jueves, 22 de noviembre de 2018

La peor forma de autodestrucción (cuento) - Martín Rabezzana



   Con evidente malestar emocional un hombre se acercó a otro en el andén de una estación de subte y le dijo:
   -Cuando no se logra cumplir ninguna meta y se siente que se acaba el tiempo (o que ya se acabó hace rato), es imposible no tener ganas de morir… -y señalando tristemente a las vías, agregó: -No hay día en que no piense en tirarme ahí.
   El suicida le habrá visto pinta de persona buena, caritativa, de militante antisuicida o algo así, al menos es lo que posteriormente pensó ya que había otras personas alrededor a las que podría haberse dirigido pero no lo hizo; se dirigió a él como si presintiera que era la persona correcta para decir algo sobre la situación planteada, y en base a lo que le expresaría, se puede concluir que lo era; le dijo:
   -Es normal que los suicidas elijan las vías del tren y del subte para autodestruirse, tal es así que los maquinistas de trenes y subtes de todo el mundo tienen, tras algunos años de profesión, un anecdotario de tragedias muy extenso por culpa de los suicidas ya que a todos ellos les pasa muchas veces en su vida laboral el ser partícipes involuntarios de sus muertes, y aunque de ellas no tengan la culpa, el sentir de culpabilidad es algo que suelen tener igual, y no sólo por eso tienen habitualmente problemas a nivel emocional, sino también porque por ley, tras embestir a alguien deben frenar y verificar cuál es el estado del individuo, y en los casos de suicidios exitosos, eso implica tener que ver al cuerpo hecho pedazos con las entrañas esparcidas por el piso, lo cual es lógico que les cause una impresión comúnmente generadora de un trauma, y no sólo a ellos, sino también a los transeúntes del área, a los bomberos, que legalmente son quienes tienen que remover los pedazos de cuerpo y a quienes trabajan en limpieza pública, ya que son quienes tienen que limpiar la sangre y los restos corporales que los bomberos no hayan removido; este es un motivo muy común por el que quienes trabajan en limpieza pública se quedan sin trabajo ya que tras presenciar tal cuadro, muchos renuncian inmediatamente por no soportarlo, y como la empresa de transporte está obligada a proveerle asistencia psicológica y médica a sus empleados, tras haber embestido a personas, los maquinistas son entrevistados por psicólogos que a su vez los derivan (o más bien los entregan) a psiquiatras que no sólo les prescriben veneno (es decir, psicofármacos), sino que hasta suelen pedir su internación forzosa en un neuropsiquiátrico por su supuesto bien, por lo que tras el hecho en cuestión, hasta suelen perder su libertad, y como los psicofármacos sólo empeoran el estado físico y anímico de quienes los consumen (ya que hasta los laboratorios productores de los mismos, incluyendo a los antidepresivos, admiten que su toma aumenta el riesgo de suicidarse), comúnmente terminan quitándose la vida… o sea, quienes se suicidan en las vías le terminan jodiendo la vida a los maquinistas, a los transeúntes que estén en el área, a los bomberos, al personal de limpieza pública e indirectamente hasta a las familias de todas estas personas, de ahí que el suicidio en las vías sea EL MÁS DESACONSEJABLE DE TODOS por iniciarse con el mismo una cadena de daño que no se sabe dónde va a terminar, por eso te digo que si estás decidido a matarte, elijas otra forma ya que la que estás considerando es la más cruel de todas.
   El suicida lo escuchó con mucha atención; era obvio por su expresión que lo que le había sido dicho le había llegado, por lo que dijo:
   -¡Carajo!…Nunca había pensado en nada de eso.
   El improvisado militante del no suicidio en las vías asintió en silencio con un gesto y el suicida, que tras manifestarle su deseo de matarse se esperaba que la persona le dijera lo obvio que en casos así habría sido: "no te mates", advirtió que en ningún momento le había dicho cosa tal, por lo que le preguntó:
   -¿No me vas a decir que no me mate?
   -Ah, sí; no te mates.
   Tras lo cual estrechó la mano del suicida y éste último se fue de la estación; lo que su interlocutor nunca sabría es que unos días después el suicida cumpliría con su cometido autodestructivo, pero no arrojándose a las vías, sino cortándose las venas.
   Mejor así.