jueves, 18 de abril de 2024

María Clara y compañía: fuego y acero (cuento) - Martín Rabezzana


-Palabras: 3.308-
Junio de 1976.

   El golpe de estado ya había sido consumado y tras el mismo, la Triple A había sido disuelta, lo cual no implicó para sus integrantes, tener que dejar de hacer lo que venían haciendo, ya que fueron sumados a los “Grupos de Tareas” que la Junta Militar dispuso en todo el país para que reprimieran impiadosamente a todos aquellos señalados por los agentes de “inteligencia” como “subversivos”, que, no me cansaré nunca de repetirlo: no eran solamente los guerrilleros, sino también los sindicalistas, los militantes de organizaciones políticas no armadas de izquierda, los anarquistas, los miembros de centros de estudiantes, los obreros “problemáticos” (de esos que andan reclamando "nimiedades" como ser: que se les paguen sueldos atrasados), los empresarios no alineados con el régimen (1), y mucha otra gente que no tenía nada que ver con ninguna de esas cosas, como por ejemplo, los amigos o conocidos de las personas ya mencionadas por el simple hecho de figurar en sus agendas; tan sólo eso bastaba para que alguien fuera secuestrado, torturado, asesinado y hecho desaparecer.
   La diferencia que hubo entre la metodología represiva empleada por las patotas de la Triple A y las del gobierno de facto, no fue de contenido, sino de forma, ya que las Tres A, tras matar gente, tiraba los cuerpos en lugares públicos como ser: los costados de las autopistas, para que la población los viera y quedara aterrorizada, y a partir del golpe, los ejecutores del genocidio (ya en curso desde el ‘74), recibieron la orden de hacerlos desaparecer; la represión continuaba e iba en aumento, pero ahora se buscaba que lo hecho, quedara fuera de la vista pública.
   
“Escuela francesa” y contraescuela francesa

   En Ciudad Jardín, vivía un milico de alto grado que esa tarde fría, recibiría en su casa a dos pares franceses que habían sido enviados al país a supervisar las tareas represivas de sus discípulos argentinos a quienes ellos habían contribuido a formar, años atrás, en técnicas de “guerra contrarrevolucionaria” aplicadas por los franchutes en la guerra de independencia de Argelia; como es sabido, las mismas incluían la tortura, las ejecuciones y la desaparición de los cuerpos de la gente por ellos, asesinada.
   El que la visita tendría lugar, fue sabido por militantes del PRT (2) tras un trabajo de inteligencia, y se dispuso entonces que un grupo de 7 combatientes del ERP (3), a los que se sumaron la anarquista devenida en combatiente montonera, María Clara Tauber, un chileno integrante del MIR (4), cuyo alias era el de “Salazar”, y una anarcosindicalista uruguaya de apodo “Daniela”, perteneciente a la OPR-33 (5), ajusticiara a los franchos y a toda su custodia.
   Los últimos dos combatientes mencionados, habían llegado al país tras escapar de la persecución en sus respectivos países de origen; una vez acá, la persecución en su contra, continuó, por lo cual, no había opción más que la de seguir adelante en el camino de las armas, pero ya no con el fin de lograr derribar al sistema capitalista, sino de sobrevivir o al menos, de caer peleando.
   Se preveía que los militares franceses tuvieran una custodia importante que haría difícil la ejecución del plan, por lo cual, el PRT, en conjunción con Montoneros, habilitó el presupuesto para alquilar una de las casas situadas a la vuelta de la vivienda del militar argentino, ya que desde la misma, ingresar a la casa del milico, sería sencillo y por consiguiente, sencillo sería también, ejecutar lo planeado; la casa del militar estaba ubicada en la calle Bleriot 7030 (aproximadamente) de la ya mencionada, Ciudad Jardín; fue así que unos días antes del operativo, María Clara y Daniela, se habían instalado en la vivienda que habían alquilado; tres de los siete combatientes del ERP, llegarían la mañana del día del hecho; a eso del mediodía, llegaría el combatiente chileno, Salazar; los cuatro guerrilleros restantes, se quedarían en dos autos vigilando las inmediaciones, comunicándose con los combatientes de la casa, mediante “walkie-talkies”, y deberían pasarlos a buscar una vez que el operativo se concretara.
   Un dato notable que entonces, los guerrilleros desconocían, es que entre los custodios de los milicos franchutes, estaba nada menos que un ex jefe de una patota de la Triple A, que ahora era jefe del centro clandestino de detención conocido como: “Automotores Orletti”, al cual, se llevaba a muchos secuestrados extranjeros, sobretodo chilenos y uruguayos.
 
Francia: ejemplo a no seguir

   En pos de evitar que se desarrolle en un lugar, esa cosa tan nefasta por, entre otras cosas, ser contraria a la “libertad” y a los “derechos humanos”, que es el “comunismo”, los franchos han considerado válido, realizar genocidios, y así es que han hecho de Argelia (país que hasta principios de los años 1960, estaba bajo dominio francho) un verdadero infierno, y tras exportar sus métodos contrarrevolucionarios al resto del mundo, han contribuido a bañar al planeta más en sangre de lo que ya estaba bañado, ¡y todavía hay quienes creen que hay que agradecerles que hayan hecho lo que hicieron!, que fue sin dudas, una defensa del “mundo occidental” (y “cristiano”), como los mismos represores han manifestado. Lo que no han dicho, es que el mundo occidental (y “cristiano”) es indefendible por ser totalmente contrario al respeto por la vida de todas las especies conocidas, incluyendo a la humana, de ahí que sea lógico que al alguien advertirlo, quiera combatirlo y tome por eso, armas, no significando esto que todo lo que haga, sea justificable, pero sí que es entendible, cuando se entiende que esa gente que conforma grupos hostiles hacia las autoridades, no aparece por generación espontánea, sino que es engendrado por la violencia del sistema; cuando ante un sistema injusto, las poblaciones no se organizan para combatirlo, es porque han interiorizado a la represión perpetrada por sus agentes, y se está entonces en la fase más grave del sometimiento, dado que el opresor ya no se encuentra únicamente en el exterior, sino también en el interior de sus integrantes.

   Francia es vista por algunos (incluso por sobrevivientes AMERICANOS de muchos países de los que emigraron por motivos de persecución política en los años 1970) como un ejemplo de solidaridad, por recibir a muchos exiliados políticos, sin tener en cuenta que muchos de ellos proceden de los mismos países a los que los franchutes han sometido o han contribuido a someter; en el caso particular de Argentina… cuando el almirante Massera puso el “Centro Piloto de París” en 1978, cuyo objetivo oficial era el de contrarrestar la “campaña antiargentina” de la prensa sudopa y nortopa que, al referirse habitualmente al país, por celebrarse ese año en el mismo, el campeonato mundial de fútbol, informaba sobre las gravísimas violaciones a los derechos humanos que entonces acá, tenían lugar, llevó a secuestrados de uno de los dos mayores campos de concentración que en el país, hubo, el cual, estaba a su cargo (la ESMA) (6), para que trabajaran realizando, entre otras, tareas de infiltración en grupos de exiliados argentinos que denunciaban lo que acá, pasaba;… ¿cómo pudo llevar a personas secuestradas desde Argentina a Francia, en vuelos comerciales, sin temer ser detectado por las autoridades franchas? ¿Cómo pudo ocurrir que los mismos secuestrados, una vez en Francia, no informaran a las autoridades locales sobre su condición de secuestrados?… La respuesta es obvia: hubo connivencia entre las autoridades argentina y franchuta, y los mismos secuestrados, lo sabían, de ahí que ni hayan intentado escapar; la misma es innegable, dado que sin ella, Massera no habría podido hacer nada de lo mencionado; la pregunta que me hago ahora, es la siguiente: ¿por qué los gobiernos argentinos post dictadura, no le hacen a Francia ningún reclamo por esto? Y la respuesta obvia es que, siendo Francia un país poderoso, ese reclamo incómodo (sobre todo para las autoridades a las que se les realiza), nos lo puede hacer pagar caro, por eso es mejor no decir nada, pero en algún momento, de esto se hablará, y será cuando todos los franchutes directa o indirectamente implicados en la connivencia de las autoridades francesas con la última dictadura argentina, hayan muerto; entonces habrá un “mea culpa” por parte del gobierno francho por todo esto y también, por haber formado a los militares argentinos en la sistematización de la violación de derechos humanos; se hará un acto en la embajada de Francia, adónde se invitará a militantes argentinos derechohumanistas (que espero, no acepten participar), y el embajador, muy “honestamente” emocionado, pedirá perdón.

