-Palabras:
2.124-
Era
la trasnoche del día en que Lili había decidido incursionar en una
lucha armada a la que siempre había considerado totalmente
inapropiada para su persona, y así lo fue hasta que la persecución
de las autoridades no le dejó más que dos opciones: matar o morir.
Tras
el “bautismo de fuego” que constituyó su participación
protagónica en el hecho que le causó la muerte a tres represores, a
Lili le ocurrió algo por ella totalmente inesperado: seguía
sintiéndose la misma persona; no tuvo la sensación de haber vivido
un “antes y un después” en lo previo y posterior a haber
incurrido en el hecho irreversible ya referido, ya que seguía
autopercibiéndose de igual modo respecto a cuando no había matado a
ningún ser humano, sin que esto signifique que hubiera en ella algo
así como una “frialdad psicopática”, dado que lejos de eso,
Lili había matado en circunstancias en que la sangre en su cuerpo
estaba muy caliente, no obstante, durante los hechos mantuvo la mente
fría, lo cual, ya antes de su accionar referido, le posibilitó
concienciar que habría de actuar éticamente por ser su uso de la
violencia, en defensa propia y ajena, y si bien el incurrir en un
hecho grave de modo justificado no siempre resulta en tranquilidad de
conciencia en aquel que lo comete, en su caso particular, así había
sido.
Lili
y sus compañeros, otra vez en la previa de un fuego
Al
Montoneros entrar en la clandestinidad y saber sus integrantes que ya
desde antes de la muerte de Perón, pero sobretodo tras la misma, se
había desplegado un accionar estatal represivo de dimensiones
inéditas en el país, sus dirigentes empezaron a proveerle a sus
miembros los medios que les posibilitaran sobrevivir en dicho
contexto de violencia extrema; los mismos estaban constituidos por
plata, armamento, documentación falsa, viviendas, autos y eventuales
costeos de viajes a diversos puntos del país y del extranjero; todo
esto lo podía hacer sin problemas una organización que en 1976,
tenía fondos estimados en 200 millones de dólares, producto no sólo
de hechos ilícitos como ser: robos a bancos y secuestros de
empresarios y gerentes explotadores del trabajo ajeno y entregadores
de obreros considerados “agitadores”, a la represión (por cuyas
liberaciones solían pedir la reincorporación de trabajadores
despedidos y aumentos de sueldos, lo cual, a veces lograban, y parte
de la plata del rescate la usaban para comprar y donar víveres y
ropa que repartían en los barrios más necesitados), sino también
de sus medios de prensa que vendían cientos de miles de ejemplares
por semana, constituyendo tal fuente legal de ingresos, una suma muy
importante, sin embargo, de esto quedaban al margen los militantes de
superficie que constituían las agrupaciones políticas, sociales,
sindicales y estudiantiles, conformantes todas ellas de la llamada
“Tendencia Revolucionaria del Peronismo” y fundadas (o
refundadas) por Montoneros, de ahí que el grueso de los militantes
quedara desprotegido cuando llegó la represión más cruenta y
fueran así los militantes peronistas revolucionarios, básicamente,
“carne de cañón”, y de ahí a su vez, el repudio por parte de
tantos militantes de la tendencia, sobrevivientes de la
represión estatal, a la conducción de Montoneros, ya que dicha
ayuda le era solamente concedida a los Montoneros de más alto rango
o a aquellos que, sin serlo, decidieran obedecer las órdenes de
ejecución de los hechos más peligrosos (quienes eran parte de los
“frentes de masas” y recibían alguna ayuda de la organización,
constituían casos minoritarios y dicha ayuda no iba más allá de la
provisión de documentos de identidad falsos para poder trabajar o
abandonar el país, algún arma y pastillas de cianuro), lo cual los
obligaba a realizarlos en pos de acceder a la mencionada protección,
aun cuando con los mismos no estuvieran de acuerdo; algo de esto le
dijo un montonero a Lili mientras estaban ocultos en una vivienda en
un área suburbana de San Luis, junto a otros compañeros, la misma
noche en que exitosamente había su grupo, del que ella era una nueva
e ilustre integrante, rescatado a tres secuestrados por una patota
del estado; también le dijo:
-Por
tu acto heroico, vas a convertirte rápido en un cuadro importante de
“la orga”.
