A la serie de cuentos de la cual, el siguiente es el capítulo # 9, le puse: "M & L", por sus protagonistas: Mora y Leandro.
-Palabras: 3.133-
Tras un hecho imprevisto y para ella, conmocionante, Etelvina volvió al Apart Hotel de Quilmes; una vez en su habitación, se desvistió parcialmente y se acostó a dormir, no sin previamente masturbarse pensando en Mora y Leandro, ya que de no haberlo hecho, imposible le habría sido, conciliar el sueño; muy rápidamente se durmió, y una vez dormida, se vio de pronto en medio de una niebla espesa en la plaza San Martín, una noche levemente fría; nadie parecía haber en el lugar más que ella; sobre uno de los bancos, se sentó, y varios segundos después, un individuo que a ella le resultó conocido, pero no sabía de dónde, que de entre la niebla había salido y que por algún motivo para ella desconocido, mucha confianza le generó, se le acercó, a su lado, se sentó, y le dijo:
-Etelvina: cuando Mora y Leandro entraron en el negocio, vos no los viste, pero lo cercano de sus presencias, resultó en que pudieras sentirlos, y ese sentir, te abrió las puertas del plano astral al cual, de inmediato, fuiste arrastrada; una vez ahí, apareció Mora, y tras besarte en la boca (metiéndote bien la lengua, como vos necesitabas imperiosamente que hiciera), te sacó la prenda superior exterior que llevabas y después, la interior y, una vez tus pechos desnudos, cuyos pezones, de inmediato se pusieron rígidos, los chupó, tragando la leche que de los mismos, salió; en cierto momento te dijo: “¡Qué rica que es tu leche, Étel! ¡Me encanta!”; de inmediato volviste a la “realidad” y sentiste como tus pezones, goteaban, lo cual, te incomodó bastante, porque en el lugar en que te encontrabas, había mucha gente, pero lo que te incomodó mucho más, fue el hecho de que lejos de vos sentir que la temperatura alta de tu cuerpo, estando de vuelta en el plano material, empezaba a descender, sentiste un nuevo calor, esta vez, localizado (pero en expansión) en la parte posterior de tu cuerpo, justo debajo de la cintura, que fue seguido por un nuevo arrastramiento de tu conciencia, hacia el plano astral, y en el mismo, se dio la aparición de Leandro detrás de tu persona que, en el lugar de tu anatomía en que el calor estaba localizado, apoyaba su miembro mientras te tomaba de las manos, te besaba en la mejilla y, tras vos girar tu cabeza hacia él, en la boca, al tiempo que Mora, que acababa de levantar tu pollera y se encontraba arrodillada frente a vos, besaba tus piernas mientras con una mano, hacía a un lado tu bombacha y con la otra, acariciaba tu vagina;… ...En el plano material, ni a Mora ni a Leandro, en ese momento, viste, pero en tu mejilla, manos, boca, pechos, piernas, vagina y recto, muy fuertemente los sentiste, fue así que, intempestivamente te levantaste de la silla y le dijiste a tu amiga, que tenías que ir al baño; una vez en el mismo, sentada sobre el inodoro, pensando en Mora y Leandro (una vez más), te masturbaste; tras hacerte con tu mano, acabar, del baño, muy incómoda, saliste, y desde la distancia pudiste ver a Mora y a Leandro, cosa que, de ningún modo te sorprendió, porque si bien no los habías, en el lugar, previamente visto, tu sentir te había llevado a tener la correcta convicción de que al mismo, habían ingresado; bajando la cabeza y ocultándote entre la gente, para que la pareja ya referida, no te viera, te acercaste hasta la mesa que ocupabas a la que tu amiga seguía sentada, con su café posterior a la cena, casi terminado, y le dijiste: “No me siento bien; me quiero ir; pagá que yo te espero fuera”; y tras dejarle plata sobre la mesa, cual si fueras una nena tímida, saliste corriendo del lugar; una vez fuera, ella se preocupó por vos y vos le dijiste que habías tenido un mareo pero que con el aire del exterior, ya se te estaba pasando; a tu amiga acompañaste hasta su auto y la despediste para seguidamente caminar hasta tu hotel. Una vez ahí, te desvestiste, te acostaste y, pensando en Mora y Leandro, te volviste a masturbar, para poco después, dormirte y venir hasta acá.
