miércoles, 28 de agosto de 2024

María Clara: el camino hacia el creador (cuento) - Martín Rabezzana

Capítulo once de la serie: “María Clara” , cuyos primeros seis capítulos se encuentran en mi libro: “MATAR MORIR VIVIR”).


-Palabras: 2.385-



Mediados de 1975.


   En la calle Bartolomé Mitre al 1680 (altura aproximada), de la localidad bonaerense de Adrogué, estacionó una tarde, una furgoneta Renault 4 de la empresa de telefonía ENTel; del vehículo bajaron los combatientes montoneros: Ulises, Elena y un chileno del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), cuyo apodo era: “Salazar”, disfrazados de empleados, y tras golpear a la puerta de cierta casa y preguntar si había algún desperfecto en el servicio telefónico (y por supuesto que lo había, ya que ellos mismos se habían encargado un rato antes, de provocarlo), la misma les fue abierta por una empleada doméstica para que a la vivienda, ingresaran y procedieran a realizar la reparación correspondiente; una vez dentro de la casa, Ulises le exhibió a la empleada un arma corta y tras pedirle por favor, que guardara silencio, se quedó custodiándola, mientras Elena y Salazar, subieron a la planta alta; a los pocos segundos se escucharon cuatro detonaciones de armas de fuego realizadas por los guerrilleros, que de inmediato bajaron por las escaleras y procedieron a salir de la casa rumbo a la Renoleta que otro montonero, que en la misma había permanecido, manejaría, pero poco antes de que salieran, un vecino de la persona que acababa de ser por los guerrilleros, ultimada, que era un policía que ese día tenía franco y se encontraba en la calle, tras escuchar las detonaciones se había acercado hasta el lugar y tras asumir (correctamente) que quien se encontraba en la furgoneta de ENTel, era cómplice de quienes fuera que hubieran abierto fuego en la casa de quien hasta hacía un tiempo, era un alto ejecutivo de la empresa Ford, que había entregado a empleados desobedientes de la misma, a la represión estatal (*), basándose en el hecho de que el vehículo no había arrancado tras escucharse los disparos (y de no ser el conductor, cómplice del hecho de sangre perpetrado en la casa, habría hecho justamente eso), sin dudarlo, acercándosele agazapado por detrás, una vez que estuvo junto a la ventanilla derecha (es decir, la ventanilla correspondiente al acompañante, que en ese momento, estaba cerrada), sacó su pistola Ballester-Molina y contra el conductor, abrió fuego varias veces, lo cual resultó en que la ventanilla quedara hecha pedazos y en que el montonero, de inmediato, muriera; al ver esto, los partisanos que salían de la casa, dispararon contra el policía (ninguno logró herirlo) que se escudó tras la Renoleta; mientras tanto, más atrás, en esa misma calle Mitre, casi llegando a la esquina con Comodoro Py, María Clara se encontraba en un Citroen Ami 8 estacionado, en calidad de conductora, junto a un compañero montonero cuyo apodo era el de “Ignacio”; ambos estaban ahí, justamente para actuar ante la llegada de alguien de las fuerzas represivas del estado; fue al ver al policía armado, acercarse a la furgoneta, que María Clara había dicho:

   -Vamos.

   Su compañero había dicho:

   -No; voy yo; vos cubrime desde acá.

   Y así fue que Ignacio salió del auto blandiendo un fusil en el momento en que el policía disparaba contra el conductor del vehículo de ENTel; el guerrillero disparó dos veces contra el policía que de inmediato, cayó sobre la calle; fue entonces que imprudentemente bajó su arma y desvió la vista en dirección a la casa en la que estaban sus compañeros, creyendo erróneamente que el represor del estado, estaba muerto, pero como solamente estaba herido, tras soltar su pistola, que cayó junto a él, la volvió a agarrar y desde el piso, le disparó tres veces, causándole la muerte; entonces Ulises, corriendo fue hasta detrás de la Renoleta y con su pistola, al policía ultimó; después, se acercó a Ignacio y constató que estaba muerto; seguidamente escuchó la voz del compañero chileno gritarle, “¡Cuidado!”, mientras señalaba a un patrullero que en contramano, a gran velocidad, se acercaba; fue entonces que Ulises, Salazar y Elena, volvieron a ingresar a la casa del lugar del hecho por ellos, perpetrado; mientras tanto, María Clara, al ver que por Mitre el patrullero se acercaba, había arrancado el Ami 8, pero en vez de dirigirse hacia donde estaban sus compañeros, había agarrado a toda velocidad por la calle Comodoro Py, después había doblado a la izquierda en Canale (en estas dos calles, debido a lo angosto de las mismas, varias veces había tenido que subir a la vereda en pos de esquivar vehículos que transitaban en dirección opuesta a la de ella), después, había doblado de nuevo a la izquierda en Drumond y después, había doblado otra vez a la izquierda, encontrándose así, nuevamente en Mitre; es decir, había dado la vuelta manzana en un intento de acercarse al patrullero por detrás, lo cual, logró, pero para ese momento el patrullero no era solamente uno, ya que otro había llegado y sus dos policías habían bajado y se encontraban, al igual que los tres del primer patrullero, disparando contra los guerrilleros; fue entonces que María Clara frenó en la esquina, relativamente lejos del patrullero más próximo, y tras agarrar un bolso en el cual llevaba una ametralladora Halcón ML-63, bajó del auto y se acercó desde la vereda de enfrente de la casa en que sus compañeros estaban, hasta los policías, sin que ellos advirtieran su presencia, y tras unos segundos en los que permaneció escondida detrás de un Peugeot 504 estacionado, sacó la ametralladora del bolso y disparó ráfagas de varias decenas de balas que llevaron a caer heridos de muerte, a los cinco uniformados, no obstante, para asegurarse de que no quedaran vivos, tanto Ulises como Salazar, tras presenciar el abatimiento de los policías, salieron de la casa y tras acercarse a ellos, varias veces les dispararon; después, tanto Ulises como Salazar, subieron a la furgoneta, en la cual, se irían, mientras Elena corría hacia María Clara para juntas dirigirse hacia el Ami 8 y escapar exitosamente de la escena.

