miércoles, 5 de septiembre de 2018

Aceptando lo complementario de los opuestos (cuento) - Martín Rabezzana

 Años sesenta

   En Buenos Aires, en los años sesenta del siglo veinte eran pocos quienes tenían acceso a piletas de natación ya que si bien los clubes las tenían y estaban bien difundidos, admitían sólo a socios y casi nadie quería pagar una cuota que en ese entonces solía ser trimestral o semestral, sólo para usar la pileta durante el período de verano; no estaban como ahora difundidos los centros recreativos cuya atracción principal son las piletas y para cuyo ingreso no hace falta ser socio, y en algunos casos, ni siquiera pagar ya que en algunos lugares la entrada es gratuita, por lo que durante el verano la gente solía recrearse en las costas del Río de la Plata (que no estaba contaminado como ahora) y en zonas céntricas de Capital Federal, los jóvenes conchetos en cuyas terrazas habían piletas (no era tan común en ese tiempo siquiera en la clase alta) organizaban fiestas en las que solían cobrar entrada y en las mismas, entre otras cosas, se solía consumir… MARIHUANA; lo escribí en mayúscula porque en ese tiempo tal palabra evocaba imágenes de perdición absoluta ya que era considerada una droga pesada aunque, paradójicamente, el consumo de anfetaminas (que sí son drogas pesadas y eran generalmente minimizadas en su nocividad) fuera corriente entre los estudiantes, entre quienes querían bajar de peso, entre quienes trabajaban de noche y entre quienes simplemente querían alterar sus sentidos sin necesidad de una excusa, la cuestión es que el protagonista de esta historia había sido invitado a una de esas fiestas conchetas (no siendo él un concheto, que quede claro) (ah, y que quede claro también que la aclaración de no pertenencia al conchetaje no implica una reivindicación del racismo anticoncheto) pero con la particularidad de que la misma tenía lugar en la actualidad, pero no pagó entrada ya que era conocido de un conocido y eso bastaba para que le fueran abiertas las puertas de ese ámbito que por ser tan distinto al de la generalidad del resto del país, hace lógico concluir que dentro de cada país hay varios países ya que las diferencias existentes entre los diversos sectores de cada sociedad, son enormes.

Conversación sobre el feminismo y sobre la unidad detrás de la aparente dualidad

   Él se acercó a un grupo de individuos en que se hablaba de una temática de actualidad muy encendida; uno de ellos, refiriéndose a una mujer presente en otra parte del lugar, dijo:
   -Como la mina se presentó como feminista, me causó rechazo aunque aclarara que era igualitarista.
   Otro dijo:
   -Te entiendo; a mí me pasa lo mismo… es una clara incoherencia que una mina se diga feminista y a favor de la igualdad ya que es como que un tipo se autodenomine machista y diga ser igualitarista, pero si lo es, ¿por qué se llama machista? Si realmente sos igualitarista no podés considerar válido al machismo ni al feminismo, y cuando esas minas tratan de aclarar que en realidad su feminismo es igualitarista, me hacen acordar a los tanos que reivindican a Mussolini y al alguien hablar mal del fascismo quieren convencerlo de que en realidad el mismo no es la ideología intolerante que popularmente se dice que es, y aducen cosas como: "Evidentemente no conocés la diferencia entre fascismo y nazismo"; básicamente reprueban a Hitler pero te pintan a Mussolini como si hubiera sido un santo, y eso es una boludez.
   El protagonista de esta historia dijo:
   -Es cierto; el feminismo es otro superiorismo más de los que hemos visto tantos en la historia, y más allá de la forma que el sentimiento de superioridad tome, la esencia es siempre igual; tal sentimiento es SIEMPRE tendiente a destruir al grupo al que se considera opuesto, y el que busca de una u otra forma cosa tal, es literalmente suicida ya que todos necesitamos de todos; no somos realmente independientes unos de otros; en el caso de la cuestión de género, los hombres necesitan de las mujeres al igual que las mujeres necesitan de sus opuestos, los hombres, y no pasa sólo por lo sexual la necesidad ya que hay una necesidad espiritual de los opuestos que excede a la inclinación mencionada, de ahí que aun las lesbianas necesiten de los hombres al igual que los homosexuales necesitan de las mujeres, y esto nunca va a cambiar ya que los opuestos de cada cosa conforman una unidad;… de eso se trata el yin y el yang, que incorrectamente se suelen presentar para simbolizar la dualidad cuando en realidad simbolizan la unidad de las partes opuestas del todo, lo cual significa que la dualidad no es más que aparente ya que lo real es la unidad, y esto significa que los opuestos son interdependientes, por lo que se dan vida mutuamente y esto a su vez significa que no están nunca en conflicto entre sí, el conflicto lo genera la negación de la unidad constituida por la creencia de la no necesidad de una parte de su opuesto, esto lleva a que busque su independencia sin advertir así que si la misma se pudiera lograr, implicaría la destrucción del todo incluyéndola a ella misma ya que su opuesto del que busca prescindir, es una parte vital de su propio ser;… …El yin y el yang existen en todas las cosas y los seres y en la humanidad están representados por la mujer y el hombre que, como ya dije, son opuestos complementarios dependientes unos de otros más allá de lo sexual.
   Todos permanecieron en silencio y en eso pasó la mujer autodenominada feminista a la que se había hecho alusión, pero el individuo que planteó el tema ya no la miró con resentimiento sino con compasión por empezar a entender que lo que ella decía en contra del género al que él pertenecía, era una expresión de un conflicto consigo misma que le generaba un dolor que intentaba superar con la fortaleza que parece conferir la aceptación de una ideología, aunque en realidad la aceptación de la ideología en cuestión (así como de cualquier otra), lleve a reforzar el sentimiento de no identificación con los demás, y eso, como ya trató largamente Jung, crea una sombra que SIEMPRE genera un gran malestar, y la misma se crea y fortalece con cada crítica y juicio moral que uno realiza, y cuando la sombra se vuelve demasiado fuerte, puede llegar a apoderarse de uno y es entonces que uno termina haciendo lo mismo que condena en los otros, y de esto se sale disminuyendo la crítica, los juicios morales, y dado que al verla ya no expresó ni sintió rencor, evidentemente pudo, en alguna medida y por primera vez, sentir que esa persona que a él lo despreciaba sin siquiera conocerlo, era parte de sí mismo y que lo que le hiciera, pensara o hacia ella sintiera, lo estaría haciendo, pensando o sintiendo hacia sí mismo;… …Había logrado algo extremadamente difícil: aceptar que la negatividad que veía en otra persona estaba también en él.

