viernes, 28 de enero de 2022

SubversivaMENTE (cuento) - Martín Rabezzana


La subversión no resurgirá por obra ni por impulso de aquellos que la reivindican, sino por obra e impulso de aquellos que obsesiva y categóricamente, la condenan.
 
Martín Rabezzana
 

   Tras la última dictadura cívico-militar-eclesiástico-médico-farmacéutico-jurídico-policial, los medios, a través de sus comunicadores, empezaron a exponer el accionar represivo de las autoridades sostenido durante los últimos recientes años, pero con la orden dada a sus expositores por parte de sus superiores, de hacerlo medida y descontextualizadamente, de ahí que la exposición mediática de lo ocurrido durante el proceso militar, fuera relegada en la mayoría de los casos, a horarios marginales, y si bien ya para 1984 (año en que se desarrolla esta historia) se había hablado bastante de la represión de las autoridades, lo que no se había hecho hasta ese día en los medios, es contextualizar a la represión debidamente, porque cosa tal implicaba hablar necesariamente de los grupos armados civiles y sobretodo: de los motivos por los cuales se crearon; como todo intento de explicación de por qué aparecieron grupos de partisanos lleva (casi) inevitablemente a alguna gente a la justificación de la represión estatal y a mucha otra, a la justificación de la (para mí, sacra) subversión, dicha contextualización era evitada (y lo sería por décadas) por todos los difusores mediáticos por pretender evitar ser considerados “antialfonsinistas”, que en ese entonces era casi lo mismo que ser considerado “antidemocrático”, ya que el entonces presidente Alfonsín (tipo en extremo nefasto) (1), había ganado apoyo popular y las elecciones presidenciales por haber expresado durante su campaña que de él ganar, los militares serían juzgados, y a él no le convenía que en los medios se los reivindicara, ya que eso podría derivar en un apoyo a ellos, legitimador ante un eventual golpe, ni tampoco le convenía que se reivindicara a las milicias irregulares, ya que eso habría equivalido a un intento de volver a encender la mecha de la “subversión” que, de ser nuevamente encendida, resultaría en que el mismo gobierno alfonsinista cayera en su volteada. Por todo esto es que al locutor que pertenecía a cierta radio importante (radio “Alvalhaziv”, más precisamente), su director, tras él haberle presentado su proyecto de programa a emitirse en la trasnoche en el que, entre otras cosas, se hablaría del periodo de los setenta, tras aceptarlo, le dijo:
  -Hablá todo lo mal que quieras de los milicos, pero guarda con referirte siquiera a Montoneros, al ERP y a la izquierda revolucionaria en general, porque eso no va; si lo hacés, no vas a durar mucho en esta radio ni en ninguna otra.
   Tras lo cual, el locutor nada respondió, ya que no tuvo tiempo dado que tras decir lo que dijo, el director agarró el teléfono que sonaba y se puso a hablar con la persona del otro lado de la línea mientras saludaba al locutor con la mano, dándole así a entender que la “conversación” (que en realidad había sido un monólogo) había concluido.
   El locutor inició su programa que, tras algunos meses llegó a tener alta audiencia, y cumplió con las directivas recibidas, hasta que un día, tras mucho pensarlo y decir para sí mismo en voz alta: “¡Maah sí!”, desacató a su superior al invitar a una historiadora del periodo argentino de los años 1960 y 1970, a la que le preguntó:
   -¿Cuáles fueron, según su opinión, los motivos principales por los que se formaron las organizaciones armadas civiles?
   La historiadora respondió:
   -A la hora de analizarse los motivos por los cuales en los años 60 y 70 del siglo 20, tantos jóvenes argentinos tomaron las armas para combatir al sistema, se suele hablar de una desigualdad económica entre los diversos sectores de la sociedad, inaceptable; de los años de prohibición de Perón y del peronismo; del impedimento gubernamental a los ciudadanos de participar en política; de la influencia de la revolución cubana, que dio cuenta de que el que un ejército irregular voltee a un gobierno, no es en absoluto un imposible (como hasta entonces se pensaba), y esas cosas son ciertas, pero… ¡TODO ESO VINO DESPUÉS! El motivo primigenio por el cual se crearon los grupos político-militares, fue la represión continua, sistemática y de aplicación masiva emprendida por el estado a través de las fuerzas policiales y militares, a cualquier ciudadano, pero sobretodo, a aquellos pertenecientes al siguiente grupo: el joven (2), ya que durante décadas, las juventudes argentinas fueron reprimidas por el estado por ABSOLUTAMENTE NADA; es decir, durante todo el siglo veinte, las acciones de represión estatales (3) por motivos que nada tenían que ver con transgresiones a las leyes, han sido moneda corriente en el país (4); el objetivo de eso es claro: el control social, ya que lo que las autoridades esperan al reprimir continuamente a la juventud, es que las mismas aprendan a acatar a la autoridad y no piensen siquiera en actuar contra ella ni cambiar radicalmente nada de lo socialmente establecido, lo cual, desde la perspectiva estatista, tiene como resultado que las personas reprimidas lleguen a la adultez totalmente amansadas y no sean así, amenazas para lo continuidad del sistema de dominación de unos pocos sobre las masas, y la verdad es que eso resulta, pero sólo durante un tiempo, ya que cuando la represión se sostiene durante un periodo demasiado largo, los reprimidos empiezan a acumular un resentimiento y una indignación, que se transmiten transgeneracionalmente, que superan con creces al miedo que a las fuerzas represivas legales les puedan tener, es entonces que aparecen los planes de organizarse para devolver la agresión al sector del cual, la misma viene.
   Tras lo cual, el locutor dijo:
   -O sea que, en su opinión, fue la misma represión gubernamental lo que engendró a las organizaciones armadas civiles.
   -Exactamente; si bien los militares y las personas de derecha que los apoyan justifican a la represión por ellos infligida (que no fue solamente contra las organizaciones armadas civiles, sino contra la sociedad TODA) por, según ellos, haber constituido una respuesta a la agresión contra el pueblo ejercida por los guerrilleros, la realidad es que los militares, la policía, la gendarmería y la prefectura, existen desde mucho antes de que se crearan estas milicias irregulares y vienen agrediendo sistemáticamente al pueblo desde su misma fundación, por lo cual, es evidente que los que reprimieron en respuesta a una agresión, fueron los partisanos, a los cuales no es lógico exculpar categóricamente, ya que muchos de ellos hicieron cosas consideradas por ellos mismos como injustificables, pero tampoco es conveniente condenarlos categóricamente dado que la contextualización es necesaria para el entendimiento de los motivos por los cuales hicieron lo que hicieron, y la condena categórica a ellos, evita que dicha contextualización se realice seriamente; tampoco es prudente hacerlo porque en la condena absoluta a la violencia venga de quien venga, se está cayendo en un simplismo absurdo, ya que la violencia es la vida misma porque no se puede vivir sin lastimar ni matar; no hay paz en la vida, hay diversos grados de violencia; no podemos caer en ese antropocentrismo ridículo de creer que la vida es solamente la humana; la vida es una y toma millones de formas; algunas son grandes, otras, chicas, y otras hasta invisibles para nuestros ojos por ser microscópicas, y a muchas de esas formas de vida nos es imposible no dañar y destruir. Por todo esto es que digo que la vida es la violencia, la paz en la vida es un imposible; partiendo de esta base, podemos empezar a debatir en qué grado la violencia debe ser usada y en qué circunstancias, pero si arrancamos diciendo: “hay que condenar a toda forma de violencia”, no estamos precisamente enfrentando al problema, sino evadiéndolo, y así lo único que ocurre, es que el mismo se agrava; aceptando que la vida es violencia y que, por consiguiente, en la misma es un mal inevitable, justamente por ser un mal, se debería considerar su utilización moderada en vez de su utilización desmedida, y si bien esto que digo no es acorde con una justificación del accionar guerrillero, ya que en muchos casos los guerrilleros hicieron abuso de la violencia, insisto en que hay que evitar condenarlos categóricamente porque, como ya expresé, cosa tal impide analizar los motivos que resultaron en la creación de sus agrupaciones; paradójicamente, como los motivos están en la represión estatal, la condena a las organizaciones armadas irregulares, sólo puede ser parcial, mientras que la condena a las organizaciones armadas estatales, sólo puede ser absoluta, y si la condena a estas últimas es absoluta, la condena parcial a las primeras, hace inevitable a su vez a su reivindicación, no total, pero sí, parcial.
