Árboles humanos
Tras los hechos
de sangre que resultaron en que Lili, militante social, convirtiérase
vertiginosa e inesperadamente en una combatiente destacada, ella,
junto a otros partisanos, decidieron abandonar la provincia de San
Luis por el control mayor que necesariamente en dicha provincia,
sobrevendría justamente por lo recientemente hecho por ella y sus
compañeros.
En dos autos
partieron los seis guerrilleros rumbo a La Pampa, lugar en el que
planeaban reunirse con otros montoneros para coordinar acciones
ofensivas dirigidas a las fuerzas represivas, pero fue que al llegar
a la ya mencionada provincia, sólo pudieron contactar a un montonero
procedente de Santa Fe que les dijo:
-Cayeron todos
los combatientes de mi pelotón; están cayendo como moscas todos los
compañeros de todas las provincias, incluso los de “Lealtad”
(*), y acá no termina lo dramático de la situación: cuando la
conducción nacional se enteró del caso de mi grupo, me dijo que me
“guardara” por un tiempo, y que no me preocupe, ya que en
cualquier momento me pondría en contacto con otros combatientes para
conformar otro pelotón que será uno de muchos otros que en todo el
país enfrentará a los milicos, y que de ese enfrentamiento
saldremos triunfantes y el pueblo nos reconocerá como héroes
libertadores de la patria;… ¿Pueden creer lo delirante de estos
tipos?… ¡No hay medios materiales ni humanos para seguir!… Sí,
claro que podemos contraatacar un poco más, pero es cuestión de
poco tiempo para que nos maten a todos, salvo que antes nos
exiliemos, y esto, que muchos de los integrantes de la conducción ya
han hecho, no pretenden que lo hagamos nosotros, y si en algún
momento lo llegan a pretender, va a ser por un tiempito, después
querrán que volvamos para inmolarnos por una causa que sabemos
perdida… ...¿Qué quieren que les diga?… A esta altura ya no sé
si odio más a los milicos o a la cúpula montonera. Tras escuchar lo
dicho por su compañero, uno de los montoneros, que al igual que
tantos otros había llegado a conclusiones similares, dijo: -Para liberarnos
de la opresión, tenemos que apuntar y disparar nuestras armas hacia
arriba, y por encima de nosotros, además de tener a los milicos y a
la oligarquía, tenemos a la cúpula de nuestra propia organización. Entonces el
combatiente santafecino, dijo: -Sí, el problema
es que sin la logística, las armas y la plata que vienen de la
cúpula, se acaba la resistencia armada contra los militares, por eso
tenemos que dejar el ataque contra nuestra conducción, para después
de terminada la dictadura. Lili dijo: -Lo terrible es
que por lo que vos mismo expresaste, evidentemente sabés que antes
de que la dictadura termine, ella va a terminar con nosotros. El combatiente
asintió tristemente con la cabeza y un silencio prolongado fue lo
que siguió; todos dieron así por concluida la cuestión, ya que se
sabían ante un problema irresoluble, de ahí que debieran seguir
resignadamente afiliados a una organización que ya no los
representaba en pos de tener los medios como para poder morir
dignamente, es decir: peleando; de darse esto, los combatientes,
lejos de caer, cual los árboles, morirían de pie.
