jueves, 21 de agosto de 2025

Corré, Daniela… ¡CORRÉ! (cuento) - Martín Rabezzana

-Palabras: 3.837-
Este cuento es parte de mi último libro, que es el número 24, llamado: "Vía dolorosísima"; les dejo el enlace para el PDF del mismo: https://drive.google.com/file/d/1h554yuvkWK9qen-NwSSl_kNmDVj0mZHp/view?usp=drive_link

Credos, dogmas y… más cosas

   Como es sabido: como parte fundamental del credo derechista argentino, hay una “verdad absoluta” según la cual, el último golpe de estado que en el país se dio el 24 de marzo de 1976, tuvo como objetivo salvar al “pueblo” de la “guerrilla apátrida”, cuando en realidad, su objetivo fue el de imponer un plan económico liberal favorecedor del poder económico concentrado que estaba en peligro, sí, pero no por causa del accionar guerrillero, sino por el altísimo grado de organización que el “sindicalismo combativo” había alcanzado en el primer lustro de la década de 1970, que le estaba ganando la partida a la “burocracia sindical”, que es la parodia del sindicalismo, ya que fue creada por los mismos patrones de las empresas, y es por esto que lo que realmente defiende, son privilegios empresariales.
   El sindicalismo combativo, que derivó en que en cada vez más fábricas y empresas de todo el país, los trabajadores se unieran en pos de luchar por la ampliación de sus derechos, resultó en aquellos años, en conquistas obreras tan significativas, que los grandes empresarios creyeron a su “derecho” a la explotación de sus empleados, en riesgo de vida, no siendo ésta, una creencia infundada, ya que el revolucionarismo entonces en boga, había llevado a muchos de ellos a buscar no sólo mejoras en lo que hace al ejercicio de sus actividades, sino además, control en la producción de la que eran parte, de ahí que los capitalistas financiaran a las Fuerzas Armadas y de “seguridad”, para que pusieran “orden”, lo cual, además de implicar la supresión del derecho a huelga y despidos masivos por motivos arbitrarios, implicó la represión más brutal a los trabajadores “molestos”, y dicha represión se hizo extensiva a quienes hubieran sido reclamadores de ampliación de derechos en el ámbito educativo secundario y universitario, de ahí la represión estatal contra personas no pertenecientes al ámbito laboral, siendo, no obstante, los sectores gremiales y sindicales combativos, los más golpeados por el terrorismo de estado iniciado años antes de la última dictadura y durante la misma, profundizado.
   No obstante haber tenido el terrorismo de estado por destinatarios en la gran mayoría de los casos, a personas ajenas a la lucha armada, a la hora de justificar la represión estatal, desde la derecha se mete a todas sus víctimas en la bolsa de la “subversión guerrillera”, es por eso que toda responsabilidad empresaria en el terrorismo de estado, desde la perspectiva derechista, haya sido inexistente, y así lo consideran los fachos (que suelen mayoritariamente autodenominarse “liberales” y/o de centroderecha), aunque haya fallos judiciales en que la participación empresaria, haya sido expuesta; por ejemplo, Ford, Mercedes Benz, Ledesma, Acindar y Loma Negra (por no citar más que a algunas grandes corporaciones cómplices del terrorismo de estado), eran empresas en las que los trabajadores habían alcanzado un muy alto grado de organización gremial y sindical, y cuando los reclamos sindicales llegaban al ámbito judicial, en cada vez más casos, los fallos eran favorables a la clase trabajadora, de ahí que a dichas empresas se les ordenara pagar indemnizaciones a sus empleados despedidos sin motivos fundados y/o, mejorar las condiciones laborales de ellos, cosa que implicaba para ellas, gastar cada vez más dinero… y, como estas conquistas obreras iban vertiginosamente en aumento, como ya expuse, el gran empresariado financió a los represores para que a las mismas, les pusieran un freno y las anulara. Fue así que empresas como las que mencioné, proveyeron a los represores, listas de empleados “problemáticos” que terminaron siendo secuestrados, torturados y en muchos casos, asesinados.
   La empresa Ford proveyó a los terroristas de estado, muchos autos modelos Falcon, para la realización de secuestros por parte de los llamados “Grupos de tarea” (incluso desde antes de la dictadura) y además, su propia planta en la localidad bonaerense de General Pacheco, para que oficiara de centro clandestino de detención en el cual, los propios empleados eran mantenidos cautivos y eran torturados.
   Otra cosa significativa que expone qué intereses, el gobierno militar, defendía, fue el hecho de que durante el mismo, se realizó una transferencia masiva de deudas contraídas por empresas privadas, al estado.
   Por todo lo ya expresado, insisto con que el que los milicos hayan dado el golpe de estado para terminar con la guerrilla, es un verso que conforma una falsedad, que en el credo facho local, constituye una verdad absoluta, no significando esto que los militares carecieran de voluntad de aniquilar guerrilleros, pero ocurre que para reprimir a quienes los derechistas llamaron “subversivos” (hubieran incursionado en la lucha armada o no), el golpe de estado no era necesario, dado que los gobiernos de iure anteriores al último militar (es decir, el de Lastiri, el de Perón y el de Isabel Martínez de Perón), habían ya ordenado a sus fuerzas, reprimir por fuera de la ley; esto llevó a la conformación de grupos parapoliciales/militares, como La Triple A, el Comando Libertadores de América y el Comando Anticomunista Mendoza; a esto hay que sumarle la acción de otros grupos de extrema derecha como la CNU y las patotas de matones que las burocracias sindicales, tenían, que perpetraron muchos crímenes que casi invariablemente eran atribuidos a la Triple A; aparte de esto, en 1975 el gobierno de Isabel Martínez de Perón, emitió decretos de aniquilación de la subversión, que facultó a los militares para literalmente: aniquilar a quienes consideraran “subversivos”, fue así que ellos, con la colaboración de las fuerzas de “seguridad”, a gran escala secuestraron, torturaron, violaron y robaron bienes de sus víctimas, ya desde antes de la dictadura; todo esto expone que la toma de la jefatura del estado por parte de los militares, tuvo por objetivo verdadero, imponer un plan económico mucho más extremo en lo que hace a la defensa del capital, que aquel que el gobierno al que derrocó, estaba aplicando, y para cosa tal, era imprescindible deshacerse de todos aquellos que pudieran presentarle oposición; ahora bien… HUBO GUERRILLEROS, que son la consecuencia lógica de un sistema basado en la explotación de unos contra otros, y si bien hicieron cosas que en muchos casos, fueron injustificables, como cuando, producto de sus acciones violentas, herían o mataban, a quienes no eran parte de la explotación ni la represión perpetradas por el estado, entre ellas, ¿por qué habría de estar, la represión a represores estatales?… Cuando esto, los guerrilleros, hacían, ¿eran reprobables?… ¿Qué hay que hacer con quienes, desde lugares de autoridad, disponen arbitrariamente de la vida ajena? ¿No habilita, cosa tal, a que otros, dispongan de la de ellos?… ¿No es acaso, justo, recibir lo que se da?
   Es habitual escuchar expresiones de tipo: “Ninguna forma de violencia es justificable, independientemente de dónde venga”, pronunciadas por personas que, en gran medida (o en toda ella), producto de un antropocentrismo absurdo, creen que no son violentas, por el sólo hecho de no agredir personas, cuando en realidad, ellas mismas son parte de un sistema de explotación de vida ajena que, no sólo incluye a la vegetal y a la animal no humana, sino incluso, a la humana misma; cualquier persona que se informe sobre cómo son hechos muchos de los productos que compra, podrá constatar su responsabilidad en la explotación extrema, no sólo de seres pertenecientes a otras especies, sino también, a la suya propia, y esas mismas personas que son partícipes de un sistema que lleva la violencia al paroxismo, ¡se creen pacíficas!, y más allá de lo injusto del sistema social, ocurre que todos estamos rodeados de vida microscópica que incluso, en el interior de nuestros propios organismos, existe, a la cual, con nuestra sola existencia, inevitablemente damos muerte sin siquiera advertirlo, de ahí que vivir sea matar y que, por consiguiente, la paz, en la vida, sea IMPOSIBLE; hay diversos grados de violencia en la vida, pero, al menos en este plano, LA NO VIOLENCIA, NO EXISTE; dicho esto, digo ahora que el hecho de que unos pocos acaparen lo que es de todos, deja a la mayoría en la necesidad y a merced de la minoría; si esto ocurre cuando lo que se monopoliza u oligopoliza, es la tierra y los medios de producción, ¿por qué habría de darse la excepción, cuando lo monopolizado es la violencia? La excepción, según mi criterio, no se da en este caso, de ahí que por ser el estado (que fue por los capitalistas, creado para defender sus privilegios), un ente que se autopercibe el único con derecho a ser monopolizador de la violencia, cualquier acción en contra de sus miembros, constituya un acto desmonopolizador, y dado que la violencia no puede ser evitada, pero sí, dirigida, ¿por qué no dirigirla hacia aquellos que uno considera que la merecen?… 
   Los guerrilleros desafiaron al monopolio estatal de la violencia que, como todo otro monopolio, acarrea consecuencias desastrosas para la mayoría, y el hecho de ir contra los monopolios, me parece válido, ahora bien, alguno me podrá decir que no tiene sentido reivindicar a quienes atacan a un monopolio, pero no para destruirlo, sino para controlarlo y volverse ellos, los nuevos monopolizadores, y que esto es lo que habrían hecho los guerrilleros de haberse hecho con el poder estatal (cosa que NUNCA estuvo siquiera cerca, de ocurrir), y es verdad… de eso haber ocurrido, habrían dejado de ser contrapoder y se habrían vuelto, poder oficial; es entonces que habría que haberse opuesto intransigentemente a ellos, pero… más allá de las consideraciones sobre si hay o no, justificación para desafiar al monopolio de la violencia "legítima" del estado, desafío que los guerrilleros, realizaron, insisto con lo siguiente: los mismos no fueron producto de una generación espontánea, ya que fue el mismo sistema basado en la desigualdad de derechos, el que los creó; reprobar lo que hicieron, sin paralelamente reprobar al sistema que los creó, es ilógico, y esto es lo que hicieron los militares que ilegalmente los reprimieron, ya que a dicho sistema, no sólo lo defendieron, sino que además, lo fortalecieron.