   El locutor preguntó:
   -Según su criterio, ¿tiene sentido condenar a las fuerzas armadas civiles y paralelamente reivindicar a las legales?
   -Por supuesto que no; eso de condenar a la guerrilla y justificar paralelamente la existencia de la policía y las Fuerzas Armadas, es algo que comúnmente hacen quienes se dicen en contra de la violencia, pero eso, lejos de ser una condena a la violencia, no es sino una defensa de su monopolización, y esta reivindicación de la monopolización de la violencia por parte del estado, que no es otra cosa que agresión unilateral, es lo que los estatistas llaman “paz”; es decir, cuando un grupo de gente agrede a otro y el otro no le responde, los pretendidamente pacifistas hablan de “paz social”, pero cuando el grupo agredido empieza a devolverle a su agresor la agresión, hablan de “violencia social”, y si bien reconozco que cuando el grupo agredido de la sociedad le devuelve la violencia a su agresor, lo que ocurre a nivel social, es grave, mucho más grave me parece cuando un grupo agrede y nadie le responde, que es lo que pasa la mayor parte del tiempo, ya que la agresión del estado es permanente, mientras que la respuesta agresiva organizada por parte de los agredidos, se da sólo esporádicamente.
   El locutor, con gran tensión por el tema tratado, pero con tono firme, dijo:
   -Actualmente mucho se presenta a la “democracia” como solución a todos los males sociales, el de la violencia, incluido, por lo cual, cualquier grupo civil armado atentaría con su sola existencia contra la “paz social” que, según la visión estatista, provee la democracia representativa.
   A lo que la historiadora dijo:
   -Todo sistema estatista, independientemente de la forma particular que tome el gobierno en el cual se desarrolle (democracia representativa, monarquía, dictadura, etc.) se basa en leyes que se hacen cumplir con policía, Fuerzas Armadas, privaciones de la libertad… en una palabra: con violencia, por lo cual, no es cierto que la democracia representativa evite la violencia, ya que todo sistema estatista la utiliza como base de todas sus acciones, lo que se pretende evitar desde el estado, es que la violencia se desmonopolice o, dicho de otra forma: el estado y los ciudadanos que al mismo no pertenecen pero defienden a las leyes, lo que pretenden evitar es que la violencia se democratice, y esto lo hacen muchas personas que piensan que la centralización del poder es lo que genera las mayores injusticias sociales; si esto es así (y yo así lo creo), ¿por qué habría de darse la excepción cuando ese poder es el armado?... El que está a favor de la democracia representativa, está a favor de un sistema que se sostiene con violencia armada, y no es en absoluto coherente condenar a los grupos armados civiles y reivindicar paralelamente a los grupos armados estatales, ya que lo coherente, de uno condenar a la violencia armada, sería condenarlos a ambos por igual, dado que son esencialmente iguales por tratarse de personas que toman las armas para imponer su voluntad con la justificación en una pretendida defensa del “pueblo”, ya que tal palabra (es decir, “pueblo”) parece ser insustituible a la hora de legitimar la imposición de la propia voluntad sobre las masas… Como ya expuse: el que está en contra de las organizaciones armadas civiles por estar supuestamente en contra de la violencia, pero reivindica la existencia de las legales (milicia y policía), no está realmente en contra de la violencia, sino a favor del monopolio estatal de la misma, lo cual constituye una incoherencia total y absoluta, y la coherencia en este caso es posible; hay gente que es antimilitar y antipolicía, por considerar que nadie debería estar armado, pero si uno considera que las Fuerzas Armadas y la policía son necesarias y, por consiguiente, justificables en su existencia, debería aceptar que también son necesarios y justificables en su existencia, los grupos armados civiles que respondan a su agresión.   
   El locutor, tras tomar aire durante algunos segundos, dijo:
   -Parece tener sentido lo que usted ha expuesto, no obstante, es un poco confuso… difícil de entender.
   A lo que la historiadora respondió:
   -Por supuesto, por eso hay que debatir mucho sobre esto, y ojalá que este programa constituya un aporte importante a dicho debate.
   La historiadora continuó exponiendo sus ideas durante más de una hora; mientras tanto, los teléfonos de la radio sonaban sin parar; los oyentes que fueron puestos al aire se expresaron casi por igual a favor y en contra de lo que la mujer había expuesto; ni los elogios ni los insultos seguidos de amenazas de muerte, escasearon para la historiadora ni para el locutor que no sólo le había dado espacio en su programa, sino también, la razón en muchas de las cosas que había dicho; incluso ocurrió que tras terminar el programa, a pesar de ser ya de madrugada, tanto el locutor como la historiadora, fueron recibidos por una multitud que se había acercado hasta la emisora, constituida por gente que en su mayoría, los alabó; un grupo minoritario, los repudió; entre los pertenecientes al grupo minoritario, hubo uno que pasaba en un Ford Falcon verde y los señalaba con un dedo con el que hacía ademán de dispararles, entonces los partidarios de la visión revolucionaria, tanto como los que simplemente defendían a la libertad de expresión, lo putearon de arriba abajo; este personaje era el más ominoso de todos los repudiadores que esa noche se habían expresado, ya que se intuía que probablemente no sería un “gracioso” ni solamente un facho de la boca para fuera, sino alguien perteneciente a la represión estatal; este personaje, que ocultaba su fisonomía con un sombrero negro y anteojos oscuros, pasó varias veces y en todas ellas hizo ademán de disparar, mientras el locutor y la historiadora seguían en la puerta de la radio conversando con los muchos oyentes que a ellos se habían acercado, y en la última de las veces que pasaría, por concentrarse demasiado en la señalización con el dedo del locutor y la historiadora, el conductor del Falcon desatendió la conducción de su vehículo y fue así que no advirtió a tiempo que un camión que transportaba enormes contenedores de materiales de construcción, pasaba en dirección contraria a la suya, entonces volanteó desesperadamente resultando esto en que chocara con el mismo con la parte posterior de su auto, por lo que el choque fue menor, pero por el volantazo que también el camionero había hecho, varios contenedores cayeron sobre el vehículo y su conductor murió aplastado; al ver la escena, tanto el locutor como la historiadora y los oyentes del programa de radio, se acercaron al lugar del trágico suceso para prestar ayuda, pero claro estaba que nada había por hacer por el conductor del Falcon.
   Tras llegar la policía y la ambulancia, tanto la historiadora como el locutor y sus oyentes, se dispersaron en dirección a sus respectivas casas.

