
Cuando la
palabra positiva es correspondida, la capacidad en su creador de producir
otras, se renueva, pero, ¿qué ocurre cuando uno le da toda su positividad a
diversas personas en forma de palabras y no son correspondidas? Se va quedando
sin palabras positivas y van quedando las negativas; de uno negarse a emplear
éstas últimas, queda condenado al mutismo.
Se dice que las
personas que dan todas sus palabras positivas en una vida y no son correspondidas,
de negarse a usar las negativas, nacen en su siguiente vida con limitaciones en
la palabra hablada o escrita; dado que el negarse a emplear palabras negativas
es una gran virtud, tales limitaciones exponen en aquellos que las tienen una
gran positividad interior.
Una vez una
mujer que padecía de limitaciones en la expresión vocal sintió atracción
sentimental por un individuo y tenía razones para creer que él sentía lo mismo
por ella; le quiso decir que le gustaba pero no pudo porque eso ya se lo había
dicho muchas veces en su vida anterior a muchas personas sin ser correspondida;
le quiso decir que lo necesitaba pero tampoco pudo porque eso también ya se lo
había dicho muchas veces en su vida anterior a muchas personas sin ser
correspondida; le quiso decir que lo quería pero tampoco pudo por el mismo
motivo.
Su incapacidad
de expresar positividad con palabras habladas la llevó a expresarle a través de
una carta lo que por él sentía, y al saberse incapaz de expresar positividad
con palabras pronunciadas, y por consiguiente, de sostener una conversación
positiva, le pidió que no le respondiera en persona si sentía lo mismo por
ella, sino también por escrito; él dudó un poco en responderle de esa forma
pero finalmente accedió y le hizo llegar por intermedio de una amiga común una
carta en que habían dibujos lindos y las siguientes palabras: “Svo bienamt em gtsuas
mia”; ella pensó que era una broma y que se lo aclararía cuando se vieran, pero
cuando se encontraron en el trabajo sólo hubo incomodidad en ambas partes y
reinó entre ellos el silencio, por lo cual ella sintió que él se había burlado
de ella.
Pasaron las
semanas y ella empezó a resentirse por el silencio del individuo al que
interpretaba como desprecio, por lo que lo llegó a odiar, lo cual no es de
extrañar ya que es cierto muchas veces eso de que detrás del odio hay amor; lo
fue a buscar y como su limitación en el habla no se daba con las palabras
negativas, pudo expresarle elocuentemente todo el resentimiento que la
embargaba; le remarcó sus defectos con las palabras más hirientes, lo denostó,
lo maldijo, lo insultó… tras lo cual se esperaba de él una respuesta igual,
pero él nada dijo y se fue.
Arriesgándose a
perder el trabajo faltó al mismo varios días para no verla, pero finalmente
volvió; a la hora del almuerzo se acercó a ella que ante su llegada bajó la
mirada y pudo sentir en su expresión el odio y el dolor presentes
inevitablemente en quien se siente poseedor de un amor no correspondido; se
quedó mirándola unos segundos en silencio tras lo cual le extendió una mano que
sostenía una flor; ella la vio y su expresión de dolor y resentimiento se
transformó en una de gran bienestar; tomó la flor y al hacerlo tocó la mano del
individuo y tuvo en ese momento una serie de visiones en su mente de él siendo
chico, estando en la escuela y no pudiendo entender; entonces supo que él tenía
limitaciones en la palabra escrita, de ahí la carta de palabras incomprendidas
que le envió; inmediatamente volvió a sentirse mal pensando en todo lo negativo
que le había dicho.
Se miraron a los
ojos y además de sentirse mal por recordar lo lastimante que le había dicho, se
sintió mal por pensar que aún de él quererla, tal vez no la querría tanto como
ella a él, entonces volvió a tener una visión en su mente de él enviándole con
la mano ciento un besos antes de dormirse todas las noches desde el día en que
ella le había dado la carta y entendió que él la quería aún más que
ella a él porque eran el uno para el otro y eso los llevaba a amarse al
máximo, y al un hombre y una mujer quererse al máximo, el que más quiere es el hombre ya que se
requiere necesariamente de un mínimo de atracción sexual para que haya
atracción sentimental; el amor sentimental es necesariamente sexual, y como la
producción de testosterona es mayor en el hombre que en la mujer y está
directamente relacionada con la libido, ese mayor deseo sexual conlleva
necesariamente una mayor capacidad de sentir atracción sentimental, por eso,
contrariamente a la creencia de muchas mujeres, el hombre por biología tiene
mayor capacidad de sentir amor sentimental que la mujer.
Empezaron a
hablar y ella se dio cuenta de que por primera vez podía pronunciar palabras
positivas; él al escribir se dio cuenta de que ya no tenía dificultades; su
amor correspondido los había curado mutuamente.
La carta que él
le había enviado decía lo siguiente: “Vos también me gustás a mí”.