Operación “Atlántica”

   A fines de diciembre de 1975, un grupo de 10 montoneros se dirigió a una propiedad situada en la localidad bonaerense de Pinamar, a la cual, con el objetivo de pasar las fiestas de fin de año, se había allegado con su familia, un alto funcionario del Ministerio de Bienestar Social, que era la institución estatal de la cual, procedían los fondos con que se financiaba a la temible organización de represores denominada: Triple A.
  Producto del trabajo de inteligencia realizado en los días previos, los combatientes sabían que el funcionario estaba custodiado por 6 sicarios de las Tres A, a los que, por supuesto, se debía también ajusticiar.
   Una vez muertos los custodios del exterior (que parecían ser cuatro, y estaban en dos autos estacionados en las esquinas de la casa), los combatientes planearon exigirle al funcionario, que se entregara; por estar su familia, en el interior de la vivienda, en pos de salvaguardar la integridad de sus seres queridos, suponían que lo haría y le ordenaría además, a los custodios que con él, dentro del domicilio, se encontraran (que se suponía que eran dos), que no abrieran fuego o que lo depusieran, de haberlo ya iniciado; una vez esto ocurrido, podrían llevárselo y ajusticiarlo en otra parte.

Llegada de los ajusticiadores

   Los 10 montoneros (8 hombres y dos mujeres), divididos en tres autos (un Citroen Ami 8, un FIAT 1600 y un Renault 12), llegaron al lugar.
   En la esquina de Avenida Eolo y De las Silfides, había un Torino en el que los montoneros suponían que habría dos represores, y en la otra esquina, que era la de la ya referida, Avenida Eolo y la calle De las Nereidas, otros dos, ocuparían un Falcon; la idea era que estos cuatro represores fueran acribillados por montoneros que iban en el Ami 8 y el Renault 12 (seis en total -tres en cada auto-), mientras los cuatro restantes, estacionarían el Fiat 1600 frente a la vivienda del funcionario (que estaba situada a mitad de cuadra), e ingresarían por el patio lateral, que tenía acceso desde el exterior.
   De estos cuatro combatientes (uno de ellos era Daniela), a la casa ingresarían tres; el cuarto, se quedaría en el vehículo en calidad de conductor.

