domingo, 24 de octubre de 2021

Escribiendo en el no tiempo (cuento) - Martín Rabezzana

   
   Cuando alguien (aunque provenga de las masas) empieza a ocupar un puesto de poder coercitivo, pasa a conformar una aristocracia cuyos intereses están contrapuestos a los de las mayorías, de ahí que el de “gobierno popular”, sea un oxímoron, y como yo me sentía del pueblo, sentía a su vez que el enemigo mayor del mismo (y por consiguiente, el mío), nunca podría ser otro que el estado, independientemente del gobierno de turno que haya; no obstante estar para mí muy claro que todo gobierno es lo antipueblo por antonomasia, para otros no lo estaba ni lo está (ni lo estará), ya que hay quienes honestamente creen que los gobiernos populares pueden existir, y mi novia (que era una militante convencida de la Juventud Peronista) estaba entre ellos, por lo que la afinidad que tuvimos, no pasó por el lado ideológico, sino por otro, sin embargo, por acompañarla, empecé a militar a su lado en una unidad básica desde la cual nos asignaban todo tipo de tareas sociales.
   El trabajo social en barrios necesitados me parecía altamente loable y era para mí, muy gratificante, como así también, el sentir de pertenencia a una comunidad cuyos miembros fortalecían cada día un poco más, todo lazo de solidaridad que resultaba en que mucha gente que, como yo, no creía en ninguna política de estado ni mucho menos, en ningún líder, decidiera emprender la militancia social con ninguna otra intención más que la de proveer ayuda al prójimo; de ahí lo indignante que me resulta que nos metan a todos en la misma bolsa al acusarnos de haber sido “terroristas”, ya que si bien hay quienes innegablemente lo fueron, otros (la inmensa mayoría) nada tuvimos que ver con la lucha armada a la cual, a su vez, no todos justificábamos, y no hacerlo se volvía muy difícil cuando uno se enteraba de que algún compañero había sido detenido, golpeado, torturado o muerto por las autoridades, y tales hechos se estaban sucediendo con demasiada frecuencia, sin embargo, muchos siguieron siendo intransigentes en su no uso de la agresión contra los represores del estado, lo cual, de ninguna manera les garantizaba no ser en algún momento, blancos de ellos.
 
