sábado, 16 de marzo de 2024

María Clara y compañía: nueva hora de matar (cuento) - Martín Rabezzana

 -Palabras: 1.989-

Represores y contrarrepresores


   Mendoza, ciudad y provincia, tienen la bien ganada fama de ser las más limpias del país, de ahí lo chocante cuando esto, allá por el año ‘74, empezó a cambiar; al año siguiente, al asumir Santuccione como jefe de policía, la cosa se agravó, ya que las calles mendocinas amanecían cada vez más frecuentemente cubiertas de polvo, escombros y no pocas veces, también manchadas de sangre y hasta cubiertas con cuerpos humanos (y pedazos de cuerpos); y es que el Comando Anticomunista Mendoza (CAM), había empezado a operar, y tristemente los mendocinos debieron aceptar como parte de su cotidianeidad, a la audición de explosiones provocadas por las bombas que esa organización de corte fascista, hacía detonar con el objetivo de aterrorizar a la población; los blancos principales de los represores, eran militantes políticos de izquierda, sindicalistas, estudiantes, personas que ejercían la prostitución, y muy de vez en cuando, podían llegar a atacar y matar, a algún guerrillero, dado que el grueso de sus acciones era contra personas a las que sabían totalmente ajenas a la lucha armada y, por consiguiente, totalmente incapaces de defenderse; fue por este motivo que los guerrilleros rosarinos, María Clara, Elena y Ulises, fueron enviados a Mendoza con la misión encomendada a sus personas, de sumarse a un operativo planeado por tres montoneros mendocinos, cuyo objetivo era el de matar a varios miembros de la ya mencionada, temible organización.
   Los montoneros locales, tras un trabajo de inteligencia de varias semanas, habían averiguado que un grupo de represores del CAM, se reunía en un bar de Ciudad de Mendoza situado en la calle Rivadavia al 180, todos los miércoles a eso de las nueve de la noche y sus aproximadamente seis integrantes, llegaban en dos autos; uno era un Valiant y el otro, un Fiat 1500, y los estacionaban frente al bar; una vez en el negocio, tomaban bastante alcohol, ingerían alimentos insalubres y un rato después, cobardemente salían a cazar gente.
   Los montoneros mendocinos, al encontrarse con sus compañeros rosarinos, les hablaron de un proyecto armado bastante tradicional, que consistía básicamente en emboscar a los terroristas de estado y balearlos, pero María Clara, dijo:
   -Me parece que no va a hacer falta gastar balas… tengo una idea, pero no sé si les va a gustar.
   -¡Contá contá! -dijo uno de los montoneros.
   -Pensé lo siguiente: Elena, uno de ustedes y yo, entramos al bar una hora antes de que lleguen los del CAM, reducimos al personal, le sacamos la ropa de trabajo, nos la ponemos y esperamos a que lleguen los sicarios; cuando lleguen, yo les tomo el pedido y antes de llevarlo, pongo cianuro líquido en la bebida; mientras tanto, Elena puede atender las otras mesas, y alguno de ustedes -dijo señalando a los cuatro varones presentes -se quedará en la caja mientras otro estará fuera haciendo de “campana”; otros dos, esperarán en dos autos estacionados en los alrededores; una vez concluido el ajusticiamiento, salimos y le tiramos una granada a uno de los autos de los sicarios; la explosión será la señal para que los conductores de los autos que nos estarán esperando, sepan que deben pasarnos a buscar; los autos deberán llegar por las calles entre las que está el bar, es decir, por la avenida 9 de Julio, uno, y por España, otro;… Elena y yo, iríamos hacia la 9 de Julio y el compañero que vaya al bar con nosotras, junto al combatiente que estará haciendo de “campana”, irán en la dirección contraria y subirán al auto que pasará por la avenida España… ¿qué les parece el plan?
   Tras sonreír en silencio varios segundos, todos los montoneros aprobaron el plan y felicitaron a María Clara por tan gran idea.


Primera parte del "Operativo antiCAM"


   El siguiente miércoles, los montoneros María Clara, Elena y un mendocino apodado “Ernesto”, ingresaron a las ocho de la noche al bar en el que se realizaría el "Operativo antiCAM"; se sentaron a una mesa y pidieron café; antes de que el mismo les fuera llevado, al advertir que el único cliente que entonces había, se levantaba para retirarse, los combatientes se miraron y María Clara, dijo:
   -Ahora.
   Tras el cliente irse, los tres jóvenes sacaron armas cortas y, sin apuntar a las dos meseras ni al encargado, que detrás de la caja, estaba, Ernesto, tranquila pero firmemente, dijo:
   -Pongan las manos sobre el mostrador.
   Los tres lo hicieron, entonces el joven procedió a maniatar al encargado y a ponerle una cinta adhesiva sobre los labios; el material para esa tarea, lo llevaba en una bolsa en la que había artículos de librería; después, lo mismo hizo con las meseras, pero no sin que antes, María Clara y Elena, les sacaran los delantales que las identificaban como empleadas del lugar; después llevaron a los tres a un baño que estaba destinado a ser usado por el personal, ubicado detrás de la barra, mientras les pedían repetidamente perdón y les decían que el hecho concluiría pronto y que estaría todo bien.
   Ernesto se acomodó detrás de la barra; mientras tanto Elena se acercó para atender a dos clientes que pidieron cervezas y algo salado, tipo: palitos, maní, o papas fritas (que ahora, en pos de provocarte sed y que tomes más, te lo encajan sin necesidad de que lo pidas, pero en aquellos años ‘70, no era así, por eso, a dichas cosas, de uno quererlas, tenía que pedirlas); después ingresaron dos clientes más, que sólo pidieron cafés que casi no llegan a la mesa, porque por inexperiencia, ninguno de los combatientes sabía bien cómo hacer funcionar a la cafetera, lo cual llevó a Elena a dirigirse al baño en el que estaban los tres empleados maniatados y, tras sacarle la cinta adhesiva al varón, con las manos unidas en señal de pedido de perdón, con un tono de culpa y de extrema cordialidad, le dijo:
   -Disculpame que te moleste, pero necesitaría que me explicaras cómo se usa la cafetera.
   El encargado se lo explicó, y Elena le dijo:
   -¡Muchas gracias! -y lo besó en una mejilla y le acarició el rostro; después, dirigiéndose a los tres, dijo: -Y disculpen de nuevo por todo esto -mientras el hombre era mirado mal por las dos meseras por éste evidenciar en su expresión, gran atracción por la combatiente.
   Elena le volvió a poner al encargado la cinta adhesiva sobre los labios, y se fue a preparar el café que, al estar listo, llevó a la mesa de los clientes.