   Ese mismo día, el locutor estuvo continuamente esperando que el director de la radio lo llamara para comunicarle su despido por haber desacatado sus directivas en lo que hace al contenido de su programa, ya que estaba más que seguro de que eso ocurriría, pero no fue ni sería así. Lo que ocurrió fue que al prender la televisión, se encontró con la siguiente noticia difundida por un cronista: “El director de la radio “Alvalhaziv”, perdió la vida al ser aplastado por pesadísimos contenedores de materiales que cayeron sobre su vehículo tras éste chocar contra el camión que los transportaba.”


(1) Los militares fueron juzgados y condenados durante el gobierno de Alfonsín y después, el mismo Alfonsín impulsaría la impunidad de la mayoría de ellos con las leyes de “Punto final” y Obediencia debida”, que implicaban que la mayoría de ellos no fuera juzgada por lo hecho durante el proceso.
   Si bien muchos le atribuyen tal concesión de impunidad al miedo a un nuevo golpe militar (totalmente entendible por los levantamientos militares que durante su gobierno se sucedieron), para mí estaba todo orquestado desde mucho antes de que ganara las elecciones; es decir: estaba planeado que se juzgara a los militares en un primer momento y que después se le concediera a la mayoría de ellos, impunidad, ya que a Alfonsín nunca le interesó por motivos relacionados con la justicia, que los militares fueran enjuiciados, sino por ganar las elecciones, ya que él mismo se había manifestado a favor del proceso militar como tantos otros de su partido Radical, que fueron funcionarios durante el mismo. Una vez en el poder, debió, sí, en alguna medida cumplir con lo prometido para no perder apoyo popular; así lo hizo y así fue que se enjuició a los militares más prominentes del proceso, pero después dio marcha atrás al impulsar leyes de impunidad que dieron lugar a manifestaciones populares en su contra (a mí me llevaron familiares a la Plaza de Mayo en 1986 teniendo yo 6 años, para repudiar a la “Ley de punto final”; me acuerdo del cantito: “Paredón, paredón, a todos los milicos que vendieron la nación”), que serían el antecedente directo de la impunidad total concedida a los militares por Menem materializada en sus indultos, y cuando él (o sea: Alfonsín) debió decidir a fines de los ’80 durante el copamiento de Tablada, qué hacer con el último grupo guerrillero que quedaba en el país, lo que decidió fue reprimirlo del modo más brutal, que fue similar a aquel con que se reprimió durante el gobierno de facto anterior, de ahí que con su visto bueno a los militares y a la policía en lo que hace a la represión de los insurrectos, se haya asesinado a partisanos que se habían rendido e incluso, se los haya torturado y hecho desaparecer. Por todo esto es que me referí a Alfonsín con el adjetivo de “nefasto” (y me quedé corto).

(2) El ser un concheto blanquito cara-de-nena de pelo claro, a NADIE salvaba de ser detenido y maltratado por la policía en los años ’60 y ’70, lo cual da cuenta de que para la represión gubernamental, el factor “racial”, que actualmente es el principal, si bien siempre existió, en esos años importaba menos que el etario (constátenlo preguntándole al respecto a cualquiera que haya sido joven en los años ’60 o ‘70), ya que, como ya expuse: el grupo humano principal por reprimir con el objetivo de disciplinar, era el joven.

(3) Las detenciones arbitrarias se sucedieron a gran escala en Argentina hasta fines del siglo 20, tiempo en que se empezaron a derogar los edictos policiales que permitían que cualquier persona fuera detenida a criterio de los prejuicios de cualquier policía (por supuesto que todavía existen detenciones arbitrarias, pero a mucha menor escala respecto a cuando estaban vigentes dichos edictos).
   Durante la detención en dependencias policiales, las palizas fueron comunes durante todo el siglo 20, y no eran raras las violaciones, las torturas ni los asesinatos, y todo esto incluso, durante gobiernos democrático-representativos, por lo cual, el mensaje según el cual, sólo la “democracia” puede evitar el terrorismo de estado y garantizar respeto por los derechos humanos (mensaje tan repetido por Sábato y presente en el increíble y vergonzante prólogo del libro “Nunca más”, que fue escrito mayormente por él, por más que digan que “fue un trabajo de equipo”), me resulta indignante, ya que las políticas represivas se sostienen independientemente del gobierno de turno que haya por no ser las mismas, gubernamentales, sino estatales, y la represión estatal más cruenta, que cuando se da a gran escala es denominada: “terrorismo de estado”, se inició en aquellos tiempos durante el gobierno de Lastiri, continuó con Perón y siguió con Isabel Martínez de Perón, cuyos gobiernos fueron democrático-representativos y durante ellos, se reprimió mucho más intensamente que durante el gobierno de facto autodenominado “Revolución argentina” (1966-1973), lo cual demuestra que la democracia representativa no garantiza en absoluto el respeto por los derechos humanos.

