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martes, 6 de agosto de 2024

María Clara y compañía: “vacaciones” montoneras (capítulo 11) (cuento) - Martín Rabezzana

(Nuevo capítulo de mi serie: “María Clara”, y segundo capítulo y tres cuartos, de mi serie de tres capítulos: “Lili Combatiente”).


-Palabras: 3.531-

Irradiación clarividencial


   Tras el inesperado hecho de sangre en el que se vieron involucradas en la ciudad de Santa Rosa, La Pampa, María Clara y Daniela llegaron junto a Lili a la casa en la que se encontraban compañeros combatientes de ésta última; cuando transitaban la calle Victoria a la altura aproximada de 165, poco antes de llegar a la calle Emilio Mitre, Lili le dijo a la conductora, que era Daniela:

   -Estacioná acá.

   -Pero si vos dijiste que la casa queda en la otra cuadra -respondió ella.

   -Sí, pero antes tengo que entrar yo sola para avisarle a mis compañeros que llegan ustedes, porque si aparezco de improviso con personas que no conocen, se pueden alarmar y…

   -Aaahh... es verdad -dijo Daniela.

   Y así fue que, tras el Renault 6, estacionar, Lili rápidamente bajó, caminó hasta la vivienda en cuestión y a la misma, ingresó; menos de un minuto después, salió, y con una seña le pidió a sus nuevas compañeras que se acercaran, así fue que ellas bajaron del auto y caminaron hasta la casa en la que, de los cinco combatientes revolucionarios que ahí se alojaban (sin contar a Lili), había en ese momento, tres (dos varones y una mujer).

   Tras ingresar a la vivienda y haberse realizado las presentaciones correspondientes, Daniela dijo:

   -Bueeehhh... ¡por fin! -y levantando la bolsa de plástico que llevaba, dijo: -¡Tostados y pastafrola! ¿Quién quiere?

   Uno de los montoneros, llamado Miguel, dijo:

   -¡Pastafrola! ¡Qué bueno! Dámela que la corto.

   Y la combatiente uruguaya se la dio; otro montonero llamado Teo, le preguntó:

   -¿Pongo agua para el mate?   

   -¡Dale! -respondió ella que, seguidamente sacó el paquete con los tostados, lo puso sobre una mesa ratona, alrededor de la cual, los guerrilleros se acomodaron, y señalando al ambiente contiguo, que era el de la cocina, preguntó si podía ahí lavarse las manos, le fue respondido que sí, y tras habérselas lavado y secado con un repasador que Teo le alcanzó, rápidamente se acomodó en uno de los sillones frente a la mesa ratona en la que había dejado el paquete de tostados que inmediatamente abrió y tras hacerlo, dijo: -Los que quieran, que agarren -y ella agarró y se mandó uno; seguidamente instó a Lili, que estaba visiblemente conmovida por lo ocurrido recientemente, a comer un poco, a lo cual, ella se negó, pero finalmente lo hizo tras un poco de insistencia de María Clara, al tiempo que la compañera, cuyo apodo era Marisa, les acercaba vasos y Miguel les servía gaseosa de naranja desde una botella de litro.

   Tras estar lista el agua y haber los combatientes empezado a compartir mate y pastafrola, Miguel dijo:

   -Bueno... ahora que ya están más distendidas, nos pueden empezar a contar qué pasó y por qué están acá.

   Entonces María Clara dijo:

   -Daniela y yo venimos de realizar varias operaciones en diferentes lugares del país, y hace unos días la conducción dispuso que debíamos tomarnos un descanso, entonces nos asignó una casa en La Pampa; así fue que llegamos ayer, y fue que hace un rato, cuando fuimos al centro para comprar algo de comer, escuchamos disparos, nos acercamos a la ventana, y vimos a Lili empuñando un revólver y a un tipo frente a ella, abatido por sus disparos. Después aparecieron policías y los tuvimos que matar.

   -El tipo era milico -dijo Lili.

   -¿Lo conocías? -preguntó Daniela.

   Lili negó con la cabeza, después dijo: 

   -Pero lo sabía.

   María Clara le preguntó:

   -¿Y cómo lo sabías? Si estaba de civil y no lo conocías.

   Lili no respondió; Teo dijo:

   -Es que ella… ve cosas.

   Y Daniela, tras unos segundos en que se mostró desconcertada, preguntó:

   -¿Cómo que ve cosas? 

   -Sí -dijo Teo -; ve cosas que pasaron y que van a pasar. 