Entonces Etelvina, que evidenciaba gran sorpresa por lo que se le acababa de decir, dijo:
-¿Cómo sabés todo esto?
Y tras sacar un mate de quién sabe dónde (además de un termo), cebar uno, tomarlo, y después, volver a cebarlo y ofrecérselo a Etelvina y ella aceptarlo, le dijo:
-Lo sé porque a estos hechos y sentimientos, los recibo y comunico mediante palabras escritas.
La mujer, lejos de dudar de la veracidad de la respuesta, de inmediato la dio por verdadera, y dijo:
-Entonces, podrás responderme lo siguiente: ¿voy a lograr lo que deseo, con Mora y Leandro?
-No lo sé.
-Pero, ¿cómo? ¡Si vos me escribís!
-Yo, cuando escribo, suelo inventar, crear, pero a veces, la cosa se da de otra manera; en el caso particular de la historia de la que sos parte, no estoy inventando ni creando nada; simplemente transmito lo que recibo, y como hasta el momento, no me ha llegado información respecto de tu futuro, a lo que me preguntaste, no puedo responder… pero tal vez vos sí puedas responderme algo a mí: dado que, si bien en el plano material, no te relacionaste con Leandro ni con Mora, pero sí lo hiciste, en el astral, y en ese lugar, sentiste lo mismo que habrías sentido, del encuentro haber tenido lugar en el plano material… se podría suponer que estás satisfecha, pero… no lo estás, ¿o sí?
Ella negó con la cabeza, entonces el individuo le dijo:
-Entiendo… no nos alcanza con que algo sea igual a lo real; queremos a lo real-real, y no a la copia de la realidad, por más perfecta que sea.
Entonces ella, asintiendo con alegría, ya que el individuo le había puesto palabras exactas a su sentir, dijo:
-Sí; quiero a lo real-real, y solemos sentir que lo real, es únicamente lo que se encuentra en este plano, por más que no sepamos si esto es así o no, ya que la cuestión sobre qué es la realidad, es irresoluble.
El individuo dijo:
-Es cierto… aun así, queremos lo que intuimos real, incluso cuando pensamos que lo real, es inferior en calidad a su copia, que, cuando parece ser una versión “fotoyopeada” de la realidad, carece de todo defecto constitutivo de imperfección. De todas formas... como vos misma dijiste: el tema de qué es la realidad, es irresoluble… por eso te pregunto: ¿cómo sabés que lo que vivís en el plano astral, no es real? Ya que podría considerarse que, lejos de ser una irrealidad, es un compartimento de la realidad.
Ella, sin dudarlo, dijo:
-Porque allá no hay imperfección, y la misma, evidencia realidad; paradójicamente, es la imperfección, ausente en la perfecta irrealidad, una pieza fundamental de la perfección, por eso preferimos a la realidad defectuosa a la irrealidad perfecta.
El individuo la miró, y sonriendo le dijo:
-¡Gran respuesta, Étel!
Ella agregó:
-Como cierto escritor dijo: “La perfección sin imperfección, es imperfecta”.
El individuo asintió en silencio con un gesto de la cabeza, después preguntó:
-¿Cómo se llama ese escritor?
-Martín Rabezzana.
El individuo dijo:
-No lo conozco.
(Y claro… a ése, ¿quién carajo lo conoce?)
Tras compartir junto a Etelvina, algunos mates más, el individuo anunció que se iría, después la besó en una mejilla y ella le devolvió el beso mientras le sonreía.
