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miércoles, 26 de octubre de 2022

Operativo y contraoperativo: “espagueti” (cuento) - Martín Rabezzana

 -Palabras: 1.823-
   En la provincia de Córdoba, a principios de los años 1970, un grupo de 6 combatientes de las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas), estaba reunido con el objetivo de ultimar los detalles de un plan de acción que se pensaba llevar a cabo en breve; uno de los guerrilleros dijo:
   -Bueno muchachos; no creo que haga falta explicar mucho, pero como tenemos a dos compañeros recién llegados, uno de la provincia de Río Negro y el otro, de Misiones, les paso a exponer brevemente de qué se va a tratar el operativo “espagueti”: resulta que hace casi dos meses, en esta planta automotriz -y la señaló en un mapa que estaba dispuesto sobre una mesa alrededor de la cual, todos los guerrilleros estaban- han habido reclamos de mejores condiciones laborales por parte de los obreros que resultaron en detenciones ilegales de ellos, realizadas por policías de civil, que, tras llevarlos a una comisaría, los golpearon y a algunos de ellos hasta llegaron a picanearlos; este grupo de policías que cumple funciones paralelas a las oficiales, viene operando en diversas ciudades cordobesas de manera similar, y por las investigaciones que hicimos, concluimos que su financiación principal, viene siempre del mismo lugar -y volvió a señalar el mapa en el que la fábrica automotriz estaba destacada con un círculo hecho con una fibra roja-; el gerente de esta empresa ya ha sido estudiado en sus movimientos y horarios, por eso sabemos que el sábado a las 10 de la noche, va a asistir a una cena de camaradería de las Fuerzas Armadas; sabemos que va a ir solo porque su mujer está de viaje; la cosa la vamos a hacer así: dos de nosotros, que van a ser los ajusticiadores, van a llegar caminando hasta la casa del gerente; como la vivienda está en una zona con muchos arbustos, detrás de ellos van a poder esconderse y desde ahí van a poder verlo salir, mientras tanto, dos autos van a quedarse circulando por los alrededores; al tipo se lo va a ajusticiar en cuanto se lo vea salir de su casa; los conductores de los autos, por estar en las cercanías del hecho, podrán perfectamente escuchar los disparos. Es entonces que deberán pasar a buscar a los ajusticiadores que subirán, cada uno de ellos, a distintos vehículos, para que no ocurra que agarren a ambos si llega a pasar que la policía detenga a alguno de los autos.
   Alguien preguntó:
   -¿Y los otros dos restantes?
   -Los otros dos se quedarán en camionetas estacionadas en diversas esquinas y si ven llegar a la policía, de inmediato deberán proceder a abrir fuego contra ella. Si esto ocurre antes de la ejecución del plan, el mismo será inmediatamente abortado.
   El guerrillero rionegrino, indicando falta de convicción con sus gestos, dijo:
   -No me gusta la cosa.
   Entonces, el partisano que había expuesto el plan, preguntó:
   -¿Qué es lo que no te gusta?
   -No me gusta el hecho de que vayamos a matar a alguien indefenso.
   Entonces, otro le dijo:
   -¡Pero es un represor!
   -Sí, pero aun así… una cosa es matar a un policía o a un militar, ya que están armados y entrenados para hechos de fuego, y otra muy distinta es matar a alguien que, por más que sea un financiador de represión, no tiene ninguna preparación policial ni militar, y probablemente ni siquiera esté armado; no es igual matar a alguien armado, entrenado para batirse y en combate, que desarmado, sin ninguna preparación en hechos de fuego y tras presentársele imprevistamente.
   El expositor del plan, dijo:
   -No sabemos si está armado o no, pero podría ser que sí.
   El disidente dijo:
   -Justamente; ni siquiera sabemos si tiene un arma ni tampoco si sabe manejarla, por eso no debemos matarlo, además, hay algo que no dijiste: si bien el que pone la plata para financiar al grupo de represores policiales, es el gerente de la fábrica automotriz, el pago en estos casos se le hace a los comisarios de los distritos en los que las represiones se realizan, ya que sus policías no se cortan solos; hacen lo que hacen bajo sus órdenes, y esto vos lo sabés, por eso te preguntó lo siguiente: ¿por qué en vez de matar al gerente, no matamos a los comisarios?… En tal caso, yo no presentaría objeciones.
   Entonces, el guerrillero que primero había hablado, dijo:
   -Porque hablé con algunos cuadros del PRT y me dijeron que de los comisarios se va a encargar el ERP.
   El disidente dijo:
   -Entonces busquemos a otro para ajusticiar, pero siempre que sea policía, militar o gendarme, porque yo a alguien desarmado y sin preparación para el combate, no le puedo disparar ni puedo justificar que nadie lo haga.
   El guerrillero que había expuesto el plan, le dijo:
   -Bueno… ya que no estás de acuerdo con el plan, solamente te puedo decir una cosa: andate.
   Pasaron algunos segundos de gran tensión, y el disidente rionegrino, sin decir siquiera una palabra más, se fue.
   Una vez en la calle, el disidente se dirigió a un bar; se sentó a una mesa que estaba sobre la vereda y pidió una cerveza que tomó muy lentamente; como a la media hora, cuando se disponía a irse, uno de los guerrilleros asistentes a la reunión que él había abandonado, se le acercó y con gran alegría, le dijo:
   -¡Qué suerte que te encuentro!
   El partisano rionegrino, sorprendido preguntó:
   -¿Por qué? ¿Qué pasa?
