Capítulo 12 de la serie: M & L, y último que compuse para mi libro dedicado a ella (que es el número 22), llamado: Hechizo... de concha americana (en el libro, el siguiente cuento es el número 9); acabo de terminarlo, y acá les dejo el enlace para bajarlo:
-Palabras: 2.173-
Sublimes actos, sublime mujer
Esa tarde, yo me encontraba en casa solo; Mora había ido con unas amigas a jugar al hockey; cuando volvió, la abracé y la besé; cuando quise profundizar el beso, se apartó y me dijo que iba a ducharse, entonces se dirigió al baño y, tras entornar la puerta, se sacó la ropa; yo la miré desvestirse y cuando ya se había sacado todo, menos la ropa interior, ingresé rápidamente al baño, hacia ella fui y la besé nuevamente en los labios mientras ella se reía y decía que mejor sería dejar la cosa para después, porque estaba muy transpirada, y justamente por eso me excité más que de costumbre, ya que la atracción que me generó el fuerte aroma procedente de su entrepierna, equivalió para mí, a un canto de sirena al cual, imposible me fue resistirme.
Rápidamente, frente a ella me agaché y la besé en las piernas; después, le bajé la bombacha, entonces ella levantó, primero un pie y después, el otro, para que pudiera sacarle la prenda ya mencionada, y cuando lo hube hecho, de inmediato puso su pie derecho sobre la pared baja de la bañera, ya que esa posición era muy adecuada para que yo pudiera proceder a besar su hipervelluda, vagina; tras varios besos realizados con los labios, empecé a besarla con la lengua y a sentir el gusto lujuriante de esa sublime, atrapante y paradisíaca, CONCHA AMERICANA; tras un rato de practicarle sexo oral, Mora me dijo que parara, yo, así lo hice, y ella ingresó a la bañera; tras ella ingresé, y entonces, mi AMERICANÍSIMA MUJER, volvió a poner un pie sobre la pared baja de la bañera, y tras decirme: “¡Seguí!”, yo retomé la sesión de besos de lengua en su oscurísima e hipersudada, concha, durante más o menos un minuto, hasta que ella me dijo:
-¿Tenés sed?
-¡Sí! -le respondí.
Entonces Mora me llenó la boca de una lluvia dorada que, salvo por lo que se me escapaba de la comisura de los labios, tragué en su totalidad; una vez que hubo terminado de vaciar su vejiga en mi boca (que al momento de iniciar la micción, estaba casi llena), mi chica intentó agacharse para proceder a bajarme el pantalón y la ropa interior, y practicarme sexo oral, pero yo la hice ponerse de pie y de inmediato, me bajé el cierre del pantalón y saqué mi miembro erecto, le levanté una pierna con un brazo y ella se agarró del tren superior de mi cuerpo mientras yo empujaba el suyo contra la pared; en esa posición, se dio un coito que duró varios minutos.
Poco después de penetrar a Mora, acaricié su rostro, ella abrió entonces la boca y con desesperación, chupó uno de mis dedos; yo le acerqué otro y con la misma desesperación, también lo chupó, demostrando así, que la fase del sexo oral de ella hacia mí, que, por necesidad imperiosa de penetrar su vagina, omití, a ella le hacía mucha falta, pero durante esa sesión de amor sexual, no se quedaría con las ganas de eso, ya que al separarnos para continuar con la unión genital en otra posición, ella se agachó, yo me senté en la pared baja de la bañera y tras desabrochar mi pantalón, la vi chupar mi sexo con tremendísimo furor, que extendió al alternar la succión del mismo, con el pase de sus labios y lengua, sobre mis testículos; tras un rato de ella amarme con la boca, me senté en el piso de la bañera, estiré las piernas hacia delante y apoyé las palmas de mis manos, en el suelo, detrás de mi espalda baja; Mora, estando de frente a mí, abrió las piernas y se agachó hasta que mi miembro estuvo nuevamente, dentro de su vagina, entonces, así como lo había hecho yo, apoyó las palmas de sus hermosas manos, en el suelo, detrás de su espalda baja, mientras alternábamos mando en lo que hace al ascenso y descenso de