Falsedad

   El respeto de los estados “occidentales” por los derechos humanos, es un total y absoluto CAMELO; cuando los mismos empiezan a tolerar a idearios, como aquellos que no muchas décadas atrás, combatieron impiadosamente, es porque en la actualidad, no constituyen amenazas para el sistema por ser sus adherentes, poco numerosos o poco comprometidos, y no lo son por casualidad, sino por las represiones masivas que los estados realizaron para diezmar la aceptación de los mismos por parte de las masas; cuando esto se revierta (lo cual, sin dudas ocurrirá, dado que todo va y viene), también se revertirá dicho “respeto” y se volverá a dar la represión estatal a gran escala que se dio en los años 1970, organizada, ejecutada y secundada, por los países que más se autoproclaman “democráticos” y “defensores de los derechos humanos”.
   El “NUNCA MÁS” es un lindo ideal, pero también un imposible mientras esté vigente el sistema actual.

Operativo: "Antiescuela francesa"

   Ese día de la primera quincena de junio, pasadas las cinco de la tarde, los milicos procedentes de Sudopia, llegaron en dos autos Ford Falcon en los que, además de sus conductores, había en los asientos delanteros de los acompañantes, un represor armado; a ellos se sumaba otro Falcon que daba vueltas por el área, en el cual, había dos represores.
   Los invitados a tomar el té, junto a dos de sus custodios, bajaron de los vehículos; un custodio golpeó a la puerta, que una empleada doméstica abrió, ingresaron a la casa y, tras saludar al militar argento y a uno de sus empleados que oficiaría de intérprete, tomaron té con masas finas, mientras hablaban muy alegremente sobre lo que las autoridades estaban haciendo en materia de “lucha antisubversiva”; mientras tanto, desde la casa situada a la vuelta, a través de un “walkie-talkie”, el combatiente Salazar, recibió el siguiente mensaje:
   -El enemigo ya ingresó a la vivienda. Cambio.
   A lo que el guerrillero dijo:
   -Entendido; en breve procederemos; cambio y fuera -y asintió con la cabeza mirando a sus dos compañeras que, junto a otros tres combatientes del ERP, que, disfrazados de pintores, habían llegado a la casa esa misma mañana, también asintieron en silencio, y procedieron a tomar armas cortas que pusieron en sus cinturas; también tenían varias armas largas que llevaba uno de los combatientes en un bolso.
   Seguidamente se dirigieron al patio y tras disponer una escalera contra una pared, subieron al techo y muy sigilosamente, cruzaron hacia la casa del milico; una vez frente a su patio, la misma escalera que habían usado para subir, fue por ellos usada para bajar, pero en cuanto uno de los combatientes intentó disponerla, un perro ovejero alemán, empezó a ladrar, entonces el guerrillero la volvió a subir y todos sus compañeros retrocedieron y se escondieron; el combatiente le dijo a sus compañeras:
   -¿Cómo no informaron que había un perro?
   María Clara dijo:
   -No sabíamos que hubiera un perro.
   Daniela dijo:
   -Yo también vine un par de veces por acá, y no vi a ningún perro.
   Otro combatiente, dijo:
   -Bueh… yo me encargo -y tras sacar un fusil de un bolso con claras intenciones de matarlo, María Clara se le interpuso y, en voz muy baja pero enérgica, tras hacerle bajar el arma, dijo:
   -¡Pará! ¿Cómo lo vas a matar al pobrecito?
   -¿Y qué querés que hagamos? Si queremos bajar, tenemos que…
    -¡Callate callate! -dijo la uruguaya Daniela, porque en ese momento se abrió la puerta de la casa del militar que daba al patio y, bastante enojada, la empleada doméstica, asumiendo que el perro estaba ladrándole a un gato, que habitualmente por los techos, transitaba, lo retó, diciéndole cosas de tipo:
   -¡Callate, que hay visitas! Si seguís ladrando, te encierro.
   Y como el perro no se callaba, procedió a encerrarlo en un galpón; al ver eso, uno de los guerrilleros volvió a poner la escalera y rápidamente, todos los partisanos procedieron a bajar; Daniela fue la primera en llegar abajo; tras haberlo hecho, se acercó a la empleada, que acababa de encerrar al perro y, revólver en mano, le dijo:
   -Con vos no es la cosa; quedate calladita y no te va a pasar nada -y al compañero que llevaba las armas largas en un bolso, en el cual, además había cuerdas y cinta adhesiva, le dijo: -Pasame cuerda y cinta.
   Su compañero, así lo hizo.
   Mientras tanto, María Clara le preguntó a la empleada:
   -¿Hay alguien más en la casa, aparte de los milicos?
   La empleada dijo:
   -Está su hijo en la pieza de arriba -y señaló una ventana -; después agregó: -No lo lastimen.
   Entonces dos combatientes dispusieron la escalera en el área en la que estaba la ventana de la pieza del adolescente mientras Daniela, al tiempo que le decía que al joven no lo lastimarían, le ponía cinta adhesiva a la empleada sobre los labios, para inmediatamente después, maniatarla.
   Dos combatientes ingresaron por la ventana al cuarto del hijo del militar, que, al verlos, empezó a gritar con todas sus fuerzas, sin embargo, los guerrilleros ningún problema tuvieron en maniatarlo y amordazarlo; al oír los gritos, el militar sacó armas largas que tenía guardadas en un mueble y se las dio a sus colegas franchutes y al intérprete; uno de los dos custodios de los milicos franchos que había ingresado a la casa, se dirigió a la parte superior mientras su compañero, así como también, el militar argentino, su intérprete y los franchos, se mantenía abajo mirando hacia la escalera, fue por eso que ninguno de ellos logró ver a tiempo a la puerta de la cocina, abrirse, e ingresar al “living” en el que estaban, a cuatro guerrilleros que, con armas largas, efectuaron disparos que hicieron caer al custodio que estaba abajo, herido de muerte; al ver la escena, el milico argentino efectuó infructuosamente varios disparos con su fusil, así como también lo hicieron, el intérprete y los milicos franchos, pero tanto por los disparos de María Clara, como por los de Daniela y los de Salazar, más los de los dos guerrilleros que salían de la pieza del hijo del milico dueño de la casa y que rápidamente mataron al represor que estaba en la escalera, cayeron fulminados bajo el fuego.
   Mientras tanto, en la cuadra de la casa, de los tres autos en que estaba el resto de la custodia, descendieron tres represores, que no eran los conductores; estos últimos permanecerían en los vehículos; rápidamente uno de ellos, llamado Aníbal Gordon, que era el jefe del centro clandestino de detención: “Automotores Orletti”, se ocultó tras un árbol y desde detrás del mismo, pudo claramente ver a uno de los autos ocupados por guerrilleros, que era un Rambler, llegar a gran velocidad, pasar por delante de los Falcon, y disparar contra sus ocupantes y contra sus colegas represores que habían bajado; estos últimos, que, armas en mano, se dirigían a la casa, fueron alcanzados por las balas y murieron de inmediato; los conductores de los autos, no fueron muertos, si bien uno de ellos resultó herido, pero no de gravedad, fue por eso que pudieron llegar a sacar sus armas y arrancar los vehículos, en un intento de perseguir al auto de los guerrilleros, pero antes de que los conductores llegaran a pisar el acelerador, en la dirección opuesta a la del primer auto, pasó el otro auto de los guerrilleros, que era un Chevrolet Chevy, desde el cual, se procedió también a ametrallarlos y además, a lanzar granadas hacia sus interiores; los explosivos, al estallar, lograron el efecto deseado y los represores de los tres vehículos, murieron de inmediato.  
   El operativo parecía haberse concretado perfectamente, fue por eso que, tras serles informado a través de un "walkie-talkie" que los custodios de la calle habían sido eliminados, cinco de los seis guerrilleros de la casa, procedieron a salir de la misma y a subirse a los vehículos de sus compañeros, pero faltaba María Clara, que por algún motivo, todavía no había salido; el motivo era que, contraviniendo al plan, había vuelto al patio de la casa para cortar las amarras de la empleada doméstica para que pudiera a su vez, liberar al hijo del militar; mientras tanto, Aníbal Gordon, a través de una casa contigua a la cual, sus habitantes lo habían dejado ingresar por reconocerlo como uno de los custodios de su vecino militar, ingresó a la vivienda de éste último, y tras constatar que en la planta baja de la casa, no había nadie, se dirigió al patio y vio a María Clara que intentaba con un cuchillo (que había tomado de la cocina), cortarle las amarras a la empleada; la apuntó con su revólver y a punto estuvo de dispararle, pero abandonó rápidamente la idea por saber que el disparo alertaría al resto de los guerrilleros y podrían así, volver a ingresar a la casa, fue por eso que bajó su arma y se acercó a la combatiente, que estaba de espaldas a él, con la intención de darle un golpe con la culata de su revólver; la cosa parecía fácil, a fin de cuentas, era una mujer que mal podría absorber el impacto (al menos, eso es lo que el viejo pensó), y podría darse el gusto de, una vez ella reducida, llevarla al centro clandestino de detención del cual, él era jefe.
   Una vez que María Clara hubo terminado de cortar las amarras que inmovilizaban a la empleada, en el vidrio de una ventana frente a ella, vio el reflejo del represor, por lo cual, se dio vuelta y casi por instinto, hizo un movimiento de esquivamiento que no fue suficiente para evitar el culatazo que Gordon le dirigió a la cabeza, pero sí le sirvió para que no la impactara de lleno; el golpe la hizo dar con una rodilla en el suelo, y si bien tras el mismo, soltó el cuchillo, inmediatamente lo volvió a agarrar y se lo clavó en el abdomen al represor; rápidamente lo sacó y se lo volvió a clavar en el mismo lugar; después lo volvió a sacar y, con movimientos descendentes, lo apuñaló tres veces en el costado derecho de su cuello; tras el último apuñalamiento, María Clara dejó el cuchillo clavado en el cuello del terrorista de estado, Aníbal Gordon, que, próximo a la muerte, cayó al piso.
   Ninguna huella digital de la combatiente quedaría en el cuchillo, por el pegamento que en la yema de sus dedos, había puesto.
   Tras este último hecho, María Clara salió rápidamente de la casa y se subió a uno de los autos de sus compañeros que, a toda velocidad, arrancó.



