La mina (alta
fisura, alta choborra, joven y linda) se encontró en un local nocturno con un
conocido (no tan joven ya; en la segunda juventud, pero bien mantenido por su afición
a la comida saludable y al entrenamiento) que al compadecerse de su estado
lamentable se ofreció (sin segundas intenciones) a llevarla a su casa. Ella
aceptó y salieron; el panorama afuera presentaba a muchos jóvenes en el piso
arruinados por los excesos; apestaban a alcohol, vómito, orina propia (y hasta
ajena) y… bueno;… algunos/as estaban a medio vestir y por todo esto todos/as se
encontraban en un estado autoinducido de gran vulnerabilidad, es por eso que
ella tuvo suerte de encontrarlo ya que de no haberlo hecho podría haber
terminado siendo una persona más en ese espectáculo innegablemente triste.
Fueron en remís
hasta el edificio donde ella vivía y subieron al cuarto piso; al bajar del
ascensor vieron a un grandote que golpeaba una puerta e insultaba; los vecinos
se quejaban de que la policía a la que habían llamado no llegaba; el tipo vio a
la mujer en compañía de su conocido (amigo
sería decir demasiado) y se le acercó entre puteadas dirigidas a ambos; el
conocido de la mujer al ver al tipo acercársele no esperó que tuviera lugar la
aparentemente inminente agresión y le dio un derechazo en la frente que lo hizo
tambalear, irse hacia atrás y golpearse la cabeza contra la pared; el legítimo
golpeador le dijo:
-¡No la sigás,
dejalo así y tomátelás!
El tipo dudó
unos segundos pero resolvió hacerle caso y se fue.
Fue un nocaut de
esos del noble boxeo amateur en que no se espera a que un pugilista esté
totalmente conmocionado o destruido para detener la pelea; mejor así.
Entraron al
departamento y la mina se dirigió apuradamente al baño con la intención
infructuosa de vomitar; al rato salió y tras entrar en su pieza, se desplomó en
la cama; su conocido fue hasta la cocina y encontró una botella que le pareció
reconocer; le sacó la tapa para poder percibir el aroma de su contenido y
confirmó lo que sospechaba: era agua de mar que él mismo le había regalado
meses antes; ella todavía no la había tomado; vertió un poco de la misma en un
vaso y lo terminó llenando con agua común para que el gusto no fuera tan fuerte;
después fue al lavadero y agarró un balde que llevó junto al vaso hasta la
pieza de la mujer; extendiéndole la bebida, le dijo:
-Tomá.
Ella, que estaba
acostada, se incorporó con dificultad y tomó un trago, después con expresión de
asco dijo:
-¿Qué es esto?
-¡Agua de mar, boluda!
¿Qué va a ser?
-¡Es horrible!
-Sí, pero te va
a limpiar por dentro, así que, preparate para vomitar.
Le acercó el
balde y la instó a tomar el resto del
vaso, lo cual hizo. Al rato vomitó varios Fernets con Coca y comida no
precisamente naturista, tras lo cual, conteniendo la respiración, su conocido
llevó el balde al baño y apartando la vista lo vació en el inodoro, después
volvió a la pieza; la mujer le dijo que no podía creer cuánto mejor estaba; a
todo esto ya había pasado como una hora y media desde que habían llegado; él le
preguntó:
-¿Quién era el
tipo al que golpeé?
-Mi ex novio.
-Ah… …Bueno;… yo ya
me voy; ¿estás en condiciones de bajar a abrirme?
-Sí, ya estoy re
bien; gracias por todo.
Él asintió;
bajaron y se despidieron.
Ya estaba amaneciendo
cuando él salió y hacía frío; se puso la capucha de su campera y al
ver su sombra en el piso, se detuvo y mientras la contemplaba, al mejor estilo
de los boxeadores de antaño, lanzó una combinación de golpes al aire, después
reanudó su marcha y recordando el suceso violento vivido pocas horas
atrás, como chamuyándole a la luna, sonriendo dijo:
-¡Como en mis
mejores tiempos!