miércoles, 15 de febrero de 2023

Vanguardia antipsiquiátrica (cuento) - Martín Rabezzana

 -Palabras: 3.402- 


   Los integrantes de la ONG: “Alianza Contra la Coerción Psiquiátrica y Psicológica”, tras la victoria judicial notable de los querellantes y la fiscalía lograda en contra del psiquiatra Ricardo Togliavita (que había actuado según el protocolo psiquiátrico), que derivó en una condena en su contra sin precedentes en el mundo, se sintieron enormemente esperanzados ante la posibilidad de que nuevas imputaciones a psiquiatras llevaran a más procesamientos y condenas y que esto resultara, en algún momento, en una abolición total de la coerción psiquiátrica, sin embargo, los meses pasaron y nuevas imputaciones contra psiquiatras fueron realizadas por sobrevivientes de la psiquiatría, cuyos abogados fueron provistos por la alianza ya mencionada, sin que se pudiera pasar de la instancia de la declaración indagatoria, ya que en todos esos casos, los jueces habían dictado el sobreseimiento o la falta de mérito, que impidieron que los psiquiatras fueran llevados a juicio, de ahí que hubiera que buscar urgentemente casos cuyas derivaciones fueran tan importantes, que pusieran una presión moral (y hasta política) en los jueces, que les impidiera mantenerse indiferentes ante la cuestión, ya fuera por motivos de empatía personal, o por considerar que de atender los reclamos de los querellantes, sus carreras serían impulsadas, por los mismos estar relacionados con una causa sensible para la opinión pública argentina.

   El plan tuvo éxito, y así fue que varios psiquiatras fueron imputados por daños a la salud integral de sus “pacientes”, privación ilegítima de la libertad, instigación al suicidio y más cosas, hechos que, por su gravedad y realización con la participación del estado (y muchas veces por orden del estado mismo), llevaron a los acusadores a que la imputación realizada contra ellos por sus acciones lesivas contra las personas, fuera por DELITOS DE LESA HUMANIDAD.

   Si bien la mayoría de los juzgados dictó el sobreseimiento de los muchos psiquiatras imputados por dichos imprescriptibles delitos, y los que sí fueron juzgados, lo fueron por delitos menores, uno de ellos, en la provincia de Mendoza, dictó el procesamiento de una psiquiatra por los mencionados delitos, constituyendo un nuevo hito en la historia antipsiquiátrica mundial.

   La decisión tomada por un juzgado (juzgado que, como todos los demás, SIEMPRE “trabaja” en colaboración con profesionales de la psiquiatría) de juzgar a una psiquiatra, no habiendo ella incurrido en lo que oficialmente se considera: “mala praxis”, constituyó un caso de: “estado que se juzga a sí mismo”, ya que el estado es el que le concede poder parajudicial a los psiquiatras; tal juzgamiento, pocos años atrás, parecía imposible, como así también lo parecía el que los perpetradores del genocidio realizado por el estado argentino en el periodo de la última dictadura (1976-1983), cuya finalidad era la eliminación de toda posible oposición a los intereses económicos, culturales e ideológicos de las clases dominantes, fueran juzgados, sin embargo, así se hizo, y no ocurrieron los juzgamientos sólo en el ámbito de las cortes internacionales, ¡sino también en el ámbito judicial local!, y es por eso que la serie de juicios contra los psiquiatras que a finales de los años 2020, en el país se iniciaron, fue ni más ni menos que una continuación de esos juicios por crímenes de lesa humanidad que, aunque con marchas atrás e interrupciones, se materializaron.

   Una vez iniciado el juicio contra la psiquiatra cuyo nombre era Soledad Aguzzina, la abogada Victoria Sáez Carrera, representante de víctimas de la psiquiatría y de sus familiares, cuyos denominadores comunes eran no sólo el haber sido dañadas por la psiquiatría, sino también, el de ser ex combatientes de Malvinas e hijos de ex combatientes, expuso en su alegato, muchas cosas; explicó que entre los ya mencionados ex combatientes, hay un número de personas muertas por suicidio, altísimo (también incluso, entre sus hijos), y que en todos los casos que investigó, los mismos se produjeron durante el primer semestre de ellos haber iniciado un tratamiento psiquiátrico; se refirió en particular al primer caso por el que imputó a la psiquiatra Aguzzina, que fue directora de un neuropsiquiátrico en el cual, durante su periodo, varias personas privadas de su libertad, se suicidaron; el caso en cuestión (que para la causa sería emblemático), era el del ex combatiente Rafael Palau, de 34 años, que, en el año 1998, en circunstancias en que se encontraba recluido en el manicomio dirigido por la ya mencionada psiquiatra, se suicidó; también hubo en ese neuropsiquiátrico (como en todos los demás), casos de muertes por disfunciones multiorgánicas que falazmente los psiquiatras atribuyeron en sus causas a problemas en los reclusos, preexistentes; la doctora Sáez Carrera intentaría demostrar que los mismos (y por consiguiente, las muertes) fueron resultantes del tratamiento psiquiátrico.