(1) Los hermanos Iaccarino eran grandes empresarios que tenían la particularidad de ser buenos con sus empleados; tal es así, que lejos de considerar válido el ajuste en el ámbito laboral, contrario a los derechos de los trabajadores, consideraban que los mismos debían ampliarse, así fue que, entre otras cosas, decidieron pagarle a sus trabajadores mucho más de lo que en otras empresas, por el mismo trabajo, se pagaba; esto no estaba en sintonía con lo pretendido por la dictadura militar, y fue por eso que fueron secuestrados, torturados y obligados a ceder todas sus propiedades.

(2) Partido Revolucionario de los Trabajadores.

(3) Ejército Revolucionario del Pueblo.

(4) Movimiento de Izquierda Revolucionaria.

(5) Organización Popular Revolucionaria 33 Orientales.

(6) Escuela de Mecánica de la Armada.

lunes, 8 de abril de 2024

Luz y Fuerza (cuento) - Martín Rabezzana

 -Palabras: 3.311-
1975.
   En un área rural tucumana, cinco soldados conscriptos fueron enviados a conseguir leña una tarde-noche de invierno a un área boscosa relativamente lejana de donde estaba su campamento militar móvil; tras un rato de hachar y haber juntado una buena cantidad de la misma, la llevaron hasta el campamento en varios viajes; tras uno de ellos, uno de los soldados, preguntó:
   -¿Queda más leña por traer?
   -Queda un poco más -le respondió un compañero.
   -Bueno, vamos a buscarla.
   -No hace falta que vaya más de uno; dejá que voy yo -dijo el conscripto Elías Forza.
   Y se fue solo hacia el bosque en busca de la leña; una vez en el mismo, empezó a levantarla y ponerla en un canasto; en eso escuchó un ruido que supuso producido por un animal, por lo cual, sacó el hacha que estaba en el canasto y con mucha aprensión, ya que pensó que podría tratarse de un puma en busca de comida, miró detrás de varios árboles y nada vio, entonces volvió hacia donde estaba la leña e inmediatamente volvió a escuchar ruidos que lo llevaron a volver a inspeccionar el área, dado que si bien tenía miedo de ser atacado por uno de esos grandes felinos, del ataque tener lugar, prefería que fuera de frente y no por la espalda, debido a que en este último caso, no tendría posibilidades de defenderse.
   El joven, hacha en mano (su fusil había quedado en el campamento), se acercó hasta cierto árbol desde cuya parte posterior, procedían los ruidos, y enorme fue su sorpresa cuando vio a una mujer vistiendo ropa militar, sentada contra el mismo; tenía una herida de bala en una pierna.
   Al ver al soldado, la mujer, resignadamente le dijo:
   -Matame.
   El joven, viendo a la combatiente en estado de indefensión, bajó su hacha y se quedó frente a ella en silencio unos segundos sin saber qué hacer ni qué decir; entonces, por saber que si sus compañeros la veían, deberían informárselo a su superior, y tras esto ocurrir, sería conducida a “La Escuelita”, en donde sería violada, torturada, asesinada y hecha desaparecer, le dijo que si se quedaba ahí, podría ser encontrada por sus compañeros que, de él tardar mucho, volverían al área para buscarlo y estaría perdida; por eso le propuso esconderse en otro lugar del bosque; ella estuvo de acuerdo y así fue que la ayudó a levantarse y fueron hacia otra parte; habiendo llegado a cierto lugar, el soldado ayudó a la mujer a sentarse contra otro árbol, se sacó la camisa, rompió un pedazo de la misma y realizó lo poco que podía hacer por ella, que fue apretar con la tela, su pierna que sangraba, en un intento de detener el sangramiento.
   El soldado la miró pensando lo obvio, que es que esa persona a la que estaba ayudando, era alguien que, en otro momento, no dudaría en abrir fuego en su contra, de ahí la duda sobre si estaba haciendo bien al ayudarla, pero también pensó que el bando al que él, por imposición legal, en ese momento pertenecía (el ejército), estaba liderado por asesinos impiadosos que trataban a los soldados como a esclavos que ningún respeto merecían y a quienes no dudaban en golpear, torturar o matar, por faltas menores o incluso, inexistentes, y supo entonces que ese bando que decían que era el suyo, no lo era en absoluto, de ahí que fuera tan ajeno al ejército oficial y a su causa, como al irregular del que la mujer, era parte.
   Tras mirar con pena la pierna herida de la joven, Elías le preguntó:
   -¿Cómo pasó?
   Ella respondió:
   -Hace unas horas, a unos kilómetros de acá, nos enfrentamos con milicos; tu ejército mató a casi todos mis compañeros; éramos nueve; tres de nosotros, tras habérsenos terminado la munición, nos rendimos; desde la distancia levantamos las manos y un capitán le ordenó a unos veinte conscriptos, dispararnos; ellos, primero se negaron, aduciendo que no podían hacerlo porque nos habíamos rendido, pero ante la insistencia agresiva de su superior, finalmente lo hicieron, y todos erraron;… el milico se dio cuenta de que habían errado a propósito, y se puso furioso; nosotros salimos corriendo pero el capitán le sacó el FAL (1) a un conscripto y disparó; dos de mis compañeros, cayeron… asumo que murieron, y a mí, me hirió en una pierna, pero en el momento no sentí la herida y pude seguir corriendo durante algunos minutos; me metí en el bosque y el milico me persiguió hasta ahí; en determinado momento no pude más, me tiré al piso y me quedé inmóvil; el capitán me buscó durante varios minutos; llegó a pasar cerca de donde yo estaba, pero no me vio y finalmente se fue, y yo, que ya empezaba a sentir el dolor en la pierna, empecé a caminar lo más rápido que pude; poco después tuve que bajar la velocidad y finalmente me arrastré hasta llegar hasta acá.
   El soldado le preguntó:
   -¿Y ahora?… ¿cómo va a seguir tu historia?
   -Ahora… sólo me queda esperar que otros de mis compañeros, pasen por acá… siempre nos estamos desplazando, así que, seguramente a la madrugada, a más tardar, van a pasar por esta área y me van a rescatar; los milicos no van a venir, porque prefieren esperar a que vayamos a la ciudad en busca de comida; ahí nos agarran casi siempre, pero ahora, ya casi que no me preocupo por mí, porque lo mío, es lo de menos; me preocupo por vos… ...Estás prestándole ayuda a una combatiente revolucionaria marxista;… vos sí que estás en problemas, pibe… te compadezco.
   Entonces el joven, con un dejo de enojo en la voz, rápidamente dijo:
   -¿Yo te preocupo? ¡Claro!... porque vos estás en una situación privilegiada, ¿o no?… ¡Estás tomando un Daiquiri sentada en una reposera en una playa del Caribe! ¡Y acá estoy yo para apantallarte!
   Un silencio de algunos segundos fue lo que siguió, después ella empezó a reírse y también él; fue entonces que las diferencias que desde la distancia, ambos creían entre ellos, inconciliables, se deshicieron por completo haciéndolos sentir que siempre habían sido ilusorias.
   Segundos después, la mujer, que era apenas unos años mayor que el soldado, le preguntó:
   -¿Cómo te llamás?
   -Elías. Elías Forza. ¿Y vos?
   -Luz -respondió, transgrediendo las normas de seguridad impuestas por su agrupación, que disponían que cada uno de sus miembros usara un alias, ya que el nombre con que se identificó, era el verdadero.
   Después, ella lo tomó de una mano y le dijo:
   -Acercate -Entonces el joven se sentó junto a ella y ella le dijo: -“Forza”, me dijiste que es tu apellido, ¿no?
   El soldado asintió con la cabeza.
   -Significa “fuerza”, en italiano, ¿no?
   -Sí.
   Y tras unos momentos, la joven dijo:
   -Luz y Fuerza.
   Segundos después, Luz apoyó su cabeza contra el hombro del conscripto y tras abrazarlo, le dijo:
   -Gracias Elías -sin intuir la conmoción total que en el joven, estaba provocando, que quedaría grabada a fuego en la memoria de su alma.


