domingo, 28 de julio de 2024

María Clara. Daniela. Lili. VIOLENCIA VIOLENCIA VIOLENCIA (capítulo 8) (cuento) - Martín Rabezzana


   Octavo capítulo de mi serie de cuentos: “María Clara”, y uno más de mi serie: “Lili Combatiente”, cuyas primeras tres partes se encuentran en mi libro: “Fanatismo que todo destruye y todo construye”.
   Como al construir las historias no respeto el orden cronológico, suelo ir hacia delante y hacia atrás en el tiempo; en este caso, el presente capítulo de Lili, se ubicaría entre el segundo y el tercero de la saga, es decir, sería una especie de segundo capítulo y medio de la serie: “Lili Combatiente”.

-Palabras: 2.727-

No sólo la izquierda revolucionaria, puso bombas


   El golpe de estado de 1976, no tuvo como objetivo aniquilar a los guerrilleros, sino aplicar un plan económico liberal que, como tal, sólo podía ser favorable a un conglomerado empresarial transnacional, y no a la ciudadanía; para hacer cosa tal, el gran empresariado, a través de los militares, asaltó al estado y desde el mismo, barrió con todos aquellos que pudieran llegar a presentarle oposición al mencionado plan, lo cual implicó no solamente reprimir a la izquierda armada y desarmada, sino también a parte de la derecha autodenominada “nacionalista” que, en ese entonces, era mayormente peronista (y era gobierno), ya que hasta ellos, que desviándose de la senda peronista tradicional, habían emprendido otra, totalmente antipopular, materializada en el apoyo a las medidas del ministro de economía del gobierno de la presidente Martínez de Perón, Celestino Rodrigo, se habrían opuesto.
   La guerrilla, para el momento del golpe de estado, no estaba derrotada, pero sí mayormente diezmada y muy cerca se encontraba de ser totalmente destruida, y esto habría ocurrido aun sin golpe de estado por las atribuciones que la presidente le había dado a los militares y fuerzas de “seguridad”, al declarar el estado de sitio en 1974 y por ella firmar los decretos de “aniquilamiento de la subversión”, en 1975, además de por la acción de los grupos terroristas parapoliciales/militares, que durante el gobierno anterior, estaban funcionando, estando su funcionamiento constituido por represión selectiva de personas por motivos políticos (genocidio) y paralelamente, por represión indiscriminada (delitos de lesa humanidad); lo de la represión estatal indiscriminada, que los derechistas, niegan (también la niegan algunos izquierdistas), existió y se practicó a gran escala, como queda ejemplificado en las acciones de organizaciones compuestas mayormente por policías y militares previo al golpe del 76, tales como la Triple A, el Comando Libertadores de América y el Comando Anticomunista Mendoza, ya que sólo la Triple A, perpetró más de 3 mil atentados con bombas, y siendo un atentado con bombas considerado por los derechistas como un ataque indiscriminado contra la población, y dado que el estado, a través de las agrupaciones mencionadas, en los años 1970 perpetró miles de ellos, se puede con todo fundamento decir que el estado argentino de los años ‘70, atacó indiscriminadamente a la población MILES DE VECES, siendo tales ataques, como ya dije, constitutivos de delitos de lesa humanidad, y siendo sus perpetradores, parte activa de la represión que se potenció a partir del 24 de marzo de 1976, dando cuenta esto de que no hay separación entre la represión estatal perpetrada en los años previos al golpe del 76, y la que se dio a partir del mismo; lo que hubo fue continuidad y aumento.
   El decir que el estado argentino perpetró en los años ‘70, además de ataques selectivos, ataques indiscriminados contra la población civil, no debería ser en absoluto algo controvertido, debido a que incluso en el ámbito judicial, la comisión por parte del estado argentino de delitos de lesa humanidad, ya ha sido reconocida, pero es controvertido porque sigue habiendo quienes niegan no sólo que haya habido en la Argentina de dicho periodo, terrorismo de estado, sino incluso que el terrorismo de estado pueda existir, ya que hay derechistas que ridículamente circunscriben la comisión de actos terroristas, a particulares, negando así que el estado pueda incurrir en ellos, cosa que no sería tan grave si no fuera porque muchos de quienes en los últimos tiempos lo hacen, ostentan altos cargos de poder político; esto hace a tal negación, algo GRAVÍSIMO.
   No obstante haber habido víctimas totalmente inocentes durante el periodo histórico referido (léase: personas sin ninguna clase de militancia política, sindical, social ni participación en la lucha armada), NINGUNA de las tres protagonistas de la siguiente historia, querría así, ser denominada, ya que ellas se asumían como personas comprometidas con una contrarrepresión que implicaba hacer cosas que ellas mismas definían como terribles; esto, como ya dije, lo tenían totalmente asumido y con el sentir profundamente arraigado en sus personas de que a un sistema injusto basado en la violencia más extrema, había que oponerle violencia extrema, actuaron, y fue así que dispuestas a morir peleando, hasta el final, vivieron.


