-Palabras: 1.567-
Más claro, imposible
Por su conducta reprobable, condenable, punible, inaceptable, inadmisible, injustificable (y un largo etcétera), desde lo moral y también desde lo legal, no había ninguna duda: esos dos individuos de civil, eran policías, de ahí que cuando los escuchamos identificarse como tales, Mora y yo, no hayamos hecho más que confirmar ese hecho del cual, ya estábamos casi seguros.
Año 2004
El policía se levantó tras haber estado unos segundos en el piso como consecuencia de un derechazo asestado por mí, dispuesto a actuar agresivamente, pero, al igual que su compañero de represión, que empuñaba una pistola que había sacado de debajo de su ropa con la intención de apuntarme y seguramente, de dispararme, se quedó congelado cuando advirtió que Mora había sacado un revólver con el cual, a su compañero, apuntaba; éste último, si bien había llegado a sacar su pistola, no había llegado a dirigirla hacia mi persona por la rápida acción de Mora; ella le dijo:
-¡Dejá el arma en el piso!
El represor del estado se dispuso a cumplir la orden pero se detuvo cuando escuchó a su compañero decir:
-Esta piba no va a tirar… le faltan ovarios.
Entonces, sin dudarlo, Mora desvió el arma hacia quien la había acusado de no animarse a abrir fuego, y la disparó hacia cerca de sus piernas, lo cual borró de inmediato la sonrisa maliciosa que el tipo, en sus labios tenía; seguidamente, claramente atemorizado por presentir que de haber un siguiente disparo, sería en su contra, su compañero (que era el que ya había sacado su arma y a quien Mora, había ya vuelto a apuntar con el revólver) dejó su pistola en el piso, después, volviendo a apuntar al otro guardián del capital, ella le dijo:
-Vos también, dejá tu arma en el piso.
-Yo no tengo armas -respondió el tipo, de modo deshonesto.
Entonces Mora volvió a amartillar su revólver, de lo cual resultó que el represor sacara su pistola de la parte trasera de su cinturón, y la dejara en el suelo; seguidamente ella me dijo que la agarrara, y también la de su compañero, lo cual, hice; acto seguido, le pedí que no les tirara; ella dijo:
-Si obedecen, no les voy a tirar; si desobedecen, sí.
Después de esto último, manifestar, Mora le ordenó a ambos que se sacaran las camisas y las dejaran en el piso; una vez que lo hicieron, me pidió que las usara como ataduras, y así lo hice; con las camisas de los dos represores, tras yo ordenarles que se pusieran boca abajo en el suelo, les até las muñecas tras la espalda; una vez ambos represores del estado, reducidos, Mora se les acercó y, a modo de despedida, les dijo:
-¡Volvió la subversión, fachos! -y se rió.
Inmediatamente después, trotamos algunas cuadras hasta el lugar en el que habíamos estacionado al Renault 4 en el que habíamos llegado, y nos fuimos.
Contexto (parcial) que precedió a los hechos
En el momento en que tuvimos el disgusto de encontrarnos con los elementos defensivos de este sistema social nefasto, ya mencionados (los considero elementos defensivos del sistema, porque la institución policial -junto a la militar y además, junto a la iglesia y sus secularizaciones constituidas por la psicología y la psiquiatría-, es la base misma del estado, que fue creado por los usurpadores de la tierra y los medios de producción -los capitalistas-, para proteger a sus vidas y propiedades, de ahí que sin policías, militares, curas, psicólogos y psiquiatras, el estado, caería, y con él, el capitalismo, que fue el que inventó la pobreza, no como algo eventual, resultante de circunstancias desafortunadas, imprevisibles e inmanejables, como serían por ejemplo, las catástrofes naturales, sino como cosa sistémica con pretensiones de existir eternamente, dado que un sistema tendiente a que unos pocos acaparen las riquezas, resulta necesariamente en una pobreza general, que se revertiría si no hubiera policías, militares, clero, psicólogos, psiquiatras, gobiernos ni, por consiguiente: estados), Mora y yo veníamos de salir de una playa situada en la localidad bonaerense balnearia de Villa Gesell, una trasnoche de algún día de marzo, en una zona de casas de alquiler para turistas que, en ese momento del año, estaban casi todas, deshabitadas, ya que la temporada de vacaciones, ya había concluido.
El motivo por el cual, me vi en la necesidad de golpear al policía, prefiero reservármelo, solamente diré que nada ilegal, junto a mi novia, hacía; lo mismo no puede decirse del policía ya referido ni de su compañero.
