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domingo, 1 de agosto de 2021

El psicodiagnosticador (cuento) - Martín Rabezzana

 
   El psicólogo trabajaba en una empresa desde hacía años; su tarea consistía en evaluar psicológicamente a los empleados de la misma (y a los aspirantes a empleados) mediante los llamados “psicodiagnósticos”; un día, tras grandes dudas sobre las implicancias éticas de lo que hacía (que finalmente se volvieron certezas), decidió sincerarse consigo mismo y con los demás, por lo cual, al llegar la primera persona de la mañana a su oficina para someterse a dicha evaluación psicológica, en vez de decirle lo que por protocolo debía decir, le dijo:
   -Ya sé que a usted le parecerá ridículo y hasta totalmente absurdo el hecho de tener que hacer dibujos e interpretar imágenes, que son cosas en las que se basa esta evaluación de su persona, y le voy a decir la verdad: ese parecer (que es el de todo aquel que a esto se haya sometido) es absolutamente correcto; todo esto es ridículo y absurdo; ¿quiere saber para qué sirve realmente esta evaluación psicológica? Para determinar si usted es una persona que acata o desacata las órdenes, ya que el solo hecho de que cuestione la validez de todo esto, da cuenta de que es una persona rebelde, y el que no lo haga, que es sumisa, y como usted ya supondrá, es ésta última persona la que toda empresa quiere como empleada, y no a la primera, ya que esa es de las que se queja continuamente ante cosas “insignificantes” como ser: pago atrasado de sueldos, incumplimientos de la empresa con medidas de seguridad, o… en fin. Cosas así, y es ese tipo de persona la que inicia las huelgas, conforma los sindicatos, etcétera; y le digo más: la psicología universitaria toda, sirve a fines que no son los oficialmente presentados;… el psicólogo hace el mismo trabajo que el cura confesor, y dicho cura, cuyo supuesto fin es ayudar a la gente a mejorar en lo espiritual, tiene por fin auténtico servir al control social y a la represión realizados por el estado, dado que lo que hace es recabar información de las personas que a él acuden para después comunicarle a las autoridades quiénes de ellas se portan “mal” y las puedan reprimir adecuadamente; como en el siglo diecinueve la fe religiosa disminuyó enormemente (y aun quienes no perdieron la fe en lo espiritual, en muchos casos lo que sí perdieron fue la fe en la iglesia), el estado decidió crear una versión laica del cura confesor, así fue que nació el psicólogo cuyo fin oficial es ayudar a las personas a mejorar emocionalmente mediante la escucha de sus problemas, ya que el hecho de contarlos es supuestamente “sanador” o en términos pretendidamente científicos: “terapéutico”, pero en realidad el objetivo de la psicoterapia (cualquiera sea su escuela) es el de recabar información de los individuos para después informarle a las autoridades quiénes de ellos se portan “mal” y se los reprima adecuadamente por el supuesto bien de la sociedad; y esto de recabar información para proveérsela a las autoridades, en tiempos de “paz” (si es que hay alguno que lo sea) implica, en el ámbito laboral, que un trabajador no sea tomado o sea suspendido o despedido arbitrariamente tras ser las conclusiones del informe psicológico, negativas, o que siga siendo empleado pero tras ser “amansado” a fuerza de golpes químicos infligidos por nuestros superiores en jerarquía poseedores de poder parajudicial (los psiquiatras), y en tiempos más agresivos, lo que implica una conclusión psicológica negativa en el ámbito laboral, es que usted sea perseguido por autos de esos que tienen una sirena en el techo o por otros (que alguna vez fueron Ford Falcon) y eventualmente, capturado para darle una “lección” con la que se espera que usted aprenda a portarse “bien”, o sea, que aprenda que no tiene que quejarse de nada que considere injusto en el ámbito laboral, social ni familiar, ya que el quejumbroso es básicamente un subversivo del cual la sociedad (en realidad es sólo el grupo privilegiado de ella, pero digamos simplemente, como los privilegiados dicen: “la sociedad”), por instinto de conservación, se defiende, y cuando aquel de quien se defiende es considerado por ella, “irrecuperable”, no solamente es “aleccionado” con pastillas, inyecciones, electrocución, golpes y/o privación de la libertad, sino que es también eliminado, y esa eliminación constituye una lección para el resto de la sociedad…
   El psicólogo hizo entonces silencio y la persona que tenía enfrente, que estaba completamente sorprendida por lo que había escuchado, nada dijo; se limitó a esperar ansiosamente a que el psicólogo volviera a hablar, lo cual hizo tras algunos segundos.
   -Y respecto a las psicoterapias, le digo algo más: no existe absolutamente ningún tratamiento de ninguna escuela psicológica que tenga eficacia probada en ningún caso; cuando alguien se recupera de algo en el curso de un tratamiento psicoterapéutico, es a causa del efecto curativo del paso del tiempo, y no a causa de lo hecho por el psicólogo; … Por haberme dado cuenta de todo esto muy rápidamente tras recibirme de psicólogo, me siento culpable de haber ejercido durante años dicha profesión sin creer en ella, por eso es que ahora no sólo me digo la verdad a este respecto a mí mismo, sino también a los demás.
   Y tras una breve pausa, dijo:
   -Usted no se preocupe por el resultado de esta evaluación, ya que será positivo.
   Tras decir esto último, le dio la mano a la persona a la que supuestamente iba a evaluar, y tras ella irse, llegó otra a la cual le dio el mismo discurso que a la anterior, y así también lo hizo con la que llegó después ese día y los días posteriores hasta que alguien advirtió lo que estaba haciendo y fue despedido.
 
   Pasó más o menos una semana y el psicólogo, que por auténtica vocación de servicio había estudiado psicología y se había decepcionado de ella, se sentía terriblemente mal, ya que enfrentarse con la verdad de sus actos, implicaba aceptar que durante largos años había sido un elemento de control social y represión del estado, que es todo lo contrario a lo que pretendía ser al estudiar su carrera, ya que pensaba que la misma le conferiría un conocimiento de sí mismo y de los demás, de carácter liberador, pero no; se encontró con un oficio que lleva INEVITABLEMENTE a la punición de todo aquel que se sale de la norma, al mantenimiento de una sociedad injusta y despiadada y al empeoramiento de la vida toda; como la conciencia de esto se había vuelto para él, una carga demasiado pesada, una noche se dirigió al balcón del departamento del octavo piso en el que vivía, y tras mirar hacia abajo y constatar que nadie pasaba por la vereda, se arrojó al vacío.
   Hizo bien.