(4) El plan represivo estatal que en los años 1960 constituyó la gota que rebalsó el vaso, para mí fue el plan CONINTES, inaugurado en 1958.


sábado, 22 de enero de 2022

FanáticaMENTE (cuento) - Martín Rabezzana


   Estando en la cama, después de un largo abrazo mutuo, le dije que eran fanáticos, pero no reprobatoriamente, sino con tristeza como quien dice: “Han equivocado el rumbo”, entonces ella me dijo:
   -Los fanatismos mueven al mundo. Crean todo lo que en una sociedad humana existe, tanto lo bueno como lo malo; los que por considerar que el fanatismo es negativo, son centrados, terminan siendo espectadores pasivos de los actos creativos y destructivos de los fanáticos, y hasta podría decirse que son espectadores de la vida más que vividores de ella. Y hasta podría también decirse que, por su pasividad, los centrados no pueden sino dejarse llevar por el fanatismo imperante de turno, por lo cual, todo indica que, de una forma o de otra, no podemos más que ser manejados por el fanatismo, y si bien el mismo está comúnmente relacionado con la ira, la intolerancia y la destrucción, también es cierto que además está compuesto por: euforia, sed de gloria y anhelos de construcción.
   Difícil era presentarle oposición a las ideas de esa joven mujer por poseer todas ellas, gran consistencia, sin embargo, en un intento que resultaría infructuoso, lo hice al decirle:
   -Pero… actuar fanáticamente es jugar con fuego, y sabido es que el que eso hace, se termina quemando.
   A lo que ella me respondió:
   -Sí, pero si bien quien con el mismo no juega, no se quema, tampoco se enciende. Vive en una penumbra permanente deseando habitual (o continuamente) morir, mientras que quienes por vivir fanáticamente, jugamos con fuego, vivimos y morimos deseando vivir –y mirándome con los ojos llenos de brillo, agregó: -La vitalidad no es sólo vida. La vitalidad es vida y muerte… …Hay más vitalidad en la muerte de un fanático que en las vidas enteras de miles de personas centradas.
   Entonces, de inmediato empezó a desmoronarse mi convicción respecto a lo totalmente negativo del fanatismo y, sin en ese momento racionalizarlo, empecé a sentir que, si bien no todos los fanáticos saben vivir, todos lo que saben vivir, son fanáticos, ya que con el pasar del tiempo fui comprobando que la neutralidad (en la que tanto tiempo permanecí) es una especie de limbo en el cual la vida está en pausa; ser neutral o centrado, es estar en un lugar en el cual no se puede vivir, sino solamente: sobrevivir; habiendo aceptado esto, ¿quién podría elegir la supervivencia?... Elegir la vida es elegir el fanatismo que es fuerza vital en estado puro, y a esa vitalidad yo elegía al elegir a esa mujer, pero como ya expresé, entonces no lo sabía, solamente lo sentía, que, a fin de cuentas, es lo único que importa, ya que las cosas no son como uno las cree ni como uno las ve, sino como uno las siente, y lo que yo sentía al ella mirarme y tomarme de las manos, era que el sinsentido de las cosas se rompía en miles de pedazos que de inmediato, se desvanecían.
   Cada cosa que ella decía, tanto lo más articulado como lo más informal, estaba cargado de significado;… hablaba mucho y nunca hablaba por hablar, lo cual no puede decirse de todo el mundo (incluyéndome a mí, por supuesto).
   Ante mi pregunta sobre qué significaban ciertas expresiones, me respondió:
   -“Militante” es el que realiza tareas sociales y políticas; puede llegar a estar a favor de la lucha armada, puede ser neutral o incluso puede estar en contra; “miliciano” es el militante que además de militar socialmente, tiene instrucción en el manejo de armas; los milicianos vienen a ser algo así como “combatientes de reserva”, y “combatiente” es el que está destinado exclusivamente a las acciones armadas.
   Yo le pregunté:
   -¿Creés que van a lograr su cometido de cambiar a la sociedad?
   Y para mi sorpresa, lo siguiente me respondió:
   -Llegar a destino no es lo más importante.
   -¿Y qué es lo más importante?
   -Lo más importante es andar, ya que moverse es vivir. No moverse es durar.
   Tras un largo silencio en que me dediqué a mirarla presintiendo que su presencia marcaría en mi vida un antes sin un después, sin esperar a que yo a ese respecto algo le preguntara, lo siguiente me contó:
Combatientes de las FAR, Montoneros y el ERP, 
poco antes de “La masacre de Trelew”.

   -Fue hace varios años;… éramos ocho adolescentes. Éramos amigos del barrio. Estábamos en una plaza tipo 7 de la tarde; no estábamos haciendo nada. Ni siquiera estábamos tomando cerveza, solamente hablábamos, y de pronto aparecieron dos de esos personajes de azul que tienen la tarea asignada por el estado de buscar que desde bien jóvenes las personas acaten a la autoridad, y en pos de eso no se les ocurre otra cosa que basurear, maltratar y privar de la libertad a quienes ningún motivo para actuar así, les dan (y después no entienden por qué los vemos como enemigos);… empezaron a provocarnos para que les diéramos una excusa para matarnos a palos o a balazos, pero no se la dimos, entonces dentro de todo nos trataron piadosamente porque solamente nos pegaron con las manos abiertas, y nos resignamos a sufrir una detención que parecía inevitable e inminente, pero en eso llegó un grupo armado de 6 personas que los golpeó, los desarmó, los hizo ponerse de rodillas y pedirnos perdón a todos uno por uno, lo cual, los policías hicieron; después, uno del grupo les ordenó que se sacaran los uniformes y cantaran la marcha peronista;… ¡No me olvido más de la expresión de terror que tenían los dos policías!... Uno de ellos, muerto de miedo, le dijo a una de las dos mujeres que componía el grupo armado, mientras se desvestía: “No nos maten. Se los suplico.” A lo que ella respondió: “Callate, pelotudo”, y seguidamente, la misma mujer nos preguntó muy dulcemente a todos si estábamos bien, a lo que respondimos que sí. Mientras tanto, la otra mujer del grupo le prendía fuego a los uniformes policiales; segundos después, uno de los varones le dijo a los policías: “Empiecen a correr y no miren para atrás. Ah, y no dejen de cantar la marcha”. Y los dos policías corrieron aterrorizados; los del grupo armado nos saludaron amablemente y se fueron… ...Era la primera vez que veía que a los represores del pueblo, alguien les respondía y les infundía el mismo miedo y la misma humillación que ellos nos infundían a nosotros, entonces pensé que quería ser como ellos, que entran a las comisarías y devuelven la agresión que desde ese lugar, contra el pueblo se organiza, como así también lo hacen en cuarteles militares sin importarles si en el curso de la acción, pierden la vida; quería ser como ellos que, a los cipayos explotadores de los trabajadores, les sacan millones y después los comparten con los más necesitados;… quería ser como ellos, que nos enseñan a resistir, nos enseñan a apartarnos de la senda de esclavitud que el opresor quiere que como sociedad, sigamos. Nos enseñan que el monopolio de la violencia es la base de todas las injusticias sociales; nos enseñan que hay que levantar la cabeza y no aceptar imposiciones arbitrarias de nadie;… quería ser como ellos que, con su fanatismo más puro, nos enseñan a todos cómo hay que vivir, y ahora, finalmente:… soy una de ellos.   
   Y contemplándola con una admiración y un amor que no hacían más que aumentar con cada segundo que pasaba, en voz muy baja, con total honestidad y convicción, le dije:   
   -Yo quiero ser como vos.