   Un día, mientras Eugenia (mi novia), varios compañeros procedentes de La Plata y Avellaneda y yo, estábamos comiendo algo en un patio de nuestra unidad básica situada en Quilmes, escuchamos un enorme estruendo ante el cual, todos nos tiramos al piso; seguidamente escuchamos gritos cargados de insultos procedentes de los miembros de la agrupación de derecha que había puesto en lo que todos sentíamos que era nuestra casa, una bomba; por suerte nadie estaba en ese momento en el cuarto principal de la unidad básica donde se dio la explosión, por lo cual, no hubo muertos ni heridos; tras el humo disiparse y los fascistas advertir que a nadie habían dañado, irrumpieron en el local blandiendo armas de fuego y se dirigieron a la parte del fondo en la que nosotros estábamos, por lo que todos subimos a la terraza decididos a escapar por los techos; Eugenia, que no estaba cerca de mí, al ver que yo intentaba ir hacia ella y advertir que los atacantes estaban más cerca de mi persona que de los demás, me gritó que me fuera sin ella; viendo que no estaba sola, sino con otros compañeros, le hice caso y corrí en dirección opuesta a ella, sobre varios techos; al llegar al techo de una casa situada en una esquina, salté a un árbol y tras verificar desde el mismo que los represores no estuvieran en esa cuadra, bajé y corrí más rápido y furiosamente que nunca; corrí, corrí y corrí… hasta que no pude más, entonces me detuve y permanecí acuclillado en una vereda durante un buen rato;… Mientras intentaba recuperar el aliento, noté que el día se oscurecía velozmente, al punto que de pronto, se hizo de noche, lo cual me pareció imposible porque poco antes de que debiera escapar de la unidad básica, recuerdo perfectamente haber mirado un reloj, y marcaba las dos de la tarde; después, al retomar la marcha, noté que había casas y edificios que nunca había visto antes; los autos que pasaban eran también extraños para mí, no sólo por sus diseños, sino también por el sonido procedente de sus motores y carrocerías;… seguí caminando por esa ciudad que, por sus diferencias respecto a la que yo conocía, no sentía que fuera la mía, y cuando creí reconocer la casa de un militante de la JP de una unidad básica de la zona de Bernal, golpeé a su puerta y por la ventana, un señor mayor me dijo:
   -¿Sí? 
   Entonces, muy nervioso le dije:
   -Buenas noches; estoy buscando a Ernesto… -y considerando la posibilidad de que esa no fuera su casa, expliqué: -No estoy seguro de que viva acá;... lo que pasa es que estoy medio confundido.
   El señor se quedó mirándome con asombro; después, sin nada decirme, cerró de golpe la ventana y yo me dispuse a irme, pero enseguida escuché que abría la puerta y salía de la casa, entonces me miró fijamente por un motivo que no comprendí; en eso, casi llorando, me abrazó y totalmente conmovido, me dijo:
   -¡Estás vivo!
   Al escucharlo hablar esta última vez, creí reconocer en el tono de su voz a un conocido del cual, en ese momento tuve “flashbacks” que me hicieron dar cuenta de que la persona mayor que estaba frente a mí, era aquel joven de mis tiempos llamado Ernesto; yo era también el joven de aquellos tiempos, pero… ya no me encontraba en mis tiempos… y no estaba envejecido… y… no entendía nada…
   Ernesto me dijo:
   -Entrá.
   Entré a su casa y nos sentamos a la mesa, entonces me dijo:
   -¡Esto es imposible!… todos te creímos muerto, y no sólo resulta que estás vivo, ¡sino que además seguís teniendo poco más de 20 años! – y dudando de sí mismo, dijo: -¿Es verdad todo esto, o lo estoy soñando?
   -Es verdad es verdad… -le respondí prontamente, y tras decirle que yo estaba más sorprendido que él, le pregunté: -¿En qué año estamos?
   -En el 2021.
   -En el 2021 –repetí yo riéndome con una mezcla de tristeza, resignación y contenida desesperación.
   Después, con miedo a preguntar, pregunté:
   -¿Qué pasó con los demás compañeros?
   Ante lo cual, tuve al silencio y a un gesto de tristeza más que elocuente por respuesta; igual, debía insistir porque necesitaba saber.
   -¿Qué pasó con Eugenia?
   Entonces miró al piso sin responder; yo me levanté y palmeándole ligeramente un hombro, le insistí:
   -Dale… decime qué pasó.
   Entonces, tras tomar aire profundamente, me dijo:
   -Ella fue la única que logró escapar aquel día del 74 en el que reventaron a tu unidad básica; a los otros, los mataron a todos; los cazaron ese mismo día uno por uno; bah… en realidad, vos también evidentemente pudiste escapar, pero todos te dimos por muerto, y ella… si bien ese día pudo huir, cayó en manos de una patota de represores tras el golpe de estado que hubo en el 76;… ahí sí que no se salvó casi nadie;… masacraron a casi todos los militantes de la tendencia revolucionaria del peronismo y demás agrupaciones de izquierda y anarquistas; además, hicieron desaparecer a sus cuerpos; a las embarazadas, tras tener a sus bebés, se los robaron y después las mataron… …Los milicos hicieron un desastre del que todavía hoy el país no se recuperó… Yo estuve exiliado durante esos años, por eso sobreviví; si me hubiera quedado, ahora seguramente sería uno de los 30 mil desaparecidos.
   Entonces, lenta e inconteniblemente, me puse a llorar.
   Tras un rato de permanecer en la casa de Ernesto, abruptamente sentí la necesidad de salir y tomar aire, y así lo hice aun contra su voluntad, ya que él me decía que debía quedarme esa noche ahí, para al día siguiente ver qué se hacía con mi situación (yo no creía que mucho se pudiera hacer).
   Una vez en la calle empecé a caminar cada vez más rápido, hasta que, totalmente conmovido, empecé a repetir la palabra “no” una y otra vez, progresivamente más fuerte; en eso, sin siquiera advertirlo, me vi corriendo en medio de la calle repitiendo a gritos la palabra que expresaba mi rechazo a mi destino, y mientras corría, sentía a mis fuerzas acabarse al punto que en determinado momento caí rendido al piso mientras expresaba mis deseos de morir, pero no morí, sino que desperté en 1974 tras lo que había sido una breve siesta… Eugenia estaba a mi lado; la abracé y… casi le cuento todo… pero no lo hice; solamente le dije que la amaba y que ese día, la historia no la escribirían ellos, sino nosotros.

