martes, 23 de noviembre de 2021

Los '20 y los '70 (cuento) - Martín Rabezzana

 
   El anarquista había logrado concretar la a priori imposible hazaña de escapar (1) de la temible cárcel de la “Tierra del Fuego porteña” (Penitenciaría Nacional) (2) junto a varios camaradas que, al igual que él, habían sido encarcelados tras el allanamiento que la policía había realizado en su imprenta clandestina desde la cual, no solamente se escribían e imprimían textos propagandísticos, sino además, billetes; actividad que lejos estaba de ser extraordinaria ya que la falsificación de dinero era el delito más común entre los militantes libertarios de aquellos años 20 del siglo veinte.
   Todos (menos él) habían acordado quedarse durante un tiempo en las inmediaciones de la cárcel en las cuales se habían instalado muchos ex detenidos por a su vez, haberse instalado ahí sus familias en tiempos en que justamente estaban detenidos, dado que así ellas podían visitarlos con asiduidad; en ese lugar les había parecido sensato quedarse algunas semanas antes de partir hacia otras ciudades ya que las autoridades jamás buscarían justamente ahí (en sus alrededores) a los reclusos recientemente fugados; tal previsión había sido correcta; los que en esa área permanecieron durante un tiempo, no fueron recapturados, pero él, que no confiaba en que tal plan diera buenos resultados, decidió “cruzar el charco” ya que sabía que en Uruguay, sus camaradas ácratas le brindarían alojamiento, por lo cual, la noche de invierno lloviznosa en que escapó de la cárcel, se dirigió al puerto dispuesto a abordar un barco de carga con rumbo a Montevideo; una vez frente a uno de ellos, miró en todas las direcciones para asegurarse de que nadie lo viera y con paso rápido intentó embarcarse, pero de la nada apareció un policía que le dio la voz de alto, entonces emprendió una huida desesperada por los alrededores del puerto que culminó cuando, totalmente agotado de tanto correr (y por las privaciones y apremios sufridos en prisión), cayó al suelo desde el cual, resignadamente aceptó que los policías que lo estaban siguiendo, lo encontraran y recondujeran a la penitenciaría, y así ocurrió; dos policías llegaron hasta donde el anarquista había caído rendido y lo insultaron, lo patearon, lo esposaron y después lo condujeron al interior del patrullero en que pensaban llevarlo de vuelta a “La Tierra”.
  