   Si bien se imputó a otros psiquiatras que "trabajaban" en el neuropsiquiátrico dirigido por la doctora Aguzzina, también a psicólogos, a asistentes sociales y hasta a jueces, a todos ellos los protegió una especie de "ley de obediencia debida" que resultó en que a ninguno se le dictara el procesamiento, pero sí a la psiquiatra Aguzzina, por considerársela máxima responsable de los hechos ya referidos.

   En el contexto de su alegato, tras un largo preámbulo en el que explicó por qué la psiquiatría no es científica según el criterio oficial de qué es ciencia y qué no lo es, y que aun si lo fuera, por las consecuencias terribles de la misma en las personas a las que se les aplica, que no son sólo el empeoramiento de su salud física y psíquica, sino también, la quita de derechos humanos por parte del estado tras un diagnóstico psiquiátrico (derechos que el estado, hipócritamente denomina: “inalienables”), debería ser considerada una amenaza para la salud pública, además de una amenaza para dichos inalienables derechos, la doctora Sáez Carrera, dijo:

   -Uno de los querellantes, familiar de una víctima fatal de la psiquiatría que me tiene a mí por representante legal, me dijo: “Hablar con gente que está a favor de la psiquiatría, es como hablar con milicos de la última dictadura; ante la recriminación que se les realice por haber secuestrado, torturado, violado y/o matado, aludiendo a sus víctimas, invariablemente dicen cosas de tipo: “Pero eran terroristas. Ponían bombas.” Y la respuesta obvia por darle a quien a dicho accionar reivindica, es: “No importa lo que una persona haya hecho. NUNCA debe ser torturada, violada ni asesinada”, y en esto que me dijo, tuvo toda la razón; además me expresó que: “...hubo muchísima gente por los milicos tratada de los modos ya referidos, que no tenía absolutamente nada que ver con actividades terroristas, sin embargo, según el criterio ultraderechista, SIEMPRE era terrorista la gente por ellos, reprimida, y en el caso de la psiquiatría se da exactamente lo mismo, ya que quienes la defienden, justifican al tratamiento involuntario (es decir, JUSTIFICAN A LA TORTURA), diciendo que aquellos a quienes se les aplica, están "enfermos", pero aun si la “enfermedad mental” fuera una realidad, y no la ficción que es, la condición en alguien de "enfermo", no debería justificar que se lo prive de todo derecho, y esto es lo que a través de la psiquiatría, se hace.”;… Yo coincido con todo esto, ya que es totalmente cierto; cuando alguien es considerado “mentalmente enfermo”, el estado le da atribuciones a los psiquiatras para forzarlo a la drogadicción y hasta para infligirle descargas eléctricas a la cabeza, o sea, el estado, por su supuesto “bien”, habilita que aun contra su voluntad, a una persona se la picanee farmacológica y hasta eléctricamente, lo cual, es terrible aunque a la misma esto no le cause la muerte, pero ocurre que estas prácticas aberrantes, habitualmente terminan con la vida de aquellos a quienes se les inflige, y al igual que ocurre en lo recién expuesto en el paralelismo entre la represión de los militares durante la última dictadura y el accionar psiquiátrico, en el caso de la psiquiatría también está la cuestión de que, de entre todos aquellos etiquetados por los psiquiatras como “enfermos”, la mayoría tiene formas de ser, comunes entre casi todas las personas consideradas “normales” y totalmente adaptadas al sistema, que hacen absurdo al hecho de que se las clasifique como “enfermas”; está más que claro para nosotros, que la hiperpatologización realizada por los psiquiatras de las formas cotidianas y generales de ser, de pensar y de sentir, responde en gran medida a intereses económicos de una de las industrias más poderosas del mundo: la farmacéutica, ya que al etiquetar a tendencias propias de todas las personas como “enfermizas”, su negocio se ve beneficiado, dado que a mayor número de enfermedades, mayor venta de medicamentos; por supuesto que todo esto, para un oficialista de la psiquiatría, es parte de un conspiracionismo que nos hace a quienes lo difundimos, merecedores de llevar etiquetas psiquiátricas, ya que para alguien así, el cuestionamiento mismo a la psiquiatría hace del cuestionador, un caso psiquiátrico; parece ser que el que está bien de la cabeza y es educado e inteligente, nunca cuestiona a los diplomados en ciencias. Nunca los critica, nunca compara versiones... básicamente: NUNCA PIENSA, ya que NO CUESTIONAR EQUIVALE A NO PENSAR, y esa delegación del no diplomado en ciencias, de la acción de pensar en quienes sí están diplomados, parece ser constitutivo de salubridad mental, de posesión de cultura e inteligencia… En fin;... a ese grado de descomposición moral e intelectual, hemos llegado, ya que esto tan absurdo, es aceptado por la generalidad de las personas, y sólo nos será posible recomponernos, mediante la oposición a disciplinas como la psiquiatría, cuyo poder coercitivo NO DEBE TOLERARSE MÁS.

