martes, 27 de febrero de 2024

María Clara Combatiente (cuento) - Martín Rabezzana

("María Clara Combatiente", es la tercera parte de la -hasta ahora- tríada, que se inicia en el cuento: "María Clara: futura combatiente" y continúa en: "María Clara: ex combatiente".)


-Palabras: 2.125-

Final y nuevo comienzo

   María Clara Tauber era una anarquista convencida y hasta hacía meses atrás, contraria al uso de la violencia, hasta que el intento de secuestro en su contra realizado por una patota de la Triple A, que fue fallido gracias a la intervención armada de Ulises y Elena, ambos guerrilleros montoneros, la empujó a unirse a dicha organización en pos de poder defenderse de la violencia extrema perpetrada por el estado.
   En los últimos meses del año ‘74, María Clara fue puesta en contacto por Ulises y Elena, con oficiales montoneros que acababan de volver del Líbano, país en el cual, habían recibido entrenamiento militar; los oficiales le impartieron clases aceleradas de combate que la convirtieron casi de la noche a la mañana, en una experta en el manejo de armas de fuego de todo tipo, de armas blancas, e incluso, en una practicante bastante respetable de técnicas de combate cuerpo a cuerpo;… La María Clara de constitución física débil y carácter temeroso, había dejado de existir.
   Una vez aceptada en Montoneros, a María Clara se le proveyeron documentos falsos que le permitieron vivir en la clandestinidad; mientras tanto, trabajaba en la sección prensa e inteligencia de ésa y otras organizaciones de extrema izquierda y vivía en diversas casas que “la orga” le proveía a sus integrantes; por motivos de seguridad, ningún militante se quedaba más de dos semanas en la misma casa.
  Fue en abril de 1975, en circunstancias en que se encontraba viviendo en Buenos Aires, más precisamente en la ciudad de Vicente López, en la calle Martín J. Haedo al 1330, a pocas cuadras de Gaspar Campos 1065, dirección en la que está ubicada la que fue última casa de Perón (“la orga” la había mandado a vivir ahí junto a otros compañeros, para que realizaran inteligencia en el área, ya que la conducción planeaba hacer algo en la casa de Gaspar Campos), que se reencontró con Ulises y Elena a quienes no veía desde hacía ya meses; la pareja le contó que la CNU (1) había empezado a extender su represión a diversas provincias y ya no sólo la perpetraba en el ámbito universitario, sino también, en el secundario e incluso, más allá de todo ámbito escolar; ambos le contaron que los aprietes, las amenazas y las palizas a los militantes de la UES (2), eran cada vez más frecuentes; le contaron que un miembro de dicho centro de estudiantes del Colegio Nacional número 1 de Rosario, les dijo que los preceptores de todas las escuelas del país, que eran simpatizantes del peronismo de izquierda o al menos, tolerantes con el mismo, tras la renuncia del “tío” Cámpora, fueron expulsados en masa, así como también, los directores y maestros que lo fueran, de todos los recintos escolares, y reemplazados por otros de derecha; en el caso particular de los preceptores, muchos procedían de la CNU y uno de ellos, junto a varios secuaces, en los últimos días venía amenazando a los chicos.
   Ulises dijo:
   -Después de cantar delante de militantes de la UES: “¡Si Evita, viviera, sería CNUera!”, les decía: “A fin de mes van a ver lo que les va a pasar, pendejos” -me dijo un estudiante que un preceptor les empezó a decir a diario hace unos días, mientras les hacía ver que en la cintura, llevaba un arma; el tipo insinúa habitualmente que va a cometer agresiones sexuales, y no sólo contra las chicas, sino también contra los varones, y sabemos que esos tipos no son de los que amenazan por amenazar; lamentablemente, cumplen sus amenazas.
   María Clara preguntó:
   -¿Le comunicaron esto a la conducción?
   Elena respondió:
   -Sí, pero ni los de la regional ni los de la nacional de Montoneros, tienen ningún interés en proteger a los militantes de los frentes de masas.
   Ulises dijo:
   -Los de la Jotapé, hace rato que vienen pidiéndole a la conducción nacional de Montoneros que les manden combatientes para protegerlos de los sicarios de la Triple A, pero no lo hacen;… evidentemente quieren que por tal estado de indefensión, ingresen a Montoneros para protegerse, que es lo que hiciste vos.
   María Clara, tristemente asintió; después dijo:
  -¡Qué hijos de puta que son!… Tendremos que ocuparnos en algún momento de esas porquerías de Firmenich, Vaca Narvaja y Perdía, pero antes, tenemos que ocuparnos del preceptor ese, y de sus secuaces, y… ustedes vinieron justamente a buscarme para eso, ¿o no?
   Tanto Ulises como Elena, asintieron; María Clara, que si bien ya había participado de operativos armados pero sin hasta el momento haber matado, no dudaba de que, de ser necesario, lo haría, dijo:
   -Cuenten conmigo.

