-Palabras: 4.291-
Dama civilizada en deconstrucción
El hombre, muy bien vestido, estacionó su Renault 21 en Almirante Brown casi esquina Brandsen, Quilmes; hasta ahí se había dirigido para pasar a buscar a su novia, que a la mencionada ciudad (que era en la que, 33 años atrás, ella había nacido y en la que hasta que se había ido a vivir con él, residía) había ido a visitar amigos; tras bajar del auto, fue al encuentro de ella, que se encontraba sentada sola a una mesa situada en la vereda del restaurante Justo Brandzen, del lado de la calle homónima (o casi homónima) al negocio mencionado; al verlo, con la voz un poco lánguida, Etelvina le dijo:
-Hoolaaa.
-Hola -dijo él, seguidamente la besó y tras tomar asiento, le dijo:
-Perdón por la tardanza.
Etelvina dijo:
-Naaaaahhhh…. no te preocupés… Gardel nos enseñó que “20 años no es nada”, así que, unas casi dos horas, son menos que nada, por eso digo que… no me hiciste esperar mucho, me hiciste esperar menos que nada… -y terminó de tomar lo que quedaba de su cuarta copa de licor Mariposa de esa noche, que era lo que había causado la languidez en su entonación.
-Estás borracha –dijo él. -Ajahhh… ¿y? -respondió ella; seguidamente prendió un GITANE.
Su novio le dijo:
-Bueno… vamos a casa -después llamó a un mozo y con un gesto le pidió la cuenta que rápidamente, le fue llevada, entonces pagó, y junto a su novia, abordaron el Renault 21.
Durante el trayecto rumbo a su importante vivienda, situada en Manuel Acevedo 1235, Banfield, poco hablaron; ella nada tenía para decirle a su novio, y él, como presintiendo que si ella, mucho hablaba, diría cosas que no quería escuchar, poco le preguntó; en ese silencio prolongado permanecieron durante el resto de la noche en la que, una vez en el dormitorio que compartían, el hombre la besó e intentó desvestirla; ante esto, Etelvina ninguna resistencia opuso, pero era claro que muy lejos estaba de la excitación sexual, porque más parecía una estatua que un ser de carne y hueso, fue por esto que su novio, sin decirle nada, suspendió su acción en curso y se acostó a dormir, entendiendo que había en ese momento, una lejanía emocional con su novia, que duraría toda la noche; deseando que la situación se revirtiera pronto, se dispuso a conciliar el sueño.
Al día siguiente, el novio de Etelvina, que muy temprano había salido de su casa por motivos laborales, estuvo ausente todo el día; al llegar pasadas las 20:00 horas a su vivienda, se encontró con ella, que sentada en la cama, junto a una valija que tenía preparada, lo esperaba para decirle algo que él, nunca habría querido escuchar.
El motivo de la decisión de Etelvina de irse del lado de su novio
La pasada noche en que había esperado unas dos horas a su novio, Etelvina había conocido a Leandro y a Mora; ella nunca antes se había sentido sexualmente atraída hacia ninguna mujer, pero al ver a Mora, con sus americanísimos y anochecidísimos, pelo y piel, había sentido una atracción que, por años luz, superaba en intensidad, a la que por una persona, hubiera alguna vez, sentido; al ver a su novio, que se encontraba frente a ella, sintió exactamente lo mismo que por la joven, sintió, resultando esto en que con ambos, quisiera estar, de ahí que hasta la mesa de la pareja se hubiera acercado, anhelando que los dos seres en cuestión, le abrieran las puertas de sus vidas.
A ninguno de los dos, deseaba más que al otro; a ambos los necesitaba física y álmicamente, por igual; sentía (y no se equivocaba) que entre los dos, conformaban una unidad resultante de la complementariedad de opuestos que, a su vez, le explicaría el por qué de la falta de lugar para ella en su cama y en sus vidas.