   Y tras algunos segundos en que la doctora Sáez Carrera hizo una pausa para tomar agua, prosiguió con su alegato.

   -Lo más importante del fallo judicial que de modo inédito condenó al psiquiatra Togliavita, reside en que la condena no fue por él haber incurrido en mala praxis, o sea, no fue condenado por haber actuado contrariamente a lo establecido por el protocolo psiquiátrico vigente, sino que se lo condenó por haber actuado de acuerdo al mismo, es decir, el tribunal que lo juzgó y condenó a prisión, resolvió que (y cito): “...un tratamiento psiquiátrico correctamente realizado, es altamente perjudicial para la salud tanto física como psíquica de la persona a la que se le aplica”; esto resulta en que además de al mencionado psiquiatra, el tribunal haya indirectamente condenado al mismísimo sistema psiquiátrico, y espero que acá se haga lo mismo, dado que hacer justicia, en este caso sólo puede implicar condenar a la psiquiatría, representada en esta oportunidad, por la doctora imputada, Soledad Aguzzina, por ella haber incurrido en delitos que, de actos legales, tuvieron solamente una apariencia de superficie, ya que en el fondo, su accionar abyecto ha estado desde el inicio constituido por delitos de los más aberrantes que, por ser tales, son CONTRA LA HUMANIDAD TODA, y ahora mismo paso a fundamentar esta posición:… ...Como es de público conocimiento: entre los ex combatientes argentinos de la guerra de Malvinas, hay un número de muertos por suicidio, mayor al número de muertos entre ellos por el enemigo, en el curso de dicha guerra, y no sólo eso, sino que además, hay un número muy alto de suicidios entre sus hijos… En una lectura superficial, sin perspectiva antipsiquiátrica y con una perspectiva contraria, que es la psiquiátrica y la psicológica (y tal lectura es la oficial), tales suicidios ocurrieron por causa del estrés postraumático que, por heredarse transgeneracionalmente, alcanza también a las familias de los afectados, pero tras yo analizar una multiplicidad de estos casos al azar, les puedo asegurar que, por todos estos suicidios haberse dado en el semestre posterior al inicio de tratamientos psiquiátricos, la causa de los mismos está en dichos tratamientos. Es decir, los suicidios se dieron por el empeoramiento del estado físico y psíquico provocado por los psicofármacos que estas personas consumieron por prescripción médica y en muchos casos, hasta de manera forzada, ya que, como ya expresé, el estado, por su supuesto bien, le impone a las personas, tratamientos psiquiátricos que producen un malestar tan insoportable, que las lleva a querer quitarse la vida con el objetivo de no sufrir más; otras personas psiquiatrizadas se suicidan porque abruptamente dejan de tomar psicodrogas al advertir que lo único que les hacen, es daño, y como desarrollaron adicción a las mismas, se encuentran con un síndrome de abstinencia que les provoca un sufrimiento tremendo, que las hace desear morirse, y otras  personas psiquiatrizadas que también advierten que por culpa de los fármacos se sienten cada vez peor, y por ese motivo, pretenden dejar de tomarlos, se encuentran con la oposición total a eso por parte de su entorno familiar que ciegamente cree en la validez absoluta de la palabra del supuesto profesional de la salud que dispuso el tratamiento (el psiquiatra), e incluso, con la imposibilidad legal de dejarlos por haber una orden judicial que los condenó a la drogadicción; cuando esto último se da, para escapar a la tortura psiquiátrica, hay solamente dos cosas posibles por hacer: una es la de irse para siempre del lugar en que se resida y romper todo lazo con amigos, familiares y conocidos (ya que de no hacerse esto, los mismos pueden llegar a entregarlo a uno a los torturadores), y otra es la de suicidarse.

   Y tras hacer una nueva pausa de algunos segundos, la abogada continuó con su alegato.