martes, 19 de octubre de 2021

Justicia soñada (cuento) - Martín Rabezzana

   El tipo asistió a una reunión social a la que fue invitado por un conocido y a cuyos asistentes no conocía; durante la misma se mantuvo en silencio hasta casi el final, escuchando toda clase de descalificaciones cargadas de resentimiento por parte de todos los que hicieron uso de la palabra, alusivas a varias personas, pero sobretodo a una; se trataba de un antiguo amigo de muchos de los allí presentes que se había ido del país; de él hablaron pestes; lo basurearon, lo denostaron, lo expusieron en todas sus (supuestas) miserias, defectos y errores; no le justificaron siquiera una de sus faltas por más insignificante que fuera; cada uno de los que de él habló, tenía una anécdota en la que lo hacía quedar siempre como el peor; de uno sacar una conclusión de dicha persona en base al sentir común que por ella entre los asistentes a la reunión, había, habría sido que Santiaguito (así se llamaba) era el mismísimo satán, por más que en realidad, las cosas que de él se contaban, no fueran tan graves, e incluso algunas no fueran siquiera dignas en absoluto de ser consideradas faltas, por lo cual, era obvio que dicha persona constituía lo que suele denominarse “chivo expiatorio”, que es aquel individuo (o grupo de individuos) al que en una sociedad, la mayor parte de sus miembros inculpa con la intención de hacerlo pagar por las faltas de todos; haciendo cosa tal, las divisiones existentes entre todos los demás integrantes de ella, se ven temporalmente disueltas ya que los une el resentimiento común, además de que tal práctica los hace sentirse completamente libres de toda culpa y de todo cargo; la cuestión es que la reunión que duró casi tres horas, llegaba a su fin.
   Al invitado desconocido por casi todos, que se había mantenido en silencio, uno de los asistentes a la reunión, al ver que se disponía a irse, le dijo:
   -Che, ¡vos no dijiste nada en toda la noche!… te dedicaste a comer papas fritas y a tomar cerveza, nomás; decí algo antes de irte, que todavía hay tiempo.
   Entonces, tras pensarlo unos segundos, dijo:
   -Bueno,... eehhh… no; mejor no digo nada.
   Su interlocutor insistió:
   -¡Dale! No seas tímido.
   Entonces, venciendo a la reticencia que tenía a expresar lo que realmente tenía ganas de expresar, dijo:
   -Estaba pensando que si yo me enterara de que alguno de ustedes habla alguna vez de mí como hablaron esta noche del Santiaguito ese, lo mínimo que haría (lo mínimo, ¿eh?, y mirá que soy tranquilo, pero todo tiene un límite) sería comprarme una Ithaka y salir a buscarlo para… bueh; imagínensé lo demás.
   Todos permanecieron en silencio unos segundos, tras los cuales, su interlocutor se empezó a reír y casi todos los demás, también, por asumir que lo dicho había sido en broma; el único que no se rió, fue quien hizo la supuesta broma, que fue uno de los primeros en irse de la reunión.
   Tras el extraño invitado haberse ido, aquel que le había hablado, le dijo a las varias personas que todavía estaban presentes:
   -¿Quién habrá invitado a ese forro?... se quiso hacer el pulenta y seguro que es un terrible mantequita y un cagón que no mata ni a un mosquito;… a ese maricón, si lo llego a ver otra vez por acá, ¿saben la que le doy, no? Je je je;…¡qué gil de cuarta, por favor!
   Los demás asintieron en silencio.
   La reunión terminó y cada uno de sus asistentes se fue a su casa.
 
   Esa misma noche, el asistente a la reunión que le había pedido al extraño invitado que hablara, se encontraba durmiendo con su esposa, a la cual, horas antes le había hablado del hombre al que había definido como “mantequita”, “cagón” y de otras maneras más; en eso escuchó ruidos en la cocina y se levantó preocupado, pero tras mirar por la ventana que daba a un jardín y concluir que no había nadie, decidió volver a la cama; un rato después volvió a escuchar un ruido que lo hizo volver a la cocina, y al acercarse a la ventana, vio en el jardín al extraño asistente a la reunión, amartillar una Ithaka y posteriormente, apuntarlo, lo cual lo hizo sentirse terriblemente atemorizado;… Quiso irse pero las piernas no le respondían, entonces, suplicando y temblando, dijo:
   -No… por favor; yo no hablé mal de vos en serio, fue todo en chiste… no podés por un comentario al pasar, hacerme esto… …¡Dale che!… no seas malo; se nota que sos buen tipo. ¡No podés hacerme esto!.... ¡No podeeeeeeeéss!
   Pero el individuo armado hizo caso omiso a lo que escuchó y disparó; entonces el maldiciente se despertó gritando de lo que había sido simplemente una pesadilla.
   Su mujer, que acababa de despertarse, lo miró con un desagrado que él no comprendió, por lo que le preguntó:
   -¿Qué pasa?
   Ella nada le dijo, simplemente le señaló la parte inferior de su persona que se encontraba bajo el cubrecama y las sábanas, y al él levantarlos, tomó conciencia de que durante la pesadilla se había hecho encima tanto lo primero, como lo segundo.