Segunda y última parte del "Operativo antiCAM"


   Al acercarse las nueve de la noche, siete represores del Comando Anticomunista Mendoza (dos de ellos también integraban el Comando Moralizador Pío 12), ingresaron al bar; se sentaron a las mesas más alejadas de la entrada y María Clara, vistiendo un delantal de mesera, tras acercárseles, mientras dulcemente les sonreía, les dijo:
   -Muy buenas noches. ¿Qué se van a servir?
   -Cerveza en chopp para todos, y una picadita -dijo uno de ellos.
   María Clara dijo:
   -Muy bien. Enseguida -y se retiró hacia el mostrador.
   Mientras tanto, uno de los represores dijo:
   -Está buena la piba, ¿no?
   -Sí -convino el que había hecho el pedido; después agregó: -Debe ser nueva; nunca la había visto.
   Otro dijo:
   -La otra también me parece que es nueva; también es linda la pendeja.
   Mientras tanto, Elena preparaba la picada, que dispuso en una bandeja, mientras en otra, desde detrás de la barra, fuera de la vista de los represores que a ambas mujeres, miraban libidinosamente, María Clara vaciaba varios frasquitos de cianuro dentro de los chopps para después, acercarse al barril de cerveza, y llenarlos; una vez todos los chopps, llenos, María Clara llevó la bandeja con las cervezas hacia una de las mesas de los sicarios, y mientras frente a cada uno de ellos, dejaba las bebidas, por lo bajo oía las cosas inapropiadas que sobre ella, decían, pero mantuvo su sonrisa como si nada hubieran dicho; después volvió a la barra para retirar la bandeja con los platitos con picada, y una vez frente a las mesas de los represores, sobre las mismas los depositó; cuando se dispuso a irse, el que había hecho los pedidos, la agarró de una mano y le dijo:
   -Pará pará… no te vayas todavía;… decime: ¿cómo te llamás?
   -María Clara -respondió; y demostrando tener cero temor a que supieran su verdadero nombre (total, a estos tipos, poco les quedaba), agregó: -María Clara Tauber.
   Y tras algunos segundos, el represor dijo:
   -María Clara: ¿qué te parece si un día de estos, salimos a alguna parte?
   -Señor… ahora estoy trabajando. No puedo hablar de estas cosas en este momento.
   Y sin disminuir su sonrisa, de un tirón liberó su mano del agarre del tipo, dio media vuelta y se fue, mientras entre dientes, con voz inaudible, decía:

   -¡Manga de hijos de puta!
   Entonces sus compañeros se rieron.
   El represor que había sido desairado, dijo:
   -¡Es brava la putita! Pero está bien; me gusta eso.
   Seguidamente tomaron la cerveza mezclada con cianuro que, en cuestión de apenas un par de minutos, hizo efecto, de ahí que los represores se empezaran a sentir mareados y arrastraran sus palabras; uno de ellos, que todavía no había tocado su chopp, empezó a sospechar que algo tóxico había en la bebida además de alcohol, y dijo:
   -Muchachos… ¿qué pasa?
   Entonces uno de los terroristas de estado se levantó de su silla e inmediatamente cayó al piso agonizante; otro también se levantó y también cayó; los otros cuatro cayeron al piso sin siquiera haber intentado levantarse, y el que nada había tomado, visiblemente asustado, se levantó de su asiento, intentó sacar su arma, pero para ese momento, María Clara, con arma en mano bajo su delantal, se le iba acercando ominosamente; cuando estuvo a menos de 5 metros de él, lo apuntó con su revólver y le dio tres tiros en el pecho.
   A todo esto, los cuatro clientes restantes que había en el bar, salieron corriendo.
   Inmediatamente después, Elena tiró los chopps al suelo, para que nadie más tomara de ellos, dejó sobre el muerto por herida de bala, un papel con un breve texto escrito a máquina y tanto ella como Ernesto y María Clara, salieron rápidamente del bar; una vez fuera del mismo, se encontraron con el montonero que hacía de “campana”; éste, tras señalar un auto, miró a Ernesto y ambos asintieron con la cabeza, entonces el primero sacó una maza que tenía agarrada a su cintura y se la dio a Ernesto; éste último rompió la ventanilla de uno de los autos de los represores del CAM, que era un Valiant; su compañero sacó una granada, le retiró el seguro y la arrojó dentro del vehículo; seguidamente se fueron en dirección a la avenida España; mientras tanto, Elena y María Clara, iban en dirección a la avenida 9 de Julio; tras quince segundos, la granada explotó y ésa fue la señal convenida que le hizo saber a los montoneros que en los alrededores, en dos autos, esperaban, que debían pasar a buscar a sus compañeros.
   María Clara y Elena, subieron al Peugeot 504 que manejaba Ulises, y Ernesto, junto al montonero que había hecho de "campana", subieron al Fiat 1600 que otro compañero combatiente, manejaba.
   La detonación de la granada era imprescindible, porque con la misma, además de hacerle saber a sus compañeros que era momento de pasarlos a buscar, se haría presente rápidamente la policía y podrían así, ser también rápidamente liberados, los empleados del bar, y así ocurrió.


   La hoja escrita a máquina y manchada de sangre, que tras llegar a la escena, un policía levantó del represor muerto a balazos y que de inmediato entregó a su superior, decía: “Que tengan ustedes muy buenas noches, les desea: Montoneros.”


 María Clara se equivocó al creer que en el operativo no haría falta gastar balas; al final, se gastaron (pero poquitas).

