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sábado, 22 de enero de 2022

FanáticaMENTE (cuento) - Martín Rabezzana


   Estando en la cama, después de un largo abrazo mutuo, le dije que eran fanáticos, pero no reprobatoriamente, sino con tristeza como quien dice: “Han equivocado el rumbo”, entonces ella me dijo:
   -Los fanatismos mueven al mundo. Crean todo lo que en una sociedad humana existe, tanto lo bueno como lo malo; los que por considerar que el fanatismo es negativo, son centrados, terminan siendo espectadores pasivos de los actos creativos y destructivos de los fanáticos, y hasta podría decirse que son espectadores de la vida más que vividores de ella. Y hasta podría también decirse que, por su pasividad, los centrados no pueden sino dejarse llevar por el fanatismo imperante de turno, por lo cual, todo indica que, de una forma o de otra, no podemos más que ser manejados por el fanatismo, y si bien el mismo está comúnmente relacionado con la ira, la intolerancia y la destrucción, también es cierto que además está compuesto por: euforia, sed de gloria y anhelos de construcción.
   Difícil era presentarle oposición a las ideas de esa joven mujer por poseer todas ellas, gran consistencia, sin embargo, en un intento que resultaría infructuoso, lo hice al decirle:
   -Pero… actuar fanáticamente es jugar con fuego, y sabido es que el que eso hace, se termina quemando.
   A lo que ella me respondió:
   -Sí, pero si bien quien con el mismo no juega, no se quema, tampoco se enciende. Vive en una penumbra permanente deseando habitual (o continuamente) morir, mientras que quienes por vivir fanáticamente, jugamos con fuego, vivimos y morimos deseando vivir –y mirándome con los ojos llenos de brillo, agregó: -La vitalidad no es sólo vida. La vitalidad es vida y muerte… …Hay más vitalidad en la muerte de un fanático que en las vidas enteras de miles de personas centradas.
   Entonces, de inmediato empezó a desmoronarse mi convicción respecto a lo totalmente negativo del fanatismo y, sin en ese momento racionalizarlo, empecé a sentir que, si bien no todos los fanáticos saben vivir, todos lo que saben vivir, son fanáticos, ya que con el pasar del tiempo fui comprobando que la neutralidad (en la que tanto tiempo permanecí) es una especie de limbo en el cual la vida está en pausa; ser neutral o centrado, es estar en un lugar en el cual no se puede vivir, sino solamente: sobrevivir; habiendo aceptado esto, ¿quién podría elegir la supervivencia?... Elegir la vida es elegir el fanatismo que es fuerza vital en estado puro, y a esa vitalidad yo elegía al elegir a esa mujer, pero como ya expresé, entonces no lo sabía, solamente lo sentía, que, a fin de cuentas, es lo único que importa, ya que las cosas no son como uno las cree ni como uno las ve, sino como uno las siente, y lo que yo sentía al ella mirarme y tomarme de las manos, era que el sinsentido de las cosas se rompía en miles de pedazos que de inmediato, se desvanecían.
   Cada cosa que ella decía, tanto lo más articulado como lo más informal, estaba cargado de significado;… hablaba mucho y nunca hablaba por hablar, lo cual no puede decirse de todo el mundo (incluyéndome a mí, por supuesto).
   Ante mi pregunta sobre qué significaban ciertas expresiones, me respondió:
   -“Militante” es el que realiza tareas sociales y políticas; puede llegar a estar a favor de la lucha armada, puede ser neutral o incluso puede estar en contra; “miliciano” es el militante que además de militar socialmente, tiene instrucción en el manejo de armas; los milicianos vienen a ser algo así como “combatientes de reserva”, y “combatiente” es el que está destinado exclusivamente a las acciones armadas.
   Yo le pregunté:
   -¿Creés que van a lograr su cometido de cambiar a la sociedad?
   Y para mi sorpresa, lo siguiente me respondió:
   -Llegar a destino no es lo más importante.
   -¿Y qué es lo más importante?
   -Lo más importante es andar, ya que moverse es vivir. No moverse es durar.
   Tras un largo silencio en que me dediqué a mirarla presintiendo que su presencia marcaría en mi vida un antes sin un después, sin esperar a que yo a ese respecto algo le preguntara, lo siguiente me contó:
Combatientes de las FAR, Montoneros y el ERP, 
poco antes de “La masacre de Trelew”.

   -Fue hace varios años;… éramos ocho adolescentes. Éramos amigos del barrio. Estábamos en una plaza tipo 7 de la tarde; no estábamos haciendo nada. Ni siquiera estábamos tomando cerveza, solamente hablábamos, y de pronto aparecieron dos de esos personajes de azul que tienen la tarea asignada por el estado de buscar que desde bien jóvenes las personas acaten a la autoridad, y en pos de eso no se les ocurre otra cosa que basurear, maltratar y privar de la libertad a quienes ningún motivo para actuar así, les dan (y después no entienden por qué los vemos como enemigos);… empezaron a provocarnos para que les diéramos una excusa para matarnos a palos o a balazos, pero no se la dimos, entonces dentro de todo nos trataron piadosamente porque solamente nos pegaron con las manos abiertas, y nos resignamos a sufrir una detención que parecía inevitable e inminente, pero en eso llegó un grupo armado de 6 personas que los golpeó, los desarmó, los hizo ponerse de rodillas y pedirnos perdón a todos uno por uno, lo cual, los policías hicieron; después, uno del grupo les ordenó que se sacaran los uniformes y cantaran la marcha peronista;… ¡No me olvido más de la expresión de terror que tenían los dos policías!... Uno de ellos, muerto de miedo, le dijo a una de las dos mujeres que componía el grupo armado, mientras se desvestía: “No nos maten. Se los suplico.” A lo que ella respondió: “Callate, pelotudo”, y seguidamente, la misma mujer nos preguntó muy dulcemente a todos si estábamos bien, a lo que respondimos que sí. Mientras tanto, la otra mujer del grupo le prendía fuego a los uniformes policiales; segundos después, uno de los varones le dijo a los policías: “Empiecen a correr y no miren para atrás. Ah, y no dejen de cantar la marcha”. Y los dos policías corrieron aterrorizados; los del grupo armado nos saludaron amablemente y se fueron… ...Era la primera vez que veía que a los represores del pueblo, alguien les respondía y les infundía el mismo miedo y la misma humillación que ellos nos infundían a nosotros, entonces pensé que quería ser como ellos, que entran a las comisarías y devuelven la agresión que desde ese lugar, contra el pueblo se organiza, como así también lo hacen en cuarteles militares sin importarles si en el curso de la acción, pierden la vida; quería ser como ellos que, a los cipayos explotadores de los trabajadores, les sacan millones y después los comparten con los más necesitados;… quería ser como ellos, que nos enseñan a resistir, nos enseñan a apartarnos de la senda de esclavitud que el opresor quiere que como sociedad, sigamos. Nos enseñan que el monopolio de la violencia es la base de todas las injusticias sociales; nos enseñan que hay que levantar la cabeza y no aceptar imposiciones arbitrarias de nadie;… quería ser como ellos que, con su fanatismo más puro, nos enseñan a todos cómo hay que vivir, y ahora, finalmente:… soy una de ellos.   
   Y contemplándola con una admiración y un amor que no hacían más que aumentar con cada segundo que pasaba, en voz muy baja, con total honestidad y convicción, le dije:   
   -Yo quiero ser como vos.