martes, 18 de enero de 2022

Revolucionarios a favor del "establishment" (todos menos uno) (cuento) - Martín Rabezzana


   En una reunión por la unión de las organizaciones armadas de izquierda realizada en algún lugar del país allá por los años setenta del siglo 20, en la que había miembros de las FAR, el ERP, Montoneros y hasta de las FAP (grupo que, por algún motivo, solía quedar al margen de los proyectos de unión de las organizaciones mencionadas), un militante de una organización no armada que acababa de dejar la carrera de medicina en tercer año por haberse desencantado del sistema médico oficial (y que paralelamente se había acercado al naturismo), fue presentado por uno de sus colegas revolucionarios.
   -Compañeros: a esta casa compañera ha llegado un compañero de la JUP con un mensaje muy importante para compartir con sus compañeros (que somos nosotros), así que, compañeros: les pido que le presten gran atención al compañero de nuestra causa de liberación nacional, que ya mismo se dirigirá a ustedes, que son sus compañeros, como lo soy yo de él y también de ustedes; así que, compañeros: no me extiendo más: denle compañeros un aplauso al compañero que ya mismo le dirigirá a ustedes, compañeros, la palabra.
   Entonces todos aplaudieron y el militante de la Juventud Universitaria Peronista, tras un preámbulo de rigor de poca trascendencia, dijo:
   -La policía, las Fuerzas Armadas, los grandes medios de difusión y la medicina oficial toda (ya que no es solamente la psiquiatría), están para proteger al sistema de dominación creado por una minoría económicamente poderosa, sobre las mayorías; en una palabra: están para defender al capitalismo; decir que para eso están la policía y la milicia, no es entre nosotros, en absoluto controvertido porque estamos todos de acuerdo, y en lo que se refiere a los grandes medios de difusión… podría llegar a haber alguna discusión, pero tampoco hay entre nosotros, grandes diferencias de opinión a este respecto, pero en lo referente a la medicina alopática como parte del sistema de dominación de las masas, de esto casi no hay conciencia por parte de ustedes, ya que reivindican a los médicos como si fueran personas al servicio de los necesitados, cuando en realidad, al igual que los policías, los militares y los periodistas de los grandes medios, los médicos alópatas están al servicio de una minoría económicamente poderosa; en este caso particular, esa minoría poderosa es la que conforma la industria farmacéutica que tiene por fin, perpetuar a las enfermedades cuando existen, para así venderle a los enfermos, medicamentos de por vida (que les van a causar más enfermedades que a su vez serán tratadas con más medicamentos) y hasta crearlas cuando no existen, y no sólo hace la industria mencionada, daño por su sistema basado en la provisión de venenos, sino además por ser, como toda gran corporación económica, financiadora de la política; por ejemplo, gran parte de la financiación del reciente golpe de estado en Chile, procedió de empresas farmacéuticas, no obstante lo cual, ninguno de ustedes parece ver en la medicina oficial (que es totalmente indivisible de la industria farmacéutica) ni en los médicos, a enemigos de las masas cuyo fin es el continuo aumento de la concentración de poder económico y político por parte de unos pocos. Es decir: la medicina oficial es uno de los instrumentos de la oligarquía al que hay que reconocer como tal para poderlo combatir.
   Y mientras miraba a sus compañeros revolucionarios entre los que había uno que estaba sacando un frasco de comprimidos y se disponía a tomar uno (era el mismo que había hecho la presentación), a él se acercó y, señalándole el producto farmacéutico, le preguntó:
   -¿Y eso para qué es?
   -Ah. Esto compañero, me lo recetó… me lo recetó… eeehhh; me lo recetó el doctor para la... para la… ¡para la ansiedad! ¡Eso! Para la ansiedad, compañero. Y… compañero… eehhh… estoy de acuerdo con lo que usted dijo, pero… ¿vio cómo es la ansiedá, compañero?... Eehh… estaría muy mal si no lo tomara. Por eso lo tomo, compañero.
   -Pero… ¿cómo no ves que es justamente el consumo de esas drogas lo que te tiene así?... ¿O no sos consciente del estado deplorable en que estás?... La salud está en los hábitos gimnásticos, en la alimentación mayor o totalmente vegetal, en el contacto con el sol, la tierra, el agua y el aire fríos, y no en la toma de pastillas.
   -¿De qué está hablando, compañero?... –y con las manos temblorosas, agarró un vaso de agua y se mandó una pastilla –Yo estoy bien, compañero, y gracias a mi médico (1) que me da benzodiacepinas y más cosas. Así que, compañero, le digo que “hay médicos y médicos”; el mío es bueno, por eso me da estas pastillas que me hacen estar acá, compañero, con todos mis compañeros, en condiciones óptimas, compañero.
   Ante lo cual, el ex estudiante de medicina facultativa, totalmente indignado, dijo:
   -¿”Condiciones óptimas”? Mirá cómo no podés parar de mover las manos ni los labios. ¡Estás hecho mierda, flaco, y ni siquiera lo advertís por la obnubilación que te causan las pastillas que tomás!... Si tuvieras un poquito de conciencia de qué es en lo que estás metido, te darías cuenta de que problemas graves que sin duda tenés (imposibilidad de parar la pija, ataques de pánico, angustia, cansancio, depresión, arritmia, incapacidad de mantenerte quieto, y muchos otros), son causados por esas porquerías que estás tomando –y tras varios segundos, agregó: -¡Es increíble que haya gente tan pelotuda como para creer que las pastillas de mierda que los psiquiatras prescriben, le pueden hacer bien a alguien!
   -Noooooo, compañero… ¡no me falte el respeto!, aparte, me las dio el médico clínico (2), compañero, no el psiquiatra, compañero.
   -¡Pará de decir “compañero compañero”, che! ¡Parecés un disco rayado!... ¿No ves cómo te ponen esas drogas?
   -Pero me las recetaron, compañero…
   -Con receta o sin receta, sos un falopero igual por tomarlas.
   Entonces, el joven revolucionario padeciente de drogadicción legal, a causa de sus manos temblorosas, dejó involuntariamente caer al suelo el frasco de pastillas que sostenía, lo cual resultó en que muchas de ellas quedaran esparcidas en el piso, por lo que, gritando dijo:
   -¡Nooooo!
   Acto seguido se tiró al piso y con gran dificultad por la agitación de sus manos, empezó a juntar los venenos que había dejado caer y a llevarlos de vuelta al frasco mientras alguno más, se tomaba.
   Mientras tanto, un revolucionario se dirigió al militante de la JUP contrario a la medicina oficial, y señalándolo con el dedo, le dijo:
   -Vos, con tu discursito anticiencias médicas, nos querés llevar de vuelta a una era de oscurantismo.
   Entonces varios otros revolucionarios le dieron la razón y gritaron cosas de tipo: “¡Sí! Es un ignorante”. “Es un imbécil”. “Es un oscurantista”.
   Y mirándolos con compasión, su interlocutor les respondió:
Publicación de Montoneros.
(Imagen del sitio: El Topo Blindado).
   -No; lo que yo querría es que tomaran conciencia de que el oscurantismo mayor es el de esta era supuestamente iluminada que es la cientificista y de que no hay revolución posible si se respetan los intereses de las minorías poderosas entre las que están, los empresarios farmacéuticos y sus secuaces médicos.
   Entonces, otro revolucionario le dijo:
   -No; vos viniste a decir pelotudeces propias de la ignorancia más extrema.
   A lo que el militante universitario, habiendo ya perdido la paciencia, respondió:
   -Callate, forro.
   Y este último forro que lo había tratado de ignorante le dio un golpe de puño que derivó en que el agredido respondiera de igual modo, ante lo cual, varios otros revolucionarios se sumaron a la gresca poniéndose del lado del defensor de la medicina oficial, por lo cual, el militante de la JUP quedó rápidamente tendido en el piso con el rostro desangrante producto de los golpes que, por parte de varios revolucionarios, recibió.
   En algún momento alguien se compadeció de él y dijo:
   -Hay que llamar a una ambulancia.
   Así lo hicieron y así fue que el joven agredido fue subido a una ambulancia con destino a un hospital, pero ocurrió que durante el viaje hacia el mismo, el militante universitario, que era consciente de que estar en manos de cualquier institución del estado es peor que morir, con gran dificultad se levantó de la camilla situada en la parte posterior de la ambulancia en que estaba, agarró un tubo de oxígeno que encontró, y golpeó con el mismo al enfermero que lo acompañaba dejándolo semiinconsciente, tras lo cual, al grito de: “Alópatas de mieeeeerrrdaaaaaa!”, agarró el volante al cual su conductor se aferró con todas sus fuerzas, pero no logró evitar que el joven volanteara abruptamente y chocaran contra otro vehículo que transitaba en dirección contraria a ellos que era un camión de YPF que transportaba combustible, lo cual resultó en que ambos vehículos explotaran junto con al menos, 9 manzanas del área, hecho que dejó un saldo de aproximadamente 700 muertos.
   A todo esto, la reunión de revolucionarios prosiguió y se trataron temas que nada tenían que ver con la medicina oficial ni con la industria farmacéutica, y mientras el debate transcurría, el joven revolucionario drogadicto con receta, seguía buscando obsesivamente por el piso las pastillas que horas antes había dejado caer, y mientras gateando transitaba por debajo de las mesas, se chocó al menos seis veces con otros revolucionarios a los que les había ocurrido lo mismo con sus respectivos frascos de veneno recetados.
 