miércoles, 13 de octubre de 2021

Instantes que son eternidades (cuento) - Martín Rabezzana



   Yo estuve presente cuando a principios de los años setenta del siglo 20, en el patio de la universidad a la que asistía en La Plata, ante una multitud de estudiantes, subido a una silla para ser visto mejor, en voz muy alta uno de nuestros compañeros, dijo lo siguiente:
   -De todos los temas por nosotros abordados, hay uno fundamental que no hemos considerado lo suficiente y se hace urgente que lo hagamos: todos sabemos que el sistema social es absolutamente nefasto, y no me refiero sólo al de este país, sino al que impera actualmente en todo el mundo; la humanidad va hacia la destrucción total por culpa de sus propias acciones, por lo cual, se hace necesario esclarecer de dónde viene el mal mayor; todos me dirán que de los burgueses, de los oligarcas, de los capitalistas, y es cierto, pero hay un ámbito del cual salió toda esa gente y esto no lo podemos seguir ignorando; ¿cuál es ese ámbito?... ¡Este en el que estamos, compañeros! ¡EL ÁMBITO UNIVERSITARIO!... De este lugar que tanto amamos y en el que tanta fe tenemos, sale la clase dirigente que explota a los trabajadores, que organiza guerras, saqueos y que destruye al medio ambiente… ¡De acá, de nuestra querida universidad salen los explotadores del mañana de las masas, los continuadores de esta catástrofe no natural que nos llevará hacia el final más trágico como especie!
  
   Entonces todos aplaudimos, ya que lo dicho por nuestro compañero constituía una verdad innegable; después dijo:
   -Si queremos realizar un cambio en serio, un cambio de fondo, no basta con alterar un poco las estructuras de este sistema, ya que eso es siempre tendiente a que las cosas cambien sólo superficialmente y en esencia, sigan intactas;… si queremos que este lugar donde se imparte conocimiento deje de ser el foco infeccioso que enferma a toda la sociedad, que es, debemos ser nosotros quienes decidan lo que acá mismo se enseña, y eso implica que debamos ser nosotros quienes elijan las materias, al profesorado y a las autoridades todas que rijan este lugar, y de no sernos concedidos estos derechos, lamentablemente, por el bien de la humanidad toda, deberemos oponernos total e intransigentemente a las universidades; ¡deberemos destruirlas! Y una vez destruidas, podremos reconstruirlas para que sirvan a un fin totalmente opuesto al que hasta ahora, han servido.
   Entonces todos aplaudimos más fuerte que nunca y la ovación que se escuchó, fue realmente increíble.
   Mientras nuestro compañero esperaba a que hiciéramos silencio para continuar con su discurso, pasó algo totalmente extraño: sentí a mi alrededor un silencio absoluto que no se correspondía con los aplausos en curso de los estudiantes ni con sus gestos claramente vociferantes; después, todos empezaron a moverse en cámara lenta, inclusive yo mismo, y noté que el color de todo a mi alrededor, se perdía; tras algunos segundos, todo lo vi en blanco y negro; miré extrañado a una compañera que se encontraba a mi lado, y estaba claro que a ella le pasaba lo mismo ya que me miró evidenciando total asombro; entonces, mientras nuestro compañero retomaba su discurso que no pude oír, varios impactos de bala lo hicieron caer de la silla en la que estaba parado; si bien, como ya dije, todo a mi alrededor se había silenciado, la excepción fueron los disparos, ya que los escuché perfectamente; luego vi a la multitud dispersarse en la cual estaba yo mismo, que escapé corriendo del patio de la universidad, y siempre en cámara lenta, ya que el ritmo de la vida toda, parecía haberse ralentizado, y cuando finalmente estuve en la calle, el sonido, los colores y la velocidad del movimiento, volvieron.
   A nuestro compañero, que no sobrevivió, le empezamos a rendir homenaje todos los años, a veces en público y a veces (por seguridad) en privado.
   Al comparar experiencias, todos los asistentes al discurso de nuestro compañero, coincidimos en que en los momentos previos y posteriores a su asesinato, vivimos todo en cámara lenta, sin sentido auditivo (salvo por el momento de los disparos) y en blanco y negro.
   Todavía no entendemos a qué pudo deberse.

domingo, 10 de octubre de 2021

El antiviaje del antihéroe (cuento) - Martín Rabezzana

 

