miércoles, 11 de octubre de 2023

Noche de subversión de leyes naturales (cuento) - Martín Rabezzana

 -Palabras: 2.140-
   Hasta hacía no mucho tiempo atrás, el fenómeno guerrillero era totalmente ajeno al ámbito patagónico; nosotros sabíamos de las tomas de comisarías, cuarteles, y de los secuestros de empresarios realizados por organizaciones político-militares, gracias a los medios de comunicación, dado que dichas acciones tenían lugar en el norte y centro del país; en el sur, nada de esto ocurría, de ahí que a lo relacionado con la llamada “subversión”, lo viéramos con una incomprensión total, no obstante, cuando los combatientes detenidos de las FAR (1), el ERP (2) y Montoneros, fueron trasladados al penal de Rawson y muchos de sus familiares vinieron a la provincia de Chubut a visitarlos, nos cruzábamos con ellos en plazas, bares y restaurantes, además, como en esos tiempos escaseaban los hoteles, muchos de ellos se alojaban en casas de familia en las ciudades de Rawson, Puerto Madryn y sobretodo en la mía: Trelew.
   Nosotros asumíamos prejuiciosamente que los guerrilleros eran iguales a los presos comunes, lo cual equivale a decir que dábamos por hecho que procedían de medios sociales desfavorecidos y que a causa de las necesidades insatisfechas por ellos sufridas, que les habían impedido educarse debidamente como para poder ejercer trabajos bien remunerados, se habían llenado de un resentimiento contra la sociedad, que resultó en que decidieran atacarla, pero ocurrió que al nosotros conocer a sus familiares, esos prejuicios se hicieron pedazos, ya que los mismos, lejos de pertenecer a sectores marginados de la sociedad, pertenecían mayoritariamente a la clase media y alta y ejercían oficios profesionales como el derecho, la medicina y la docencia universitaria, por lo que nos quedó claro que las razones para tomar las armas que los guerrilleros tenían, no eran las que suponíamos, lo cual nos llevó a querer conocerlos en pos de entender cuáles eran, por eso fue que habitantes de diversas ciudades de Chubut, conformaron una comisión de solidaridad con los llamados “presos políticos” a la cual, yo me sumé, así fue que muchos vecinos de Rawson, Trelew y Puerto Madryn, durante aquel año ‘72, habitualmente nos dirigíamos a la cárcel para visitar a los guerrilleros y proveerles ropa, comida, bebidas y cigarrillos; durante esas visitas, nos contaron cuáles eran sus ideales personales y objetivos políticos, fue así que empezamos a conocer las motivaciones de sus acciones y entendimos que los hechos violentos que realizaban, si bien nosotros no los justificábamos, eran en respuesta a la violencia del estado argentino que había sido golpeado por los militares ya cinco veces en aquel siglo 20; entendimos que la dictadura militar en curso aquel año ‘72, así como todas las anteriores, tenía por objetivo salvaguardar los privilegios del gran empresariado nacional, que a su vez responde a un empresariado internacional, lo cual no puede hacerse sin negarle derechos a las masas, de ahí que cuando las mismas se organizan para reclamarlos, sean reprimidas, y cuando las represiones arbitrarias tienen lugar habitualmente, se genera un resentimiento masivo que se transmite transgeneracionalmente, que resulta en que en algún momento aparezca una generación dispuesta a responderlas aun a sabiendas de que esas respuestas pueden llegar a costar la vida; entendimos que esa generación era la de los veinteañeros de quienes los miembros del comité de solidaridad, éramos “apoderados”.
   Los combatientes nos explicaron que habían tomado las armas y conformado así, los grupos político-militares, con el objetivo de llegar al poder gubernamental para crear una sociedad en la que el desprecio hacia los necesitados, sea reemplazado por la solidaridad, de lo cual resultará un país sin clases, sin oprimidos ni opresores... sin jerarquías conformadoras de injusticias sociales… entendimos también que esto no puede lograrse si nadie se opone con fuerza a las clases dominantes, ya que, por supuesto, ellas no quieren que esto se logre, y como las mismas defienden sus posiciones privilegiadas con grupos armados (policía y milicia), a ellos hay que enfrentarse con armas. En fin… la cuestión es que, a principios de agosto, después de haber tenido hacia nosotros un trato totalmente amable, afectuoso y agradecido, los guerrilleros empezaron a sugerir que éramos espías del gobierno, lo cual, por supuesto, nosotros enfáticamente negamos; ellos nos decían que aun si no lo éramos, la sospecha que en ellos se había instalado, hacía imposible que en nosotros volvieran a confiar y que por eso lo mejor sería que dejáramos de visitarlos; nos dijeron además, muchas otras cosas que eran prácticamente ofensas personales que todos sentimos como totalmente injustas, fue por eso que yo decidí no visitarlos más, pero fue que llegó el 15 de agosto y se dio en el penal, un intento de fuga de guerrilleros que fue parcialmente exitoso, dado que varios de ellos lograron concretarlo y otros, no, y entendimos entonces que en las semanas previas, los partisanos habían hecho todo lo posible por alejarnos de ellos con el objetivo de que las autoridades no pensaran que estábamos colaborando en el intento de fuga que evidentemente ya estaban planeando (de todas formas, lo pensarían, de ahí que fuéramos detenidos durante la llamada “Operación Vigilante”, que los milicos llevaron adelante algunos meses después como represalia a los ciudadanos que nos habíamos solidarizado con los detenidos, y además, para que el miedo en las personas, llevara a la anulación en ellas de la solidaridad, lo cual, afortunadamente no pasó, dado que esas detenciones arbitrarias resultaron en protestas pacíficas masivas en Trelew, Madryn y Rawson). 
   Al yo saber del intento de fuga exitoso de algunos guerrilleros, e infructuoso, de otros, me sentí totalmente aliviado y contento, ya que significaba que las ofensas en contra de quienes hacia ellos no tuvimos más que respeto y afecto, no habían sido sentidas, e inmediatamente consideré volver a visitarlos, pero por supuesto… tras lo ocurrido, las visitas fueron prohibidas.