   En aquellos años ’70, los militantes revolucionarios no estaban todavía capacitados para entender el mensaje expuesto por el protagonista de la historia recién contada, y lamentable e increíblemente, unos 50 años después, las generaciones jóvenes siguen sin estarlo.
 
 
(1) Aprecio, agradecimiento, respeto y/o amor por el que a uno lo somete (en este caso, el médico alópata) = síndrome de Estocolmo.
(2) Los psicofármacos son recetados en la mayoría de los casos, por médicos clínicos.

martes, 11 de enero de 2022

El amor destruye ideologías (cuento) - Martín Rabezzana

 
   En algún año de la década del 2010, en una universidad pública de la provincia de Buenos Aires, se dio un debate que tuvo a dos protagonistas; uno de ellos (una chica), entre otras cosas, dijo:
   -Aun con todo el mal que han hecho (en muchos casos, injusto e injustificado), yo creo que las organizaciones armadas de los setenta, han constituido males necesarios;… por ejemplo, de hoy existir grupos como Montoneros o el ERP, usurpadores de la Patagonia como Joseph Lewis, Benetton y sus esbirros, la pasarían realmente muy mal; no podrían vivir tranquilos; vivirían aterrorizados, pero como no existen, sí pueden, y justamente, tipos como Videla, Massera y Agosti, llegaron al poder para que gente como esa pudiera vivir en paz, con prosperidad económica e impunidad total, y por supuesto, a su defensa cipaya del capitalismo transnacional más extremo, los milicos la presentaron como una “defensa de la patria y del pueblo” y del "estilo de vida occidental y cristiano” (¡puaaajjj!), y por más falaz que ese discurso haya sido, todavía existen personas que lo creen…
   A lo cual, con indignación en su voz, un estudiante varón, respondió:
   -¡Andá, chirusa! Si querés, llamame “entreguista”, “facho”, “cipayo” y todo lo que quieras, ya que estoy seguro de no ser esas cosas, pero lo que decís es terrible, porque por más que se hayan opuesto a capitalistas asesinos, los guerrilleros también fueron asesinos, por eso fue válido que alguien les pusiera un freno, y eso lo hicieron los militares, que si bien hicieron cosas reprobables, no las habrían hecho de no haber hecho lo que hicieron, los grupos armados que vos reivindicás, y por eso lo que decís es injustificable;… los kirchneristas y los montoneros (que son más o menos lo mismo) son INJUSTIFICABLES.
   -¡Ja ja ja ja! ¿Lo decís por mí lo de “kirchnerista”?
   -Sí; lo digo por vos.
   -Que yo sepa, ni con Néstor ni con Cristina, ni Lewis ni Benetton tuvieron problemas; no sintieron en absoluto amenazadas a sus propiedades usurpadas, ¿o sí?; por ahí me equivoco, pero me parece que cuando ellos llegaron al poder, los capitalistas mencionados no se fueron corriendo del país con lo puesto por pensar que con el kirchnerismo se les venía la noche, mientras que la huida aterrorizada, sí habría tenido lugar si Kirchner y Fernández hubieran sido montoneros, de ahí lo pelotudo no sólo de acusarme a mí de ser kirchnerista, sino además de atribuirle pertenencia a Montoneros, a Néstor y a Cristina.
   -Pero pertenecieron a la Tendencia Revolucionaria del Peronismo en su momento, ¿o lo negás?
   -Sí; ¿y con eso qué?... Menem también fue cercano a ella; de hecho, en su momento estuvo en contra de López Rega; en una entrevista televisiva de 1975, se lo puede escuchar manifestarse totalmente en contra del lópezrreguismo, y al hacer eso estaba arriesgando la vida, y después… ¡mirá lo que fue Menem! No sólo fue el mayor cipayo argentino del siglo 20, sino que además, fue un indultador en masa de genocidas, y esto se explica del siguiente modo: NADIE es la misma persona durante toda la vida; uno va cambiando, no sólo ideológicamente, sino también, celularmente; durante todo el curso de nuestras vidas nos vamos renovando al punto que literalmente nacemos y morimos muchas veces en cada vida, por lo cual, el Menem que llegó a la presidencia no fue el mismo que había sido en los setenta, así como tampoco fueron quienes habían sido en su juventud, Néstor ni Cristina una vez en el poder nacional, cuyos gobiernos fueron de una izquierda moderada, y por eso, nada tuvieron que ver en sus acciones con lo revolucionario pretendido por Montoneros ni por La Tendencia, de ahí que de ellos haberse encontrado con sus versiones de juventud una vez en el gobierno, sus versiones jóvenes les habrían reprochado haberse vuelto reformistas, ya que el reformista considera que si bien los reclamos de los revolucionarios son válidos, son inconseguibles, y si se consiguen, son insostenibles, por lo cual, el reformista propone realizar cambios menores y abandonar la búsqueda del cambio de fondo. Por eso es que el reformista es el máximo defensor del sistema al cual él mismo considera negativo y al que, según el revolucionarismo, se debe destruir, y tanto los gobiernos de Néstor como los de Cristina, fueron reformistas.
   Varios segundos de gran tensión transcurrieron en un silencio que, extrañamente, ninguno de los aproximadamente 15 jóvenes ahí presentes, interrumpió; finalmente el estudiante varón, señalándola inquisitorialmente con el dedo, en voz baja pero firme, le dijo a la chica:
   -Subversiva…
   Y ella, también señalándolo con el dedo y también en voz baja y firme, le dijo:
   -Cipayo…
   Tras lo cual, todos salieron de la facultad con rumbo a sus casas.