En la trasnoche de haber conocido a los jóvenes ya mencionados, mientras su novio dormía a su lado, Etelvina se levantó de la cama y fue al baño en donde se masturbó pensando en ellos; en su fantasía libidinosa, alternaba besos de lengua con ambos y después, tras pasarle a Mora, la lengua por la concha, era Mora quien a ella, su lengua, por su concha, pasaba, mientras Leandro, analmente la penetraba; tras masturbarse, volvió a acostarse junto a su novio e imaginó que con ellos vivía y no sólo compartía a diario la cama con ellos, sino además, la vida toda, y esa ensoñación, que en su mente, con la mayor de las fuerzas, se instaló, la llenaba de un bienestar total que poco después, al concienciar que su fantasía nunca habría de convertirse en realidad, se transformaba en angustia, también total, que habitualmente llegaría al punto de sumirla en el llanto.
La satisfacción física (que se veía sucedida por la insatisfacción emocional) que en Etelvina se daba cuando se masturbaba pensando en Leandro y Mora, era mucho mayor que la que había sentido durante cualquier encuentro sexual que con cualquiera de sus muchas parejas, había experimentado; sentía más placer imaginando que Mora le chupaba la concha, que el que había sentido durante cualquier chupada de concha que sus parejas le habían realizado; sentía más placer imaginando que a Leandro le chupaba la pija y que después, él la penetraba vaginal y analmente, que el que había sentido durante chupadas de pija y coitos vaginales y anales, experimentados con cualquiera de sus compañeros sexuales.
Ella, mujer sexualmente promiscua hasta que había conocido a su último novio a quien, durante los casi tres años de relación que había con él, mantenido (relación que había sido de amor recíproco), había sido fiel, de ahí que al iniciar su noviazgo con él, haya roto con años de una promiscuidad sexual, que habitualmente la llevaba a relacionarse con más de un compañero a la vez, pero en ninguno de los tríos de los que participara, había sentido siquiera la remota necesidad de entablar una relación romántica con ninguna de las otras dos partes, y al pensar al respecto en el pasado, había considerado que, de tal necesidad, en algún momento, existir, sería hacia sólo uno de sus compañeros sexuales, y no hacia los dos, y esto es lo que le pasa a la mayoría, ya que la fantasía de conformar un trío, es casi siempre, de corte sexual; las fantasías románticas parecen siempre involucrar únicamente a dos partes; por todo esto es que esta necesidad de conformar con Mora y Leandro, un trío no sólo sexual, sino también, romántico, era inusitada, y lo que se sale de la norma, es anormal, y lo anormal es considerado MALO, reprobable, negativo... tanto ética como legal y hasta físicamente, ya que no sólo reprueba el vulgo, moralmente, a las desviaciones de las normas y legalmente, quienes lo hacen son las autoridades, sino también, la medicina, ya que lo que no es normal, es oficialmente patológico… pero… ¡al carajo con la normalidad!, después de todo, “normal” (junto con “civilización”, “orden” y, en los últimos tiempos, “libertad”), es la palabra favorita de todo intolerante, de ahí que los normalizadores sean invariablemente opresores… la anormalidad no tiene por qué ser patológica, pero en este caso, parecía serlo, porque la necesidad de Leandro y Mora que a Etelvina la embargaba, que ella presentía que permanecería de por vida, insatisfecha, la hacía sentirse terriblemente mal, pero a la vez, de ese mal, no quería liberarse, porque del mismo no era ella la única participante, sino también, los dos jóvenes mencionados, y si de ese mal se liberaba, nada de ellos le quedaría, de ahí que prefiriera convivir con ese sentir negativo, a seguir viviendo sin nada de ellos en su persona.
A ambos los consideraba (acertadamente) salvajes, y al Etelvina despreciar a esa cosa extremadamente nociva e indeseable, que es la civilización, necesitaba justamente de ese salvajismo, por tener la certeza de que en el mismo se encuentra la positividad en su más alto grado.
