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domingo, 23 de octubre de 2022

El extraño caso de un anarcoperonista (cuento) - Martín Rabezzana

                             
                                 -Palabras: 2.283-

   Una noche de principios de los años setenta del siglo veinte, a lo largo de una hora, ingresaron varias personas a una comisaría de la ciudad de El Palomar, con el supuesto objetivo de realizar allí, denuncias; primero entró una, después, dos más, después, dos más, después, otra, después, otra, después, otra, después, otra, y finalmente, dos más; a todas se las había hecho esperar y se las invitó a sentarse; sólo a una de estas personas, que era una mujer, se le estaba tomando la denuncia por un uniformado que tecleaba en una máquina de escribir; la denuncia era supuestamente por ruidos molestos realizados por un vecino; al llegar la hora por las once personas, acordada para revelar sus verdaderas intenciones, uno de los supuestos denunciantes dejó caer al piso un paquete de galletitas que constituía la señal por todos convenida para sacar las armas y revelarse como miembros de la agrupación armada: Comando Descamisados.
   Tras el: “¡Viva Perón, carajo!", de rigor, que los once descamisados pronunciaron casi gritando (uno de ellos había además, pronunciado otra cosa, que el resto de los descamisados no llegó a entender qué fue), los policías, que estaban totalmente espantados, fueron desarmados, obligados a ponerse contra la pared y a sacarse los uniformes, tras lo cual, fueron maniatados; una de las cuatro mujeres partisanas que conformaba el comando, mientras apuntaba a un policía, le dijo:
   -Decime en dónde guardan las armas.
   El policía le indicó con la cabeza un armario (no podía señalarlo con un dedo por sus manos estar atadas) e inmediatamente el mismo fue tomado a patadas por dos guerrilleros que en segundos, destrozaron su puerta y procedieron a meter las armas que en su interior se encontraban, en grandes bolsos, así como en otros, metieron los uniformes sustraídos a los policías mientras uno de los partisanos, con un aerosol pintaba en las paredes: “¡Perón o muerte!”; después de todo esto y de volver a gritar a modo de despedida: “¡Viva Perón, carajo!” (el descamisado que durante la exclamación anterior, había pronunciado algo más, volvió a hacerlo), los guerrilleros subieron a cuatro autos cuyos respectivos conductores, estaban esperándolos para emprender una rápida huida del lugar.
   Todo lo recién contado, si bien en la actualidad parece inverosímil, allá por los años setenta, en Argentina era parte de la cotidianeidad, ya que estas tomas de comisarías para sustraer armamento y humillar a los eternos humilladores y represores de las masas que ahí tienen sede, se habían puesto de moda, de ahí que lo contado en este texto no fuera en dicho periodo histórico, en absoluto raro.
   Una vez en los autos, ya lejos del lugar del hecho recién expuesto, una de las guerrilleras le preguntó a su compañero que con ella viajaba en el asiento trasero de un Torino, qué fue lo que había pronunciado durante la exclamación ya referida, entonces su compañero, muy tranquila y orgullosamente, le dijo:
   -¡Vivan Perón y Kropotkin, carajo!
   Ante lo cual, la partisana se sorprendió y le preguntó:
   -¿Sos anarquista?
   -Por supuesto. Pero estoy a favor del regreso de Perón al país y a la presidencia, por eso considero que hay que desestabilizar a las fuerzas represivas de este gobierno para que las autoridades accedan a nuestra exigencia de que se anule la proscripción del peronismo. Y si te interesa saber cómo llegué a considerar que Pocho es fundamental para alcanzar el objetivo de liberación humana total, te lo cuento, pero… por ahí no te interesa.
   Entonces la joven, mientras asentía con la cabeza, dijo:
   -¡Sí sí, me re interesa! Contame.
