domingo, 26 de junio de 2022

Espacio salvaje (cuento) - Martín Rabezzana

 (“Espacio salvaje” es una especie de continuación de mi cuento: “Contraofensiva intraterrestre”, que es a su vez una continuación de otro cuento mío llamado: “Escribiendo en el no tiempo”).

-Palabras: 3.048-

   Era raro; vivía en una mansión pero comúnmente no tenía un mango; cuando alguien le preguntó cómo podía ser que viviendo en donde vivía, esto así fuera, dijo que la casa la había heredado de un familiar al que no conoció que, por estar en malos términos con toda su familia cercana, al sentirse próximo a la muerte había decidido dejarle todo a un familiar lejano y desconocido que era él. Así fue cómo ahí terminó viviendo, y siendo alguien comprometido con lo social (quien en aquellos años setenta no lo fuera, es alguien de cuya calidad humana hay que desconfiar), había puesto en alquiler varias habitaciones, pero a otras, se las cedía a familias que carecían de viviendas a cambio tan solo de que contribuyeran a su mantenimiento realizando tareas de limpieza y cosas así, y así fue como, por no alquilar todas las habitaciones, rápidamente empezó a pasar apuros económicos que lo llevaron al punto de casi perder a dicha propiedad por no poderla mantener, entonces se le ocurrió ceder gran parte de ella (que era la del frente pero sólo en su parte central y derecha, manteniendo así la titularidad de la parte izquierda frontal y hasta el fondo, en el cual, había un enorme y hermoso jardín) al municipio de Quilmes, en cuya ciudad homónima estaba ubicada la casa,
para que allí se realizaran actividades culturales, y al hacer esto, el municipio quedaba a cargo del pago de los servicios de la casa en su totalidad y del mantenimiento edilicio más costoso, y como el uso de la casa por parte del municipio tenía lugar durante el día, ocurría que desde la noche y hasta la mañana, la parte municipal volvía a ser para él y sus pasajeros, por lo cual, a dicha cesión la sentía casi como un préstamo, y la parte que le había quedado, lejos estaba de ser ínfima, ya que era bastante importante. La cuestión es que vivía sin trabajar ni pagar servicios, debiendo pagar casi únicamente la comida, que costeaba con lo que le pagaban los residentes de las varias habitaciones de la parte que seguía siendo de su propiedad, pero como ya dije: se las cedía habitualmente a gente desfavorecida, resultando esto en que tan solo una o dos de ellas, fueran pagas, no constituyendo tales pagos, grandes sumas (porque además, a quienes sí les cobraba, les hacía precio), de ahí que anduviera habitualmente sin un mango.
 