nuestras cinturas; primero fue ella la que subió y bajó, y después, yo, para seguidamente, volver a darle a ella el mando, hasta que cambiamos de posición; a todo esto, mi amante aumentaba progresivamente el volumen de sus jadeos, que ni siquiera durante el sexo oral que me practicó, suspendió por completo, ya que aun con su boca ocupada por mi miembro, siguió en menor medida, realizando, hasta que después de unos minutos de coito en la posición ya descrita, se levantó, se dio vuelta, y estando de espaldas a mí, tras agarrar mi pija con su mano derecha y meterla nuevamente en su concha, inició un movimiento de ascenso y descenso; en esa posición, Mora claramente alcanzó el orgasmo, dado que los jadeos que previamente había realizado, dejaron de tener lugar, y fueron del todo reemplazados por gritos que eran progresivamente más fuertes, hasta que le dije que estaba por eyacular; tras ella darme el permiso de hacerlo, aumenté la velocidad del bombeo lo más que pude, y dentro de su hermosísima vagina, una vez más, eyaculé. Tras la inseminación de su concha, Mora se acostó boca arriba en la bañera y con sus manos me indicó que bajara hasta su entrepierna, ya que claramente quería recibir más sexo oral, por eso fue que seguí lamiendo su vagina durante un rato (vagina que ese día, había estado más rica que nunca), hasta que sus gritos, que en los primeros minutos, eran fuertes, empezaron a disminuir en intensidad y volvieron a transformarse en jadeos que progresivamente, también disminuyeron en intensidad, indicando esto que (por el momento) ya estaba del todo satisfecha, entonces ella me indicó que subiera, y así lo hice; cuando estuve a la altura de sus pechos, le saqué la prenda que los cubría, que era la que nunca dejó de tener puesta durante todo el acto de amor sexual, previo, y tras descubrirlos, los besé con los labios y con la lengua, un rato, hasta que ella me empezó a acariciar de un modo ya no, sexual, lo cual, era señal de que ya podíamos tomarnos un descanso, y así lo hicimos.
Acostados en la bañera, permanecimos un rato; después, nos levantamos, entonces Mora pudo finalmente ducharse y yo, sacarme la remera y enjuagarme un poco el pecho en la pileta, cosa necesaria, ya que había quedado un poco mojado por la orina de mi amante.
Rápidamente, frente a ella me agaché y la besé en las piernas; después, le bajé la bombacha, entonces ella levantó, primero un pie y después, el otro, para que pudiera sacarle la prenda ya mencionada, y cuando lo hube hecho, de inmediato puso su pie derecho sobre la pared baja de la bañera, ya que esa posición era muy adecuada para que yo pudiera proceder a besar su hipervelluda, vagina; tras varios besos realizados con los labios, empecé a besarla con la lengua y a sentir el gusto lujuriante de esa sublime, atrapante y paradisíaca, CONCHA AMERICANA; tras un rato de practicarle sexo oral, Mora me dijo que parara, yo, así lo hice, y ella ingresó a la bañera; tras ella ingresé, y entonces, mi AMERICANÍSIMA MUJER, volvió a poner un pie sobre la pared baja de la bañera, y tras decirme: “¡Seguí!”, yo retomé la sesión de besos de lengua en su oscurísima e hipersudada, concha, durante más o menos un minuto, hasta que ella me dijo:
-¿Tenés sed?
-¡Sí! -le respondí.
Entonces Mora me llenó la boca de una lluvia dorada que, salvo por lo que se me escapaba de la comisura de los labios, tragué en su totalidad; una vez que hubo terminado de vaciar su vejiga en mi boca (que al momento de iniciar la micción, estaba casi llena), mi chica intentó agacharse para proceder a bajarme el pantalón y la ropa interior, y practicarme sexo oral, pero yo la hice ponerse de pie y de inmediato, me bajé el cierre del pantalón y saqué mi miembro erecto, le levanté una pierna con un brazo y ella se agarró del tren superior de mi cuerpo mientras yo empujaba el suyo contra la pared; en esa posición, se dio un coito que duró varios minutos.