La anochecedora/amanecedora
Mora, que era quien manejaba, dirigió el vehículo hacia una ruta; una vez en la misma, yo, rompiendo el silencio de varios minutos al que la situación recién vivida, me había empujado, a esa mujer de americanísimo rostro opaco, que era mi novia, le pregunté:
-¿Qué hicimos, Mora?
Y como si hubiera sabido de antemano lo que le iba a preguntar, y además, como si hubiera meditado previamente la respuesta, con convicción respondió:
-Renacimos y nos liberamos… estamos vivos… ¡somos libres!
No mucho más adelante, estacionó el auto a un costado de la ruta en una zona de arboledas y yo le pregunté:
-¿Por qué parás acá?
-Por esto -ella me dijo, para seguidamente besarme en la boca y meterme profundamente la lengua, mientras llevaba sus manos a mi pantalón y lo desabrochaba para después, bajar el cierre y meter mi sexo en su boca; tras algunos minutos, cuando, producto de la succión frenética de Mora, sentí que estaba por eyacular, se lo hice saber y ella entonces depuso la acción amatoria que con su boca, realizaba, y velozmente, sin salir del auto, pasó al asiento trasero en donde se sacó los zapatos y la bombacha para seguidamente, levantar su ajustado vestido y abrir las piernas; mientras tanto, yo, que me encontraba en el asiento del acompañante, procedí a bajar del vehículo para volver a ingresar al mismo desde la puerta del acompañante, trasera; una vez frente a ella, la abrí, y vi a la hermosísima vagina de Mora, abierta frente a mí (mientras por su propia mano derecha, era estimulada), y a ella, que con dulce y firme voz, me pedía que la amara; y así lo hice, primero con la lengua, y tras un buen rato de complacerme (y complacerla) con el ya mencionado órgano degustativo (como así también, con las extremidades de mis manos), sintiendo que era ya, óptima, la lubricación en esa área rodeada de abundante y anochecidísimo pelo, producto de la ensalivación que de la misma, yo había hecho y además, por el flujo segregado por dicha área, resultante de la alta excitación existente en Mora (que se evidenció en las contracciones orgásmicas que tuvo, incluso antes de que yo me concentrara en la estimulación lingual y digital de su clítoris), la penetré.
Mientras con Mora, hacía el amor, durante algunos segundos sentí destellos que precedieron a imágenes en que nos vi a ella y a mí, haciendo el amor en el año 1973, cuando no éramos Mora y Leandro, sino Elena y Ulises; entonces, yo era la mujer y ella, el hombre; entonces, yo tenía la piel clara y ella (que en ese entonces, no era “ella”, como tampoco era yo, “él”), oscura; sin necesidad de racionalizarlo, sentí una convicción teleológica que me llevó a comprender que ella y yo, éramos opuestos complementarios que una y otra vez, destinados estaban a unirse y separarse, a morir y a renacer, con el objetivo de, tras muchas más existencias en este plano, ascender a otro, y continuar allí, ya sin cuerpos materiales, con nuestra unión álmica.
La positiva intensidad de la comunión mencionada, no es posible sentirla ni imaginarla, siquiera durante los más encendidos encuentros de sexo casual (y, por ende, de amor falso) con alguien; ni siquiera es posible sentirla, cuando el amor entre los amantes, es auténtico, pero no de larga data, y con esto me refiero a cuando no hay una historia en este plano material, previa a la de la actual encarnación, y entre Mora y yo, la misma se había ya dado y parecía ser entonces, el nuestro, un amor que al nivel de solidez más alto posible, había llegado;… El correr de los días, los años y las décadas, me demostraría que el límite al aumento de nuestro amor-pasión, no existía y que, por consiguiente, la solidificación de nuestra unión, ilimitadamente seguiría teniendo lugar.
Tras un buen rato de amor sexual del más febril, que en distintas posiciones, se dio, eyaculé dentro de Mora (como lo había hecho ya muchas veces, y como lo haría miles de veces más, en los años y décadas por venir) y, una vez hecho esto, ella se volvió a poner la bombacha que quedaría impregnada de las gotas de semen que tras yo egresar de su cuerpo, sobre el negrísimo y reluciente pelo de su entrepierna (que, por dichas gotas, relucía entonces aún más), habían caído.
Acostado en el asiento y teniendo acostada sobre mí, a esa joven y hermosa, americana mujer, cuyos suaves y oscuros, pelo y piel, anochecían mis días y amanecían mis noches, dije:
-Somos más libres que nunca.
Paradojas
Es paradójico… lo más oscuro es también lo más brillante…. Lo más opaco, lo que más deslumbra; lo que más atrapa, lo que más libera. Lo que más libera, lo que más aprisiona. Lo que más aprisiona… lo que más se anhela.