Algunos años atrás/Una que volvió del pasado

   Terminada la cuestión feminista, le pidieron al protagonista de esta historia que contara algo, él dijo:
  -La otra vez, por trabajo me tocó llevar a cierto edificio una serie de muebles, terminada la tarea, yo esperaba en la puerta del edificio a que un compañero volviera con el pago por el trabajo (se quedaría esperando un largo rato por motivos que ya sabrán cuáles fueron); en el hall de entrada se estaban despidiendo las personas asistentes a una reunión que había tenido lugar en un departamento y entre ellas había una mina que me recordaba a una chica que fue a la escuela conmigo, pero como parecía muy joven, asumí que no era ella, pero cuando escuché a alguien llamarla por su nombre, sentí que sí lo era ya que sería mucha casualidad que se llamara igual a aquella chica que conocí, y la estética juvenil (aun estando ya, al igual que yo, en su segunda juventud) era propia de estos tiempos ya que en la actualidad la estética joven dura mucho más que antes, de ahí que con sensatez se suela decir que los 30 de ahora son los 20 de antes, los 40 de ahora, los 30 de antes, y así sucesivamente, y de ahí que sea cada vez más difícil estimar la edad de las personas, la cuestión es que no sólo sus rasgos estaban como cuando era chica, sino también su estética gótica; ese pelo largo, oscuro y lacio, sumado a su palidez, estaban intactos;… Algunas mujeres le dijeron que iban hasta no sé qué negocio y volverían en unos minutos para terminar de ultimar detalles de una futura reunión y ella dijo que las esperaría en la puerta; ella me había visto llevando los muebles a un departamento y sentí que tenía que explicarle por qué estaba en la puerta del edificio, entonces le dije: "Estoy esperando a un compañero que fue a cobrar por el trabajo." Ella asintió en silencio y sonrió, y no es que pensara que tenía onda conmigo pero al menos sentí que no había desprecio hacia mí de su parte, lo cual me hizo decidirme a hablarle; yo tenía muchas ganas de entablar una conversación con la chica porque ella me gustaba, pero entonces dijo: "Voy al baño." Yo me desilusioné inmediatamente ya que pensé que era una excusa para irse y evitar quedarse sola conmigo; pensé que me tenía miedo y eso es algo que me pasa demasiado ya que me suelen ver como a alguien marginal y no me acostumbro para nada a eso, y si me acostumbrara a ser temido, dudo que pudiera dejar de dolerme, sin embargo parece que me equivoqué en este caso porque ella, mientras estaba por entrar a su edificio, me dijo: "¿Querés venir al baño conmigo?."
   Los interlocutores, que hasta entonces habían permanecido en silencio, dijeron:
   -¡Jaajaja! ¿Eso te dijo? ¡Que sarpada la mina!
   -¡Sí! ¡Estaba RRREE con vos!
   Él siguió contando:
   -Yo no lo dudé un segundo y sonriendo, entré con ella al edificio y subimos por el ascensor hasta el décimo piso, que es donde vivía; no nos dijimos nada; mientras tanto yo pensaba en si ella me habría reconocido, pero suponía que no porque yo sí cambié mucho estéticamente en todo este tiempo (aunque también parezca de menor edad), y después pensé que como se iba a dar lo obvio por darse, no teniendo profiláctico (aunque me cuente entre los negacionistas del virus del sida, el evitar un embarazo es motivo suficiente para decidir usarlo) tendría que proponerle tener sólo sexo oral, y de sólo pensarlo me re emocioné (por no decir que se me hacía agua la lengua) ya que siendo una mina de pelo oscuro, me imaginé automáticamente cómo debía ser lo que tenía ahí abajo dado que las morochas, abajo le ganan por afano a las rubias y a las castañas.
   Después de la risa general inevitable tras lo que había dicho, continuó:
