Los actos aparentemente absurdos son justamente, absurdos sólo en apariencia, ya que todo acto tiene una razón de ser. La tendencia a reducir al universo hasta la medida de la propia comprensión (como si lo existente se terminara con la comprensión humana…), es lo que nos lleva a denominar “absurdo” a lo que en muchos casos, más sentido tiene.
-No la conozco mucho, pero me parece que es medio boluda la mina; no se debe haber leído ni el boleto del bondi, pero igual me gusta.
-Ah. Esa que va a clases de teatro, ¿no?
-Sí. Pero no sólo va a clases de teatro, sino que hasta llegó a actuar en serio en varias obras.
-Entonces no creo que sea “boluda” en el sentido de carencia intelectual; no es que valga mucho el intelectualismo, igual, ¿eh?
-¿Por qué decís que no es boluda?
-Y..., porque los actores saben leer.
-Sí sí; yo también sé leer.
-Noooo… lo que quiero decir, es que los actores saben asimilar lo leído; te hago un paralelismo con la comida: no es lo mismo comer que nutrirse; comer es ingerir alimentos. Nutrirse es asimilar nutrientes; por diversos motivos como ser: el consumo excesivo de antinutrientes, la falta de enzimas digestivas (que con la cocción de los alimentos, se destruyen) o la falta de actividad física (ya que el ejercicio es fundamental para la buena circulación, y a través de la sangre llegan los nutrientes a los órganos), podemos comer y no nutrirnos; así también ocurre con lo que leemos, ya que podemos leer sin asimilar lo leído; de hecho, así lo hacemos la mayoría de las veces, pero un actor debe leer una y otra vez los textos con los que trabaja para memorizarlos, y no sólo eso, sino que además, para interpretar el papel que estudia, debe identificarse con lo que el personaje piensa, siente y vive, por eso es que los que en serio se dedican a la actuación, saben asimilar lo que leen, y asimilar asiduamente lo que piensa, siente y vive alguien que no es uno, constituye un desdoblamiento de la personalidad absolutamente enriquecedor a nivel intelectual y emocional, comparable con muy pocas cosas; por todo esto, dudo que la mina esa, si es actriz en serio, sea una boluda en el sentido que vos le das a esa palabra.
Su interlocutor se mantuvo en silencio demostrando así, sorpresa, ya que lo que escuchó, parecía irrefutable y él nunca lo había siquiera considerado.
En ese momento, y tras haberse ambos bajado ya gran parte de la botella del alcohol ya mencionado, decidieron temerariamente cruzar la muy transitada avenida, displicentemente por momentos y por otros, apurada y zigzagueantemente, ante los bocinazos y las puteadas de los conductores; al llegar a la vereda de enfrente, uno de los jóvenes le dijo al otro:
-Pero entonces, si no es una boluda… no tengo posibilidades con ella.
Su interlocutor, medio en broma, medio en serio, le dijo:
-Entonces por ahí yo sí… si le digo todo lo que recién dije sobre los actores, por ahí la impresiono; -y en voz baja, dijo: ¿cómo era todo ese verso?… ya ni me acuerdo...
Ambos se rieron y volvieron a cruzar la misma avenida del mismo modo en que lo habían hecho un rato antes, esa noche perteneciente a los años noventa del siglo 20.