… … ...

   Una semana pasó desde la fuga y ocurrió que ese día (o sea: el 22 de agosto), el gobierno militar declaró ilegal la difusión de toda información relacionada con los guerrilleros; tras escuchar esa noche la noticia en la televisión, intuí que algo había pasado ese mismo día que había dado lugar a esa decisión, pero no sabía qué; hablé de esto con otros apoderados de presos políticos y coincidimos en que el motivo podría ser que recientemente hubiera habido otro intento de fuga en la Base Almirante Zar, que era el lugar al que los combatientes habían sido trasladados, por lo cual, junto a otro apoderado de detenidos de mi misma edad (yo tenía 19 años) llamado Pablo, salimos en la camioneta de mi viejo (sin que él lo supiera, claro), decididos a dar vueltas por la ciudad de Trelew por si llegaba a ocurrir que nuestra suposición fuera correcta y los partisanos prófugos, estuvieran en el área; dimos vueltas y vueltas durante horas intentando encontrarlos para ayudarlos a irse de la provincia, pero no lo conseguimos; de hecho, no vimos a casi nadie en esas horas de “yirar", ya que las calles estaban casi todas, desiertas.
   En un momento cercano a la medianoche, una intensa niebla empezó a rodearnos; la misma me llevó a tener que bajar la velocidad drásticamente, pero no por mucho tiempo, ya que de un momento a otro, la misma se disipó, y cuando así ocurrió, en la esquina de Belgrano y 25 de Mayo, Pablo y yo, nos vimos frente a un camión militar que nos cerró el pasó, del cual descendieron 9 militares; uno de ellos, mientras blandía un fusil, gritando nos dijo:
   -¡Bajen del vehículo ya mismo!
   Así lo hicimos e inmediatamente fuimos palpados de armas por uno de los milicos mientras otros revisaban la camioneta; al no encontrar lo que buscaban, el que parecía ser el jefe, nos dijo:
   -¿En dónde tienen las armas?
   -No tenemos armas -dije yo, muy asustado.
   -¿Cómo que no? ¡Si tienen una cara de subversivos que no pueden con ella!… -dijo el uniformado.
   -No señor; ¡le juro que no somos subversivos ni tenemos armas! -dijo Pablo.
   Entonces el milico le dio un culatazo de fusil que lo hizo caer; yo me le acerqué para auxiliarlo y también fui golpeado en la cabeza y hecho caer, entonces, tras patearnos repetidas veces estando nosotros en el suelo, el militar que aparentaba estar al mando, nos dijo:
   -Ustedes van a terminar como los otros, ¡comunistas hijos de puta!
   En ese momento, intentaron arrastrarnos hacia la parte posterior del camión, con el objetivo de llevarnos a una dependencia militar o policial, en la que, sin duda, nos harían pasar por lo peor, pero fue que cuatro jóvenes portando fusiles, aparecieron, y silenciosamente se posicionaron detrás de los represores que, al percatarse de su presencia, se dieron vuelta, apuntaron sus armas hacia ellos y dispararon, pero aparentemente erraron, ya que el fuego abierto por los jóvenes, fue el único que tuvo el efecto deseado; en menos de 10 segundos, los nueve milicos que habían bajado del camión, cayeron muertos bajo las numerosas balas que en nuestra defensa, fueron disparadas; en el curso de estos disparos, tanto Pablo como yo, permanecimos tirados en el piso, y fue desde el piso que vimos a una joven a la que reconocí de las visitas al penal de Rawson, llamada María Angélica, acercarse temerariamente al camión militar, desde el cual, el conductor, que era el único de los militares que seguía con vida, realizaba disparos; claramente vimos a la mujer, abrir la puerta y ser impactada por balas que parecían no lastimarla; una vez frente al conductor, le disparó con un arma corta en repetidas oportunidades; tras esto ocurrir, bajó del vehículo y entonces Pablo y yo, nos levantamos.