   En las semanas siguientes, los dos estudiantes enfrentados, al encontrarse en la facultad, evitaron lo más posible dirigirse recíprocamente no sólo la palabra, sino también la mirada, hasta que un día, en un pasillo de la universidad, imprevistamente chocaron y a ella se le cayeron algunas cosas, entonces él le dijo:
   -Perdoname, no quise…
   -No, está bien; no importa.
   Entonces ella se agachó para levantar lo que en el choque se había caído al piso y él hizo lo propio; en ese momento, desde esa altura menor que resultaba en que los estudiantes a su lado pasaran casi sin advertirlos, los dos jóvenes se miraron a los ojos y la ira, el odio y el rencor en ambos latentes, a punto estuvieron de manifestarse y desatarse, por lo cual, tanto él como ella, al mirarse pensaban en qué palabra podría ser la más apropiada, por ser la más hiriente, para proferirle al otro, pero fue que, sin ninguno de ellos haberlo planeado, ambos se besaron, y fue tal la simultaneidad del acercamiento, que ninguno de los dos podría asegurar quién aproximó primero sus labios a los del otro.
   Tras algunos segundos, ambos se levantaron y, sin ser ya los mismos, como si nada hubiera pasado, siguieron sus respectivos caminos.

miércoles, 5 de enero de 2022

Ustedes, los periodistas (cuento) - Martín Rabezzana

 
   Cierto día de julio de algún año del siglo 21, en cierta provincia argentina, un periodista de un medio importante de difusión, fue por la calle agredido a golpes de puño por un individuo que, tras realizar la agresión, se fue sin ser detenido ni identificado; el periodista sufrió heridas menores; todos sus colegas (incluso aquellos de medios rivales) repudiaron a tal episodio considerándolo totalmente injustificable y elaboraron y expusieron públicamente, análisis sociológicos de por qué tales hechos de violencia se dan en la sociedad e impartieron además, sus consabidas lecciones de moral; días después, otro periodista fue por la calle agredido a golpes y sus colegas volvieron a hacer las mismas exposiciones que en el caso anterior habían hecho; días después, lo mismo ocurrió con la diferencia de que esta vez, tanto la persona agresora como la agredida, eran mujeres; al siguiente, otro caso igual tuvo lugar; al siguiente, otro, y al siguiente, varios; en este último día mencionado, a diferencia de lo ocurrido en los casos anteriores, las lesiones que los agresores le provocaron a los periodistas, no fueron menores, sino graves, y en uno de ellos llegaron a ser fatales, por lo cual se empezó a hipotetizar desde los medios de difusión y las autoridades, que habría un grupo comando organizado con el fin específico de agredir a periodistas, pero si bien mucho hicieron por lograr la identificación y detención de los agresores, durante meses, ninguna pudo realizarse, mientras tanto, las agresiones a los periodistas proseguían y se empezaban a replicar en otras provincias.
   Todo esto derivó en que los periodistas convocaran a marchas en todo el país en reclamo de “justicia”, pero ocurrió que en las mismas, dichos “trabajadores” mediáticos fueron repudiados verbal y masivamente por la gente que a ellas asistió, ya que, para su sorpresa, muchas personas consideraban justas a las agresiones que contra ellos se habían realizado.
   Un día se acercó a la redacción de un diario, un hombre que dejó una carta manuscrita al director del mismo que decía lo siguiente:
 
   La contraofensiva está en marcha
 
   Los grandes medios de difusión, a través de sus periodistas, ya sea porque son operadores políticos y a dicho poder le es siempre útil exacerbar los ánimos de la población en contra de ciertos sectores, o por ser lo comercialmente más redituable (o por ambas cosas), continuamente contribuyen a intensificar lo peor del ser humano, es decir: la ira, la animosidad, la tendencia a juzgar y a condenar, la furia y el odio, y cuando los ya mencionados personajes mediáticos salen a la calle y se encuentran con algo de eso que generan (me refiero específicamente a cuando ellos mismos son agredidos), no entienden qué pasa. Y ¿por qué no lo entienden? Porque son pelotudos. Otra explicación no hay, ya que de ser un poquito pensantes, se darían cuenta de que las reacciones negativas verbales y físicas que sufren, son el resultado inevitable de los sentimientos negativos que a diario contribuyen a generar y/o exacerbar en su propio público. Por todo esto es que cada vez que escucho que un periodista de un gran medio fue agredido, lo que pienso es lo siguiente: “¡Que se joda!”, y no es tal pensamiento, propio de un sentir momentáneo, ya que es sostenido y en mi persona aumenta día a día en intensidad; de otra forma no puede ni podrá jamás ser;… por los periodistas yo siento asco, odio, furia;… considero que se merecen lo peor.
   Los lavadores de cerebros en cuestión, que son partes constituyentes e imprescindibles de un sistema de dominación de unos pocos sobre las masas, deben ser combatidos por el pueblo.
   Soy perfectamente consciente de que la palabra “pueblo” es usada abusivamente por las personas cobardes para intentar hacer pasar a la propia voluntad por voluntad general, pero el hecho de que el repudio a los periodistas esté teniendo lugar cada vez a mayor escala en personas apartidarias y sin ningún tipo de organización, da cuenta de que mis palabras de rechazo no sólo a los periodistas, sino también, al oficio mismo de periodista, son verdaderamente expresiones del sentimiento hacia ustedes que el pueblo tiene.
 
