El séptimo arte
Este fenómeno de
películas no comerciales y en gran medida, antiguas, es raro pero lógico si uno
entiende que todo va y viene, por lo que nada llega para quedarse
definitivamente ni nada se va para no volver. La cuestión es que en dichas
salas (existentes primero en el GLORIOSO GBA SUR -Magdalena del Buen Ayre- y en actual expansión hacia el
resto del país) vi cualquier cantidad de películas de las que no hay registro
alguno en internet ya que muchas de ellas nunca se habían estrenado no sólo en
Argentina, sino tampoco (en el caso de películas extranjeras) en sus países de
origen.
La otra vez vi
una en blanco y negro llamada "Alvalhaziv" que me pareció la mejor película de
la historia; era de quién sabe dónde y estaba hablada en vaya uno a saber qué
idioma, y no fue la única película extraordinaria que en esas salas vi, ya que
fueron muchas, por lo que me di cuenta de que esa gran verdad de que "la mejor
literatura de la historia no se publicó nunca", ya que poquísimos escritores llegan a publicar, también se aplica al cine dado
que muchas de las mejores películas de la historia, en su momento no se llegaron
a estrenar, seguramente por ser de productoras chicas, lo cual lleva a suponer
que las productoras grandes sabotearon su estreno por sentir que eran una
amenaza para sus intereses comerciales, y esto es algo gravísimo ya que el arte
no es una frivolidad. Es algo que puede hacer a la vida soportable, por lo que
sabotear a sus mejores creaciones, disminuyendo así la calidad de vida de sus
potenciales consumidores, puede ser sensatamente considerado como imperdonable.
El número vivo
Una tarde/noche
fui solo a ver películas en una sala llena a una función continuada; la primera
película era buenísima y era de procedencia y fecha, desconocidas;… Fue
realmente increíble para mí, que para principios de la década del 2010 empecé a
sentir que ya lo había visto todo y que el cine como forma de arte ya había
cumplido su ciclo (por lo que estaba resignado a nunca más ver una película que
me conmoviera), encontrar toda clase de obras cinematográficas de enorme
calidad, originales, literalmente conmovedoras y además: desconocidas.
Tras terminar la
película tuvo lugar algo que no había visto en mis pasos previos por el cine;
se trataba de uno de esos llamados "números vivos" que eran actuaciones
artísticas de corta duración que se sucedían durante los intervalos de películas
en los cinematógrafos de la década del cuarenta (y también de la siguiente) en
las que se presentaban músicos, bailarines y hasta magos; en este caso la
actuación fue la de un cantor de tango junto a dos guitarristas; algunas
personas los silbaron porque querían que la película empezara rápido y yo no lo
entendí, no sólo porque a mí me gusta el tango y la interpretación que hicieron
los músicos fue notable, sino además porque me pareció brillante la idea de los
dueños de la sala de darle lugar a tales números y darnos la sensación a los
clientes de que al entrar al cine viajábamos al pasado, y por sentir que en la
actualidad TODO en la vida es repetido y, por consiguiente, "fotocopia" de algo
ya ocurrido, ir al pasado sería como recobrar "el original de la vida", y con
esto, el sentido de la misma.

-¡Sos igual a
Héctor Palacios! Tanto estéticamente como a nivel vocal.
El cantor me
miró extrañado pero nada dijo; yo proseguí diciendo:
-Te felicito por
tan lograda imitación –y dirigiéndome a los músicos, dije: -y a ustedes
también, muchachos.
El cantor me
dijo:
-¡Gracias por
tus palabras, che! –y siguieron su camino hacia la salida.
Mientras se iban
me pareció escuchar al cantor reírse en voz baja y decirle a sus músicos que él
no era imitador.
La desconocida
conocida
La segunda
película empezó y parecía estar buena, pero no pude prestarle mucha atención
porque una mujer que yo no conocía se sentó a mi lado y sin decirme nada, me
tomó de una mano; al verla yo re "flasheé" porque estaba bárbara; no dije nada
porque asumí que se había equivocado de persona y que al darse cuenta de su
error, me soltaría, por lo que haciendo silencio quise prolongar lo más posible
ese contacto tan agradable, pero fue que mientras la miraba de reojo, recordé que se llamaba Mercedes y me vino a
la mente el día en que la conocí allá por 1942, y era raro porque yo no había
nacido todavía, sin embargo las imágenes y sentimientos que empecé a ver y experimentar,
no los sentía como ilusorios, sino como recuerdos propios; recordé como durante
nuestra segunda salida, mientras la llevaba en mi auto hasta su casa, ella me
decía que no aguantaba más lo caliente que estaba y me pedía que cuanto antes
le chupara la concha; recordé el día en que nos casamos y recordé también haber
soñado una vida solitaria en un futuro lejano lleno de un confort en aumento
paralelamente a la miseria emocional y al aburrimiento; de ese lugar
quería escapar, es decir, empecé a sentir que lo que hasta segundos atrás
consideraba mi vida real, había sido (por suerte) sólo un sueño, pero nada de
esto le dije a la que para ese momento ya sabía mi esposa ya que era demasiado
raro y difícil de explicar.