   Camino a la prisión, los policías continuaron con sus insultos contra el detenido; le decían que en “La Tierra” le esperaba lo peor (lo cual era cierto) y que esta vez de ese lugar no saldría con vida, y mientras realizaban esas (y otras) agresiones verbales, el conductor del patrullero empezó a notar algo extraño que lo llevó a decirle a su compañero:
   -¿Sabés en dónde estamos?
   Su compañero, que hasta entonces no le había prestado atención al camino, empezó a mirar en todas las direcciones y, con tono de absoluto desconcierto, dijo:
   -No tengo ni idea.
   El auto siguió transitando unas cuadras más hasta donde se suponía que estaba la cárcel, pero en ese lugar la cárcel no estaba. Lo que había era un enorme terreno baldío frente al cual, estacionaron; ambos agentes bajaron del vehículo y permanecieron en silencio evidenciando asombro en sus miradas ya que el lugar que veían, era y no era el mismo que conocían, dado que había diferencias notables en la urbanización, así como también en los autos que transitaban.
   Nada entendieron de lo que vieron, y tras caminar por el terreno durante algunos minutos, decidieron volver al patrullero y una vez en el mismo, yiraron y yiraron durante una media hora tratando infructuosamente de encontrar a la cárcel; mientras tanto, el anarquista detenido había advertido que la sorpresa que los policías tenían (la cual él también tenía) les había conferido vulnerabilidad, en cambio a él le había conferido fuerza y esperanza, lo cual lo llevó a burlarse de los policías y a acusarlos de estar locos por haber visto un terreno deshabitado en donde él sí había visto a la cárcel; los policías empezaron a dudar de sus propias percepciones y resolvieron volver al lugar en el que se suponía que estuviera la cárcel; en ese momento la fina neblina que a la noche envolvía, se volvió gruesa niebla que resultó en que la visibilidad se redujera drásticamente, por ese motivo chocaron contra un Ford Falcon verde que iba en dirección contraria a gran velocidad, lo cual le causó a los ocupantes de ambos vehículos, heridas menores; el accidente dejó levemente conmocionados a los dos policías del patrullero, fue entonces que el anarquista detenido aprovechó para escaparse y rápidamente se escondió tras un contenedor de materiales de construcción desde donde vio todo lo que segundos después aconteció.
   Del auto al que habían chocado, se bajaron varios tipos furiosos que insultaron a los policías a los que no reconocieron como tales dado que el auto policial de los años 20 en que ellos viajaban, era muy distinto al que se usaba en los años 70 en que entonces se encontraban (amén de los uniformes), por lo cual, al acercarse al vehículo que los había chocado, un miembro de lo que era un Grupo de Tareas de la ESMA que se dirigía a realizar uno de sus infames operativos, mientras blandía un arma de fuego, gritando les dijo:
   -¿Adónde mierda iban, payasos, así vestidos? ¿A una fiesta de disfraces?
   Entonces los policías intentaron sacar sus armas, lo cual fue inmediatamente advertido por los represores de la patota que reaccionaron disparando una innumerable cantidad de veces contra el vehículo provocándole a sus dos ocupantes, la muerte.
   El anarquista, que había visto todo el episodio desde una segura distancia, esperó a que los ocupantes del Falcon verde se fueran antes de él mismo irse del lugar, lo cual ocurrió tras menos de un minuto de sucedida la balacera.
   Con las manos esposadas empezó a correr por calles que apenas reconocía, después, ante el cansancio, dejó de correr y empezó a caminar lo más rápido que pudo, y a medida que las cuadras pasaban, el entorno se volvía para él, cada vez menos desconocido, ya que sin él entonces saberlo, estaba retrocediendo en el tiempo, por lo cual, al cruzar cierta cuadra, se encontró en la década del 60; al cruzar la siguiente, en la del 50; al cruzar la siguiente, en la del 40; al cruzar la siguiente, en la del 30, y al cruzar la siguiente, en la del 20, es decir, en la suya; una vez en la misma, se dirigió a la zona de la “Tierra del Fuego porteña” en donde sí estaba esta vez la cárcel, y se reencontró en una de sus viviendas con varios de los reclusos prófugos que lo recibieron muy alegremente, le cortaron las esposas y por supuesto, le preguntaron qué le había pasado esa noche, entonces el anarquista, previendo que lo que iba a contar resultaría increíble, dijo lo siguiente:
   -Les voy a contar todo pero con una condición.
   Uno de sus amigos dijo:
   -¿Cuál?
   -Que se abstengan totalmente de decirme “loco”, “mentiroso”, “versero”… cosas así.
   Todos asintieron, entonces uno de sus interlocutores dijo:
   -¡Dale!… ¡contá contá!
   El anarquista tomó aire profundamente y después dijo:
   -Resulta que…
 
 
(1) En el año 1923 se produjo la fuga de 14 presos de la Penitenciaría Nacional.
(2) En el barrio capitalino nacional de Palermo, existió una prisión llamada oficialmente: “Penitenciaría Nacional” e informalmente: “Tierra del Fuego”; este último título se hizo extensivo a sus alrededores; funcionó desde 1877 hasta 1961; tras su demolición, hubo un terreno deshabitado durante muchos años hasta que se construyó lo que actualmente es el Parque Las Heras.

lunes, 22 de noviembre de 2021

Subvertidores del tiempo (cuento) - Martín Rabezzana

 

