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miércoles, 13 de octubre de 2021

Instantes que son eternidades (cuento) - Martín Rabezzana



   Yo estuve presente cuando a principios de los años setenta del siglo 20, en el patio de la universidad a la que asistía en La Plata, ante una multitud de estudiantes, subido a una silla para ser visto mejor, en voz muy alta uno de nuestros compañeros, dijo lo siguiente:
   -De todos los temas por nosotros abordados, hay uno fundamental que no hemos considerado lo suficiente y se hace urgente que lo hagamos: todos sabemos que el sistema social es absolutamente nefasto, y no me refiero sólo al de este país, sino al que impera actualmente en todo el mundo; la humanidad va hacia la destrucción total por culpa de sus propias acciones, por lo cual, se hace necesario esclarecer de dónde viene el mal mayor; todos me dirán que de los burgueses, de los oligarcas, de los capitalistas, y es cierto, pero hay un ámbito del cual salió toda esa gente y esto no lo podemos seguir ignorando; ¿cuál es ese ámbito?... ¡Este en el que estamos, compañeros! ¡EL ÁMBITO UNIVERSITARIO!... De este lugar que tanto amamos y en el que tanta fe tenemos, sale la clase dirigente que explota a los trabajadores, que organiza guerras, saqueos y que destruye al medio ambiente… ¡De acá, de nuestra querida universidad salen los explotadores del mañana de las masas, los continuadores de esta catástrofe no natural que nos llevará hacia el final más trágico como especie!
  
   Entonces todos aplaudimos, ya que lo dicho por nuestro compañero constituía una verdad innegable; después dijo:
   -Si queremos realizar un cambio en serio, un cambio de fondo, no basta con alterar un poco las estructuras de este sistema, ya que eso es siempre tendiente a que las cosas cambien sólo superficialmente y en esencia, sigan intactas;… si queremos que este lugar donde se imparte conocimiento deje de ser el foco infeccioso que enferma a toda la sociedad, que es, debemos ser nosotros quienes decidan lo que acá mismo se enseña, y eso implica que debamos ser nosotros quienes elijan las materias, al profesorado y a las autoridades todas que rijan este lugar, y de no sernos concedidos estos derechos, lamentablemente, por el bien de la humanidad toda, deberemos oponernos total e intransigentemente a las universidades; ¡deberemos destruirlas! Y una vez destruidas, podremos reconstruirlas para que sirvan a un fin totalmente opuesto al que hasta ahora, han servido.
   Entonces todos aplaudimos más fuerte que nunca y la ovación que se escuchó, fue realmente increíble.
   Mientras nuestro compañero esperaba a que hiciéramos silencio para continuar con su discurso, pasó algo totalmente extraño: sentí a mi alrededor un silencio absoluto que no se correspondía con los aplausos en curso de los estudiantes ni con sus gestos claramente vociferantes; después, todos empezaron a moverse en cámara lenta, inclusive yo mismo, y noté que el color de todo a mi alrededor, se perdía; tras algunos segundos, todo lo vi en blanco y negro; miré extrañado a una compañera que se encontraba a mi lado, y estaba claro que a ella le pasaba lo mismo ya que me miró evidenciando total asombro; entonces, mientras nuestro compañero retomaba su discurso que no pude oír, varios impactos de bala lo hicieron caer de la silla en la que estaba parado; si bien, como ya dije, todo a mi alrededor se había silenciado, la excepción fueron los disparos, ya que los escuché perfectamente; luego vi a la multitud dispersarse en la cual estaba yo mismo, que escapé corriendo del patio de la universidad, y siempre en cámara lenta, ya que el ritmo de la vida toda, parecía haberse ralentizado, y cuando finalmente estuve en la calle, el sonido, los colores y la velocidad del movimiento, volvieron.
   A nuestro compañero, que no sobrevivió, le empezamos a rendir homenaje todos los años, a veces en público y a veces (por seguridad) en privado.
   Al comparar experiencias, todos los asistentes al discurso de nuestro compañero, coincidimos en que en los momentos previos y posteriores a su asesinato, vivimos todo en cámara lenta, sin sentido auditivo (salvo por el momento de los disparos) y en blanco y negro.
   Todavía no entendemos a qué pudo deberse.