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jueves, 19 de septiembre de 2024

Hermanos alados (cuento) - Martín Rabezzana

(Cuento publicado en mi libro número 17: "Llamamiento a la violencia").

-Palabras: 2.408-

  En la ciudad de La Plata, en algún momento del año 2033, en la casa del joven partisano Eliseo Reyna, en la cual, varios compañeros suyos de sacros hechos ilícitos, se encontraban (hombres y mujeres), irrumpieron muchos uniformados que, a los gritos y mientras los apuntaban con armas, les ordenaron que se tiraran al piso; tras ellos acatar la orden, fueron detenidos; detenciones similares se dieron al poco tiempo en distintos lugares del país de personas pertenecientes a la misma agrupación armada cuyo nombre era: “Defensores de América”.
   Tras estar detenidos toda una noche, los jóvenes fueron llevados a un juzgado en el que se les tomó declaración indagatoria; todos ellos habían acordado previamente que, de a esa instancia llegar, dirían la verdad, ya que consideraban que lo por ellos realizado, había sido correcto y además, que la difusión de sus acciones sería benéfica para su causa ya que engendraría continuadores.
   Una vez frente al juez, a Eliseo se le informó de qué se lo acusaba y además, que si lo deseaba, podía declarar o abstenerse de hacerlo sin que esto último pudiera ser usado en su contra; el partisano, tras manifestar que quería declarar y que en caso de haber preguntas, las contestaría, refiriéndose a por qué había realizado los actos por los cuales, estaba imputado, dijo:
   -Como puede observarse en videos de internet: cuando pasan los aviones fumigadores esparciendo sus venenos, es cuestión de pocos segundos para que desde el cielo empiecen a caer pájaros y en la tierra, se empiecen a tambalear, perros, gatos, gallinas, y otros animales no humanos, que, poco después, también caen al piso para seguidamente, morir; la gente aguanta más, pero también termina corriendo la misma suerte y con la trágica particularidad de que es justamente esa resistencia mayor que tiene respecto a muchos animales no humanos, lo que la hace tener una agonía mucho más larga y dolorosa;… Por todo esto es que yo formulo la siguiente pregunta retórica: ¿por qué el agredir a quienes están a cargo de esparcir pesticidas, así como a quienes les han pagado para hacerlo, y a quienes han aprobado legalmente que lo hicieran, no constituye un acto de defensa legítima?… Yo asumo que ustedes nos ven como extremistas que no creen más que en la violencia como medio para resolver conflictos, y en este caso, yo no niego que sea así, ya que por la vía legal, este tema es IRRESOLUBLE; no hay manera de que las autoridades prohíban estos envenenamientos, y aun si yo me equivocara y el uso de agrotóxicos fuera a ser prohibido en algún momento… ¿cuándo ocurriría?… ¿Alguien tiene la respuesta?.. ¿En veinte años? ¿En diez años? ¿En un año?…  Aun si por la vía legal la resolución a esta problemática fuera posible mañana mismo, la solución la necesitamos hoy. YA, no en veinte años, ni en diez años, ni en un año ni mañana, sino AHORA MISMO; de todas formas, como todos saben, si la solución a este tema fuera a llegar por el camino legal, no sería pronto, entonces, ¿qué hacemos ahora? ¿Nos quejamos?, ¿nos resignamos?, ¿o miramos para otro lado y hacemos como que no pasa nada? (y esto es lo que hace la mayoría de la gente), ¿o nos organizamos para contraatacar a quienes sistemáticamente realizan envenenamientos masivos?… -y señalando con el dedo al juez y al fiscal, dijo: -Ustedes, que a nosotros nos van a castigar, ante la masacre sistematizada en curso, decidieron quejarse, o resignarse, o hacerse los distraídos. Nosotros decidimos oponernos, y por esa oposición, deberemos pagar, pero debido a que nosotros agredimos a quienes literalmente envenenan el aire que respiramos, estamos tranquilos con nuestras conciencias, ya que sabemos que nuestra agresión, fue defensiva… ...El sistema sigue intacto, pero a pesar de nosotros… y gracias a ustedes.