 
   En algún año de la década del 70 del siglo veinte, en un bar situado en el primer piso de un hotel (lugar que habían elegido por motivos de seguridad), se encontraban una mina y un varón, sentados junto a una ventana por la cual dirigían la vista casi exclusivamente a cierta dirección.
   -¡En cualquier momento! –dijo la mujer.
   -¡Hablá más bajo! –dijo el hombre.
   Tras algunos minutos en que tomaron y comieron algo, en el teatro situado frente al hotel en que la pareja se encontraba, una bomba puesta por la Triple A, explotó; ambos se conmovieron como si no hubieran sabido lo que habría de ocurrir, y si bien sí lo sabían, el impacto emocional que el hecho produjo en ellos, fue similar al que se habría producido de ellos haberlo ignorado.
   Tras dejar pasar un tiempo prudencial, se fueron del lugar y transitaron las calles en dirección a las inmediaciones de otro teatro; a los pocos minutos de ellos llegar, volvieron a ser testigos privilegiados de una explosión causada por una bomba puesta por otro de los ya mencionados comandos de la muerte de la derecha peronista.
   Pasaron varios días y la misma pareja se dirigió a otro lugar que sería también escenario de un acto de extrema crueldad perpetrado por represores asalariados por el estado; semanas después, estuvieron en los alrededores de una sala de cine en que se dio otro atentado con explosivos; semanas después, en las inmediaciones de otro lugar en que lo mismo ocurrió, y días después, en otro; la siguiente vez que se encontraron expectantes de un nuevo atentado con bombas en las cercanías de un centro cultural, un policía que sabía que tal hecho tendría lugar, por haberle sido informado por sus superiores y haberle sido por ellos ordenado no intervenir para evitarlo, le dijo a su compañero:
   -Mirá a esos dos –y le señaló a la pareja que estaba mirando desde la distancia al edificio en que ocurriría el desastre.
   -¿Qué pasa?
   -Me parece que los vi antes en las inmediaciones de un hecho.
   -Vamos a interrogarlos –dijo su compañero.
   Entonces los dos policías se acercaron a la pareja y de muy mala manera le exigieron a ambos que se identificaran; ellos les mostraron sus DNI’s (falsos, por supuesto, ya que estaban preparados para dicha eventualidad) y uno de los policías les preguntó:
   -¿Para quién trabajan?
   -Para nadie –dijo la mujer.
   -¡Vamos! ¡No me hagan perder tiempo!... Yo los vi en las inmediaciones de un hecho, y me parece recordar que también los vi en otro similar, y ahora los veo acá; casualidad no puede ser.
   -Deben ser de la inteligencia de algún grupo subversivo –dijo su compañero.
   -¡No, les juro que no! –dijo el hombre.
   -Entonces ¿quiénes son?
   El hombre miró a la mujer, después bajó la vista y resignadamente dijo:
   -Les voy a decir la verdad.
   Pero los segundos pasaron y el interrogado, nada decía, entonces uno de los policías le pegó un cachetazo y le dijo:
   -¡Hablá, subversivo de mierda!
   Entonces la mujer, con desesperación dijo:
   -¡Somos viajeros del tiempo! Habitualmente vamos a diversas épocas a presenciar hechos históricos, por eso sabemos que hoy la Triple A va a hacer estallar una bomba en el centro cultural de la otra cuadra, y aunque les parezca increíble, todo esto es verdad, y tenemos pruebas –y sacó de un bolsillo un recorte de revista del año 2021 que reproducía un artículo de un diario de los años 70 en que se hablaba del atentado que la infame Triple A, perpetraría esa noche y que aún no se había producido; se lo entregó a uno de los policías, éste leyó algunas líneas, tras algunos segundos se empezó a reír y le dijo a su compañero:
   -¡Las cosas que se inventan estos marxistas de mierda! –y tiró el recorte al piso.
   Acto seguido su compañero le dio un culatazo de fusil al hombre, el otro, una patada a la mujer que la hizo caer, y uno de ellos le hizo señas a un patrullero para que se acercara, y cuando tenían a los dos integrantes de la pareja agarrados de los pelos y listos para subirlos al auto policial, un grupo de jóvenes armados que había visto la escena, bajó de una camioneta y abrió fuego contra los policías causándole la muerte a los dos que intentaron llevarse a la pareja e hiriendo al que manejaba el patrullero, tras lo cual, la pareja se vio liberada y ambos le dijeron a los integrantes de las FAP (1):
   -¡Gracias!
   -¡Gracias!
   Y salieron corriendo mientras los guerrilleros urbanos reingresaron a la camioneta que arrancó a toda velocidad.
   Al rato llegó otro patrullero del cual bajaron dos policías; uno de ellos se acercó al cuerpo ya sin alma de uno de sus compañeros, y a su lado divisó el recorte de revista ya mencionado que inmediatamente levantó y leyó; el titular y la primera parte del artículo decían lo siguiente:
   -“Perpetrose atentado con explosivos en el Centro Cultural “… “; no se registraron muertos en el mismo, pero sí en sus inmediaciones producto de un enfrentamiento entre extremistas subversivos y la policía; hay dos efectivos policiales muertos y otro herido.”
   Entonces el policía, reparando extrañado en la fecha de la publicación que reproducía el artículo alusivo a los hechos de esa noche de un diario de los años 70, en voz baja dijo:
   -Noviembre de 2021.
   Segundos después, un estruendo hizo estremecer al centro cultural mencionado en el artículo periodístico.
 
