerlo consciente, el malestar desaparecería y con el mismo, el sueño recurrente; la psicóloga sugirió que la muerte en su sueño, podría no representar a la muerte literal, sino al miedo al cambio que se da en las diferentes etapas de la vida; el joven manifestó no tener ese miedo, pero ella insistió en que lo había tenido alguna vez en su pasado; él dijo que no era así, y ella insistió con que así era, y la prueba era ese sueño que recurrentemente tenía, y cuyas causas habían empezado a ser visibles y por consiguiente, tratables, con sesiones de psicoanálisis.
   Como ya expresé: el joven consideró válida a la (ridícula) teoría psicoanalítica expuesta por su psicóloga, y esto lo calmó sobremanera, al punto que si bien, siguió soñando lo mismo (contradiciendo esto al concepto según el cual, al hacer consciente a un conflicto inconsciente, el mismo se resuelve), el miedo había dejado de ser por él, sentido durante la vigilia (ya que durante el sueño, seguía sintiéndolo);... se lo manifestó a su psicóloga y ella, como buena partícipe necesaria de esos criminales autodenominados: “médicos psiquiatras”, que era (como lo son prácticamente todos los psicólogos), lo mandó a ver a uno de ellos; el joven dudó en si debía ir a la consulta del profesional de la antisalud que su psicóloga le recomendó y convertirse así, en un drogadicto con receta, o no; por el momento, decidió no hacerlo porque pensó que era cuestión de tiempo para que el sueño dejará de tener lugar; ¿cómo podría durar? ¡Si la causa ya había sido descubierta! Él no dudaba de que así fuera, ya que creía en la psicología firmemente, al punto que era justamente ésa la carrera que había empezado a cursar el año anterior en la facultad.

Sensatez no por todos, reconocida

   La creencia del joven en la validez de las ideas psicoanalíticas, lo llevó a considerar absurdos a los conceptos escuchados por él, en una plaza situada en las calles Boulevard de la Reforma y Haya de la Torre, frente a la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba, expuestos por un muchacho a cuyo alrededor, bastantes personas se congregaban para escucharlo cada vez que ahí se expresaba; dicho joven, en voz muy alta, lo siguiente dijo:
   -Las psicoterapias en general y el psicoanálisis en particular, son sistemas de pensamientos pertenecientes a la filosofía que, a diferencia de ésta última, que nos es presentada por sus representantes como especulativa, nos son vendidos por “científicos” y, por consiguiente, por “verdaderos”, y como la “verdad” es supuestamente lo bueno, malo es todo aquel que cuestione a aquello que tenga el título de “científico”, dado que con ese cuestionamiento se estará oponiendo al “bien”, y será por lo tanto, alguien a combatir, de ahí el autoritarismo que subyace en todo ideario que lejos de presentarse como especulativo, se presenta como “verdadero” o “científico”, y el mismo, cuando logra la aceptación de las masas, hace de sus representantes, personas poseedoras de facultades coercitivas de las cuales, la generalidad de los individuos, carece, es por eso que la fe ciega que las masas tienen en las llamadas “ciencias”, que les impide cuestionarlas, conlleva una entrega masiva de derechos a un grupo minoritario de seres llamados: “científicos”, bajo cuyo yugo (que hacen que este sistema distópico sea sensatamente denominable: “tecnocrático”), actualmente vivimos; para liberarse del mismo, hay que cuestionar permanentemente a las ciencias y hasta desacreditarlas en su totalidad, porque sin cuestionamientos ni descréditos a las mismas, el poder de los científicos seguirá aumentando y disminuirán en paralelo, los derechos y las libertades de todos los seres vivos, incluyendo a los de los humanos, y en esa pérdida de derechos y libertades de las personas, los psicólogos juegan un rol fundamental, ya que son ellos los principales entregadores de víctimas a la tortura psiquiátrica, dado que es la psicoterapia, una antesala de la psiquiatría cuyos profesionales están investidos de poder parajudicial, haciendo esto que sean a la vez, policías, fiscales, jueces y verdugos, que no detienen, acusan y castigan a las personas, por haber incurrido en actos fuera de la ley, sino por tener formas de ser, de pensar y de sentir, que ellos desaprueban; sus acusaciones son oficialmente llamadas: “diagnósticos”, sus torturas disciplinadoras, realizadas con picana farmacológica y hasta eléctrica: “tratamientos médicos”, y el cautiverio que imponen: “hospitalización”; por todo esto le pido a ustedes, estudiantes de psicología, que si honestamente pretenden servir a la humanidad, estudien otra cosa, porque tras convertirse en psicólogos, sólo contribuirán a su sometimiento.
   Tras un par de minutos de escuchar al joven que, de modo muy elocuente, se seguía expresando, Rafael, en voz muy baja, dijo:
   -¡Qué loco que está!
   Y siguió su camino rumbo a la facultad.

