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miércoles, 1 de diciembre de 2021

Los '20 y los '70 (segundo capítulo) (cuento) - Martín Rabezzana


   Tras la fuga en 1923 de 14 anarquistas presos en la Penitenciaría Nacional (la “Tierra del Fuego porteña”), se dieron diversas experiencias entre todos los prófugos, siendo el común denominador en todas ellas: lo extraño.
   El plan de todos los fugados (menos el de uno) era el de permanecer en las inmediaciones de la cárcel para despistar a las autoridades que seguramente esperaban que, tras escapar del centro de detención, intentaran inmediatamente irse de la ciudad.
   Unos camaradas libertarios que sabían del plan de fuga, les habían dicho que ocultarían ropa y plata en determinado auto que dejarían estacionado y cerrado sin llave, en una determinada calle cercana a la cárcel; la plata era mucha dado que dichos camaradas poseían billetes en cantidad casi ilimitada porque no sólo en lo ideológico eran camaradas, sino también en lo que a oficio respecta, es decir: eran falsificadores de dinero.
   Tras los prófugos encontrar el auto, cambiarse y repartirse equitativamente los billetes, acordaron dividirse en diferentes grupos; uno de ellos (constituido por dos personas) ingresó a un bar en el cual comieron y bebieron con la avidez propia de quienes han pasado hambre y sed durante años.
   Tras unas dos horas, los ex reclusos salieron del bar y empezaron a buscar un lugar en el cual dormir.
   La noche en la que tras largos años volvieron a caminar por la ciudad, estaba envuelta en una tenue neblina que rápidamente se volvió espesa niebla que poco y nada dejaba ver más allá de unos cuantos metros, por lo que sólo por el sonido pudieron percibir al auto que a toda velocidad se acercaba mientras lentamente cruzaban una calle; ante su inminente paso terminaron cruzándola casi corriendo (de no haberlo hecho habrían sido atropellados por el vehículo); al llegar a la esquina, el auto (que era un Ford Falcon de color verde) dobló y tras algunos segundos se oyó un choque que llevó a los dos hombres a intentar acercarse al lugar del suceso con la intención de prestar ayuda a los posibles heridos, pero en cuanto a la esquina llegaron, escucharon una innumerable cantidad de disparos que los hizo pegar media vuelta y retirarse; al encontrarse ya a varias cuadras del lugar del hecho, uno de los ex reclusos le dijo al otro:
   -¿Viste lo que era ese auto?
   -Sí… era raro;… nunca había visto un auto así; la forma que tenía era extraña; también el sonido y la velocidad a la que iba, eran extraños; el auto ese era como…
   Entonces, por estar embargado por el asombro, no prosiguió, por lo que su interlocutor le preguntó:
   -¿Era como qué?
   -Como del futuro.
   Su compañero, que estaba tan asombrado como él, nada dijo y retomaron su marcha en busca de un lugar donde dormir.
   A los pocos segundos advirtieron que todos los autos que pasaban eran también, al igual que aquel que casi los atropella, “como del futuro”, así como la urbanización que los rodeaba, motivo por el cual, se sintieron totalmente extraviados ya que tomaron conciencia de que se encontraban en una ciudad que no era aquella que habían conocido; era otra, con ciertas características que en alguna medida (aunque ínfima) la asemejaban a aquella en la que hasta hacía apenas un rato, habían estado, pero en la mayor parte de lo que vieron, solamente encontraron diferencias.
   Al doblar una esquina se encontraron con que a mitad de cuadra dos tipos empuñando armas se bajaban de un auto (que también era un Falcon) y se lanzaban sobre un hombre joven que fue por ellos fuertemente golpeado; los anarquistas corrieron hacia ellos y cuando ambos represores se disponían a subirlo al auto, los recién a la escena llegados, los empujaron y golpearon, por lo cual, cayeron al piso y con ellos, sus armas, entonces el joven al que habían intentado llevar al auto (que era un combatiente del ERP) (1) agarró una de las armas de fuego y disparó contra los dos represores hasta vaciar el cargador, causándole a ambos, la muerte, después agarró el arma del otro represor que había quedado en el suelo, se la puso en la cintura, subió al vehículo y se sentó frente al volante; a todo esto los anarquistas, que estaban totalmente sorprendidos, se quedaron parados en la vereda sin casi moverse, entonces el joven les gritó:
   -¡Vamos muchachos! ¡Suban!
   Y así lo hicieron; uno subió al asiento del acompañante y el otro, al de la parte trasera; tras arrancar a toda velocidad, el joven les dijo:
   -¡Gracias, che! ¡Me salvaron! –y tras algunos segundos, preguntó:
   -¿Son de las FAR (2) o de Montoneros?
   -No somos nada de eso –respondió uno de los hombres.
   -Ah, ¿y qué son?
   -Somos anarquistas -respondió el otro.