   Un día del año 1974, mientras varios residentes de la mansión miraban la televisión, uno de ellos, que muy poco hablaba, tras aparecer cierto político importante en la pantalla, dijo:
   -El león herbívoro es el más jodido de todos, ya que no es aquel que no come carne, sino aquel que sí la come, pero sin tener la necesidad biológica de hacerlo –y segundos después, agregó: -El león herbívoro mucho se parece al ser humano.
   “Uaaaaaauuu”, uno de los residentes pensó; “Este tipo evidentemente espera a tener algo importante que decir para hablar”.
   Una mujer dijo:
   -El ser humano se hace el pacífico y el honesto, pero no lo es. Es agresivo e hipócrita, y cuanta más agresividad e hipocresía tiene, más se autoproclama “civilizado”… …Ante toda matanza y arbitrariedad orquestada por las clases dominantes, la palabra “civilización”, ha sido históricamente una constante ya que ha constituido para ellas, una justificación de comisión de actos crueles, y lo más absurdo de todo es que quienes a dichas clases no pertenecen ni justifican a sus actos arbitrarios, también usan comúnmente a tal palabra con el sentido contrario al que los hechos dan cuenta que le corresponde… …¿Qué carajo creerán que es la “civilización” los malparidos que la reivindican?... …El escritor Martín Rabezzana (1) en uno de sus textos, dice: “La civilización es la opresión de unos pocos sobre las mayorías; no existen hechos históricos que den cuenta de que a dicha palabra le corresponde un sentido no tiránico.”, y el médico rural Esteban Laureano Maradona (que se autodefine como “salvaje”), hace una distinción entre el salvajismo y la barbarie; aludiendo al periodo de la primera infancia, dice más o menos que todos hemos sido salvajes y que lo salvaje es lo natural, siendo, por consiguiente, artificial, lo civilizado, y dice que la barbarie es un producto de la civilización que, como tal, en estado salvaje es inexistente.
   Entonces otro residente dijo:
   -Es verdad… la “civilización” con un sentido de paz y armonía, es parte de una teoría que al intentar ser llevada a la práctica, se descubre en su base errónea, y ante la impractibilidad de un plan teórico, hay dos opciones: negar a la teoría o negar a los hechos;… los civilizacionistas eligen negar a los hechos, y así, su teoría según la cual, la civilización es lo que tiene lugar cuando los seres humanos alcanzan un gran desarrollo en materia moral e intelectual, se sostiene… …La teoría es campeona eterna porque SIEMPRE le gana a la práctica, y como las masas son exitistas, es entendible por qué se ponen de su lado.
   La mujer dijo:
   -Entonces… si las masas son exitistas y cosa tal implica preferir la teoría a la práctica, lo cual a su vez implica defender a la civilización, que no es otra cosa que defender a la opresión de unos pocos sobre las mayorías, significa que las masas son responsables de su propio sometimiento.
   -Exactamente –respondió su interlocutor.
   Tras varios segundos de silencio, ella preguntó:
   -Entonces… ¿no existen las víctimas? ¿No existen los inocentes?
   -Yo creo que existen casos particulares de inocencia en las masas que resultan en que cuando algunos de sus integrantes son reprimidos por el sistema, sean víctimas, pero son eso y nada más: casos particulares, ya que las mayorías no son inocentes. Las mayorías se buscan todo lo malo que les pasa, de ahí que, si bien mi sentir me lleva a apoyar a las tendencias políticas favorables a las mayorías, no pueda considerarme “populista” porque la voluntad popular, es altamente destructiva, incluso para sí misma.
   E inmediatamente de haber dicho esto, otro residente dijo:
   -Siguiendo tu línea de pensamiento: habría que suprimir a la voluntad popular.
   Su interlocutor respondió:
   -Sí, el problema es que no hay otra cosa que voluntad popular, es decir: si hay un gobierno democrático representativo, es porque hay una mayoría que lo quiere; si hay un gobierno de facto, es porque hay una mayoría que lo quiere; si hay un derrocamiento de todo gobierno y estado y se da una organización social sin ellos, es porque hay una mayoría que así lo quiere, o sea, ocurra lo que ocurra en una sociedad, lo ocurrido siempre es obra de la voluntad popular, por eso es que a la misma no se la puede suprimir.
   Entonces la mujer dijo:
-Pero casos como el de Trelew (2), en que hubo una mayoría que se manifestó en contra de la represión de las autoridades, dan cuenta de que no siempre lo que ocurre en una sociedad es voluntad de las mayorías.
   El joven dijo:
   -Es verdad, pero el de Trelew es un caso de excepción que confirma la regla, y la regla no sólo sigue intacta al manifestarse una excepción, sino que, por la misma, hasta parece fortalecerse.
   La mina, con tristeza dijo:
   -Estamos atrapados entonces.
   Con igual tristeza se le respondió:
   -Y sí…
   -¿No hay salida?
   -No… o tal vez sí, pero no en este plano; en el budismo ya está racionalizado este pensamiento, de ahí que Buda haya mostrado cuál es lo que él consideraba el camino para alcanzar el nirvana y darle fin a la existencia terrenal que no es otra cosa que un constante caminar en círculos.
   Tras varios segundos de silencio, alguien dijo:
   -Yo estudio psicología.
   Entonces, con clarísima dicción y elocuencia, como si tuviera estudiado un guion, una mujer que en la casa residía (que no era la misma que recién había hablado), dijo:
   -Yo no creo en el psicoanálisis ni en ninguna otra “psicoterapia” aun aceptando que hay gente a la que le hace “bien”, como tampoco creo en el cristianismo, en el judaísmo, en el sintoísmo ni en ninguna otra religión, aun admitiendo que hay gente que ante problemas emocionales se ha entregado a una religión y gracias a ella ha salido adelante, porque para que eso pase, hay que tener un sentir acorde con el ideario en cuestión (3); si el sentir que uno tiene, no lo es (y uno NO ELIGE QUÉ SENTIR), meterse en eso no le va a servir de nada, y si ocurre que uno no se mete en eso, sino que lo meten contra su voluntad, no sólo no le va a hacer bien, sino que además, le va a hacer mal, y esto de imponer creencias por el supuesto bien general (que tanto se ha dado en la historia con consecuencias funestas, de ahí que la imposición de creencias de fe haya sido revisada y –supuestamente- abolida en gran parte del mundo), es lo que se hace actualmente con la psicología, por lo que podemos concluir que en realidad, de la imposición en cuestión, solo se ha abolido a su formato (no vayan a creer que sólo la CRIMINAL PSIQUIATRÍA es lo coercitivo, ya que cuando se impone un tratamiento psiquiátrico, también se impone otro psicológico porque donde hay psiquiatras, están sus “chepibes” o, mejor dicho: sus chupapijas profesionales, o sea, los psicólogos, que son los que les entregan víctimas);… …Si casi todos convenimos en que debe ser respetado el derecho a creer en religiones tanto como el derecho a no creer en