Acción
   
   Una vez que los montoneros del Ami 8 y del Renault 12, se acercaron a los autos de los custodios, con ametralladoras Halcón y MP5, a través de las ventanillas, desataron tremendas ráfagas que habrían matado a los custodios, de ellos haber estado en los vehículos, pero ocurrió que los vidrios oscuros que los mismos tenían, sumado al hecho de que era de noche, no le permitió a los combatientes percatarse de que en el interior de los rodados, no había personas, sino maniquíes.
   Una vez los vidrios de los vehículos, totalmente destrozados por las balas, los guerrilleros dejaron de disparar, y, con sus autos detenidos unos metros delante de los autos de los custodios, advirtieron que en estos últimos, no había personas, pero no tuvieron tiempo de reconfigurar el plan, dado que lo que siguió a la concienciación por parte de ellos, de haber caído en una trampa, fueron ráfagas, que desde posiciones laterales a las de ellos, por sicarios de la Triple A, que de detrás de árboles, salieron, fueron efectuadas (dos de ellos dispararon contra el Ami 8 y otros dos, contra el Renault 12); estos disparos resultaron en la muerte de los seis montoneros; mientras tanto, Daniela y dos compañeros, tras estacionar el FIAT 1600 frente a la vivienda del funcionario, a la misma ingresaron y fueron recibidos a balazos por sus dos custodios; al montonero que se había quedado en calidad de conductor, se acercaron los dos represores que acababan de ejecutar a los guerrilleros del Ami 8, y lo acribillaron.
   Los tres montoneros que a la casa ingresaron por diversos lugares de la misma (todos portando armas largas), lograron matar a los dos custodios que en ella, había, tras un breve pero intenso, tiroteo, pero a su vez, uno de ellos recibió múltiples impactos que le causaron la muerte; en ese momento, el fuego se detuvo, y tanto Daniela como su compañero apodado “Fabián”, por no saber si quedara todavía algún custodio vivo, se mantuvieron ocultos tras dos sillones, y tras unos 30 segundos en que ningún ruido escucharon, Fabián le hizo una seña a su compañera incitándola a salir de su escondite, asumiendo que el peligro había ya pasado; uno de ellos debería subir a la planta alta para reducir al funcionario (el otro se quedaría en planta baja, vigilando), pero fue que cuando salieron de detrás de los sillones, una bala de pistola impactó la mesa ratona frente a Daniela, y a ese disparo, le siguieron varios más, fue por eso que ella se arrojó al suelo y desde ahí, desató una ráfaga con su ametralladora FMK-3, que resultó en la muerte de quien les había disparado, que era el funcionario del Ministerio de Bienestar Social, al que habían ido a secuestrar para posteriormente ajusticiar; tras Fabián acercarse al cuerpo y constatar que el último de los objetivos mencionados,
había sido cumplido, se dispuso a retirarse del lugar junto a su compañera, pero entonces, desde detrás de ellos, nuevos disparos, que procedían de la parte trasera y exterior de la casa, se efectuaron; quienes lo hicieron, eran dos de los custodios que previamente habían matado a los montoneros en una de las esquinas de la casa; contra ellos, Fabián disparó una ráfaga con su subfusil Sterling, que resultó en la muerte de uno de los dos; la misma fue efectuada al tiempo que Daniela recargaba su FMK-3, cuyo cargador de 25 balas, venía de agotar; una vez que lo recargó, el cargador que quedó vacío, fue el del arma de Fabián; mientras lo recargaba, y tras Daniela disparar algunas balas contra el custodio que, intermitentemente y desde distintas posiciones, les disparaba, su compañero le dijo:
   -¡Andate que yo te cubro! Una vez fuera, disparale a través de una ventana.
   Y Daniela, tras asentir con la cabeza, salió del lugar con la intención de volver a buscar a su compañero más tarde, pero fue que éste último, tras realizar la ráfaga de cobertura para ella, fue impactado por una de las balas del custodio; éste, a su vez, al notar que había dado en el blanco, se había asomado a la habitación, y fue entonces muerto por Fabián, que si bien estaba malherido, todavía tenía suficientes fuerzas como para tirar del gatillo, una vez más, y desatar así, otra ráfaga, previo a morir.
   Daniela, una vez fuera, miró hacia el interior de la casa, y vio claramente que Fabián estaba muerto, así como también lo estaba, el segundo represor que en el interior del inmueble, había; estos dos últimos custodios ajusticiados, eran, como ya fue dicho, dos de los que, en alguna de las esquinas, habían matado a los montoneros que desde dentro de sus vehículos, habían disparado, y todavía quedaban dos más, que eran los de la otra esquina, y esto, la guerrillera uruguaya, lo desconocía. 
   Estando ya fuera de la casa, fue hacia el FIAT 1600 en el que había llegado, pero desde la distancia pudo ver que el mismo, estaba totalmente baleado y supo entonces que su compañero, que en calidad de conductor, se había quedado, estaba muerto, fue así que corrió hacia la esquina de Eloe y las Nereidas, en un intento de abordar el Ami 8 de sus otros compañeros, pero se encontró con que también habían sido acribillados; en ese momento, uno de los dos custodios que quedaba, desde detrás de donde ella se encontraba, le disparó algunas veces con una pistola ametralladora, sin acertarle, lo cual, la llevó a refugiarse tras el auto; el otro custodio vio en dónde se había escondido, y sigilosamente se le acercó desde la vereda de enfrente, ocultándose tras autos estacionados, con el objetivo de, una vez cerca de la esquina, cruzar la calle y sorprenderla desde detrás, mientras su compañero disparaba desde cerca de la esquina opuesta a la que ella estaba; el represor asumió que la guerrillera, concentrada en los disparos de su compañero, no lo vería cruzar, fue así que cruzó la calle y fue tras el Ami 8, dispuesto a abrir nuevamente fuego, pero se encontró con la sorpresa de que Daniela no estaba ahí, ya que se había rápidamente desplazado hacia detrás de un pino, y tras ella salir de detrás del mismo, con su FMK-3 desató una ráfaga contra él, que de inmediato, lo mató; acto seguido, se dispuso a subir al habitáculo del Ami 8 correspondiente al conductor, pero tras acercarse al auto, el único de los seis custodios que quedaba vivo, cuya ametralladora se había quedado sin municiones, le disparó dos veces con una pistola, sin acertarle, por estar a más o menos, media cuadra de distancia de donde ella estaba; fue entonces que Daniela, sabiendo que se encontraba fuera del alcance efectivo de un arma corta (y correctamente asumió que el custodio le había empezado a disparar con esa arma por haber agotado las municiones de su ametralladora), pospuso la idea de abordar el Ami 8 y se animó a cruzar la calle, usando como cobertura, su propio fuego, ya que en la vereda de enfrente, estaría en una posición más favorable para dar en el blanco (cruzó diagonalmente y trotando hacia atrás, en función de estar más lejos aún, del alcance del arma de su enemigo), pero tras disparar siete balas (que no dieron en el represor), su cargador fue expulsado, exponiendo esto que habían sido agotados sus (veinticinco) proyectiles; la mujer, de inmediato buscó en un bolsillo, el segundo y último cargador, que para ese arma, tenía, y fue entonces que recordó que el segundo, era el que acababa de usar, y se supo (así como también lo supo el represor), sin municiones para su ametralladora, fue entonces que buscó sobre su espalda baja, primero, y en sus bolsillos, después, a su pistola Bersa Thunder 9, y no la encontró; de inmediato recordó que unas horas antes, mientras estando sola en su habitación se preparaba para la operación, decidió ponerse un pantalón que tenía grandes bolsillos laterales a la altura de las rodillas, que le permitirían guardar un cargador extra para su FMK-3, en uno de ellos, y en el otro, uno extra para su pistola, y como ésta última era bastante compacta, decidió no portarla en el lugar acostumbrado, que era entre su espalda baja y su cinturón, ya que habiendo espacio en su bolsillo derecho para ella, ahí la guardaría, pero fue que tras sacarla del frente de su espalda baja para meterla en el bolsillo, un compañero, desde el otro lado de la puerta, la llamó, y Daniela dejó la pistola sobre la cama para abrir; el compañero le preguntó si estaba lista, y ella dijo que sí; seguidamente salió de la habitación dejando olvidada sobre la cama, el arma corta, de ahí que cuando llevó su mano al bolsillo lateral derecho, que era en donde se había dispuesto a guardarla, se haya encontrado con que en el mismo, había un cargador para su pistola pero no así, pistola alguna.
   Cuando el represor se dio cuenta de que Daniela se había quedado sin municiones, decidió salir del lugar en que estaba agazapado, y correr en su dirección, en un intento de estar a una distancia de la combatiente, acorde con el alcance de su arma.
   En estado de pánico total, por saberse sin balas y por saber que su perseguidor, sabía que así era, la combatiente descorrió de su hombro la correa de su ametralladora, dejándola así, caer al piso, y corrió hacia la esquina de Eolo y las Silfides, en donde estaba el Renault 12 de sus otros compañeros (ni consideró ir hacia donde estaba el cuerpo del último custodio que había matado, para agarrar su arma, porque eso la pondría aún más de lo que ya estaba, dentro del alcance efectivo del arma del represor que la perseguía, como así tampoco consideró siquiera abordar el FIAT 1600 en que había llegado, y por cuyo lado, camino a la esquina, pasaría, porque de ella detenerse para ingresar al mismo, dejaría de ser un blanco móvil, resultando esto en que su perseguidor pudiera fácilmente impactarla con sus disparos, de ahí que decidiera seguir corriendo hasta la esquina, lo más rápido posible, en un intento de ponerse a una distancia relativamente importante del custodio, previo a detenerse).
   A sus compañeros del Renault, Daniela los dio entonces (acertadamente) por muertos, pero podría ser que pudiera escapar en su auto, porque las llaves del mismo, seguramente estarían puestas, y mientras hacia dicho rodado, desesperadamente corría, su perseguidor, cada vez más cerca de ella, estaba; la intención del mismo, era atraparla viva, y Daniela no quería que eso pasara, por eso fue que corrió y corrió, y cuando la casi certeza de que no lograría escapar de su perseguidor, la embargó, más rápido aún, lo hizo...


Posdata: El final de esta historia se encuentra en el cuento: "Manifestaciones del misterio".