   -Anarquistas… ¡Ja! ¡Y yo que creía que a esta altura no quedaba ninguno!... Por suerte me equivoqué –y momentos después, dijo: -Me estaban esperando esos hijos de puta; tenían rodeada a toda la manzana de mi casa con cualquier cantidad de milicos; al verme por la calle en dirección a mi vivienda, un vecino me lo advirtió, por eso me fui para otro lado, pero tienen previsto que eso pueda ocurrir, de ahí que dejen siempre a un auto dando vueltas por la zona… lo que no tenían previsto esos fachos era que se cruzarían con dos discípulos de Néstor Majnó –y se rió.
   No muchas cuadras después, el partisano dijo:
   -Muy lejos no vamos a llegar en este auto.
   -¿Por qué? –preguntó uno de los anarquistas.
   -Porque casi no queda nafta, así que vamos hasta el puente de allá –y lo señaló –y vemos qué hacemos.
   Una vez en el puente, los tres ocupantes del auto bajaron del mismo y el joven del ERP, señalando al tren que por debajo de ellos se aproximaba, les dijo:
   -¿Alguna vez saltaron a un tren en movimiento?
   -Varias veces –respondió uno de los hombres sin mentir, ya que en sus cortas pero intensas vidas libertarias, ambos habían tenido que escapar de las autoridades en numerosas oportunidades siendo para ellos los vehículos de escape más comunes, los trenes a los que abordaban subrepticiamente desde los techos y de los cuales bajaban estando casi siempre los vehículos, en movimiento.
   -Ésta será otra, entonces.
   Y al pasar el tren por debajo de ellos, a su techo saltaron y sentados en el mismo, viajaron durante varios minutos.
   El combatiente, tras advertir lo anticuado de la vestimenta de los hombres, les dijo:
   -Ustedes no son de acá, ¿no?
   -No –dijo uno de los anarquistas.
   -Y, ¿de dónde son?
   El otro anarquista respondió:
   -Somos de muy lejos –y tras algunos segundos, le dijo: -Te va a parecer rara la pregunta, pero por favor respondela: ¿en qué fecha estamos?
   -Hoy es 24 de agosto.
   -Sí, pero ¿de qué año?
   -¿De qué año?... de 1976.
   Ambos anarquistas se miraron sin saber qué decirse, por lo que permanecieron en silencio tratando de aparentar tranquilidad.
   Al rato el partisano les dijo:
   -Por acá cerca hay una casa “limpia” que mi organización tiene para estos casos; ahí nos podemos quedar al menos esta noche… ya estamos por llegar, así que prepárense para saltar porque en la estación no bajamos, ya que ahí seguro que nos va a estar esperando otra patota.
   -¿Otra qué? –dijo uno de los anarquistas.
   -Otra patota –y recordando que si bien no le habían dicho de dónde eran, pero era obvio que del mismo lugar que él, no procedían, consideró que tal vez por ese motivo no habían comprendido al término por él empleado, por lo que inmediatamente dijo: –Un escuadrón de la muerte del estado como el que me fue a buscar hace un rato.
   Y tras algunos cientos de metros más, el combatiente les indicó que había que bajar del techo para después saltar; así lo hicieron, y ocurrió que tras el joven del ERP saltar del tren y mirar a su alrededor, no vio a ninguno de los anarquistas a pesar de ellos haber saltado incluso antes que él; los buscó durante un rato y finalmente se rindió por aceptar que en ese lugar no estaban; totalmente sorprendido, emprendió su camino hacia la casa ya mencionada; por su parte, los dos anarquistas habían también buscado al combatiente tras saltar del tren y no lo habían encontrado, pero no se sorprendieron demasiado ya que esa era tan sólo una más de las muchas cosas extrañas que esa noche habían vivido.
   Se dirigieron a una avenida por la cual caminaron durante un buen rato y en determinado momento advirtieron que todo a su alrededor, cambiaba: conforme avanzaban, los autos que veían pasar eran cada vez más ruidosos; los edificios y las casas eran cada vez más bajos y cuando todo el panorama a su alrededor se les hizo totalmente reconocible, tomaron conciencia de haber vuelto a su tiempo; con enorme alegría se encaminaron hacia la zona de “La Tierra”; una vez ahí, uno de sus camaradas prófugos los vio desde una ventana y salió a su encuentro; los hizo entrar a la vivienda en la cual estaban también otros ex reclusos fugados y tras los cálidos saludos, todos les hicieron muchas preguntas, ante las cuales, uno de ellos dijo:
   -Ahora les vamos a contar lo que nos pasó esta larga noche.
   Y el otro anarquista agregó:
   -Pero les advierto que lo que van a escuchar, no es fácil de creer, ¿eh? –y le preguntó a su amigo: -¿Quién de los dos empieza?
   Pero no llegó a responderle porque justo en ese momento uno de los habitantes de la vivienda anunció gritando que había llegado otro de los fugados de la penitenciaría; todos se le acercaron para saludarlo y rápidamente procedieron a cortarle las esposas que en sus muñecas traía; él también tenía una historia increíble (y verdadera) para contar.
 
 
(1) Ejército Revolucionario del Pueblo
(2) Fuerzas Armadas Revolucionarias