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martes, 18 de enero de 2022

Revolucionarios a favor del "establishment" (todos menos uno) (cuento) - Martín Rabezzana


   En una reunión por la unión de las organizaciones armadas de izquierda realizada en algún lugar del país allá por los años setenta del siglo 20, en la que había miembros de las FAR, el ERP, Montoneros y hasta de las FAP (grupo que, por algún motivo, solía quedar al margen de los proyectos de unión de las organizaciones mencionadas), un militante de una organización no armada que acababa de dejar la carrera de medicina en tercer año por haberse desencantado del sistema médico oficial (y que paralelamente se había acercado al naturismo), fue presentado por uno de sus colegas revolucionarios.
   -Compañeros: a esta casa compañera ha llegado un compañero de la JUP con un mensaje muy importante para compartir con sus compañeros (que somos nosotros), así que, compañeros: les pido que le presten gran atención al compañero de nuestra causa de liberación nacional, que ya mismo se dirigirá a ustedes, que son sus compañeros, como lo soy yo de él y también de ustedes; así que, compañeros: no me extiendo más: denle compañeros un aplauso al compañero que ya mismo le dirigirá a ustedes, compañeros, la palabra.
   Entonces todos aplaudieron y el militante de la Juventud Universitaria Peronista, tras un preámbulo de rigor de poca trascendencia, dijo:
   -La policía, las Fuerzas Armadas, los grandes medios de difusión y la medicina oficial toda (ya que no es solamente la psiquiatría), están para proteger al sistema de dominación creado por una minoría económicamente poderosa, sobre las mayorías; en una palabra: están para defender al capitalismo; decir que para eso están la policía y la milicia, no es entre nosotros, en absoluto controvertido porque estamos todos de acuerdo, y en lo que se refiere a los grandes medios de difusión… podría llegar a haber alguna discusión, pero tampoco hay entre nosotros, grandes diferencias de opinión a este respecto, pero en lo referente a la medicina alopática como parte del sistema de dominación de las masas, de esto casi no hay conciencia por parte de ustedes, ya que reivindican a los médicos como si fueran personas al servicio de los necesitados, cuando en realidad, al igual que los policías, los militares y los periodistas de los grandes medios, los médicos alópatas están al servicio de una minoría económicamente poderosa; en este caso particular, esa minoría poderosa es la que conforma la industria farmacéutica que tiene por fin, perpetuar a las enfermedades cuando existen, para así venderle a los enfermos, medicamentos de por vida (que les van a causar más enfermedades que a su vez serán tratadas con más medicamentos) y hasta crearlas cuando no existen, y no sólo hace la industria mencionada, daño por su sistema basado en la provisión de venenos, sino además por ser, como toda gran corporación económica, financiadora de la política; por ejemplo, gran parte de la financiación del reciente golpe de estado en Chile, procedió de empresas farmacéuticas, no obstante lo cual, ninguno de ustedes parece ver en la medicina oficial (que es totalmente indivisible de la industria farmacéutica) ni en los médicos, a enemigos de las masas cuyo fin es el continuo aumento de la concentración de poder económico y político por parte de unos pocos. Es decir: la medicina oficial es uno de los instrumentos de la oligarquía al que hay que reconocer como tal para poderlo combatir.
   Y mientras miraba a sus compañeros revolucionarios entre los que había uno que estaba sacando un frasco de comprimidos y se disponía a tomar uno (era el mismo que había hecho la presentación), a él se acercó y, señalándole el producto farmacéutico, le preguntó:
   -¿Y eso para qué es?
   -Ah. Esto compañero, me lo recetó… me lo recetó… eeehhh; me lo recetó el doctor para la... para la… ¡para la ansiedad! ¡Eso! Para la ansiedad, compañero. Y… compañero… eehhh… estoy de acuerdo con lo que usted dijo, pero… ¿vio cómo es la ansiedá, compañero?... Eehh… estaría muy mal si no lo tomara. Por eso lo tomo, compañero.
   -Pero… ¿cómo no ves que es justamente el consumo de esas drogas lo que te tiene así?... ¿O no sos consciente del estado deplorable en que estás?... La salud está en los hábitos gimnásticos, en la alimentación mayor o totalmente vegetal, en el contacto con el sol, la tierra, el agua y el aire fríos, y no en la toma de pastillas.
   -¿De qué está hablando, compañero?... –y con las manos temblorosas, agarró un vaso de agua y se mandó una pastilla –Yo estoy bien, compañero, y gracias a mi médico (1) que me da benzodiacepinas y más cosas. Así que, compañero, le digo que “hay médicos y médicos”; el mío es bueno, por eso me da estas pastillas que me hacen estar acá, compañero, con todos mis compañeros, en condiciones óptimas, compañero.
   Ante lo cual, el ex estudiante de medicina facultativa, totalmente indignado, dijo:
