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domingo, 25 de septiembre de 2022

Lili Combatiente (tercer -y último- capítulo) (cuento) - Martín Rabezzana

-Palabras: 1.532-
Dedicado a María Antonia Berger.

Árboles humanos

   Tras los hechos de sangre que resultaron en que Lili, militante social, convirtiérase vertiginosa e inesperadamente en una combatiente destacada, ella, junto a otros partisanos, decidieron abandonar la provincia de San Luis por el control mayor que necesariamente en dicha provincia, sobrevendría justamente por lo recientemente hecho por ella y sus compañeros.
   En dos autos partieron los seis guerrilleros rumbo a La Pampa, lugar en el que planeaban reunirse con otros montoneros para coordinar acciones ofensivas dirigidas a las fuerzas represivas, pero fue que al llegar a la ya mencionada provincia, sólo pudieron contactar a un montonero procedente de Santa Fe que les dijo:
   -Cayeron todos los combatientes de mi pelotón; están cayendo como moscas todos los compañeros de todas las provincias, incluso los de “Lealtad” (*), y acá no termina lo dramático de la situación: cuando la conducción nacional se enteró del caso de mi grupo, me dijo que me “guardara” por un tiempo, y que no me preocupe, ya que en cualquier momento me pondría en contacto con otros combatientes para conformar otro pelotón que será uno de muchos otros que en todo el país enfrentará a los milicos, y que de ese enfrentamiento saldremos triunfantes y el pueblo nos reconocerá como héroes libertadores de la patria;… ¿Pueden creer lo delirante de estos tipos?… ¡No hay medios materiales ni humanos para seguir!… Sí, claro que podemos contraatacar un poco más, pero es cuestión de poco tiempo para que nos maten a todos, salvo que antes nos exiliemos, y esto, que muchos de los integrantes de la conducción ya han hecho, no pretenden que lo hagamos nosotros, y si en algún momento lo llegan a pretender, va a ser por un tiempito, después querrán que volvamos para inmolarnos por una causa que sabemos perdida… ...¿Qué quieren que les diga?… A esta altura ya no sé si odio más a los milicos o a la cúpula montonera.
   Tras escuchar lo dicho por su compañero, uno de los montoneros, que al igual que tantos otros había llegado a conclusiones similares, dijo:   
   -Para liberarnos de la opresión, tenemos que apuntar y disparar nuestras armas hacia arriba, y por encima de nosotros, además de tener a los milicos y a la oligarquía, tenemos a la cúpula de nuestra propia organización.
   Entonces el combatiente santafecino, dijo:
   -Sí, el problema es que sin la logística, las armas y la plata que vienen de la cúpula, se acaba la resistencia armada contra los militares, por eso tenemos que dejar el ataque contra nuestra conducción, para después de terminada la dictadura.
   Lili dijo:
   -Lo terrible es que por lo que vos mismo expresaste, evidentemente sabés que antes de que la dictadura termine, ella va a terminar con nosotros.
   El combatiente asintió tristemente con la cabeza y un silencio prolongado fue lo que siguió; todos dieron así por concluida la cuestión, ya que se sabían ante un problema irresoluble, de ahí que debieran seguir resignadamente afiliados a una organización que ya no los representaba en pos de tener los medios como para poder morir dignamente, es decir: peleando; de darse esto, los combatientes, lejos de caer, cual los árboles, morirían de pie.