LOMJE
Mientras los
combatientes se encontraban en la vivienda que “la orga” les
había asignado en La Pampa, la cual estaba provista de armas
diversas, incluidos muchos explosivos, a Lili empezaron a
aparecérsele imágenes en que vio llegar a las fuerzas represivas,
las vio irrumpir en la casa y matar a todos sus ocupantes tras una
resistencia de fuego infructuosa; esta visión fue para ella, por
supuesto, aterradora; al siguiente minuto se le presentaron otras
imágenes en que ella junto a sus compañeros, eran capturados vivos
tras un escape en auto frustrado, y eran llevados a centros
clandestinos de detención en donde a las peores cosas, eran
sometidos; esta visión fue aún más pavorosa que la anterior;
después se le presentaron otras imágenes acompañadas por tan solo
un segundo de sonido en que claramente escuchó un estruendo, previo
a percibir un silencio total y absoluto, y en ese silencio reinaba
una paz también total y absoluta que en ninguna medida era
disminuida por el fuego que veía sobre su persona porque el mismo no
la abrasaba; rápidamente diose cuenta de que al fuego era inmune por
ser entonces su cuerpo, de carácter espiritual; después vio a cada
una de las partes del todo, dispersas en su entorno inmediato,
después, a las dispersas por todo el país, después, a las
dispersas por todo el mundo, después, a las dispersas por todo el
universo, después, a las dispersas por todo el multiverso y
finalmente, a las dispersas por todos los multiversos, unirse
armoniosamente cual si todos los conflictos previos, generadores en
el pasado en todas ellas, de un malestar enorme conformante de
enemistades, hubieran sido parte de un guion de una obra de teatro;
lo que entonces vio fue el equivalente al abrazo entre actores tras
concluida una obra; así se vio ella, y así vio a todos sus
compañeros, a todas las personas que alguna vez pasaron por su vida,
a todas aquellas a las que nunca conoció, y a todos los seres de las
distintas especies existentes en este planeta y en todos los demás
de los distintos multiversos pasados, presentes y futuros, fue por
esto que, a diferencia de lo que le había ocurrido en ocasiones
previas en que las visiones de hechos graves le habían posibilitado entrever una “línea de fuga” que le había permitido elegir entre seguir o desviarse del
camino emprendido y salvar así la vida material suya o ajena (y siempre que el camino era conducente a su propia muerte había elegido desviarse), en este caso sentía
que el mejor camino era el que conducía hacia delante, fue por esto
que le dijo a sus compañeros:
-Muchachos, no
quiero que se asusten; tómense esto con calma: tuve más visiones
que me mostraron lo que va a ocurrir.
-¿Qué viste,
Lili? -Le dijo una partisana.
-Que ya vienen.
-¡Vámonos ya!
-Dijo un montonero, pero Lili, con toda calma, negando con la cabeza,
dijo:
-No; de entre
todos los posibles finales que vi, considero que el mejor es el que
se va a dar si nos quedamos y resistimos sin el objetivo de
sobrevivir.
Los cinco
montoneros, que estaban totalmente persuadidos de que Lili tenía una
visión de las cosas mucho más amplia que ellos, no dudaron siquiera
un segundo de que lo que ella decía, debía ser tomado en serio, fue
por eso que uno de ellos, dijo:
-Morir peleando
es vivir para siempre.
Todos sus
compañeros asintieron y sonrieron en silencio. Después, a modo de
despedida, se abrazaron.
A los pocos
segundos se escuchó a una gran cantidad de autos frenar en cercanías
de la casa en que los partisanos estaban, entonces los combatientes
agarraron sus armas y mientras cuatro de ellos las disparaban desde
las ventanas, Lili le hizo a uno de sus compañeros una seña para
que la siguiera hasta el cuarto en que, en varias cajas, estaban las
granadas que agarraron y entre todos los guerrilleros, repartieron.
Una vez que todos tuvieron a los explosivos encima, los montoneros
que disparaban, depusieron el fuego y dejaron caer sus fusiles al
suelo, entonces Lili, citando a la frase cuyas siglas fueron escritas
por María Antonia Berger con su propia sangre cuando creía estar
agonizando en una celda patagónica, allá por el año 1972, empezó
a decir repetida y progresivamente más fuerte:
-Libres o
muertos, jamás esclavos. Libres o muertos, JAMÁS ESCLAVOS. ¡LIBRES
O MUERTOS, JAMÁS ESCLAVOS!
Entonces sus
compañeros repitieron con ella la frase de dignidad que les infundió
un coraje y una plenitud emocional, mayores a los por ellos sentidos
previamente durante todo el curso de sus vidas.
Cuando los
militares tiraron abajo las dos puertas que en la casa había, los
combatientes le sacaron el seguro a las granadas que entre sus ropas
tenían y se abrazaron mientras repetían: “¡LIBRES O MUERTOS,
JAMÁS ESCLAVOS!”
Rápidamente
fueron sujetados por los militares que entre insultos proferidos a
los jóvenes, celebraron una victoria que equivocadamente creyeron
suya, ya que en realidad, era de los combatientes.
Las explosiones
que segundos después tuvieron lugar, terminaron con la vida material
de los seis combatientes y dieciocho militares.