   Totalmente conmocionado, mientras les hacía señas para que se acercaran, le dije a los combatientes:
   -¡Vengan! ¡Suban a la camioneta!
   Y los cuatro jóvenes subieron rápidamente a la caja del Rastrojero Diesel.
   Arranqué el vehículo y pisé fuerte el acelerador mientras pensaba: “¿A qué lugar seguro podremos llevarlos?”… Se lo pregunté a Pablo, que estaba en el asiento del acompañante y me dijo que los lleváramos a un determinado lugar, pero inmediatamente cambió de opinión y propuso otro, pero respecto al mismo, también cambió de opinión y volvió a proponer otro lugar, hasta que en una esquina, una camioneta Chevrolet apareció y se detuvo; los guerrilleros empezaron a gritar muy contentos, entonces uno de ellos, me dijo:
   -¡Pará acá, que ahí están nuestros compañeros!
   Entonces yo frené, todos bajamos del vehículo y los cuatro guerrilleros, cuyos nombres eran: María Angélica, Rubén, Mariano y Clarisa, se despidieron de nosotros con un abrazo de lo más afectuoso; subieron a la camioneta Chevrolet, y a toda velocidad, se fueron.
   Pablo y yo volvimos a subir al Rastrojero; lo llevé hasta su casa e inmediatamente después de eso, me fui a la mía.
   Esa noche no dormí.

… … …
   
   A causa de la prohibición del gobierno militar de difundir toda información relacionada con grupos guerrilleros, la prensa no publicó lo que la madrugada del 22 de agosto de ese año 1972, había ocurrido en la Base Almirante Zar, por lo cual, recién a las dos semanas supimos por información escrita en hojas mimeografiadas que los abogados de los combatientes, clandestinamente repartieron, que ese día a las 3 y media de la mañana, 19 guerrilleros habían sido sacados de sus celdas y ametrallados; solamente 3 de ellos, sobrevivieron; los 16 restantes, murieron casi todos de inmediato.
   Tras leer los nombres de los muertos, quedé totalmente desconcertado, ya que entre ellos, estaban los siguientes: María Angélica Sabelli, Rubén Pedro Bonnet, Clarisa Lea Place y Mariano Pujadas, es decir, los mismos cuatro guerrilleros que la noche del 22 de agosto, nos habían salvado de los militares; no había duda de que eran ellos, dado que tanto Pablo como yo, por ser parte de la comisión de solidaridad con los presos políticos, los habíamos visto y tratado, en muchas oportunidades (salvo a María Angélica, a quien yo había visto solamente una vez, pero... un rostro así de hermoso, no se olvida), pero… ¿cómo puede ser que fueran ellos?… ¡Sí habían sido fusilados la madrugada de ese mismo día!   
   Primero pensé que los cuatro combatientes nombrados, habían sido incluidos por error en la lista de los asesinados; tiempo después, Pablo y yo, fuimos a hablar personalmente con sus abogados y con militantes de derechos humanos que trabajaban en el caso que posteriormente sería llamado: "Masacre de Trelew"; les contamos lo que nos había ocurrido y nos dijeron que era imposible que los jóvenes que nos salvaron de los milicos esa noche del 22 de agosto, fueran María Ángélica, Rubén, Clarisa y Mariano, ya que habían sido asesinados durante la madrugada de ese mismo día, sin embargo, ni Pablo ni yo, tenemos ninguna duda al respecto: ¡ERAN ELLOS! 