Dos en estado de vigilia y uno, en el de sueño

   Una vez en el recinto universitario, en un pasillo, con gran sigilo, dos de sus amigos (una chica y un varón), le contaron a Rafael que uno de sus compañeros estudiantes, que era un referente del PST (1) que había sido secuestrado por un grupo paramilitar cuyo nombre, entonces desconocían (ahora se sabe que se dio en llamar: Comando Libertadores de América), y que permaneció semanas en calidad de desaparecido, había aparecido en un manicomio; la chica, que se llamaba Lara, dijo:
   -Hay que ir a visitarlo e intentar sacarlo de ahí.
   Su compañero, cuyo nombre era Mateo, que al igual que Lara, militaba en el PST, partido al que habían invitado infructuosamente a Rafael a sumarse, dijo:
   -El problema es que… ingresar a un lugar de esos… es medio…
   -¿Peligroso? -preguntó Rafael.
   -Sí -respondió Mateo.
   Rafael dijo:
   -¿Peligroso por qué?… ¡No me vas a decir que creés en pavadas como las que dice el loquito de la plaza de enfrente!
   Tanto él como su compañera, guardaron silencio; Rafael preguntó:
   -¿Y por qué lo metieron al manicomio?… ¿Tan mal quedó después del secuestro?
   Lara dijo:
   -Y... muy bien no puede quedar nadie después de pasar por lo que él pasó, pero no fue por eso que lo metieron al manicomio; lo metieron ahí porque las autoridades, a los secuestrados que deciden no matar ni liberar, tras un tiempo, los “blanquean”, lo cual significa que los pasan al sistema legal de detención, pero ese lugar no es siempre una cárcel; a veces es un manicomio.
   Rafael miró a su compañera que, como él, se suponía que creía en la psicología y, por consiguiente, en la psiquiatría, que es el dispositivo disciplinario al que los psicólogos están para servir, y después miró también a su compañero; a ambos les dijo:
   -¡Pero ustedes no pueden creer esa ridiculez! -El silencio se prolongó durante unos segundos y Rafael dijo: -¿Me están diciendo que por motivos políticos, a los manicomios meten a personas sanas?… -y se río levemente; después agregó: -Eso pasará en la Unión Soviética o en China; acá no puede pasar.
   Tras algunos segundos, Mateo dijo:
   -En realidad, sí puede pasar y pasa, y no sólo ahora; es lo que ha pasado siempre, y no sólo por motivos políticos, sino también, por cualquier otro, al punto que ni hace falta un motivo, porque una vez que la maquinaria represiva se enciende, como si fuera un ser vivo, necesita ser alimentada permanentemente, y el alimento de la maquinaria represora psiquiátrica, es el sufrimiento humano.
   Ante lo cual, Rafael sonrió despectivamente y se alejó de sus dos compañeros que, a esa altura, ya eran cuestionadores camino a ser detractores, de la carrera que habían elegido estudiar, debido a que habían empezado a intuir que la psicología, al igual que la psiquiatría, es un biopoder cuyo objetivo es el de vigilar a las personas y eventualmente castigarlas, torturarlas, reprimirlas, anularlas, invalidarlas y hasta matarlas, y no ayudarlas de ninguna manera, y esto no solamente durante el periodo del llamado “terrorismo de estado” que se dio en los años 1970 en Argentina, sino en todo tiempo histórico y en todo país; la consideración de esto, da cuenta de que en realidad, el terrorismo de estado es una cosa permanente; lo que varía de un periodo a otro, es la intensidad con que se perpetra, ya que la alienación por parte del estado a las personas, de derechos humanos considerados por ellos mismos como “inalienables”, ocurre sin solución de continuidad.