Manifestaciones del misterio (cuento) - Martín Rabezzana

(El final de: "Corré, Daniela, ¡CORRÉ!", está en este cuento)

-Palabras: 4.725-

Magdalena del Buen Ayre; tarde soleada

   Me levanté de una siesta y salí a caminar sin rumbo por la calle. No suelo dormir siesta pero ese día, dormí una siesta; transité por la calle Almirante Brown de Ciudad de Quilmes, y cuando estuve por llegar a la altura 803 (o sea, a la esquina de Brown y Olavarría), vi sentada a una mesa del bar CLÉ, a esa ex compañera de aquel recinto escolar con la que no tuve siquiera una conversación en los varios años de asistencia al mismo lugar, y que, por intermedio de sueños, interpretando un papel, alguna vez, se me presentó, haciendo esto, de tal persona, una manifestación del misterio; posteriormente, personalmente la contacté, y ya sí, intercambiamos palabras habladas, menores, y… en fin;… a esa mujer, de pelo largo, lacio, negro, de estética gótica (que en nada disminuyó en todos estos años), la vi sentada a una mesa del ya referido bar, situada sobre la vereda; creí reconocerla, pero nada le dije, igual, no hizo falta porque ella, al verme pasar, pronunció mi nombre y después dijo:
   -¡Hola! ¿Qué tal?… Sentate.
   Entonces, en la silla opuesta a la de ella, me senté; tras ver que había una infusión emitiendo vapor frente a mí, y algunos productos dulces de panadería, le dije:
   -Esperás a alguien.
   -Sí; a vos te esperaba.
   Lo que me respondió, gratamente me sorprendió, y aunque conciencié lo extraño de la situación, decidí no preguntarle nada. 
   La mujer comió un poco de uno de los productos dulces y me incitó a hacer lo mismo; yo agarré uno, comí un poco, y ella me preguntó:
   -¿Está rico?
   -¡Sí! Está buenísimo -dije yo, y tomé un poco de la infusión que también estaba muy rica.
   Ella me dijo:
   -Vos no me viste, pero el otro día, yo te vi cuando dejaste escapar a esos dos chicos.
   Contextualización necesaria: dos pibes muy chicos, habían sustraído pertenencias de alguien en un bar y habían salido corriendo; tras ellos, fueron algunas personas con el objetivo de detenerlos y tal vez, hasta de agredirlos físicamente; yo “accidentalmente” choqué con ellas y permití así, que pudieran escapar.  
   Yo dije:
   -Si bien no está bien que nadie sustraiga nada de nadie, cuando quien lo hace es alguien que se encuentra en una situación de extrema vulnerabilidad, me causa empatía y hasta simpatía (pero solamente si actúa sin violencia), porque además de entender el por qué de su accionar, ese tipo de personas equivalen a alarmas que en una sociedad, se encienden, que deberían llevar a la gente a replantearse la validez del sistema social en su totalidad, ya que no salen de la nada, sino de un contexto social nacional, americano y mundial, en el cual, está todo hecho para que unos pocos acaparen casi todo lo valioso, dejando así, a la mayoría, en la necesidad… no obstante, no todos se lo replantean; hay muchos fachos que, para quienes en dichos actos incurren, aun sabiendo que están en la necesidad más extrema, piden “mano dura”, que muy seguido implica hasta el pedido de pena de muerte, y en ningún momento se plantean qué contexto social lleva a esas personas a conducirse del modo en que lo hacen; la sociogénesis de los delitos menores, para ellos, no existe, dado que quienes los cometen, lo hacen porque (según ellos), básicamente están biológicamente determinados para eso;… y hay quienes no son fachos, pero se ponen fachos, y en alguna medida, del mismo modo piensan;... Si uno no quiere ser un facho, debe considerar que las personas que incurren en dichas faltas, como ya dije, son alarmas que se encienden que nos indican que algo anda mal y hay que arreglarlo; los derechistas que piden mano dura, lejos de considerar que si en sus casas suenan las alarmas contra incendios, y que, por consiguiente, en las mismas hay un fuego que apagar (constituyendo entonces, el fuego, un GRAVÍSIMO problema), consideran que el problema son las alarmas y proceden a apagarlas, pero en ningún momento consideran apagar al fuego que las hizo sonar; los delincuentes menores, no son el fuego, son las alarmas, por lo que a quienes habría que apagar, son a las causas que los hacen sonar; el problema es que, de un modo u otro, la sociedad mundial es muuuy de derecha, incluso la mayoría de sus integrantes que se dicen de izquierda; esto queda claro en el hecho de que incluso estos últimos, dan por válido a un sistema médico basado en la provisión de substancias tóxicas (no siendo la nefasta psiquiatría -a través de la cual, se priva de la libertad ambulatoria y de la libertad a decidir sobre sus propios cuerpos, al imponerles drogadicción, a las personas, sin necesidad de que hayan cometido delitos ni de que hayan sido siquiera acusadas de haberlos cometido, y todo esto, sin un debido proceso previo-, más que la punta de un iceberg);... Con lo de “substancias tóxicas”, me refiero, por supuesto, a los medicamentos farmacológicos, que muy rara vez hacen otra cosa que tratar síntomas, y no así, causas, y como los síntomas son las alarmas que el cuerpo enciende para que una persona conciencie que algo anda mal en su organismo, producto en la mayoría de los casos, de hábitos (generalmente alimentarios) incorrectos, lo cual, debería llevarla a cambiarlos, cuando los síntomas son suprimidos, el problema orgánico, lejos de disminuir, avanza, por no haber sido tratadas sus causas y además, por haber sido agravado por el consumo de fármacos, de ahí que el perverso sistema médico imperante, sea la extrema derecha de la salud, y como no hay un rechazo general al mismo, ya que quienes lo rechazamos, por más que seamos cada vez más, conformamos una minoría, podemos decir que la inmensa mayoría de la gente, de una u otra forma, como ya dije, es muuuuy de derecha, por eso, cuando les suenan las alarmas contra incendios, lejos de apagar el fuego, apagan las alarmas y se van a dormir tranquilos mientras sus casas se queman.
   Ella dijo:
   -Cierto escritor (que fue tan coherente con lo que ahora voy a decir, que hasta llegó a ser combatiente montonero) alguna vez dijo, más o menos, que siempre le interesó el delito porque los delincuentes fueron los primeros que se opusieron a la propiedad privada.
   Yo dije:
   -Sí; a mí también me resulta interesante por los planteos a los que da lugar, y más allá del hecho de que haya propiedad privada problemática a nivel social (grandes extensiones de tierra y medios de producción), y otra que no lo es (objetos menores y viviendas), y ésta última, casi todos pensamos que es positivo respetarla, aun ante un caso de irrespetuosidad hacia la propiedad privada ajena que consideramos respetable, nos vemos incitados a reconsiderar qué implica la propiedad privada y qué lleva a unos a no respetar la de otros, y esto, como ya expresé, me parece bastante interesante y necesario, sobretodo en tiempos en que una mayoría da por hecho que la propiedad privada problemática y criminal, constitutiva de capitalismo, es una especie de fenómeno natural cuya existencia el ser humano debe aceptar, por estar fuera de su control, cuando todo indica que el mismo es una construcción humana que así como por el ser humano, fue hecha, puede ser por él, deshecha.
   Cambiando de tema, la mujer me dijo:
   -Hay un bar temático sobre Julio Cortázar en Palermo;… ¿te gusta Cortázar?
   -No.
   -Yo estuve en ese bar.
   -¿Está bueno?
   -La verdad que… no mucho; como cosa notable, no hay más que fotos de él, en las paredes -después agregó -Un bar temático tuyo, podría estar mejor.
   Yo le dije:
   -Si fuera temático sobre mí, no sería mejor que el de Cortázar. Sería PEOR, pero… si no fuera principalmente sobre mí, sino sobre mis personajes, ahí sí que podría estar muy bueno, sobretodo si mis personajes literarios tuvieran adaptaciones audiovisuales; si esto así fuera, en el bar podrían haber, además de imágenes de mis personajes, actores representándolos, caracterizados como aquellos que en las obras audiovisuales, los hubieran interpretado;... Estaría buenísimo que los clientes (y entre ellos, yo mismo) pudieran interactuar con ellos, pero esas obras nunca se van a hacer… si se hicieran, seguramente serían exitosas y habría entonces, demanda del público, de mis obras literarias, haciendo a estas últimas, también exitosas, pero, como ya dije, nada de eso va a ocurrir, porque el éxito no está en mi camino.
   Entonces la mujer, tras extender hacia mí, una mano en la que sostenía un teléfono celular, en el que un video con diversas imágenes de personajes que parecían ser míos, se reproducía, me dijo:
   -Esas obras ya están hechas.
   Yo, al ver el video en que se veían escenas de películas y series, basadas en mis obras, maravillado, dije:
   -Ania… María Clara… Daniela… Gloria… y tras ver a Mora en la pantalla, nada dije, porque instantes después, por la calle Almirante Brown, vi acercarse un Renault 4 (que parecía recién salido de fábrica) el cual, en la vereda frente a nosotros, estacionó; una mujer de americanísimo rostro y anochecidísimo pelo, del mismo, descendió; yo, aún más maravillado de lo que ya estaba, dije: 
      -Mora…
   La joven, que en esta oportunidad, vestía un pantalón ajustado que destacaba sus impresionantes piernas, tenía los extremos de su negrísimo y lacio pelo, ondulados, y un flequillo que destacaba su hermoso rostro, sonriendo cruzó la calle, se acercó a mí, y me dijo:
   -¡Hola!
   -Hola -respondí yo, en voz muy baja.
   Ella me puso una mano sobre un brazo, pidiéndome así, que me parara, y cuando lo hice, me abrazó; nos abrazamos; una vez el abrazo concluido, dejó las llaves del auto sobre la mesa, y se fue caminando hacia el interior del bar, mientras con una mano, me saludaba y yo, a ella.
   Quise seguirla, pero la conmoción del encuentro había ralentizado mis reflejos, por lo que no pude hacerlo, y si hubiera podido, no habría correspondido que dejara a mi ex compañera de escuela, sola, aparte, no solamente no habría correspondido, sino que no sabía si quería alejarme de ella porque, así como Mora, muchísimo me atraía, también ella, muchísimo me atraía.
   La mujer frente a mí, evidenciando cierto disgusto en su expresión (¿celos?) por la escena que acababa de presenciar, me dijo:
   -Sentate.
   Yo me volví a sentar y ella terminó de tomar la infusión que en su taza, quedaba, yo hice lo propio con la de la mía; después me dijo:
   -Bueno… vamos.
   -¿Adónde? -pregunté.
    Pero ella no respondió y fue hacia el Renault 4 cuyas llaves,
Mora (y no por descuido) había dejado sobre nuestra mesa; yo me dispuse a pagar, pero ella me dijo que no hacía falta, y hacia el asiento del acompañante del auto, me dirigí; una vez acomodado en el mismo, ella arrancó por la calle Almirante Brown, por la cual, aceleró progresivamente más y más, sin que esto fuera imprudente, ya que por ese lugar de Magda Buen Ayre, ningún vehículo más que aquel en que nosotros estábamos, transitaba, y a los pocos segundos, se hizo de noche; cosa extraña porque un rato atrás, serían cerca de las 16:30 horas, y no sólo eso fue lo extraño, sino además, el hecho de que todo el paisaje urbano que vi, no correspondiera al de la calle por la que íbamos, sino al de otra urbe, para mí, desconocida; tras algunos segundos, la calle se transformó en ruta y en algún momento, a unos cien metros de distancia, vi una muy alta pared, que me hizo decirle a la conductora:
    -¡Cuidado! ¡Frená!
   Pero ella siguió acelerando como queriendo que nos estrelláramos, lo cual, finalmente ocurrió.
   Una vez el auto destruido contra la pared, ella me tomó de una mano y hacia fuera del vehículo, suavemente me arrastró; estando ya fuera del mismo, me abrazó, la abracé, y todo se oscureció; lo siguiente que recuerdo es ver destellos en que se me presentaban imágenes infundidoras del sentir correspondiente a ellas, en que mi lengua y la de la mujer, se encontraban; después, otras, en las que ella, con su boca chupaba mi sexo y yo, con la mía, el suyo; esto lo experimenté muy efímeramente, pero lo siguiente, que fue verla y sentirla sobre mí, gimiendo y moviendo su cuerpo de arriba abajo, lo experimenté durante varios minutos; mi miembro erecto estaba dentro de su vagina, que, de tan hermosa, hipervelluda y oscura que era, nada tenía que envidiarle a la de Mora, como así tampoco, nada tenía que envidiarle el resto de su hermoso cuerpo, al resto del hermoso cuerpo de Mora, el cual, contrariamente al de ésta última, que en nada parecía haber envejecido, ya que si bien estábamos en el año 2025, por los pocos más de 20 años que aparentaba, parecía recién salida de mi serie de cuentos M & L, ambientada en la primera década de los años 2000, en la que es coprotagonista, para mi ex compañera de escuela, que era contemporánea mía (así como para mí), el tiempo sí había pasado, lo cual, resultaba en que aunque tuviera una apariencia aún joven, en su rostro hubiera claras evidencias del tránsito iniciado por ella hacía ya años, que la había sacado del lugar de “señorita”, y la había llevado al de “señora”; lejos de ver esto como un defecto, sentí que no podría haberme atraído más de lo mucho que en ese momento, me estaba atrayendo, si hubiera tenido veinte años menos, ya que la erosión que a lo perfecto de la primera juventud, la transición hacia la segunda, en los seres, produce, es constitutivo de imperfección, y la misma, según mi criterio, lejos de diezmar a lo perfecto, paradójicamente lo completa, de ahí que a la mujer en cuestión, la sintiera como una fruta madura que de ningún modo podría haber sido más rica, en ningún periodo previo.
   Tras varios minutos de coito, muy fuertemente, en el interior de la mujer, eyaculé, seguidamente ella egresó a mi miembro de su cuerpo y empezó a orinar moderada e intermitentemente, sobre mí; lentamente empezó a dirigir su sexo hacia mi abdomen, después, hacia mi pecho, y cuando se acercó a mi boca, la micción ya no fue moderada, sino muy fuerte, entonces…