Operativo: “El nacional”
   
   Ese mismo día, María Clara, Elena y Ulises, partieron en el Renault 4 de estos últimos, rumbo a la ciudad santafesina de Rosario, con la intención de ejecutar su plan al día siguiente.
   La pareja había investigado al preceptor, que en el ámbito escolar estaba siempre secundado por tres individuos presumiblemente pertenecientes a la SIDE (3), y sabían por eso que a diario llegaba al colegio, poco después de las siete de la mañana en un Peugeot 404 de color blanco, junto a uno de ellos; los otros dos que también andaban con él, llegaban juntos en un Chevrolet 400 de color rojo; el plan era muy sencillo: tanto el preceptor de la CNU como el otro tipo, y así también, los otros dos represores, llegaban por la calle Necochea y estacionaban a media cuadra de 9 de Julio, es decir, a pocos metros del colegio, entonces era sólo cuestión de que los combatientes se pusieran uniformes escolares que los hicieran parecer alumnos (los tres tenían poco más de veinte años, por lo que su juventud hacía creíble que fueran alumnos de quinto año), y esperaran la llegada de los represores; en cuanto el Peugeot o el Chevrolet, estacionaran, María Clara y Ulises se acercarían al vehículo y tras sus ocupantes, bajar, abrirían fuego contra ellos; como era altamente improbable que ambos vehículos llegaran al mismo tiempo, la idea era matar solamente a los ocupantes del primer auto que llegara; a los otros dos represores, intentarían matarlos en un futuro operativo; tras la comisión de las ejecuciones, lo que seguiría sería la fuga en el Renault 4 que manejaría Elena, que debía estar estacionado con ella en su interior, en esa misma cuadra en la esquina opuesta a la calle 9 de Julio. 