domingo, 10 de marzo de 2024

Belén Cardinale: estudiante subversiva (cuento) - Martín Rabezzana

-Palabras: 3.857-

Bahía Blanca

   Año 1975.  Cuarto de residencia universitaria. 
   Lautaro Arias se despierta una tarde de una siesta tras haber estudiado durante horas; mira el reloj que en su muñeca lleva, y mentalmente dice: “Cinco y veinte”; sus compañeros no están; le dejaron una nota que dice que fueron a diversos lugares y que para la hora de la cena, volverán.
   El joven se levanta de la cama; toma algo de agua, después, tranquilamente come una manzana y decide salir a dar una vuelta.
   Tras un buen rato de caminata, Lautaro mira de nuevo su reloj; son casi las seis de la tarde; considera que ya va siendo hora de volver, por lo que mientras transita por la altura 150 de la calle Alsina, decide caminar hasta la esquina San Martín, para una vez ahí, pegar la vuelta, pero a los pocos metros, pasa por el frente de una panadería y ve a una chica de 17 años, cuya ropa no se corresponde con la súplica de comida, que a los empleados de la misma, les realiza, entonces, por curiosidad se detiene y desde la distancia, la contempla, la escucha, y después la ve pasar a su lado mientras sale del negocio con semblante desolado, ya que su pedido no fue satisfecho a pesar de sus promesas de volver al negocio para pagar el pan, las facturas, o lo que fuera que le pudieran dar, en cuanto tuviera plata; entonces el joven se le acerca y le dice:
   -Hola.
   -Hola -le es respondido.
   -Justo ahora iba a comer algo; ¿querés acompañarme?
   Entonces la chica detiene su marcha y con la cabeza, asiente.
   -¿Vamos a un bar que está acá cerca?
   Ella dice que no, que mejor compre algo en un kiosco.
   Al llegar a la esquina de Alsina y San Martín, Lautaro compra en un kiosco dos sánguches y dos gaseosas y le dice a la chica de ir a sentarse a un banco de la plaza Rivadavia, que se encuentra en la vereda de enfrente; ella acepta y en un banco de la plaza, se sientan.
   Él deja las botellas de gaseosa que la kiosquera, por pedido del joven, abrió, ya que en ese entonces las botellas no eran de plástico, sino de vidrio y las tapas eran unas chapitas no retirables con facilidad sin un elemento apropiado, saca los sánguches de la bolsa plástica en la que están, y le extiende a la chica uno de ellos; ella dice:
   -Gracias -de inmediato le retira el envoltorio y come a gran velocidad, evidenciando así, la falta de alimento que desde hacía días ya, la venía apremiando.
   -Me llamo Lautaro -le dice; después le pregunta: -¿Vos cómo te llamás?
   -"Carolina” -responde ella, faltando a la verdad, ya que su nombre verdadero era Belén; Belén Cardinale.
   Había en la chica una aprensión permanente que, no obstante, tras haber comido la mayor parte del sánguche y haber tomado la mitad de la botella de bebida, rápidamente mutó hacia una distensión relativa que le permitió al joven entablar una conversación fluida con ella que, no por haber sido superficial, hacía de la chica una persona sin interés para el joven, ya que el atractivo que en ella encontraba, aumentaba cada vez que la miraba y con cada palabra que ella le dirigía.
   Tras terminar de comer, ya menos intranquila, Belén le preguntó:
   -¿En dónde vivís?
   -En una residencia universitaria; queda a unas cuadras de acá.
   -Entonces no sos de acá… ¿de dónde sos?
   -De San Martín de los Andes, provincia de Neuquén.
   -Debe estar bueno ese lugar.
   -Sí; es hermoso; ¿y vos, de dónde sos?
   -¿Yo?… de por acá -dijo Belén, faltando a la verdad nuevamente, ya que no era de por ahí, es decir, de Bahía Blanca, sino de La Plata y había llegado a Bahía, recientemente.
  En ese momento, desde la distancia vieron a dos autos Ford Falcon verdes, dos Torinos y patrulleros, pasar a gran velocidad; entonces Belén se puso muy nerviosa y le preguntó al joven:
   -¿Dónde queda tu residencia universitaria?
   -Por allá -dijo, señalando en determinada dirección; después agregó: -A unas diez cuadras de acá.
   Belén le dijo:
   -¿Puedo quedarme esta noche con vos?
   Lo que la chica le pedía, era profundamente deseado por el joven, dado que, ya fuera que el hecho de quedarse durante la noche en su departamento implicara relacionarse sexualmente con ella o no, el tenerla en su cuarto constituiría para él, un sueño hecho realidad, por eso, con tristeza por saber que lo que le pedía, no podía concedérselo, le dijo:
   -No;… perdoname… es que… no vivo solo; vivo con tres compañeros.
   Ella dijo:
   -Lo que pasa es que... me escapé de mi casa… estuve viviendo en una pensión, pero se me acabó la plata; hoy me echaron; no tengo dónde quedarme.
   Entonces Lautaro, tras pensarlo unos segundos, dijo:
   -Yo te daría plata pero la que tengo no te va a alcanzar;… en la residencia no pagamos alquiler, porque corre por cuenta del estado, pero los servicios y la comida, sí tenemos que pagarlos; yo llegué esta semana y tengo la plata justa para pagar mi parte este mes, por eso, cuanto antes tengo que encontrar un trabajo, y justamente voy a empezar a buscarlo la semana que viene, porque si no llego con el pago, yo también me quedo sin vivienda.
   Belén lo miró con tristeza y dulzura, entendiendo el pedido de perdón que impregnaba cada palabra de la explicación que le había sido dada; pedido de perdón totalmente innecesario, ya que él, nada a ella le debía.
   Tras algunos segundos de silencio, Lautaro dijo:
   -Podemos ir hasta la residencia y ver si mis compañeros tienen plata como para que puedas pagar un cuarto de pensión durante unos días; entre todos, seguramente juntamos lo suficiente como para que no tengas que dormir en la calle.
   Entonces ella, muy sentidamente le dijo:
   -Gracias.
   Tras llegar a la residencia universitaria, entraron al departamento de Lautaro y él le dijo:
   -Mis compañeros salieron; pero en un rato vuelven y les preguntamos si te pueden ayudar;… ¿querés tomar té?
   Ella respondió:
   -Sí.
   El joven le puso agua a una pava, prendió una hornalla de la cocina y puso el agua a calentar; después se sentó en el sillón de dos cuerpos que había en la habitación y ella se sentó a su lado; lo que siguió fue un silencio incómodo que duró un buen rato, tras el cual, Lautaro, tras mucho dudar sobre si debía formular la pregunta que tenía en mente, sin ningún dejo de recriminación, la formuló:
   -¿Qué hiciste? 
   Belén rápidamente dijo:
   -Nada.
   Segundos después, Lautaro dijo:
   -Me di cuenta de cómo te pusiste cuando pasó la policía… ¿te están persiguiendo?
   Tras algunos instantes, Belén dijo:
   -No. 
   -Pero el miedo que tuviste al ver a los patrulleros, deja en claro que estás escapando de las autoridades… ¿por qué?
   Entonces Belén, entendiendo que no hacía falta seguir ocultándose ante el muchacho con el que estaba, dijo:
   -Soy militante de la UES (1).
   Entonces Lautaro dijo:
   -¿Y por eso tenés miedo?…
   Belén asintió en silencio; Lautaro prosiguió:
   -Pero… no hiciste nada ilegal; no sos guerrillera ni nada, ¿o sí? -ella dijo que no -, entonces… aun si te detienen, te van a dejar ir rápido; ¿qué te pueden hacer por ser parte de un centro de estudiantes?
   -¿Qué me pueden hacer?… ¿No sabés todo lo que está pasando?
  -¿Qué es lo que está pasando? -dijo el joven, dando cuenta con esto de que venía de un lugar muy distinto respecto al centro y norte del país, ya que el sur argentino, del cual, él venía, fue el menos castigado por el terrorismo de estado, dado que allí, por escasez de población, los conflictos políticos que habían engendrado una combatividad extrema, materializada, no solamente, pero sí mayormente, en las organizaciones guerrilleras y en el apoyo de gran parte de la población a ellas, eran mucho menos intensos respecto al resto del país, incluyendo a Bahía Blanca, que ya era un lugar muy castigado por los represores del estado, pero como había llegado a Bahía apenas unos días atrás, todavía desconocía lo que en dicha ciudad, a diario acontecía.
   Ella le preguntó:
   -¿Vos no tenés miedo de que te detengan?
   El joven dijo:
   -¿Por qué me detendrían a mí? Si yo no estoy en política ni tengo armas ni nada.
   Belén tuvo ganas de decirle que no hacía falta estar en política ni tener armas ni nada, para ser reprimido por las autoridades en ése, ni en ningún otro tiempo histórico; en el caso particular del tiempo histórico en cuestión, bastaba con ser amigo o conocido de alguien que estuviera en política no derechista, o simplemente, con estar en el momento y el lugar, equivocados, para ser secuestrado por las autoridades y hecho pasar por lo peor, pero no lo hizo por advertir en él, una ingenuidad propia de la primera infancia, la cual, necesariamente implica tener una visión benévola de la gente y el mundo; sabiendo que era cuestión de poco tiempo para que los hechos chocaran contra dicha ingenuidad y la destruyeran, le pareció innecesario destruirla con palabras.
   El momento y el lugar, equivocados, solían llevarlos consigo aquellos señalados por las autoridades como “subversivos”, de ahí que el sólo hecho de estar con esa chica, al joven lo pusiera en peligro; ella lo sabía, por lo cual, a pesar de la necesidad de ser ayudada por alguien, de ese alguien a quien se acercara, o que a ella se le acercara (éste último había sido el caso), debía alejarse rápidamente en pos de minimizar el riesgo para él, y así pensaba hacerlo.
   Tras tomar el té durante el cual, lograron cambiar de tema hacia otros agradables, ella le dijo:
   -¿Te molesta si duermo un rato?
   -No, para nada; podés acostarte en mi cama; es la que está contra la pared izquierda en ese cuarto -y le señaló una puerta.
   -Gracias… cuando lleguen tus amigos, despertame; si no pueden ayudarme, inmediatamente me voy, y desde ya te agradezco lo que estás haciendo por mí.
   Y antes de dirigirse al dormitorio, le dio a Lautaro un beso en la mejilla que lo conmovió profundamente.