Cuando la
película terminó, comimos en un bar automático y… (ah,sí; tengo que explicarte
a vos, persona del siglo veintiuno, qué es un bar automático; era un tipo de
establecimiento de comidas y bebidas existente hasta finales de los años
cuarenta en el que no había mozos pero tampoco era un autoservicio como los de ahora; había un
panel conformado por ventanas en las que estaban escritos los nombres y precios
de las comidas y las bebidas y tenían una abertura para que uno pasara la
plata; tras lo cual un empleado del otro lado levantaba la ventanita y suministraba
la comida y la bebida seleccionadas por el cliente que, por su cuenta, las
llevaba hasta una mesa; esto evitaba el muchas veces despreciado –y en la era
de internet, anhelado- contacto humano, ya que no había necesidad de hablar con
nadie para acceder a la comida y la bebida)… después volvimos en tranvía a
casa. Hicimos el amor y nos dormimos; ambos éramos felices.
Al día siguiente
me desperté y busqué a Mercedes, pero no estaba; estaba yo solo en mi cama en la
segunda década de los años 2000 y, por sentir que la vida feliz que hasta hacía
momentos atrás era para mí, realidad, no había sido más que un sueño, maldije a
esta vida de mierda, a este tiempo de mierda, a esta realidad de mierda y a
toda esta podredumbre anímica y espiritual (también de mierda) que parece
envolvernos a TODOS y a TODO… …Yo quería estar en aquellos tiempos y con esa
mujer que, entre otras cosas (con las mismas palabras que lo transcribo), me
había tan ansiosamente pedido que le chupara la concha, y no sólo la ya contada
segunda vez que salimos, sino TODOS LOS DÍAS, y yo quería volver no sólo para
chuparle la concha (si bien era uno de los motivos principales), sino también
para realizarme a nivel personal y espiritual, lo cual no creía posible lograr
en este tiempo.
Me consideré muy
desafortunado por haber soñado una felicidad que, por en este tiempo y en esta
vida estarme vedada, me es solamente alcanzable en sueños, no obstante, deseé
con toda el alma volver a soñarla.
Sueño/Realidad/Realidad/Sueño
En las semanas
posteriores al sueño de felicidad, volví a ir al cine y nada extraordinario
ocurrió, pero un día, cuando ya estaba resignado a que nada así ocurriera, sí
ocurrió: mientras esperaba que empezara una película empecé a notar que la pintura
de las paredes cambiaba de color; las butacas también empezaron a cambiar así
como mi ropa que pasó de ser propia del siglo veintiuno, a la usada en zonas
urbanas en la década del cuarenta del siglo veinte, y lo mismo pasó con la ropa
del resto del público, y lo más importante: en la butaca vacía de mi derecha
apareció mi esposa y recobré entonces mi felicidad perdida.
Al verla, la
besé, la abracé y entonces sí le conté el sueño repetido que había tenido. Ella
se sorprendió y me dijo que había soñado algo parecido, o sea, me dijo que
varias veces había soñado que pertenecía a un futuro extremadamente absurdo y
aburrido (que sería el de aproximadamente el año 2019) en el que se sentía sola
y que por lo vívido de la experiencia onírica, al estar despierta no lograba
distinguir al sueño de la realidad; después me relató el cuento taoísta que
habla de una persona que se duerme y sueña que es una mariposa, después se
despierta y toma conciencia de que es una persona, pero entonces empieza a
dudar de si no sigue siendo una mariposa que ahora sueña que es una persona…
Dos vidas
Me pasa seguido
todo esto de ir y volver en el tiempo y vivir dos vidas distintas en distintas
épocas: una feliz y otra infeliz (a mi esposa también)… …Sospecho que, aunque
no todos lo adviertan (ya que la mayoría no recuerda lo que sueña), esto le pasa a TODOS.
Ya no sé cuál estado es
el del sueño ni cuál el de la vigilia; no tengo ni idea de qué es real y qué no lo es, de
lo único que estoy seguro es de que el cantor de tango que vi en el cine
aquella noche, no era un imitador del gran Héctor Palacios. Era él nomás.