ellas, ¿por qué tan pocos aplican eso ante quienes manifiestan no creer en las psicoterapias?, y el hecho de que no es respetado quien no cree en ellas, está a la orden del día, ya que basta con expresar descreimiento en público por eso, para que alguien “culto” salga a tratarlo de “ignorante” o, haciéndose el respetuoso, de alguien que simplemente “no sabe del tema”, porque si supiera, según su visión absolutista, creería en la disciplina en cuestión igual que él, si es que se dignara decir que “cree” en la psicología, ya que la misma entra actualmente en la categoría de “ciencia”, y aquello que tiene tal título, es algo en lo que supuestamente no se puede creer, sino solamente aceptar por estar pretendidamente probado… es decir, la ciencia es una diversificación de la creencia de fe, y como lo que lleva tal título ha sido aceptado masivamente en su validez no sólo por personas no religiosas, sino incluso por aquellas que sí lo son, podemos decir que es además, su solidificación. Por todo esto es que las llamadas “ciencias” son neorreligiones que, por poseer un alcance mayor respecto a las antiguas, hacen de este tiempo una fase más dentro de la era oscurantista de la cual, a diferencia de lo que muchos creen, nunca salimos, y empezaremos a salir cuando masivamente empecemos a cuestionar y rechazar a las “ciencias”.
   Tras la mujer decir todo esto, el joven que había manifestado estudiar psicología, dijo:
  -Bueno… si bien es cierto que se usa abusivamente la palabra “ignorante” para descalificar a quien piensa distinto, a veces sí ocurre que alguien descalifica a una disciplina sin conocerla, y cuando se da el caso, su opinión no es válida; vos, por ejemplo, no estudiaste psicología y la descalificás; si desacreditaras a sus fundamentos tras haber hecho la carrera, tu opinión sería válida, pero no habiéndola hecho, ¿cómo podría serlo?
  La mina rápidamente replicó:
   -Tu fundamento es el mismo que usan los teólogos para descalificar a los ateos; dicen por ejemplo que alguien que no tiene altos estudios teológicos, no puede ser ateo porque carece del conocimiento suficiente como para fundamentar su descreimiento en la existencia de dios, por lo cual, sólo alguien que haya cursado altos estudios de teología y rechace a la validez de los conceptos en los mismos expuestos, puede ser ateo, pero en su visión absolutista de las cosas, eso no puede darse porque quien descree de la existencia de dios, de empezar a adquirir altos estudios teológicos, NECESARIAMENTE empezaría a creer, y esto es lo mismo que te pasa a vos, ya que asumís que si quien descree de la psicología empieza a estudiar dicha carrera, NECESARIAMENTE va a creer en ella, de ahí que quien descrea sea para vos, necesariamente ignorante, no obstante lo cual, asumo que no te considerás absolutista ni equiparable en ninguna medida a un representante fanatizado de ninguna religión… ¿por qué?
   Entonces el estudiante de psicología, con evidente incomodidad manifiesta en el tono tembloroso de su voz, dijo:
   -Esteee…. en realidad… …lo que iba a decir es que… estudiar… lo que se dice estudiar… yo más bien, lo que hice fue acercarme a la facultad de psicología porque hay chicas lindas, pero en realidad lo mío son las carreras de autos; yo tengo el sueño de ser piloto de Turismo Carretera.
   -Ah, está bueno eso, che; suerte con ese proyecto.
   -¡Gracias!
   Tras concluida la conversación, el joven le dirigió a la mujer el siguiente pensamiento: “¡Qué soberbia que sos!”, y por asumir que justamente una cosa así él pensaría de ella, casi como si le hubiera leído la mente, ella mentalmente respondió: “Considerame soberbia si eso es lo que necesitás para sentirte modesto”, y… ¿cómo podría yo no estar de acuerdo con la mina? ¡Si re dio en la tecla!... Está lleno de pavotes que viven acusando a los demás de ser soberbios para poder sentirse modestos, y como la modestia es por la generalidad tenida por virtud y la soberbia, por defecto, por su supuesta modestia, quien continuamente realiza dicha acusación, se siente superior a quienes señala como “soberbios”.
   Al rato, toda conversación potencialmente generadora de discusiones fue depuesta y varios residentes de la mansión que eran músicos, tocaron sus instrumentos mientras se compartía mate, te y café, acompañados por productos dulces de panadería, caseros, recién cocinados en la mansión misma; varios minutos de gran bienestar transcurrieron hasta que todos escucharon un estruendo procedente de algún lugar que distaría unos 300 metros de donde ellos estaban, que resultó en que un silencio general, de pronto entre ellos, se instalara; por varios minutos nadie dijo una palabra; mientras tanto, una joven que militaba en una unidad básica situada no muy lejos de la mansión, vivía momentos de enorme tensión que la llevaron a tener que escapar de su lugar de militancia y, posteriormente, de otro lugar en el que se había refugiado, resultando esto en que deambulara durante un buen rato por la calle buscando algún lugar para esconderse, pero ya se estaban terminando los años de gran solidaridad general que llevaban a que, por ejemplo, muchos vecinos le abrieran la puerta de sus viviendas a los manifestantes para que se escondieran de la policía y los militares cuando ellos abandonaban una protesta en circunstancias en que eran por dichos represores, perseguidos (esto ocurría comúnmente aun durante el gobierno de facto autodenominado “Revolución Argentina”); para el año ’74, ya había empezado a ocurrir lo contrario; cuando la gente veía a personas que claramente huían de las autoridades a las que sabía perseguidoras arbitrarias, lejos de solidarizarse con ellas y prestarles ayuda, se alejaba y cerraba las puertas de sus casas por miedo a ser acusada de complicidad con los “subversivos” y por tal motivo, reprimida, y dicho miedo (que en muchos casos llegaba hasta ser terror), habitualmente se manifestaba de un modo extremadamente agresivo. Así lo pudo experimentar la mujer que, tras pedirle encarecidamente a varias personas que en las puertas de sus viviendas estaban, que la dejaran quedarse un rato en sus casas, no sólo se lo negaban, sino que hasta alguna llegó a amenazarla con una escopeta mientras le decía:
   -No me comprometás, nena. ¡Tomatelás porque si no, te mato yo antes que la policía!
   Entonces, en ese tenso caminar sin rumbo, recordó que alguien le había comentado que el dueño de determinada mansión (muy conocida en la zona) alojaba solidariamente a personas que carecían de viviendas, y hasta la misma se dirigió; una vez frente a su puerta, golpeó y su dueño abrió; ella, con gran nerviosismo, le dijo:
   -Hola. No te voy a mentir, te voy a decir la verdad: necesito un lugar donde quedarme durante algunas horas; me están persiguiendo y…
   En ese momento el hombre la interrumpió y le dijo:
   -Está bien, no me expliqués nada, no hace falta; claro que podés quedarte acá; pasá.