Lili
dijo:
-Pero yo no soy montonera. Yo no creo en Montoneros, me metí en esto
para sobrevivir.
Su
compañero le dijo:
-¿Y
vos te creés que todos los que estamos en esto lo hacemos por
convicción?… Como más o menos te dije en tu casa: la lucha armada
no tiene ya el objetivo de construir una patria socialista, sino el
de sobrevivir; si estás fuera de Montoneros, quedás a la deriva en
un mar de represión estatal, pero estando en la misma, una banca
importante podés llegar a tener que te va a dar más posibilidades
de supervivencia;… Yo tampoco creo más en la orga; creí en ella
en algún momento pero el momento ya pasó;... todo ese populismo que
la conducción exalta, alguna vez fue auténtico, para ya no lo es.
No lo puede ser, porque la misma está totalmente alejada de las
bases no sólo del pueblo, sino incluso de su misma organización; yo
también estoy acá para sobrevivir, y te digo más: aun estando en
Montoneros, no creo que sobreviva mucho tiempo más. Estoy seguro de
que en cualquier momento voy a caer, como casi todos los compañeros,
pero quiero morir peleando, y no ejecutado estando de rodillas.
Entonces Lili, con un tono de voz suave, cargado de resignación,
dijo:
-Sos
una especie de kamikaze.
Su
compañero, en silencio asintió con la cabeza; en ese momento una
partisana le preguntó a Lili sobre su ideología; ella dijo:
-Yo
nunca creí en ningún ideario; cuando militaba en la JOTAPÉ,
mi hermana (que no milita en nada) me dijo: “La organización de la
que participás, no cometerá delitos, pero se financia con plata
sucia que viene de los delitos cometidos por los montoneros, ¿o lo
negás?”; yo le dije: “Sí, es verdad, pero TODOS los partidos
políticos, ya sean de izquierda, de centro o de derecha (y no me
vengas con eso de “en este país”, porque es igual en todo el
mundo) son financiados por inversores cuyos fondos proceden del
tráfico de drogas, del lavado de dinero, de la trata de personas, de
invasiones militares, de la destrucción del medio ambiente, de la
explotación animal y de muchas más cosas ilícitas e inmorales;...
los gobernantes más “honestos” no habrán robado, secuestrado ni
matado a nadie, como si lo han hecho los montoneros, pero se hacen
financiar por quienes hacen todo eso, que es lo mismo. Partiendo de
esta base, no te niego que en nada difiere ser militante de
superficie de ser guerrillero, ya que con la militancia desarmada del
grupo armado que la organizó, estás participando de la misma
empresa que los guerrilleros, desde un lugar diferente, pero tampoco
en nada difiere ser militante de un partido sin facción armada o
votante de cualquier candidato en elecciones en un sistema
democrático representativo, de ser sustentador de las peores
acciones que son la base de la financiación de toda organización
política de estado;… Con el solo hecho de votar, estás dándole
aprobación y sustento, a un sistema que vos misma considerás
financiado con fondos procedentes de acciones injustificables por ser
ilegales e inmorales. Siguiendo esta línea de pensamiento que lleva
a concluir que toda política partidaria es sucia, de uno tener un
mínimo de conducta ética, solamente puede hacerse anarquista y
pretender que las personas voten medidas de organización social, en
vez de votar a sus supuestos representantes de ella, y entonces, ante
tal ideario político por uno asumido, favorable a la democracia
directa, que terminaría con lo “sucio” de la política y
llevaría a la disolución de todos los partidos políticos, se
encuentra con viejos y jóvenes avejentados que lo tildan de
“utopista”, “infantil” y más cosas así, y uno mismo termina
creyendo que lo es, entonces vuelve resignadamente a defender su
posición anterior (o sea, se vuelve conformista) o elige hacer lo
más difícil de todo: rechazar a toda ideología y etiqueta política
e intentar mejorarse a sí mismo, y por supuesto que al uno hacer eso
lo acusan de ser egoísta por practicar el individualismo, pero tal
crítica es infundada porque toda sociedad se compone de
individualidades reunidas, por lo que si cada una de ellas fuera más
individualista al buscar únicamente la propia mejoría, la sociedad
toda mejoraría, y esta decisión de cambio individual es taaan
difícil de tomar, que casi nadie lo quiere hacer, y de ahí la
voluntad de meterse en temas sociales, políticos, dado que esa es
una manera inconsciente de evadir todo intento de automejoría;… Yo he decidido militar socialmente, pero no por Montoneros
ni por Perón, sino por mí misma; al ver que en las unidades básicas
proveen ayuda a quienes se encuentran en la necesidad, decidí
sumarme sin importarme en absoluto la bandería política de quienes
tales lugares fundaron, y no lo hice por compasión hacia los
sufrientes, sino por mejorar yo como individuo; hice todo por
intentar ser yo misma, la persona que siempre pretendí que fueran
los demás.” (Nada me respondió mi hermana a todo esto) Pero ahora
ocurre que la fuerza mayor me lleva a tener que elegir entre matar o morir… y
yo querría no tener que elegir entre ninguna de las dos cosas…
Ninguno de sus dos interlocutores le respondió nada; casi que
tuvieron miedo de seguir hablando con Lili de estos temas porque
intuían (correctamente) que ella podría hacerlos cambiar de opinión
respecto a LO QUE FUERA.