Indolencia

   Pasaron algunos días y el supuesto “loquito” de la plaza, no apareció más; hubo liberados de cierto manicomio que manifestaban haberlo visto en calidad de “interno” en la institución de violación de derechos humanos en la que ellos habían estado, a la que falazmente se denomina: “hospital”; decían que lo habían visto bien cuando llegó, pero que poco después, pasó a estar más muerto que vivo (como todos los demás internos) por causa de la tortura llamada oficialmente: “tratamiento médico”, consistente en picaneamiento farmacológico, shocks insulínicos (que consistían en inducir a una persona al coma) y picaneamiento eléctrico; tras este trato brutal, NADIE puede estar bien; de hecho, tras ser sometida a una sola de las tres cosas mencionadas, el estado de una persona sólo puede ser malo, en el mejor de los casos, ya que en muchos otros, es lamentable, y tras ese daño terrible que el tratamiento psiquiátrico, genera, el diagnóstico inicial se ve confirmado, ya que los psiquiatras pueden argumentar que sus víctimas están mal, y que por eso necesitan un tratamiento, cuando ese malestar que sus sometidos, padecen, les ha sido generado por ellos mismos.
   Rafael escuchó a dichas personas manifestar que al joven de la plaza lo habían visto en un manicomio, pero no les creyó, porque con el estigma de “enfermos psiquiátricos” que les habían puesto, nada de lo que manifestaran, por cierto que fuera, tenía para la sociedad, credibilidad alguna, y él era parte de esa sociedad indolente, autoritaria y cruel.