   -Por estar la psiquiatría investida de facultades parajudiciales otorgadas por el estado y, por ser entonces, el estado, CULPABLE del accionar arbitrario e ilegal que la misma desarrolla que, por estar conformado por privaciones de la libertad SIN DEBIDOS PROCESOS PREVIOS a personas que en la gran mayoría de los casos no han cometido delitos ni han sido siquiera acusadas de haberlos cometido, y por TORTURAS, ya que la drogadicción y las descargas eléctricas a la cabeza, cuando les son aplicadas a alguien contra su voluntad, constituyen TORTURAS, sumado al hecho de que estas prácticas represivas se han diseñado para ser aplicadas de modo SISTEMÁTICO y GENERALIZADO contra un colectivo civil que, en consideración de las autoridades de turno, esté “enfermo”, aunque, como ya expresé, sus integrantes no hayan cometido delitos ni se hayan presentado pruebas médicas de sus supuestas enfermedades, es que puede con todo fundamento decirse, que la psiquiatría es un instrumento que el estado utiliza para hacer pasar por tratamiento médico a lo que no es otra cosa que una acción punitiva y arbitraria contra las personas, y cuando el estado se organiza para atacar a un colectivo humano civil de modo programado, sistematizado y generalizado, está incurriendo ni más ni menos que en DELITOS DE LESA HUMANIDAD. Por todo esto es que, sin exagerar, los tratamientos psiquiátricos constituyen delitos contra la humanidad en su conjunto, y como tales deben ser clasificados, así como también, juzgados y condenados, sus perpetradores.

   A todo esto, la represora matriculada, Soledad Aguzzina, evidenciaba una gran hipocresía con su mirada de inocencia y desconcierto ante aquello que escuchaba, y un gran nerviosismo y ansiedad, con el temblor de sus manos y labios, lo cual a su vez daba cuenta del consumo de benzodiacepinas y antipsicóticos en que había incurrido, ya que más que por la situación en curso, su nerviosismo y ansiedad, así como los síntomas parkinsonianos que estaba sufriendo, se debían justamente a los venenos por ella consumidos que, no obstante ella misma estar padeciendo sus efectos, seguiría defendiendo y justificando en su suministro a las personas (incluso de modo coercitivo), hasta el final, así como la mayoría de los militares perpetradores de genocidios, defiende y justifica hasta el final, a su accionar indefendible e injustificable.

   Tras una nueva pausa de varios segundos, la doctora Victoria Sáez Carrera, se dispuso a iniciar la parte final de su alegato, alegato que, por motivos de espacio, en este texto no se presenta en su totalidad.

   -La aceptación de la validez de la psiquiatría, nos genera un problema moral, tremendo, ya que la misma es parte de un aparato disciplinario y represor, basado en la idea absurda, aceptada por los derechistas (y no sólo por ellos), según la cual, quien se porta “mal”, puede ser llevado a portarse "bien", por medio de la “mano dura”, y en realidad, todo demuestra que uno aprende a tratar a los demás, en gran medida a partir de cómo es tratado, por lo cual, quien es tratado mal, tiene muchas más posibilidades de tratar mal a otros, que si es tratado bien, por consiguiente, la “mano dura”, lejos de mejorar la conducta de alguien, la empeora. No obstante la enorme cantidad de evidencia que prueba esto, basta con que aparezca un caso policial famoso, para que la "mano dura" de los psiquiatras, sea legitimada y hasta reclamada por la población, ya que tras el mismo, los psiquiatras son siempre entrevistados en todos los medios y dan su versión de por qué tal hecho violento, se dio, y por qué podría haberse evitado de haber habido una intervención psiquiátrica a tiempo (en esta versión justificadora de su tratamiento constitutivo de “mano dura”, la mayoría de la gente, inentendiblemente creerá), ya que según la visión psiquiátrica, absolutamente todo mal individual y social, procede de la falta de psiquiatrización, ya que la misma (supuestamente) anula toda tendencia humana negativa;... El nerviosismo es, según los psiquiatras, tratable de modo efectivo con medicación psiquiátrica, como así también, la tristeza, el enojo, la ira, la angustia, la frustración, la agresividad, la timidez, la falta de autoestima, etc., etc., etc., por lo cual, según el criterio de los psiquiatras, si el 100 por ciento de la población mundial estuviera bajo tratamiento psiquiátrico, el mundo sería perfecto, ya que la gente viviría sin nunca ponerse nerviosa, sin nunca deprimirse, sin nunca enojarse, sin nunca ponerse irascible, sin nunca angustiarse, sin nunca frustrarse, sin nunca violentarse, sin nunca inhibirse, sin nunca sentirse mal consigo misma y sin tampoco ponerse nunca demasiado contenta, porque eso constituiría una euforia que también es, según la psiquiatría, algo patológico, y la salud, según la psiquiatría, es el equilibrio absoluto, cuando en realidad, la inestabilidad emocional, conductual e ideológica, es parte de la condición humana que, como tal, necesariamente se da EN TODO SER HUMANO VIVO Y SANO, y no estoy exagerando en absoluto en el cuadro que presento del criterio psiquiátrico, dado que literalmente, ante el malestar en las personas de la especie que sea, el psiquiatra SIEMPRE cree que su intervención es necesaria, imprescindible y benéfica, y la realidad es que NUNCA lo es; la intervención psiquiátrica es SIEMPRE innecesaria, SIEMPRE prescindible y SIEMPRE CRIMINAL, y muy rara vez, este accionar psiquiátrico, cuya intención es la de automatizar, robotizar y, en una palabra: DESHUMANIZAR a las personas, es castigado, y esta falta de castigo constituye una ENORME INJUSTICIA… En conclusión, señores jueces: les pido que la doctora Soledad Aguzzina, sea condenada a la pena máxima por haber incurrido en la comisión de DELITOS DE LESA HUMANIDAD.