   Entonces María Clara miró sorprendida a Lili y al ella devolverle la mirada, como si se hubiera teletransportado, se encontró detrás de la compañera puntana, que esperaba que su pedido estuviera listo, en el bar en el que, un rato antes, había estado junto a su compañera; le habló, pero ella no respondió, entonces intentó tocarle un brazo pero su mano la traspasó; segundos después, vio a Daniela y a una joven que era ella misma, ingresar al lugar y tras realizar su compra, las vio salir; inmediatamente se acercó a la puerta y vio al hombre al que Lili había matado, dispararles por la espalda; la combatiente rosarina se vio a sí misma muerta en el piso y a Daniela, herida; después vio al represor, patear a Daniela, vio llegar corriendo a un policía que estaba en el área y después, al patrullero desde cuya radio, uno de sus efectivos informó del hecho a la comisaría desde la cual, el mismo le fue a su vez comunicado a una autoridad militar que de inmediato envió a un grupo de tareas en un Ford Falcon, que se llevó a Daniela y al cuerpo abatido de María Clara, hasta un centro clandestino de detención; todo esto lo vio en blanco y negro; tras esto último, que entendió que se trataba de visiones de hechos que habrían ocurrido de Lili no haber intervenido, volvió a encontrarse sentada junto a ella en la casa pampeana a la que minutos atrás, había llegado, y tras unos segundos en los que evidenció en su expresión, estupor, le dijo:

   -El tipo nos estaba por matar… -y tras tomarla de un antebrazo, agregó: -Nos salvaste…

   Entonces Daniela, no entendiendo a qué se refería María Clara, preguntó:

   -¿Qué?

   Pero nadie respondió.


Sobre Miguel, Teo y Marisa


   Los tres montoneros que en la casa recibieron a María Clara y a Daniela, o sea, Miguel, Teo y Marisa, hasta el año anterior (es decir, hasta 1975), eran empleados de la empresa Acindar, situada en Villa Constitución, provincia de Santa Fe; en la misma, en marzo de 1974 (durante el último gobierno de Perón), los trabajadores salieron victoriosos de un periodo de huelgas que tenían por objetivo, lograr aumentos salariales y mejores condiciones de trabajo; esto fue celebrado con una manifestación que tuvo lugar en la plaza principal de la ciudad, a la que asistieron más de 10 mil personas de diversos sectores de la sociedad, pero pocos meses después, Perón murió y la derechización del peronismo que él mismo había iniciado, tras un periodo izquierdista materializado en la presidencia de su delegado devenido presidente, Héctor Cámpora, se profundizó, y fue así que las conquistas de la clase trabajadora, durante el gobierno de su esposa y sucesora, María Estela Martínez de Perón, fueron siendo, una a una, destruidas y quienes habían luchado por lograrlas, fueron reprimidos del modo más extremo; así fue que en marzo de 1975, más de 4 mil represores del estado (es decir, policía provincial y federal, prefectura naval y Triple A), invadieron la ciudad y secuestraron a cientos de obreros de Acindar a quienes en muchos casos, torturaron dentro de un sector de la misma empresa; sector que sus propios directivos habían cedido para que funcionara como centro clandestino de detención y tortura; dichos directivos habían también confeccionado listas de trabajadores desobedientes que posteriormente entregaron a las fuerzas represivas.

   Tras un periodo de cautiverio y tormentos, muchos de los trabajadores temporalmente desaparecidos, fueron liberados, pero otros, fueron muertos y otros, hechos desaparecer permanentemente.

   De Acindar era entonces presidente José Alfredo Martínez de Hoz, que tras el golpe de estado del 24 de Marzo de 1976, fue nombrado ministro de economía, puesto desde el cual, favoreció a dicha empresa y, al igual que ocurrió con muchísimas otras grandes empresas privadas, sobre el final de la dictadura, su deuda fue transferida al estado; esto lleva automáticamente a concluir que dichas empresas, así como otras que se beneficiaron de otros modos durante el gobierno de facto, financiaron a los militares para que tomaran el poder e hicieran lo que hicieron, es decir: actuar en defensa de sus privilegios.

