jueves, 9 de mayo de 2013

La positiva positividad (cuento) - Martín Rabezzana

  

    Ella se había alejado de él poco antes de subir al barco y se había perdido, él al darse cuenta trató de mantener la calma y empezó a preguntarle a las personas si la habían visto. Las respuestas fueron negativas; tras algunos minutos bajó del barco que iba a zarpar en un rato y se dirigió a las personas con desesperación.
    -¡Por favor! ¡Escuchen! Estoy buscando a una chica de talla media, tiene un vaquero celeste y una remera azul y… … ¿La vieron?
    Las respuestas fueron negativas; volvió a subir al barco, se aproximó desesperadamente a una persona y le dijo lo mismo que a las anteriores; la respuesta fue la misma; tras preguntarle a varias personas más, corrió hacia fuera y siguió preguntando si la habían visto; todos dijeron que no; corrió de nuevo hacia el barco, subió, miró en derredor y no supo qué decir, pero sus ojos vidriosos lo decían todo; una mujer joven que había entendido cuál era la situación del joven se le acercó y le dijo:
    -Informamos por altoparlantes que la estás buscando, ¡y listo!
    Él se sintió agradecido y lo expresó con una sonrisa llena de esperanza; la llamaron por ese medio pero ella no volvió; pasaron varias llamadas sin que ella volviera, él se volvió a poner nervioso y solo con mucha dificultad logró no llorar; la mujer que se le había acercado le dijo:
    -Quedate tranquilo, si se separaron hace unos minutos, no debe estar lejos, al escuchar la llamada por los altoparlantes, va a volver; falta un rato todavía para zarpar. Hay tiempo.
    -Es que si ella se pierde le puede pasar cualquier cosa y yo no lo podría soportar.
    -Pero, ¿no tenés celular? Ella seguramente te va a llamar.
    -Ella no tiene.
    -Bueno, pero si piensa un poco se le va a ocurrir pedirle a alguien que le preste un teléfono para llamarte -dijo la mujer con una leve risa.
    -Por ahí no. Ella se podría asustar y no saber qué hacer, ¡porque ella no es grande, ella!…
    La mujer asumió que se trataba de una nena y preguntó:
    -¿Cuántos años tiene?
    En ese momento la chica apareció, él corrió a su encuentro y se abrazaron; ella estaba un poco nerviosa pero ya aliviada; él no pudo contener las lágrimas y tras besarla en la mejilla, le dijo:
    -¡Pensé que no te iba a ver más!
    Ella, al percibir que él lloraba, se angustió y lo acarició tratando de calmarlo.
    -¡Estoy bien, no te preocupes!
    La mujer que había hablado con el joven no entendía, ya que la chica tenía veinticinco años.
    El barco zarpó y tras un rato, él se sentó y contempló con una sonrisa de alivio a la chica del vaquero y la remera azul que se había sentado frente a una mesa y que vista desde lejos, parecía estar escribiendo; la mujer se acercó al joven.
    -Me alegro de que tu novia esté bien.
    -No es mi novia.
    Pasaron unos segundos en silencio y la chica se levantó y se les acercó sonriente con un papel.
    -¡Mirá! -le dijo a su hermano y le mostró un dibujo.
    -¡Muy lindo!
    Él le sonrió con la mayor dulzura que alguien pueda ser capaz de sentir y la mujer, al ver el dibujo entendió todo.
    La chica se volvió a sentar frente a la mesa y siguió dibujando; él entonces le dijo a la mujer:
    -¿Viste cuando se hace alusión a la falta de cultura o de inteligencia para ofender? ¡Como si no fuera mucho más importante lo que se es como persona que eso!... … ¿Por qué es así?
    Ella, un poco conmovida, le dijo:
    -No sé.
    Tras unos segundos de silencio, él dijo:
    -Está claro que el desarrollo intelectual que se sucede con la formación cultural, le permitió a la humanidad ser la más cruel de las especies conocidas, sin embargo, se le sigue atribuyendo al intelectualismo un valor que no tiene… …Yo idealizaba al intelectualismo y al desarrollar mi intelecto y estar de este lado, me di cuenta de lo poco que el mismo vale y de lo mucho que vale todo lo demás… -y expresando odio con su mirar, prosiguió -Cuando algún hijo de puta dice "ignorante" despectivamente, ¡te juro que me dan ganas de matarlo! Y me dan ganas de lastimarme a mí mismo también.
    -¿Por qué?
    -Porque yo era de esa tendencia antes… …antes de conocerla.
    Ella sonrió y dijo:
    -Se dice que los demás son espejos de nosotros, de ahí que lo que uno critica en otras personas, de una u otra forma, esté en uno mismo.
    Él apartó la vista de ella, pensó en silencio en lo que había dicho y con una sonrisa, asintió.
    -Es cierto… por eso odio tanto a esas personas, porque reflejan algo que es parte de mí, o al menos, que lo fue, y en realidad podemos decir que lo es, ya que lo que uno fue, es lo que lo llevó a ser lo que actualmente es… …Odio esa parte discriminadora que fue mía y no quiero que vuelva a serlo, y si no puedo deshacerme de esa tendencia negativa, quiero al menos reducirla lo más posible en su intensidad.
    Ella lo miró sonriente y le dijo:
    -Creo que ya lo hiciste.
    Le dio un beso y le dijo:
    -Chau.
    -Chau.