… … ...


   En el curso del juicio, declararon casi 50 testigos; entre ellos estuvieron familiares y amigos de la víctima fatal de la psiquiatría ya mencionada (el ex combatiente Rafael Palau), como así también, otros ex combatientes víctimas sobrevivientes de dicha disciplina y de la acusada, médicos clínicos críticos de la psiquiatría, psicólogos también críticos de ella y hasta psiquiatras, que aun siendo defensores de la visión oficial de su profesión, hablaron en contra del accionar de la doctora Aguzzina, atribuyéndole todo tipo de faltas en su desempeño profesional, constitutivas de mala praxis, con la clara intención de salvaguardar la integridad de la psiquiatría, lo cual derivó en una enemistad con otros colegas de la psiquiatra que declararon a favor de ella, ya que con eso, defendían a su propio accionar; no obstante la defensa realizada por varios de sus colegas, por su abogado y por ella misma (al autodefenderse se limitó a decir de múltiples maneras que: "no había hecho nada malo" y que, por el contrario, había siempre trabajado en favor de la salud de los "pacientes"), la psiquiatra acusada fue condenada a cadena perpetua por haber incurrido en una actividad constitutiva de delitos de lesa humanidad.

   Esta condena, única en el mundo hasta ese momento (*), se dio (o se dará, mejor dicho) allá por mediados del año 2031; la misma fue un paso más en el camino conducente a la abolición total de la psiquiatría coercitiva.




(*) El psiquiatra Togliavita ya había sido condenado pero por delitos comunes, no de lesa humanidad.

