Mostrando entradas con la etiqueta La única crítica loable. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta La única crítica loable. Mostrar todas las entradas

martes, 22 de noviembre de 2016

La única crítica loable (cuento) - Martín Rabezzana


   -Si escuchás expresarse a las personas que en serio son buenas, vas a notar algo característico y común en ellas: es muy raro que hablen mal de alguien, y el motivo de esto es claro: parte importante de ser virtuoso moral y conductualmente implica no criticar a nadie, de ahí que sólo del inmoral vengan las lecciones de moral;… …y sí… la gente buena no habla mal de nadie.
   Él miro con orgullo a la mujer a la que le había expresado lo que consideraba una gran verdad; por ella conocerlo y haberlo escuchado hablar mal de otros seguido, sabría que lo dicho era alusivo a sí mismo y que, por consiguiente, constituía una autocrítica, la cual, de las dos formas de crítica existentes, parece ser la única loable dado que criticar a otros es fácil y quien lo hace asiduamente denota debilidad emocional y cobardía, pero la autocrítica da muestras de coraje y voluntad de superarse.
   El orgullo en su expresión se debía a que lo que había dicho lo enaltecía y le permitía iniciar un camino de evolución personal que no es posible iniciar de uno no admitir las propias faltas.
   Mientras él habló y tras concluir lo dicho, la mujer mantuvo una expresión pensativa; su mirada estaba perdida en la distancia como si lo por ella escuchado fuera tan profundo que requería de un tiempo prolongado para ser asimilado intelectual y emocionalmente, sin embargo, cuando él le preguntó:
   -¿Qué te pareció lo que dije?
   Ella dijo:
   -¿Qué?... perdoname, estaba distraída; estaba viendo que la panadería de allá cambió de nombre;… ¿qué me habías dicho?
   -No importa… …bueno. Me voy. Chau.
   Ella se le acercó para recibir un beso de despedida pero él se apartó para no dárselo y se fue caminando rápido cosa que no se notara lo desairado que se sentía (igual se notaba).
   Ella mientras él se iba le dijo:
   -Chau, nos vemos.
   Habiéndose ya alejado de ella casi una cuadra, él en voz baja dijo:
   -¡Qué mina más boluda!