   Los años y las décadas, pasaron, y a lo ocurrido, todavía no le encuentro explicación.



(1) Fuerzas Armadas Revolucionarias.
(2) Ejército Revolucionario del Pueblo.

domingo, 8 de octubre de 2023

María Clara: ex combatiente (cuento) - Martín Rabezzana


“María Clara: ex combatiente”, es la tercera parte de una historia que comienza en mi cuento: “Casa montonera” (publicado en mi libro: “Material subversivo”), y continúa en mi cuento: “Mora” (publicado en mi libro: “Llamamiento a la violencia”); el cuento es a la vez, una segunda parte (o una tercera, ya que en caso de yo escribir otro capítulo de esta historia que se llamaría: “María Clara Combatiente”, ése sería el segundo y este cuento, el tercero) de otra historia llamada: “María Clara: futura combatiente”, que, a la vez, puede ser considerada un capítulo anterior de “Casa montonera” ;... es raro y confuso, pero es así: el siguiente cuento es la tercera parte de una historia, la segunda (o tercera), de otro cuento, y la anterior, de otro.

-Palabras: 1.799-
   En el año 2004, María Clara Tauber trabajaba como profesora de letras en la Facultad de Humanidades y Artes de la ciudad de Rosario, que era la misma facultad en la que había estudiado.
   Frente a sus alumnos de primer año, siendo el primer día de clases, lo siguiente dijo:
   -Un lector que no gusta de lo estructural de una determinada obra literaria, puede llegar a gustar de sus detalles; cuando esto ocurre, valora un libro al que, de otro modo, no valoraría, pero como los detalles de una obra, muchas veces son poco visibles, pasan habitualmente desapercibidos para la inmensa mayoría de los lectores, y no así, para los que nos especializamos en letras, dado que nuestra tarea consiste justamente en atender hasta a los mínimos detalles constitutivos de una obra literaria, para poder analizarlos, interpretarlos y transmitirlos a los lectores no especializados para que así puedan llegar a apreciar obras que, sin nuestros análisis minuciosos, no serían capaces de apreciar; ésa es la función que cumple el docente de literatura: la de formar buenos lectores; eso lo podemos hacer, pero somos totalmente incapaces de formar escritores, ya que la única parte técnica de la literatura que se puede enseñar, es la habilidad de leer y escribir, de ahí que a los potenciales profesionales de la escritura, los forme la maestra de primer grado de la primaria, y NADIE MÁS; de esto no ser así, los grandes escritores serían mayoritariamente, personas diplomadas en letras, y como todos saben: en la mayoría de los casos, los grandes escritores carecen de formación literaria académica, de ahí que todo aquel que considere que cursar esta carrera lo va a llevar a convertirse en escritor profesional, se esté equivocando;... los escritores profesionales se forman por cuenta propia, a fuerza de escribir, leer lo escrito, y corregir; esto debe hacerse una y otra vez de modo habitual y preferentemente, obsesivo, si lo que se desea es progresar en serio en la escritura, ahora bien: una vez desarrollada la técnica literaria, el problema mayor con que se encuentra todo escritor, es la dificultad para publicar, y, de superarla, se encuentra con la imposibilidad (generalmente insuperable) de vivir de lo escrito, dado que no sólo es casi imposible ganar plata con la literatura como para vivir de ella, sino que además, en la mayoría de los casos, el escritor debe pagar para publicar sus obras, y la mayoría de ellos lo hace aun sabiendo que la plata no va a volver, de ahí que lejos de ser la publicación de los propios libros, una manera de ganar plata, sea una manera casi segura de perderla… pero ustedes, que quieren ser escritores, ¡no se desanimen por lo que acabo de decirles!, ya que existe una manera segura de vivir de las letras.
   Entonces la docente se sumió en un silencio que parecía interminable, por lo que uno de sus alumnos, le preguntó:
   -Y, ¿cuál es?
   -¡Trabajando de docente de literatura!