Fuego

   Quince minutos antes de las siete de la mañana, los tres combatientes llegaron al lugar en cuestión; Ulises y María Clara, vistiendo uniformes escolares, bajaron del Renault 4 y caminaron por la calle Necochea, que a esa hora estaba casi vacía de transeúntes, ya que los alumnos ingresarían a las 7:30 y tan sólo el personal de la escuela ingresaba a la misma a las 7:00; nadie que los viera en el área, pensaría que eran otra cosa que estudiantes que, por algún motivo, habían llegado demasiado temprano y que por eso, vagaban por la zona mientras esperaban la apertura de las puertas del colegio (de hecho, algunas personas los vieron, y eso pensaron); Elena, que debía quedarse en el auto, también vestía ropa escolar, ya que si alguien, un policía, por ejemplo, le llegaba a preguntar qué estaba haciendo, podría decirle que era una alumna que estaba esperando que se hiciera la hora para entrar al colegio; el policía podría preguntarle de quién era el auto, entonces, con un tono de nenita ingenua, diría que de su papá, y él posiblemente preguntaría en dónde estaba su papá, entonces ella diría: “Fue a comprar cigarrillos”. Y señalando detrás del agente, agregaría: “Ahí viene”, entonces él se daría vuelta y ella sacaría un arma con la que le dispararía… pero afortunadamente nada de esto pasaría, lo que pasó fue que se hicieron las siete horas y el Peugeot 404 del preceptor de la CNU, llegó y estacionó en donde siempre lo hacía; sus ocupantes bajaron del vehículo y fue entonces que Ulises y María Clara, tranquilamente se les acercaron, sacaron sus armas y las gatillaron; por inverosímil que parezca, ambas armas se trabaron, por lo que ambos represores, al advertirlo, metieron sus manos bajo sus ropas en un inequívoco intento de sacar sus propias armas, lo cual, lograron, y llegaron a dispararlas en dirección a los guerrilleros, pero fallaron porque para cuando lo hicieron, tanto María Clara como Ulises, se habían refugiado detrás de autos que, cerca de la esquina 9 de Julio, estaban estacionados (María Clara estaba en la vereda derecha desde la óptica de los represores y Ulises, en la izquierda); desde detrás de ellos, habiéndose ya destrabado sus armas, respondieron a sus disparos; los represores parapoliciales, que se habían refugiado detrás del Peugeot 404 en que habían llegado, dispararon unas nueve veces; los guerrilleros, más de cinco cada uno; el fuego de los guerrilleros fue certero, y no así, el de los represores, y así fue que estos últimos quedaron tirados en el piso heridos de muerte; segundos antes de que cayera muerto el preceptor de la CNU, llegó el Chevrolet 400 a la cuadra del hecho, frenó en el sector derecho de la calle, y sus ocupantes, al ver desde el mismo el hecho de sangre, dispararon contra los combatientes, lo cual llevó a Ulises y a María Clara, a volver a refugiarse detrás de autos estacionados; Ulises disparaba con una pistola cuyo cargador, alojaba más de diez balas, mientras que María Clara había disparado en un principio con un revólver de seis tiros y como había agotado su cargador en el primer hecho, debió recurrir a un segundo revólver de 5 tiros que tenía escondido bajo su pantalón a la altura de la pantorrilla derecha.
   El represor que se encontraba en el asiento del acompañante, abrió la puerta del auto y se agachó en posición de tiro detrás de la misma, que le sirvió de escudo, pero fue que en una de las veces que se asomó para disparar, ambos guerrilleros lo impactaron y cayó muerto al piso; el conductor del auto, al ver a su compañero abatido, intentó arrancar y retroceder, para irse del lugar, pero ocurrió que, por los terribles nervios que lo embargaban, manipuló demasiado fuerte la palanca de cambio que estaba integrada al volante, y la rompió, resultando esto en que no pudiera arrancar y no tuviera más opción que la de seguir respondiendo a los disparos; como su revólver se había quedado sin balas, cruzó al asiento del acompañante y bajó del auto en un intento de agarrar la pistola de su compañero de represión caído, lo cual, logró y siguió disparando; uno de sus disparos dio en una pierna de Ulises; en ese momento vio que María Clara, gatillaba, pero su arma no disparaba por haberse quedado sin munición, y si bien, tenía balas en un bolsillo que le permitirían reanudar los disparos, debía cargar su revólver, lo cual le daba al represor del estado, varios segundos de relativa seguridad respecto a que del sector derecho en el cual, él se encontraba, no procederían disparos; en ese momento, lo mismo que a su compañera combatiente, le ocurrió a Ulises, cuya pistola expulsó al cargador, quedando así bien claro, que las balas se le habían acabado; al ver esto, el represor parapolicial decidió cruzar la calle para ultimar a Ulises, a quien sabía herido y era el combatiente que más cerca tenía; mientras tanto, Elena, que permanecía en el auto viendo la escena mientras dudaba sobre si debía quedarse en el mismo, como estaba planeado, dispararle al represor, o qué, en un momento sacó su revólver y lo apuntó contra él, pero fue justo cuando éste bajó la cabeza y salió por el asiento del acompañante, saliendo así también, de su mira, y cuando el represor, arma en mano, empezó a cruzar la calle en dirección a Ulises, dejó de dudar completamente sobre qué debía hacer, y arrancó a toda velocidad el Renault 4 en dirección a él, embistiéndolo y haciéndolo volar por el aire; una vez que el mismo estuvo en el piso, María Clara, que recién había terminado de cargar su arma, fue corriendo hacia él, que se encontraba semiinconsciente, lo apuntó y le disparó un total de tres veces; después ayudó a Ulises a subir al auto, subió ella misma, y se fueron rápidamente del lugar.
      Ulises fue atendido por su novia Elena, que había hecho un curso de enfermería y se había especializado en la atención de heridas de bala, y se recuperó sin inconvenientes, tras no mucho tiempo, ya que la bala lo había apenas rozado.

   El operativo, pese a sus imprevistos, fue un éxito.


(1) Concentración Nacional Universitaria
(2) Unión de Estudiantes Secundarios
(3) Servicio de Inteligencia del Estado