   Esa misma noche, Ulises, que era el novio de Elena y que en ese entonces, convivía con ella y con María Clara, se reuniría con ellas en una casa de Avellaneda.


Preguntas y respuestas existenciales


   Es muy fácil condenar a las agrupaciones guerrilleras no derechistas y exigir su aniquilamiento, basándose en el peligro que para “la sociedad”, representan, y también, extremadamente absurdo es, el hacer eso sin tener en cuenta el contexto de represión estatal que generó las condiciones propicias para su surgimiento; de uno tenerlas en cuenta y, no obstante, condenarlas, lo coherente sería también condenar a las agrupaciones armadas estatales, ya que el daño que hacen, es a mayor escala respecto al hecho por las no estatales y además, a diferencia del realizado por éstas últimas, ininterrumpido, dado que la violencia del estado, es permanente, mientras que la violencia antiestatal, sólo aparece en determinados tiempos históricos y se sostiene generalmente por un breve periodo.

   La derecha, a diferencia de las demás tendencias políticas, tiene SIEMPRE organizaciones de sicarios y torturadores, y se llaman: policías, militares, gendarmes y psiquiatras, que a su vez operan junto a agentes de inteligencia cuya tarea es la de marcarles y entregarles, víctimas; dichos agentes se llaman: curas, monjas, gerentes, psicólogos y asistentes sociales; entendiendo que todas estas personas están para disponer arbitrariamente de la vida de las masas, ¿cómo no simpatizar con quienes toman armas para combatirlas?

   Aunque hubiera en María Clara, convicción respecto a que a los represores hay que combatirlos, la duda sobre si el camino emprendido por ella, era el preferible o el único posible por recorrer, habitualmente la embargaba; la noche del hecho recién contado, todas esas preguntas existenciales, la asediaban, fue por eso que, con dificultad, concilió el sueño y al soñar, se encontró caminando por un bosque una noche muy fría, de mucha niebla y viento, en medio de una tormenta eléctrica que hacía a su avance, lento y difícil; cada tanto, alguno de los muchos árboles que a su alrededor, había, se venía abajo, lo cual, la llevaba a tener que hacerse abruptamente a un lado para salvar la vida; también ocurría que rayos cayeran cerca de su persona, cosa que la aterrorizaba y la hacía sentir que en cualquier momento, alguno de ellos la alcanzaría; había también, cada tanto, vientos que, de tan fuertes que eran, la obligaban a aferrarse con todas sus fuerzas durante varios minutos a los árboles, en un intento de no ser arrastrada, y esos árboles, al ella agarrarse de ellos, parecían perder arraigo y amenazaban con ser también por el viento, arrastrados; cuando María Clara sintió que ese camino tremendamente difícil que recorría, no habría de terminarse nunca, la lluvia, así como el viento, empezó rápidamente a disminuir en intensidad hasta finalmente, cesar, y la temperatura empezó a elevarse hasta volverse cálida; a los pocos minutos, la niebla empezó a disiparse y al hacerlo, se vio en medio de un parque de diversiones cuyos juegos estaban en funcionamiento aunque en el lugar, no pareciera haber nadie más que ella; de inmediato notó sorprendida, que su ropa y pelo, estaban totalmente secos; por el lugar, con extrañeza y enorme bienestar, durante varios minutos, caminó; en determinado momento, un hombre apareció y le dijo:

   -¡Hola María Clara! ¡Me moría de ganas de conocerte!

   -Hola -respondió, y con una convicción que a su propia persona, sorprendió, dijo: -Vos sos... ¡mi creador!