A su novio, Étel tuvo ganas de decirle: “¡No sabés lo que era la pareja de pendejos que conocí!… delante de ellos, yo estaba más caliente que tapa de horno de pizzería un sábado a la noche… quería imperiosamente que la piel clara de él, y la oscura de ella, me atraparan y que nunca me soltaran… quería que ambos me metieran la lengua en la boca y que después me la pasaran por la concha, las tetas y el orto, para después, yo chuparle a ella la concha y a él, la pija, para seguidamente meterles la lengua en la parte posterior de sus personas… nunca sentí tanta calentura como sentí por Leandro y por Mora… Vos me REEEE calentabas, y no sólo eso, sino que además, mucho amor, por vos sentí, pero estos dos… son otra cosa… son el mismísimo fuego personificados, y además siento que son el amor total que supera al existente en la más idílica de las ensoñaciones… por eso me acerqué a ellos y cuando con ellos, hablé, más aumentó mi atracción, y más sentí que nada había tenido sentido previo a conocerlos y que nada volvería a tenerlo si a ellos no me acercaba, y si bien me permitieron, con ellos estar, cuando les pedí ingresar a su intimidad, me cerraron la puerta… y yo siento que a esa puerta que no me es dado trasponer, tengo que intentar igual, trasponerla, porque en ese intento está el poco sentido que puede llegar a, en mi vida, haber… Es HIPERSEXUAL mi atracción por ellos, pero no únicamente, porque va más allá de eso… y ya no soy una pendeja, tengo mucha experiencia en todo esto, por eso sé que la calentura pasa, y que entonces uno muchas veces se da cuenta de que lo que creyó amor, era en realidad, lujuria que de amor, se había disfrazado… pero esta intensidad no la había sentido nunca… mi deseo no pudo ser simplemente lujuria; fue amor a primera vista, ese mismo que dicen que no existe (que era lo que yo misma creía) y que en realidad, SÍ EXISTE; ese amor me hace sentir que el que por vos, hasta conocerlos, sentía, nunca existió, y en realidad, si existió, pero al ver a Mora y a Leandro, dejó de existir…”, pero por supuesto... nada de esto que ensayó durante todo el día, fue capaz de decir, una vez frente a quien durante ya casi tres años, había sido su novio; a él, simplemente le dijo:
-No puedo seguir con vos…
Ante la pregunta de su ya, ex novio, sobre si había otro, ella no se atrevió a decirle que ese “otro”, eran en realidad, “otros”, siendo uno de los integrantes de la pareja de la que se había enamorado, una mujer, y no por pudor ni culpa, sino por saber lo imposible que sería para él, comprender un sentir que, con la fuerza de un huracán, se había en ella, instalado… fue por eso que simplemente le dijo:
-Sí; hay otro… nunca te fui infiel con él, pero siento por él, una atracción que me lleva a hacer todo lo posible por acercármele, aun sabiendo que me va a rechazar, pero sintiendo esto, te estaría engañando si no te lo dijera y siguiera con vos, cuando en mis pensamientos, estoy con él.
Su novio intentó contener las lágrimas que sintió llenar sus ojos, al presentir lo irreversible del abandono de Etelvina; ella lo abrazó y repetidamente le pidió perdón, le dijo que no merecía su abandono, pero que no se puede controlar el sentir; seguidamente, tras ella decirle repetidamente: “No no no”, en respuesta al pedido de él, de que se quedara, o que se separaran, pero sólo temporalmente, porque tal vez dentro de un tiempo, habría manera de arreglar las cosas, se fue de su vida para siempre.
En un remís que había pedido, se fue rumbo a la casa de sus tíos.
Casa Melantoni
Los tíos de Etelvina, vivían en una lujosa casa situada en Belgrano 535, Quilmes, pero no fue a ellos a quien les había pedido alojamiento, sino a su prima Sofía.
Sofía Melantoni era una socióloga de 27 años que en aquel año 2004, se encontraba viviendo en la ciudad de La Plata; a su celular, Etelvina había llamado unas horas antes, y a su prima le había contado que a su novio, en cuya casa vivía, había dejado y que necesitaba un lugar donde quedarse unos días; Sofía se encontraba en ese momento visitando a sus padres en la ya mencionada casa, entonces, de inmediato le preguntó:
-¿En dónde estás?
-En la casa de mi ya, ex novio, en Banfield.