Pampa y plomo


   1976; poco después de ocurrido el golpe de estado, María Clara se encontraba en la ciudad de Santa Rosa, provincia de La Pampa, junto a su camarada anarquista uruguaya, cuyo apodo era “Daniela”, perteneciente a la Organización Popular Revolucionaria 33 Orientales, con el objetivo de “guardarse” por un tiempo, tras actos de contrarrepresión, por ambas recientemente realizados; la “orga” a la que, por sobrevivir, se habían sumado (Montoneros), les había provisto una vivienda en dicho lugar y poco después de llegar a la misma, a un bar situado en la calle Hipólito Yrigoyen a la altura aproximada de 140, se dirigieron, con la intención de comprar comida para llevar.
   Poco antes de que las dos guerrilleras entraran al negocio, una joven procedente de San Luis, llamada Liliana Victorica, más conocida como “Lili”, que recientemente se había unido a Montoneros y que también se encontraba en el bar con la intención de comprar comida para llevar hasta la casa en que se alojaba junto a sus compañeros, percibió algo en el ambiente que la llenó de miedo; empezó a mirar en todas las direcciones en un intento de descubrir algún indicador de peligro, pero no lo logró; segundos después, las dos guerrilleras ya mencionadas, ingresaron al bar y se acercaron al mostrador; un empleado les dijo:
   -Buen día. ¿Qué se van a servir?
   María Clara dijo:
   -Buen día. Una docena de tostados para llevar y…
   Entonces Daniela dijo:
   -Y algo dulce para el mate… ¿qué puede ser?
   El empleado dijo:
   -Tenemos tartas, facturas, pastafrolas…
   -¡Eso! Una pastafrola de dulce de membrillo.
   -Muy bien; ¿algo más?
   -Nada más -dijo María Clara.
   Pocos minutos después, los tostados estuvieron listos y tras envolverlos en papel y disponerlos sobre la ya también envuelta en papel, pastafrola, para seguidamente ponerlos en una bolsa de plástico, el empleado del bar se la entregó a Daniela, María Clara pagó lo comprado, ambas saludaron y se retiraron; mientras tanto, desde la distancia, Lili, que había pedido algo que tardaba más tiempo en prepararse, todavía esperaba que su pedido estuviera listo y vio a las dos guerrilleras salir del lugar creyendo que su intuición, que la había llevado a pensar que había un peligro inminente que ante la llegada de las dos mujeres al bar, habría de manifestarse, afortunadamente había fallado, ya que ambas salieron del local y nada había ocurrido, entonces se sintió enormemente aliviada, pero la distensión le duró pocos segundos porque tras los mismos, se escucharon cinco disparos de pistola; entonces, tanto Lili como el empleado del bar ubicado detrás del mostrador, las dos meseras y los cuatro clientes restantes que en el lugar, había, se sobresaltaron; segundos después de los disparos haber cesado, Lili se acercó a una ventana y a través de la misma vio a ambas guerrilleras tiradas en el piso; Daniela estaba herida en un hombro, María Clara estaba inmóvil; había recibido tres impactos de bala y parecía estar muerta.
   El militar vestido de civil que les había disparado, se acercó a Daniela, que sacó una pistola con la intención de contraatacar, y la pateó fuertemente en las costillas en varias oportunidades, llevándola a soltar el arma que el represor agarró, y puso sobre su propia cintura; María Clara no había llegado siquiera a intentar sacar su arma ya que el tipo las había sorprendido disparándoles por detrás; a los pocos segundos llegó un patrullero que rondaba el área; sus dos policías descendieron del vehículo, apuntaron al milico con sus pistolas, el militar se identificó ante los policías como tal, dijo que las mujeres eran subversivas y entonces dejaron de apuntarlo; en ese momento llegó corriendo otro policía procedente de la plaza San Martín, que se encuentra a menos de dos cuadras del lugar del hecho; uno de los uniformados, a través de la radio del patrullero, informó a la comisaría sobre el hecho y desde la misma se le dio aviso a un grupo de tareas que a los pocos minutos, llegó en un Ford Falcon verde al cual fueron subidas tanto Daniela como el cuerpo de María Clara, para inmediatamente después, arrancar a gran velocidad en dirección a un centro clandestino de detención.