 
(1) Fuerzas Armadas Peronistas

sábado, 13 de noviembre de 2021

Verdades reveladas (cuento) - Martín Rabezzana


   En cierta situación (“difícil”, por decir lo menos), un individuo le preguntó a otro:
   -¿Creés en la existencia del alma?
   -¿Cómo podría no creer?... No hay razonamiento lógico que lleve a descreer de ella; por ejemplo: aunque varias personas sean química y materialmente iguales, no necesariamente actúan, piensan ni sienten de igual modo ante la misma situación; es más: la misma persona, aunque sea materialmente la misma, tampoco necesariamente actúa, piensa ni siente de igual modo, de un momento a otro, ante la misma situación; ¿cómo se explica esto materialmente? No se explica, y sí se explica por el lado de que en nuestra materia hay algo incorporado que no es corpóreo, que tiene gran injerencia en nuestra forma de actuar, pensar y sentir; a ese algo incorporado no corpóreo, lo denominamos: “alma”, “espíritu”, “psique”, “mente”, “conciencia” o “energía”, y dado su carácter inmaterial, no hay por qué pensar que necesita de la materia para existir, por lo que al cumplirse el ciclo del cuerpo en que habita, la conciencia sigue existiendo pero en un plano inmaterial, y de serle, por algún motivo, imprescindible la materia para desarrollarse en algunos aspectos, al concluir el ciclo de la materia en que reside, el espíritu deberá pasar a otro cuerpo, lo cual a su vez, nos lleva a validar la creencia en la existencia de la transmigración de las almas y, casi inevitablemente, también a la de los resultados en diversas existencias, de lo que con nuestros actos, generamos.
   El tipo que había formulado la pregunta, mantenía apuntado al joven al que la misma le había sido dirigida, con un arma FAL, y había escuchado con gran atención su respuesta; el apuntado, que aparentaba estar totalmente tranquilo, mirando a los ojos a su enemigo, con un tono tan calmo y distendido como el que acababa de usar, dijo:
   -Sin un arma encima, no sos nada -y tras algunos segundos, agregó: ...y con un arma encima, sos menos que nada.
   Entonces, el represor perteneciente a la tristemente célebre CNU (1), abrió fuego contra el estudiante perteneciente a la JUP (2), pero a diferencia del convencimiento propio del rencor con que había matado en otras oportunidades, en esta última, lo invadió un terrible malestar que lo llevó a vacilar antes de perpetrar su acto; durante esas vacilaciones se le presentaron imágenes cargadas de negatividad que le confirieron un sentir que no era propio de la piedad; tampoco de la culpa ni del remordimiento; era algo nuevo, distinto y para él, totalmente incomprensible; tan incomprensible fue la causa de su malestar, como la calma que su víctima le había mostrado en los últimos momentos de vida, y así lo seguiría siendo siempre para él, por más que en la exposición de conceptos de su víctima, estuviera la explicación de los estados de ánimo de una y otra parte.