   La mujer entró a la mansión y el hombre le preguntó:
   -¿Cómo te llamás?
   -Eugenia –ella respondió.
   Entonces, el dueño de la residencia le dijo a todos los residentes:
   -Les presento a Eugenia.
   Y con gran alegría, como si la hubieran estado esperando, todos dijeron:
   -¡Hola Eugenia!
   Tras lo cual, los residentes de la mansión retomaron las conversaciones amenas, los que tocaban instrumentos musicales, volvieron a tocarlos y volvió el clima de positividad que hasta hacía un rato atrás, en la casa había.
   Por su calidad de “centro cultural municipal”, los sicarios del estado no podían en ese entonces irrumpir en la mansión (lamentablemente, menos de dos años después, esto cambiaría), por lo que la misma constituía un espacio salvaje que, como tal, conformaba un refugio seguro de la barbarie existente sólo en la civilización.
 
 
 
(1) ¡Pero si no había nacido todavía Martín Rabezzana!


(2) Trelewazo. Periodo de huelgas y protestas pacíficas en repudio a la represión gubernamental; las manifestaciones se iniciaron en la ciudad patagónica de Trelew y se expandieron por otras ciudades de la provincia del Chubut.


(3) Si el sentir que uno tiene es acorde con un ideario cualquiera, en el mismo cree aun contra toda evidencia que exponga a su carácter erróneo, y si el sentir que uno tiene no es acorde con un ideario, en el mismo no cree aun contra toda evidencia que exponga a su carácter válido ya que, a fin de cuentas, los idearios son sistematizaciones de pensamientos que se construyen siempre sobre la base de sentimientos; alguien podrá objetar que si bien los sentimientos crean ideas acordes con ellos, las ideas hacen lo propio con los sentimientos, y tal vez sea así, pero a mí me parece que más que crearlos, los idearios sólo refuerzan determinados sentimientos cuando en una persona ya son de nacimiento, fuertes.

viernes, 10 de junio de 2022

Contraofensiva intraterrestre (cuento) - Martín Rabezzana

(Todas las fotos que ilustran la siguiente publicación, las saqué yo mismo el 18 de abril del año 2012 en la ciudad de Quilmes este, y son del área en donde ocurrieron los hechos relatados en el texto).

("Contraofensiva intraterrestre" es una suerte de continuación de mi cuento: "Escribiendo en el no tiempo").

-Palabras: 3.423-

Silencio que concluye

   Es extraño que lo de los setenta del siglo veinte haya quedado silenciado casi por completo por más de dos décadas, y no me refiero a la represión estatal, ya que de eso se habló y mucho, sino al contexto en que ocurrió, al punto que los que nacieron al final de dicha década y en las siguientes, poco y nada saben al respecto, pero también es lógico por dos motivos: uno es que la represión estatal fue tan cruenta, que eclipsó a todo lo demás, de ahí que durante años fuera eso lo único claramente visible, y el otro es que las leyes de impunidad que se crearon, llevaron a que en los programas educativos oficiales impuestos por los gobiernos que a dichas leyes dictaron, tal periodo fuera por propia conveniencia, sistemática y deliberadamente omitido (extrañamente, tras haberse derogado tales leyes, la información sobre el periodo en cuestión, siguió estando ausente en el ámbito escolar), pero el tiempo pasó y ahora sí se puede hablar de todo aquello que fue silenciado, y en ese poderse hablar de todo lo silenciado, considero que me corresponde hacer mi parte.