   Y tras algunos instantes de silencio, su compañero se sentó frente a él, y en voz baja dijo:
   -Yo estoy de acuerdo con vos; no lo dije en la reunión porque iba a tener problemas con mis compañeros, pero yo tampoco creo que sea válido matar a alguien desarmado.
   Y así se inició una conversación en la cual hablaron de sus disentimientos que con la organización a la que pertenecían, tenían, pero por algún motivo, no surgió de inmediato el plan que, tras más de una hora de conversación con su compañero, el primer disidente expuso; el mismo se trataba de evitar el asesinato del gerente de la empresa automotriz al presentarse en el lugar programado para la consumación del hecho, y decirle a sus compañeros que no intentaran llevarlo a cabo porque de hacerlo, ellos les opondrían resistencia armada, y si bien este plan le generaba miedo a ambos combatientes, ya que sabían que podrían ser por sus mismos compañeros, muertos, y que, de la cosa no darse así, posiblemente tendrían que tomar la decisión de matarlos a ellos y ser considerados no sólo por las FAP, sino también por todas las demás organizaciones armadas peronistas, traidores que debían ser condenados a muerte, no actuar de ese modo habría implicado para ellos, traicionarse a sí mismos, por lo que en ninguna medida vacilaron en sus intenciones de materializarlo.
   La noche del sábado en que los guerrilleros de las FAP intentarían llevar a cabo su plan de asesinato del gerente de la empresa automotriz multinacional, llegó.
   Los guerrilleros disidentes llegaron en un auto hasta los alrededores de la casa en la que el gerente vivía, lo estacionaron a media cuadra de ella, justo detrás de un camión estacionado que les sirvió para ocultar su presencia, y esperaron a que el hombre saliera para interponerse a la acción de sus ex compañeros; pocos minutos debieron esperar para que el gerente abriera la puerta de su casa y se dirigiera hacia su auto; entonces, los guerrilleros cuyo objetivo era matarlo, salieron de detrás de unos arbustos y se acercaron casi al mismo tiempo que sus ex compañeros, al hombre por ultimar, y, estando estos dos miembros de las FAP, a la izquierda del gerente, y los fapistas disidentes, a la derecha, estos últimos, armas en mano, casi al unísono dijeron:
   -¡Alto!
   Entonces los partisanos leales al plan de asesinato, se sorprendieron y uno de ellos dijo:
   -¿Qué carajo están haciendo?… ¡Vayansé!
   Y uno de los disidentes dijo:
   -No vamos a permitir que lo maten.
   Mientras tanto el gerente, que se encontraba parado en una línea de fuego cruzado, y poco entendía qué era lo que estaba ocurriendo, pero sí sabía que la cosa era grave, se limitó a permanecer inmóvil, guardando silencio.
   A los pocos segundos, los dos miembros de las FAP que estaban en el lugar para asesinar al gerente, desestimando las advertencias de los guerrilleros que a la concreción del asesinato se oponían, levantaron sus revólveres en dirección al nefasto hombre de negocios, y los disidentes les dispararon, tras lo cual, los heridos, cuyas armas habían caído al suelo tras los impactos que recibieron, se fueron rápidamente hacia el cordón de la vereda a la espera de que llegaran los autos que pasarían a buscarlos, lo cual ocurrió casi de inmediato; a los mismos subieron y se fueron.
   Uno de los partisanos fue herido en un hombro, el otro, en el abdomen; el primero sobreviviría, el segundo moriría horas después.
   A todo esto, los dos guerrilleros disidentes de las FAP, recibieron muchas palabras de agradecimiento y de bendiciones por parte del gerente represor, de tipo: “¡Grazie ragazzi!”, “¡Dio vi benedica!”, y más cosas así, que los dos guerrilleros escucharon sin expresar en sus rostros ninguna emoción.
   Tras los agradecimientos mencionados, el gerente les dijo:
   -Meno male que llegó la policía.
   -No somos policías -respondió rápidamente uno de los jóvenes.
   -Militares, entonces -dijo el gerente.
   -Tampoco -dijo el otro joven.
   Y con temor a preguntar, el gerente preguntó:
   -¿Quiénes son?
   -Somos combatientes revolucionarios -respondió uno de los guerrilleros mientras guardaba su arma bajo su camisa, lo cual procedió a hacer también su compañero mientras ambos apartaron la vista del sudopa explotador y represor, y se pusieron de perfil a su persona por estar disponiéndose en ese momento a dirigirse al vehículo en el que habían llegado; fue en el momento en que ambos guerrilleros se perfilaron para irse, que, a pesar del terror que volvió a embargarlo, el gerente, por seguramente pensar que en realidad estos jóvenes no se habían enfrentado al otro grupo con la intención de salvarlo, sino por estarse disputando a alguien por secuestrar, que era justamente él, sacó una pistola de entre sus ropas con la intención de dispararla contra los dos hombres, lo cual fue advertido por uno de ellos que, gritando dijo:
   -¡Tiene un arma!
   Tras lo cual, ambos partisanos volvieron a sacar sus revólveres y abrieron fuego contra el gerente antes de que éste llegara a sacarle el seguro a su pistola, lo cual resultó en que inmediatamente cayera al piso herido de muerte impactado por varias balas procedentes de las armas de ambos jóvenes.
   Ante el hecho consumado, ambos guerrilleros se miraron, y el que procedía de Río Negro (de Bariloche, más precisamente), dijo:
   -Ahora sí que nadie podrá decir que esto fue un asesinato, sino un ajusticiamiento.
   Su compañero asintió.
   Tras lo cual, fueron hasta el vehículo en el que habían llegado y abandonaron el lugar.