(*) “Lealtad”
fue el término agregado a los grupos de militantes montoneros y de
superficie que, a diferencia de la conducción de Montoneros, en 1973
consideraron que por haber ya terminado la dictadura militar
autodenominada “Revolución Argentina” (1966-1973), que dio lugar
a la vuelta de la democracia representativa, y haberse ya levantado
la proscripción del peronismo (ambas cosas eran pretendidas por los
partisanos peronistas y fueron logradas por la desestabilización
causada por las organizaciones guerrilleras, que a principios de los
años ‘70 llegaron a ser más de 50, siendo en su mayoría,
peronistas), no era admisible seguir con la lucha armada, así fue
que dejaron de responder a Montoneros y conformaron la JP Lealtad, la
UES Lealtad, la JUP Lealtad, etcétera; a pesar de esto, ni la Triple
A ni la junta militar que dio el golpe de estado en el ‘76, les
tuvieron piedad.
Árboles humanos
Tras los hechos de sangre que resultaron en que Lili, militante social, convirtiérase vertiginosa e inesperadamente en una combatiente destacada, ella, junto a otros partisanos, decidieron abandonar la provincia de San Luis por el control mayor que necesariamente en dicha provincia, sobrevendría justamente por lo recientemente hecho por ella y sus compañeros.
En dos autos partieron los seis guerrilleros rumbo a La Pampa, lugar en el que planeaban reunirse con otros montoneros para coordinar acciones ofensivas dirigidas a las fuerzas represivas, pero fue que al llegar a la ya mencionada provincia, sólo pudieron contactar a un montonero procedente de Santa Fe que les dijo:
-Cayeron todos los combatientes de mi pelotón; están cayendo como moscas todos los compañeros de todas las provincias, incluso los de “Lealtad” (*), y acá no termina lo dramático de la situación: cuando la conducción nacional se enteró del caso de mi grupo, me dijo que me “guardara” por un tiempo, y que no me preocupe, ya que en cualquier momento me pondría en contacto con otros combatientes para conformar otro pelotón que será uno de muchos otros que en todo el país enfrentará a los milicos, y que de ese enfrentamiento saldremos triunfantes y el pueblo nos reconocerá como héroes libertadores de la patria;… ¿Pueden creer lo delirante de estos tipos?… ¡No hay medios materiales ni humanos para seguir!… Sí, claro que podemos contraatacar un poco más, pero es cuestión de poco tiempo para que nos maten a todos, salvo que antes nos exiliemos, y esto, que muchos de los integrantes de la conducción ya han hecho, no pretenden que lo hagamos nosotros, y si en algún momento lo llegan a pretender, va a ser por un tiempito, después querrán que volvamos para inmolarnos por una causa que sabemos perdida… ...¿Qué quieren que les diga?… A esta altura ya no sé si odio más a los milicos o a la cúpula montonera.
Tras escuchar lo
dicho por su compañero, uno de los montoneros, que al igual que
tantos otros había llegado a conclusiones similares, dijo:
-Para liberarnos
de la opresión, tenemos que apuntar y disparar nuestras armas hacia
arriba, y por encima de nosotros, además de tener a los milicos y a
la oligarquía, tenemos a la cúpula de nuestra propia organización.
Entonces el
combatiente santafecino, dijo:
-Sí, el problema
es que sin la logística, las armas y la plata que vienen de la
cúpula, se acaba la resistencia armada contra los militares, por eso
tenemos que dejar el ataque contra nuestra conducción, para después
de terminada la dictadura.
Lili dijo:
-Lo terrible es
que por lo que vos mismo expresaste, evidentemente sabés que antes
de que la dictadura termine, ella va a terminar con nosotros.
El combatiente
asintió tristemente con la cabeza y un silencio prolongado fue lo
que siguió; todos dieron así por concluida la cuestión, ya que se
sabían ante un problema irresoluble, de ahí que debieran seguir
resignadamente afiliados a una organización que ya no los
representaba en pos de tener los medios como para poder morir
dignamente, es decir: peleando; de darse esto, los combatientes,
lejos de caer, cual los árboles, morirían de pie.