Contextualización histórica


   En 1973, tras terminar la dictadura militar autodenominada: “Revolución Argentina”, como presidente fue elegido Héctor Cámpora; inmediatamente tras su asunción, hubo tomas de colegios, universidades, fábricas, hospitales y radios; si bien había también reclamos por otros motivos, el objetivo principal de quienes tomaban los diversos ámbitos mencionados, era el de que se expulsara a las autoridades que venían de la época dictatorial; en gran medida, Cámpora accedió a dichos reclamos procedentes de los denominados “anticontinuistas”.
   En el caso particular de los colegios, los que fueron tomados en el año ‘73 en todo el país, llegaron a ser más de 500.
   Quienes realizaban las tomas de colegios, no necesariamente eran militantes políticos, de hecho, en muchos casos, la mayoría de los estudiantes aceptaba participar de las tomas con la condición de que justamente no hubiera banderías políticas detrás de las mismas, lo cual demuestra que la voluntad de que en el ámbito escolar, las decisiones fueran tomadas por el grupo de individuos que fuera a ser por las mismas, directamente afectado, no procedía únicamente de militantes de la izquierda revolucionaria, sino también de muchos que no se identificaban con ninguna agrupación política, y esta tendencia a ir en la búsqueda de una participación progresivamente mayor de la ciudadanía en las decisiones respecto a la organización social, de seguir avanzando, derivaría en una salida de la “democracia representativa” y en una entrada en la “democracia participativa”, que, a su vez, llevaría a la “democracia directa”, la cual, como tal, prescinde de todo líder, de ahí que la inclinación hacia la política revolucionaria que en los años 1970 en Argentina tuvo aceptación masiva entre los jóvenes, a diferencia de lo que los derechistas dicen, no tendiera hacia el “marxismo/socialismo/comunismo”, ni hacia sus versiones gubernamentales deformadas y falsas, materializadas en la Unión Soviética, China y Cuba, sino hacia el anarquismo, y la anarquía es IMPRESCINDIBLE para la existencia del socialismo/comunismo, ya que el estado, por haber sido creado por los capitalistas para defender a sus vidas y propiedades, posibilita la existencia del capitalismo, de ahí que los “gobiernos socialistas/comunistas”, nunca hayan existido ni puedan existir, dado que el estado sostiene al capitalismo y tiene por una de sus manifestaciones, al gobierno; los gobiernos que se han autoproclamado “socialistas/comunistas”, sensatamente pueden ser denominados capitalistas de estado y antipopulares, porque el estado y el gobierno, están compuestos por una cantidad de personas que no llega a ser siquiera el 1 por ciento de la población de un país, es por esto que esa idea estatista según la cual, “el estado somos todos”, es totalmente mentirosa, y de ahí que el creer que lo estatal es lo público, sea tan ridículo como creer que el poder judicial es la justicia;... fue por ese carácter totalmente antipopular de todo gobierno “socialista/comunista”, que las mayorías quedaron totalmente al margen de las decisiones políticas que rigieron en sus territorios;… pero por supuesto... lo mismo da para los derechistas que la juventud argentina de los ‘70, tendiera hacia el marxismo o hacia el anarquismo, ya que ningún facho considera al anarquismo, una cosa deseable; la cuestión es que todo esto que tendía hacia la desaparición de la autoridad política, y que lejos de resultar en un caos social total, podría resultar en un cambio de fondo en el sistema, dando lugar a una sociedad mucho más justa, no es tenido por cosa buena entre las personas que ocupan cargos de poder coercitivo estatales ni gubernamentales, como tampoco así, por el empresariado, que a su vez tiene a las autoridades para defender sus privilegios que, sin policía ni milicia, sucumben, fue por esto que el empresariado financió a las fuerzas represivas para que restauraran el “orden”, que para ellos no es otra cosa que el sistema jerarquizado que hace del ser humano, un vil explotador de toda forma de vida, incluyendo a la suya propia; así se hizo y así fue que se terminó con la “utopía” de la juventud revolucionaria de los ‘70, que creía que lo malo no es el ser humano, sino el sistema social jerarquizado que el ser humano, creó, que lo lleva a potenciar todos sus defectos, y que del mismo ser abolido y reemplazado por otro igualitario, lo que se potenciaría en nosotros, serían las virtudes.


Más contextualización


   Tras Cámpora renunciar por orden de Perón, éste último se postuló para la presidencia y ganó las elecciones; el objetivo de Perón, tras la política izquierdista implementada por él a través de su delegado Cámpora, haber fracasado en lo que hace a la pacificación del país, fue el de lograr la pacificación compulsiva mediante la derechización de su política.
    En el ámbito escolar, la derechización del peronismo, entre otras cosas implicó la reincorporación de docentes y directores, poco antes, expulsados por ser de derecha, y la expulsión de aquellos, poco antes, incorporados por ser de izquierda; ante este estado de cosas, los izquierdistas del movimiento peronista cayeron en una confusión total, ya que no entendían cómo podía ser que en pleno gobierno “popular” de Perón, fueran reprimidos quienes se autoproclamaban "peronistas", fue entonces que le empezaron a echar la culpa de todo a López Rega, cayendo así en el absurdo de considerar que un cuatro de copas como él, podía manejarlo a Perón como si éste fuera un títere; por suerte para los peronistas revolucionarios, Perón murió no mucho después de haber accedido a la presidencia, y entonces sí pudieron (sin que nadie tuviera fundamentos para desmentirlos) culpar por la represión extrema que los apremiaba en todo el territorio nacional, a “Lopecito” y a la presidente Isabel Martínez de Perón, quien, a diferencia de su esposo, sí era un títere de López Rega.


