La llamada
realidad está compuesta de una serie de signos que al ser para alguien
indescifrables lo vuelven deseoso de alcanzar lo abstracto.
Uno entra en un
estado de conciencia distinto tras consumir ciertos vegetales, luego vuelve al
ordinario y se da cuenta de lo limitado del mismo, entonces vuelve a añadir la
infusión de “...” al agua dispuesta convenientemente en el mate que tiene como
objeto hacer menos desagradable el gusto de una planta intomable; tras varias
vueltas el cuarto ya no es el cuarto y el hastío ya no es hastío, sino un
sentir agradable y maravillado ante imágenes de dulcísima luminosidad. Sin
embargo a veces se entra por la puerta equivocada y uno se ve en un lugar de
soledad y condiciones climáticas desagradables; una vez me vi en un lugar
cubierto de nieve y azotado por el viento. Si bien pasaron solo minutos escasos
en mi habitación, debo haber pasado en ese lugar varios meses; una mañana me
acerqué a una fogata, miré hacia todos lados buscando a alguna persona y no la
encontré, entonces alguien tocó mi hombro y al darme vuelta una pelirroja de
pelo corto se encontraba ante mí; estaba seguro de haberla visto antes,
entonces le dije:
-Yo a vos te vi
en un sueño... ¿Te acordás de mí?
Ella me dijo que
no con la cabeza.
-¿En dónde estamos? -le pregunté.
-En un estado de
conciencia entre la vida y la muerte. Yo estoy en coma, vos estás drogado.
-¿Qué te paso?
-Me quise
suicidar tomando pastillas.
Le miré la
muñeca izquierda y ella al darse cuenta la levantó y me dijo:
-Esto es de un
intento previo... no funcionó obviamente.
-¿Hace cuánto
estás acá?
-No sé... el
tiempo no existe acá.
Me pregunté si
existía realmente o si era producto de ese estado de conciencia, entonces le
dije:
-¿Vos existís de
verdad?
Sí, existo -me
contestó muy tranquilamente y tras unos segundos en silencio me dijo:
-Quiero
pedirte que cuando vuelvas le digas a cierta persona que no quise lastimarla,
pero no pude soportar más... la vida no es para cualquiera. Para algunos es
agradable, pero para otros cada segundo es insoportable.
La miré pensando
que no se veía tan castigada por una vida miserable.
-No te ves tan
triste.
-No, acá se está
mucho mejor -me dijo y me sonrió.
-Hay un lugar de
miseria ausente y de visiones agradables al que quiero llegar... ¿por qué no
venís conmigo? -le dije.
-No puedo, la planta te lleva hasta ahí, vos la tomaste,
pero para mí ya es tarde, ya estoy medio muerta.
-¿Por qué
entonces estamos en el mismo lugar?
-Porque para vos
lo peor no es la infelicidad, sino el sentirte inútil; la planta te lleva
adonde quieras ir y vos quisiste inconscientemente llegar adonde tu ayuda fuera
necesaria, por eso estás acá... Cuando vuelvas le vas a decir a cierta persona
que el hecho de que me deseara la muerte no hizo que yo quisiera morir... no se
tiene que sentir mal por eso, yo la perdono, quiero que ella me perdone a mí y
quiero que sepa que siempre la quise y la voy a querer... le vas a hablar de la
promesa de la cual juramos no hablar nunca con nadie, entonces te va a creer.
La miré muy
atentamente por lo que ella supo que no había necesidad de repetirme lo que
había dicho.
-Ya tenés que
irte.
Yo quería
quedarme más tiempo con ella.
-¿Por qué no
venís conmigo?
-No puedo.
Me contó la promesa ya mencionada, me dio un beso y
caminé de vuelta hacia este estado de conciencia.
De vuelta acá me
di cuenta de que sabía de ella no sólo lo que me había dicho, sino además todo
tipo de otras cosas. Hechos de su vida y el sentir sufriente de su vida entera;
llamé por teléfono a la persona con la que tenía que hablar y se sintió mejor
al escuchar el mensaje de esa chica a través mío.
Quiero irme,
quiero estar en donde el sentido parezca ser algo existente y en donde de nadie
necesite; quiero que este mundo y toda esta vida no sean para mí más que
recuerdos inofensivos de un pasado lejano; hay una sola manera, no hay
absolutamente ninguna otra para alguien para quien la vida no es más que un
castigo cruel de lograr salir de todo esto: la muerte en otro estado de
conciencia.
Querría tener a
toda la vegetación de América fluyendo en mis venas, pero tengo que conformarme con lo que está a mi alcance: la planta ya mencionada y la yerba mate.
Veo colores por
todas partes, las nubes me rodean y el azul del firmamento oscurece al día
convirtiéndolo en noche; el sonido es tan indescriptible como agradable. La
visión de todo lo existente acá es cualquier cosa menos lastimante.
Siempre quise
morir y llevarme a todos conmigo, ahora no quiero nada de nadie. Me importan
tanto los demás como yo le importo a ellos: absolutamente nada.
Nadie puede ya
lastimarme con su presencia o ausencia, no necesito a nadie.
Ya no me importa
el dolor de los demás, el sinsentido de las cosas, la felicidad, ni lo que sea
que pueda pasar; siento hacia todo lo existente lo que todo lo existente sintió
siempre hacia mí: absoluta indiferencia.
El mundo puede
seguir su curso, estallar en mil pedazos, la humanidad puede emigrar de la
tierra, morir con ella, seguir igual o cambiar su naturaleza que a mí no me
importa; estoy más allá de todo, nada me alcanza. Soy la criatura más
insensible alguna vez existida en el universo; ya no tengo ganas de matar ni
necesidad de amar.
¿Quién podría
haber tenido como sueño cosa semejante?... Yo.