LOMJE
Mientras los
combatientes se encontraban en la vivienda que “la orga” les
había asignado en La Pampa, la cual estaba provista de armas
diversas, incluidos muchos explosivos, a Lili empezaron a
aparecérsele imágenes en que vio llegar a las fuerzas represivas,
las vio irrumpir en la casa y matar a todos sus ocupantes tras una
resistencia de fuego infructuosa; esta visión fue para ella, por
supuesto, aterradora; al siguiente minuto se le presentaron otras
imágenes en que ella junto a sus compañeros, eran capturados vivos
tras un escape en auto frustrado, y eran llevados a centros
clandestinos de detención en donde a las peores cosas, eran
sometidos; esta visión fue aún más pavorosa que la anterior;
después se le presentaron otras imágenes acompañadas por tan solo
un segundo de sonido en que claramente escuchó un estruendo, previo
a percibir un silencio total y absoluto, y en ese silencio reinaba
una paz también total y absoluta que en ninguna medida era
disminuida por el fuego que veía sobre su persona porque el mismo no
la abrasaba; rápidamente diose cuenta de que al fuego era inmune por
ser entonces su cuerpo, de carácter espiritual; después vio a cada
una de las partes del todo, dispersas en su entorno inmediato,
después, a las dispersas por todo el país, después, a las
dispersas por todo el mundo, después, a las dispersas por todo el
universo, después, a las dispersas por todo el multiverso y
finalmente, a las dispersas por todos los multiversos, unirse
armoniosamente cual si todos los conflictos previos, generadores en
el pasado en todas ellas, de un malestar enorme conformante de
enemistades, hubieran sido parte de un guion de una obra de teatro;
lo que entonces vio fue el equivalente al abrazo entre actores tras
concluida una obra; así se vio ella, y así vio a todos sus
compañeros, a todas las personas que alguna vez pasaron por su vida,
a todas aquellas a las que nunca conoció, y a todos los seres de las
distintas especies existentes en este planeta y en todos los demás
de los distintos multiversos pasados, presentes y futuros, fue por
esto que, a diferencia de lo que le había ocurrido en ocasiones
previas en que las visiones de hechos graves le habían posibilitado entrever una “línea de fuga” que le había permitido elegir entre seguir o desviarse del
camino emprendido y salvar así la vida material suya o ajena (y siempre que el camino era conducente a su propia muerte había elegido desviarse), en este caso sentía
que el mejor camino era el que conducía hacia delante, fue por esto
que le dijo a sus compañeros:
-Muchachos, no
quiero que se asusten; tómense esto con calma: tuve más visiones
que me mostraron lo que va a ocurrir.
-¿Qué viste,
Lili? -Le dijo una partisana.
-Que ya vienen.
-¡Vámonos ya!
-Dijo un montonero, pero Lili, con toda calma, negando con la cabeza,
dijo:
-No; de entre
todos los posibles finales que vi, considero que el mejor es el que
se va a dar si nos quedamos y resistimos sin el objetivo de
sobrevivir.
Los cinco
montoneros, que estaban totalmente persuadidos de que Lili tenía una
visión de las cosas mucho más amplia que ellos, no dudaron siquiera
un segundo de que lo que ella decía, debía ser tomado en serio, fue
por eso que uno de ellos, dijo:
-Morir peleando
es vivir para siempre.
Todos sus
compañeros asintieron y sonrieron en silencio. Después, a modo de
despedida, se abrazaron.
A los pocos
segundos se escuchó a una gran cantidad de autos frenar en cercanías
de la casa en que los partisanos estaban, entonces los combatientes
agarraron sus armas y mientras cuatro de ellos las disparaban desde
las ventanas, Lili le hizo a uno de sus compañeros una seña para
que la siguiera hasta el cuarto en que, en varias cajas, estaban las
granadas que agarraron y entre todos los guerrilleros, repartieron.
Una vez que todos tuvieron a los explosivos encima, los montoneros
que disparaban, depusieron el fuego y dejaron caer sus fusiles al
suelo, entonces Lili, citando a la frase cuyas siglas fueron escritas
por María Antonia Berger con su propia sangre cuando creía estar
agonizando en una celda patagónica, allá por el año 1972, empezó
a decir repetida y progresivamente más fuerte:
-Libres o
muertos, jamás esclavos. Libres o muertos, JAMÁS ESCLAVOS. ¡LIBRES
O MUERTOS, JAMÁS ESCLAVOS!