   El asesino de las guerrilleras era un suboficial del ejército que ese día tenía franco y que se encontraba de visita en la casa su hermana, que quedaba al lado de la vivienda a la que ambas mujeres habían ese día, llegado; al verlas en el patio desde la terraza de la casa en la que estaba, le pareció sospechoso que dos mujeres jóvenes estuvieran viviendo solas; le preguntó a su hermana sobre ellas, ella le dijo que no las conocía, que acababan de mudarse a esa casa e inmediatamente pensó que dicha independencia femenina era propia de lo subversivo y que podría tratarse de guerrilleras; por ese motivo las siguió en su Fiat 128 cuando ellas salieron en un Renault 6 rumbo al bar, y tras verlas ingresar, desde fuera del mismo, sigilosamente las espió; cuando María Clara se levantó la remera para meter una mano en un bolsillo trasero de su pantalón en pos de sacar la billetera y pagar, a la altura de su cintura logró ver la empuñadura de una pistola, entonces tuvo plena certeza de que las mujeres eran guerrilleras, por lo cual, esperó a que salieran del negocio y les disparó.
   En ningún momento pensó en avisarle al policía que sabía que rondaba la plaza San Martín, ya que quería que el “mérito” de la acción represiva ya referida, fuera todo suyo.
   Lili se sintió terriblemente angustiada por todo lo recién ocurrido y además, terriblemente culpable por no haber hecho nada para evitarlo, si bien, nada habría podido hacer ya que desconocía qué era lo que ocurriría, e inmediatamente empezó a lamentar el no haber tenido, como otras veces, una visión clara de hechos futuros, ya que eso le habría permitido desarrollar una acción tendiente a evitar lo que acontecería, y fue que instantes después de haber empezado en voz baja a maldecir a su suerte, como despertando de una ensoñación, se vio parada a unos metros del mostrador del bar, esperando su pedido; segundos después, al negocio ingresaron María Clara y Daniela, entonces supo de inmediato qué hacer.
   Lili se dirigió a la salida del bar y el empleado ubicado tras el mostrador, al verla irse, le dijo:
   -Ya va a estar listo tu pedido.
   -Sí sí, es que me olvidé la billetera en el auto. Enseguida vuelvo.
   -Ah, bueno.
   Y salió del bar en dirección a la esquina 25 de Mayo; a los pocos metros se cruzó con el suboficial que poco reparó en ella por no ser una de las mujeres a las que estaba ahí para espiar; en los últimos minutos, el militar había estado caminando por el frente del bar y al pasar por el mismo, miraba hacia su interior en un intento de divisar a las guerrilleras; tras pasar a su lado, Lili pegó la vuelta y gritó:
   -¡MONTONEROS PATRIA O MUERTE! ¡MONTONEROS PATRIA O MUERTE!
   Entonces el militar, totalmente sorprendido y espantado, se volvió hacia ella y sacó una pistola, pero no llegó a dispararla porque Lili sacó antes su revólver de alto calibre y le disparó dos veces en el rostro, llevando al militar a caer herido de muerte; una vez éste en el suelo, la joven le disparó las cuatro balas que le quedaban en su cargador; inmediatamente después, al igual que la vez anterior, no por convicción, sino con la intención de que las otras guerrilleras supieran que ella era una compañera, volvió a gritar:
   -¡MONTONEROS PATRIA O MUERTE! ¡MONTONEROS PATRIA O MUERTE!
   Seguidamente dejó caer su arma al piso y se quedó inmóvil frente al represor por ella, abatido; a todo esto, tanto María Clara como Daniela, al escuchar los disparos, se agazaparon y poco después, se acercaron a una ventana desde la que vieron a su derecha, a menos de 200 metros, a Lili en evidente estado de shock, entonces, tras doblar en contramano, procedente de la calle Coronel Gil, llegó el patrullero que rondaba el área; del mismo bajaron sus dos policías y uno de ellos, arma en mano, le gritó:
   -¡Tírese al piso!
   Pero Lili no se movió, entonces, viendo que la joven no aparentaba tener un arma (el revólver por ella recientemente descargado, se encontraba en el piso), se animaron a cruzar hacia la vereda en la que ella estaba, y fue entonces que María Clara le dijo a Daniela:
   -Vamos.