Pocos minutos después de esta conversación, Lili se quedó dormida en un sillón
y uno de los montoneros la cubrió con una manta para inmediatamente
después, alejarse sigilosamente de ella y decirle al resto de los
combatientes que hablaran en voz baja para no despertarla.
Poco
después, Lili vio en sueños acercarse a la casa en que ella junto a
varios compañeros estaba, a varios autos Ford Falcon y vehículos
militares; vio a sus ocupantes bajar de los mismos e irrumpir en la
vivienda, y vio a sus compañeros intentar una defensa infructuosa
que resultaba en que los seis combatientes (ella misma incluida)
fueran arrastrados hacia el interior de los vehículos de los
represores; se despertó totalmente sobresaltada y empezó a gritar:
-¡Tenemos que irnos de acá ya mismo!
-¿Qué pasa? -dijo una de las partisanas.
-Cantaron la casa.
-¿Qué? -dijo otro.
-¡Que cantaron la casa!, están llegando los milicos. ¡Vámonos ya!
-¿Cómo sabés que la cantaron?
-Por lo que vi recién; yo veo cosas.
-¿Qué tipo de cosas?
-Cosas que van a
pasar.
Entonces los
combatientes se miraron y dudaron, pero no mucho; uno de ellos le
dijo:
-¿Estás
totalmente segura de lo que decís?
-¡Sí sí,
totalmente segura!
Entonces los
montoneros fueron rápidamente hacia un placard en el que guardaban
explosivos que empezaron a disponer en diversos puntos de la casa,
tras lo cual, se subieron a los dos autos en que habían llegado y se
fueron del lugar.
Los explosivos
que habían dejado, estaban programados para detonar en diez minutos;
exactamente nueve minutos y veinte segundos después, cayeron los
represores que, tras irrumpir con la mayor agresividad posible,
maldijeron a su suerte por haber llegado tarde y habérseles los
montos escapado por muy poco, dado que el que hubiera comida en la
mesa, objetos personales e incluso una pava calentándose en la
cocina, daba cuenta de que sus ocupantes acababan de irse, fue
entonces que uno de los represores, que evidentemente era el que
comandaba las acciones, dijo:
-Deben estar
cerca -y señalando a sus correpresores, empezó a indicar en qué
dirección debían buscar unos, y en qué dirección, otros; mientras
tales instrucciones daba, una explosión, que fue seguida por varias
otras, resultó en que 12 de los aproximadamente veinte represores
del operativo compuesto por fuerzas conjuntas del ejército y la
policía, murieran y quedaran los restantes, bastante heridos.
Los combatientes
se encontraban ya a una larga distancia de la casa; distancia que les
impedía escuchar las ruidosas explosiones que tuvieron lugar, pero
no debieron esperar mucho para enterarse de lo que había ocurrido,
ya que esa misma mañana, el hecho estaba en todos los diarios.
Estando los
montoneros ya refugiados en otra casa que ese mismo día abandonarían
para irse a otra provincia, uno de ellos, diario en mano,
evidenciando un enorme asombro, le preguntó a Lili:
-¿Cómo sabías
lo que iba a pasar?
Entonces ella,
muy tranquilamente le dijo:
-Ya te lo dije;
veo cosas que van a pasar.
Todos los
montoneros la miraron maravillados en medio de un silencio que, por
un buen rato, nadie se atrevió a romper.
Lili era distinta
a todos ellos.