   Tanto Teo como Marisa y Miguel, se vieron obligados a escapar de la provincia tras la represión contra los trabajadores de Acindar, ya mencionada, dado que, de ahí quedarse, serían víctimas seguras del accionar de los represores al cual, Marisa y Miguel, habían logrado evadir, pero no así, Teo, que si bien, sobrevivió, estuvo un tiempo en calidad de detenido-desaparecido durante el periodo de represión, mencionado, y fue hecho pasar por lo peor previo a ser liberado; fue tras todo esto que tanto él como Marisa y Miguel, decidieron sumarse a Montoneros aun no estando demasiado de acuerdo con sus ideas políticas ni con su accionar, y estos casos de personas no muy convencidas (o nada convencidas) de las ideas de grupos guerrilleros, que a los mismos ingresaron en un intento de sobrevivir, fue absolutamente común, dado que fue el mismo accionar represivo y cruel de las autoridades, lo que generó el medio ambiente propicio para la aparición de personas deseosas de no ser víctimas indefensas de ellas, y la única manera de no serlo, implicaba agarrar armas y juntarse con otros que hicieran lo mismo; esta historización, que la derecha se niega SIEMPRE a hacer, expone que, lejos de ser “loquitos” salidos de la nada que por motivos desconocidos, hicieron lo que hicieron, quienes conformaron organizaciones armadas irregulares, eran producidos en serie por el mismo sistema social basado en la desigualdad y sostenido invariablemente con represión.


Medio ambiente social en el que surgieron las organizaciones guerrilleras argentinas


   En el año 1969 (es decir, durante la dictadura autodenominada: “Revolución Argentina”), producto del incumplimiento en el pago de sueldos en que incurrieron varias empresas y de las medidas regresivas y antipopulares, que el gobierno había tomado, que incluían, entre otras cosas, la supresión de horas de descanso laboral, el aumento de las tarifas de electricidad y el cierre de fuentes de trabajo, se dieron protestas masivas en varios lugares del país, que derivaron en que miles de personas fueran detenidas, heridas, y algunas de ellas, hasta muertas por la policía y los militares; la acción represiva de las autoridades, resultó a su vez en que se iniciaran nuevas protestas en cadena que se sucederían a lo largo de los siguientes años.

   La mayoría de las agrupaciones guerrilleras se identificaba con Perón, sin que esto necesariamente signifique que todos sus miembros y simpatizantes, procedieran de ámbitos peronistas, ya que muchos de ellos carecían de toda identidad política hasta que el descontento por lo que consideraban, políticas injustas y represiones injustificadas, los llevó a concluir que la situación en curso, no había tenido inicio en la dictadura en la que vivían, sino durante el derrocamiento de Perón en el 55, que derivó en la prohibición de su partido Justicialista, convirtiendo esto a su líder, en símbolo de insurrección y de oposición a las políticas antipopulares, de ahí que muchos jóvenes empezaran a definirse “peronistas” durante la década del 60 y pidieran (así como también lo hicieron, muchas personas no peronistas) la habilitación del regreso de Perón al país y a la política.


Puebladas 


   En el año 1969, en la provincia de Corrientes, a comienzos del ciclo lectivo, en la Universidad Nacional del Nordeste, el gobierno militar, a través del interventor que designó, disolvió a los centros de estudiantes y aumentó drásticamente los precios del comedor universitario; esto último llevaría inevitablemente a su cierre y a su posterior privatización; ante esto, los estudiantes protestaron a diario, hicieron huelga durante semanas enteras y obtuvieron el apoyo de docentes, estudiantes secundarios, sindicalistas y población general; tal era el repudio hacia las autoridades por sus medidas (que excedían a las tomadas en el ámbito universitario), que en alguna oportunidad los policías se negaron a cumplir con la orden de reprimir a los manifestantes porque no sólo ellos estaban dispuestos a enfrentarlos, sino también los vecinos de las viviendas situadas en el área de la protesta que, cual si estuvieran ante las invasiones británicas de principios del siglo 19, los atacaban con cualquier objeto contundente que tuvieran a mano y hasta con agua hirviente (esto último, en el caso de Corrientes, no es parte de la leyenda, sino de la realidad); el mismísimo gobernador, por miedo a caer ante la furia de la población, decidió irse de la casa de gobierno, no obstante, era cuestión de tiempo para que la policía retomara la represión, y cuando lo hizo, le causó la muerte al estudiante de 22 años, Juan José Cabral; pocos días después de este hecho, estudiantes de la Universidad Nacional de Rosario, se manifiestan en un acto de repudio a dicho asesinato y en adhesión a los reclamos de los manifestantes correntinos; los jóvenes son reprimidos por la policía y es muerto por la misma, el estudiante de 15 años, Luis Blanco; esto derivó en más y más protestas, en más huelgas y en más y más, represión; en las calles se crearon barricadas y fogatas que separaban a los miles de manifestantes de las fuerzas represivas que, incansablemente lanzaban gases lacrimógenos contra ellos y disparaban balas de goma, a veces, y de plomo, otras.