Solidaridad en aumento

   A fines de 1972 yo tenía 12 años; vivía con mis padres y hermanos a la vuelta de una casa abandonada en la que habitualmente entrábamos junto a otros chicos del barrio ya que tal ingreso constituía una modesta pero nada despreciable, aventura; dicha casa un día empezó a ser restaurada y ocupada, entonces, la aventura mencionada, para todos los pibes del barrio llegó a su fin y maldije a sus ocupantes; poco después, en el frente de la misma fueron pintadas proclamas a favor de Perón que dieron cuenta de que en ese lugar empezó a funcionar una unidad básica de la Juventud Peronista, lo cual resultó en que a diario mucha (muchísima) gente de una edad media de veinte años, entrara y saliera de ese lugar en el que se preparaban tareas que para mí, eran entonces desconocidas. Ahora sé que en tal lugar, los militantes se organizaban para prestar ayuda en los barrios carenciados consistente en reparar y/o construir viviendas, recibir donaciones de ropa y alimentos para repartirlas entre los pobres, brindar apoyo escolar, reparar y/o comprar e instalar luminarias públicas en caso de que la municipalidad no lo hiciera, proveerle asistencia médica a los vecinos que de ella carecían, lo cual no era difícil ya que la Tendencia Revolucionaria del Peronismo estaba constituida por gente de todos los niveles
socioeconómicos, no siendo la excepción el sector “profesional” de la población, por eso es que cuando en los barrios proletarios se necesitaba de ayuda profesional, tanto en lo sanitario (1) como en lo edilicio, no faltaran los médicos ni los arquitectos brindando sus servicios ad honórem, y muchas otras cosas así; esta gente que se unía con el objetivo de ayudar a la parte más desfavorecida de la sociedad, era en esos primeros años de los setenta, cada vez más, lo cual equivale a decir que la solidaridad era cada vez mayor, y no sólo en el Área Metropolitana de Buenos Aires, sino también, en todos los grandes centros urbanos de todas las provincias del país desde donde, como reguero de pólvora, la solidaridad se empezó a extender hacia las zonas rurales, y esto ocurría en todos los sectores de la sociedad, o sea: en las escuelas, las universidades, las fábricas, los talleres, los clubes de barrio, etc., etc., etc.; en todos esos lugares había un número cada vez mayor de gente que se sumaba a las organizaciones de izquierda revolucionaria (peronistas y no peronistas) con el objetivo de mejorar las condiciones de su propio ámbito y el ajeno, realizando así, la ayuda social que el estado no realizaba, y cuando cosas así ocurren, el estado ve dañada a su imagen y reprime a la solidaridad que lleva a los individuos a realizar actos de ayuda desinteresados, lo cual implica reprimir a la gente que con el “virus de la solidaridad” haya sido infectada o que las autoridades consideren que está en condiciones de serlo, y lamentablemente, así se terminó haciendo y a una escala sin precedentes en el país.
   Yo era parte de una familia de clase media, por lo cual, la ayuda ya referida nunca me hizo falta, pero sí conocí a mucha gente que pasaba necesidades que en gran medida disminuyeron gracias a la ayuda del colectivo de la izquierda revolucionaria, por eso es que a mí me consta que no había segundas intenciones en la gente perteneciente a los llamados frentes de masas; todo lo hacía desinteresadamente, es decir: por pura solidaridad, a diferencia de sus cúpulas cuyos integrantes fueron quienes crearon a dichas organizaciones de superficie que, en el caso de casi todas las de corte peronista, era la de Montoneros, que fue una organización armada que se inició con pocos miembros con el objetivo de reprimir a los represores del estado (así lo entendió la mayoría y por eso tuvieron en un comienzo, apoyo masivo de la sociedad) y presionar al gobierno para que dejara a Perón (que en ese entonces estaba proscrito) volver al país y postularse para la presidencia, pero que con la popularidad que rápidamente ganó, se convirtió en una mega organización cuyas autoridades fueron elevándose velozmente hasta quedar tras poco tiempo totalmente aisladas del sector medio y bajo (lo cual le pasa a la cúpula de TODA organización cuando se vuelve grande, sea de la índole que sea), de ahí que sus mismos ex integrantes suelan reivindicar a la generalidad de los montoneros y a su causa, pero no así, a sus dirigentes que, enceguecidos en sus intentos de detentar el poder estatal, dejaron de distinguir entre represores del estado y gente común, y perpetraron así, atentados con cada vez mayor frecuencia en los que no sólo murieron personas pertenecientes a la represión estatal, sino también, personas ajenas a ella; esto resultó en que la mayor parte de la sociedad dejara de apoyarlos, no obstante lo cual, seguían, al igual que los militares, autoproclamándose “defensores” de un pueblo que en su accionar, mayormente ya no los justificaba (como tampoco justificaba a los milicos), pero sí justificaba y apoyaba a los frentes de masas que habían creado, por entender que sus acciones (a diferencia de lo que dicen los derechistas que acusan a toda La Tendencia de haber sido guerrillera/terrorista) nada tenían que ver con la lucha armada de Montoneros, ya que las mismas estaban constituidas por acciones de ayuda social y eventualmente, políticopartidarias, de ahí que no haya incoherencia en el hecho de que en paralelo con la disminución del apoyo popular a Montoneros, haya aumentado la adhesión de la población a dichos frentes de los cuales, el más destacado era el constituido por la JOTAPÉ, que si bien no fue creado por Montoneros, terminó siendo por ellos, liderado.
 
