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viernes, 11 de enero de 2019

Viaje eléctrico (cuento) - Martín Rabezzana


   Primera vez que iba a Ciudad Jardín; el motivo era la visita a unos amigos, pero en cuanto bajé del colectivo, una lluvia torrencial se desató, por lo que tuve que entrar a un bar en busca de refugio; pedí un licor Tía María y me senté a la barra, entonces un tipo que lucía un sombrero como los que usaba Carlos Gardel que estaba sentado a una mesa, me empezó a decir: "¡Qué tiempo loco! ¡Qué aguacero!"; cosas así, a lo que yo asentí; después se acercó a la barra y me dijo:
   -¿Te puedo contar algo?
   Yo dije que sí desganado ya que en ese momento no tenía intención de socializar; me dijo:
   -Hace unos cuantos años yo estaba de vacaciones en la costa atlántica y me puse a hablar con una chica en la playa; ella me gustaba y parecía tener onda conmigo; hablamos como una hora y media y entonces el cielo se empezó a cubrir, por lo que la gente se empezó a ir, ante lo cual me preocupé ya que asumí que ella también querría irse, pero me calmé cuando dijo que salvo que empezara a llover fuerte, se iba a quedar en la playa hasta el final de la tarde; la mina estaba bárbara; me re flasheó; como era de la provincia de San Luis, yo ya me veía ahorrando plata para ir a visitarla ya que, aunque ni nos hubiéramos besado, ya la imaginaba siendo mi novia (¡y hasta mi esposa!); no quería que de haber una relación entre nosotros fuera una de esas aventuras de verano que suelen ser fuente de inspiración de tantas canciones (deplorables)… la cuestión es que sentí el "flechazo" en ese rato en que estuve con ella y casi literalmente, ya que sentí como si hubiera electricidad entre nosotros; en un momento me dijo que quería tomar un helado, y como los vendedores ambulantes, al igual que el resto de la mayor parte de la gente, se habían ido por la inminente tormenta, para comprarlo había que acercarse hasta la heladería más próxima que estaba como a tres cuadras de donde nos encontrábamos, por lo que le dije que se quedara ahí que yo iría hasta la heladería y volvería enseguida; llegué a la heladería, compré el helado y cuando estaba por salir del negocio, escuché un estruendo aterrador; asumí que algún generador eléctrico se había fundido, pero no; había sido un rayo que cayó en la playa y alcanzó a varias personas; lo supe cuando llegué y escuché a la gente a los gritos; al no encontrar a la chica, la describí y pregunté si alguien la había visto. Me dijeron que era una de las personas impactadas por el rayo y que había sido llevada por los guardavidas al hospital, por eso fui literalmente corriendo hasta el mismo.
   Entonces hizo una pausa en su relato, y yo, que si bien al principio había escuchado con desgano su historia, a esa altura tenía un interés enorme en la misma, con ansiedad le pregunté:
   -¿Sobrevivió?
   -No.
   Tras unos segundos, tomé un trago de licor y él prosiguió:
   -Desde entonces tengo la "culpa del sobreviviente";… …No le encuentro sentido a nada de lo ocurrido y encima creo que ese "fluir de electricidad" que sentí al estar con ella, fue un presentimiento de lo que sobrevendría, pero en el momento no lo interpreté así, de haberlo hecho le habría dicho que sería mejor ir a otra parte y ahora ella estaría viva.
   Y con gran dolor en la voz, dijo:
   -Los días de lluvia le pido que me venga a buscar y me lleve con ella, y a veces sueño que eso sucede; ella me viene a buscar y yo me pongo feliz, pero entonces me despierto… …Al igual que Evaristo Carriego, vivo del amor de una muchacha muerta.
   El tipo me había conmovido con su historia, por lo que a modo de agradecimiento, tras terminar mi copa del licor jamaicano mencionado, le indiqué con una seña al empleado de la barra que me sirviera más y que también le sirviera a mi interlocutor, pero él dijo:
   -No, gracias; ya me estoy yendo.
   Me palmeó en el hombro, saludó y se fue.
   Una de las meseras se me acercó y me dijo:
   -No le habrás creído, ¿o sí?
   -¿Qué es lo que no tendría que creerle?
   -Nada tendrías que creerle porque ese tipo está medio chapita, o por lo menos, es muy versero;… siempre está contando historias para impresionar.
   Entonces me acordé de una novela de Antonio Dal Masetto en que un personaje adolescente conoce a varias personas que narran hechos de veracidad dudosa y entonces se da cuenta de que quienes gustan de contar historias para impresionar a los demás, están en todas partes, y es verdad; los literatos de la palabra hablada abundan en todas partes, lo que Dal Masetto no dijo es que las personas tristes y amargadas que los "deschavan", también abundan en todas partes.
   Pasaron unos minutos y la lluvia ya había disminuido en intensidad, pero los relámpagos seguían iluminando el cielo.
   Pagué el licor y me fui.
   Al salir del bar me dirigí a la casa de mis amigos, pero tras caminar unas cuadras escuché una explosión enorme; era obvio que un rayo había caído cerca de donde yo estaba; quise ver qué daños había ocasionado, por lo que intuyendo que el impacto eléctrico había sido en un lugar situado en dirección opuesta a la que yo transitaba, di media vuelta; a cierta distancia vi un amontonamiento de gente en una plaza; me acerqué y pregunté qué había pasado; una mujer, mientras me señalaba el cuerpo a lo lejos de una persona en el piso al que un transeúnte le estaba realizando primeros auxilios (que no reaccionaba ni reaccionaría), me dijo:
   -¡Le cayó un rayo a un hombre!
   Cerca del cuerpo vi un sombrero gardeliano, por lo que no tuve dudas de que la persona impactada fuera mi interlocutor del bar.
   La mujer dijo:
   -Pobre…
   Yo dije:
   -"Pobre", no; su chica lo vino a buscar.
    A lo que la mujer, no entendiendo, dijo:
    -¿Qué?
    -Nada.

    No creo que la historia que el tipo me contó fuera falsa, y no creo tampoco que la energía pueda ser destruida, por lo que pienso que él ahora está con su chica en un lugar mejor, y no lo digo para no sentirme mal por lo ocurrido, sino porque realmente creo que el rayo lo condujo al lugar al que quería llegar, por lo que no exagero al decir que lejos de lamentar su suerte, la envidio.