… … …

   Tras la clase terminar, la profesora salió del recinto universitario y, sin prestar mayor atención, en un pasillo pasó de largo a una pareja joven; tras esto ocurrir, sin que los jóvenes le dijeran siquiera una palabra, la mujer detuvo su marcha por intuir que los conocía de alguna parte, entonces se dio vuelta y los miró detenidamente mientras ellos dulcemente le sonreían; la joven le dijo:
   -¡Hola María Clara!
   E inesperadamente para la profesora, la chica la abrazó mientras el muchacho le extendía afectuosamente una mano que ella estrechó para después, ser por él también, abrazada; en ese momento la mujer tuvo flashbacks en que vio cómo en el año 1974, era rescatada de las garras de una patota de la Triple A (1), por dos jóvenes armados; después se vio conviviendo con ellos en una casa en la que, pese al malestar producto de la violencia política de aquellos años, pasó momentos felices; se vio también recibiendo instrucción militar, contraatacando a represores e instruyendo a otros en el combate de supervivencia; también vio a montoneros refugiados en una casa situada en Quilmes, entre los que Mora y su novio (que en ese entonces tenían otros nombres), estaban, ser ahí mismo, muertos, algunos, y llevados a un centro clandestino de detención, los demás, de los que ninguno saldría vivo. Después, vio a dos mujeres parir en 1980 y 1982, respectivamente, a bebés a quienes reconoció como Ulises y Elena, ya que aunque tuvieran entonces nuevos cuerpos y nuevos nombres (los nuevos nombres eran: Leandro y Mora), sus almas eran las mismas.
   Cuando el abrazo con los jóvenes, concluyó, la mujer dijo:
   -Ustedes son… pero… ¡no puede ser!… -y tras algunos segundos de descreimiento, con absoluta convicción y ojos lagrimeantes, dijo: -Ustedes son… ¡Ulises y Elena!
   La chica dijo:
   -En esta vida, él se llama Leandro, y yo, Mora.
   Entonces la profesora, sin haber todavía salido de la sorpresa en que estaba inmersa, dijo:
   -¡Tenemos mucho de qué hablar!; ¿vamos a un bar de acá a la vuelta?
   -¡Vamos! -dijeron ambos jóvenes.
   Ya en la calle Entre Ríos, poco antes de doblar en Córdoba, en medio de uno y otro joven con los que estaba afectuosamente tomada de los brazos, María Clara les dijo:
   -Acá fue donde me salvaron de la patota;… en ese momento empezó mi nueva vida… mi nuevo yo.
   Caminaron por la peatonal una cuadra hasta llegar a la esquina de Córdoba y Corrientes, en donde se encuentra la confitería “Avgvstvs”, en la cual, entraron.
   Tras sentarse a una mesa y serles llevados los pedidos de café, Leandro le pidió a María Clara que contara cómo fue el día de la caída de Elena y Ulises; ella les dijo:
   -Ya en dictadura, tras más de un año de vivir en la clandestinidad en diversas provincias, estando nosotros entonces en Pinamar, la “orga” nos proveyó una casa en Quilmes; a la misma fueron ustedes y otro compañero en un Renault 4, por un lado, y por otro, los compañeros cuyos apodos eran Lalo y Meche, y yo, en un Renault 6; otros compañeros que yo no conocía, que eran de la provincia de Santa Fe, también se alojarían en la casa operativa; ustedes llegaron a Quilmes la tarde del fatídico día en cuestión, nosotros llegamos a la noche a la ciudad, pero no estábamos en la casa cuando cayó la represión porque la dirección de la misma, me la habían dado sólo a mí; yo tenía que memorizarla e inmediatamente después, quemar el papel en el que estaba escrita, y así lo hice, pero unas horas después, me la había olvidado; ¡mis compañeros me querían matar!; como recordaba que me habían dicho que la casa estaba en el centro de Quilmes, estuvimos dando vueltas por los alrededores del mismo durante un rato largo en un intento de encontrar por la calle a algún compañero, y en un momento