LOMJE

  Mientras los combatientes se encontraban en la vivienda que “la orga” les había asignado en La Pampa, la cual estaba provista de armas diversas, incluidos muchos explosivos, a Lili empezaron a aparecérsele imágenes en que vio llegar a las fuerzas represivas, las vio irrumpir en la casa y matar a todos sus ocupantes tras una resistencia de fuego infructuosa; esta visión fue para ella, por supuesto, aterradora; al siguiente minuto se le presentaron otras imágenes en que ella junto a sus compañeros, eran capturados vivos tras un escape en auto frustrado, y eran llevados a centros clandestinos de detención en donde a las peores cosas, eran sometidos; esta visión fue aún más pavorosa que la anterior; después se le presentaron otras imágenes acompañadas por tan solo un segundo de sonido en que claramente escuchó un estruendo, previo a percibir un silencio total y absoluto, y en ese silencio reinaba una paz también total y absoluta que en ninguna medida era disminuida por el fuego que veía sobre su persona porque el mismo no la abrasaba; rápidamente diose cuenta de que al fuego era inmune por ser entonces su cuerpo, de carácter espiritual; después vio a cada una de las partes del todo, dispersas en su entorno inmediato, después, a las dispersas por todo el país, después, a las dispersas por todo el mundo, después, a las dispersas por todo el universo, después, a las dispersas por todo el multiverso y finalmente, a las dispersas por todos los multiversos, unirse armoniosamente cual si todos los conflictos previos, generadores en el pasado en todas ellas, de un malestar enorme conformante de enemistades, hubieran sido parte de un guion de una obra de teatro; lo que entonces vio fue el equivalente al abrazo entre actores tras concluida una obra; así se vio ella, y así vio a todos sus compañeros, a todas las personas que alguna vez pasaron por su vida, a todas aquellas a las que nunca conoció, y a todos los seres de las distintas especies existentes en este planeta y en todos los demás de los distintos multiversos pasados, presentes y futuros, fue por esto que, a diferencia de lo que le había ocurrido en ocasiones previas en que las visiones de hechos graves le habían posibilitado entrever una “línea de fuga” que le había permitido elegir entre seguir o desviarse del camino emprendido y salvar así la vida material suya o ajena (y siempre que el camino era conducente a su propia muerte había elegido desviarse), en este caso sentía que el mejor camino era el que conducía hacia delante, fue por esto que le dijo a sus compañeros:
   -Muchachos, no quiero que se asusten; tómense esto con calma: tuve más visiones que me mostraron lo que va a ocurrir.
   -¿Qué viste, Lili? -Le dijo una partisana.
   -Que ya vienen.
   -¡Vámonos ya! -Dijo un montonero, pero Lili, con toda calma, negando con la cabeza, dijo:
  -No; de entre todos los posibles finales que vi, considero que el mejor es el que se va a dar si nos quedamos y resistimos sin el objetivo de sobrevivir.
   Los cinco montoneros, que estaban totalmente persuadidos de que Lili tenía una visión de las cosas mucho más amplia que ellos, no dudaron siquiera un segundo de que lo que ella decía, debía ser tomado en serio, fue por eso que uno de ellos, dijo:
   -Morir peleando es vivir para siempre.
   Todos sus compañeros asintieron y sonrieron en silencio. Después, a modo de despedida, se abrazaron.
   A los pocos segundos se escuchó a una gran cantidad de autos frenar en cercanías de la casa en que los partisanos estaban, entonces los combatientes agarraron sus armas y mientras cuatro de ellos las disparaban desde las ventanas, Lili le hizo a uno de sus compañeros una seña para que la siguiera hasta el cuarto en que, en varias cajas, estaban las granadas que agarraron y entre todos los guerrilleros, repartieron. Una vez que todos tuvieron a los explosivos encima, los montoneros que disparaban, depusieron el fuego y dejaron caer sus fusiles al suelo, entonces Lili, citando a la frase cuyas siglas fueron escritas por María Antonia Berger con su propia sangre cuando creía estar agonizando en una celda patagónica, allá por el año 1972, empezó a decir repetida y progresivamente más fuerte:
   -Libres o muertos, jamás esclavos. Libres o muertos, JAMÁS ESCLAVOS. ¡LIBRES O MUERTOS, JAMÁS ESCLAVOS!
   Entonces sus compañeros repitieron con ella la frase de dignidad que les infundió un coraje y una plenitud emocional, mayores a los por ellos sentidos previamente durante todo el curso de sus vidas.
   Cuando los militares tiraron abajo las dos puertas que en la casa había, los combatientes le sacaron el seguro a las granadas que entre sus ropas tenían y se abrazaron mientras repetían: “¡LIBRES O MUERTOS, JAMÁS ESCLAVOS!”
   Rápidamente fueron sujetados por los militares que entre insultos proferidos a los jóvenes, celebraron una victoria que equivocadamente creyeron suya, ya que en realidad, era de los combatientes.
   Las explosiones que segundos después tuvieron lugar, terminaron con la vida material de los seis combatientes y dieciocho militares.



(*) “Lealtad” fue el término agregado a los grupos de militantes montoneros y de superficie que, a diferencia de la conducción de Montoneros, en 1973 consideraron que por haber ya terminado la dictadura militar autodenominada “Revolución Argentina” (1966-1973), que dio lugar a la vuelta de la democracia representativa, y haberse ya levantado la proscripción del peronismo (ambas cosas eran pretendidas por los partisanos peronistas y fueron logradas por la desestabilización causada por las organizaciones guerrilleras, que a principios de los años ‘70 llegaron a ser más de 50, siendo en su mayoría, peronistas), no era admisible seguir con la lucha armada, así fue que dejaron de responder a Montoneros y conformaron la JP Lealtad, la UES Lealtad, la JUP Lealtad, etcétera; a pesar de esto, ni la Triple A ni la junta militar que dio el golpe de estado en el ‘76, les tuvieron piedad.