Aún más contextualización


   Los profesores y directores que, en el año ‘73, por reclamos del alumnado, habían sido expulsados, fueron siendo poco a poco, reincorporados en los años ‘74 y ‘75, y muchos de ellos estaban muuuy enojados con los alumnos, de ahí que, en la conformación de listas en las que se clasificaba a ciertos estudiantes como “subversivos”, hayan participado docentes y directores que sabían perfectamente que las jerarquías no se crean ni se sostienen reconociéndole derechos a los que están abajo, sino negándoselos; de ahí lo paradójico de la política de Perón, ya que la misma, innegablemente consistió en gran medida, en una ampliación de derechos de los sectores de la sociedad, pertenecientes a los estratos más bajos, que implicaba el reconocimiento de su igualdad respecto a quienes pertenecían a los sectores más altos, por eso tantos izquierdistas se autodenominaron “peronistas”, pero a la vez que ampliaba sus derechos y los reconocía como iguales, Perón pretendía mantener la verticalidad, las jerarquías… Básicamente, Perón inició en un bosque, un fuego que pretendió controlar, y todos sabemos que el fuego, por menor que sea, en un área forestal puede muy rápidamente salirse de todo control y volverse general, lo cual acarrea necesariamente consecuencias desastrosas… Perón encendió en el bosque de la clase trabajadora el fuego de la dignidad que la llevó a no sentirse menos ni más que nadie, y esa dignidad, en los ‘70 se expandió hacia los demás ámbitos sociales y atentó contra el sistema jerárquico dominante, de ahí que al líder que tal fuego encendió, los nuevos dignos le estuvieran agradecidos, pero al afianzarse su dignidad, lo que necesariamente seguiría sería un rechazo a todo liderazgo, incluido el del mismo Perón y el de sus pretendidos discípulos (llámense: Firmenich, Cámpora, López Rega, Isabelita, etc.), de ahí que la dignidad peronista, como ya expuse, no derive por evolución natural, en lo que suele llamarse “socialismo/comunismo” (que, como también expuse, no es realmente socialismo ni comunismo, sino capitalismo de estado que en ninguna medida abolió las jerarquías en los territorios en los que se practicó), sino en el anarquismo, que sí es una ideología tendiente a disolver las jerarquías;... Perón, sin haberlo buscado, sabido ni imaginado, puso en marcha un vehículo con rumbo a una organización social sin estado ni gobierno (de ahí que haya habido anarquistas que adhirieron al peronismo), pero cuando el tren del igualitarismo justicialista empezó a ganar velocidad, quiso ponerle un freno, y cuando ese tren está constituido por personas, ponerle un freno equivale a reprimirlas… torturarlas… matarlas… por todo esto es que digo que eran tan peronistas quienes se identificaban con la izquierda revolucionaria, como quienes lo hacían con la derecha reaccionaria, ya que tanto aquellos que pretendían disolver a las jerarquías como aquellos que pretendían protegerlas, eran representantes de las dos grandes líneas políticas que Perón, trazó.


   En la lista de estudiantes “subversivos” confeccionada por un profesor recientemente reincorporado al colegio al que Belén Cardinale, asistía (lista que a un miembro de la SIDE, presente en el colegio, el profesor Campestrini, semanas atrás, le había entregado), figuraba su nombre; ella había sido parte del alumnado que en 1973, había reclamado y logrado, su expulsión.


Tristeza


   Eran ya casi las nueve de la noche; casi una hora había pasado desde que Belén se había ido a acostar.
   Los compañeros de Lautaro deberían llegar en cualquier momento; en eso, golpearon a la puerta, lo cual, extrañó a Lautaro porque sus compañeros tenían llave, entonces pensó que no debía ser ninguno de ellos quien había golpeado, y tras acercarse a la puerta, preguntó:
   -¿Quién es?
   -Soy yo; me olvidé la llave; ¡abrime!
    Lautaro reconoció a la voz procedente del otro lado de la puerta, como perteneciente a uno de sus compañeros, pero no abrió inmediatamente, sino que miró por la mirilla y vio a su compañero, cuya expresión era de terror, tomado de ambos brazos por dos hombres, detrás de los cuales, había otros dos; todos llevaban pasamontañas; en la cuadra de la residencia, acababan de estacionar cuatro autos; dos eran Ford Falcon y los otros dos, eran Torinos; en la inmediaciones circulaban dos patrulleros que eran parte del operativo en curso; en el interior de los autos estacionados ya mencionados, había varios otros represores esperando a que sus colegas llevaran el “paquete”, como ellos decían, que en este caso era Belén.
   Lautaro no abrió la puerta y fue rápidamente hacia el dormitorio; con desesperación, dijo:
   -¡Carolina, despertate! ¡Salí por la ventana ya mismo porque…!
   Entonces se escuchó el ruido de la rotura de la puerta a barretazos y patadas, realizado por los miembros de la patota de la Triple A (2) en colaboración con miembros de la CNU (3); a los pocos segundos, los represores, blandiendo armas largas, irrumpieron en el departamento; tres de los cuatro que Lautaro vio por la mirilla, ingresaron al dormitorio y al ver a Belén, uno dijo:
    -Acá está, la zurdita de mierda. 
    Y le dio un culatazo de itaka en la cabeza que la hizo caer, entonces Lautaro, mientras gritaba: “¡Hijos de puta! ¡Váyansé!”, intentó golpear al represor pero fue reducido por dos de sus compañeros; mientras ambos lo sujetaban, el represor que había golpeado a Belén, le dio un culatazo en el abdomen que lo llevó a caer de rodillas; tras unos segundos le ordenó a sus compañeros que lo levantaran y cuando lo hicieron, volvió a golpearlo con la itaka en el mismo lugar, lo cual, lo llevó nuevamente a caer; a los pocos segundos volvió a ordenarles que lo levantaran y esta vez, el culatazo que le dio, fue en la cabeza; al ver que el joven se encontraba en estado de inconsciencia, los represores lo soltaron, agarraron a Belén, le vendaron los ojos, y arrastrándola, la llevaron hacia el interior de un Torino que arrancó a toda velocidad.
   En el momento en que Lautaro sintió el golpe en la cabeza, abruptamente se despertó sin recordar absolutamente nada de lo por él, recién soñado; miró el reloj en su muñeca y mentalmente dijo: “Cinco y veinte”; sus compañeros no estaban; le habían dejado una nota que decía que habían salido a diversos lugares y que para la hora de la cena, volverían.


Oportunidad de reescribir el destino


   El joven se levanta de la cama; toma algo de agua, después, tranquilamente come una manzana y decide salir a dar una vuelta.
   Tras un buen rato de caminata, Lautaro mira de nuevo su reloj; son casi las seis de la tarde; considera que ya va siendo hora de volver, por lo que mientras transita por la altura 150 de la calle Alsina, decide caminar hasta la esquina San Martín, para una vez ahí, pegar la vuelta, pero a los pocos metros, pasa por el frente de una panadería y ve a una chica de 17 años… inmediatamente experimenta intensísimos “flashbacks” del sueño que un rato antes, tuvo, y reconoce en la chica, a la coprotagonista del mismo; en el sueño ella no le había dicho su verdadero nombre; el nombre que había manifestado tener, es el de: “Carolina”, sin embargo, por algún motivo, mientras con enorme emoción, la contempla, con estremecimiento en la voz, dice:
   -Belén...


(1) Unión de Estudiantes Secundarios.

(2) Alianza Anticomunista Argentina.

(2) Concentración Nacional Universitaria.

martes, 27 de febrero de 2024

María Clara Combatiente (cuento) - Martín Rabezzana

("María Clara Combatiente", es la tercera parte de la -hasta ahora- tríada, que se inicia en el cuento: "María Clara: futura combatiente" y continúa en: "María Clara: ex combatiente".)