-Yo estoy en Quilmes, en la casa de mis padres; si querés, te banco en mi departamento en La Plata, pero como te queda más cerca Quilmes, si querés, pregunto si te podés quedar acá -y antes de que Etelvina respondiera, Sofía dijo: -Maaa, ¿se puede quedar Sofía unos días acá? Porque… -y volviendo a dirigirse a Étel, preguntó: -¿Le puedo decir por qué, necesitás quedarte?
-Sí -respondió ella.
-Porque se separó del novio y hoy se va de su casa.
La madre respondió afirmativamente y entonces Sofía le dijo a su prima:
-Listo; vení que te esperamos, y si querés, me quedo a dormir esta noche acá para hacerte compañía.
-¡Dale! ¡Gracias Sofi!
Llegada de la mujer a la casa Melantoni
Poco después de las 21:00 horas de ese viernes del mes de abril, Etelvina Melantoni llegó a la casa de sus tíos.
Su tío, que ya había sido informado del motivo por el cual, su sobrina se alojaría en su casa, tras saludarla, le preguntó:
-¿Estás bien, pese al mal momento?
-Sí… no te preocupes, tío; justamente por ustedes que me bancan, demasiado mal, no puedo estar, igual, no los voy a molestar mucho tiempo; mañana mismo me pongo a buscar un departamento para alquilar, y a más tardar, el lunes me voy.
-No hay apuro, y no digas que nos molestás porque nos encanta que estés acá -dijo su tía.
-Gracias -dijo Etelvina.
Una vez en la mesa, comieron ñoquis y hablaron de muchas cosas; tras la cena concluir, su tía preguntó si querían café; todos dijeron que sí, y café, tomaron; después, sus tíos se retiraron a dormir y Sofía y Etelvina se dirigieron al living en donde vieron un poco de televisión; tras terminar el programa que miraron, Sofía le preguntó a su prima si quería ver otra cosa, ella dijo que no, entonces apagó el televisor y le preguntó si quería tomar alcohol, Étel dijo que sí, y hasta la cocina fueron; Sofía, tras abrir un aparador, dijo:
-Hay esto. ¿Qué preferís?
Entonces Etelvina vio varias botellas de diversos alcoholes, una de ellas era de licor Mariposa; sin dudarlo, la señaló y dijo:
-Mariposa, quiero.
Sofía agarró la botella y en dos vasos, sirvió un poco del licor amarillento; seguidamente fueron al patio y en un banco del mismo, se sentaron; Etelvina sacó una cajita de cigarrillos GITANES y le ofreció uno a su prima; ella dijo primero que no, pero después dijo:
-Buehh… por acompañarte, nomás, porque en realidad, ya dejé de fumar; éste va a ser el último cigarrillo que fume en mi vida.
Y viendo que en la cajita quedaban sólo dos cigarrillos, Étel dijo:
-Quedan dos, nomás; uno para cada una; también va a ser mi último cigarrillo; hoy dejo para siempre de fumar.
Y tras empezar a fumar y tomar un trago de Mariposa, Etelvina dijo:
-¿Sabés? Este licor es el que tomé junto a la persona de la que me enamoré, que me hizo decidir dejar a mi novio.
Como ya fue contado, las personas eran en realidad, dos, pero Etelvina no se animó a contarle cosa tal a su interlocutora, por considerar que no entendería algo que ella misma no lograba entender, y además, porque una de esas personas, era una mujer, por lo cual, de esto comunicarle, estaría dando cuenta de una bisexualidad que no sabía si era tal, ya que nunca por ninguna mujer más que por Mora, había sentido atracción, por lo que sólo le habló de su atracción por el varón que componía la pareja con la cual, la noche anterior, en el restaurante, había estado.
Sofía le preguntó:
-Aaahh… entonces dejaste a tu novio por otro.