me acordé de que el número de la casa (casa que me habían dicho que era de dos plantas y anteúltima de la cuadra) era ciento algo; “Estoy casi segura de que el numero es 112”, dije, “...y que la calle tiene que ver con un día patrio”; “¡9 de Julio!”, exclamó Meche, mientras señalaba esa calle en un mapa, “¡Sí!”, dije yo, y en esa dirección, fuimos, pero nos encontramos con que ninguna casa tiene numeración 112 en esa calle; mis compañeros, por supuesto, me seguían queriendo matar, entonces Lalo, tras ver que en el mapa había también una calle 9 de Julio en Bernal (ciudad perteneciente al municipio de Quilmes), me preguntó si estaba segura de que la casa operativa estaba en Quilmes-ciudad, yo le dije que segura no estaba, y que podía ser que fuera en la ciudad de Bernal, y hacia Bernal nos dirigimos, pero una vez ahí, no encontramos a la casa en esa dirección, entonces se me ocurrió que la fecha patria correspondiente al nombre de la calle de la casa que buscábamos, podría no ser 9 de Julio, sino 25 de Mayo; se lo dije a mis compañeros y entonces volvimos a la ciudad de Quilmes, pero no llegamos a 25 de Mayo 112 (que era la dirección correcta), porque al acercarnos al lugar, vimos a muchos Ford Falcon y patrulleros, transitando la zona, entonces nos fuimos de Quilmes en dirección a la ciudad de La Plata; una vez ahí, nos alojamos en una pensión y al día siguiente, en el diario leímos que varios “subversivos” habían sido muertos la noche anterior en un enfrentamiento con “fuerzas del orden”, en una casa situada en 25 de Mayo 112, Quilmes (2)… así nos enteramos de que a ustedes los habían matado… Paradójicamente, el fallo de mi memoria que no nos permitió llegar temprano a la casa montonera, que hizo que mis compañeros (figuradamente hablando) me quisieran matar, nos salvó la vida.
   Y tras un largo silencio, Mora, tras tomarla de una mano, le dijo:
   -¡Qué bueno que haya sido así y ustedes se hayan salvado!
   María Clara sonrió tristemente, primero, por sentir la llamada “culpa del sobreviviente”, y alegremente, después, al concienciar que tenía enfrente no sólo a sus amigos desaparecidos con quienes creyó que nunca más volvería a estar, sino también, a la prueba concluyente de que la creencia metafísica difundida en todas partes del mundo según la cual, la muerte no existe porque el alma que constituye la vida, es inmortal, es acertada, resultando esto en que aquello que llamamos “muerte”, no sea más que el final de un capítulo de una novela que tal vez, sea interminable.
   -La muerte no existe... -dijo María Clara en voz baja, pero, en contradicción con eso, empezó a ver armas, fuego, sangre, y a percibir dolor y… lo que comúnmente llamamos “muerte”, y en todo eso, que no dudó que correspondiera a hechos futuros, estaban involucrados Leandro y Mora.
   Tras varios segundos de silencio, María Clara, con total convicción profética procedente de lo percibido a partir del contacto con los jóvenes, dijo:
   -Los capítulos de la novela de mi vida escritos con sangre y fuego, ya se cerraron y no volverán a abrirse -y tras algunos segundos, agregó: -Así como el del presente, los capítulos de mi futuro estarán escritos con otros materiales, pero muchos de los de la novela de ustedes, conformados por las materias primas que mencioné, aún están por escribirse.


(1) Alianza Anticomunista Argentina.
(2) Alguna vez, un intendente de derecha propuso demoler a la casa montonera con el supuesto objetivo de “modernizar” el barrio; el motivo verdadero era el de contribuir a la destrucción de la memoria histórica que, en este caso particular, sólo un artista, mantiene viva, si bien cosa tal, a partir de esta publicación, cambiará, ya que cuando el recuerdo se vuelve arte, la memoria está asegurada.