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miércoles, 14 de septiembre de 2022

Lili Combatiente (segundo capítulo) (cuento) - Martín Rabezzana

-Palabras: 2.124-
Lili después del fuego

   Era la trasnoche del día en que Lili había decidido incursionar en una lucha armada a la que siempre había considerado totalmente inapropiada para su persona, y así lo fue hasta que la persecución de las autoridades no le dejó más que dos opciones: matar o morir.
   Tras el “bautismo de fuego” que constituyó su participación protagónica en el hecho que le causó la muerte a tres represores, a Lili le ocurrió algo por ella totalmente inesperado: seguía sintiéndose la misma persona; no tuvo la sensación de haber vivido un “antes y un después” en lo previo y posterior a haber incurrido en el hecho irreversible ya referido, ya que seguía autopercibiéndose de igual modo respecto a cuando no había matado a ningún ser humano, sin que esto signifique que hubiera en ella algo así como una “frialdad psicopática”, dado que lejos de eso, Lili había matado en circunstancias en que la sangre en su cuerpo estaba muy caliente, no obstante, durante los hechos mantuvo la mente fría, lo cual, ya antes de su accionar referido, le posibilitó concienciar que habría de actuar éticamente por ser su uso de la violencia, en defensa propia y ajena, y si bien el incurrir en un hecho grave de modo justificado no siempre resulta en tranquilidad de conciencia en aquel que lo comete, en su caso particular, así había sido.

