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lunes, 13 de septiembre de 2021

Orgullo de rechazo a la telefonía moderna (cuento) - Martín Rabezzana

 

   El tipo, que jamás le había siquiera levantado la voz, ante la pregunta de la mina sobre por qué no tenía teléfono celular, había respondido:
   -Porque no me gustan.
   La respuesta no satisfizo a la preguntante, por lo cual, con el tema insistió, e insistió, e insistió y… se dio entonces lo que podríamos llamar: un atentado contra la propiedad tecnológica; tras el mismo ocurrir, le pidió que guardara silencio y escuchara atentamente lo que le diría.
   -Allá por el dos mil, en mi barrio habían unos conocidos que iban a cuanta manifestación hubiera y sacaban fotos de todo. Después las llevaban a revelar, tras lo cual recorrían los medios de prensa para preguntar si les interesaba comprarlas, y muchas veces así era; así empezaron una carrera en la fotografía no siendo profesionales; un día, uno de ellos me ofreció ser parte de su grupo; me dijo que sin importar quién sacara las fotos que los medios compraran, lo ganado se repartía equitativamente entre todos, que, conmigo, seríamos tan sólo cuatro personas, y me dijo que me prestaba una cámara y todo, pero yo no acepté porque no me tomé a dicha actividad en serio como laburo; asumí que podrían ganar buena plata pero hasta ahí; ni se me ocurrió preguntarle cuánto ganaban, y sabiendo que el riesgo en esa actividad era mucho (palazos de “cosacos”, o sea, de la policía montada, intoxicación con gases lacrimógenos, eventual atropello de multitudes cuando se inician las corridas, y más cosas), le agradecí su oferta pero la rechacé, pero cuando varios meses después vi que con lo que ganaba como fotógrafo ¡se pudo comprar un cero kilómetro!, le pregunté si seguía vigente la oferta de sumarme a su equipo, me dijo que sí, y al día siguiente fui con él y otros fotógrafos aficionados a una manifestación de trabajadores despedidos; no pasó nada y las fotos que sacamos no nos sirvieron porque lo que vende, es el kilombo en serio y el mismo no se había producido en dicho caso, por lo que ni siquiera nos molestamos en ir a los medios para intentar vendérselas; en las semanas siguientes, la cosa fue igual; yo estaba a punto de abandonar la “carrera” (si es que se me permite llamarla así), pero fue que finalmente hubo una manifestación (de la que prefiero no dar datos concretos) y se dio lo que tarde o temprano se da: represión policial con palazos, balazos de goma, pedradas a los uniformados, gases lacrimógenos, etc.; ese día saqué no sé cuántas fotos, y sumadas a las de mis compañeros, teníamos cientos, y por supuesto, muchas eran vendibles, por lo cual nos dirigimos a varios medios importantes y nos pagaron una buena suma; y así ocurrió muchas veces más, por lo que rápidamente empecé a vivir de la fotografía que se volvió para mí, además de un trabajo bien remunerado, una salida a una vida de aburrimiento, ya que lo presenciado en los kilombos mencionados, constituyen experiencias valiosísimas, por lo cual, el trabajo era una aventura continua;… En los 2000 empezaron a proliferar las cámaras fotográficas digitales, lo cual resultó en que tuviéramos mucha competencia, ya que la gente común empezó a sacar fotos de cualquier cosa y en cualquier parte, pero como no era para tanto la cosa, la competencia no amenazaba a nuestro negocio, pero cuando se popularizaron los teléfonos celulares con cámaras incorporadas (sobretodo los “inteligentes”, a principios de la década del 2010), se nos acabó el negocio porque demasiada gente empezó a tener una cámara a mano y a sacar fotos y filmar, y cuando algún hecho grave ocurre, no sólo abundan las personas que sacan fotos, sino además, ¡las que se las regalan a los medios!, por lo cual, ahora puede ser que en algún momento los grandes medios te lleguen a comprar alguna foto tuya si consideran que es mejor que la que sus propios fotógrafos sacaron, pero es algo excepcional, ya que no se puede contar con que ocurra seguido; ya no puedo vivir de la fotografía como sí podía en "mi época”, como dicen los viejos (y es que ya, lo que se dice “joven”, no soy), y esa época seguiría siendo MI ÉPOCA si no fuera por telefonitos de mierda como ese que te acabo de reventar contra el piso;… ¡¡¡¿entendés por qué los odio tanto y por qué NUNCA tendría uno?!!!
   La mina, en total y absoluto silencio, asintió.