-Sí, pero en realidad, no tengo una relación con ese otro;… la cosa fue así: yo estaba esperando a mi novio en el restaurante Justo Brandzen, de acá cerca, y vi a una pareja sentada a una mesa; inmediatamente sentí un flechazo… por el varón me sentí tremendamente atraída, entonces, a su mesa me acerqué y le dije a ambos que estaba esperando a mi novio y tardaba mucho, y que me gustaría estar en compañía de ellos hasta que llegara; ambos me dijeron que me podía sentar a su mesa y así fue que me invitaron un Mariposa, y mientras lo tomábamos, hablamos de muchas cosas… de él me enamoré y sentí que estaba engañando a mi novio, aunque nada con ese chico, estuviera pasando… por eso decidí separarme, y lo más terrible, es que me sé enganchada emocionalmente a ese pibe del restaurante, pero probablemente nunca más lo vea; es un amor imposible, y lo imposible del mismo, no es para mí, tan doloroso como la idea de que nunca más lo voy a volver a ver.
Entonces Sofía preguntó:
-¿Cómo se llama?
-Leandro; es pendejo, tiene unos diez años menos que yo -y lo describió.
Entonces Sofía se sorprendió, porque creyó que ese nombre y esa descripción, correspondían a alguien que ella conocía, por lo cual, le mencionó su apellido, para ver si se trataba de esa persona, pero Etelvina dijo desconocer su apellido, entonces Sofi preguntó:
-¿Cómo era la novia?
Y mientras su rostro se iluminaba recordándola, Etelvina respondió:
-Era… una chica de rasgos americanos, de piel muy oscura y de muy largo y negrísimo pelo; era muuuy linda.
En ese momento, ante la casi confirmación de conocer a las personas de las que su prima le estaba hablando, Sofía preguntó:
-¿La chica se llamaba Mora?
Entonces Etelvina, totalmente sorprendida, dijo:
-¡Sí! Entonces… ¡los conocés!
-Sí, los conozco; Leandro fue novio mío durante unos meses.
Al escuchar esto último, Etelvina sintió celos de su prima, pero rápidamente fueron superados por la culpa por haberle dicho que de él, estaba enamorada, ya que esa persona había sido su pareja, y aunque su relación hubiera ya concluido, tal vez todavía sintiera algo a nivel romántico por él, de ahí que el que ella le hablara de su amor por ese individuo, podría haberle caído mal; tras hacérselo a Sofía, saber, y pedirle perdón, ella dijo:
-Noooo, no te preocupes; nuestra relación de pareja terminó hace años, pero quedamos como buenos amigos, por eso habitualmente nos vemos; de hecho, hace algunas semanas me invitó a mí y a mi novio, a comer en la casa que comparte con Mora.
Entonces Etelvina se sintió invadida por una extrañísima mezcla de sentimientos, ya que si bien seguía sintiendo que la relación que con Mora y Leandro, anhelaba tener, era imposible, ya no era imposible el volver a verlos, porque su prima los conocía, así fue que ese dolor extremo que sentía al pensar en la imposibilidad de volver a verlos, de inmediato se deshizo, aliviando bastante la carga emocional negativa que la venía aquejando.
Etelvina le dijo a su prima:
-Si te lo preguntara… ¿me dirías en dónde viven?
Sofía asintió en silencio con un movimiento de cabeza, sin embargo, Etelvina, lejos de formular la pregunta que su interlocutora creía que inevitablemente sobrevendría, dijo:
-No me lo digas.
Etelvina: futura ex concheta

En esos momentos, Etelvina se imaginaba diciéndole a Mora y a Leandro, que quería que los tres vivieran tocándose, besándose, abrazándose, chupándose, entremezclándose, eternamente… y que la eternidad le parecía poco para el tiempo que con ellos, necesitaba pasar…, y tras con su mano derecha, hacerse acabar, experimentó lo que suele denominarse: visión remota; la misma le permitió ver durante varios minutos, pasajes de la vida de Leandro y de Mora; en cierto momento, su visión ingresó al dormitorio de ambos jóvenes, en donde se encontraban haciendo el amor; Leandro le chupaba a su novia, su hipervelluda concha, después ella le chupaba la pija y luego él la penetraba, para seguidamente acercar su boca a la de ella y ambos besarse, entre jadeos alternados con palabras de amor; después Mora le pedía que la penetrara analmente y él lo hacía;... Etelvina, que ante esas visiones, se sintió aún más excitada que antes, volvió de inmediato a frotar su vagina mientras con angustia, sollozaba, ya que en ese escenario de amor sexual, no se vio a sí misma, resultando esto en que su alta excitación, se viera mezclada con una alta decepción y un altísimo dolor que la llevó a derramar lágrimas en el mismo momento en que volvía a acabar.