martes, 7 de febrero de 2023

En un futuro cercano (cuento) - Martín Rabezzana

 -Palabras: 2.791-
   
   Un psiquiatra llamado Ricardo Togliavita, fue citado a indagatoria en un juzgado de la provincia de Buenos Aires hacia fines de la década del 2020, tras ser imputado por privación ilegítima de la libertad, imposición de tormentos e instigación al suicidio en perjuicio de uno de sus “pacientes” cuyo nombre era Luciano Lamacchia; tras serle informado por el juez cuáles eran los hechos por los cuales había sido imputado, cuáles eran las evidencias en su contra presentadas por el fiscal, e informarle que tenía derecho a declarar y, que de no hacer uso del mismo, cosa tal no podía constituir una prueba en su contra, el imputado, asumiendo que la impunidad para él y sus cómplices de control social y represión, sería eterna (de ahí que estuviera seguro de que para él, sobrevendría el sobreseimiento), hizo uso de su derecho a declarar; durante la declaración, como se esperaba, dijo que todo lo que había hecho, lo había hecho conforme a lo reglamentado médicamente y que por eso, todo su accionar profesional era legal y científico, por lo cual, estaba totalmente tranquilo, resultando esto en que aceptara contestar preguntas.
   El fiscal Juan Martín Candioti buscaba demostrar que el accionar de TODOS los psiquiatras constituye “mala praxis”, pero no porque actúen con negligencia en el sentido de no hacerlo de acuerdo con las normas vigentes en psiquiatría, sino porque, según su criterio, el ejercicio de la psiquiatría misma constituye una negligencia médica por ella carecer de las evidencias probatorias en cuanto a la condición patológica de las personas a las que trata, que deben necesariamente presentar los médicos de otras disciplinas, antes de declarar a un paciente: “enfermo” y prescribirle medicamentos, de ahí que pretendiera demostrar que una buena praxis psiquiátrica, es una mala praxis médica. Buscaba además demostrar que el tratamiento psiquiátrico es un medio para violar derechos humanos básicos, dado que a través de la psiquiatría se autorizan privaciones forzadas de la libertad contra las personas, imposición de drogadicción y hasta en algunos casos, de electroshocks, constituyendo estas últimas cosas mencionadas, torturas que, por supuesto, no están permitidas en su infligimiento a NADIE bajo NINGUNA circunstancia, sin embargo, todo esto se le hace a las personas a través de la psiquiatría sin necesidad de que hayan cometido delitos y sin un debido proceso previo, de ahí el interés del fiscal en que el estatus legal del accionar psiquiátrico sea revisado ya que, según su criterio, el mismo infringe varias leyes, resultando esto en que los psiquiatras que actúen o hayan actuado de modo coercitivo con cualquier persona a la que en el ejercicio de su oficio, hayan tratado, ameriten ser llevados a juicio sin que para que se logre cosa tal, haga falta cambiar la legislación, dado que basta con aplicar la que ya está vigente para que, por su accionar, penas privativas de la libertad, le sean a los psiquiatras, aplicadas.
   El fiscal Candioti le preguntó al psiquiatra Togliavita lo siguiente:
   -¿Por qué motivo dispuso que a Luciano Lamacchia se le impusiera psicodrogadicción y reclusión en un manicomio?
   A lo que el psiquiatra respondió:
   -El paciente tenía tendencias agresivas y autolesivas, en estos casos, el tratamiento psiquiátrico se hace indispensable para disminuir la posibilidad de incidencia del enfermo tanto en la agresión a otros, como en la agresión a sí mismo.
   El abogado rápidamente dijo:
   -Por lo que me informaron familiares y amigos de la víctima, a mí no me consta que así haya sido previo al tratamiento psiquiátrico que le fue impuesto, pero sí con posterioridad al mismo, pero supongamos que usted tiene razón y que su intervención se dio en el marco de una conducta agresiva hacia otros y hacia sí mismo, de Luciano: ¿usted considera sensato que a alguien que tiene tendencias agresivas o autolesivas, se le suministren substancias que aumentan la agresividad y las tendencias autolesivas?
   -No fue eso lo que hice.
   -En realidad, fue exactamente eso lo que hizo, dado que el tratamiento psiquiátrico se basa en el suministro de drogas que, según sus mismos prospectos, aumentan la agresividad y las tendencias autolesivas, y hasta en prácticas aún más aberrantes como el infligimiento de descargas eléctricas a la cabeza.
   -La terapia electroconvulsiva no fue aplicada en su caso, y de hecho, lo es cada vez menos por la mayor eficacia y menores efectos adversos que los psicofármacos, tienen, producto del avance de la ciencia.
   -Sin embargo, a pesar de esos supuestos avances que llevan a que los fármacos que ustedes prescriben sean, según su criterio, cada vez más efectivos y seguros, como ya dije, los mismos prospectos de TODOS los psicofármacos en los que se basa su supuesta terapia médica, admiten que su toma aumenta la agresividad y las tendencias autolesivas que muchas veces resultan en actos agresivos y suicidas en quienes los consumen, pero cuando un acto agresivo o suicida realizado por alguien tratado psiquiátricamente, tiene lugar, los psiquiatras que se los han suministrado, se desentienden de toda culpa y responsabilidad, y aducen que dichas substancias tóxicas, fueron por ellos suministradas con el fin de ayudar a sus “pacientes”… ¿Podría aclarar por qué, sabiendo que la posible comisión de un acto violento contra otros o contra sí misma, en una persona es más factible de ella estar drogada con psicofármacos que de no estarlo, usted considera válido al tratamiento psicofarmacológico?
   Entonces la abogada del psiquiatra consideró intervenir, pero éste último, con una seña le pidió que no lo hiciera y pasó a responder.