   El anarquista entonces dijo:
   -Así como ustedes consideran que cuando servicios fundamentales como el transporte y las comunicaciones están en manos extranjeras, el país está en manos extranjeras y más que un país, es una colonia, lo considero también yo; Perón estatizó la telefonía, la radio, el transporte público, el servicio de provisión de gas (entre otras estatizaciones de empresas que pertenecían a británicos, franceses, alemanes y otra gente, que prefiero no mencionar), y en la reforma constitucional del ‘49, hecha durante el primer gobierno peronista, se declaraba al estado: “dueño natural de los servicios públicos”; todas estas estatizaciones de empresas, que resultan en que sólo personas de nacionalidad argentina puedan manejarlas, es alarmante para los cipayos, entreguistas y antipatria, que son los que en gran medida conforman la clase alta y que no rara vez, se autodefinen: “nacionalistas”, ya que las mismas constituyen una independización de las potencias que nos deja en manos de nosotros mismos, y sabido es que el cipayo ODIA a sus compatriotas, lo cual se hace patente en su continuo hablar pestes de ellos, por lo cual, no los cree capaces de hacer progresar al país, de ahí que el único progreso, según el criterio cipayo, se dé entregándole los mayores bienes nacionales a potencias extranjeras, ya que ellas (supuestamente) sabrán administrarlas y hacerlas producir, mejor, lo cual, según su retorcida visión de las cosas, es benéfico para el país desposeído, y lo que en realidad, ante tal entrega de soberanía, se da, es la anulación de libertades políticas para el grueso de la población del país que ha entregado sus bienes y empresas, además de un beneficio económico importante, pero sólo para el país dueño de dichos recursos (y para la burguesía local que para las potencias explotadoras, trabaja), y se da en paralelo, un empeoramiento de la economía del país desempoderado; no obstante lo obvio, desde el análisis de la teoría misma, de que el capitalismo liberal es solamente conveniente para los intereses de la menor parte de la población mundial, hay quienes lo niegan y consideran que las políticas de ampliaciones de derechos, que despectivamente llaman “populistas”, son fantasiosas y, por consiguiente, no pueden pasar del plano teórico en su positividad para las masas y la economía de un país; esto no es así y los gobiernos de Perón, cuya dirección política fue populista, así lo demuestran… Más allá de cosas negativas que se puedan decir de Perón y sus gobiernos, varias de las cuales son innegables, hay también hechos innegablemente positivos para el país, sucedidos durante los mismos, que sus detractores prefieren ignorar, como por ejemplo, el siguiente: cuando Perón asumió la presidencia de Argentina en 1946, había 12.500 millones de pesos de deuda externa, y sobre el final de su primer gobierno, o sea, en 1952, había cero pesos de deuda y no sólo eso, sino que además de haber dejado de ser deudora, Argentina era entonces acreedora en 5.000 millones de pesos de países como el Reino Sudopa de Castilla, las Italias y Gran Bretaña, lo cual da cuenta de que en la Argentina POPULISTA de Perón, había una política económica efectiva que llevó a que tanto en lo productivo como en lo distributivo, el país progresara; en cuanto a lo distributivo… Si bien el peronismo de Perón, a diferencia del marxismo, desde donde se promueve la “lucha de clases”, promovía una “conciliación” de las mismas, cuando Pocho no llegaba a un acuerdo con la oligarquía, lo que solía hacer era desposeerla, es decir, le confiscaba bienes y le expropiaba tierras, y esto, que era tenido por arbitrario e “injusto” por la clase alta, era tenido por la mayoría de las demás clases, como justo, ya que, lógicamente… lo que es bueno y malo, es subjetivo y la subjetividad, no pocas veces está determinada por la conveniencia/inconveniencia de cada quien, de ahí que de uno pertenecer a la clase capitalista, sea lógico que considere negativo el que un gobernante diezme sus bienes y que, de uno ser de la clase proletaria, vea a ese mismo hecho como positivo, y en esa oposición férrea de las clases altas a Perón, queda claro que la estrofa de la marcha peronista que dice: … "ese gran argentino que se supo conquistar, a la gran masa del pueblo, combatiendo al capital", está lejos de ser parte de una propaganda falaz, ya que la oligarquía se sentía en serio amenazada en sus intereses y hasta combatida, por las medidas de Perón, y esto a la vez expone diferencias abismales entre el peronismo y la derecha, que tuvo su versión más extrema en el fascismo (con el cual, los detractores de Perón suelen alinearlo), ya que tanto Hitler, como Mussolini y Franco, fueron protectores de la oligarquía dado que el fascismo constituyó justamente, un blindaje del capitalismo ante la popularidad que habían ganado las diversas corrientes del socialismo (libertario, autoritario, marxista y no marxista) cuyo objetivo principal siempre fue el de destruir la concentración de poder económico en pos de repartir las riquezas equitativamente entre quienes las producen e incluso, entre quienes por motivos de incapacidad, no pueden trabajar; el fascismo, si bien