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jueves, 3 de febrero de 2022

Intocable (cuento) - Martín Rabezzana

 
El amor más palpable suele 
ser el que se siente por 
alguien intocable.
 
Martín Rabezzana
 
 
   Allá por mediados de 1975, una adolescente empezó una relación sentimental con un joven militante de la Juventud Universitaria Peronista, lo cual, a la madre de la chica preocupó sobremanera ya que relacionaba necesariamente a toda agrupación política de izquierda, con la guerrilla subversiva que, según su criterio ultraconservador, era causante de todo lo más terrible ocurrido en la sociedad, por lo cual, le insistió a su hija para que lo dejara, pero ante su negativa intransigente, decidió posponer dicha insistencia y superar los prejuicios que la llevaban a condenar al joven sin siquiera conocerlo, por eso, tras subrepticiamente buscar en la agenda de su hija el número de teléfono de su novio, la mujer llamó a su casa y lo invitó a tomar el té para poder conocerlo y saber así con quién estaba su hija, invitación que el muchacho muy alegremente aceptó como aceptó también, su pedido de no decirle nada a su hija porque no quería que la chica la condicionara en sus preguntas a su persona.
   Al día siguiente el joven se presentó en la casa de la madre de su novia, estando ésta última, así como su padre, en ese momento, ausentes, y muy cortésmente le extendió el paquete con masas finas que había comprado; ella se lo agradeció y lo invitó a sentarse a la mesa de la cocina mientras preparaba el té; una vez que el mismo estuvo listo, lo sirvió, y, tras comer alguna masita y tomar algo del té en medio de una conversación intrascendente de convención, la madre, disimulando el desagrado que el aspecto tirando a “jipi” del joven le causaba (tenía barba y pelo largo, si bien estaba dentro de todo, bien vestido) le dijo al muchacho:
   -Ustedes, los revolucionarios, son muy agresivos; no entienden que aun los cambios justos que pretenden, deben darse lentamente; quieren todo ya, y en ese quererlo todo de inmediato, no miden las consecuencias para ustedes mismos ni para los demás, que su impaciencia les puede acarrear… No veo en qué sentido la subversión que ustedes pretenden, pueda ser buena.
   Entonces el joven, tranquila y amablemente, le dijo:
   -Señora: ¿usted cree que las cosas están bien en la sociedad? Y no me refiero sólo a la local, sino a la mundial.
   La mujer de poco menos de 50 años, perteneciente a la llamada “pequeña burguesía”, rápidamente dijo:
   -No, pero...
   Y fue interrumpida por el joven que dijo:
   -Yo tampoco, y no sólo nosotros pensamos que el rumbo que la humanidad está tomando es conducente a un abismo, sino también casi cualquier persona independientemente de la tendencia política que sea e independientemente también, del país del mundo que sea, por lo cual, si convenimos en que el estado de las cosas es malo, ¿por qué no habría de ser bueno subvertirlo?
   -Sí, bueno, pero hay formas y formas de tratar con cualquier situación, y la de ustedes tiende siempre a la violencia.
   -La violencia es parte de la vida; es un imposible vivir sin causar daño a los demás, por más que así lo queramos, por eso es que mejor que intentar eliminar lo que no puede ser eliminado, sea intentar dirigir, regular y moderar, lo que sí puede ser dirigido, regulado y moderado.
   -Y ustedes piensan que pueden regular y moderar a la violencia… eso demuestra que no son realistas.
   -En eso le doy la razón, señora; no somos realistas, y yo, por mi parte, espero no serlo nunca.
   -¿Por qué?
   -Porque siendo realista no se llega lejos.
   La mujer dijo:
   -¿Por qué piensa eso?
   -Porque el realismo es un estado de inmovilidad que implica resignación ante una situación general, negativa.
   La mujer, tras pensar un poco, dijo:
   -Supongamos que usted tiene razón, aun así, deberá coincidir conmigo en que, sin una visión realista de las cosas, no se puede alcanzar lo alcanzable.
   A lo que el joven, tras unos segundos, respondió:
  -Yo creo que la ficción es la contraparte necesaria de la realidad, por lo que para poder construir realidades, primero hay que soñar muchas ficciones.
   -Las ficciones son necesarias y positivas, pero la realidad es más importante.
   Y tras negar con la cabeza, mientras sonreía ligeramente, el joven respondió:
   -La ficción, como así también, la realidad, es parte de un todo, y cada una de las partes del todo es igualmente importante.
   La mujer, sin siquiera habérselo propuesto, poco a poco aligeraba la carga negativa de sus cuestionamientos por, sin ella siquiera advertirlo, empezar a estar en sintonía con el sentir del joven, sin embargo, algo en ella todavía se resistía a ser llevada hasta su nivel de positividad, lo cual la llevó a expresar lo siguiente:
   -Ustedes, con su nacionalismo, que no por ser de izquierda deja de ser nacionalismo, continuamente dicen querer lo mejor para la patria, pero en realidad, si bien los intereses que defienden, a veces coincidirán con los de la patria, muchas otras su “preocupación por el bienestar de la patria”, no es más que la excusa para imponer su propia voluntad.
   Y sin perder lo calmado de su tono, el joven preguntó:
   -¿A qué le llama “patria”?
   -Al país, lógicamente; los nacidos en Argentina compartimos patria, y todo lo que implica culturalmente ser del mismo país, nos hace ser un pueblo.
   -No estoy de acuerdo con usted; para mí, a la comunión entre las personas la crea el sentir entre ellas, coincidente, y como el mío lo es con el de los necesitados, mi patria y mi pueblo están conformados por la solidaridad;... A ver si lo puedo fundamentar mejor: aunque dos personas hayan nacido en el mismo país, hablen el mismo idioma y compartan cultura, no por eso son parte del mismo lugar ni del mismo pueblo; por ejemplo, si dos personas nacidas en el mismo país, hablantes del mismo idioma y formadas en la misma cultura, se encuentran mientras una de ellas se siente muy mal y la otra, lejos de compadecerse de ella, es totalmente indolente a su sufrimiento, una y otra están en sintonías distintas, mientras que si llega otra, aunque sea de otro país, hable otro idioma y su cultura sea distinta, y empatiza con la persona sufriente, estará, por compartir su sentir, en la misma sintonía que ella y, por consiguiente, en el mismo espacio al que podemos denominar: “patria”; esto ocurre porque el sentir compartido entre los seres, es lo único que entre ellos vence verdaderamente las distancias y genera comunión, de ahí que yo crea que lo único por tener en común con el otro que hace lógico que se considere a uno y otro pertenecientes al mismo lugar, es el estado de ánimo; por eso es que para mí, la patria no es la división político-administrativa en la que se nace; para mí, la patria es el estado de ánimo.
   A pesar de la solidez de los conceptos por el joven expuestos, su tono al expresarse era de una amabilidad absoluta, lo cual inhibía enormemente a la mujer en lo referente a presentarles oposición, y fue por eso llevada, sin quererlo ella así, a un nivel de debate igualitario en el cual, toda su negatividad quedaba anulada.
   La mujer empezó a sentirse incómoda, pero ya no por desagrado al joven, dado que durante el curso de la conversación, el mismo había empezado a disminuir al punto que ya en ese momento, había desaparecido por completo, sino por un sentir nuevo, para ella inentendible, que por todos los medios intentaba contener.
   Tras una hora y cuarto de conversación, la mujer estaba en lo emocional, totalmente revolucionada, ya que todo el desagrado por el joven que por sus prejuicios había sentido, se había a esa altura transformado en una atracción físico-romántica irrefrenable que la llevaba a mirarlo con gran dificultad porque cada vez que lo hacía, aumentaba exponencialmente en ella el deseo de lanzarse a sus brazos, besarlo en los labios, bajarle el pantalón y chuparle la pija; por todo esto es que abruptamente dio por concluido el encuentro, ya que sabía a dicho deseo, incontenible e inconcretable, y no fue por amor y fidelidad a su esposo y amor y lealtad a su hija, como ella se repetiría tantas veces, que no había actuado según su instinto, sino solamente: por amor y lealtad a su hija.
   Toda la culpa que esto le generó, resultó en que nunca más quisiera ver al joven que, por tal motivo, creería erróneamente que a la madre de su novia no le había caído bien, pero su negativa a verlo no evitó en absoluto que su deseo por él, siguiera aumentando y la atormentara en secreto.
   La relación entre la chica y el militante de la JUP, fue inmejorable, tanto así, que ninguno de los dos dudaba de que el casamiento entre ellos era una cosa inminente, sin embargo, el mismo nunca se concretaría dado que la relación entre los jóvenes terminó imprevistamente cuando, tras unos diez meses de relación, ya en 1976, el joven fue secuestrado por una patota del estado que irrumpió en su domicilio y se lo llevó para siempre.
   Los amigos de la chica se enteraron antes que ella sobre lo que le había ocurrido al joven y no se animaban a contárselo, por eso fueron hasta su casa y hablaron con sus padres, quienes les dijeron que ellos se lo comunicarían cuando llegara y les pidieron que por favor se fueran cuanto antes ya que necesitaban privacidad y su hija llegaría en cualquier momento. Así lo hicieron y cuando la chica llegó y le fue dicho lo que a su novio le había pasado, rompió en un llanto desgarrador que su madre acompañó en ése, y otros muchos momentos de dolor todavía por venir.
   La mujer habitualmente lloraba y seguiría llorando por el dolor que el amor perdido le causaba a su hija, pero lo que nadie más que ella misma nunca sabría, es que lloraba sobretodo, por su propio amor perdido.