   Poco después, el fiscal le preguntó respecto a los primeros hechos realizados por la agrupación a la que pertenecía, a lo que el joven respondió:
   -En primer lugar, decidimos no atacar personas, sino destruir maquinarias, de ahí que en un principio hayamos ingresado en los garages en que se encontraban aviones fumigadores tras haber reducido al personal de seguridad, y los hayamos destruido.
   -¿Cómo los destruyeron?
   -Con fuego.
   -¿Lastimaron a alguien en el proceso?
   -La idea era no lastimar a nadie, por eso en estos hechos íbamos en grupos de unas 20 personas, casi todas portando armas de fogueo, dado que, como ya dije, no queríamos lastimar a nadie.
   -“Casi todas”, dijo.
   -Sí, ya que había dos de ellas, que eran expertas en disparos a larga distancia, que sí portaban armas de fuego y se mantenían escondidas, lejos de la escena, y teníamos acordado que de darse la llegada de la policía o si pasaba que algún custodio sacara un arma, procederían a disparar intentando siempre herir en una zona no vital, pero los disparos eran siempre el último recurso.
   -¿Y alguna vez llegaron a eso?
   -Lamentablemente sí, y así fue que una vez matamos a un policía y herimos a otro, tras ellos haber llegado a la escena y haber efectuado disparos contra nosotros, entonces, nuestros francotiradores actuaron e hirieron a ambos en las piernas; uno de ellos quedó fuera de combate, pero el otro, desde el suelo seguía efectuando disparos, por eso nuestros francotiradores debieron matarlo, lo cual no deseábamos, aun sabiendo que los policías llegaban para defender a una propiedad privada que era usada por envenenadores de las masas;… Fueron hechos lamentables pero necesarios porque la opción era dejar que los envenenamientos, continuaran. Ah, y también matamos a varios empresarios financiadores de las fumigaciones, porque previamente les habíamos advertido en repetidas oportunidades que si no dejaban de envenenarnos, no nos dejarían más opción que la de ir en contra de sus vidas; evidentemente no se atemorizaron mucho que digamos, y procedimos a matarlos. También hicimos eso con algunos diputados que aprobaron dichas fumigaciones y se negaron a rever su posición, al nosotros pedirles que lo hicieran.
   Tras un breve silencio, el fiscal le preguntó:
   -¿A cuántos empresarios mataron?
   -Solamente a tres.
   -¿Y a cuántos diputados?
   -A dos. Y a este respecto quiero decir algo: yo no soy de esos que minimizan ningún asesinato; sé perfectamente que al matar a alguien (y no sólo a personas), se genera una onda expansiva de negatividad, que no se sabe en dónde termina; soy consciente de que hay casos probados en que personas manifiestan secuelas físicas y emocionales correspondientes a hechos negativos sufridos por sus ancestros, aun en casos en que no los han siquiera conocido; para explicar esto hay que entrar en el plano metafísico, lo cual, no voy a hacer, pero con la exposición de mi consideración a este respecto, quiero que quede claro que el mal que hicimos, fue el que consideramos absolutamente necesario en pos de detener a los mayores males en curso, y el cambio en lo legal que pretendemos, que resultaría en la prohibición total del uso de agrotóxicos, sólo podrá darse, cuando se meta mucha presión al estado, por vía ilegal;... es paradójico y parece contradictorio, pero es así: en casos como éste, para lograr un cambio en lo legal, hay que presionar por vía ILEGAL; nosotros hicimos justamente eso, y yo NO ME ARREPIENTO.
   Tras esto último, la declaración indagatoria siguió durante un rato más, sin que hubiera nada destacable por mencionar. Después, el detenido fue llevado hasta una celda.