   -Cuando los psicofármacos son suministrados por un profesional de la psiquiatría, ocurre todo lo contrario a lo que usted expuso, es decir, en tales casos la gente mejora su conducta y su estado anímico general, pero por supuesto que considero que son en extremo peligrosos cuando las personas, sin supervisión médica, los consumen.
   -Pero su “paciente”, como usted lo ha llamado, se suicidó en el curso de un tratamiento infligido por usted, y nada lleva a concluir que se haya automedicado, sino que consumió psicofármacos bajo su supervisión.
   -Mi paciente se suicidó producto del trastorno depresivo mayor que padecía, trastorno que el tratamiento, a pesar de lo efectivo que es, no pudo contrarrestar.
   -Y si es tan “efectivo”, ¿por qué no pudo contrarrestarlo?
   A esto último, el torturador no pudo responder, por lo cual, tras algunos segundos, el doctor Candioti dijo:
   -Debido a la ausencia de respuesta del imputado, creo conveniente reformular la pregunta: el trastorno depresivo mayor, que su víctima padecía, ¿puede ser que haya sido causado por las drogas psiquiátricas que usted le prescribió?
   -No. Los psicofármacos ayudan a las personas a mejorar su salud mental, pero hay casos cuya gravedad hacen poco útil a toda ayuda médica, no significando esto que la misma no sea válida.
   -Sin embargo, como ya expresé, los daños en la salud física y anímica causados por el consumo prescrito de psicofármacos, aun en las dosis más bajas (admitidos por los laboratorios productores en los prospectos de sus “medicamentos”), son innumerables, de ahí que lo único lógico por concluir, es que quien es sometido a un tratamiento basado en su consumo, sólo puede malograr a su salud general de la misma ser buena, y empeorarla, de la misma ser mala, A pesar de esto, usted considera que “ayudó” a la persona a cuyo suicidio, ha contribuido.
   Entonces Analía Ferrara, abogada del represor, dijo:
   -Señor juez, me opongo a que las preguntas del doctor Candioti sigan por este camino, ya que la malicia con que las formula, puede ser admisible, pero sólo en el contexto de un alegato, y estamos en la etapa de la declaración indagatoria.
   Entonces el juez le pidió al fiscal, lo siguiente:
   -Doctor: trate de formular las preguntas de la manera más neutra posible.
   -Muy bien; trataré de hacerlo así -y dirigiéndose nuevamente al psiquiatra, dijo: -¿Usted considera válido el derecho a no sufrir torturas, reconocido por la legislación internacional?
   -Por supuesto que sí.
   -Entonces ¿por qué ha elegido una carrera que implica una violación sistemática del mismo? Ya que es innegable que someter a las personas a la drogadicción y a descargas eléctricas, es TORTURAR.
   La defensora del psiquiatra volvió a intervenir.
   -Señor juez, me vuelvo a oponer, ya que más que una pregunta tendiente a esclarecer algo, lo preguntado por el doctor Candioti constituye una descalificación personal.
   El juez dijo:
   -Voy a hacer lugar a lo manifestado por la defensa, así que le pido, doctor Candioti, que reformule la pregunta.
   El fiscal asintió con la cabeza.
   -Está bien; reformulo la pregunta: ¿por qué considera usted que forzar a alguien a la drogadicción, no constituye tortura?
   Entonces la abogada defensora intervino nuevamente al decir:
   -Señor juez, me vuelvo a oponer a la pregunta por el motivo ya expuesto.
   El juez dijo:
   -Doctor Candioti: le insisto con que reformule su pregunta para que sea lo más neutra posible.
   -Muy bien; le pregunto al imputado... ¿usted piensa que la destrucción sistematizada de la integridad física y psíquica de una persona, constituye tratamiento médico?
   La defensora Ferrara volvió a protestar.
   -Señor juez, ¡me vuelvo a oponer a la pregunta por ser totalmente agraviante!
   El juez negó con la cabeza y dijo:
   -No voy a hacer lugar esta vez a lo manifestado por la defensa, por lo que le pido al imputado que responda a la pregunta si así lo desea, dado que, como ya le expliqué, usted tiene en esta instancia, derecho a no declarar.
   Entonces el psiquiatra, tras expresar que quería seguir respondiendo, dijo:
   -Yo no considero que la inducción forzada al tratamiento médico constituya una destrucción de la integridad física ni psíquica de nadie, así lo pueden ver solamente aquellos que, por falta de conciencia de su estado patológico, creen que se los está atacando cuando en realidad, se los está ayudando.
   -O sea que, según usted, yo, y no sólo yo, sino CUALQUIERA que considere que a través de la psiquiatría se destruye la salud de las personas, basándose en el conocimiento de los gravísimos efectos de los psicofármacos admitidos por sus propios laboratorios productores, y además, que considere que a través de ella se valida indebidamente la suspensión de derechos básicos que sólo pueden serle suspendidos legítimamente a las personas tras haber cometido delitos y haber sido los mismos, probados en el curso de un debido proceso, ¡es alguien falto de conciencia de su “estado patológico”!... Es decir, cualquiera que desacredite o cuestione a la psiquiatría es, según usted, un “enfermo mental”, ¿o no es así?
   -No digo que sea necesariamente así, ya que también puede deberse tal consideración, a la falta de conocimiento en la materia.
   -Sin embargo, yo y otros colegas que trabajamos en la defensa de personas cuyos derechos básicos fueron vulnerados por el estado por intermedio de la psiquiatría, estudiamos el tema desde hace años, lo cual, no hace lógico que se nos considere desconocedores del mismo, no obstante, usted nos considera ignorantes.
   -Lo que ocurre es que, por bien que usted se haya informado, es doctor en leyes, no en medicina con especialización en psiquiatría, de ahí que carezca del conocimiento que se requiere para entender del todo a la práctica que desacredita.