Contextualizaicón histórica


   El llamado: “Operativo Independencia”, ocurrido entre los años 1975 y 1976, tuvo origen en la intención del gobierno de María Estela Martínez de Perón, de erradicar al foco guerrillero del ERP (2), que se había adentrado en el monte tucumano con el objetivo de afianzarse mediante el apoyo de la población, fortalecerse y crear una zona reconocida internacionalmente como libre del estado argentino, y pudieran así sus integrantes, acceder al poder político; tal objetivo fue la excusa para que los guardianes del capital (Fuerzas Armadas y de “seguridad”), desplegaran acciones represivas violatorias de todo derecho humano, a gran escala, favorables al fortalecimiento del poder económico concentrado, que fue la antesala del terrorismo de estado desplegado en todo el país, a partir del golpe militar del año siguiente, cuyas víctimas, sólo fueron guerrilleras en una minoría de los casos; como prueba de esto, basta el ejemplo del centro clandestino de detención, denominado: “La escuelita de Famaillá”; en el mismo, fueron alojadas y golpeadas, torturadas, en muchos casos, violadas, en muchos casos asesinadas y en muchos casos, hechas desaparecer temporalmente, algunas, y permanentemente, otras, unas mil quinientas personas; los guerrilleros (si bien hay diferentes versiones respecto a su número), como mucho, eran unos 150, lo cual da cuenta de que, aun si todos los guerrilleros hubieran sido capturados por las autoridades y metidos en “La Escuelita” (y no fue así, ya que algunos lograron escapar y otros, fueron alojados en otros centros clandestinos de detención), como mucho, tan sólo el diez por ciento de los que pasaron por el mencionado centro clandestino, podría haber pertenecido a grupos guerrilleros; no obstante, los derechistas siguen sosteniendo que los militares argentinos libraron una “guerra” contra “terroristas subversivos”, cuando en realidad, si bien hubo enfrentamientos contra guerrilleros, lo que las Fuerzas Armadas y de “seguridad” se dedicaron mayormente a hacer, fue reprimir a la población con las excusas de que los guerrilleros se escondían en la misma y además, que quienes no eran guerrilleros, eran colaboradores de ellos; para que tal acusación validara para los milicos, el secuestro y la represión de personas, no hacía falta ninguna prueba; bastaba su propio criterio arbitrario.


   Según los militares, los guerrilleros mataban a gente totalmente inocente y constituía por eso, el foco guerrillero en el monte tucumano, una enorme amenaza para el pueblo, a su vez, se presentaban como los salvadores de la patria que llegaban para proteger a la población civil; la realidad es que, si bien los guerrilleros realizaron hechos violentos que en algunos casos, injustificadamente dañaron a la población civil, en el caso particular de Tucumán, lo que ocurrió fue que los partisanos (que mayoritariamente eran del ERP y de Montoneros, pero también había algunos uruguayos de Tupamaros, bolivianos del ELN (3) y chilenos del MIR) (4) se subieron al monte (lugar sin población humana) y crearon diversos campamentos que desplazaban regularmente, mientras esperaban que los militares los fueran a buscar para enfrentarse con ellos (lo cual, en más de un año, pocas veces pasó, ya que el grueso de los guerrilleros, fue capturado al bajar del monte en busca de alimentos, medicamentos y otras cosas); es decir, los guerrilleros casi no afectaron a la población civil, mientras que los milicos, sí la afectaron, ya que la militarización de Tucumán, derivó en que las personas fueran continuamente paradas por la calle, obligadas a dar explicaciones de todo lo que hacían y vigiladas día y noche; los alrededores de los centros clandestinos de detención, eran zonas en las que se prohibía transitar después de cierta hora, y quienes en los mismos, vivían, sufrían a diario todo tipo de requisas humillantes; cuando salían de sus hogares, debían decirle a los militares adónde irían, qué harían y a qué hora volverían; incluso eran los habitantes de dichos alrededores, mano de obra esclava de las autoridades del ejército, ya que se hacían servir por ellos, así es que los milicos ingresaban a las casas y ordenaban que se les hiciera de comer, se les diera de tomar y se les lavara la ropa; los comerciantes de las áreas en que había campamentos móviles del ejército argentino, se fundían, porque debían darle gratuitamente a los militares lo que ellos quisieran; a veces llegaban a ordenarle a vecinos que realizaran tareas de limpieza o de mantenimiento, en los centros clandestinos de detención, y terminaban así, siendo testigos de la crueldad más extrema, y por supuesto… quienes se negaban a hacer lo que se les ordenaba, la pasaban muuuuy mal.
   Los militares se sentían dueños de todo y evidenciaban un desprecio total por el “pueblo” al que decían defender; todo ciudadano era sospechado de ser “subversivo” y por eso, toda persona era potencial víctima de la represión estatal. Represión perpetrada en defensa de un sistema antiigualitario (el capitalista) que se basa en el desarrollo de unos, a costa de la explotación de otros; cuando empieza a haber en el sector explotado, una organización tendiente a cambiar este estado de cosas, el sistema se ve amenazado y para sobrevivir, reprime, y nunca reprime sólo a quienes intentan nivelar, sino también a personas al azar, ya que eso genera un terror general, que disminuye las posibilidades de que más gente se sume al intento de construcción de un sistema igualitario.
   Esto que ocurrió en Argentina en los años 1970, en diferentes medidas, tuvo lugar contemporáneamente en la mayor parte de América y también en gran parte del resto del mundo.


Más contextualización histórica


   El término “guerra” para definir al terrorismo de estado perpetrado por las autoridades, es fundamental para que sus perpetradores no se sientan cobardes, lo cual, deberían asumir, ser, de aceptar que no es de valientes, torturar ni matar, a guerrilleros por ellos, capturados, que, por su condición de tales, se encontraban en un estado de indefensión total; menos aún, es de valientes, el hacerle todo eso a quienes en primer lugar, eran ajenos a la lucha armada, y como ya expuse, ese fue el caso general que da cuenta de que la “guerra” en que las Fuerzas Armadas actuaron en Tucumán, durante el año ‘75, no fue tal; lo que su accionar constituyó, fue un despliegue de terrorismo de estado dirigido a la población civil general, pero sobretodo a quienes tuvieran participación en actividades políticas de izquierda, de ayuda social, sindicales, en centros de estudiantes, o simplemente expresaran desacuerdo con las autoridades; eso bastaba para que se les aplicara el estigma de “subversivas” y se validara que se las sometiera a lo peor; como ya expresé: muchas veces ni siquiera hacía falta que las personas tuvieran algo que ver con alguna de las cosas mencionadas para que fueran reprimidas; por ejemplo, si en el área en el que se situaba un campo de concentración, sus directivos veían pasar a mujeres que les atraían, al mismo las llevaban y… en fin; ese tipo de víctimas, totalmente ajenas a la cuestión guerrillera, centro-estudiantil, política, social y sindical, en la cabeza de los derechistas, aún hoy es insensata y falazmente llamada: “subversiva”, “terrorista” o “comunista”.
   El que el accionar militar fue sólo en parte contra los guerrilleros y mayormente, contra la población civil tucumana, queda claro en lo que el primer general del Operativo Independencia (Vilas), le manifestó a otro general que llegó para reemplazarlo a fines del ‘75 (Bussi): “¡General, usted casi que no me dejó nada por hacer!”; esto expone que la guerrilla en Tucumán, había sido prácticamente derrotada para ese entonces, no obstante lo cual, la represión extremadamente cruenta, continuó, ¿y hacia quién se dirigió? ¡si ya casi no quedaban guerrilleros!
   Todo lo expuesto, ocurrió durante ese periodo horroroso que fue el del ya mencionado gobierno de la CONCHUDA DE MIERDA, TERRORISTA DE ESTADO, de María Estela Martínez de Perón, injustamente impune debido a que las autoridades judiciales del país sudopa en el que se exilió, niega su extradición a este país AMERICANO, por considerar que los delitos que se le imputan, han prescrito, por más que no sea así de acuerdo a la legislación argentina actual, que los considera de lesa humanidad, y por lo tanto, imprescriptibles.