   -¿”Condiciones óptimas”? Mirá cómo no podés parar de mover las manos ni los labios. ¡Estás hecho mierda, flaco, y ni siquiera lo advertís por la obnubilación que te causan las pastillas que tomás!... Si tuvieras un poquito de conciencia de qué es en lo que estás metido, te darías cuenta de que problemas graves que sin duda tenés (imposibilidad de parar la pija, ataques de pánico, angustia, cansancio, depresión, arritmia, incapacidad de mantenerte quieto, y muchos otros), son causados por esas porquerías que estás tomando –y tras varios segundos, agregó: -¡Es increíble que haya gente tan pelotuda como para creer que las pastillas de mierda que los psiquiatras prescriben, le pueden hacer bien a alguien!
   -Noooooo, compañero… ¡no me falte el respeto!, aparte, me las dio el médico clínico (2), compañero, no el psiquiatra, compañero.
   -¡Pará de decir “compañero compañero”, che! ¡Parecés un disco rayado!... ¿No ves cómo te ponen esas drogas?
   -Pero me las recetaron, compañero…
   -Con receta o sin receta, sos un falopero igual por tomarlas.
   Entonces, el joven revolucionario padeciente de drogadicción legal, a causa de sus manos temblorosas, dejó involuntariamente caer al suelo el frasco de pastillas que sostenía, lo cual resultó en que muchas de ellas quedaran esparcidas en el piso, por lo que, gritando dijo:
   -¡Nooooo!
   Acto seguido se tiró al piso y con gran dificultad por la agitación de sus manos, empezó a juntar los venenos que había dejado caer y a llevarlos de vuelta al frasco mientras alguno más, se tomaba.
   Mientras tanto, un revolucionario se dirigió al militante de la JUP contrario a la medicina oficial, y señalándolo con el dedo, le dijo:
   -Vos, con tu discursito anticiencias médicas, nos querés llevar de vuelta a una era de oscurantismo.
   Entonces varios otros revolucionarios le dieron la razón y gritaron cosas de tipo: “¡Sí! Es un ignorante”. “Es un imbécil”. “Es un oscurantista”.
   Y mirándolos con compasión, su interlocutor les respondió:
Publicación de Montoneros.
(Imagen del sitio: El Topo Blindado).
   -No; lo que yo querría es que tomaran conciencia de que el oscurantismo mayor es el de esta era supuestamente iluminada que es la cientificista y de que no hay revolución posible si se respetan los intereses de las minorías poderosas entre las que están, los empresarios farmacéuticos y sus secuaces médicos.
   Entonces, otro revolucionario le dijo:
   -No; vos viniste a decir pelotudeces propias de la ignorancia más extrema.
   A lo que el militante universitario, habiendo ya perdido la paciencia, respondió:
   -Callate, forro.
   Y este último forro que lo había tratado de ignorante le dio un golpe de puño que derivó en que el agredido respondiera de igual modo, ante lo cual, varios otros revolucionarios se sumaron a la gresca poniéndose del lado del defensor de la medicina oficial, por lo cual, el militante de la JUP quedó rápidamente tendido en el piso con el rostro desangrante producto de los golpes que, por parte de varios revolucionarios, recibió.
   En algún momento alguien se compadeció de él y dijo:
   -Hay que llamar a una ambulancia.
   Así lo hicieron y así fue que el joven agredido fue subido a una ambulancia con destino a un hospital, pero ocurrió que durante el viaje hacia el mismo, el militante universitario, que era consciente de que estar en manos de cualquier institución del estado es peor que morir, con gran dificultad se levantó de la camilla situada en la parte posterior de la ambulancia en que estaba, agarró un tubo de oxígeno que encontró, y golpeó con el mismo al enfermero que lo acompañaba dejándolo semiinconsciente, tras lo cual, al grito de: “Alópatas de mieeeeerrrdaaaaaa!”, agarró el volante al cual su conductor se aferró con todas sus fuerzas, pero no logró evitar que el joven volanteara abruptamente y chocaran contra otro vehículo que transitaba en dirección contraria a ellos que era un camión de YPF que transportaba combustible, lo cual resultó en que ambos vehículos explotaran junto con al menos, 9 manzanas del área, hecho que dejó un saldo de aproximadamente 700 muertos.
   A todo esto, la reunión de revolucionarios prosiguió y se trataron temas que nada tenían que ver con la medicina oficial ni con la industria farmacéutica, y mientras el debate transcurría, el joven revolucionario drogadicto con receta, seguía buscando obsesivamente por el piso las pastillas que horas antes había dejado caer, y mientras gateando transitaba por debajo de las mesas, se chocó al menos seis veces con otros revolucionarios a los que les había ocurrido lo mismo con sus respectivos frascos de veneno recetados.
 
   En aquellos años ’70, los militantes revolucionarios no estaban todavía capacitados para entender el mensaje expuesto por el protagonista de la historia recién contada, y lamentable e increíblemente, unos 50 años después, las generaciones jóvenes siguen sin estarlo.
 
 
(1) Aprecio, agradecimiento, respeto y/o amor por el que a uno lo somete (en este caso, el médico alópata) = síndrome de Estocolmo.
(2) Los psicofármacos son recetados en la mayoría de los casos, por médicos clínicos.