El sentido toma el control

   A las vivencias surrealistas ocurridas durante la vigilia, se las suele equiparar con las “oníricas”, cuando en realidad, cuando las mismas son intensas (me refiero a las primeras), muy poco tienen que ver con lo que experimentamos al soñar, ya que a los sueños los recordamos de modo muy fragmentado, y a los fragmentos que recordamos durante la vigilia, generalmente los olvidamos a los pocos instantes de despertarnos, mientras que las experiencias “surrealistas”, “paranormales” o “fantásticas”, en quienes las experimentan, quedan de principio a fin, marcadas a fuego en sus memorias, de ahí que lo “onírico” no sea realmente equivalente a lo “irreal”, a lo “surrealista” ni a lo “fantástico”; lo “irreal”, lo “surrealista” y lo “fantástico”, que bien podrían tener un equivalente válido en el vocablo de: “absurdo”, paradójicamente, nos infunden la certeza de que TODO tiene sentido, y esta paradoja, acaso sea la más extraña de todas, ya que solemos considerar que aquello que damos por incomprensible, no tiene sentido, que es absurdo, pero el hecho de racionalizar a las cosas y de entenderlas (que es lo que las personas suelen considerar que les va a posibilitar atribuirles sentido), resulta en que pierdan misterio, y cuando el mismo está ausente, también lo está el sentido, por éste último, aparentemente residir justamente en el misterio, de ahí que el rodearse de lo “absurdo”, presente en todo lo “irreal”, lo “surrealista”, lo “fantástico”, lo misterioso, lo arcano, lo incomprendido y lo incomprensible, sea FUNDAMENTAL para encontrarle a la existencia TODA, sentido, y de ahí a su vez, que en los planos en los que el sentido existe, los misterios, abunden, haciendo esto vano al anhelo de tantas personas, de llegar a entender el sentido de lo que en este plano ocurre, una vez que se encuentren en otro, habiendo ya concluido su ciclo en éste, dado que, como ya más o menos expuse: salimos del sentido, entendiendo, y, por consiguiente, reingresamos en el sentido, desentendiendo, es por eso que hay que deponer al razonamiento para encontrarle sentido a las cosas, no obstante, durante los hechos misteriosos por mí, vividos y expuestos en el relato en curso, la tendencia a querer entender racionalmente qué los constituía, en mí, siguió estando, pero muy disminuida, y por eso fue que en algún momento dejé de buscar comprender, y el sentido de todo, se apoderó de mí.

