Mostrando entradas con la etiqueta Línea de fuga. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Línea de fuga. Mostrar todas las entradas

sábado, 30 de noviembre de 2024

Línea de fuga (cuento) - Martín Rabezzana


-Palabras: 1.541-

7 de Mayo de 1976.

   Si bien había entre los adolescentes de los 70, una alta politización, la misma, ningún efecto había hecho en Amadeo ni en Caterina, no obstante, a diferencia de lo ocurrido en algunos sectores compuestos por gente muy distraída (por decir lo menos), la conciencia de estos jóvenes respecto de lo grave de la situación social en curso, era total; imposible era que esto así no fuera, dado que las intimidaciones por parte del grupo parapolicial de extrema derecha: CNU (*), dentro del mismo Colegio Nacional de La Plata (en el que ambos cursaban el quinto año) contra los militantes políticos, desde hacía rato eran cosa de todos los días; sus integrantes permanentemente amenazaban a los estudiantes; sin ningún reparo, se paseaban por los pasillos exhibiendo armas y hasta se jactaban de haber participado de los asesinatos de varios compañeros de ambos, sin embargo, los dos adolescentes ya referidos, por nunca haber militado en política, se sentían relativamente seguros, no significando esto que no tuvieran claro que las fuerzas estatales represivas, constituían un peligro permanente para todos, sobretodo para el sector joven de la sociedad, ya que es ése, el que las autoridades consideran más necesario reprimir, debido a que, con la represión, se intenta lograr que sus integrantes lleguen amansados a la edad adulta, porque de esto no ocurrir, podrían volverse críticos y hasta detractores, del sistema antiigualitario vigente en todo el mundo, y, como es sabido: la función del estado, sea cual sea el gobierno que lo comande, es mantener la desigualdad de derechos y oportunidades entre los integrantes de la sociedad.

   Para aquel viernes, Amadeo había invitado a Caterina a comer a su casa tras salir del colegio, y ella, que de él, mucho gustaba, sin dudarlo aceptó.

Mediodía

   Ni bien salieron de la escuela, tomaron el colectivo en Avenida 1 y Calle 49, o sea, justo enfrente de la misma; una vez en el vehículo de transporte público, tras el mismo haber hecho unas doce cuadras, se detuvo para que un pasajero, bajara, mientras tanto, por la puerta delantera ingresaron dos militares que empezaron a pedirle documentos a los pasajeros; sabiendo que ni la policía ni los milicos, necesitaban un motivo para llevarse detenidas a las personas, en pos de evitar la posible detención, aprovechando que la puerta trasera estaba abierta, y que tanto él como su compañera del colegio, se encontraban de pie cerca de la misma, Amadeo le dijo a Caterina: 
   -Bajemos.
   Entonces ambos bajaron del vehículo y mientras se alejaban del lugar, desde detrás, un soldado les gritó:
   -¡Alto!
   Entonces Amadeo le dijo a Caterina:
   -Sigamos sigamos.
  No habían pasado ni cinco segundos del desacato de los jóvenes al uniformado, cuando dos detonaciones de fusil, se escucharon; Caterina vio a Amadeo, caer; de inmediato se acercaron varios militares y uno de ellos, que parecía ser el que comandaba la razia, tras constatar que el joven estaba herido de muerte, preguntó:
   -¿Quién dio la orden de disparar? -nadie respondió; segundos después, sin demasiada severidad hacia sus subalternos, el militar dijo: -Bueno; vuelvan al camión.
   Y los soldados, incluyendo al que había disparado, volvieron al vehículo militar que se encontraba frente al colectivo, cerrándole el paso.
   Mientras tanto, totalmente conmocionada, Caterina lentamente se alejó del lugar sin que nadie reparara en ella, dado que el operativo de identificación y detención arbitraria de personas, se encontraba temporalmente suspendido por el hecho de sangre, recién ocurrido.
   Cuando la chica estuvo ya totalmente fuera de la vista de los terroristas de estado, empezó a correr rumbo a su casa, no sin culpa, por haber dejado a Amadeo, aunque tuviera la certeza de su muerte, ya que no consideraba que pudiera haber sobrevivido a los dos disparos que en su espalda, había recibido.
   Una vez en su vivienda, le contó a sus padres lo que había ocurrido y les dijo que había que denunciarlo; su papá, de inmediato le dijo:
   -Caterina: estamos bajo una dictadura militar; si denunciamos a los militares, lo mínimo que nos pasa, es que nos ponen una bomba.
   Entre lágrimas, su hija dijo:
   -Entonces… ¿no hay que hacer nada?
   Su madre respondió:
   -Es que… lamentablemente no se puede hacer nada.
   Caterina miró a sus progenitores con tristeza, ira y desesperación, y, llorando, se fue a su cuarto.

   Ese mismo día, las ediciones vespertinas de varios diarios, publicaron la (mentirosa) noticia de que “El terrorista subversivo Amadeo Soler, fue abatido durante un enfrentamiento con fuerzas del ejército.”