-Palabras: 2.125-

Final y nuevo comienzo

   María Clara Tauber era una anarquista convencida y hasta hacía meses atrás, contraria al uso de la violencia, hasta que el intento de secuestro en su contra realizado por una patota de la Triple A, que fue fallido gracias a la intervención armada de Ulises y Elena, ambos guerrilleros montoneros, la empujó a unirse a dicha organización en pos de poder defenderse de la violencia extrema perpetrada por el estado.
   En los últimos meses del año ‘74, María Clara fue puesta en contacto por Ulises y Elena, con oficiales montoneros que acababan de volver del Líbano, país en el cual, habían recibido entrenamiento militar; los oficiales le impartieron clases aceleradas de combate que la convirtieron casi de la noche a la mañana, en una experta en el manejo de armas de fuego de todo tipo, de armas blancas, e incluso, en una practicante bastante respetable de técnicas de combate cuerpo a cuerpo;… La María Clara de constitución física débil y carácter temeroso, había dejado de existir.
   Una vez aceptada en Montoneros, a María Clara se le proveyeron documentos falsos que le permitieron vivir en la clandestinidad; mientras tanto, trabajaba en la sección prensa e inteligencia de ésa y otras organizaciones de extrema izquierda y vivía en diversas casas que “la orga” le proveía a sus integrantes; por motivos de seguridad, ningún militante se quedaba más de dos semanas en la misma casa.
  Fue en abril de 1975, en circunstancias en que se encontraba viviendo en Buenos Aires, más precisamente en la ciudad de Vicente López, en la calle Martín J. Haedo al 1330, a pocas cuadras de Gaspar Campos 1065, dirección en la que está ubicada la que fue última casa de Perón (“la orga” la había mandado a vivir ahí junto a otros compañeros, para que realizaran inteligencia en el área, ya que la conducción planeaba hacer algo en la casa de Gaspar Campos), que se reencontró con Ulises y Elena a quienes no veía desde hacía ya meses; la pareja le contó que la CNU (1) había empezado a extender su represión a diversas provincias y ya no sólo la perpetraba en el ámbito universitario, sino también, en el secundario e incluso, más allá de todo ámbito escolar; ambos le contaron que los aprietes, las amenazas y las palizas a los militantes de la UES (2), eran cada vez más frecuentes; le contaron que un miembro de dicho centro de estudiantes del Colegio Nacional número 1 de Rosario, les dijo que los preceptores de todas las escuelas del país, que eran simpatizantes del peronismo de izquierda o al menos, tolerantes con el mismo, tras la renuncia del “tío” Cámpora, fueron expulsados en masa, así como también, los directores y maestros que lo fueran, de todos los recintos escolares, y reemplazados por otros de derecha; en el caso particular de los preceptores, muchos procedían de la CNU y uno de ellos, junto a varios secuaces, en los últimos días venía amenazando a los chicos.
   Ulises dijo:
   -Después de cantar delante de militantes de la UES: “¡Si Evita, viviera, sería CNUera!”, les decía: “A fin de mes van a ver lo que les va a pasar, pendejos” -me dijo un estudiante que un preceptor les empezó a decir a diario hace unos días, mientras les hacía ver que en la cintura, llevaba un arma; el tipo insinúa habitualmente que va a cometer agresiones sexuales, y no sólo contra las chicas, sino también contra los varones, y sabemos que esos tipos no son de los que amenazan por amenazar; lamentablemente, cumplen sus amenazas.
   María Clara preguntó:
   -¿Le comunicaron esto a la conducción?
   Elena respondió:
   -Sí, pero ni los de la regional ni los de la nacional de Montoneros, tienen ningún interés en proteger a los militantes de los frentes de masas.
   Ulises dijo:
   -Los de la Jotapé, hace rato que vienen pidiéndole a la conducción nacional de Montoneros que les manden combatientes para protegerlos de los sicarios de la Triple A, pero no lo hacen;… evidentemente quieren que por tal estado de indefensión, ingresen a Montoneros para protegerse, que es lo que hiciste vos.
   María Clara, tristemente asintió; después dijo:
  -¡Qué hijos de puta que son!… Tendremos que ocuparnos en algún momento de esas porquerías de Firmenich, Vaca Narvaja y Perdía, pero antes, tenemos que ocuparnos del preceptor ese, y de sus secuaces, y… ustedes vinieron justamente a buscarme para eso, ¿o no?
   Tanto Ulises como Elena, asintieron; María Clara, que si bien ya había participado de operativos armados pero sin hasta el momento haber matado, no dudaba de que, de ser necesario, lo haría, dijo:
   -Cuenten conmigo.

Operativo: “El nacional”
   
   Ese mismo día, María Clara, Elena y Ulises, partieron en el Renault 4 de estos últimos, rumbo a la ciudad santafesina de Rosario, con la intención de ejecutar su plan al día siguiente.
   La pareja había investigado al preceptor, que en el ámbito escolar estaba siempre secundado por tres individuos presumiblemente pertenecientes a la SIDE (3), y sabían por eso que a diario llegaba al colegio, poco después de las siete de la mañana en un Peugeot 404 de color blanco, junto a uno de ellos; los otros dos que también andaban con él, llegaban juntos en un Chevrolet 400 de color rojo; el plan era muy sencillo: tanto el preceptor de la CNU como el otro tipo, y así también, los otros dos represores, llegaban por la calle Necochea y estacionaban a media cuadra de 9 de Julio, es decir, a pocos metros del colegio, entonces era sólo cuestión de que los combatientes se pusieran uniformes escolares que los hicieran parecer alumnos (los tres tenían poco más de veinte años, por lo que su juventud hacía creíble que fueran alumnos de quinto año), y esperaran la llegada de los represores; en cuanto el Peugeot o el Chevrolet, estacionaran, María Clara y Ulises se acercarían al vehículo y tras sus ocupantes, bajar, abrirían fuego contra ellos; como era altamente improbable que ambos vehículos llegaran al mismo tiempo, la idea era matar solamente a los ocupantes del primer auto que llegara; a los otros dos represores, intentarían matarlos en un futuro operativo; tras la comisión de las ejecuciones, lo que seguiría sería la fuga en el Renault 4 que manejaría Elena, que debía estar estacionado con ella en su interior, en esa misma cuadra en la esquina opuesta a la calle 9 de Julio. 