El sentido se consolida

   ...tras varios segundos de la mujer, haber empezado a dirigir la micción hacia mi rostro, como saliendo de la más vívida de las ensoñaciones, volví a encontrarme a la mesa del bar CLÉ, en el que un rato atrás, con la ya referida mujer, estaba.
   De inmediato traté de enfriarme, y contestar a la pregunta que me había hecho, que no recordaba haber escuchado pero que de modo telepático, había asimilado; entonces dije:
   -Sí; lamentablemente, para referirse a la mayor parte del Gran Buenos Aires, ha ganado la expresión que los nefastos medios de difusión, con fines inconfesables, han decidido imponer, y yo soy alguien muy atento a las consecuencias del vocabulario, ya que, como ha sido expuesto desde la sociología, las palabras son fundamentales en la construcción y mantenimiento de las relaciones interpersonales de poder, de ahí que el denominar a un grupo humano o a un territorio, de determinada forma, implique consecuencias distintas a las que implica, el denominarlo de otra; la mismísima identidad de las personas, es en gran medida construida a partir de los títulos con los que se las define; si la mayoría tuviera plena conciencia de todo esto, sería más prudente al elegir a las palabras que usa, y esa concienciación llevaría a rechazar a muchísimas palabras que, desde los ya referidos medios de difusión, se propagan con el fin de crear jerarquías y reforzar las ya existentes, que es lo que SIEMPRE pretenden, los grandes grupos de poder económico que son los que financian y muy seguido, crean, a los medios de difusión de mayor alcance, con el único fin de servir a sus intereses.
   Tras varios segundos de incomodidad de mi parte, por tener frente a mí, a la persona con la que minutos antes, había estado intimando, y que ahora parecía haber vuelto a ser, lo que mayormente para mí, toda la vida había sido: una casi total desconocida, ella me preguntó:
   -¿Por qué no fuiste a las reuniones de ex alumnos?
   Tras una pausa de silencio de algunos instantes, dije:
   -Adiviná -ella, nada dijo; ante la ausencia de palabras de su parte, respondí a su pregunta: -Porque no me invitaron.
   Entonces me preparé para responderle que si me hubieran invitado, no habría ido, ya que asumí que la pregunta que de su parte, sobrevendría, tendría que ver con eso, y también pensé que seguidamente le diría, medio en broma medio en serio, que en realidad, es lo que quiero pensar que habría hecho (o sea, no asistir), porque… como no me invitaron… pero ella, nada dijo, solamente se limitó a mirarme fijamente y volví a tener destellos de imágenes en las que nos vi nuevamente en la intimidad; entonces me sonrió, y entendí que ella estaba experimentando lo mismo que yo.
   Poco después, la mujer se levantó de su silla, agarró las llaves del auto que estaban sobre la mesa, y me dijo:
   -Bueno… vamos.
   Esta vez, no le pregunté adónde quería que fuéramos, porque uno pregunta para saber y entender, y, como ya expresé: empecé a concienciar que se sale del sentido, entendiendo, y que, por consiguiente, uno reingresa en el mismo, desentendiendo, por lo que lejos de preguntarle cosas de tipo: “¿Sos real?” “¿Todo esto es real?”… “¿Estoy soñando?”…  que, de ella haber respondido, me habrían llevado a entender algo o todo, de ese misterio que me rodeaba y que en mi interior, se había instalado, lo que hice fue dejar de intentar entender.
   Una vez en el auto, tras unos minutos de haber vuelto a transitar calles desiertas de Magdalena del Buen Ayre, volvimos a encontrarnos de pronto, en una ruta en la que, en algún momento, vi una altísima pared, hacia la cual, la conductora dirigía al vehículo que ocupábamos; esta vez, no me alarmé, lejos de eso, me animé a acercármele y a besarla en una mejilla mientras ella, sonreía; segundos después, nos estrellamos contra la pared, y ella volvió a arrastrarme suavemente hacia fuera del auto; una vez fuera del mismo, me abrazó, yo la abracé, y volví a verme en un lugar, en el que ella y yo, sexualmente nos relacionábamos… Esta vez, los destellos con imágenes en que nos besábamos y nos chupábamos, no fueron breves, sino extensos, como así también, los respectivos sentires de tales actos; también fue extensa la experiencia en la que, en diversas posiciones, la unión genital, tenía entre nosotros, lugar.
   Tras volver a eyacular dentro de la mujer, volví a verme ante la mesa del bar, en cuyo extremo opuesto, estaba ella, sonriéndome.
   La mujer me estaba llevando una y otra vez, a vivir al máximo la misma situación de bienestar físico-álmico, para cuyo alcance parecía ser necesario que recorriéramos un camino previo, que, por yo ya conocerlo, me llevó a agarrar las llaves del auto que sobre la mesa, estaban, y a decirle.
   -Vamos.
   Seguidamente nos levantamos y fuimos hacia el Renault 4, al cual, esta vez subí en calidad de conductor, y al máximo aceleré por calles desiertas que rápidamente volvieron a oscurecerse y a convertirse en una ruta en la que, en determinado momento, una altísima pared, delante de nosotros, había; contra la misma choqué, y una vez esto ocurrido, fui yo quien suavemente arrastró al otro, hacia fuera del vehículo; una vez fuera, la abracé, nos abrazamos, y volvimos a aparecer en un lugar en el que intimamos, y esta vez, ya no fueron destellos de imágenes breves ni extensas, lo que vi, previo a vivir con total intensidad, el coito entre nosotros, sino que lo viví todo con una visión total y un sentir que alcanzó un paroxismo que fue aún mayor, al que en nuestros encuentros previos, había alcanzado, llevándome esto a concluir que el intenso sentir en curso, seguiría aumentando en nuestros futuros encuentros, y ocurrió que, tras este último encuentro íntimo que relaté, concluir, volví a verme sentado a la mesa de una de las veredas del bar CLÉ, y, sin esperar mucho, volví a agarrar las llaves del auto que frente a mí, estaban; tras sonreírle a la mujer frente a mí, me levanté de mi silla y me dispuse a ir hacia el vehículo; al advertir que ella no se levantaba, le pregunté:
   -¿No venís?
   Tras algunos instantes de silencio, ella dijo:
   -Esta vez, tenés que ir solo.
   El por qué de ese deber mío de ir solo, decidí no preguntárselo, ¿por qué? Por preservar el misterio que a TODO, da sentido.
   A ella le extendí una mano y me la besó, después me extendió una suya, y yo hice lo mismo; seguidamente, hacia el auto, fui.
   Una vez en el asiento del Renault 4, saludé con la mano a la mujer que a la mesa del bar, seguía sentada, y ella, sonriendo me devolvió el saludo; acto seguido, aceleré por calles soleadas desiertas, que rápidamente se oscurecieron y se transformaron, primero en ruta y después, en túnel; por el mismo conduje durante unos veinte minutos mientras veía que a mi alrededor, todo el paisaje, vertiginosamente se modificaba; las luces y sombras, que respectivamente iluminaban y oscurecían, el lugar por el que transitaba, creaban un efecto como de discoteca, sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en una discoteca, en ese túnel, de haber algún sonido, era para mí, totalmente inaudible; admito que tuve miedo, ya que me estaba dirigiendo a un lugar que desconocía y además, sin la certeza de poder volver al mío, sin embargo, rápidamente comprendí que el miedo añadía emoción a mi travesía, y esa interpretación, me permitió disfrutarla.
   Una vez que salí del túnel, me encontré transitando una calle de tierra; era de noche.
   Tras un rato de manejar por lo que era la Avenida Eolo, doblé a la izquierda al llegar a la calle De las Silfides (el nombre de las calles, los conocí posteriormente), y decidí estacionar el auto, descender del mismo y mirar a mi alrededor, como para intentar determinar en dónde me encontraba; miré en todas las direcciones y (acertadamente) creí estar en algún lugar de la costa atlántica; las casas elegantes en medio de una zona boscosa de calles de tierra, me llevaron a considerar que podría encontrarme en la localidad bonaerense balnearia de Pinamar, y así era.