Lili y sus compañeros, otra vez en la previa de un fuego

   Al Montoneros entrar en la clandestinidad y saber sus integrantes que ya desde antes de la muerte de Perón, pero sobretodo tras la misma, se había desplegado un accionar estatal represivo de dimensiones inéditas en el país, sus dirigentes empezaron a proveerle a sus miembros los medios que les posibilitaran sobrevivir en dicho contexto de violencia extrema; los mismos estaban constituidos por plata, armamento, documentación falsa, viviendas, autos y eventuales costeos de viajes a diversos puntos del país y del extranjero; todo esto lo podía hacer sin problemas una organización que en 1976, tenía fondos estimados en 200 millones de dólares, producto no sólo de hechos ilícitos como ser: robos a bancos y secuestros de empresarios y gerentes explotadores del trabajo ajeno y entregadores de obreros considerados “agitadores”, a la represión (por cuyas liberaciones solían pedir la reincorporación de trabajadores despedidos y aumentos de sueldos, lo cual, a veces lograban, y parte de la plata del rescate la usaban para comprar y donar víveres y ropa que repartían en los barrios más necesitados), sino también de sus medios de prensa que vendían cientos de miles de ejemplares por semana, constituyendo tal fuente legal de ingresos, una suma muy importante, sin embargo, de esto quedaban al margen los militantes de superficie que constituían las agrupaciones políticas, sociales, sindicales y estudiantiles, conformantes todas ellas de la llamada “Tendencia Revolucionaria del Peronismo” y fundadas (o refundadas) por Montoneros, de ahí que el grueso de los militantes quedara desprotegido cuando llegó la represión más cruenta y fueran así los militantes peronistas revolucionarios, básicamente, “carne de cañón”, y de ahí a su vez, el repudio por parte de tantos militantes de la tendencia, sobrevivientes de la represión estatal, a la conducción de Montoneros, ya que dicha ayuda le era solamente concedida a los Montoneros de más alto rango o a aquellos que, sin serlo, decidieran obedecer las órdenes de ejecución de los hechos más peligrosos (quienes eran parte de los “frentes de masas” y recibían alguna ayuda de la organización, constituían casos minoritarios y dicha ayuda no iba más allá de la provisión de documentos de identidad falsos para poder trabajar o abandonar el país, algún arma y pastillas de cianuro), lo cual los obligaba a realizarlos en pos de acceder a la mencionada protección, aun cuando con los mismos no estuvieran de acuerdo; algo de esto le dijo un montonero a Lili mientras estaban ocultos en una vivienda en un área suburbana de San Luis, junto a otros compañeros, la misma noche en que exitosamente había su grupo, del que ella era una nueva e ilustre integrante, rescatado a tres secuestrados por una patota del estado; también le dijo:
   -Por tu acto heroico, vas a convertirte rápido en un cuadro importante de “la orga”.
   Lili dijo:
   -Pero yo no soy montonera. Yo no creo en Montoneros, me metí en esto para sobrevivir.
   Su compañero le dijo:
   -¿Y vos te creés que todos los que estamos en esto lo hacemos por convicción?… Como más o menos te dije en tu casa: la lucha armada no tiene ya el objetivo de construir una patria socialista, sino el de sobrevivir; si estás fuera de Montoneros, quedás a la deriva en un mar de represión estatal, pero estando en la misma, una banca importante podés llegar a tener que te va a dar más posibilidades de supervivencia;… Yo tampoco creo más en la orga; creí en ella en algún momento pero el momento ya pasó;... todo ese populismo que la conducción exalta, alguna vez fue auténtico, para ya no lo es. No lo puede ser, porque la misma está totalmente alejada de las bases no sólo del pueblo, sino incluso de su misma organización; yo también estoy acá para sobrevivir, y te digo más: aun estando en Montoneros, no creo que sobreviva mucho tiempo más. Estoy seguro de que en cualquier momento voy a caer, como casi todos los compañeros, pero quiero morir peleando, y no ejecutado estando de rodillas.
   Entonces Lili, con un tono de voz suave, cargado de resignación, dijo:
   -Sos una especie de kamikaze.
   Su compañero, en silencio asintió con la cabeza; en ese momento una partisana le preguntó a Lili sobre su ideología; ella dijo:
   -Yo nunca creí en ningún ideario; cuando militaba en la JOTAPÉ, mi hermana (que no milita en nada) me dijo: “La organización de la que participás, no cometerá delitos, pero se financia con plata sucia que viene de los delitos cometidos por los montoneros, ¿o lo negás?”; yo le dije: “Sí, es verdad, pero TODOS los partidos políticos, ya sean de izquierda, de centro o de derecha (y no me vengas con eso de “en este país”, porque es igual en todo el mundo) son financiados por inversores cuyos fondos proceden del tráfico de drogas, del lavado de dinero, de la trata de personas, de invasiones militares, de la destrucción del medio ambiente, de la explotación animal y de muchas más cosas ilícitas e inmorales;... los gobernantes más “honestos” no habrán robado, secuestrado ni matado a nadie, como si lo han hecho los montoneros, pero se hacen financiar por quienes hacen todo eso, que es lo mismo. Partiendo de esta base, no te niego que en nada difiere ser militante de superficie de ser guerrillero, ya que con la militancia desarmada del grupo armado que la organizó, estás participando de la misma empresa que los guerrilleros, desde un lugar diferente, pero tampoco en nada difiere ser militante de un partido sin facción armada o votante de cualquier candidato en elecciones en un sistema democrático representativo, de ser sustentador de las peores acciones que son la base de la financiación de toda