   Seguidamente lo abrazó. Se abrazaron. Después ella lo tomó de las manos y repetidamente se las besó; él hizo lo mismo con las de ella. Después se sentaron en un banco y hablaron de muchas cosas, ya que tanto él como ella, necesitaban saber todo del otro; el encuentro fue muy extraño para ambos, dado que, aunque fuera la primera vez que se veían, sentían como si se conocieran desde siempre.

   Tras un largo rato de conversación, María Clara dijo:

   -Necesito conocer el por qué de lo que vivo.

   Su creador, sin dudarlo, manifestó:

   -En eso no te puedo ayudar porque desconozco cuál es tu por qué.

   -Pero vos me creaste.

   -Sí, yo te escribí, pero eso no significa que sepa con qué fin lo hice, lo que sí puedo decirte, ya que es lo único que siento verdadero, es que todas las distintas acciones, por inconducentes al mismo fin que parezcan, equivalen a distintas gotas de lluvia que componen el mismo océano, por eso es que las distintas acciones, por enfrentadas que estén, contribuyen a una marcha hacia el destino común de todo lo existente, de ahí que el camino que seguís, aunque sea distinto al de otros, sea tan válido como el de ellos, pero para vos, es el único posible por ser;… ...La llamada “realidad”, es el plano de la ilusión de pluralidad, y es absolutamente necesario que por el mismo, pasemos, para que podamos después, una vez en otro, apreciar a lo verdadero constituido por la unidad de todas las cosas y los seres, es por eso que necesitamos de partes enfrentadas que crean tener razón y hasta estén dispuestas a matar y morir, con el fin de hacer prevalecer a sus puntos de vista, ya que los conflictos que generan, dan lugar a la tan necesaria para nosotros, ilusión de separación;... cuando de ese plano, salimos, nos encontramos con éste, y en este lugar, el conflicto no existe; lo único que acá existe, es bienestar y plenitud... ...El camino difícil y extremadamente doloroso que emprendiste, te condujo hasta acá, y acá, lo terrible y trágico que en el pasado, vivimos, pierde completamente su fuerza y pasa a ser para nosotros, un recuerdo inofensivo que rápidamente se vuelve olvido -y tras unos instantes de silencio, agregó: -Tal vez todo esto que te dije, haya respondido a tu inquietud.

   María Clara, con total admiración, contemplaba a su creador, y tras acariciarle el rostro, lo besó en los labios. Ambos se besaron, entonces, a su alrededor se materializó un dormitorio hacia cuya cama, ambos se dirigieron; una vez ahí, alternaron besos con tocamientos en zonas erógenas; después, teniéndola sentada frente a sí, él le levantó el vestido negro ajustado que ella llevaba y le sacó la bombacha y los zapatos; seguidamente, María Clara se acostó en la cama y abrió las piernas mientras todo su ser, sin palabras, suplicaba besos de lengua en su vagina que le fueron sin medida, durante un buen rato, concedidos, para ser posteriormente ella, la que con su boca, satisfizo la genitalidad del varón que oralmente la venía de satisfacer. Después, tras ambos desvestirse totalmente, María volvió a acostarse y a abrir las piernas para que su amante ingresara en su cuerpo, lo cual, él hizo, resultando esa unión sexual, en una realización espiritual que, para ambos, fue total.

   Tras el acto de amor sexual, concluir, María Clara, abrazada a su creador, apaciblemente durmió.

   Al despertarse se encontró sola en la cama de una habitación de la casa que, con Ulises y Elena, compartía, y no le hizo falta llevar la mano a esa hermosísima y rodeada de mucho pelo, zona baja de su cuerpo, por sentirse sexualmente del todo complacida, ya que el sueño había sido aún más vívido que lo que es posible experimentar en la vigilia; fue justamente la ausencia de necesidad de masturbarse, lo que la llevó a tener la certeza de que lo recién por ella experimentado, de ningún modo podría atribuirse a su imaginación; el amor del que se sintió llena, procedía de un encuentro totalmente real, más real aún que lo que comúnmente denominamos de ese modo.

   El encuentro de amor había sido con alguien que, en algún lugar (tal vez, fuera del tiempo y del espacio), la esperaba, y con quien estaba destinada a reencontrarse, tiempo después de haber dejado atrás, la senda de destrucción que en ese momento, era para ella, presente.

   Pese al hecho de que las dudas respecto al accionar extremadamente violento que ya había empezado a desarrollar, seguirían en ella, existiendo, por vez primera sintió sin ningún tipo de duda, que en todo lo que hacía, había un sentido.




(*) La empresa Ford, no sólo entregó a muchos de sus empleados “problemáticos” a la represión, sino que además, proveyó muchos de los famosos Fálcones, que fueron los autos que mayoritariamente se usaron en operativos de secuestros perpetrados por el estado durante la última dictadura militar e incluso, desde antes de ella.


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