(1) El autor (o sea, yo, Martín Rabezzana) no comparte la visión positiva que el personaje de este texto que cuenta la historia, parece tener sobre la medicina oficial.
 
Añoranza
 
   Viendo las necesidades que tantas personas tienen en la actualidad, añoro el tiempo en que la solidaridad en la población era masiva… Insisto con que la ayuda que venía de La Tendencia era desinteresada, a diferencia de la estatal que se realiza en parte por intermedio
de asistentes sociales que las autoridades manda a las zonas carenciadas (así como también manda sociólogos y psicólogos); esa gente que se disfraza de “solidaria” y cree que los pobres desconocen cuál es su verdadero fin, en toda área necesitada es rápidamente reconocida como espía del estado cuyo fin oficial de ayudar a los pobres, es totalmente falso siendo el verdadero, el de realizar informes sobre las personas en pos de que las autoridades sepan quiénes, por organizarse con el objetivo de conseguir mejores condiciones de vida, constituyen una amenaza posible para los intereses de una minoría económicamente poderosa (que es el grupo de la sociedad que creó al estado para protegerse de las masas) y se los pueda reprimir adecuadamente, ya sea por intermedio de las mal llamadas “Fuerzas de seguridad”, la milicia o la psiquiatría (esta última fuerza estatal represora, increíblemente no es todavía reconocida como tal por la mayoría).
   Como es sabido, cuando empezó la represión a gran escala de los frentes de masas ya referidos, perpetrada por la Triple A (ya en 1973 durante la presidencia de Lastiri, que no era más que un títere de Perón, y no así tras la muerte del general, que es lo que quieren creer muchos de la izquierda peronista en pos de exculparlo a Perón, porque, de no hacerlo y
admitir así que el mismísimo Pocho los mandó masacrar, sería injustificable por absurdo, seguir llamándose “peronistas”, y lo es, ya que Perón, aun de no haberle ordenado en ese sentido nada al principal organizador de la Triple A -o sea, a López Rega-, lo dejó hacer lo que quiso, que es igual a que le hubiera ordenado reprimir), Montoneros pasó a la clandestinidad y tal agrupación no accedió al pedido de los militantes de La Tendencia de envío de combatientes para protegerlos, lo cual resultó en que los frentes de masas, cuyos lugares de reunión principales eran las por todos en aquel entonces conocidas, unidades básicas, quedaran totalmente desprotegidos y a merced de los sicarios de la derecha peronista. Cosas así, dan cuenta de por qué comúnmente los montoneros de los niveles medios y bajos, despreciaban (y los que siguen vivos, aún hoy desprecian) a su propia cúpula; desprecio que, como ya dije, allá por el ’73, en la población era general, aunque el mismo alternara habitualmente con la simpatía por todos saber que pese a lo injusto y arbitrario de muchas de sus acciones, Montoneros seguía siendo una organización que reprimía a esos represores de las masas que son los integrantes de las Fuerzas Armadas y de “seguridad”; esta incoherencia en lo que a sentir respecta, no debería sorprender a nadie ya que es un hecho innegable el que todo lo existente se conformó a partir de mezclas, por lo cual, lo único puro es la nulidad; cada cosa que existe, es necesariamente resultado de una mezcla, y en el ámbito de los sentimientos no se da la excepción, por lo cual, la simpatía hacia alguien o algo, puede perfectamente coexistir con el repudio, y esto mayormente era lo que se daba en el sentir de la población no politizada e incluso, entre los mismos integrantes de La Tendencia, hacia Montoneros; recuerdo haber llegado a escuchar una conversación que se dio entre militantes de la JP mientras yo pasaba junto a unos amigos frente a la unidad básica de mi barrio, en que uno le decía a otro:

   -Yo banco a los montos mientras estén fuera del gobierno, pero cuando lleguen al mismo, tendré que oponerme a ellos porque estoy seguro de que cuando ya no nos necesiten, no van a dudar en reprimirnos igual o más que el gobierno actual.
   Años después, con una comprensión mayor de la situación social de aquel entonces, consideré que fue justamente eso lo que a los mismos Montoneros les ocurrió con Perón, ya que él los bancó mientras estuvo fuera del poder y ellos presionaban al gobierno para que lo dejaran volver al país, pero cuando (gracias a ellos) lo consiguió, pasaron a ser considerados por el general, rivales peligrosos a los que había que exterminar.
 