en lo teórico era “socialista” y, por ende, anticapitalista, en la práctica, lejos de combatir al capitalismo, lo defendió a ultranza y lo reforzó al máximo, sirviéndose para esto de las clases explotadas que de manera infantil se creían el discurso populista falaz, según el cual, serían por el fascismo, defendidas en lugar de reprimidas, esclavizadas y en muchos casos, hasta torturadas y asesinadas, como sí lo fueron, de ahí que las clases altas, lejos de oponerse al fascismo, lo hayan apoyado; Perón, si bien no fue destructor del capitalismo, fue del mismo una especie de azotador, de ahí que tantos marxistas y socialistas no marxistas, hayan simpatizado con el peronismo y hasta se hayan hecho “justicialistas”, ya que veían en el peronismo, no sólo a algo preferible respecto a la derecha, al centro y a la izquierda tradicional, sino además, una transición hacia el socialismo, dado que si consideramos válido lo que Perón expresó respecto de las comunidades humanas, y esto es que las sociedades evolucionan hacia niveles cada vez mayores de inclusión, cosa tal significaría que la “conciliación de clases” peronista, por haber constituido los gobiernos de Perón, periodos de mayor inclusión social respecto a los anteriores, bien puede ser considerada una transición hacia el socialismo de estado, que a su vez, según el marxismo (y también según mi consideración personal), es la fase previa al socialismo libertario; yo soy anarquista, no peronista, y si bien en un primer momento, como tantos otros anarquistas, por fanatismo consideré al peronismo una forma de fascismo, tras informarme en serio sobre lo que significó en la historia del país el movimiento justicialista, cambié totalmente de opinión, es por eso que a pesar de ser anarquista, apoyo a Perón porque, como ya expuse, considero que el populismo de estado, cuya mayor manifestación a nivel argentino, americano y mundial, ha sido justamente el peronismo, es una transición hacia el socialismo de estado, primero, y libertario, después, es decir, hacia la anarquía, que es el ámbito en el cual el socialismo alcanza su desarrollo total, y si bien, como ya dije, durante los gobiernos peronistas hubo cosas negativas que llevaron a hechos gubernamentales de autoritarismo, producto de la falta de tolerancia de Perón ante el disentimiento, aun así, considero que dichos gobiernos fueron partes necesarias de un proceso histórico conducente de modo inevitable al socialismo ácrata; como dicho proceso se vio interrumpido por el golpe de estado del ‘55 (apoyado por TODAS las potencias occidentales que de Argentina han sido, son y serán siempre, ENEMIGAS), el hacer todo por desestabilizar a este gobierno con el fin de que acceda a nuestras exigencias de que le permita a Perón volver al país y postularse para la presidencia, para que el proceso interrumpido en los años ‘50, que gradualmente nos llevará a la anarquía, continúe, me parece imprescindible.
   Tras este largo discurso, su compañera pensó unos segundos en silencio en lo que había escuchado, y finalmente dijo:
   -Aaahh… entonces sos anarquista, pero no revolucionario.
   -Exacto.
   Y tras dudarlo unos instantes, la joven dijo:
   -Me parece que Perón no estaría muy de acuerdo con tu interpretación del justicialismo.
   A lo que rápidamente respondió:
   -Seguramente no, pero tampoco creo que esté de acuerdo con la tuya ni con la de nadie perteneciente a la “Tendencia Revolucionaria del Peronismo”.
   Y ambos tuvieron razón, ya que poco faltaba para que el mismo Perón (cuya linea política, lejos de poder ser clasificada sensatamente como de derecha, ya que era multidireccional, lo cual implicaba que sus acciones políticas fueran, según considerara necesario, de arriba a abajo, de abajo a arriba, de izquierda a derecha y de derecha a izquierda) hablara de “infiltración marxista”, lo cual aludía claramente a los miembros de “La Tendencia”, cuya pretensión era que Argentina fuera una “patria socialista”; lo que Perón (así como casi cualquier otra persona) no advirtió ni tampoco seguramente, imaginó, fue siquiera la posibilidad de que en su movimiento hubiera “infiltración anarquista”; los que hayan leído este texto y previamente desconocieran que la hubo, ahora lo saben.
   Poco después de concluir la conversación recién presentada, los descamisados llegaron a una casa utilizada como refugio por las OAP (Organizaciones Armadas Peronistas) en la localidad de Morón; eran tipo nueve de la noche.
   Una vez en la vivienda, una de las partisanas prendió la televisión y junto a varios compañeros, miró tranquilamente un programa mientras esperaban a otros miembros del grupo que habían ido a comprar pizza, empanadas y bebidas; tras ellos llegar de la pizzería, comieron alegremente, después tomaron café y fumaron, y más o menos una hora y media después, uno de los descamisados dijo:
   -Bueno… me parece que ya podríamos ir yendo.
   Todos sus compañeros asintieron.
   En ese momento agarraron las armas, las escondieron bajo sus ropas y se dirigieron de nuevo a los autos cuyos rumbos serían el de la ciudad de Caseros, en donde una “travesura” similar a la que apenas un rato antes habían realizado en El Palomar, realizarían.