El pasado nunca se va || Algo había ocurrido en Avenida Eolo entre las calles De las Silfides y De las Nereidas, de Pinamar

   Tras menos de un minuto de haber descendido del vehículo y haber caminado un poco por la calle De las Silfides, habiéndome alejado una media cuadra, escuché muchos disparos, entonces troté hacia el auto para abordarlo e irme del lugar, pero cuando me disponía a reingresar al mismo, me sorprendí al ver que en la esquina de Avenida Eolo y De las Silfides, había un Renault 12 cuyos vidrios estaban destrozados y cuya carrocería tenía cualquier cantidad de agujeros de bala; ese auto parecía haberse materializado recientemente, dado que yo no lo había visto al pasar por la esquina, no muchos minutos atrás.
   En el asiento trasero del vehículo en el que yo había llegado, bajo una manta, sobresalía la culata de lo que parecía ser una escopeta; yo no recordaba que ni la manta ni el arma, estuvieran ahí antes; la curiosidad me ganó, y así fue que, en vez de ponerme de inmediato tras el volante para irme, decidí abrir primero la puerta trasera, para ver qué era lo que debajo de la ya referida manta, había; al tomar al objeto con una mano, constaté que, efectivamente, se trataba de una escopeta, más precisamente, de una Bataan 71 recortada; una vez con el arma en mis manos, vi delante de mí, de la mano izquierda, doblar la esquina De las Silfides, corriendo en mi dirección, a una mujer joven, cuya expresión era de extremo terror; yo, de inmediato la reconocí, y si bien no sabía entonces qué era lo que pasaba, era fácilmente intuible que escapaba de alguien; eso es lo que creí que pasaba, y no me equivoqué, ya que detrás de ella, iba un tipo blandiendo una pistola; al verla desarmada, a la joven le grité:
   -¡Daniela!
   Y le arrojé la Bataan 71 que ella, firmemente empuñó y a la
cual, de inmediato le retrajo su corredera; seguidamente se dio vuelta, e instantes después, su perseguidor, que iba por la Avenida Eolo, dobló la esquina De las Silfides y se encontró de frente con la guerrillera; ella disparó contra él, dos veces, llevándolo a caer; una vez el tipo en el suelo, la combatiente se le acercó y lo remató con un tercer disparo; mientras tanto, yo había vuelto a ingresar al auto y desde el mismo, a Daniela le dije:
   -¡Subí!
   Y ella rápidamente subió al asiento del acompañante; una vez alejados del lugar, asumiendo que yo pertenecía a la “orga”, ella me dijo:
   -¡Gracias compañero!
   -De nada -dije yo, y agregué: -pero... no soy “compañero”.
   Ella me preguntó:
   -¿No sos montonero?
   -No.
   -¿De qué organización sos?
   -De ninguna.
   Y tras algunos segundos de silencio, ella dijo:
   -Y... ¿quién sos?
   -Martín, me llamo; soy escritor.
   Ella me miró con sorpresa en silencio durante algunos segundos, después, ya algo distendida, me dijo:
   -Bueno… gracias Martín; yo me llamo…
   -Daniela -dije yo, interrumpiéndola.
   -¡Sí! -dijo ella extrañada; después me preguntó: -¿Cómo sabés mi nombre?
   Yo no respondí, lo que hice fue preguntarle:
   -¿Adónde querés ir, Daniela?
   -Lejos… respondió ella; seguidamente agregó: -A otro tiempo, si es posible.
   Entonces yo, que si bien no me creía en control de lo que ocurría, intuí que en este caso particular, el destino podía ser por mí, elegido, le dije:
   -Hacia otro tiempo vamos.
   Y hacia otro tiempo, fuimos.