Continuidad de la historia


   Elías y Luz, hablaron durante un buen rato; él le contó que desde chico había aprendido a trabajar la madera, que había hecho algunos trabajos de carpintería, y que como había aprendido a tocar y construir algunos instrumentos, tenía el proyecto de trabajar como lutier; le dijo que las grandes marcas de instrumentos musicales, en pos de favorecer sus intereses, le pagan a las marcas chicas para que fabriquen a propósito productos de baja calidad; le dijo que cuando abriera su taller y esa oferta le llegara, no la aceptaría, y seguiría construyendo instrumentos de primera calidad, a precios accesibles y que además, reservaría una parte de su producción, para quienes no pudieran pagarla; ella felicitó al joven y lo alentó a concretar ese proyecto, que se estaba demorando por el servicio militar que por coerción estatal, estaba realizando; por su parte, Luz le contó que había tomado clases de actuación y que hasta había llegado a actuar en algunas obras de teatro; le dijo que le encantaría ser actriz profesional cuando todo lo que estaba viviendo, terminara, pero manifestó no estar segura de poder salir de la situación en la que estaba; él le dijo:
   -Es una herida menor la que tenés; cuando lleguen tus compañeros, te van a curar y todo esto va a quedar atrás -Y tras algunos segundos, le dijo -Acordate de invitarme a alguna función de una obra tuya cuando seas una estrella del teatro; ah, y también acordate de invitarme al estreno de tus películas.
   Ella se río y dijo:
   -¡Por supuesto que sí! No me voy a olvidar -y tras algunos segundos, le dijo: -Me parece que ya va siendo hora de que te vayas… si no, como vos dijiste: tus compañeros te van a venir a buscar y me van a encontrar.
   Entonces Elías dijo:
   -Sí… es verdad, pero vos no te podés quedar acá toda la noche, sin comida ni bebida;… cuando llegue al campamento, consigo algo de comida y agua, y en cuanto pueda, te las traigo, ¿sí?
   Ella le sonrió, asintió con la cabeza, y tras él levantarse, le dijo:
   -Hasta luego Elías.
   -Hasta luego, Luz -le fue respondido.
   El soldado volvió rápidamente hasta su campamento y justificó su tardanza ante un suboficial, diciendo que como se había hecho de noche, se había desorientado y que por eso había tardado tanto en encontrar el camino de vuelta; también mintió al decirle que la parte rota de su uniforme, se la había roto accidentalmente, al hachar árboles; su superior, como castigo, sabiendo que tenía conocimientos de mecánica, le ordenó trabajar durante la hora de la cena, y hasta dos horas después de la misma, en vehículos del ejército que tenían desperfectos; le dijo que cuando repartieran la comida, la pusiera en una mochila y con ella fuera hasta el lugar en que estaban estacionadas las camionetas y se pusiera a trabajar inmediatamente; así lo hizo, y ocurrió que, al rato de él llegar, apareció el suboficial y le ordenó al soldado que custodiaba esa área, que fuera a custodiar otra, ya que en ésa en que estaban, su compañero se quedaría un buen rato y la custodia de los vehículos, quedaría a cargo de él; cuando el suboficial y el soldado se hubieron ido, Elías se dirigió hacia el bosque llevando en su mochila, un vaso alto cerrado, con guiso de lentejas, pan, y una botella de agua mineral.
   Una vez en el bosque, a lo lejos vio a Luz, que permanecía en el mismo lugar en el que la había dejado unas horas atrás; muy contento, le dijo:
   -¡Te traje comida, Luz!
   Pero ella no se movió; al notarlo, Elías empezó a caminar con temor hacia ella; una vez frente a la chica, notó que sus ojos estaban abiertos pero no parpadeaba; entonces dejó caer su mochila y una vez frente a ella, se arrodilló, la tomó de una mano a la que sintió helada, y confirmó su sospecha.

   La herida de la joven se había infectado y le había causado la muerte.

   Frente a la combatiente, el soldado se mantuvo cerca de un minuto casi totalmente inmóvil con expresión apagada; finalmente brotaron lágrimas de sus ojos que cayeron sobre el rostro de Luz, a quien Elías besó en la mejilla, tras decirle:
   -Te quiero.
   Después, con una mano cerró los ojos de la mujer, se levantó y, totalmente conmovido, emprendió el regreso hacia su campamento.


   Elías estuvo con Luz, poco menos de una hora, pero por la intensidad del encuentro, sintió como si hubiera estado junto a ella, toda una vida.


(1) Fusil Automático Liviano.
(2) Ejército Revolucionario del Pueblo.
(3) Ejército de Liberación Nacional.    
(4) Movimiento de Izquierda Revolucionaria.

miércoles, 27 de marzo de 2024

El estado es SIEMPRE terrorista (cuento) - Martín Rabezzana

-Palabras: 2.719-

C
iudad de Córdoba. Año 1975.

   Rafael Cataldi había estado soñando más o menos lo mismo todas las noches durante tres semanas: se encontraba con una persona cuyo aspecto no lograba definir, ya que su forma se le aparecía difusa; ante ella, mucho miedo experimentaba y durante el encuentro, sentía algo que sólo podía definir como: muerte; en ese momento se despertaba.
   El sueño recurrente, que en un principio lo hizo despertarse aterrorizado y seguir estándolo durante la vigilia por considerarlo una posible premonición, fue reinterpretado por él, tras su psicóloga decirle que el mismo era ni más ni menos que una manifestación visual de un conflicto no resuelto de su pasado, olvidado y reprimido en su subconsciente; el mismo estaba emergiendo y era cuestión de esclarecer de qué conflicto se trataba, para que se resolviera, ya que al hacerlo consciente, el malestar desaparecería y con el mismo, el sueño recurrente; la psicóloga sugirió que la muerte en su sueño, podría no representar a la muerte literal, sino al miedo al cambio que se da en las diferentes etapas de la vida; el joven manifestó no tener ese miedo, pero ella insistió en que lo había tenido alguna vez en su pasado; él dijo que no era así, y ella insistió con que así era, y la prueba era ese sueño que recurrentemente tenía, y cuyas causas habían empezado a ser visibles y por consiguiente, tratables, con sesiones de psicoanálisis.
   Como ya expresé: el joven consideró válida a la (ridícula) teoría psicoanalítica expuesta por su psicóloga, y esto lo calmó sobremanera, al punto que si bien, siguió soñando lo mismo (contradiciendo esto al concepto según el cual, al hacer consciente a un conflicto inconsciente, el mismo se resuelve), el miedo había dejado de ser por él, sentido durante la vigilia (ya que durante el sueño, seguía sintiéndolo);... se lo manifestó a su psicóloga y ella, como buena partícipe necesaria de esos criminales autodenominados: “médicos psiquiatras”, que era (como lo son prácticamente todos los psicólogos), lo mandó a ver a uno de ellos; el joven dudó en si debía ir a la consulta del profesional de la antisalud que su psicóloga le recomendó y convertirse así, en un drogadicto con receta, o no; por el momento, decidió no hacerlo porque pensó que era cuestión de tiempo para que el sueño dejará de tener lugar; ¿cómo podría durar? ¡Si la causa ya había sido descubierta! Él no dudaba de que así fuera, ya que creía en la psicología firmemente, al punto que era justamente ésa la carrera que había empezado a cursar el año anterior en la facultad.