Mientras él se iba, Etelvina, desde el banco que ocupaba, le dijo:
-¡Pará! Decime quién sos.
El individuo se dio vuelta y le dijo:
-Soy un desdoblamiento.
-¿De quién?
-Te lo diría, pero ocurre que… yo mismo no lo sé.
Y tras sonreirle nuevamente, la saludó correspondidamente en silencio con la mano, para seguidamente perderse en la niebla.
Etelvina pensó entonces que tal vez Mora y Leandro podrían ser también desdoblamientos de alguien, como así también, que eso mismo podría serlo ella, pero… desdoblamientos, ¿de quién, o de quiénes?… Esta pregunta, posiblemente nunca tendría respuesta.
El individuo había dejado en el banco, el mate y el termo, lo cual, le posibilitó a Etelvina tomar varias infusiones más, durante el tiempo que en ese lugar, permaneció, hasta despertarse.
Dos horas después, en el bar/restaurante del que Etelvina se había intempestivamente ido
Leandro y Mora se encontraban en un bar/restaurante situado en Lavalle y Colón, en la etapa de la sobremesa, degustando la segunda copa de licor Legui, tras haber comido pizza napolitana y haber tomado gaseosa de naranja; en ese momento, un grupo de jóvenes entró al negocio, y uno de ellos, al ver a Leandro y reconocerlo, le dijo:
-¡Uuuhh, Leandro! ¡Tanto tiempo! ¿Qué hacés?
-¡Pablito! -Leandro le respondió, mientras se levantaba de su silla.
Seguidamente se abrazaron y a Mora, que también se había levantado de su asiento, Leandro le dijo:
-Es Pablo Riera; un amigo de la infancia que hacía una banda que no veía -después, señalando a la americanísima joven y mirando a Pablo, orgullosamente dijo: -Ella es Mora, mi novia.
Entonces Pablo se saludó con Mora (a ella le dio un beso) y Leandro le preguntó: -¿Seguís con las actividades circenses callejeras?
-¡Seeeeee!, por supuesto; al arte circense lo llevo en la sangre y en el alma, y lo creas o no, hay días que deja buena plata, pero sigo en la facu; la carrera no la dejé, ah, y a propósito… justamente ayer me pasó, trabajando acá en Quilmes, en el semáforo de Rivadavia y General Paz, algo re loco.
-¿Qué te pasó? -le preguntó su amigo.
-Pasó que apareció una mina RREEEE linda que, muy distraída, iba a cruzar la calle, y casi la atropella un auto; al notarlo, corrí hacia ella y logré empujarla hacia atrás, evitando así, el accidente que iba a darse; le dije de ir a tomar algo y me dijo que sí, entonces fuimos a un bar, y ahí me empezó a hablar de que se había encontrado con una pareja y se había enamorado y que sé yo qué más y…
-¿Cómo se llamaba la chica? -preguntó Mora.
-Etelvina.
Entonces Leandro miró a Mora con una incomodidad que ella también evidenció; Pablo prosiguió con su relato:
-Bueh… la cuestión es que yo pensaba que ése sería el mejor día de mi vida, pero… ¡fue un embooooole de aquellos!… la mina no paraba de hablar, y hablaba de lo caliente que estaba con esa pareja que conoció, y hablaba y hablaba sin parar, al punto que me hizo acordar a Susanita de Mafalda; al rato, no me la banqué más y salí casi corriendo del bar, y lo más tremendo (y esto no es un chiste ¿eh?), es que cuando me estaba por ir, me tocó un brazo y tuve una visión trágica, de armas y fuego, que por más que parezca ridículo, me llevó a sentir que la mina era una especie de bruja, o algo así; me RECONTRA asusté, por eso… no lamento haberme ido rápido del lugar.