   La noche posterior a la declaración indagatoria, el partisano durmió durante varias horas hasta que una luz muy brillante, lo despertó; la misma impregnaba el techo y las paredes a su alrededor; pensó en llamar a los guardias, pero al notar que la luz mencionada, no parecía proceder de una fuente material, dudó de sus propios sentidos y consideró la posibilidad de estar alucinando; tras esta consideración, con bastante temor, se decidió a tocar las paredes que ya no eran sólidas, dado que al tacto se sentían líquidas, sin embargo, tras tocarlas y mirar sus manos, advirtió que no estaban mojadas; durante un rato el joven dudó en si intentar trasponer las paredes luminosas o no; finalmente se decidió a hacerlo; sin ninguna dificultad, las atravesó y se vio de pronto en un bosque iluminado por millones de luciérnagas; los árboles eran altísimos y el viento, que era en ese lugar, visible, agitaba sus hojas creando un sonido mil veces más agradable que el de la más hermosa melodía ejecutada con instrumentos humanos; la temperatura era moderada y una brisa fresca, cada tanto le acariciaba el rostro; la belleza y paz absolutas que en ese lugar, había, lo llevaron a considerar que tal vez su vida material hubiera terminado y que se encontraba en el paraíso.
   Tras varios minutos de caminar, escuchó a un arroyo correr a un costado de donde estaba, y al mismo se acercó; se agachó, y tras juntar agua en sus manos, la tomó; en ese momento escuchó el aleteo de una bandada de pájaros, y si bien a dichas aves, Eliseo pudo reconocerlas como gorriones, sus dimensiones no eran como las de aquellas que hasta ese momento había visto; estos pájaros eran enormes y parecían ir directamente hacia él, entonces sintió miedo; pensó en correr pero no lo hizo, por presentir que de nada serviría, ya que las alas de los gorriones eran sin duda, mucho más veloces que sus piernas, de ahí que concluyera que si querían atraparlo, nada podría hacer para evitarlo, pero ocurrió que tras los pájaros aterrizar a pocos metros del joven y rodearlo, uno de ellos (que era una hembra), a modo de saludo, le extendió un ala y le dijo:
   -Hola querido amigo. Me llamo Valentina.
   Entonces el joven sonrió, y sin poder creer lo que veía y acababa de oír, le extendió una mano y le respondió:
   -¡Hola! Yo me llamo Eliseo.
   -¡Hooolaaaa! -todos los demás gorriones dijeron ante la sorpresa total del recién llegado.
   El ave que tenía delante, que, como todas las demás ahí presentes, mediría unos dos metros, le dijo:
   -Bienvenido a nuestro mundo; te hemos invitado a venir, y por suerte has aceptado la invitación. 
   El joven sonrió; Valentina, con tono de preocupación, dijo: 
   -Debo confesarte, Eliseo, que no te hemos convocado desinteresadamente, sino porque tenemos un problema muy grave que no podemos solucionar y necesitamos tu ayuda.
   Eliseo preguntó:
   -¿De qué se trata?
   -Los fumigadores están haciendo desastres con nuestros familiares en tu mundo, y no sólo los afecta a ellos, ya que la fumigación atenta contra la vida de tu planeta en todas sus formas.
   El partisano dijo:
   -¡Es verdad! Yo hice lo que pude en contra de eso, pero las autoridades me detuvieron y también detuvieron a casi todos mis compañeros, por eso es que no podemos seguir combatiendo a los envenenadores.
   Entonces el ave dijo:
   -Si te ayudáramos a escapar de prisión, ¿continuarías con tu tarea?
   Sin dudarlo, el joven respondió:
   -¡Por supuesto que sí!
    El ave dijo:
   -Ninguno de nosotros puede ingresar a tu mundo sin que uno de sus habitantes le conceda primero el permiso, por eso es que debo preguntarte: ¿le das permiso a uno de los nuestros para entrar a tu mundo y ayudarte a escapar de la cárcel?
   Eliseo dijo:
   -¡Claro que sí!
   Tras lo cual, otro gorrión se le acercó y le dijo:
   -Me llamo Humberto. ¿Puedo ser yo el que te ayude?
   -¡Por supuesto! Será un honor recibir tu ayuda, amigo.
   Entonces, como despertando de un sueño, Eliseo abrió los ojos, se vio de nuevo en su celda, tomó conciencia de cuál era su situación, y se sintió totalmente desanimado.
   Esa misma mañana, tras el desayuno, junto a otros detenidos, el joven fue llevado a pasar un rato en el patio del recinto de reclusión; una vez en el mismo, caminó desganado pensando en el extraño y hermoso “sueño” que había tenido y deseando con todas sus fuerzas volver a soñar algo parecido, ya que asumía que para él, la vigilia sería durante largos años de su vida, la prisión, y solamente durante el sueño podría reencontrase con su tan preciada libertad.
   Mientras con tristeza el joven mantenía su vista dirigida al piso, escuchó un aleteo como el que en su sueño había precedido al aterrizaje de gorriones gigantes, entonces miró esperanzado al cielo pero nada extraño vio, y resolvió que el sonido había sido producto de su imaginación, sin embargo, segundos después, otros detenidos, mientras señalaban al firmamento, gritando dijeron:
   -¡Miren eso!
   -¡Viene para acá!
   Y todos corrieron hacia los costados del patio en un intento de escapar a lo que (erróneamente) suponían un ataque inminente a ellos del pájaro gigante. En realidad, todos menos uno (Eliseo, obviamente), que, al ver a su amigo alado surcando el viento americano en dirección a dónde él estaba, fue hasta el centro del patio y con una enorme sonrisa y una felicidad, total, levantó sus brazos y gritó:
   -¡Acá estoy amiiigooo!
   Y fue tomado por los hombros por el gorrión que con sus patas, lo sujetó firmemente y se lo llevó con él en el aire a toda velocidad, ante el asombro absoluto de prisioneros y guardias.
   En pleno vuelo y ya a cierta distancia del lugar de detención, Eliseo le dijo al gorrión:
   -¡Qué bueno que viniste, Humberto! Pensé que todo había sido un sueño.
   El pájaro le dijo:
   -No, no fue un sueño. Estuviste en nuestro mundo, y esta libertad que volvés a tener, tampoco la estás soñando.
   Tras un rato de viaje, al aproximarse al Parque Pereyra Iraola, Humberto le dijo:
   -Bajamos acá.
   Y tras aterrizar, totalmente emocionado, Eliseo le dijo al plumífero:
   -¡Gracias por el viaje, hermano alado! ¡Me encantó! Ah, y gracias también por la libertad que me devolviste -y le dio un abrazo.
   El pájaro le dijo:
   -De nada, y gracias a vos por la tarea que realizaste y que seguirás realizando.
   El joven le preguntó:
   -Y yo ahora, ¿qué tengo que hacer?
   -Esperar a que lleguen los otros -y le extendió un ala que Eliseo estrechó, tras lo cual, le dijo: -¡Hasta pronto amigo Eliseo!
   Y se fue volando mientras el joven lo saludaba con la mano y le decía:
   -¡Chaaauu Humbertooo!
   Menos de un minuto después, con gran alegría el partisano vio llegar volando a una bandada de pájaros gigantes llevando en sus patas a los doce compañeros que junto a él, habían sido detenidos; casi simultáneamente, en otras provincias del país, lo mismo ocurría con otros partisanos de la agrupación Defensores de América.