   A las puebladas mencionadas, que fueron denominadas: “Correntinazo” y “Rosariazo”, le siguió  la pueblada denominada: “Cordobazo”, originada por la supresión por parte del gobierno, de las horas de descanso laboral del día sábado, que habían sido legalmente reconocidas, décadas atrás; esto generó un descontento en la clase trabajadora que llevó a muchos sindicatos a declararse en huelga; a las protestas por esto en particular, y por descontento general con el gobierno militar, se sumó cualquier cantidad de estudiantes y personas de todos los sectores sociales, que, al igual que en Rosario, pero a mucha mayor escala, formaron barricadas, prendieron fogatas y enfrentaron a las fuerzas represivas lanzándoles rulemanes, piedras y bombas molotov; fue tal la resistencia de las decenas de miles de manifestantes enfurecidos que ocupaban más de cien manzanas, que en determinado momento la policía debió abandonar el área; durante esos días, los manifestantes incendiaron comisarías, recintos militares, empresas imperialistas y oficinas estatales; increíblemente (debido a la magnitud de los hechos), la represión de las autoridades, hasta donde se sabe, dejó un saldo de solamente 4 muertos y menos de 200 heridos.

   En el mismo periodo de fines de los años 1960 y principios de la década del setenta, se dieron otros actos masivos insurreccionales en diversas provincias, a saber: “El Salteñazo”, en la provincia de Salta, el “Tucumanazo”, en la provincia de Tucumán, el “Casildazo”, en la provincia de Santa Fe, el “Jujeñazo”, en la provincia de Jujuy, el “Rawsonazo”, en la provincia de Chubut, el “Mendozazo”, en la provincia de Mendoza, el “Quintazo”, en la provincia de Tucumán,  el “Animanazo”, en la provincia de Salta, el “Trelewazo”, en la provincia de Chubut, más otras insurrecciones que, si bien fueron importantes, no llegaron a alcanzar el estatus de “puebladas”.

   Todo lo recién contado, expone lo ridículo de la “teoría de los dos demonios”, según la cual, las autoridades reprimieron ilegalmente únicamente a guerrilleros, constituyendo los represores del estado, un “demonio” y los guerrilleros, otro, cuando la realidad es que las autoridades reprimieron mayormente a personas desarmadas que, desde diferentes lugares de la sociedad, se habían organizado para expresar rechazo y oponerle resistencia, a políticas arbitrarias y contrarias a los intereses populares.

   La lucha armada existió, pero fue tan sólo una de las manifestaciones de la insurrección que se venía dando repetida y masivamente en casi todo el país; la consideración de que sólo los guerrilleros fueron reprimidos, es totalmente reduccionista y, por consiguiente, sesgada y antihistórica, y es justamente la deshistorización, algo imprescindible en las ideologías que siempre reivindican a las represiones perpetradas por los estados, ya que la debida historización (salvo en el caso en que uno sea un facho nato), lleva casi invariablemente a justificar el accionar de la resistencia a las autoridades incluso cuando la misma se materializa en acciones armadas.


Más irradiación clarividencial


   Al Daniela descreer de Teo al éste decir de Lili que: “ve cosas que pasaron y que van a pasar”, mirando a Lili, preguntó:

   -Lili… ¿sos clarividente? 

   Lili no respondió, entonces Teo dijo:

   -Sí. Es.

   Entonces Daniela, con mirada risueña, le dijo a Teo:

   -¡Pero no me digas que vos creés en esas cosas!

   E inmediatamente, tras decir esto, Daniela, como si se hubiera teletransportado, se vio en la empresa Acindar en la cual, vio a Marisa, a Miguel y a Teo, ser parte de una huelga; después vio a los obreros, escapar, tras la llegada de miles de represores; vio a Teo caer en manos de las fuerzas represivas y ser hecho pasar por lo peor; después lo vio ser liberado y después lo vio ingresar a Montoneros y recibir instrucción en el manejo de armas junto a sus ex compañeros de Acindar: Marisa y Miguel; después vio a estos tres compañeros, yendo a buscar a uno de los torturadores de Teo, que era un policía residente en su mismo barrio a quien él había logrado ver, estando secuestrado en el centro clandestino de detención de la fábrica mencionada, al habérsele en cierto momento, bajado parcialmente la venda que sobre los ojos, le habían puesto.