martes, 12 de agosto de 2025

Leila. Daniela. AJUSTICIADORAS (cuento) - Martín Rabezzana

-Palabras: 1.809-

   Las combatientes Daniela y Leila, por orden de la superioridad de la organización a la que pertenecían (Montoneros), se habían sumado a un pelotón en el que también estaban Lalo, Salazar, Aldo y Meche; estos seis guerrilleros ocupaban entonces (mediados de 1976) una casa en la zona de Banfield.
   Cierta mañana, Daniela y Leila, tras la primera haber hecho algunas compras en una librería-papelería, entraron a un bar, situado en la Avenida Colombres 179, de la bonaerense ciudad de Lomas de Zamora, con el objetivo de desayunar; una vez sentadas a una mesa, ambas pidieron té con leche y tostados; ya iniciado el desayuno, Daniela le dijo a Leila:
   -Se te ve cansada.
   -Y sí… anoche no pude dormir mucho.
   (Leila dormía sola en un cuarto contiguo al de su compañera uruguaya que, con Aldo lo compartía, ya que con él, estaba en pareja).
   Entonces Daniela, evidenciando culpa en su sonrisa, a su interlocutora, dijo:
   -Aaaayyy… ¡discuuulpame por el ruido! Lo que pasa es que… ¡no sabés las veces que me hizo acabar, Aldo anoche!… -y se río, mientras Leila, con claro pudor, sonreía.
   Seguidamente hablaron de otras cosas muy divertidas, lo cual, era inevitable en una conversación en la que Daniela fuera parte, ya que era una mina extremadamente extrovertida que muy habitualmente hacía chistes y decía cosas graciosas que a sus interlocutores, mucho hacían reír.
   Una vez concluido el desayuno, Daniela dijo:
   -Bueno. ¿Vamos yendo?
   -Sí -respondió Leila; después dijo: -Pedí la cuenta, yo voy al baño.
   -Bueno.
   Mientras Daniela pagaba la cuenta, dos policías ingresaron al bar y le pidieron documentos a varias personas; al verlos, la guerrillera agarró la cartera que sobre la mesa, había dejado, y de ella extrajo la pistola que ahí llevaba; a dicha arma, dispuso debajo de la bolsa de la librería-papelería, situada sobre una silla a su derecha; en la bolsa había algunos cuadernos y biromes que acababa de comprar; una vez el arma escondida, la joven empujó a la silla bajo la mesa, para que ni la bolsa ni el arma, fueran visibles para los uniformados.
   Uno de los policías se acercó a la mesa de la atractiva joven montevideana y a ella le dijo:
   -Buen día; documento.
   Entonces Daniela, tras sacar de un bolsillo el D.N.I. falso que poseía, dijo:
   -Buen día; sirvasé.
   El policía preguntó:
   -¿Cómo se llama?
   -Teresa Massala.
   -¿De qué trabaja?
   -Soy empleada administrativa en Arcor.
   -¿Qué edad tiene?
   -Treinta.
   Entonces el uniformado miró atentamente la foto del documento, que correspondía claramente a la imagen de la mujer frente a él, pero dudó sobre su edad, ya que parecía (y así era) tener menos de treinta años.
   Mirando con desconfianza a Daniela, el agente policial, dijo:
   -Como no estoy seguro respecto de su edad, me va a tener que acompañar a la seccional, para que corroboremos sus datos.
   Ella dijo:
   -¿Es realmente necesario, eso?
   -Sí, es necesario; póngase de pie y levante los brazos.
   La mujer acató la orden y el represor estatal, la palpó de armas, no encontrando en la ex integrante de la OPR-33, ninguna; después dijo:
   -¿Esa cartera es suya?
   -Sí.
   -Muéstreme qué tiene dentro.
   Y Daniela, así lo hizo, y como nada “raro” en la misma, había, el agente le dijo que la llevara, entonces ella la colgó sobre su hombro derecho y el uniformado procedió a esposarle las muñecas del lado delantero de su cuerpo y no así, detrás de su espalda, lo cual, se hace cuando alguien no está oficialmente detenido, sino “demorado”, y así fue llevada al asiento trasero del patrullero que frente al bar, estaba estacionado, en donde permanecería sola, dado que ninguna otra persona del bar, había sido detenida ni “demorada”; mientras tanto, Leila, que tras abrir la puerta del baño para, del mismo, salir, había advertido la presencia de policías en el lugar, había dado marcha atrás y sacado su pistola STAR, que bajo su ropa y sobre su espalda baja, llevaba, y se había quedado mirando con la puerta entornada, la escena en la que a su compañera, llevábanse "demorada".
   Una vez que los policías hubieron ya salido con la “demorada” del negocio, Leila rápidamente guardó su arma, se acercó a la mesa que con su compañera, había ocupado, y agarró la bolsa de la librería-papelería y la pistola (también de marca STAR) que, debajo de la primera, había visto a su amiga, dejar oculta; inmediatamente después, salió del bar escondiendo el arma bajo la bolsa ya referida; justo antes de trasponer la puerta de salida, a la pistola le retrajo la corredera y velozmente caminó hacia el frente del patrullero al que acababan de subirse los dos uniformados y hacer subir, a Daniela.
   Al ver a Leila parada de costado frente a su vehículo, como queriendo cruzar la calle pero sin animarse a hacerlo, el policía que ocupaba el asiento del acompañante, dijo:
   -¿Qué hace la boluda ésa ahí parada? -y tras sacar la cabeza por la ventanilla, mientras hacía gestos con las manos, le gritó: -¡Salí del medio, nena! -seguidamente, al otro policía, le dijo: -Tocale bocina.
   Y cuando su compañero, que acababa de encender el auto, se disponía a hacer sonar la bocina, la combatiente se posicionó de frente al patrullero, soltó la bolsa detrás de la cual, estaba la pistola de Daniela, la apuntó hacia ambos uniformados, y
certeramente disparó contra el pecho de cada uno de ellos; la joven oriental, al ver a su copartisana y suponer lo que haría, se había apurado en situarse en el medio del asiento para no quedar en la línea de fuego, no obstante, por existir una posibilidad concreta de herir no sólo a los policías, sino también, a Daniela, Leila tuvo la precaución de no disparar más de una vez contra cada uno de los represores del estado.
   Tras los impactos, ambos policías quedaron malheridos, pero no muertos; el policía que ocupaba el asiento del conductor, alcanzó débilmente a llevar su mano derecha hacia su pistola, en un intento de repeler los disparos, fue entonces que Daniela, cuyas muñecas, como ya fue dicho, habían sido esposadas por la parte frontal de su persona, se la arrebató, y le disparó en el abdomen; seguidamente hizo lo propio contra su compañero situado a su derecha; estos últimos dos disparos, resultaron en la muerte casi inmediata de ambos terroristas de estado.
   Tras los ajusticiamientos haberse consumado, Daniela dejó el arma sobre el asiento que ocupaba e inmediatamente después buscó en el bolsillo frontal derecho de la camisa del policía, situado en el asiento del conductor, las llaves de las esposas, por saber que en ese lugar, los de azul, solían guardarlas; las agarró, y así fue que, cuando Leila le abrió la puerta para que del patrullero, descendiera, a ella se las extendió, y dijo:
   -Las llaves de las esposas.
   Leila liberó de las esposas a su compañera y tras ésta última volver a empuñar la pistola que al policía le había sustraído, salió del vehículo y ambas jóvenes corrieron hacia el Ford Taunus en el que habían llegado, al cual, a la vuelta del bar (sobre la calle España) habían dejado estacionado.
   La cuadra del bar, diariamente muy transitada a esa hora de la mañana, producto de los disparos, se había quedado sin ningún transeúnte, ya que todos ellos, en medio de gritos, habían salido corriendo en busca de resguardo.
   Una vez en el auto, ya lejos del lugar del hecho recién descrito, mientras manejaba en dirección a la casa montonera en que ambas se alojaban, Daniela, tras apoyar su mano derecha sobre el antebrazo izquierdo de su compañera, a ella le dijo:
   -Gracias Leila… gracias amiga.
   Leila se limitó a sonreír.
   De Daniela haber sido llevada a la seccional policial, se habría descubierto su verdadera identidad y habría sido llevada a uno de los centros clandestinos de detención, que, según datos recientes (año 2025) (que no son definitivos, debido a que los procesos por delitos de lesa humanidad perpetrados por el estado argentino en aquel tiempo, siguen desarrollándose, de ahí que en base a testimonios nuevos, se sigan identificando centros clandestinos), en aquellos años ‘70, llegaron a ser más de 800 en todo el país; en ese lugar habría sufrido lo peor antes de ser asesinada, y, de no haber sido guerrillera ni militante política ni social, tras ser detenida por la policía, seguramente no habría sido por la misma, muerta, pero tal vez sí, torturada y hasta tal vez, abusada sexualmente, ya que las autoridades realizaban a gran escala detenciones arbitrarias por “averiguación de antecedentes” y tenían, como parte de una reglamentación paralela y no escrita, programado reprimir brutalmente a una minoría del total de detenidos arbitrariamente por ellas; esa minoría estaba mayormente compuesta por jóvenes, y el  objetivo de esas detenciones era el de infundirles “respeto” hacia las autoridades, en pos de que se portaran “bien”, y jamás se les pasara siquiera por la cabeza, hacer algo que las pudiera conducir a la cárcel, pero… ese “algo” que en esos tiempos podría resultar en que alguien fuera detenido por la policía, producto no sólo de la dictadura en curso, sino también, de los edictos policiales que venían del siglo diecinueve y que se ampliaron en los años 1930, durante el gobierno de facto de Uriburu, afianzándose durante el también gobierno de facto de Aramburu, que permitían que cualquier persona fuera detenida por la policía sin ningún motivo válido, podía ser el sólo hecho de caminar por la vereda; este accionar arbitrario, habilitado por los ya mencionados, edictos, recién empezó a disminuir con la derogación de los mismos, a finales del siglo 20.
   Las detenciones arbitrarias perpetradas masivamente por las autoridades durante casi todo el siglo 20 contra jóvenes que por las mismas, no sólo no eran siquiera sospechados de integrar agrupaciones armadas, sino tampoco, políticas, son
generalmente pasadas por alto al analizarse el por qué de la voluntad de tantos de ellos, de tomar armas para combatirlas, y las mismas fueron, según mi criterio, el motivo principal para eso, de ahí que las acciones violentas que contra las autoridades, los guerrilleros, perpetraron, hayan sido por ellas mismas, generadas, y no parcial, sino totalmente.
   Daniela, levantando la voz, en alusión al hecho de que Leila, no hacía muchos meses que se había incorporado a la lucha armada, dijo:
   -¡Vos sí que aprendés rápido, nena, ¿eh?! -y ambas rieron.

   Esa misma noche de invierno, Daniela se dirigiría a Capital Federal para cenar con ex compañeros suyos de la ROE (Resistencia Obrero Estudiantil), que para ese entonces, eran parte del P.V.P. (Partido por la Victoria del Pueblo) (ambas organizaciones derivaban de la Federación Anarquista Uruguaya), en una casa operativa que el P.V.P., había alquilado; ella se esperaba que después de lo acontecido durante la mañana, el resto del día fuera tranquilo, y lo sería, pero la trasnoche de esa noche… bueh...