Sensatez no por todos, reconocida

   La creencia del joven en la validez de las ideas psicoanalíticas, lo llevó a considerar absurdos a los conceptos escuchados por él, en una plaza situada en las calles Boulevard de la Reforma y Haya de la Torre, frente a la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba, expuestos por un muchacho a cuyo alrededor, bastantes personas se congregaban para escucharlo cada vez que ahí se expresaba; dicho joven, en voz muy alta, lo siguiente dijo:
   -Las psicoterapias en general y el psicoanálisis en particular, son sistemas de pensamientos pertenecientes a la filosofía que, a diferencia de ésta última, que nos es presentada por sus representantes como especulativa, nos son vendidos por “científicos” y, por consiguiente, por “verdaderos”, y como la “verdad” es supuestamente lo bueno, malo es todo aquel que cuestione a aquello que tenga el título de “científico”, dado que con ese cuestionamiento se estará oponiendo al “bien”, y será por lo tanto, alguien a combatir, de ahí el autoritarismo que subyace en todo ideario que lejos de presentarse como especulativo, se presenta como “verdadero” o “científico”, y el mismo, cuando logra la aceptación de las masas, hace de sus representantes, personas poseedoras de facultades coercitivas de las cuales, la generalidad de los individuos, carece, es por eso que la fe ciega que las masas tienen en las llamadas “ciencias”, que les impide cuestionarlas, conlleva una entrega masiva de derechos a un grupo minoritario de seres llamados: “científicos”, bajo cuyo yugo (que hacen que este sistema distópico sea sensatamente denominable: “tecnocrático”), actualmente vivimos; para liberarse del mismo, hay que cuestionar permanentemente a las ciencias y hasta desacreditarlas en su totalidad, porque sin cuestionamientos ni descréditos a las mismas, el poder de los científicos seguirá aumentando y disminuirán en paralelo, los derechos y las libertades de todos los seres vivos, incluyendo a los de los humanos, y en esa pérdida de derechos y libertades de las personas, los psicólogos juegan un rol fundamental, ya que son ellos los principales entregadores de víctimas a la tortura psiquiátrica, dado que es la psicoterapia, una antesala de la psiquiatría cuyos profesionales están investidos de poder parajudicial, haciendo esto que sean a la vez, policías, fiscales, jueces y verdugos, que no detienen, acusan y castigan a las personas, por haber incurrido en actos fuera de la ley, sino por tener formas de ser, de pensar y de sentir, que ellos desaprueban; sus acusaciones son oficialmente llamadas: “diagnósticos”, sus torturas disciplinadoras, realizadas con picana farmacológica y hasta eléctrica: “tratamientos médicos”, y el cautiverio que imponen: “hospitalización”; por todo esto le pido a ustedes, estudiantes de psicología, que si honestamente pretenden servir a la humanidad, estudien otra cosa, porque tras convertirse en psicólogos, sólo contribuirán a su sometimiento.
   Tras un par de minutos de escuchar al joven que, de modo muy elocuente, se seguía expresando, Rafael, en voz muy baja, dijo:
   -¡Qué loco que está!
   Y siguió su camino rumbo a la facultad.

Dos en estado de vigilia y uno, en el de sueño

   Una vez en el recinto universitario, en un pasillo, con gran sigilo, dos de sus amigos (una chica y un varón), le contaron a Rafael que uno de sus compañeros estudiantes, que era un referente del PST (1) que había sido secuestrado por un grupo paramilitar cuyo nombre, entonces desconocían (ahora se sabe que se dio en llamar: Comando Libertadores de América), y que permaneció semanas en calidad de desaparecido, había aparecido en un manicomio; la chica, que se llamaba Lara, dijo:
   -Hay que ir a visitarlo e intentar sacarlo de ahí.
   Su compañero, cuyo nombre era Mateo, que al igual que Lara, militaba en el PST, partido al que habían invitado infructuosamente a Rafael a sumarse, dijo:
   -El problema es que… ingresar a un lugar de esos… es medio…
   -¿Peligroso? -preguntó Rafael.
   -Sí -respondió Mateo.
   Rafael dijo:
   -¿Peligroso por qué?… ¡No me vas a decir que creés en pavadas como las que dice el loquito de la plaza de enfrente!
   Tanto él como su compañera, guardaron silencio; Rafael preguntó:
   -¿Y por qué lo metieron al manicomio?… ¿Tan mal quedó después del secuestro?
   Lara dijo:
   -Y... muy bien no puede quedar nadie después de pasar por lo que él pasó, pero no fue por eso que lo metieron al manicomio; lo metieron ahí porque las autoridades, a los secuestrados que deciden no matar ni liberar, tras un tiempo, los “blanquean”, lo cual significa que los pasan al sistema legal de detención, pero ese lugar no es siempre una cárcel; a veces es un manicomio.
   Rafael miró a su compañera que, como él, se suponía que creía en la psicología y, por consiguiente, en la psiquiatría, que es el dispositivo disciplinario al que los psicólogos están para servir, y después miró también a su compañero; a ambos les dijo:
   -¡Pero ustedes no pueden creer esa ridiculez! -El silencio se prolongó durante unos segundos y Rafael dijo: -¿Me están diciendo que por motivos políticos, a los manicomios meten a personas sanas?… -y se río levemente; después agregó: -Eso pasará en la Unión Soviética o en China; acá no puede pasar.
   Tras algunos segundos, Mateo dijo:
   -En realidad, sí puede pasar y pasa, y no sólo ahora; es lo que ha pasado siempre, y no sólo por motivos políticos, sino también, por cualquier otro, al punto que ni hace falta un motivo, porque una vez que la maquinaria represiva se enciende, como si fuera un ser vivo, necesita ser alimentada permanentemente, y el alimento de la maquinaria represora psiquiátrica, es el sufrimiento humano.
   Ante lo cual, Rafael sonrió despectivamente y se alejó de sus dos compañeros que, a esa altura, ya eran cuestionadores camino a ser detractores, de la carrera que habían elegido estudiar, debido a que habían empezado a intuir que la psicología, al igual que la psiquiatría, es un biopoder cuyo objetivo es el de vigilar a las personas y eventualmente castigarlas, torturarlas, reprimirlas, anularlas, invalidarlas y hasta matarlas, y no ayudarlas de ninguna manera, y esto no solamente durante el periodo del llamado “terrorismo de estado” que se dio en los años 1970 en Argentina, sino en todo tiempo histórico y en todo país; la consideración de esto, da cuenta de que en realidad, el terrorismo de estado es una cosa permanente; lo que varía de un periodo a otro, es la intensidad con que se perpetra, ya que la alienación por parte del estado a las personas, de derechos humanos considerados por ellos mismos como “inalienables”, ocurre sin solución de continuidad.

Indolencia

   Pasaron algunos días y el supuesto “loquito” de la plaza, no apareció más; hubo liberados de cierto manicomio que manifestaban haberlo visto en calidad de “interno” en la institución de violación de derechos humanos en la que ellos habían estado, a la que falazmente se denomina: “hospital”; decían que lo habían visto bien cuando llegó, pero que poco después, pasó a estar más muerto que vivo (como todos los demás internos) por causa de la tortura llamada oficialmente: “tratamiento médico”, consistente en picaneamiento farmacológico, shocks insulínicos (que consistían en inducir a una persona al coma) y picaneamiento eléctrico; tras este trato brutal, NADIE puede estar bien; de hecho, tras ser sometida a una sola de las tres cosas mencionadas, el estado de una persona sólo puede ser malo, en el mejor de los casos, ya que en muchos otros, es lamentable, y tras ese daño terrible que el tratamiento psiquiátrico, genera, el diagnóstico inicial se ve confirmado, ya que los psiquiatras pueden argumentar que sus víctimas están mal, y que por eso necesitan un tratamiento, cuando ese malestar que sus sometidos, padecen, les ha sido generado por ellos mismos.
   Rafael escuchó a dichas personas manifestar que al joven de la plaza lo habían visto en un manicomio, pero no les creyó, porque con el estigma de “enfermos psiquiátricos” que les habían puesto, nada de lo que manifestaran, por cierto que fuera, tenía para la sociedad, credibilidad alguna, y él era parte de esa sociedad indolente, autoritaria y cruel.