organización política de estado;… Con el solo hecho de votar, estás dándole aprobación y sustento, a un sistema que vos misma considerás financiado con fondos procedentes de acciones injustificables por ser ilegales e inmorales. Siguiendo esta línea de pensamiento que lleva a concluir que toda política partidaria es sucia, de uno tener un mínimo de conducta ética, solamente puede hacerse anarquista y pretender que las personas voten medidas de organización social, en vez de votar a sus supuestos representantes de ella, y entonces, ante tal ideario político por uno asumido, favorable a la democracia directa, que terminaría con lo “sucio” de la política y llevaría a la disolución de todos los partidos políticos, se encuentra con viejos y jóvenes avejentados que lo tildan de “utopista”, “infantil” y más cosas así, y uno mismo termina creyendo que lo es, entonces vuelve resignadamente a defender su posición anterior (o sea, se vuelve conformista) o elige hacer lo más difícil de todo: rechazar a toda ideología y etiqueta política e intentar mejorarse a sí mismo, y por supuesto que al uno hacer eso lo acusan de ser egoísta por practicar el individualismo, pero tal crítica es infundada porque toda sociedad se compone de individualidades reunidas, por lo que si cada una de ellas fuera más individualista al buscar únicamente la propia mejoría, la sociedad toda mejoraría, y esta decisión de cambio individual es taaan difícil de tomar, que casi nadie lo quiere hacer, y de ahí la voluntad de meterse en temas sociales, políticos, dado que esa es una manera inconsciente de evadir todo intento de automejoría;… Yo he decidido militar socialmente, pero no por Montoneros ni por Perón, sino por mí misma; al ver que en las unidades básicas proveen ayuda a quienes se encuentran en la necesidad, decidí sumarme sin importarme en absoluto la bandería política de quienes tales lugares fundaron, y no lo hice por compasión hacia los sufrientes, sino por mejorar yo como individuo; hice todo por intentar ser yo misma, la persona que siempre pretendí que fueran los demás.” (Nada me respondió mi hermana a todo esto) Pero ahora ocurre que la fuerza mayor me lleva a tener que elegir entre matar o morir… y yo querría no tener que elegir entre ninguna de las dos cosas…
   Ninguno de sus dos interlocutores le respondió nada; casi que tuvieron miedo de seguir hablando con Lili de estos temas porque intuían (correctamente) que ella podría hacerlos cambiar de opinión respecto a LO QUE FUERA.
   Pocos minutos después de esta conversación, Lili se quedó dormida en un sillón y uno de los montoneros la cubrió con una manta para inmediatamente después, alejarse sigilosamente de ella y decirle al resto de los combatientes que hablaran en voz baja para no despertarla.
   Poco después, Lili vio en sueños acercarse a la casa en que ella junto a varios compañeros estaba, a varios autos Ford Falcon y vehículos militares; vio a sus ocupantes bajar de los mismos e irrumpir en la vivienda, y vio a sus compañeros intentar una defensa infructuosa que resultaba en que los seis combatientes (ella misma incluida) fueran arrastrados hacia el interior de los vehículos de los represores; se despertó totalmente sobresaltada y empezó a gritar:
   -¡Tenemos que irnos de acá ya mismo!
   -¿Qué pasa? -dijo una de las partisanas.
   -Cantaron la casa.
   -¿Qué? -dijo otro.
   -¡Que cantaron la casa!, están llegando los milicos. ¡Vámonos ya!
   -¿Cómo sabés que la cantaron?
   -Por lo que vi recién; yo veo cosas.
   -¿Qué tipo de cosas?
   -Cosas que van a pasar.
   Entonces los combatientes se miraron y dudaron, pero no mucho; uno de ellos le dijo:
   -¿Estás totalmente segura de lo que decís?
   -¡Sí sí, totalmente segura!
   Entonces los montoneros fueron rápidamente hacia un placard en el que guardaban explosivos que empezaron a disponer en diversos puntos de la casa, tras lo cual, se subieron a los dos autos en que habían llegado y se fueron del lugar.
   Los explosivos que habían dejado, estaban programados para detonar en diez minutos; exactamente nueve minutos y veinte segundos después, cayeron los represores que, tras irrumpir con la mayor agresividad posible, maldijeron a su suerte por haber llegado tarde y habérseles los montos escapado por muy poco, dado que el que hubiera comida en la mesa, objetos personales e incluso una pava calentándose en la cocina, daba cuenta de que sus ocupantes acababan de irse, fue entonces que uno de los represores, que evidentemente era el que comandaba las acciones, dijo:
   -Deben estar cerca -y señalando a sus correpresores, empezó a indicar en qué dirección debían buscar unos, y en qué dirección, otros; mientras tales instrucciones daba, una explosión, que fue seguida por varias otras, resultó en que 12 de los aproximadamente veinte represores del operativo compuesto por fuerzas conjuntas del ejército y la policía, murieran y quedaran los restantes, bastante heridos.
   Los combatientes se encontraban ya a una larga distancia de la casa; distancia que les impedía escuchar las ruidosas explosiones que tuvieron lugar, pero no debieron esperar mucho para enterarse de lo que había ocurrido, ya que esa misma mañana, el hecho estaba en todos los diarios.
   Estando los montoneros ya refugiados en otra casa que ese mismo día abandonarían para irse a otra provincia, uno de ellos, diario en mano, evidenciando un enorme asombro, le preguntó a Lili:
   -¿Cómo sabías lo que iba a pasar?
   Entonces ella, muy tranquilamente le dijo:
   -Ya te lo dije; veo cosas que van a pasar.
   Todos los montoneros la miraron maravillados en medio de un silencio que, por un buen rato, nadie se atrevió a romper.

   Lili era distinta a todos ellos.