Ofensiva y contraofensiva
 
   Un día, allá por 1974, a la unidad básica empezó a ir varias veces por semana una mujer que, por supuesto, vista desde mi perspectiva de chico (yo ya tenía 14 años), era grande, si bien probablemente tuviera tan solo poco más de veinte años; a mí me encantaba; tras verla repetidas veces llegar a determinada hora, empecé a salir “casualmente” con la intención de cruzarme con ella; así ocurrió y tras varios días de verme, me empezó a saludar; tal intercambio de saludos era generador en mí, de una emoción imposible de transmitir con palabras.
   Una tarde del año recién referido, mientras me encontraba junto a otros pibes del barrio sentado en la vereda de mi casa situada a unas cuadras de la Plaza de la Cruz de la ciudad de
Quilmes, todos escuchamos una explosión; ninguno de nosotros se puso demasiado nervioso porque era algo habitual por esos tiempos; nunca se sabía quién había sido el perpetrador del hecho, ya que tanto Montoneros como así también, el ERP y la Triple A, fueron grandes cultores de los explosivos. La cuestión es que aun sin tener gran apuro, uno de los chicos, con gran displicencia, dijo:
   -Bueno… por las dudas va a ser mejor que cada uno se vaya a su casa.
   Todos asintieron y los ocho jóvenes rumbiaron para sus respectivas viviendas menos yo, que permanecí sentado en el cordón de la vereda un rato en soledad; como al minuto, tras mis amigos haberse ya ido, vi correr en dirección a donde yo estaba a la chica militante de la unidad básica ya mencionada, que me dijo:
   -¡Andate de acá, que es peligroso!
   Entonces, al ser obvio que estaba escapando, me levanté apuradamente y señalándole la dirección en la que quedaba mi casa e inmediatamente, hacer un gesto de pedido de que hasta la misma conmigo fuera, le dije:
   -¡Vivo allá!
   Entonces ella se detuvo y por saber que pondría en peligro a mi familia si a la casa en cuestión, ingresaba, dijo:
   -¡No no! ¡Andá vos solo a tu casa ya mismo, y quedate ahí!
   Y volvió a correr, pero yo empecé a correr tras ella y tras alcanzarla, le dije:
   -¡Seguime!
   Ella me decía que no pero como yo insistí en correr junto a ella, finalmente me hizo caso y me siguió unas cuadras hasta que llegamos a la calle Olavarría casi esquina Libertad; en ese lugar había una casa que había sido refaccionada para oficiar de sala de ensayo; yo tenía llave para ingresar a la misma por estar trabajando en ese lugar en calidad de limpiador, y
sabía que a esa hora estaba desocupada; entramos al lugar y miramos subrepticiamente por la ventana; no pasaron muchos segundos hasta que vimos pasar corriendo a varios integrantes de la siniestra patota de Pocho, entonces la chica se aferró a mí y temblorosamente, dijo:
   -Ahí están.
  Yo tenía plena conciencia de la peligrosidad de la situación, sin embargo, en ese momento no tuve miedo porque el mismo había sido completamente anulado por la presencia de la chica cuya cercanía me había emocionado sobremanera, así como me había conmovido en lo más profundo, el contacto que conmigo hizo.
   Tras varios segundos de mirar en derredor, uno de los integrantes de la patota, dijo:
   -Busquemos en la otra cuadra.
   Y se fueron.
   Tras los sicarios irse, la militante revolucionaria respiró aliviada.
   Tras varios segundos de silencio, dirigiéndome una hermosa sonrisa, me dijo:
   -Gracias.
   Yo, totalmente inhibido por su para mí, deseada, anhelada y reverenciada presencia, muy tímidamente le dije:
   -No, de nada.
   Después me preguntó mi nombre y tras yo responderle, le pregunté a ella el suyo. Ella respondió:
   -Eugenia.
   Pero poco nos duró la tranquilidad porque los integrantes de la patota volvieron a pasar por el frente de la sala de ensayo y esta vez, con toda la intención de a la misma ingresar, entonces Eugenia me dijo:
   -¿Hay otra salida?
   -Sí, cruzando el patio.
   Y hasta la puerta que daba al mismo fuimos, pero estaba cerrada y yo no tenía la llave, y tras decírselo, aun sabiéndolo inútil, nos escondimos los dos tras un sillón, y entonces sí tuve miedo, porque los sicarios rompieron la puerta de entrada e ingresaron; eran cinco y blandían armas largas; uno de ellos agarró a Eugenia de los pelos y le dijo:
   -¡Cómo me voy a divertir con vos, pendeja!
   Entonces yo le grité que la soltara y otro integrante de la patota me dio un golpe en el rostro que me hizo caer; Eugenia los insultó y también ella fue golpeada por el que la tenía sujeta y los demás, pero fue que, a los pocos segundos se empezaron a escuchar ruidos que venían de abajo, entonces el sicario que tenía agarrada a Eugenia, la soltó y dijo:
   -¿Qué es ese ruido?
   Y se acercó hasta el lugar del cual provenían los extraños sonidos; le dijo a sus colegas de represión que sacaran la alfombra que parecía cubrir un sótano, y cuando lo hicieron y el sicario levantó la puerta que, efectivamente, a un sótano daba, del mismo emergió una mano que no era humana ni animal no humana, que arrastró al represor hacia su interior y después, cerró la puerta; el tipo gritó desesperadamente pidiendo ayuda ante la mirada azorada de todos los que en el lugar, estábamos, pero ninguno de sus compañeros hizo nada, y tras unos treinta segundos, sus gritos cesaron; los represores evidenciaron miedo, por lo cual, tardaron en reaccionar; tras algunos segundos finalmente uno de ellos le dijo al que parecía tener dentro del grupo, menor jerarquía:
   -Abrí la puerta del sótano, así cuando esa cosa salga, le disparamos.
   -No. Abrila vos –le respondió.
   Entonces el primer represor lo apuntó con su arma y le dijo:
   -¡Abrí ya, la puta que te parió! ¡Que si no, te cago a tiros ya mismo!
   Entonces el tipo abrió la puerta horizontal que daba acceso al sótano y cuando del mismo lentamente la criatura empezó a egresar, los tres sicarios restantes, dispararon cualquier cantidad de veces contra ella que, como si nada hubiera pasado, permaneció firme e impertérrita; cuando se quedaron sin balas, la criatura, con la velocidad de un rayo, arrastró uno por uno a los cuatro represores hacia el sótano que, al igual que su primer compañero, gritaron durante unos treinta segundos tras los cuales, lo que siguió fue un silencio absoluto; entonces, producto de la balacera que se escuchó desde el exterior, cuatro represores que se encontraban esperando en dos autos en la calle, ingresaron a la sala de ensayo blandiendo sus armas; inmediatamente la criatura volvió a salir del sótano e hizo con ellos lo mismo que con los anteriores había hecho, mientras Eugenia y yo, nos abrazábamos mutuamente creyendo presentir que nosotros seríamos las siguientes víctimas de ese extraño ser, al que no tengo palabras para describir, pero la historia no habría de continuar así, ya que tras llevarse hacia el sótano a los últimos represores que al lugar habían ingresado, no volvió a salir; cuando tras más o menos un minuto logramos reaccionar, fuimos rápidamente hacia la puerta de salida y ganamos la calle.
   Ya lejos de la sala de ensayo, Eugenia me abrazó y me dijo:
   -Ahora sí; andá a tu casa.
   Me dio un beso y se fue.