(1) Concentración Nacional Universitaria.
(2) Juventud Universitaria Peronista.

viernes, 12 de noviembre de 2021

Parresía imperdonable (cuento) - Martín Rabezzana

   
   Hacia principios de los años setenta del siglo 20, en cierto bar de los alrededores de cierta universidad de la provincia de Buenos Aires, los estudiantes debatían a diario (incluyendo fines de semana) sobre cuestiones sociales; se hablaba, por supuesto, de la lucha armada como medio de respuesta de los oprimidos a gobiernos opresores, generándose grandes diferencias de opiniones, ya que había quienes la defendían y quienes la condenaban; se hablaba de lo válido o no del personalismo en política, generando esto también grandes enfrentamientos ideológicos, ya que había quienes consideraban que buscar a una persona para que oficie de representante de valores ideales, implica no solamente aceptar entregarle la propia voluntad, volviéndose uno así, un autómata teledirigido por ella, carente de toda autonomía y humanidad, sino además, negar que los valores buscados en un determinado individuo, están en todas las personas, haciendo esto innecesario buscarlos en alguien en particular, así como también había quienes desde el punto de vista opuesto, manifestaban que sin una figura humana representativa de valores positivos, las personas se sienten en una orfandad ideológica que resulta en que las mismas no logren nunca el sentir de fraternidad necesario para organizarse y trabajar mancomunadamente en favor de mejoras sociales, quedando así a merced de los prepotentes de turno, por lo cual, de ser el personalismo, algo malo, sería un mal necesario en pos de poderse evitar un mal mayor, y se debatían muchas otras cuestiones siendo por supuesto, la de la psicoterapia, totalmente insoslayable por ser Argentina, ya en aquel entonces, uno de los países del mundo con mayor cantidad de psicólogos por habitante, y a diferencia de lo que ocurre actualmente, la psicoterapia era vista entonces como un elemento absolutamente revolucionario dado que, según sus partidarios constituidos mayormente por opositores a la psiquiatría (lo cual contrasta totalmente con lo que ocurre en la actualidad), la misma era no sólo la alternativa al autoritarismo psiquiátrico, sino además, un medio de mejoramiento personal en cuya aplicación a gran escala estaría, según ellos, la solución a todo problema no sólo individual, sino también social.
   A diferencia de lo que ocurría al debatirse otras cosas, había al debatirse el tema de las psicoterapias, un consenso casi absoluto que solamente se había, hasta ese día, visto interrumpido por la divergencia de opiniones respecto a la validez (o falta de ella) de lo coercitivo en lo que hace a la aplicación del tratamiento psicológico; algunos decían que “por el bien general”, el mismo debía ser obligatorio para todos, otros decían que cosa tal constituiría una vulneración de los derechos de las personas, siendo por eso, equiparable a la nefasta psiquiatría, otros decían que debería evaluarse el caso particular, ya que en algunos, la coerción podría ser válida pero en otros, no… en fin; la cuestión es que, como ya expresé, en los muchos meses en que los asistentes al bar debatieron sobre las psicoterapias (entre ellos se encontraban muchos estudiantes de psicología y de diversas ramas de las ciencias sociales), nadie había manifestado desacuerdo con sus (supuestas) enormes bondades; ese día la cosa fue diferente.
 