Poco después de penetrar a Mora, acaricié su rostro, ella abrió entonces la boca y con desesperación, chupó uno de mis dedos; yo le acerqué otro y con la misma desesperación, también lo chupó, demostrando así, que la fase del sexo oral de ella hacia mí, que, por necesidad imperiosa de penetrar su vagina, omití, a ella le hacía mucha falta, pero durante esa sesión de amor sexual, no se quedaría con las ganas de eso, ya que al separarnos para continuar con la unión genital en otra posición, ella se agachó, yo me senté en la pared baja de la bañera y tras desabrochar mi pantalón, la vi chupar mi sexo con tremendísimo furor, que extendió al alternar la succión del mismo, con el pase de sus labios y lengua, sobre mis testículos; tras un rato de ella amarme con la boca, me senté en el piso de la bañera, estiré las piernas hacia delante y apoyé las palmas de mis manos, en el suelo, detrás de mi espalda baja; Mora, estando de frente a mí, abrió las piernas y se agachó hasta que mi miembro estuvo nuevamente, dentro de su vagina, entonces, así como lo había hecho yo, apoyó las palmas de sus hermosas manos, en el suelo, detrás de su espalda baja, mientras alternábamos mando en lo que hace al ascenso y descenso de nuestras cinturas; primero fue ella la que subió y bajó, y después, yo, para seguidamente, volver a darle a ella el mando, hasta que cambiamos de posición; a todo esto, mi amante aumentaba progresivamente el volumen de sus jadeos, que ni siquiera durante el sexo oral que me practicó, suspendió por completo, ya que aun con su boca ocupada por mi miembro, siguió en menor medida, realizando, hasta que después de unos minutos de coito en la posición ya descrita, se levantó, se dio vuelta, y estando de espaldas a mí, tras agarrar mi pija con su mano derecha y meterla nuevamente en su concha, inició un movimiento de ascenso y descenso; en esa posición, Mora claramente alcanzó el orgasmo, dado que los jadeos que previamente había realizado, dejaron de tener lugar, y fueron del todo reemplazados por gritos que eran progresivamente más fuertes, hasta que le dije que estaba por eyacular; tras ella darme el permiso de hacerlo, aumenté la velocidad del bombeo lo más que pude, y dentro de su hermosísima vagina, una vez más, eyaculé. Tras la inseminación de su concha, Mora se acostó boca arriba en la bañera y con sus manos me indicó que bajara hasta su entrepierna, ya que claramente quería recibir más sexo oral, por eso fue que seguí lamiendo su vagina durante un rato (vagina que ese día, había estado más rica que nunca), hasta que sus gritos, que en los primeros minutos, eran fuertes, empezaron a disminuir en intensidad y volvieron a transformarse en jadeos que progresivamente, también disminuyeron en intensidad, indicando esto que (por el momento) ya estaba del todo satisfecha, entonces ella me indicó que subiera, y así lo hice; cuando estuve a la altura de sus pechos, le saqué la prenda que los cubría, que era la que nunca dejó de tener puesta durante todo el acto de amor sexual, previo, y tras descubrirlos, los besé con los labios y con la lengua, un rato, hasta que ella me empezó a acariciar de un modo ya no, sexual, lo cual, era señal de que ya podíamos tomarnos un descanso, y así lo hicimos.
Acostados en la bañera, permanecimos un rato; después, nos levantamos, entonces Mora pudo finalmente ducharse y yo, sacarme la remera y enjuagarme un poco el pecho en la pileta, cosa necesaria, ya que había quedado un poco mojado por la orina de mi amante.
Post encuentro álmico-sexual
Esa tarde, previo a que Mora volviera a nuestra vivienda, yo había estado pensando en lo poco que sabía de su vida; ella parecía haber salido de la nada, y tras entrar en mi vida para instalarse en ella para siempre (menos de un año hacía de esto), por más que entre nosotros hubiera un enamoramiento total y una compatibilidad física y álmica, absolutas, seguía siendo en gran medida, una extraña, dado que, como ya dije, de su vida previo a conocerme, poco me contaba y yo, poco preguntaba, y esto era recíproco; no entendí entonces el motivo que nos llevaba a inhibirnos en lo que hace a preguntas en ese sentido, pero considero que, como la comunicación verbal, era entre nosotros, tan sólo una parte de una comunicación mucho más amplia y profunda, inconscientemente ambos preferíamos no preguntarle al otro, muchas cosas de su vida que queríamos saber, por intuir que era cuestión de tiempo para que dicha comunicación no verbal, se fortaleciera y accediéramos a información sobre el otro, sin necesidad de palabras; una confirmación más de que esto (que ya me venía ocurriendo) se intensificaría con el paso del tiempo, la tuve ése mismo día, ya que cuando empecé a tragar la orina de Mora, pude ver hechos de su vida, que desconocía (la vi de chiquita en la escuela, la vi con sus padres y hermanos, y la vi experimentar el despertar de su conciencia respecto de su paso anterior por este plano terrenal, entre muchas otras cosas).
También ocurrió, durante el encuentro sexual recién referido, que muy claro me quedó el hecho de que mi novia estaba por alcanzar el clímax, no sólo por cómo gritaba, sino además, porque en los segundos previos, pude ver a su aura expandirse y envolverme, hasta que dentro de ella, eyaculé; esto, que ésa vez, fue la primera en que lo experimenté, desde ese día, fue habitual, como así también, otras cosas que durante la unión sexual entre nosotros, percibiría tanto como ella.
Continuidad de lo extrasensorial
Mientras Mora se bañaba, yo me encontraba en el living.