En el mismo momento en que Etelvina vio a Leandro y a Mora, haciendo el amor, ellos tuvieron visiones en que a ella la vieron masturbándose y llorando por la distancia que de ellos, la separaba.
La joven le dijo a su novio:
-¿La viste a Étel?
-Sí… pobre.
Si bien no era de la clase que Etelvina necesitaba, Mora y Leandro ya tenían un lazo fuerte con dicha mujer, por eso pudieron verla y sentirla, así como ella pudo a ellos, ver y sentir.
Los jóvenes eran salvajes, y la nefasta civilización, además de contribuir a exacerbar las peores pasiones humanas, atenta contra los lazos sociales, por eso es que en paralelo con el desarrollo de la misma, disminuye la capacidad de acercarse emocionalmente a los demás, de ahí lo “líquido” de las relaciones interpersonales de estos tiempos, que sólo pueden solidificarse, con el cultivo del salvajismo, y ese salvajismo que en Mora y Leandro, día a día, se fortalecía, les permitía comunicarse sin palabras, y no sólo entre ellos, sino también, con otros seres, entre los que estaba Etelvina, por eso fue que, como ya expuse, desde la distancia pudieron verla y saber lo que sentía, cosa que nuestros antepasados salvajes, también podían hacer, y tal capacidad se perdió cuando, producto de la civilización, se fue sistematizando el uso de la palabra, fue ahí que se atrofió nuestra capacidad de comunicarnos sin ellas, capacidad que suele denominarse: telepática, y cuando la misma, que nos permite entrar en contacto con otros, mediante la transmisión de imágenes, sonidos y sentimientos, sin necesidad de intermediarios tecnológicos, en alguien, se manifiesta, los civilizados/cientificistas/racionalistas (que es otra manera de decir: FORROS DE MIERDA), lejos de maravillarse y pretender entenderla, lo que hacen, es negar su existencia e incurrir en la crítica ad hominen, ya que no sólo desacreditan la posibilidad de que el fenómeno exista, sino que además, por intolerancia, invariablemente intentan desacreditar (y hasta humillar) a las personas que el mismo, experimentan.
Lo débil de la capacidad de relacionarse con los demás, que resulta NECESARIAMENTE de la civilización, se revierte con el cultivo del salvajismo, que permite hipertrofiar a nuestra capacidad telepática, resolviendo problemas que mediante las palabras, son irresolubles, ya que por más que con ellas, se suela pretender transmitir sentires, nunca se logra del todo, resultando esto en malos entendidos crónicos, generadores de conflictos de consecuencias, muchas veces, trágicas; cuando dos (o más) partes en conflicto se comunican telepáticamente, cada una de ellas logra sentir lo que la otra, siente, es entonces que la animosidad es depuesta y lo que sobreviene es el intento de ambas, de aliviarse y curarse, recíprocamente; esto es lo que INEVITABLEMENTE ocurre, ya que la telepatía, propia del salvajismo, como ya más o menos expresé, lleva a que quienes la posean, hagan del sentir ajeno, un sentir propio.
Etelvina se estaba salvajizando… cuando dejó los estudios universitarios, se empezó a acercar a la senda del salvajismo… sin haberlo sabido, al conocer a Mora y a Leandro, había dado un paso más, pero ya no, hacia una superficie salvaje sólida, sino hacia un abismo que la hacía sentirse en una caída que no sabía cuándo terminaría, pero que sin dudas, la alejaba de la civilización, haciendo de ella, alguien que estaba en este mundo, sin ya ser de este mundo, lo cual, por supuesto, era también aplicable a Leandro y a Mora, cuyo tránsito por la senda del salvajismo, los llevaría inevitablemente a reencontrarse con Etelvina.