Sueño que fue visión remota

   Pasaron algunos días más, y Mateo, en el mismo pasillo de facultad en el que junto a Lara había con él hablado la otra vez, en voz baja, le dijo a Rafael:
   -Lara desapareció.
   -¡¿Qué?! -dijo sorprendido su interlocutor.
   -Hablá más bajo -le pidió Mateo; después dijo: -Sí; la familia anda de acá para allá, preguntando en todas partes por ella; ya se organizaron para recorrer comisarías, cuarteles militares y neuropsiquiátricos.
   Entonces Rafael dijo:
   -Pero… el PST en el que ustedes militan, no tiene facción armada.
   -¿Vos también te comiste el verso de que tenés que ser guerrillero o terrorista, para ser reprimido por las autoridades?
   En ese momento, una bomba explotó en la planta alta en la cual, Rafael y Mateo, estaban.
   Tras muchos otros estudiantes, los dos jóvenes bajaron apuradamente las escaleras intentando ganar cuanto antes, la salida, pero ocurrió que cuando estaban por bajar los últimos escalones, vieron ingresar a un grupo de sicarios del Comando Libertadores de América, blandiendo armas de fuego, fue entonces que pegaron la vuelta y se escondieron en aulas de la planta alta; Rafael se escondió en uno de los primeros salones al costado del pasillo, Mateo, en otro de más adelante; casi todos los represores se quedaron en la planta baja desde donde capturaban a estudiantes que metían en autos Ford Falcon y Torinos, tanto en la parte de los asientos posteriores como en sus baúles, que, tras estar llenos de secuestrados, arrancaban; poco después, nuevos autos llegaban para cumplir la misma función; tan sólo uno de los integrantes del comando había advertido que dos estudiantes habían vuelto a la planta alta, por lo cual, a la misma subió, y empezó a abrir la puerta de varias aulas del sector derecho; abrió la de aquella en la que estaba Rafael, y tras mirar en diversas direcciones y no ver a nadie, ya que el joven estaba bien escondido, buscó en otra aula; en la misma tampoco encontró a nadie, entonces pasó a revisar otra aula, y en esta última sí encontró a alguien; ese alguien era Mateo, que se había refugiado bajo una mesa; tras verlo, el represor se le acercó y lo golpeó en la cabeza con la culata de su FAL (2), después, lo agarró de los pelos y mientras lo insultaba, lo arrastró hacia el pasillo; una vez en el mismo, Mateo pudo levantarse y salir corriendo, entonces el represor lo apuntó con su arma con el objetivo de dispararle por la espalda, pero Rafael, a través de la puerta entornada del aula en la que estaba, al ver la escena, gritó:
   -¡Nooooo!
   Y se fue encima del represor que llegó a efectuar un disparo que, por haberlo Rafael empujado, no dio en su objetivo; el empujón que se inició en el pasillo, fue continuado, de ahí que producto del mismo, ambos ingresaran a un salón ubicado en el sector izquierdo y desde ahí, traspusieran la puerta, que estaba abierta, conducente al balcón, y la secuencia terminara con el represor muerto en el piso de la avenida Haya de la Torre, tras haberse caído de cabeza por el empujón del joven.
   Inmediatamente después, Rafael corrió hacia fuera de la facultad por una puerta trasera, y exitosamente escapó.
   Esa noche, al joven estudiante de psicología, le costó conciliar el sueño, pero cuando lo logró, no soñó lo que desde hacía semanas, venía soñando; de hecho, nunca volvería a soñar algo parecido, y entonces entendió el por qué de su sueño recurrente.
   A diferencia de lo que la boluda de su psicóloga le había dicho, el sueño recurrente que lo llenaba de miedo, era una premonición, pero el miedo no era a cambiar ni tampoco, a morir, sino a matar; ese miedo, hay que tenerlo y hacer todo lo posible por preservarlo, si lo que se quiere, es ser una buena persona; como más o menos dijo Ricardo Iorio (3): “Miedo uno tiene que tener, al darse cuenta de que puede hacer el mal.” (4)

Víctima del “estado de derecho”

   El mismo día de la irrupción de los terroristas de estado en la facultad, Mateo escapó a otra provincia; Lara apareció semanas después, en un manicomio; Rafael no estaba en ninguna lista figurando como "subversivo", ni había sido visto matar al represor, por lo que pudo seguir con su vida sin necesidad de esconderse.
   Al ser visitada por Rafael en el manicomio, Lara, visiblemente demacrada, le contó que tras ser secuestrada de su casa, fue llevada a un lugar que no pudo identificar; en el mismo fue torturada y mantenida cautiva durante más de diez días, después fue “blanqueada”, pero a diferencia del blanqueo a otros detenidos, que implicó para ellos, ser llevados a una cárcel, a ella y a algunos otros, los llevaron al manicomio; en ese lugar, la tortura continúa por tiempo indeterminado (que puede ser el de toda una vida) con la enorme diferencia de que en el mismo, es oficialmente considerada: “tratamiento médico”, y es por creer en esa consideración, que (inentendiblemente) los defensores de derechos humanos, a la misma no se oponen.
   Sobre el final de la visita, Lara le dijo a Rafael:
   -Todo lo que dije es verdad… por más que no lo creas.
   Rafael, tras unos segundos de silencio, dijo:
   -Te creo.

   Rafael nunca más volvió a la facultad de psicología.




(1) Partido Socialista de los Trabajadores.
(2) Fusil automático liviano.
(3) Sí, era un forro, pero la frase está buena.
(4) Le hice una leve corrección gramatical a la frase original de Iorio, que acá dejo: “Miedo hay que tener cuando uno se da cuenta que puede hacer el mal.”

sábado, 16 de marzo de 2024

María Clara y compañía: nueva hora de matar (cuento) - Martín Rabezzana

 -Palabras: 1.989-

Represores y contrarrepresores


   Mendoza, ciudad y provincia, tienen la bien ganada fama de ser las más limpias del país, de ahí lo chocante cuando esto, allá por el año ‘74, empezó a cambiar; al año siguiente, al asumir Santuccione como jefe de policía, la cosa se agravó, ya que las calles mendocinas amanecían cada vez más frecuentemente cubiertas de polvo, escombros y no pocas veces, también manchadas de sangre y hasta cubiertas con cuerpos humanos (y pedazos de cuerpos); y es que el Comando Anticomunista Mendoza (CAM), había empezado a operar, y tristemente los mendocinos debieron aceptar como parte de su cotidianeidad, a la audición de explosiones provocadas por las bombas que esa organización de corte fascista, hacía detonar con el objetivo de aterrorizar a la población; los blancos principales de los represores, eran militantes políticos de izquierda, sindicalistas, estudiantes, personas que ejercían la prostitución, y muy de vez en cuando, podían llegar a atacar y matar, a algún guerrillero, dado que el grueso de sus acciones era contra personas a las que sabían totalmente ajenas a la lucha armada y, por consiguiente, totalmente incapaces de defenderse; fue por este motivo que los guerrilleros rosarinos, María Clara, Elena y Ulises, fueron enviados a Mendoza con la misión encomendada a sus personas, de sumarse a un operativo planeado por tres montoneros mendocinos, cuyo objetivo era el de matar a varios miembros de la ya mencionada, temible organización.
   Los montoneros locales, tras un trabajo de inteligencia de varias semanas, habían averiguado que un grupo de represores del CAM, se reunía en un bar de Ciudad de Mendoza situado en la calle Rivadavia al 180, todos los miércoles a eso de las nueve de la noche y sus aproximadamente seis integrantes, llegaban en dos autos; uno era un Valiant y el otro, un Fiat 1500, y los estacionaban frente al bar; una vez en el negocio, tomaban bastante alcohol, ingerían alimentos insalubres y un rato después, cobardemente salían a cazar gente.
   Los montoneros mendocinos, al encontrarse con sus compañeros rosarinos, les hablaron de un proyecto armado bastante tradicional, que consistía básicamente en emboscar a los terroristas de estado y balearlos, pero María Clara, dijo:
   -Me parece que no va a hacer falta gastar balas… tengo una idea, pero no sé si les va a gustar.
   -¡Contá contá! -dijo uno de los montoneros.
   -Pensé lo siguiente: Elena, uno de ustedes y yo, entramos al bar una hora antes de que lleguen los del CAM, reducimos al personal, le sacamos la ropa de trabajo, nos la ponemos y esperamos a que lleguen los sicarios; cuando lleguen, yo les tomo el pedido y antes de llevarlo, pongo cianuro líquido en la bebida; mientras tanto, Elena puede atender las otras mesas, y alguno de ustedes -dijo señalando a los cuatro varones presentes -se quedará en la caja mientras otro estará fuera haciendo de “campana”; otros dos, esperarán en dos autos estacionados en los alrededores; una vez concluido el ajusticiamiento, salimos y le tiramos una granada a uno de los autos de los sicarios; la explosión será la señal para que los conductores de los autos que nos estarán esperando, sepan que deben pasarnos a buscar; los autos deberán llegar por las calles entre las que está el bar, es decir, por la avenida 9 de Julio, uno, y por España, otro;… Elena y yo, iríamos hacia la 9 de Julio y el compañero que vaya al bar con nosotras, junto al combatiente que estará haciendo de “campana”, irán en la dirección contraria y subirán al auto que pasará por la avenida España… ¿qué les parece el plan?
   Tras sonreír en silencio varios segundos, todos los montoneros aprobaron el plan y felicitaron a María Clara por tan gran idea.