   Cuando se habla de las personas excluidas del sistema, se suele hacer teniéndose en cuenta factores casi únicamente económicos, cuando en realidad, hay muchos motivos por los cuales una persona puede estar al margen de una sociedad que no pasan por lo económico; por ejemplo: aquellos que tienen poca o nula comunicación con los convivientes, con los compañeros de estudio o de trabajo… aquellos que no tienen metas… aquellos que sí las tienen y no las alcanzan… aquellos que, no obstante alcanzarlas, se sienten vacíos… aquellos que no saben querer, tanto como aquellos que sí saben y quieren demasiado… aquellos que no se sienten comprendidos por nadie por más intentos que hagan por serlo… aquellos que tienen dificultades graves para relacionarse con los demás, tanto como aquellos que tienen para eso, demasiada facilidad, lo cual los lleva a ir de fuego en fuego para finalmente, morir de frío (1)… aquellos que habitualmente asisten a reuniones sociales y mientras los demás discuten acaloradamente o se ríen, permanecen en silencio…: TODOS ELLOS SON PARIAS DE ESTE SISTEMA. EXCLUIDOS… MARGINALES, y nada cambia el hecho de que tengan trabajos bien remunerados, vistan elegantemente, coman tres veces por día ni que tengan relaciones no conflictivas con las personas que componen sus entornos, ya que aun así, a este sistema NO PERTENECEN… y estas personas marginales no constituyen casos excepcionales, por lo que no hace falta trasponer los márgenes de una ciudad para encontrarlas, dado que abundan en todas partes, sobretodo en las grandes urbes, lo cual es lógico, ya que en las mismas rige un estilo de vida mayormente artificializado/automatizado/robotizado, que no puede más que ser insalubre para todo ser vivo, ya que las sociedades humanas modernas no son aptas para nadie, ni siquiera para las mismas personas que las crearon, de ahí que el sentir de no pertenencia a ellas, sea más la regla que la excepción.

   El saberse marginal hace que algunas personas se quieran ir, pero… ¿adónde ir?... El bosque es un lugar apropiado para perderse (y encontrarse), y hacia el mismo una noche se dirigió sin intención alguna de que su incursión constituyera ningún “viaje de héroe”, ya que su idea no era la de ir para volver, contar lo vivido y salvar a otros, sino la de entrar y no regresar; morir y no renacer; deshacerse para nunca más rehacerse;… ahí, en el bosque, se internó y extravió.

   Algunas veces con tristeza y otras, con alegría; algunas veces con debilidad y otras, con fuerza; algunas veces con esperanza y otras, sin ella: habló, gritó, bendijo, maldijo, suplicó, exigió, caminó, corrió, saltó y cayó… sin fuerzas… rendido… exhausto, y después: durmió tranquila y profundamente; cuando se despertó y del bosque salió, el entorno ya no era el mismo que había conocido, sino una ciudad totalmente opuesta a las de este tiempo y espacio, ya que estaba más vitalizada que desvitalizada; más viva que muerta; más infundida de positividad que de negatividad, y todo ese fluir de fuerza vital empezó a envolverlo, a atraparlo y absorberlo, y a medida que esto ocurría, trataba de racionalizarlo, pero no lo lograba porque las palabras se le mezclaban, se le confundían, se le escapaban, hasta que finalmente se fueron del todo de su ser, dado que ninguna falta ya le hacían; había escapado del yugo de las palabras expulsantes del pensamiento y del sentimiento, de todo aquello que no puede ser nombrado, que es mucho más que aquello que sí puede nombrarse, y esa pérdida de todo vocablo constituyó un encuentro con un entendimiento no racional, casi completamente exento de negatividad, y eso no fue todo: mientras caminaba maravillado por esa ciudad que parecía más antigua que moderna, más espiritual que material, más ficticia que verdadera, las personas que a su lado pasaban, tanto como las edificaciones que lo rodeaban, fueron perdiendo claridad, definición… forma; todo a su alrededor se volvió informe; todo se diluyó en una gran nada que parecía estar revelándose en su carácter de TODO; la totalidad… el absoluto… el universo que contenía a todos los multiversos, tanto como el no tiempo que contenía a todos los tiempos, fueron desapareciendo del exterior para ir poco a poco, reapareciendo en su propio interior; en ese lugar el antihéroe murió y renació miles de veces, y en cada nuevo nacimiento sentía estarse elevando hasta alturas por él previamente insospechadas en su existencia.
   Lo generalmente considerado absurdo, lo por todos tenido por irreal, lo supuestamente inexistente, era entonces para él: sensato, verdadero, fáctico.
   Nada había en ese lugar que no infundiera en sus visitantes un sentir de plenitud libertador de las cadenas de la razón, y conforme se rompían las cadenas, los espíritus desplegaban sus alas cuyas extensiones permitían abrazar hasta los confines más recónditos de lo por ellos imaginado, tanto como los de lo por ellos inimaginado.
   Las puertas cerradas que en ese lugar encontró, ante su presencia se abrieron, y tras él cruzarlas, se pulverizaron; las barreras que le impidieron el paso, ante su presencia se levantaron, y tras él dejarlas atrás, se esfumaron; los caminos cerrados que le impidieron avanzar, ante su presencia se volvieron sendas rodeadas de flores, y tras su paso, se desmaterializaron.
   El viaje no era el destino, ni el destino, el viaje, ya que ambos extremos de esa misma unidad, habían sido por él, asimilados y de ese modo, trascendidos… habían para él quedado atrás el día y la noche. La luz y la oscuridad. El sueño y la vigilia. El placer y el dolor. La victoria y la derrota. El orgullo y la vergüenza. La riqueza y la pobreza. El amor y el odio. La fuerza y la debilidad. Lo ordinario y lo extraordinario. El conocimiento y la ignorancia. Lo perdido y lo encontrado. Lo construido y lo destruido. Lo incluido y lo excluido. El éxito y el fracaso. La inquietud y la calma. La felicidad y la desdicha. El sonido y el silencio. El cielo y la tierra. El cuerpo y el alma. Lo bueno y lo malo. Lo real y lo irreal. El principio y el fin. La vida y la muerte.