Días sucesivos

   Las siguientes semanas fueron para Caterina, terriblemente dolorosas; la invadía un gran dolor por haber perdido a Amadeo, y al mismo se sumaba la culpa de haberlo dejado (si bien, tras los militares haberlo matado, irse fue lo más prudente que pudo hacer), también la impotencia de no poder hacer nada para que los culpables de su muerte, fueran castigados y además, el sufrimiento generado por el silencio que sobre el hecho, debía guardar; esto último, casi podemos decir que fue para ella, lo peor durante ese periodo, ya que en la escuela, sobre Amadeo, nadie hablaba; solamente había ocurrido que el siguiente día de clases, algunos compañeros, tras acercársele, en silencio, la tomaron de las manos; nada más que eso fue lo que había constituido el recordatorio de que a Amadeo lo habían matado, dado que posteriormente, todos actuaban como si él nunca hubiera existido; había un acuerdo tácito entre todas las partes (alumnado y profesorado) para que esto, así fuera, producto del terror en el que, con sus acciones, los militares habían sumido a la población; la adolescente ni siquiera podía ir a ver a la familia del joven asesinado, porque sus padres, por miedo a que la casa de ellos estuviera vigilada, se lo habían prohibido; todo esto resultó en que hubiera en Caterina, una angustia total, que, afortunadamente no derivó en que sus progenitores cometieran el GRAVÍSIMO ERROR de mandarla al psicólogo (que en el 99,9 % de los casos, deriva al psiquiatra, que dispone un tratamiento con drogas terriblemente nocivas, que llevan a una destrucción física y anímica de la persona tratada, que resulta en que la misma empeore si está mal, y se malogre si está bien), y en el mismo, no incurrieron, pero no por ellos estar informados sobre lo terrible del accionar psiquiátrico, que tiene por partícipes necesarios, a los psicólogos, sino por el hecho de que mandarla a ver a esos represores disfrazados de “profesionales de la salud mental”, habría implicado que les contara por qué se sentía tan mal, y eso, en aquellos tiempos, no era prudente, por eso fue que ni siquiera lo consideraron.

28 de mayo: línea de fuga

   Las semanas pasaron y un día, mientras, por imposición militar, un profesor hablaba sobre el respeto que hay que tenerle a las instituciones, sobretodo a la policía y a las Fuerzas Armadas, Caterina, que previo al tratamiento del docente de ese tema, pasaba por un momento de relativa tranquilidad, sintiendo que la misma, con cada palabra del profesor, se hacía pedazos, pidió permiso para ir al baño, y tras serle concedido, en vez de al mismo, dirigirse, se acercó a una ventana abierta (no se encontraba en planta baja, sino en un piso superior) y, vacilando poco y nada, saltó hacia un patio del recinto escolar, muriendo en el acto; tras esto ocurrir, con su conciencia ya escindida de su materia, desde lo alto vio a su propio cuerpo en el piso, seguidamente su visión hizo un recorrido hacia atrás en el tiempo y hacia el interior del colectivo en el que el 7 de mayo, viajaba junto a Amadeo hacia su casa; tras verse junto a él, su conciencia se integró a su cuerpo; una vez esto ocurrido, miró hacia delante y, con gran preocupación, tras tomarlo de una mano, a Amadeo le dijo:
   -¡Bajemos acá!
   Él dijo:
   -Pero mirá que falta todavía para llegar a mi casa.
   Pero Caterina, haciendo caso omiso a su compañero, tocó el timbre y el colectivo frenó exactamente seis cuadras antes de la esquina en la cual, la razia militar de consecuencias trágicas para Amadeo, su familia y Caterina, tendría lugar.
   Una vez fuera del colectivo, Amadeo dijo:
   -¿Ya no querés venir a mi casa?
   -Sí que quiero -respondió ella sonriendo.
   -Entonces ¿por qué quisiste bajar acá?
   -Porque quiero caminar.
   Y con malestar por pensar en la larga distancia que de su casa, los separaba, el joven le dijo:
   -Estamos como a veinte cuadras de mi casa… vamos a tener que caminar un…
   Pero no llegó a terminar lo que estaba diciendo, porque Caterina, por vez primera, lo besó en los labios; seguidamente lo abrazó, y abrazados permanecieron un rato hasta que, tras ponerse a su lado, sin dejar de abrazarlo, ella dijo:
   -Vamos, Ama.
   Y así, por un camino distinto al que habrían hecho en colectivo, emprendieron una lenta caminata hacia la casa de Amadeo que, tanto para él como para su, desde ese día, novia, fue gloriosa.



(*) CNU: Concentración Nacional Universitaria; este grupo empezó reprimiendo a militantes de izquierda en el ámbito universitario y posteriormente extendió su accionar al ámbito secundario; llegó también a reprimir, fuera del ámbito educativo y no sólo en Buenos Aires, sino también, en otras provincias.