Primera parte del "Operativo antiCAM"


   El siguiente miércoles, los montoneros María Clara, Elena y un mendocino apodado “Ernesto”, ingresaron a las ocho de la noche al bar en el que se realizaría el "Operativo antiCAM"; se sentaron a una mesa y pidieron café; antes de que el mismo les fuera llevado, al advertir que el único cliente que entonces había, se levantaba para retirarse, los combatientes se miraron y María Clara, dijo:
   -Ahora.
   Tras el cliente irse, los tres jóvenes sacaron armas cortas y, sin apuntar a las dos meseras ni al encargado, que detrás de la caja, estaba, Ernesto, tranquila pero firmemente, dijo:
   -Pongan las manos sobre el mostrador.
   Los tres lo hicieron, entonces el joven procedió a maniatar al encargado y a ponerle una cinta adhesiva sobre los labios; el material para esa tarea, lo llevaba en una bolsa en la que había artículos de librería; después, lo mismo hizo con las meseras, pero no sin que antes, María Clara y Elena, les sacaran los delantales que las identificaban como empleadas del lugar; después llevaron a los tres a un baño que estaba destinado a ser usado por el personal, ubicado detrás de la barra, mientras les pedían repetidamente perdón y les decían que el hecho concluiría pronto y que estaría todo bien.
   Ernesto se acomodó detrás de la barra; mientras tanto Elena se acercó para atender a dos clientes que pidieron cervezas y algo salado, tipo: palitos, maní, o papas fritas (que ahora, en pos de provocarte sed y que tomes más, te lo encajan sin necesidad de que lo pidas, pero en aquellos años ‘70, no era así, por eso, a dichas cosas, de uno quererlas, tenía que pedirlas); después ingresaron dos clientes más, que sólo pidieron cafés que casi no llegan a la mesa, porque por inexperiencia, ninguno de los combatientes sabía bien cómo hacer funcionar a la cafetera, lo cual llevó a Elena a dirigirse al baño en el que estaban los tres empleados maniatados y, tras sacarle la cinta adhesiva al varón, con las manos unidas en señal de pedido de perdón, con un tono de culpa y de extrema cordialidad, le dijo:
   -Disculpame que te moleste, pero necesitaría que me explicaras cómo se usa la cafetera.
   El encargado se lo explicó, y Elena le dijo:
   -¡Muchas gracias! -y lo besó en una mejilla y le acarició el rostro; después, dirigiéndose a los tres, dijo: -Y disculpen de nuevo por todo esto -mientras el hombre era mirado mal por las dos meseras por éste evidenciar en su expresión, gran atracción por la combatiente.
   Elena le volvió a poner al encargado la cinta adhesiva sobre los labios, y se fue a preparar el café que, al estar listo, llevó a la mesa de los clientes.


Segunda y última parte del "Operativo antiCAM"


   Al acercarse las nueve de la noche, siete represores del Comando Anticomunista Mendoza (dos de ellos también integraban el Comando Moralizador Pío 12), ingresaron al bar; se sentaron a las mesas más alejadas de la entrada y María Clara, vistiendo un delantal de mesera, tras acercárseles, mientras dulcemente les sonreía, les dijo:
   -Muy buenas noches. ¿Qué se van a servir?
   -Cerveza en chopp para todos, y una picadita -dijo uno de ellos.
   María Clara dijo:
   -Muy bien. Enseguida -y se retiró hacia el mostrador.
   Mientras tanto, uno de los represores dijo:
   -Está buena la piba, ¿no?
   -Sí -convino el que había hecho el pedido; después agregó: -Debe ser nueva; nunca la había visto.
   Otro dijo:
   -La otra también me parece que es nueva; también es linda la pendeja.
   Mientras tanto, Elena preparaba la picada, que dispuso en una bandeja, mientras en otra, desde detrás de la barra, fuera de la vista de los represores que a ambas mujeres, miraban libidinosamente, María Clara vaciaba varios frasquitos de cianuro dentro de los chopps para después, acercarse al barril de cerveza, y llenarlos; una vez todos los chopps, llenos, María Clara llevó la bandeja con las cervezas hacia una de las mesas de los sicarios, y mientras frente a cada uno de ellos, dejaba las bebidas, por lo bajo oía las cosas inapropiadas que sobre ella, decían, pero mantuvo su sonrisa como si nada hubieran dicho; después volvió a la barra para retirar la bandeja con los platitos con picada, y una vez frente a las mesas de los represores, sobre las mismas los depositó; cuando se dispuso a irse, el que había hecho los pedidos, la agarró de una mano y le dijo:
   -Pará pará… no te vayas todavía;… decime: ¿cómo te llamás?
   -María Clara -respondió; y demostrando tener cero temor a que supieran su verdadero nombre (total, a estos tipos, poco les quedaba), agregó: -María Clara Tauber.
   Y tras algunos segundos, el represor dijo:
   -María Clara: ¿qué te parece si un día de estos, salimos a alguna parte?
   -Señor… ahora estoy trabajando. No puedo hablar de estas cosas en este momento.
   Y sin disminuir su sonrisa, de un tirón liberó su mano del agarre del tipo, dio media vuelta y se fue, mientras entre dientes, con voz inaudible, decía:

   -¡Manga de hijos de puta!
   Entonces sus compañeros se rieron.
   El represor que había sido desairado, dijo:
   -¡Es brava la putita! Pero está bien; me gusta eso.
   Seguidamente tomaron la cerveza mezclada con cianuro que, en cuestión de apenas un par de minutos, hizo efecto, de ahí que los represores se empezaran a sentir mareados y arrastraran sus palabras; uno de ellos, que todavía no había tocado su chopp, empezó a sospechar que algo tóxico había en la bebida además de alcohol, y dijo:
   -Muchachos… ¿qué pasa?
   Entonces uno de los terroristas de estado se levantó de su silla e inmediatamente cayó al piso agonizante; otro también se levantó y también cayó; los otros cuatro cayeron al piso sin siquiera haber intentado levantarse, y el que nada había tomado, visiblemente asustado, se levantó de su asiento, intentó sacar su arma, pero para ese momento, María Clara, con arma en mano bajo su delantal, se le iba acercando ominosamente; cuando estuvo a menos de 5 metros de él, lo apuntó con su revólver y le dio tres tiros en el pecho.
   A todo esto, los cuatro clientes restantes que había en el bar, salieron corriendo.
   Inmediatamente después, Elena tiró los chopps al suelo, para que nadie más tomara de ellos, dejó sobre el muerto por herida de bala, un papel con un breve texto escrito a máquina y tanto ella como Ernesto y María Clara, salieron rápidamente del bar; una vez fuera del mismo, se encontraron con el montonero que hacía de “campana”; éste, tras señalar un auto, miró a Ernesto y ambos asintieron con la cabeza, entonces el primero sacó una maza que tenía agarrada a su cintura y se la dio a Ernesto; éste último rompió la ventanilla de uno de los autos de los represores del CAM, que era un Valiant; su compañero sacó una granada, le retiró el seguro y la arrojó dentro del vehículo; seguidamente se fueron en dirección a la avenida España; mientras tanto, Elena y María Clara, iban en dirección a la avenida 9 de Julio; tras quince segundos, la granada explotó y ésa fue la señal convenida que le hizo saber a los montoneros que en los alrededores, en dos autos, esperaban, que debían pasar a buscar a sus compañeros.
   María Clara y Elena, subieron al Peugeot 504 que manejaba Ulises, y Ernesto, junto al montonero que había hecho de "campana", subieron al Fiat 1600 que otro compañero combatiente, manejaba.
   La detonación de la granada era imprescindible, porque con la misma, además de hacerle saber a sus compañeros que era momento de pasarlos a buscar, se haría presente rápidamente la policía y podrían así, ser también rápidamente liberados, los empleados del bar, y así ocurrió.


   La hoja escrita a máquina y manchada de sangre, que tras llegar a la escena, un policía levantó del represor muerto a balazos y que de inmediato entregó a su superior, decía: “Que tengan ustedes muy buenas noches, les desea: Montoneros.”


  María Clara se equivocó al creer que en el operativo no haría falta gastar balas; al final, se gastaron (pero poquitas).