Fuego

   Quince minutos antes de las siete de la mañana, los tres combatientes llegaron al lugar en cuestión; Ulises y María Clara, vistiendo uniformes escolares, bajaron del Renault 4 y caminaron por la calle Necochea, que a esa hora estaba casi vacía de transeúntes, ya que los alumnos ingresarían a las 7:30 y tan sólo el personal de la escuela ingresaba a la misma a las 7:00; nadie que los viera en el área, pensaría que eran otra cosa que estudiantes que, por algún motivo, habían llegado demasiado temprano y que por eso, vagaban por la zona mientras esperaban la apertura de las puertas del colegio (de hecho, algunas personas los vieron, y eso pensaron); Elena, que debía quedarse en el auto, también vestía ropa escolar, ya que si alguien, un policía, por ejemplo, le llegaba a preguntar qué estaba haciendo, podría decirle que era una alumna que estaba esperando que se hiciera la hora para entrar al colegio; el policía podría preguntarle de quién era el auto, entonces, con un tono de nenita ingenua, diría que de su papá, y él posiblemente preguntaría en dónde estaba su papá, entonces ella diría: “Fue a comprar cigarrillos”. Y señalando detrás del agente, agregaría: “Ahí viene”, entonces él se daría vuelta y ella sacaría un arma con la que le dispararía… pero afortunadamente nada de esto pasaría, lo que pasó fue que se hicieron las siete horas y el Peugeot 404 del preceptor de la CNU, llegó y estacionó en donde siempre lo hacía; sus ocupantes bajaron del vehículo y fue entonces que Ulises y María Clara, tranquilamente se les acercaron, sacaron sus armas y las gatillaron; por inverosímil que parezca, ambas armas se trabaron, por lo que ambos represores, al advertirlo, metieron sus manos bajo sus ropas en un inequívoco intento de sacar sus propias armas, lo cual, lograron, y llegaron a dispararlas en dirección a los guerrilleros, pero fallaron porque para cuando lo hicieron, tanto María Clara como Ulises, se habían refugiado detrás de autos que, cerca de la esquina 9 de Julio, estaban estacionados (María Clara estaba en la vereda derecha desde la óptica de los represores y Ulises, en la izquierda); desde detrás de ellos, habiéndose ya destrabado sus armas, respondieron a sus disparos; los represores parapoliciales, que se habían refugiado detrás del Peugeot 404 en que habían llegado, dispararon unas nueve veces; los guerrilleros, más de cinco cada uno; el fuego de los guerrilleros fue certero, y no así, el de los represores, y así fue que estos últimos quedaron tirados en el piso heridos de muerte; segundos antes de que cayera muerto el preceptor de la CNU, llegó el Chevrolet 400 a la cuadra del hecho, frenó en el sector derecho de la calle, y sus ocupantes, al ver desde el mismo el hecho de sangre, dispararon contra los combatientes, lo cual llevó a Ulises y a María Clara, a volver a refugiarse detrás de autos estacionados; Ulises disparaba con una pistola cuyo cargador, alojaba más de diez balas, mientras que María Clara había disparado en un principio con un revólver de seis tiros y como había agotado su cargador en el primer hecho, debió recurrir a un segundo revólver de 5 tiros que tenía escondido bajo su pantalón a la altura de la pantorrilla derecha.
   El represor que se encontraba en el asiento del acompañante, abrió la puerta del auto y se agachó en posición de tiro detrás de la misma, que le sirvió de escudo, pero fue que en una de las veces que se asomó para disparar, ambos guerrilleros lo impactaron y cayó muerto al piso; el conductor del auto, al ver a su compañero abatido, intentó arrancar y retroceder, para irse del lugar, pero ocurrió que, por los terribles nervios que lo embargaban, manipuló demasiado fuerte la palanca de cambio que estaba integrada al volante, y la rompió, resultando esto en que no pudiera arrancar y no tuviera más opción que la de seguir respondiendo a los disparos; como su revólver se había quedado sin balas, cruzó al asiento del acompañante y bajó del auto en un intento de agarrar la pistola de su compañero de represión caído, lo cual, logró y siguió disparando; uno de sus disparos dio en una pierna de Ulises; en ese momento vio que María Clara, gatillaba, pero su arma no disparaba por haberse quedado sin munición, y si bien, tenía balas en un bolsillo que le permitirían reanudar los disparos, debía cargar su revólver, lo cual le daba al represor del estado, varios segundos de relativa seguridad respecto a que del sector derecho en el cual, él se encontraba, no procederían disparos; en ese momento, lo mismo que a su compañera combatiente, le ocurrió a Ulises, cuya pistola expulsó al cargador, quedando así bien claro, que las balas se le habían acabado; al ver esto, el represor parapolicial decidió cruzar la calle para ultimar a Ulises, a quien sabía herido y era el combatiente que más cerca tenía; mientras tanto, Elena, que permanecía en el auto viendo la escena mientras dudaba sobre si debía quedarse en el mismo, como estaba planeado, dispararle al represor, o qué, en un momento sacó su revólver y lo apuntó contra él, pero fue justo cuando éste bajó la cabeza y salió por el asiento del acompañante, saliendo así también, de su mira, y cuando el represor, arma en mano, empezó a cruzar la calle en dirección a Ulises, dejó de dudar completamente sobre qué debía hacer, y arrancó a toda velocidad el Renault 4 en dirección a él, embistiéndolo y haciéndolo volar por el aire; una vez que el mismo estuvo en el piso, María Clara, que recién había terminado de cargar su arma, fue corriendo hacia él, que se encontraba semiinconsciente, lo apuntó y le disparó un total de tres veces; después ayudó a Ulises a subir al auto, subió ella misma, y se fueron rápidamente del lugar.
      Ulises fue atendido por su novia Elena, que había hecho un curso de enfermería y se había especializado en la atención de heridas de bala, y se recuperó sin inconvenientes, tras no mucho tiempo, ya que la bala lo había apenas rozado.

   El operativo, pese a sus imprevistos, fue un éxito.


(1) Concentración Nacional Universitaria
(2) Unión de Estudiantes Secundarios
(3) Servicio de Inteligencia del Estado

lunes, 13 de noviembre de 2023

Magda de noche (cuento) - Martín Rabezzana


(La siguiente historia es un capítulo previo de mi cuento: “Gracias por venir a buscarme”, publicado en mi libro: “Mi obra consagratoria”).