   Lo había todo asimilado, y así, a todo lo había trascendido.

 

(1) Aforismo de Antonio Porchia: “Quien va de fuego en fuego, muere de frío”.

viernes, 1 de octubre de 2021

Escrito de liberación (cuento) - Martín Rabezzana

Pintura de Fabián Pérez
   El hombre entró al bar y se sentó a una mesa determinada esperando a que una determinada alternadora se le acercara; ella así lo hizo y pidió permiso para acompañarlo, permiso que él concedió; después, él pidió dos aperitivos sin alcohol, lo cual constituyó la primera cosa inusitada para ella de la noche; la segunda fue que él, tras escuchar las dulces y cálidas palabras de la mujer (a las que por más que uno sepa guionadas, es imposible ser invulnerable), le dijo:
   -Lo que voy a decirte es muy en serio; no importa cómo llegué a saberlo, lo que importa es que lo sé; escuchá atentamente por favor: hay una película argentina de los años 50 llamada “Pecadora”; actúan Olga Zubarry y Roberto Escalada. ¿La viste? .-Ella negó con la cabeza, entonces él prosiguió: -En dicha película Olga Zubarry interpreta a una cancionista de tango que es a su vez, alternadora en el cabaret en el que canta; tras un hombre proponerle ir a su casa, ella acepta y se va con él en un taxi; una vez en el mismo, el taxista hace un comentario sobre lo oscuro de la noche lluviosa, entonces el hombre le pide al taxista que mire a la mujer mientras le dice algo así como: “Si es necesario, los ojos de ella nos van a alumbrar”, y mientras lo dice, se pone detrás de ella y se cubre el rostro con su sombrero; después llegan a la casa, se ponen a hablar y ella quiere tomar agua, entonces pregunta en dónde está la cocina, él le señala una puerta, ella la abre y se da cuenta de que ahí no había ninguna cocina, entonces él se ríe, le dice que la cocina está en la otra puerta y ella abre esa otra puerta y descubre que ahí tampoco había ninguna cocina; ella se enoja un poco y él se ríe como si le hubiera hecho un chiste, la cuestión es que pasan algunos minutos, suena el teléfono y él no lo atiende, y en eso, él apaga las luces aduciendo que estaba llegando alguien y le ordena a la mujer que se esconda en un cuarto. Ella le pregunta por qué pero él no se lo dice y le insiste en que se esconda; ella lo hace (bah, en realidad, él la obliga a entrar en el cuarto) y cuando se abre la puerta de calle y entra un tipo, el hombre saca un revólver y le dispara causándole la muerte; la mina, a todo esto, estaba muy nerviosa y tras el hecho de sangre haberse cometido, el hombre abre la puerta tras la cual estaba la cancionista y ella, totalmente espantada, le pide que le explique qué había pasado, él dice que se había tenido que defender, por eso mató al tipo y le dice que se vaya, que no la quiere meter en problemas, entonces ella se va y el hombre se saca de las manos el producto que se había puesto para no dejar huellas mientras sonríe… al día siguiente la policía realiza la investigación del crimen y así da con el taxista que había ido hasta el lugar del hecho; el mismo dice que pudo ver a la mujer pero no al hombre (y claro… se había ocultado tras ella cuando le pidió al conductor que la mirara y se había tapado el rostro con un sombrero); eso había sido parte de su plan, otra parte consistía en que en la casa en que cometería el crimen, la mujer dejara sus huellas y él no, así sería ella, la cancionista alternadora, la única sospechosa.
   Y tras una pausa de varios segundos que ella, que se mostraba tan extrañada como interesada por lo que él contaba, no interrumpió, él prosiguió:
   -Te cuento todo esto porque… si bien van a haber ciertas diferencias, lo mismo te van a hacer a vos.
   La alternadora se mostró de pronto muy nerviosa y asustada, y sin dudar un segundo sobre la veracidad de lo que se le había dicho, preguntó:
   -¿Cuándo?
   -Esta noche.
   Tras lo cual, dejó plata sobre la mesa para pagar las bebidas, se levantó de su silla y dijo:
   -Chau.
   Y salió rápidamente del bar.
   La mujer no respondió por estar totalmente conmocionada por lo que acababa de escuchar; tras algunos minutos, salió a la calle y caminó unas cuadras, entonces se le ocurrió llamar desde su teléfono celular a la mujer que le había asignado ese bar para trabajar, y le pidió que la mandara a otro bien lejano porque en ese no quería seguir, y tras su jefa recriminarle agresivamente que hubiera dejado su puesto sin previo aviso, ante la insistencia de la joven, de mala gana aceptó destinarla a otro bar a los que proveía de alternadoras, entonces le mandó un auto que la llevó hasta otro bar que estaba en una ciudad a un cuarto de hora de distancia de aquella en que hasta esa noche, trabajaba; una vez en el mismo, se acercó a un cliente que le pidió que fueran a otra parte, entonces ella propuso un hotel alojamiento pero él le dijo que prefería que fueran a su casa ya que quedaba cerca y vivía solo, y a pesar del miedo que tenía por la historia que el misterioso hombre del bar le había contado, aceptó ir con el cliente a su casa; una vez en la misma, el hombre se puso a hacer ciertas anotaciones en las que puso tanta atención, que parecía haberse olvidado de la mujer, y cuando ella se le acercaba y le extendía los brazos, él la rechazaba con un gesto y le decía que esperara, ya que tenía que terminar lo que estaba haciendo; a todo esto pasaron unos 40 minutos, entonces sonó un teléfono de línea que el hombre no contestó, y ella, muy nerviosa dijo:
   -¿No vas a atender?
   -No; debe ser por trabajo y a esta hora, descanso.
   A los pocos segundos se oyó estacionar un auto y él le pidió que se escondiera en un determinado cuarto, y como ella se rehusaba, la arrastró hacia el interior del mismo y cerró la puerta con llave, entonces alguien entró y el supuesto cliente de la alternadora sacó un revólver y disparó varias veces mientras ella gritaba, tras varios segundos, la dejó salir y le dijo que se fuera, que no quería implicarla en el hecho y ella, que tenía el mayor interés en irse cuanto antes del lugar, mientras sollozaba se dirigió hacia la puerta de salida a cuyo lado estaba tirado el hombre a quien su supuesto cliente le había disparado; al estar cerca de él, detuvo su marcha para mirarlo bien, y se sorprendió al creer ver en el muerto, al misterioso hombre del bar que le había anticipado lo que esa noche estaba viviendo, y sintiendo la necesidad de asegurarse de que fuera realmente él, le apartó del rostro el cabello semilargo que se lo cubría parcialmente y confirmó que lo era; entonces se despertó sobresaltada ya que todo había sido un sueño.
… … …

