miércoles, 26 de febrero de 2020

Amor fati (cuento) - Martín Rabezzana


El destino conduce a quienes lo aceptan y arrastra a quienes se le resisten.


Séneca

   Yo me encontraba de vacaciones con mi familia en Villa General Belgrano (provincia de Córdoba); en ese lugar abundan los arroyos cuyos alrededores verdosos son muy atractivos de día y de noche, si bien cuando era chico, de noche los mismos, lejos de causarme atracción, me causaban rechazo por resultarme atemorizantes, pero en esta oportunidad ya era grande, por lo que el temor a visitarlos en horario nocturno era ya para mí completamente nulo.
   Antes de dormir (tipo dos de la madrugada) muchas veces yo solía acercarme hasta cierto arroyo y pasar un rato sentado frente al mismo en total soledad; una noche, para mi grata sorpresa, una mujer apareció y nos pusimos a hablar; "¿De dónde sos? ¿Cuánto tiempo te vas a quedar en Córdoba? ¿Venís siempre acá?", etcétera; mientras conversamos caminamos bordeando el arroyo hasta llegar a una zona de aguas cuya profundidad permitía nadar, entonces ella se sacó la prenda superior que tenía y estando ya en traje de baño, me dijo:
   -Voy a entrar al agua. ¿Venís?
   Yo respondí:
   -No… hace un poco de frío como para entrar al agua.
   Ella, sonriendo dijo:
   -Bueno; yo sí voy a entrar -e ingresó al agua y nadó con una gracia propia de una nadadora profesional.
   Yo la miraba sabiendo que me perdía de mucho más que del divertimento del baño nocturno si no la acompañaba, por lo que cambié de opinión y decidí entrar al agua, entonces me saqué las alpargatas y la remera, y cuando apenas hube ingresado a las aguas, la vi sumergirse y a los varios segundos la vi emerger dando manotazos y pronunciando algunas palabras con dificultad; era obvio que se estaba ahogando, por eso me apuré en adentrarme a la parte profunda en que ella estaba para rescatarla, pero por más que nadé en todas las direcciones, no la encontré; los minutos pasaron y ella no aparecía; una corriente debía haberla arrastrado; entonces entré en pánico y salí del agua con la intención de avisarle a alguien lo que había ocurrido, pero en cuanto salí, pisé una piedra filosa que me causó una herida profunda que me provocó un dolor intenso; entonces me desperté en mi habitación totalmente sobresaltado; todo había sido un sueño.
  
   Eran las dos de la mañana y tras un rato de intentar infructuosamente volver a conciliar el sueño, me levanté, me puse las bermudas, las alpargatas y la remera, y salí en dirección al arroyo que habitualmente visitaba; tras varios minutos de permanecer en la orilla, apareció la mujer de mi sueño y se repitió la conversación que en el mismo tuvimos. Entonces sentí que el sueño había sido premonitorio y tenía el objetivo de alertarme sobre lo que a la mujer le ocurriría para que lo evitara, por eso cuando tras caminar en dirección a la zona de aguas profundas ella me dijo que quería bañarse, le pedí que no lo hiciera, pero por más que insistí, ella se decidió a entrar igual, pero esta vez entré yo con ella ya que pensé que estando a su lado, podría cuidarla y sacarla inmediatamente del agua de ella mostrar el menor indicio de dificultad al nadar; nadamos con tranquilidad durante algunos minutos y en determinado momento ella se sumergió y yo la seguí; bajo el agua me tomó afectuosamente de las manos y tras algunos segundos me soltó, entonces ya no pude verla; salí a la superficie y miré en todas las direcciones pero no la vi por ninguna parte; salí del agua muy nervioso deseando que la mujer me hubiera hecho una broma y me sorprendiera apareciendo de improviso desde detrás de un árbol o algo así, pero eso no ocurrió, por lo que decidí buscar a alguien para avisarle lo que había pasado, pero mientras caminaba pisé una piedra filosa que me causó una herida profunda que me provocó un dolor intenso, entonces me desperté en mi habitación totalmente sobresaltado; otra vez todo había sido un sueño.
  Los días pasaron y seguí soñando lo mismo: me encontraba con la mujer a orillas del arroyo, íbamos a la zona de aguas profundas, entrábamos al agua y ella desaparecía sin que yo pudiera evitarlo; a esa altura yo pensaba que seguiría soñando lo mismo hasta que pudiera cambiarle el final a la historia, ya que sentí que me estaba predestinado salvarla, pero como nunca podía lograrlo, me resigné a que el sueño siguiera su curso sin yo oponer resistencia a lo que en el mismo aconteciera, y fue que una noche (la última antes de volver a mi casa en Magda Buen Ayre) fui al arroyo al que habitualmente iba y caminé hasta la zona de aguas profundas, pero la mujer no apareció (ya que sólo en sueños aparecía y estaba seguro de en ese momento estar en la vigilia), entonces entré al agua solo, nadé un rato y al salir de la misma, pisé una piedra filosa que me causó una herida profunda que me provocó un dolor intenso, entonces me desperté, pero no en mi habitación de la casa que con mi familia alquilábamos para vacacionar, sino a orillas de la zona profunda del arroyo; al abrir los ojos vi a la mujer de mis sueños sobre mí sonreírme con enorme alegría y supe que su expresión de felicidad se debía a que había logrado resucitarme tras darme primeros auxilios (todo esto sí ocurrió en la vigilia).
   Ella había casualmente pasado por ahí y al verme desde lejos en el agua nadando con dificultad por haberme acalambrado, ingresó a la misma y me sacó cuando yo me encontraba en estado de inconciencia; entonces entendí que me había estado oponiendo al libro del destino que en sus páginas tenía escrito que no era yo quien debía salvar a la mujer, sino ella a mí.
   Cuando dejé de oponer resistencia a lo que para mi vida estaba predeterminado, los acontecimientos siguieron libremente su curso y dejé de tener ese sueño recurrente.



(De chico estuve en Villa General Belgrano y les digo que el lugar está una re maza).