Daniela sigue siendo testigo presencial


   Era una mañana de niebla levemente fría; hasta hacía un rato, había estado lloviznando.

   El represor salió de su casa rumbo al “trabajo” y ni bien dobló la esquina, abruptamente detuvo su marcha por tener parado frente a sí, a Teo, que, con una expresión severa pero tranquila, que parecía ser (y lo era) la calma que precede a la tormenta, miró profundamente a los ojos al terrorista de estado; éste tuvo apenas un segundo de desconcierto respecto a la identidad del hombre que tenía delante; al siguiente instante, lo reconoció, y fue tal el pánico que el represor del estado, sintió, que ni siquiera intentó sacar su pistola reglamentaria, aunque el hombre frente a él, no le estuviera en ese momento, exhibiendo ningún arma, lo único que atinó a hacer, fue dar media vuelta e intentar correr, pero ni bien se dio vuelta, se encontró con Marisa, que sostenía un arma larga que venía ocultando bajo el piloto que llevaba, lo cual lo llevó a volver a dar media vuelta y verse de frente con Teo, que le dijo:

   -Hacete el guapo ahora, ¡HIJO DE PUTA!

   El policía, nada dijo; segundos después, pudo finalmente llevar una mano a su arma reglamentaria pero no llegó a sacarla porque fue derribado por un golpe de puño asestado por Teo que de inmediato sacó un revólver y contra el represor, abrió fuego dos veces; a dichos disparos se sumó otro, efectuado por Marisa, con una poderosa Bataan 71 recortada, a muy corta distancia, que al policía le destruyó el pecho; tras el ajusticiamiento haberse realizado, un Dodge 1500 conducido por Miguel, se les acercó y al mismo, ambos guerrilleros subieron y exitosamente escaparon del lugar.

   Tras ver todo esto como si hubiera sido un testigo presencial invisible, Daniela volvió a verse junto a sus compañeros; segundos después, tras notar su expresión como perdida, Teo le preguntó:

   -¿Estás bien, Daniela?

   Y tras unos instantes, Daniela dijo:

   -Sí… es que… te vi… y también a Marisa y a Miguel… los vi durante la huelga y también… también los vi ajusticiando a un policía, una mañana de niebla… a ese policía que vos reconociste como uno de tus represores...

   Debido al silencio que siguió, Daniela dijo:

   -No me creen… está bien, es lógico. 

   Miguel dijo:

   -Sí que te creemos, lo que pasa es que no nos sorprendiste porque esto de que la clarividencia de Lili, sea irradiada y se vuelvan a veces, clarividentes, quienes la rodean, ya lo sabíamos; todos nosotros ya lo experimentamos en algún momento.

   Entonces Daniela miró a María Clara y ambas sonrieron; después miraron a Lili, que con expresión tímida permanecía callada y supieron que se encontraban junto a una persona muuuuy especial.

   Un rato después, llegaron los otros dos compañeros montoneros a la casa; tras serles presentadas María Clara y Daniela, uno de ellos les contó que al día siguiente, realizarían una operación militar a la que podrían sumarse; ambas combatientes, sin dudarlo, aceptaron.


Final del día


   Unas horas más tarde, tras hablar de cualquier cosa, mirar televisión y cenar, las mujeres se fueron a dormir; los varones se quedarían despiertos haciendo guardia por si la represión se acercaba; horas después, intercambiarían posiciones y serían los varones los que dormirían mientras guardia, harían las mujeres.

   Estando en uno de los dormitorios, acostada en una cama junto a la que ocupaba Daniela, María Clara le dijo:

   -Este pedido de la conducción de que nos “guardáramos” por un tiempo, yo creí que nos iba a posibilitar, descansar un poco… ¡pero mirá en la que nos metimos!

   Daniela dijo:

   -En realidad… sí estamos descansando, lo que pasa es que las vacaciones montoneras, son así, así que, ¡acostumbrate!    

   Marisa, que en otra cama estaba por acostarse, se rió; Lili, que estaba ya acostada en otra cama y que tras un inicio de introversión, en las últimas horas había logrado entrar en confianza con sus nuevas compañeras y conversar fluidamente con ellas, ante esto último, también se rió, y lo hizo a tal punto que sólo con gran dificultad, logró ponerle fin a la risa.


   Esa noche, todas durmieron apaciblemente.