   Esa misma noche fue a trabajar al bar y se volvió a encontrar con el misterioso hombre que en su sueño había visto; se sorprendió y tuvo miedo por lo aparentemente sobrenatural del caso, pero igual se le acercó y tras pedirle permiso para acompañarlo, se sentó frente a él; después de la conversación de convención y de que él pidiera dos aperitivos sin alcohol, el hombre le pidió que escuchara atentamente lo que iba a decirle ya que era muy en serio, y tras preguntarle si había visto la película “Pecadora” y ella responder negativamente, él empezó a contársela, pero a los pocos segundos de iniciada su narración, ella lo interrumpió diciendo:
   -El tipo usa a la alternadora para inculparla en el crimen que él comete.
   Entonces el hombre le dijo:
   -¡Sí!... Entonces la viste la película.
   -No, no la vi.
   -¿Y cómo sabías lo que iba a contar?
   -Por ahí lo presentí porque soy adivina; veamos si vuelvo a adivinar: lo mismo me van a hacer a mí, ¿no?
   Entonces el hombre, muy sorprendido, afirmó en silencio con un gesto de la cabeza.
   Ella, que presentía que el sueño había tenido el objetivo de llevarla a evitar que al hombre misterioso lo mataran, le dijo de ir a un hotel alojamiento, pero él se negó aduciendo que no había ido al bar a buscarla para “eso”, pero ella le dijo que no hacía falta que tuvieran relaciones sexuales, pero que si pasaba la noche con ella, él podría cuidarla y así evitaría que la implicaran en el crimen, es decir: apeló a su machismo, ese tan vil, perverso, abyecto y absurdo que, entre otras cosas, dicta que el hombre debe cuidar de todo peligro a una mujer aun a costa de exponer su propia vida, y funcionó porque él entonces, aceptó.
   Fueron al hotel alojamiento y hablaron durante horas sin relacionarse sexualmente, y cuando se acercaba la madrugada, él se dispuso a irse ya que, según le dijo, sentía que ya habían eludido la situación trágica mencionada, pero ella, que temía que no fuera así, le insistió para que se quedara, y como él se rehusaba, empezó a acariciarlo y a besarlo, y mientras se besaban, ella le agarró una mano y la llevó hacia su entrepierna, entonces él pudo tocarle la concha y en ese momento ella sintió que la permanencia del hombre en la habitación por un rato más, estaba más que asegurada, pero mientras se acostaba en la cama y se disponía a recibir sexo oral por parte del hombre, lo vio caer al piso empapado en sangre y de la nada apareció entre sus propias manos, un arma de fuego, entonces gritó y se despertó sola en la cama de su casa; otra vez todo había sido un sueño.
   Esa misma noche fue al bar donde habitualmente trabajaba y de nuevo vio entrar y sentarse a una mesa al hombre que en sus sueños había visto; esta vez no se sorprendió, tan solo sintió alegría de verlo con vida y sintió que los unía algo que no podía definir, pero que sin duda era de carácter positivo.
   Ella se sentó frente al hombre que pidió aperitivos sin alcohol y le preguntó si había visto cierta película, a lo que ella respondió negativamente, entonces él se la contó y después le dijo que lo mismo que a la alternadora del filme, le harían a ella, y ella, muy displicentemente le dijo:
   -Ya no sé si esto es sueño o vigilia, pero realmente no importa, dado que evidentemente lo soñado es parte de ese todo llamado “realidad”, ¿o no?... por eso es que no hay diferencia entre lo vivido en la vigilia y lo experimentado en los sueños, que son diferentes universos tan reales como éste que conforman el multiverso del cual son también parte las obras de ficción, por lo cual, lo que en las ficciones creadas en este universo, ocurre, es realidad en otro, así como nuestras vidas son recreadas en diversas formas de arte en otros universos cuyos creadores creen haber inventado y consideran inexistentes, cuando en este universo son nuestras realidades y no fueron por ellos inventadas, sino percibidas inconscientemente; por todo esto es que la ficción no existe; todo es realidad; la imaginación es visión remota, por lo que ABSOLUTAMENTE TODO lo que “imaginamos”, tiene existencia real en alguna parte.
   Y tras haber dicho todo esto, el hombre sentado frente a la mujer, evidenció en su expresión una grata sorpresa ya que lo por ella dicho, constituía una racionalización de su propio sentir, y esa asimilación emocional compartida de una verdad absoluta, creó en ellos una comunión mucho más fuerte que cualquier otra por ellos anteriormente sentida, así como una ausencia de negatividad en la percepción de ambos, del todo.
   El hombre le dijo:
   -¿Siempre pensaste estas cosas?... Te lo pregunto porque parecés haber expresado todo esto por primera vez, sin embargo, todo tu discurso estuvo muy bien articulado como si lo hubieras recitado leyéndolo desde un papel.
   Ella dijo:
   -No; nunca antes había pensado en estas cosas, y es que… todo esto que dije, como todo lo que vos dijiste, está siendo escrito por él.
   Y señaló a un hombre cuyo pelo oscuro sobresalía de una vincha negra; estaba sentado a una mesa escribiendo sobre un papel; entonces ambos se levantaron, se le acercaron y el escritor les dijo:
   -¡Hola!... Los estaba esperando.
   Los invitó a sentarse y tras sostener con ellos una conversación no muy larga en que les explicó ciertas cosas, les dijo:
   -Ya saben qué hacer;… yo los creé, los acerqué y ahora los libero de mí, así que... ¡adelante!
   La mujer dijo:
   -No lo queremos hacer.
   El hombre negó con la cabeza expresando así que estaba de acuerdo con ella, entonces el escritor les dijo:
   -Miren: la liberación de este plano, no es sólo para ustedes, es también para mí; para que yo pueda empezar a vivir, debo concluir mi obra, y antes, paradójicamente, tengo que morir, por eso es que este cuento debe concluir con ustedes ultimándome. –Y señalando los bolsillos de ambos, dijo: -Así que: ¡vamos!
   Entonces el hombre dijo que sus bolsillos estaban vacíos, ante lo cual el escritor exclamó:
   -¡Qué lo parió carajo!... ¡Me olvidé de ese detalle! –Y se puso a escribir sobre el papel; tras algunos segundos, dijo:
   -Ahora sí.
   Entonces el hombre y la mujer, sintieron armas de fuego materializarse en sus bolsillos, las sacaron y, cuando se disponían a disparar, la mujer, conmovida hasta las lágrimas, se acercó al escritor al cual abrazó (lo cual no estaba en el cuento por él escrito, dando cuenta con esto de la existencia de un margen de libertad de acción de sus personajes, por él hasta entonces insospechado), y mientras la mujer lo abrazaba, el hombre le estrechó a su creador la mano.
   Segundos después, el escritor alejó a la mujer de su persona y dijo:
   -Yo a ustedes, ya los liberé; ahora ustedes, libérenme a mí.
   Y extendió los brazos mientras sonreía, ante el fuego que el hombre y la mujer por él creados, abrieron.