Entonces, de modo incómodo, Mora y Leandro, se miraron; ella, con tristeza, dirigiéndose a Pablo, dijo:
-No le digas bruja, pobre…
-Bueehh… está bien, tenés razón; no es forma de referirse a una dama, pero si no la defino así, no sé cómo explicar lo que pareció transmitirme -y tras volver a dirigir su mirada a Pablo, le preguntó: -Y vos, Lean, ¿en dónde estás viviendo?
-Acá cerca, en Matienzo casi esquina Yrigoyen; hace unos meses, unos familiares de Mora le prestaron una casa, y ahí estamos viviendo.
-¡Ah, mirá! ¡Qué bueno! Yo creí que te habías ido del barrio.
Entonces Leandro, negando enfáticamente con ambas manos, dijo:
-¡Noooo! Me mudé varias veces, pero siempre dentro de Quilmes.
En ese momento, los amigos de Pablo, que estaban frente al mostrador, le hicieron señas indicándole que las pizzas para llevar que habían pedido, estaban listas; entonces él dijo:
-Bueno che; me voy yendo, pero seguimos en contacto.
-Dale -dijo Leandro; después agregó: -Si me dejás el teléfono del lugar en el que estás parando, en cualquier momento te llamo y arreglamos para que vengas a comer a nuestra casa.
-¡Dale!; ¿tienen para anotar?
Tanto Mora como Leandro, dijeron que no, entonces Pablo, tras decir que iría hasta el mostrador a pedir prestada una birome, hasta el mismo fue, y la birome le fue prestada; después volvió hasta la mesa de su amigo y en una servilleta, anotó su teléfono y seguidamente, Leandro le anotó en otra, el suyo; tras esto darse, Pablo dijo:
-Bueno che; nos estamos viendo.
Y tras un nuevo abrazo que le dio a Leandro y un nuevo beso a Mora (y tras devolver la birome), junto a los amigos con los que había llegado al negocio, Pablo se fue.
A la mañana siguiente
Etelvina se encontraba sola desayunando en “La Chocolatta”, de Lavalle 539 (a no confundir con la sucursal frente a la Plaza del Bicentenario, que se llama casi igual al negocio ya referido); tras concluir su desayuno, en el momento en que pidió la cuenta para pagar, ingresó una mujer junto a su esposo que, desde la mesa a la que se sentó, contempló a Etelvina con gran curiosidad, por creer reconocer en ella a alguien que había visto, pero no sabía de quién se trataba, hasta que finalmente dijo:
-¡Ya séeee quién es ésa mina! ¡Es la boluda!
Esta mujer, que se llamaba Mabel Maresu, era la que, el día anterior, manejaba el Renault 9 que casi había atropellado a Etelvina cuando ella transitaba por Rivadavia y se disponía a cruzar la calle General Paz.
Su esposo, al escuchar lo que la mujer había dicho, le preguntó:
-¿De quién hablás?
-De la mina de la que te conté, esa que ayer cruzó la calle sin mirar, y que casi más, atropello.
Tras el hecho referido, Mabel había frenado, pero en la siguiente cuadra; una vez ahí, miró hacia atrás, y a punto estuvo de bajarse para ver cómo estaba la mujer que casi atropella, pero no lo hizo por dos motivos: el primero es que se encontraba tremendamente nerviosa por el casi accidente, y el segundo, es que vio a un payaso (o sea, al artista circense callejero, Pablo Riera), parado frente a Etelvina, en lo que parecía ser un acto de contención emocional hacia ella; a causa de esto, tras unos segundos, arrancó el vehículo y puteando en voz alta a la distraída transeúnte, desde una distancia desde la que ella no podía escucharla, siguió su camino.
