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viernes, 1 de febrero de 2019

La criatura de la Reserva Ecológica o: Reservito: el ángel guardián de los proletarios (cuento) - Martín Rabezzana



   Tras salir de mi trabajo en CABA decidí (antes de volver al glorioso e injustamente despreciado por los malditos multimedios, sur del Gran Buenos Aires) -o sea: Magdalena del Buen Ayre- aventurarme en la reserva ecológica para pasar horas nocturnas en soledad en ese medio ambiente natural; como hacía frío, llevé conmigo una botella de Fernet; cuando estaba por adentrarme en la reserva me crucé con un par de jóvenes de apariencia acomodada; al ver que yo llevaba en la mano una bolsa con una botella, uno de ellos me dijo:
   -¡Flaco! ¿Me das un trago?
   Yo me acerqué para convidarle pero entonces el otro, con evidente miedo lo disuadió de acercárseme y lo instó a seguir su camino; el miedo se debía a que mi apariencia no coincidía con la de ellos, es decir, ellos eran conchetos y yo (aunque al verme muchos no lo crean y asuman que soy de clase baja) soy de la históricamente ninguneada clase media; ¿por qué ninguneada? Porque cuando se habla de los diversos sectores sociales se suele hacer alusión a la clase alta y a la baja; rara vez se menciona a la media; tal vez se deba a que uno ve a los demás en relación con el lugar en que se encuentra, por lo que si sos de clase media, sos un croto para los chetos y un cheto para los crotos; el punto intermedio (siempre existente) por algún motivo no es generalmente tenido en cuenta siquiera por quienes están en el mismo. Claro ejemplo de este ninguneo es la división (absurda) que se hace del planeta con las expresiones "primer" y "tercer mundo"; casi nadie habla del "segundo", y casi nadie sabe tampoco que tal divisionismo nefasto no era originalmente alusivo a la situación económica de los países sino a su alineación política, es decir, los países alineados con las dos mayores (pre)potencias de mediados del siglo veinte eran considerados como pertenecientes al primer y al segundo mundo (de acuerdo al país con que se alinearan eran considerados de uno o de otro), y los países que no estaban alineados con ninguna de las dos, eran considerados del tercero independientemente de su situación económica… pero bueh… volvamos a la historia.
   Tras un rato de caminar, me senté en un banco en ese lugar tan abundante en paz y silencio; en determinado momento apareció un grupo de jóvenes conchetos entre los que se encontraban los dos que había visto un rato antes; el que anteriormente me había tenido miedo, no lo tuvo en ese momento ya que a los cobardes suele ocurrirles que al estar en grupo se envalentonen al punto de ser prepotentes con aquellos con quienes no lo serían estando solos, por lo que desde la lejanía me empezó a bardear; hizo chistes sobre mi apariencia y sus amigos se sumaron a las burlas, y yo, si bien me la banco a las piñas, soy realista, por lo que sabía que siendo cinco (y ellos eran cinco) si querían me podían cagar a palos, por eso no les respondí pero me preparé mentalmente para pelear si llegaban a acercárseme y planeé aludir a su falta de hombría por provocar a una persona siendo ellas cinco en pos de que de darse una pelea, vinieran de a uno, pero no hizo falta porque cuando el grupo de conchetos se me acercó, se escuchó un gruñido aterrador como si fuera de un lobo, pero el volumen era tan alto, que no parecía proceder de un lobo de tamaño ordinario sino de uno gigante; ante eso los jóvenes se paralizaron; tras unos segundos la criatura que había gruñido apareció de entre los pastizales, saltó encima de uno de los pibes y literalmente se lo comió en cuestión de segundos, tras lo cual persiguió y devoró a los otros cuatro jóvenes que habían empezado a correr; la velocidad con la que engulló (huesos incluidos) a esas cinco personas, fue increíble; para mí que no le tomó ni veinte segundos; a todo esto yo me había levantado del banco pero no atiné siquiera a intentar escapar ya que por haber visto lo que la criatura era capaz de hacer, lo sabía inútil; estaba a su merced, por lo que si quería comerme, yo nada podría hacer para evitarlo, entonces me resigné a morir de forma inminente ya que el animal se me empezó a acercar lentamente, pero lejos de gruñirme, sollozó lastimosamente como si estuviera triste, y cuando estuvo a pocos metros de mí, me extendió una pata en clara señal de amistad; yo estaba terriblemente asustado, sin embargo logré acercarle una mano y estreché su pata, entonces entendí que la criatura no tenía intención alguna de hacerme daño.
   La criatura (supuestamente mitológica) de la reserva ecológica de Ciudad Autónoma de Buenos Aires ha sido descrita como una rata con tamaño de perro, pero la que yo vi no era así, ya que tenía más bien una apariencia cercana a la de un lobo negro y era del tamaño de una vaca; la cuestión es que tras el amable saludo, se fue lentamente hacia los pastizales de los cuales había salido y desapareció.
   Lo que ustedes se preguntarán es lo que yo me pregunté: ¿por qué atacó al grupo de jóvenes acomodados y no a mí? La respuesta es la siguiente: la criatura de la reserva ecológica conocida popularmente como "Reservito", con su infalible y envidiable instinto salvaje, reconoció en mí a una persona de clase media y ella sólo se alimenta de conchetos.
   Yo creo que más que por hambre, al ver que los chetos me estaban provocando, Reservito se los comió para protegerme ya que evidentemente es un protector de los no chetos.
   Asi que, quien esté leyendo esto, ya sabe: si usted es un concheto, no se acerque siquiera a la reserva ecológica salvo que quiera morir, y si usted es de clase media o baja, vaya tranquilo que Reservito lo protege.

(Dedicado a MI AMIGO Reservito; ¡AGUANTE!) (Ah, y nada de decirle "monstruo" a tal noble criatura).