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domingo, 10 de febrero de 2019

Decadencia, final y reinicio (cuento) - Martín Rabezzana


  
   Ella era una de esas almas en pena cuyo cuerpo habíase hecho toxicodependiente; a causa de eso se había vuelto también una de esas mujeres que se entregan sexualmente a cualquiera a cambio de unos billetes que le permitan acceder a un poco más de material de deconstrucción.
   Una tarde, en medio de una crisis de abstinencia, salió a buscar a alguien que le permitiera acceder a la plata que a su vez le permitiera pagar un pasaje más hacia ese destino incierto en formato, pero claramente cierto en negatividad; tras un rato de caminar encontró a un hombre por la calle al que se le ofreció haciendo uso de lo mejor que tenía que era la dulzura de sus gestos y palabras; ese trato cálido es mucho más poderoso que el atractivo sexual y le hace mucho efecto a aquellos que no están acostumbrados a recibirlo, y esto bien lo saben las prostitutas, por lo que a dicho trato recurren al buscar clientes cuyo principal motivo para estar con ellas es justamente la necesidad de recibirlo, a diferencia de lo que se pueda pensar.
   Tras la mujer habérsele ofrecido y el hombre haber aceptado, él le dijo que fueran hasta su casa; ella aceptó.
   Caminaron una cuadra hasta una vivienda y tras cruzar su puerta de entrada, atravesaron un largo pasillo que daba a un patio; una vez ahí el hombre detuvo su marcha, entonces la mujer intentó desabrocharle el cinturón para practicarle sexo oral pero él la detuvo y dijo:
   -No;… -y señalando una mesa y sillas dispuestas en medio del jardín a la sombra de un árbol, le dijo –Sentate. Yo enseguida vuelvo.
   La mujer se acercó lentamente a una silla y se sentó; tocó el mantel de la mesa y sintió lo fino de la tela y lo agradable de sus diseños; inhaló profundamente y sintió el aroma de las flores de los rosales y jazmineros que estaban a su alrededor; dirigió su vista al suelo y contempló con admiración lo cuidado del césped; extendió una mano y sintió con ella a la brisa fresca y suave que la acariciaba como si estuviera cerca del mar; prestó atención a los sonidos y notó que el silencio que en ese lugar había, sólo era interrumpido por el cantar de los pájaros; la temperatura, que en el exterior era en extremo fría, era en ese jardín, primaveral;… la paz que experimentó en ese lugar no recordaba haberla vivido nunca antes, entonces el hombre volvió con una bandeja de la cual bajó una cafetera, una azucarera y dos tazas en las que vertió café; puso una de ellas frente a la mujer y después bajó de la bandeja, un plato con pan dulce que cortó y dispuso en dos porciones en platos de los cuales, le acercó uno; ella lo aceptó sonriendo, lo probó y dijo que era el pan dulce más rico que había comido en su vida; después le puso azúcar al café y tomó un trago, tras lo cual dijo que era el café más rico que había tomado en su vida; sonrió con enorme bienestar y dijo que el jardín en que estaban era el más hermoso que había visto en su vida, y tras ella decir esto último, el hombre dijo:
   -Lo único que te falta decir es que yo soy el hombre más hermoso que viste en tu vida -y se rió.
   La mujer, sin mentir, dijo:
   -Sí… sos el hombre más hermoso de todos.
   Él sonrió en silencio, después dijo:
   -Ya no tenés síndrome de abstinencia.
   Ella asintió con la cabeza con un gesto de bienestar y sorpresa, después dijo:
   -Es raro todo esto;… …Sé que me sentía mal, pero no sólo no me siento así ahora, sino que ni siquiera recuerdo cómo es sentirse mal… ¡Me siento mejor que nunca! –y se rió.
   Pasó más de una hora en compañía del hombre en la que se sintió llena de un sentir positivo que llegaba al punto de ser felicidad, pero entonces, por algún motivo empezó a sentir la necesidad de salir, por lo que le dijo a su interlocutor:
   -Voy hasta la puerta y enseguida vuelvo.
   Él le sonrió dulcemente y la saludó con la mano.
   La mujer abrió la puerta de calle y vio a su propio cuerpo siendo subido a una ambulancia; le preguntó a varias personas que presenciaban la escena qué le había pasado a la mujer asistida por el personal médico, pero nadie le respondió.
   La ambulancia se fue y la mujer empezó a correr tras la misma, de pronto se vio en su interior frente a su propio cuerpo que recibía primeros auxilios y no reaccionaba, entonces, totalmente desconcertada, tocó a su propia mano e inmediatamente sintió a su conciencia adentrarse en ese cuerpo que entonces sí reaccionó; las personas que componían el grupo médico se pusieron muy contentas y ella volvió a experimentar el malestar físico y emocional que hasta apenas momentos atrás era inexistente, pero lo superaría, ya que tiempo después se recuperó del daño que su estilo de vida le provocó y nunca volvió a ser la misma.

   Tras la experiencia extracorporal, la mujer ingresó a una nueva etapa en la que empezó a creer en el sentido de todas las cosas y también a transmitirlo a otros; una etapa totalmente opuesta a la anterior.