   -Entramos a su departamento y una señora mayor se puso a discutir con ella; se dijeron cosas muuuy fuertes; yo asumí que era la madre y que al verme me echaría, pero cambiando totalmente el tono de gran nerviosismo que había tenido en su conversación con la hija, cuando me vio, tranquilamente me dijo: "Hola, ¿qué tal?". Yo le respondí: "Hola. ¿Cómo le va?" Tras lo cual siguieron discutiendo y la madre mencionó a cierto médico (bah, medico; un psiquiatra) que quería que su hija viera y le recriminaba que se rehusara, entonces me rescaté de que ella sabía quién era yo y caí en la cuenta de que no me había llevado a su departamento para cojer, sino para que oficiara de árbitro entre ella y su madre o de abogado defensor de sus intereses contrarios al tratamiento médico alopático por saber cuál era mi posición al respecto, entonces me sentí usado y decepcionado, pero automáticamente pensé que si me había llevado por eso, es porque estaba muy mal y me necesitaba, y eso es bueno ya que pocas cosas hay en la vida peores que no sentirse necesitado por nadie, por lo que el hecho de que me necesitara debería ser considerado por mí algo bueno aunque no fuera a mí realmente a quien necesitara, sino al rol que podría interpretar como expositor de fundamentos contrarios al intervencionismo médico que le querían imponer; no era la primera vez que me buscaban para eso y probablemente no sería la última, el problema es que quienes lo hacen no parecen advertir que yo tengo menos poder de convencimiento que el que se presentó como manager de Nahir Galarza, por lo que pedirme que interceda por ellos ante un familiar, suele ser inútil, y mi pinta no me ayuda ya que tengo una onda marginal que contrasta con la imagen de intelectualismo que en el ámbito de la salud, para muchos es la de viejos de anteojos y guardapolvo cuyo estado es evidentemente contrario a la salud de la que dicen ser profesionales, además hace rato entendí que uno no convence a nadie de nada ya que uno tiende a ir emocionalmente en una dirección determinada y cuando escucha conceptos que racionalizan su modo de sentir, los acepta, por lo que sólo se convence a quien ya está convencido y no lo sabe, pero lo que yo no sabía es que la madre ya dudaba sobre la eficacia del intervencionismo médico, fue por eso que tras una larga conversación en que expuse mis conceptos al respecto, lejos de rehusarse a aceptar lo que le dije, me hizo caso y desestimó a la intervención médica que hasta hacía poco había considerado como válida porque lo que yo expresé, ella ya lo intuía y lo vio racionalizado en mis palabras.
   Uno de sus interlocutores le preguntó:
   -¿De verdad te hizo caso?
   -Sí.
   -¿Y no dudaste de si te convenía meterte en un tema tan jodido?
   -Sí, pero no por el tema en sí (ya que yo estoy jugado, igual que TODOS, pero no todos se dan cuenta), sino porque, como ya dije, sentí que la mina me estaba usando y además porque durante la discusión con la madre, ella la había insultado y mi sentir se fue hacia el modo de juez moral (papel triste por interpretar en la vida, el de juez; tal vez el más triste de todos), por lo que juzgué a la chica mala por sus expresiones y no me dieron ganas de defenderla, pero después pensé que no sabía lo que había pasado antes y también pensé que quien nunca se cagó a puteadas con los padres, es porque no los tuvo o porque es un extraterrestre, entonces decidí no juzgar y limitarme a tratar de conciliar las partes en conflicto, y cuando uno hace eso, las cosas tienen más posibilidades de salir bien, y en este caso así fue ya que tras una larga exposición de conceptos, logré que se sentaran a hablar y se pusieran en alguna medida de acuerdo, y eso es algo que jamás creí que podría lograr ya que ni siquiera lo busqué, la situación me buscó a mí.
   Uno de sus interlocutores le dijo:
   -Entonces… no te la…
   -No, pero antes de irme me sonrió, me agradeció y me dio un abrazo fuerte que me llenó de un bienestar que todavía me dura, y fue… …¿cómo decirlo?
   -¿Mejor que un garch en gou.
   Todos se rieron y el protagonista de la historia le respondió:
   -Sí; muuucho mejor.