Entonces sus
compañeros repitieron con ella la frase de dignidad que les infundió
un coraje y una plenitud emocional, mayores a los por ellos sentidos
previamente durante todo el curso de sus vidas.
Cuando los
militares tiraron abajo las dos puertas que en la casa había, los
combatientes le sacaron el seguro a las granadas que entre sus ropas
tenían y se abrazaron mientras repetían: “¡LIBRES O MUERTOS,
JAMÁS ESCLAVOS!”
Rápidamente
fueron sujetados por los militares que entre insultos proferidos a
los jóvenes, celebraron una victoria que equivocadamente creyeron
suya, ya que en realidad, era de los combatientes.
Las explosiones
que segundos después tuvieron lugar, terminaron con la vida material
de los seis combatientes y dieciocho militares.
-Muchachos, no quiero que se asusten; tómense esto con calma: tuve más visiones que me mostraron lo que va a ocurrir.
-¿Qué viste, Lili? -Le dijo una partisana.
-Que ya vienen.
-¡Vámonos ya! -Dijo un montonero, pero Lili, con toda calma, negando con la cabeza, dijo:
-No; de entre todos los posibles finales que vi, considero que el mejor es el que se va a dar si nos quedamos y resistimos sin el objetivo de sobrevivir.
Los cinco montoneros, que estaban totalmente persuadidos de que Lili tenía una visión de las cosas mucho más amplia que ellos, no dudaron siquiera un segundo de que lo que ella decía, debía ser tomado en serio, fue por eso que uno de ellos, dijo:
-Morir peleando es vivir para siempre.
Todos sus compañeros asintieron y sonrieron en silencio. Después, a modo de despedida, se abrazaron.
A los pocos segundos se escuchó a una gran cantidad de autos frenar en cercanías de la casa en que los partisanos estaban, entonces los combatientes agarraron sus armas y mientras cuatro de ellos las disparaban desde las ventanas, Lili le hizo a uno de sus compañeros una seña para que la siguiera hasta el cuarto en que, en varias cajas, estaban las granadas que agarraron y entre todos los guerrilleros, repartieron. Una vez que todos tuvieron a los explosivos encima, los montoneros que disparaban, depusieron el fuego y dejaron caer sus fusiles al suelo, entonces Lili, citando a la frase cuyas siglas fueron escritas por María Antonia Berger con su propia sangre cuando creía estar agonizando en una celda patagónica, allá por el año 1972, empezó a decir repetida y progresivamente más fuerte:
-Libres o muertos, jamás esclavos. Libres o muertos, JAMÁS ESCLAVOS. ¡LIBRES O MUERTOS, JAMÁS ESCLAVOS!
Entonces sus compañeros repitieron con ella la frase de dignidad que les infundió un coraje y una plenitud emocional, mayores a los por ellos sentidos previamente durante todo el curso de sus vidas.
Cuando los militares tiraron abajo las dos puertas que en la casa había, los combatientes le sacaron el seguro a las granadas que entre sus ropas tenían y se abrazaron mientras repetían: “¡LIBRES O MUERTOS, JAMÁS ESCLAVOS!”
Rápidamente fueron sujetados por los militares que entre insultos proferidos a los jóvenes, celebraron una victoria que equivocadamente creyeron suya, ya que en realidad, era de los combatientes.
Las explosiones que segundos después tuvieron lugar, terminaron con la vida material de los seis combatientes y dieciocho militares.
(*) “Lealtad” fue el término agregado a los grupos de militantes montoneros y de superficie que, a diferencia de la conducción de Montoneros, en 1973 consideraron que por haber ya terminado la dictadura militar autodenominada “Revolución Argentina” (1966-1973), que dio lugar a la vuelta de la democracia representativa, y haberse ya levantado la proscripción del peronismo (ambas cosas eran pretendidas por los partisanos peronistas y fueron logradas por la desestabilización causada por las organizaciones guerrilleras, que a principios de los años ‘70 llegaron a ser más de 50, siendo en su mayoría, peronistas), no era admisible seguir con la lucha armada, así fue que dejaron de responder a Montoneros y conformaron la JP Lealtad, la UES Lealtad, la JUP Lealtad, etcétera; a pesar de esto, ni la Triple A ni la junta militar que dio el golpe de estado en el ‘76, les tuvieron piedad.