-¿La viste a Étel?
-Sí… pobre.
Si bien no era de la clase que Etelvina necesitaba, Mora y Leandro ya tenían un lazo fuerte con dicha mujer, por eso pudieron verla y sentirla, así como ella pudo a ellos, ver y sentir.
Los jóvenes eran salvajes, y la nefasta civilización, además de contribuir a exacerbar las peores pasiones humanas, atenta contra los lazos sociales, por eso es que en paralelo con el desarrollo de la misma, disminuye la capacidad de acercarse emocionalmente a los demás, de ahí lo “líquido” de las relaciones interpersonales de estos tiempos, que sólo pueden solidificarse, con el cultivo del salvajismo, y ese salvajismo que en Mora y Leandro, día a día, se fortalecía, les permitía comunicarse sin palabras, y no sólo entre ellos, sino también, con otros seres, entre los que estaba Etelvina, por eso fue que, como ya expuse, desde la distancia pudieron verla y saber lo que sentía, cosa que nuestros antepasados salvajes, también podían hacer, y tal capacidad se perdió cuando, producto de la civilización, se fue sistematizando el uso de la palabra, fue ahí que se atrofió nuestra capacidad de comunicarnos sin ellas, capacidad que suele denominarse: telepática, y cuando la misma, que nos permite entrar en contacto con otros, mediante la transmisión de imágenes, sonidos y sentimientos, sin necesidad de intermediarios tecnológicos, en alguien, se manifiesta, los civilizados/cientificistas/racionalistas (que es otra manera de decir: FORROS DE MIERDA), lejos de maravillarse y pretender entenderla, lo que hacen, es negar su existencia e incurrir en la crítica ad hominen, ya que no sólo desacreditan la posibilidad de que el fenómeno exista, sino que además, por intolerancia, invariablemente intentan desacreditar (y hasta humillar) a las personas que el mismo, experimentan.
Lo débil de la capacidad de relacionarse con los demás, que resulta NECESARIAMENTE de la civilización, se revierte con el cultivo del salvajismo, que permite hipertrofiar a nuestra capacidad telepática, resolviendo problemas que mediante las palabras, son irresolubles, ya que por más que con ellas, se suela pretender transmitir sentires, nunca se logra del todo, resultando esto en malos entendidos crónicos, generadores de conflictos de consecuencias, muchas veces, trágicas; cuando dos (o más) partes en conflicto se comunican telepáticamente, cada una de ellas logra sentir lo que la otra, siente, es entonces que la animosidad es depuesta y lo que sobreviene es el intento de ambas, de aliviarse y curarse, recíprocamente; esto es lo que INEVITABLEMENTE ocurre, ya que la telepatía, propia del salvajismo, como ya más o menos expresé, lleva a que quienes la posean, hagan del sentir ajeno, un sentir propio.
Etelvina se estaba salvajizando… cuando dejó los estudios universitarios, se empezó a acercar a la senda del salvajismo… sin haberlo sabido, al conocer a Mora y a Leandro, había dado un paso más, pero ya no, hacia una superficie salvaje sólida, sino hacia un abismo que la hacía sentirse en una caída que no sabía cuándo terminaría, pero que sin dudas, la alejaba de la civilización, haciendo de ella, alguien que estaba en este mundo, sin ya ser de este mundo, lo cual, por supuesto, era también aplicable a Leandro y a Mora, cuyo tránsito por la senda del salvajismo, los llevaría inevitablemente a reencontrarse con Etelvina.
Conchetitud = civilización = (mejor no digo a qué equivale esto último)
Esos días que Etelvina pasó junto a sus tíos y a su prima Sofía, en su lujosa casa, serían los últimos que pasaría en una vivienda concheta, ya que si bien, la condición de pobre no es constitutiva de virtud, tampoco lo es la de concheto, dado que la conchetitud es contraria al salvajismo necesario para la realización ética, personal y espiritual, de ahí que de tal ámbito, por estar su salvajismo, en pleno desarrollo, se empezara a alejar.
Hizo bien.
Seguí adelante, Etelvina.