   Extrañamente, la carta estaba firmada y escrita en ella, la dirección del autor, por lo cual, tras el director del diario entregársela a la policía, la misma dio rápidamente con el hombre que fue conducido a una dependencia policial; una vez ahí, fue interrogado y no hizo falta en este caso el tratamiento de rigor para lograr sacarle una confesión (o sea: insultos, amenazas, cachetazos, golpes de puño, picana, etc.), ya que desde el primer momento, el hombre orgullosamente admitió haber escrito la carta y haber agredido físicamente a varios periodistas, por lo cual, quedó detenido a la espera de ser trasladado a prestar declaración ante autoridades judiciales, pero ocurrió que, cuando un guardia fue a buscarlo a su celda la mañana siguiente a su detención, nadie en ella había; el hombre parecía haberse esfumado, lo cual motivó un escándalo en los medios periodísticos que si bien han sido históricamente (y lo siguen siendo), alcahuetes y colaboracionistas de las autoridades policiales, en este caso, sospechaban que el detenido había escapado con su complicidad, lo cual llevaba a su vez a concluir que las mismas autoridades policiales eran parte de las agresiones contra los periodistas, máxime cuando en los días siguientes, más agresiones contra la raza periodística (que en varios casos habían llegado a ser fatales) tuvieron lugar como así también, la detención de los agresores entre los que había, así como entre los agredidos, hombres y mujeres, y lo mismo que con el primer detenido, con los siguientes ocurrió; es decir, al día siguiente de ser alojados en una celda, misteriosamente desaparecieron.
   Toda esta situación, tanto la de las agresiones contra periodistas como lo de las detenciones de sus agresores y sus posteriores desapariciones misteriosas, se extendió por varios meses hasta que un día, el director del diario que había recibido la carta ya expuesta que a la policía le entregó (de la cual había guardado una copia), volvió a leerla y notó algo extraño en ella: la firma y dirección de su autor, habían desaparecido; consultó entonces el ejemplar de su propio diario en que dicha carta había sido publicada y advirtió que lo mismo había pasado: no figuraban el nombre del autor ni su dirección; en los días posteriores el director leyó y releyó la carta en cuestión y pudo notar que, poco a poco, algunas letras iban apareciendo en el lugar donde antes estaban el nombre y dirección del autor; primero vio una letra, al otro día, otra. Después, otra, y así hasta que finalmente, su propio nombre y dirección aparecieron en ella; totalmente asombrado y aterrorizado, le preguntó en su redacción a varios periodistas (que habían sufrido agresiones meses atrás) si ellos veían lo mismo que él, pero fue que ellos no veían en el diario impreso ni en las ediciones web, el nombre ni la dirección del director, sino que los nombres y direcciones que cada uno de ellos veía, eran los propios; todos se quedaron ante esto sin saber qué hacer ni qué decir.
   Completamente sorprendido, el director del diario se fue esa noche de la redacción y subió a un taxi con el objetivo de irse a su casa; el mismo era manejado por una mujer que empezó cortésmente una conversación; en cierto momento la taxista le preguntó: “¿Usted a qué se dedica?”, y tras él decirle cuál era su profesión, la mujer cambió totalmente su expresión que, de amable pasó a ser furiosa, entonces empezó a decirle cosas de tipo: “Ustedes, los periodistas, viven dando lecciones de moral y son todos unos inmorales”; “Ustedes, los periodistas, viven exaltando en su propio público los peores sentimientos y después la van de pacíficos y conciliadores”; “Ustedes, los periodistas, no sólo tiran piedras y esconden la mano, sino que hasta inician incendios y esconden los baldes de nafta”; “Ustedes, los periodistas, se hacen los “independientes”, los “objetivos” y los “apartidarios”, y son en realidad, operadores políticos y de los servicios de inteligencia”; “Ustedes, los periodistas, son voceros de las corporaciones económicas más repudiables“; “Ustedes, los periodistas, ¡son una raza abominable!”; “Ustedes, los periodistas, ¡son todos una mierda y se merecen lo peor!”, y mientras decía todas estas cosas, la taxista aumentaba progresivamente la velocidad al punto que en pocos segundos, el auto transitaba a más de 100 kilómetros por hora, por lo que el periodista director del diario, completamente aterrado, empezó a admitir y suplicar:
   -¡Sí! ¡Tenés razón! ¡Los periodistas somos todos una mierda! Nos pagan y defendemos a las peores cosas. No tenemos ética. No tenemos valores. No tenemos integridad humana. ¡Pero por favor, bajá la velocidad porque nos vamos a matar!
   Pero la mujer siguió acelerando hasta que finalmente estrelló el auto contra una pared; al rato una ambulancia llegó y dos enfermeros (un hombre y una mujer) constataron inmediatamente que a esa altura nada podían hacer por la taxista ni por su pasajero, ya que el impacto les había inmediatamente dado muerte, por lo que resignadamente, tras alejarse unos metros de la escena, a través de un teléfono celular, el enfermero informó al hospital sobre la situación y segundos después, la enfermera que estaba junto al vehículo destrozado, le dijo a su compañero:
   -¡Vení rápido!
   El enfermero se acercó y le preguntó:
  -¿Qué pasa!
   Y señalando a la taxista, dijo:
   -Mirá.
   El cuerpo de la conductora muerta empezó a perder consistencia al punto que, tras unos segundos, se volvió translúcido y poco después, se esfumó como si hubiera sido de niebla.
   Ambos enfermeros se miraron extrañados no comprendiendo qué había pasado y debieron decir que lo informado en un primer momento sobre dos víctimas fatales en el siniestro, había sido un error, ya que en el auto había solamente un cuerpo.
   Lo que ocurrió en este caso y en los de las desapariciones de los otros agresores detenidos, fue que ninguno de ellos tenía una existencia independiente de las percepciones de los periodistas, ya que dichos agresores fueron proyecciones psíquicas materializadas inconscientemente por ellos mismos; es decir, los periodistas, con su propia negatividad y conciencias sucias, sin saberlo le habían dado vida a sus propios castigadores; estos últimos los habían juzgado con la misma severidad con que ellos habían continuamente juzgado a los demás y los habían castigado en consecuencia.

   ¿Quién podría decir que en estos hechos no se manifestó claramente la justicia?... … (solamente un periodista).