En este hecho, Mabel había pensado una y otra vez; también mucho pensó en que de haber atropellado a la mujer, su vida habría cambiado para mal; se habría sentido horrible si la hubiera lastimado o matado, aunque no hubiera sido su culpa, además, tal vez habría ido presa, ya que gente inocente, va presa a diario por los más diversos motivos, y aun si esto no ocurría, habría sido citada para declarar en el ámbito judicial, lo cual, es siempre desagradable… en fin; pensó que su vida toda se habría muchísimo perjudicado de haber tenido lugar, el accidente que finalmente, no se dio, y al pensar en todo eso, se empezó a sentir muy airada, casi furiosa, y aunque no fuera una persona de hacer escándalos, esta vez, se levantó de su silla dispuesta a recriminarle agresivamente a Etelvina, su imprudencia al cruzar la calle (es decir, esta vez, estaba más que dispuesta a hacer un escándalo); una vez que estuvo frente a ella, le dijo:
-Disculpame… ¿puede ser que vos seas la mujer que casi atropello ayer en Rivadavia y General Paz?
Tras asentir en silencio con la cabeza, Etelvina dijo:
-Sí.
-Bueno… mirá nena: te voy a decir varias cosas.
Y al decir esto, puso el índice de su mano derecha sobre un hombro de Etelvina, de modo amenazador, entonces Mabel se vio invadida por imágenes de los momentos previo, preciso y posterior, a los que casi ocurre el accidente ya referido… se vio manejando su auto por General Paz y casi atropellando a Etelvina y después, frenando ya en la siguiente cuadra, pero su visión no se detuvo ahí, sino que se extendió hasta la siguiente esquina, que era la de la calle Alsina; en la misma vio que un camión había doblado en contramano y rápidamente, al conductor notar su error, había frenado y dado marcha atrás; después de ver esto, como si se tratara de un video en retroceso, se vio otra vez manejando por General Paz y al llegar a Rivadavia, la vio a Etelvina parada en la esquina esperando a que su Renault 9, pasara, antes de ella cruzar la calle; esto derivó en que Mabel, siguiera por General Paz sin detenerse en ningún momento y al casi llegar a la esquina con Alsina, fuera impactada por el camión cuyo conductor, por error, en esta última calle, había doblado en contramano, resultando de este accidente, su muerte (o sea, de Mabel); entonces entendió que si Etelvina no hubiera cruzado distraídamente la calle, ella no la habría casi atropellado y no habría, por consiguiente, frenado durante varios segundos, en la siguiente cuadra, sino que habría seguido de largo y el camión la habría impactado; concienciando todo esto, de inmediato reinterpretó lo ocurrido y hacia Etelvina, sintió agradecimiento, pero… por no saber cómo explicarle todo esto que acababa de percibir de modo extrasensorial, nada le explicó, simplemente, con toda su furia ya transmutada en agradecimiento, tras tomarla de una mano, le dijo:
-¡Gracias!
Etelvina no entendió por qué le agradecía, pero por algún motivo, decidió no preguntárselo, simplemente le dijo:
-Bueno… disculpame por haber cruzado estando distraída, es que... tuve unos días muy complicados y… En fin; te pido perdón; más que eso no puedo hacer.
Mabel, mirándola con total sorpresa, le dijo:
-No te preocupes.
En ese momento llegó el mozo con la cuenta y Etelvina la pagó; seguidamente, tras saludar a Mabel, se retiró del lugar.
Cosa a la que, ni en éste ni en los capítulos previos, me referí
A quienes se pregunten de qué trabajaba Etelvina, les contesto: no trabajaba, era de una familia hiperconcheta, y los conchetos, como todos saben, hacen que los demás trabajen por ellos (y si trabajan, es por gusto o codicia, pero no por necesidad) y/o, invierten en propiedades que ponen en alquiler y viven de rentas, así como viven también de ellas, sus descendientes que las heredan; esto último era lo que constituía el sustento de Etelvina (¡SUERTUDA!)
Si bien, Etelvina Melantoni era una hiperconcheta, la perdonamos, porque era una mina con onda (me tomé la atribución de hablar en plural, ya que asumo que el lector, comparte mi simpatía hacia ella).