    Pasaron varios días; el joven estaba con su hermana en la casa en que convivían; ella había llegado a salvarlo de la negatividad que todo lo rodeaba; se reían, jugaban… se amaban; ella le daba la capacidad de alcanzar de nuevo el bienestar procedente de las cosas más simples, capacidad que con el paso del tiempo se pierde, entonces dicho bienestar se alcanza sólo a través de otros que la tengan.
    Él sentía que la ética absurda e injusta de la mayoría solo vería con desprecio lo que en ellos no estaba mal ni bien tampoco, ya que es obvio que el bien y el mal son conceptos que varían de una cultura a otra y de una persona a otra dentro de la misma cultura y en una misma persona de un período de su vida a otro y en la misma persona dentro del mismo período de un momento a otro, por lo que el bien y el mal propiamente dichos, no existen ya que son conceptos relativos a cada individuo; el bien y el mal están en la percepción, la cual, es muy variable, por lo que ni siquiera para uno mismo está claro siempre qué es bueno y qué es malo, ya que lo mismo que lo hace sentirse bien, puede terminar lastimándolo y volviéndose por eso, negativo, y este es el caso del amor, del amor por ella o por cualquiera, sea correspondido o no; tal sentimiento siempre causa algún daño que a veces es irreparable, ya que no somos como los animales que, como alguien más o menos dijo, se olvidan de un gran maltrato con tan solo la positividad de una caricia; los adultos, a diferencia de los animales y los chicos, no olvidamos, acumulamos resentimiento mucho más que positividad; lo positivo es efímero y se tiene que reforzar periódicamente para que no muera, en cambio, lo negativo es acumulativo; siempre está ahí por positividad que uno experimente; sólo una palabra o un recuerdo hirientes, y la negatividad que parecía superada, resurge y paradójicamente, tal negatividad puede hasta ser positiva, ya que el ser humano adulto aprecia poco a la positividad a diferencia de los chicos; cuando uno se acostumbra a recibir buena onda de los demás, la misma deja de hacerle efecto; por ejemplo: ¿cuántas mujeres hermosas se conmueven ante quienes tienen la "osadía" de importunarlas con su amor? Muy pocas, ya que están acostumbradas a enamorar, a crear sentimientos positivos excesivamente y la costumbre causa aburrimiento, pero a la agresión, que es negativa, no te acostumbrás nunca, por lo que nunca te deja de hacer efecto; a diferencia de lo positivo, lo negativo, a las personas adultas nos hace siempre efecto y si apreciamos lo positivo, lo apreciamos mucho más cuando está mezclado con algo negativo porque la negatividad es el viento que aviva la llama de la positividad, por eso nos acercamos a ella; nos acercamos al sufrimiento de forma inconsciente, ya que sabemos por instinto que aunque al tratar de avivar el fuego nos arriesguemos a quemarnos, de no intentarlo, el mismo tarde o temprano se apaga, pero con esa chica no había riesgo de eso ya que aunque fuera una mujer mayor de edad, no era adulta, por lo que siempre le hacía efecto lo positivo y sabía que siempre lo querría si la trataba bien y acaso también si la trataba mal, pero no siendo adulta de intelecto, lo querría más si la trataba bien, y la negatividad en ella no existía, ella era todo positividad; la negatividad era creada por los demás al verlos juntos, pero eso, lejos de alejarlos, los unía aún más ya que dicha negatividad era para ellos, el viento que avivaba la llama de la positividad de su relación.
    Ella se le acercó y le dijo:
    -¿Estás contento de que viva con vos?
    -¡Sí, obvio!
    Ella sonrió y se sintió feliz, y esa felicidad era propiedad común de ambos, por lo que él también se sintió feliz.
    Aquella enfermedad que la chica sufrió a los siete años la había condenado a la dependencia propia de esa edad, pero también le permitió volverse lo más valioso de la vida para su hermano y crearle una dependencia de ella que lejos de ser para él, una carga, era la felicidad casi absoluta de la que era consciente, ya que no olvidaba que solo había logrado superar a una casi constante adversidad, con su llegada a su vida.