Al ver el palo de hockey que ella había usado esa tarde, lo agarré, y entonces me invadieron imágenes en que la vi jugando con el mismo, un partido, no sólo esa tarde, sino también, en otras oportunidades en años previos; cuando las visiones de esto, concluyeron, dejé el palo apoyado contra una pared, y otras imágenes me invadieron: en las mismas, nos vi a mi novia y a mí, junto a unos treinta jóvenes de la agrupación HIJOS, participando de un escrache a un milico represor de la última dictadura; seguidamente, junto a dos militantes de la agrupación ya mencionada, nos vi caminar hacia el auto de uno de ellos en un lugar bastante alejado a aquel en que había tenido lugar, el ya referido escrache; nos vi mientras caminábamos por una vereda, situada a la izquierda de la calle, mientras caminábamos en el sentido del tránsito, y cuando cerca de una esquina, estábamos, un FIAT Regatta, que en contramano había doblado, frenaba frente a nosotros y de su asiento trasero, bajaban dos tipos armados, de civil (que probablemente fueran policías o integrantes de la SIDE), cuyas intenciones iban seguramente por el lado de realizar contra nosotros, una intimidación; tal vez también pretendieran lastimarnos o incluso, matarnos, pero no tuvieron tiempo de hacer nada de lo que tenían planeado, porque una camioneta Toyota Hilux de doble cabina (la cual, tenía un muy importante paragolpes agregado, que quien la manejaba, había hecho instalar especialmente para la ocasión), embistió al auto, dejando seriamente dañada su parte frontal; tras esto ocurrir, quien conducía la camioneta, rápidamente retrocedió mientras el conductor del Regatta se disponía a acelerar para escapar del lugar, pero no logró avanzar ni dos metros porque la muy poderosa 4 x 4 volvió a embestirlo y seguidamente, a retroceder; ante esto, su conductor descendió del rodado y corrió hacia la esquina más próxima, así como lo habían ya hecho los dos represores que se habían bajado del Regatta al ver a la Toyota Hilux, embestirlo; todo esto los había desconcertado y aterrorizado, sobretodo porque no estaban preparados para enfrentarse a nadie, y si así hubiera sido, el desconocer quiénes y cuántos eran, los ocupantes de la camioneta (no tenían manera de saberlo porque sus vidrios eran polarizados), así como su desconocimiento sobre si estaban armados, fue suficiente para que no atinaran siquiera a usar sus armas y emprendieran de inmediato una retirada hacia la esquina para, una vez ahí, doblar a la derecha, dos de ellos, y a la izquierda, el restante.
Todo lo recién contado, que se sucedía en el lapso de pocos segundos, nos dejaba a los cuatro jóvenes que éramos, casi petrificados.
Ya con los represores lejos del lugar, veíamos frente a nosotros, a la ventanilla del lado del conductor de la camioneta, descender, y se nos hacía visible la mujer de pelo claro que la manejaba; ella, gritando nos decía:
-¡Suban!
Al reconocer en la mujer que frente al volante de la camioneta, estaba, a Etelvina Melantoni, tanto Mora como yo, le decíamos a nuestros amigos de HIJOS: “¡Vamos!”.
Mora y los dos jóvenes de HIJOS (una mujer y un varón), subían al asiento trasero y yo, al asiento del acompañante del conductor.
Mientras del lugar, nos íbamos, con enorme deslumbramiento yo miraba a Etelvina en silencio durante varios segundos, hasta que, tras ella realizar un cambio con la palanca, estando su mano derecha, todavía sobre la misma, yo ponía la mía, correspondiente a la parte izquierda de mi anatomía, y muy sentidamente le decía:
-Gracias.
Entonces Etelvina sonreía y me miraba, mientras yo sentía a su persona, estremecerse por el contacto que con ella, hacía, que era el mismo estremecimiento que yo experimentaba, así como también lo experimentaría Mora (y Etelvina), cuando, un rato después, también la tocaba y le agradecía.
En ese momento, la visión se suspendió, y volví a verme en la vivienda que con mi novia, compartía.
Lo que en la visión, experimenté, aún no había ocurrido.
Sorpresa, conmoción y deslumbramiento
Si bien, mis experiencias extrasensoriales, habían empezado a tener lugar (y se habían intensificado al entrar en contacto con Mora), años atrás, todavía me sorprendían, me conmovían y deslumbraban.
Emoción sublime
Mientras escuchaba a la hermosísima voz de Mora entonar desde la ducha, alguna canción, por lo emocionante que se había vuelto mi vida toda en los últimos tiempos, cosa que, lejos de estar disminuyendo en intensidad, parecía irse intensificando con cada día que pasaba, yo, en voz baja, dije:
-¡Me encanta mi vida!