   -¿Y cómo explica entonces que la antipsiquiatría provenga de psiquiatras?… ¿Puede usted acusarlos a ellos, de ser también, ignorantes en la materia?
   -Bueno… en tales casos, yo pienso que intereses oscuros los han llevado a oponerse a un sistema que en realidad, ellos mismos consideraban válido.
   -Es decir, para usted, SIEMPRE que alguien manifiesta descreimiento en la psiquiatría, lo hace porque es un ignorante, un loco, o porque le han pagado para hacer eso.
   Y mientras sonreía con suficiencia, el psiquiatra respondió:
   -Básicamente, sí.
   -Entonces no hay lugar alguno para críticas en su disciplina.
   -Por supuesto que sí lo hay, pero las mismas deben proceder de personas capaces de entender el proceso médico que a través de la psiquiatría, se desarrolla.
   -Pero ya le acabo de decir, y usted no lo desmintió, ¡que la misma antipsiquiatría viene de psiquiatras! Sin embargo, lo que ellos han expresado, en ninguna medida usted lo considera válido porque sólo una opinión coincidente con la oficial, que es la suya, puede serlo.
   Entonces la defensora volvió a protestar.
   -Señor juez, me vuelvo a oponer a que el doctor Candioti siga expresándose del modo en que lo hace.
   Entonces el juez dudó durante varios segundos respecto a qué hacer, debido a su inexperiencia en el tema presentado por el fiscal, y finalmente dijo:
   -Doctor Candioti: le informo que las preguntas realizadas por un fiscal a un imputado, pueden ser anuladas de ser agraviantes, así que le advierto lo siguiente: si formula una pregunta más que sea de ese tenor, daré inmediatamente por finalizada su participación en esta indagatoria.
   El fiscal asintió con la cabeza y después, con tono displicente, dirigiéndose al psiquiatra, dijo:
   -Usted expresó que todo su accionar ha sido científico, con lo cual no estoy de acuerdo dado que la psiquiatría no cumple con lo requerido por las demás ciencias médicas para ser considerada una forma válida de medicina ni de ciencia, pero supongamos que lo es; a este respecto digo que las ciencias le han permitido al ser humano ser destructivo a una escala sin precedentes en la historia; tengamos en cuenta cosas como las investigaciones en energía nuclear que han posibilitado crear armas terriblemente mortíferas; si aceptamos que cosas así, son malas, es en extremo absurdo asumir que lo científico es necesariamente bueno y que por eso, lo que se oponga a una ciencia, es necesariamente malo, ya que el carácter positivo o negativo de una disciplina, es totalmente independiente de su condición científica, y si tras analizar a una disciplina científica determinada, concluimos que tiene consecuencias positivas, hay que apoyarla, pero si concluimos que las mismas son negativas, hay que oponerse a ella, y esto NO LO PUEDE HACER alguien que tiene a lo científico por sagrado, ya que para alguien así, “ciencia” es sinónimo de “bondad”, y por eso cualquiera que presente una crítica a cualquier cosa denominada “científica”, sea para él, necesariamente herético y malo, ahora bien, ocurre que las consecuencias de la psiquiatría son...
   Entonces el juez interrumpió al fiscal diciendo:
   -Doctor Candioti, como ya lo hizo notar la defensa, no estamos en la etapa de alegatos, así que le pido que le formule la pregunta al imputado del modo más directo posible.
   -Está bien -y tras tomar aire profundamente, el fiscal dijo: -Doctor Togliavita: ¿tiene usted algún tipo de remordimiento por haber inducido a Luciano Lamacchia al suicidio?
   Entonces la defensora Ferrara, dijo:
   -¡Señor juez, no se puede permitir que…!
   Y el juez la interrumpió a ella al decir:
   -Está bien doctora Ferrara, no hace falta que fundamente la protesta, ya que le advertí al fiscal que ante otra pregunta maliciosa de su parte, daría por finalizada su participación en esta indagatoria, así que doctor, no le permito realizar más preguntas al imputado -y tras algunos segundos, el juez dijo: -Salvo que el imputado o la defensa quieran expresar algo más, daré por terminada la declaración indagatoria.
   El imputado dijo que nada más tenía para decir y así también lo manifestó su defensora, entonces el fiscal Candioti, dirigiéndose al juez, dijo:
   -Señor juez, solamente me queda por decirle a usted, que la ausencia total de remordimiento en el doctor Togliavita, aun sabiéndose culpable de la muerte de un ser humano, lo hace digno de la calificación de: psicópata, y de ahí que haya motivos de sobra para considerarlo capaz de instigar al suicidio a una persona y de ser privador ilegítimo de la libertad e impositor de torturas, y es por esta razón que espero que usted se digne dictar su procesamiento; nada más; buenos días a todos.
   Así concluyó la indagatoria al represor matriculado: Ricardo Togliavita.

… … ...

   Una vez fuera de la sala en que se desarrolló la declaración indagatoria al psiquiatra, en un pasillo del recinto judicial, se encontraba el fiscal Candioti tomando tranquilamente un vaso de agua, entonces apareció Ricardo Togliavita, caminando rápido y claramente alterado, en dirección a la salida; al pasar al lado de Candioti, lo miró de reojo y, en voz muy baja pero audible, le dijo:
   -Hijo de puta.
   Ante lo cual, Candioti sonrió con gran satisfacción, y mientras lo miraba alejarse, también en voz baja, le dijo:
   -Te juro que te voy a meter en cana, ¡torturador de mierda!

… … … 

   Unos diez días después, el juez dictó el procesamiento del psiquiatra Ricardo Togliavita, sentando así, un precedente judicial que le abriría la puerta a nuevas imputaciones y a más dictados de procesamientos contra psiquiatras, que resultarían habitualmente en condenas, como así también, contra sus acérrimos sirvientes y partícipes necesarios: los psicólogos, los asistentes sociales y algunos otros.
   Así se inició el cambio.