Sueño que fue visión remota

   Pasaron algunos días más, y Mateo, en el mismo pasillo de facultad en el que junto a Lara había con él hablado la otra vez, en voz baja, le dijo a Rafael:
   -Lara desapareció.
   -¡¿Qué?! -dijo sorprendido su interlocutor.
   -Hablá más bajo -le pidió Mateo; después dijo: -Sí; la familia anda de acá para allá, preguntando en todas partes por ella; ya se organizaron para recorrer comisarías, cuarteles militares y neuropsiquiátricos.
   Entonces Rafael dijo:
   -Pero… el PST en el que ustedes militan, no tiene facción armada.
   -¿Vos también te comiste el verso de que tenés que ser guerrillero o terrorista, para ser reprimido por las autoridades?
   En ese momento, una bomba explotó en la planta alta en la cual, Rafael y Mateo, estaban.
   Tras muchos otros estudiantes, los dos jóvenes bajaron apuradamente las escaleras intentando ganar cuanto antes, la salida, pero ocurrió que cuando estaban por bajar los últimos escalones, vieron ingresar a un grupo de sicarios del Comando Libertadores de América, blandiendo armas de fuego, fue entonces que pegaron la vuelta y se escondieron en aulas de la planta alta; Rafael se escondió en uno de los primeros salones al costado del pasillo, Mateo, en otro de más adelante; casi todos los represores se quedaron en la planta baja desde donde capturaban a estudiantes que metían en autos Ford Falcon y Torinos, tanto en la parte de los asientos posteriores como en sus baúles, que, tras estar llenos de secuestrados, arrancaban; poco después, nuevos autos llegaban para cumplir la misma función; tan sólo uno de los integrantes del comando había advertido que dos estudiantes habían vuelto a la planta alta, por lo cual, a la misma subió, y empezó a abrir la puerta de varias aulas del sector derecho; abrió la de aquella en la que estaba Rafael, y tras mirar en diversas direcciones y no ver a nadie, ya que el joven estaba bien escondido, buscó en otra aula; en la misma tampoco encontró a nadie, entonces pasó a revisar otra aula, y en esta última sí encontró a alguien; ese alguien era Mateo, que se había refugiado bajo una mesa; tras verlo, el represor se le acercó y lo golpeó en la cabeza con la culata de su FAL (2), después, lo agarró de los pelos y mientras lo insultaba, lo arrastró hacia el pasillo; una vez en el mismo, Mateo pudo levantarse y salir corriendo, entonces el represor lo apuntó con su arma con el objetivo de dispararle por la espalda, pero Rafael, a través de la puerta entornada del aula en la que estaba, al ver la escena, gritó:
   -¡Nooooo!
   Y se fue encima del represor que llegó a efectuar un disparo que, por haberlo Rafael empujado, no dio en su objetivo; el empujón que se inició en el pasillo, fue continuado, de ahí que producto del mismo, ambos ingresaran a un salón ubicado en el sector izquierdo y desde ahí, traspusieran la puerta, que estaba abierta, conducente al balcón, y la secuencia terminara con el represor muerto en el piso de la avenida Haya de la Torre, tras haberse caído de cabeza por el empujón del joven.
   Inmediatamente después, Rafael corrió hacia fuera de la facultad por una puerta trasera, y exitosamente escapó.
   Esa noche, al joven estudiante de psicología, le costó conciliar el sueño, pero cuando lo logró, no soñó lo que desde hacía semanas, venía soñando; de hecho, nunca volvería a soñar algo parecido, y entonces entendió el por qué de su sueño recurrente.
   A diferencia de lo que la boluda de su psicóloga le había dicho, el sueño recurrente que lo llenaba de miedo, era una premonición, pero el miedo no era a cambiar ni tampoco, a morir, sino a matar; ese miedo, hay que tenerlo y hacer todo lo posible por preservarlo, si lo que se quiere, es ser una buena persona; como más o menos dijo Ricardo Iorio (3): “Miedo uno tiene que tener, al darse cuenta de que puede hacer el mal.” (4)

Víctima del “estado de derecho”

   El mismo día de la irrupción de los terroristas de estado en la facultad, Mateo escapó a otra provincia; Lara apareció semanas después, en un manicomio; Rafael no estaba en ninguna lista figurando como "subversivo", ni había sido visto matar al represor, por lo que pudo seguir con su vida sin necesidad de esconderse.
   Al ser visitada por Rafael en el manicomio, Lara, visiblemente demacrada, le contó que tras ser secuestrada de su casa, fue llevada a un lugar que no pudo identificar; en el mismo fue torturada y mantenida cautiva durante más de diez días, después fue “blanqueada”, pero a diferencia del blanqueo a otros detenidos, que implicó para ellos, ser llevados a una cárcel, a ella y a algunos otros, los llevaron al manicomio; en ese lugar, la tortura continúa por tiempo indeterminado (que puede ser el de toda una vida) con la enorme diferencia de que en el mismo, es oficialmente considerada: “tratamiento médico”, y es por creer en esa consideración, que (inentendiblemente) los defensores de derechos humanos, a la misma no se oponen.
   Sobre el final de la visita, Lara le dijo a Rafael:
   -Todo lo que dije es verdad… por más que no lo creas.
   Rafael, tras unos segundos de silencio, dijo:
   -Te creo.

   Rafael nunca más volvió a la facultad de psicología.




(1) Partido Socialista de los Trabajadores.
(2) Fusil automático liviano.
(3) Sí, era un forro, pero la frase está buena.
(4) Le hice una leve corrección gramatical a la frase original de Iorio, que acá dejo: “Miedo hay que tener cuando uno se da cuenta que puede hacer el mal.”