El tipo asistió a una reunión social a la que fue invitado
por un conocido y a cuyos asistentes no conocía; durante la misma se mantuvo en
silencio hasta casi el final, escuchando toda clase de descalificaciones
cargadas de resentimiento por parte de todos los que hicieron uso de la
palabra, alusivas a varias personas, pero sobretodo a una; se trataba de un
antiguo amigo de muchos de los allí presentes que se había ido del país; de él hablaron
pestes; lo basurearon, lo denostaron, lo expusieron en todas sus (supuestas)
miserias, defectos y errores; no le justificaron siquiera una de sus faltas por
más insignificante que fuera; cada uno de los que de él habló, tenía una
anécdota en la que lo hacía quedar siempre como el peor; de uno sacar una
conclusión de dicha persona en base al sentir común que por ella entre los
asistentes a la reunión, había, habría sido que Santiaguito (así se llamaba) era
el mismísimo satán, por más que en realidad, las cosas que de él se contaban,
no fueran tan graves, e incluso algunas no fueran siquiera dignas en absoluto de
ser consideradas faltas, por lo cual, era obvio que dicha persona constituía lo
que suele denominarse “chivo expiatorio”, que es aquel individuo (o grupo de
individuos) al que en una sociedad, la mayor parte de sus miembros inculpa con
la intención de hacerlo pagar por las faltas de todos; haciendo cosa tal, las
divisiones existentes entre todos los demás integrantes de ella, se ven
temporalmente disueltas ya que los une el resentimiento común, además de que tal práctica los hace sentirse completamente libres de toda culpa y de todo cargo; la cuestión es que la reunión
que duró casi tres horas, llegaba a su fin.
Al invitado desconocido
por casi todos, que se había mantenido en silencio, uno de los asistentes a la
reunión, al ver que se disponía a irse, le dijo:
-Che, ¡vos no
dijiste nada en toda la noche!… te dedicaste a comer papas fritas y a tomar
cerveza, nomás; decí algo antes de irte, que todavía hay tiempo.
Entonces, tras
pensarlo unos segundos, dijo:
-Bueno,... eehhh… no;
mejor no digo nada.
Su interlocutor insistió:
-¡Dale! No seas
tímido.
Entonces, venciendo a
la reticencia que tenía a expresar lo que realmente tenía ganas de expresar,
dijo:
-Estaba pensando que
si yo me enterara de que alguno de ustedes habla alguna vez de mí como hablaron
esta noche del Santiaguito ese, lo mínimo que haría (lo mínimo, ¿eh?, y mirá
que soy tranquilo, pero todo tiene un límite) sería comprarme una Ithaka y salir
a buscarlo para… bueh; imagínensé lo demás.
Todos permanecieron
en silencio unos segundos, tras los cuales, su interlocutor se empezó a reír y casi
todos los demás, también, por asumir que lo dicho había sido en broma; el único
que no se rió, fue quien hizo la supuesta broma, que fue uno de los primeros en
irse de la reunión.
Tras el extraño invitado
haberse ido, aquel que le había hablado, le dijo a las varias personas que
todavía estaban presentes:
-¿Quién habrá
invitado a ese forro?... se quiso hacer el pulenta y seguro que es un terrible
mantequita y un cagón que no mata ni a un mosquito;… a ese maricón, si lo llego
a ver otra vez por acá, ¿saben la que le doy, no? Je je je;…¡qué gil de cuarta,
por favor!
Los demás asintieron
en silencio.
La reunión terminó y
cada uno de sus asistentes se fue a su casa.
Esa misma noche, el
asistente a la reunión que le había pedido al extraño invitado que hablara, se
encontraba durmiendo con su esposa, a la cual, horas antes le había hablado del
hombre al que había definido como “mantequita”, “cagón” y de otras maneras más;
en eso escuchó ruidos en la cocina y se levantó preocupado, pero tras mirar por
la ventana que daba a un jardín y concluir que no había nadie, decidió volver a
la cama; un rato después volvió a escuchar un ruido que lo hizo volver a la
cocina, y al acercarse a la ventana, vio en el jardín al extraño asistente a la
reunión, amartillar una Ithaka y posteriormente, apuntarlo, lo cual lo hizo
sentirse terriblemente atemorizado;… Quiso irse pero las piernas no le
respondían, entonces, suplicando y temblando, dijo:
-No… por favor; yo
no hablé mal de vos en serio, fue todo en chiste… no podés por un comentario al
pasar, hacerme esto… …¡Dale che!… no seas malo; se nota que sos buen tipo. ¡No
podés hacerme esto!.... ¡No podeeeeeeeéss!
Pero el individuo
armado hizo caso omiso a lo que escuchó y disparó; entonces el maldiciente se
despertó gritando de lo que había sido simplemente una pesadilla.
Su mujer, que
acababa de despertarse, lo miró con un desagrado que él no comprendió, por lo
que le preguntó:
-¿Qué pasa?
Ella nada le dijo,
simplemente le señaló la parte inferior de su persona que se encontraba bajo el
cubrecama y las sábanas, y al él levantarlos, tomó conciencia de que durante la
pesadilla se había hecho encima tanto lo primero, como lo segundo.
Visitante: si llamás o alguna vez llamaste, a los yanquis, "americanos", te informo que América es un continente en el cual, está Argentina, país en el que yo nací, por lo cual, yo también SOY AMERICANO. || Por no haber acuerdo ni respeto, entre nosotros, posibles, es que te invito a retirarte.
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martes, 19 de octubre de 2021
Justicia soñada (cuento) - Martín Rabezzana
Etiquetas:
Justicia soñada
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Argentina
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