   El individuo, algunos años mayor que sus compañeros, que era en la universidad un recién llegado, por lo cual no había participado previamente de los debates que los estudiantes sostenían, manifestó haber dejado la carrera de psicología por haberse decepcionado de ella, no sólo porque, al igual que ellos, en algún momento había creído que la misma constituía la liberación de la tiranía psiquiátrica, pero que posteriormente comprobó que en la práctica, la mayoría de los psicólogos “trabaja” en colaboración con los psiquiatras (o mejor dicho: trabaja para ellos), sino además porque…
   -El sistema social es malo, y no sólo a nivel local, sino mundial (asumo que en esto estamos TODOS de acuerdo) –todo asintieron -, por lo cual, el que está bien, al mismo NO SE ADAPTA, y si se empieza a adaptar, empieza a estar mal, y los psicólogos no tratan a quienes están felizmente integrados al ámbito en que sus vidas se desarrollan, ya sea el laboral, el familiar o el social, sino que tratan justamente a aquellos que con el mismo tienen conflictos generadores de un sentir de inadaptación; ahora bien: siendo el psicólogo una persona tendiente a que el inadaptado se adapte mediante el intento de convencimiento de que el problema no puede estar en su medio ambiente, sino en él, está claro que constituye un elemento defensivo del sistema social; sistema que todos consideramos terriblemente injusto; por esto es que la psicoterapia (independientemente de su escuela) es no sólo uno de los elementos defensivos de la sociedad ante una persona inadaptada por ser la inadaptación, una amenaza para ella, sino que además se está volviendo un elemento preventivo de inadaptación que busca tratar aun a aquellos que no son inadaptados, lo cual se ve claramente en el “todos necesitamos psicoterapia en algún momento”, que es un (lamentable) invento argentino, ya que no es lo que se difunde en otros países (1), y por ser, como ya dije, el inadaptado a un sistema malo, alguien que está bien, lo que se defiende desde la psicoterapia tanto como desde la psiquiatría, es al mal general, que no es otra cosa que el sistema que impera actualmente a nivel mundial; por todo esto es que considero que las psicoterapias, lejos de ser elementos de liberación, son elementos de control social y eventual represión al servicio del sistema que buscan suprimir a las formas de ser y pensar, espontáneas, individuales y vitalizadoras, para posteriormente reemplazarlas por otras automatizadas, uniformadas y robotizadas, cuya fuerza reside en la creencia errónea, masiva, ingenua y voluntaria de las personas, en que las mismas están al servicio de su bienestar.
   Y tras hacer una pausa de silencio que todos respetaron, prosiguió:
   -Los psicólogos, al igual que los psiquiatras, están para reencauzar a los “locos”, “enfermos” o “subversivos” (y evitar que los encauzados se desencaucen), que son básicamente todos aquellos que tienen la osadía de apartarse del carril que conduce a nuestra especie al matadero;… …los psicólogos, así como los psiquiatras, no ayudan en nada a las personas sufrientes ni lo harán jamás, porque no saben ayudar; no están en la vida para ayudar… -y acercándose sin saberlo a pronunciar el título de un libro aún no publicado de un autor que sería posteriormente, legendario, dijo: -Psicoterapia y psiquiatría…: vigilancia y castigo.
   Si bien los debates que los estudiantes universitarios sostenían eran muy intensos, lo que resultaba en que continuamente se interrumpieran recíprocamente, en este caso todos permanecieron en absoluto silencio, lo cual parecía indicar que había una adhesión total a lo dicho por el apóstata de las psicoterapias en general, y del psicoanálisis en particular, pero fue que al él retomar la exposición de conceptos expositores de la psicoterapia en su esencia antirrevolucionaria, una chica pagó su consumición, se levantó y sin decir una palabra, muy tranquilamente salió del bar; el joven ni lo notó ya que eran unas veinte las personas que participaban del debate; a los pocos segundos, otro estudiante hizo lo mismo, entonces el joven sí lo notó pero siguió con su discurso; a los pocos segundos, otro estudiante se fue en total y absoluto silencio; después otro, después otro y después otro, hasta que, tras más o menos dos minutos, se quedó hablando completamente solo.
   En la actualidad (o sea, cinco décadas más tarde) quien expone ideas como las del protagonista de esta historia, sufre su misma suerte.
 
 
 
(1) En décadas posteriores tal concepto tendrá, lamentablemente, alcance mundial.