
Fueron en remís
hasta el edificio donde ella vivía y subieron al cuarto piso; al bajar del
ascensor vieron a un grandote que golpeaba una puerta e insultaba; los vecinos
se quejaban de que la policía a la que habían llamado no llegaba; el tipo vio a
la mujer en compañía de su conocido (amigo
sería decir demasiado) y se le acercó entre puteadas dirigidas a ambos; el
conocido de la mujer al ver al tipo acercársele no esperó que tuviera lugar la
aparentemente inminente agresión y le dio un derechazo en la frente que lo hizo
tambalear, irse hacia atrás y golpearse la cabeza contra la pared; el legítimo
golpeador le dijo:
-¡No la sigás,
dejalo así y tomátelás!
El tipo dudó
unos segundos pero resolvió hacerle caso y se fue.
Fue un nocaut de
esos del noble boxeo amateur en que no se espera a que un pugilista esté
totalmente conmocionado o destruido para detener la pelea; mejor así.
Entraron al
departamento y la mina se dirigió apuradamente al baño con la intención
infructuosa de vomitar; al rato salió y tras entrar en su pieza, se desplomó en
la cama; su conocido fue hasta la cocina y encontró una botella que le pareció
reconocer; le sacó la tapa para poder percibir el aroma de su contenido y
confirmó lo que sospechaba: era agua de mar que él mismo le había regalado
meses antes; ella todavía no la había tomado; vertió un poco de la misma en un
vaso y lo terminó llenando con agua común para que el gusto no fuera tan fuerte;
después fue al lavadero y agarró un balde que llevó junto al vaso hasta la
pieza de la mujer; extendiéndole la bebida, le dijo:
-Tomá.
Ella, que estaba
acostada, se incorporó con dificultad y tomó un trago, después con expresión de
asco dijo:
-¿Qué es esto?
-¡Agua de mar, boluda!
¿Qué va a ser?
-¡Es horrible!
-Sí, pero te va
a limpiar por dentro, así que, preparate para vomitar.

-¿Quién era el
tipo al que golpeé?
-Mi ex novio.
-Ah… …Bueno;… yo ya
me voy; ¿estás en condiciones de bajar a abrirme?
-Sí, ya estoy re
bien; gracias por todo.
Él asintió;
bajaron y se despidieron.
Ya estaba amaneciendo
cuando él salió y hacía frío; se puso la capucha de su campera y al
ver su sombra en el piso, se detuvo y mientras la contemplaba, al mejor estilo
de los boxeadores de antaño, lanzó una combinación de golpes al aire, después
reanudó su marcha y recordando el suceso violento vivido pocas horas
atrás, como chamuyándole a la luna, sonriendo dijo:
-¡Como en mis
mejores tiempos!