-Palabras: 1.620-
   La conversación que a continuación se presenta, tuvo lugar una noche de viernes levemente fría del año 1929, en circunstancias en que los dos amigos transitaban tranquilamente por la calle Alsina a la altura 490, de la ciudad de Quilmes; uno de ellos, cuyo nombre era Lucas, le dijo al otro:
   -Todo tiene un lado opuesto y todos los opuestos son complementarios e interdependientes; el día no puede existir sin la noche. La vida no puede existir sin la muerte y la realidad no puede existir sin la ficción; por ejemplo: el “pueblo” (en el sentido de estado-nación, que es el que actualmente mayormente se le da a ese vocablo) no existe, ya que en cada país, la homogeneidad entre las personas en cuanto a cultura, formas de pensar, de sentir y de ser (lo cual debe darse por existente para aplicarle a los nacidos en el mismo territorio, un título étnico común), es absolutamente NULA, y por ser nula, la consideración de que quienes nacen en el mismo país conforman un pueblo, es totalmente fantasiosa; el “pueblo” es una ficción que, como toda otra ficción, sostiene una realidad; sin dicha ficción, su contraparte fáctica, no se sostendría. Como prueba de esto, formulo la siguiente pregunta retórica: si todos los que nos llamamos argentinos, dejáramos de llamarnos así… el presidente argentino… ¿a quién podría gobernar? A NADIE, ya que ninguna población puede considerar que sea su líder legítimo, alguien que lleve un título nacional, distinto al de ella, de ahí que la ficción de la nacionalidad sea imprescindible para la existencia de la realidad de la gubernabilidad.
   Entonces su amigo (que se llamaba Eloy), que nada convencido estaba de lo que había escuchado, le dijo:
   -Yo creo que es muy discutible tu idea de que la realidad está conformada por ficciones; si así fuera, bastaría con reemplazar a la historia con leyendas positivas para que a partir de ellas, las personas empezaran a conformar una realidad también positiva, y no creo que sea tan sencilla la cosa; yo creo que caés en el error de sobrevalorar a las fantasías, a las ficciones, ya que si bien, un valor, innegablemente tienen, el mismo no pasa de ser el que tiene cualquier otro tipo de divertimento, por eso, sin ánimo de ofender, te digo que para mí, lo que importa en serio, es la realidad, y es a ella que tenemos que valorar debidamente, en pos de entenderla y poderla mejorar; si nos llenamos la cabeza de ficciones, ninguna intervención útil podremos tener en los hechos; por todo esto es que considero que quienes le dan demasiada importancia a las fantasías, como por ejemplo, las personas religiosas, viven en un absurdo altamente nocivo para sí mismas y para los demás.
   Entonces Lucas, aferrado a sus ideas, le respondió:
   -Lo absurdo en serio, es desacreditar a alguien por tener creencias que consideramos fantasiosas (religiosas, políticas u otras), por asumir, como hacés vos, que lo único importante es la realidad, ya que a partir de las ideas fantasiosas que tengamos, actuamos de determinada manera, y con esas acciones, creamos determinadas realidades, y si tuviéramos otras ideas fantasiosas, actuaríamos de otra manera y crearíamos otras realidades, de ahí que SIEMPRE sean las ficciones que en la cabeza tengamos, generadoras de realidades, y de ahí a su vez que la separación entre la fantasía y la realidad, no exista.
   Eloy, que seguía sin aceptar el razonamiento que se le presentaba, dijo:
   -¡Pero mirá cómo se ha destruido (y se sigue destruyendo) el mundo por culpa de la gente que se ha tomado demasiado en serio, ideas totalmente fantasiosas! ¡Mirá el daño que han hecho las religiones!… Si la humanidad fuera más realista, mucho del daño que se hace a sí misma y a las demás formas de vida, disminuiría.
   Para ese entonces, los dos jóvenes que, como ya dije, habían iniciado esta conversación filosófica en la calle Alsina a la altura 490, al llegar a la altura 400, habían doblado hacia la derecha y empezado a transitar por la calle Sarmiento; tan sólo una cuadra los separaba de la calle Nicolás Videla en la que, a la altura 374, en donde actualmente hay un importante edificio moderno, en los años 1920 había un monumental cabaret llamado: “Magda de noche” (*), por el cual pasaron figuras de la música, legendarias, como Osvaldo Fresedo y
su orquesta, las cancionistas Linda Thelma, Ada Falcón y Rosita Quiroga, dúos tales como: Magaldi-Noda y Gardel-Razzano, además de deportistas de combate como Valentín Alberti y el griego Antonópulos, que en aquellos años veinte, eran cuchilleristas destacados.
   Tras unos segundos de silencio, Lucas dijo:
   -Vos valorás demasiado eso que llamás “realidad”, pero… ¿la realidad no es un concepto subjetivo? ¿Qué es la realidad?…    Para mí, lo que las distintas personas llamamos “realidad” al referirnos a la misma cosa, no es más que una coincidencia de subjetividades, y si nuestra subjetividad cambia, lo que llamamos realidad, también cambia, por la misma no tener existencia fuera de nuestra percepción.
   Eloy, con la tranquilidad de quien se cree poseedor de la verdad, dijo:
   -No… yo creo que la realidad existe, es unívoca y totalmente independiente de nuestra percepción por tener entidad propia.
   Lucas, levantando un poco la voz en esa marcha nocturna bajo las estrellas que entre ellos, hasta el momento se había realizado sin querellas, dijo:
   -Pero… si yo creo que algo es cierto y vos no, mi realidad será para vos, una fantasía, así como esto último será para mí, tu realidad; ¿y quién decide cuál de los dos tiene razón y, por consiguiente, quién es realista y quién, fantasioso?
  Entonces Eloy, que a diferencia de Lucas, era un creyente fanático en todo aquello que lleva el título de “ciencia”, respondió:
   -Para determinar quién ve las cosas como realmente son, están los diplomados en ciencias;… En tiempos recientes, la psicología y la medicina se han fusionado, y los expertos en ambas materias son totalmente capaces de determinar quiénes ven las cosas como realmente son, y quienes, producto de un trastorno psicosomático o somatopsíquico, son fantasiosos, por no decir: “enfermos” o “locos”; si leés por ejemplo, la obra de…
   Entonces Eloy abruptamente se calló y detuvo su marcha al igual que Lucas, en el mismo momento en que desde la calle Sarmiento, media cuadra antes de llegar a Nicolás Videla, vieron frente a “Magda de noche”, aparecer de la nada, una nube densa que durante unos treinta segundos se arremolinó sobre una vereda para después, al empezar a disiparse, descubrir a un hombre joven, elegantemente vestido y peinado a la gomina que, tras mirar sonriendo al cabaret que en la vereda frente a él, se encontraba, cruzó la calle y al mismo, ingresó.
    Tras esta visión de la que ambos descreyeron, Eloy le preguntó a su amigo:
    -¿Viste eso?
    Entonces Lucas, totalmente maravillado, dijo:
    -Sí.
    Seguidamente, ambos jóvenes se sumieron en un silencio total durante el cual, el cientificista Eloy, empezó a imaginar cómo sería tratado por la sociedad si manifestaba haber visto lo que vio; se veía siendo desacreditado, ridiculizado, humillado y hasta manicomializado por considerárselo, delirante, ya que nadie creería posible a lo que él entonces interpretó como la materialización desde la nada de una persona, pero él sí lo creía, y no sólo creía, sino que sabía, ya que acababa de presenciar tal suceso, pero eso que él sentía real, sería considerado irreal/fantasioso, por los demás, salvo claro, por Lucas, que también había sido testigo del hecho fantástico.
   Pasaron varios minutos en los que, una y otra vez, ambos jóvenes manifestaron sorpresa absoluta por lo que habían presenciado.
   En determinado momento, no sin cierto temor, cruzaron a la esquina de Sarmiento y Videla en donde habían visto a la nube teletransportar a un hombre, y tras un largo silencio, finalmente Eloy, ya con su criterio cientificista hecho pedazos, le dijo a su amigo:
   -Tenés razón… la separación entre la fantasía y la realidad, no existe.



(*) El cabaret: “Magda de noche”, situado en Nicolás Videla 374, esquina Sarmiento, en la ciudad de Quilmes (Magdalena del Buen Ayre, Buenos Aires, Argentina, América, planeta tierra) fue inaugurado en 1913 y demolido en 1956 por la Revolución Fusiladora (oficialmente llamada: Revolución Libertadora), en una acción tendiente a favorecer al centralismo cultural y económico porteño, que se veía (y se ve aún hoy) amenazado por todo lugar convocante en materia cultural y de esparcimiento, situado más allá de los límites de Capital Federal; este no fue el único caso; lo mismo ocurrió con muchos otros lugares en la década del 50 y en las siguientes, siendo destacables los casos del Cine/Teatro Colón, de Quilmes (1909-1969), imperdonablemente demolido, y el del Teatro Argentino de La Plata, que, por causas oficialmente desconocidas, en el año 1977 se incendió; la historia no oficial cuenta que fue el gobierno dictatorial el que intencionalmente lo prendió fuego; otra cosa no se puede pensar desde el momento en que cuando los vecinos testigos del incendio se presentaron en las comisarías para denunciar que habían visto a quienes lo iniciaron, la policía no quiso tomarles las denuncias y los amenazó de muerte al tiempo que les ordenaba con el tema no insistir; volviendo al cabaret “Magda de noche”;… el mismo vio el desarrollo, esplendor y ocaso, del tango-canción, y tuvo el honor de recibir en su escenario, a los más destacados músicos de dicho género musical, así como esos músicos tuvieron el honor de pasar por el escenario de ese lugar valiosísimo y hoy casi por todos, completamente olvidado, que debería haber sido declarado por la municipalidad, patrimonio histórico cultural de Quilmes, por el gobierno nacional, patrimonio histórico argentino y… ¿por qué no?, por la UNESCO, patrimonio de la humanidad.