Poscontraofensiva

   Al día siguiente de los hechos ya referidos, me encontré con el dueño de la sala de ensayo y me dijo que alguien en la misma había irrumpido el día anterior y que por eso había tenido que poner otra puerta, tras lo cual, me dio una copia de su llave; me dijo también que el caso era raro porque no le habían robado nada; ante esto, yo nada dije, ya que sabía que no me creería si le decía lo que había pasado (lo de la patota sí me lo habría creído, pero lo de la criatura, seguramente no), y me llamó la atención que no mencionara a las vainas servidas (que eran muchas) que habían quedado desparramadas por el piso tras los disparos efectuados por los represores que integraban la patota de la derecha peronista;... por ahí no mencionó nada al respecto por no preocuparme, o por ahí la criatura se llevó a su hábitat subterráneo dichos elementos tras Eugenia y yo, habernos ido, pero sí mencionó que en la sala había un aroma extraño (y claro...: la pólvora).
   Esa misma semana volví a trabajar en la sala de ensayo y les puedo jurar sin faltar a la verdad, que no tuve ningún temor, ya que sentía que en ese lugar estaba mejor protegido de la represión estatal que en ninguna otra parte del mundo.
   A Eugenia nunca más la volví a ver, sin embargo, en estos cuarenta y ocho años que pasaron, no hubo siquiera un día en que no haya pensado en ella.
   Nunca se volvió a saber de ninguno de los nueve represores de la patota de la Triple A que esa tarde nos persiguieron; hasta la actualidad (año 2022) permanecen en calidad de desaparecidos.