   Daniela asintió y tanto ella como su compañera, sacaron sus pistolas a las que les retrayeron de inmediato las correderas y salieron del negocio; los policías estaban a su derecha, casi de espaldas a ellas; uno de ellos advirtió la aparición de las dos jóvenes e intentó apuntar su arma hacia ellas, pero no llegó a disparar porque tanto María Clara como Daniela, abrieron fuego contra ambos; las seis balas que dispararon, llevaron a ambos policías, a caer; seguidamente ambas guerrilleras se acercaron a los dos uniformados y les dieron un par de tiros de gracia; tras la tarea concluir, María Clara agarró el arma de Lili, que había quedado en el piso, y tomó a la joven puntana de un antebrazo mientras le decía:
   -¡Vamos vamos!
   Y casi al trote, ambas mujeres se dirigieron hacia la esquina que tenían delante, que era la de la calle 25 de Mayo; sobre la mano izquierda estaba estacionado el Renault 6 en el que María Clara y Daniela, habían llegado; mientras tanto, Daniela trotó detrás de ellas unos segundos pero después, imprevistamente dio media vuelta, puso su arma sobre su cintura y volvió al bar, cuyos empleados la miraron horrorizados; ella le dijo al que estaba detrás del mostrador:
   -Vengo por los tostados y la pastafrola.
   Entonces el empleado le acercó la bolsa en la que dichas cosas estaban, y ella preguntó:
   -¿Cuánto es?
   -Ya pagó tu amiga antes de salir.
   -¡Ah, menos mal! Entonces chau.
   -Chau -le respondió el empleado.
   Cuando iba en dirección a la salida, Daniela vio cruzar por el frente del bar, al policía que habitualmente rondaba la plaza San Martín; se había agazapado en posición de tiro y contra María Clara y Lili, abrió fuego; por la distancia que lo separaba de las mencionadas guerrilleras, que, cuando el policía disparó, estaban casi en la esquina y él, a mitad de cuadra, no logró impactarlas, pero sí fue él impactado por dos disparos efectuados por la partisana uruguaya desde la ubicación posterior a la suya; el policía cayó y al Daniela pasar a su lado, le efectuó dos disparos más de gracia y corrió hacia la calle 25 de Mayo en donde se encontraba el auto a cuyo lado estaban María Clara y Lili; ingresó al mismo en calidad de conductora, destrabó una de las puertas traseras a sus compañeras, y en el asiento trasero, éstas últimas se acomodaron; Daniela arrancó y a una buena velocidad, las tres guerrilleras se fueron.
   Ya a varias cuadras del lugar del hecho, María Clara le dijo a Daniela:
   -Cuando veníamos para el auto, en algún momento miré atrás y te vi corriendo para el otro lado. ¿Por qué lo hiciste?
   -Tuve que volver al bar.
   -¿Por qué?
   Y tras levantar la bolsa en la que estaban los tostados y la pastafrola, dijo:
   -Porque no nos habíamos llevado los tostados ni la pastafrola, ¡y tengo un hambre!
   Un rato después, con Lili ya bastante repuesta, María Clara y Daniela pudieron hablar con ella y así se enteraron de que, al igual que ellas, Lili era otra guerrillera más que a Montoneros se había unido, no por convicción, sino en un intento de sobrevivir; Lili les dijo que sus compañeros estaban refugiados en determinado lugar, y al mismo les dijo que con ella, fueran, dado que a la casa en la cual, tenían pensado quedarse, que no muy lejos del lugar del hecho, se encontraba, no podían volver, y así lo hicieron.
   Una vez en la casa de sus compañeros, compartieron lo comprado en el bar.


   Tanto la pastafrola como los tostados, estaban muy ricos.

lunes, 17 de junio de 2024

Anticientificismo para la liberación (cuento) - Martín Rabezzana

 
-Palabras: 1.754-
Septiembre de 1974.

   El profesor de derecho de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, de la Universidad Nacional de La Plata, Timoteo Llorente, se encontraba frente a su alumnado dando una clase, un día que parecía ser igual a cualquier otro, y así era, hasta que intempestivamente anunció que tenía algo para expresar que no estaba en el programa y que, por su importancia, debería estarlo, por lo que su contribución, de sus alumnos considerarla, válida, podría tener continuidad a través de ellos y derivar en una ampliación del plan de estudios en tiempos futuros; Llorente había sido honesto al decir creer en la importancia de lo que se disponía a exponer, pero no así, al decir que consideraba posible que en tiempos futuros, lo por él manifestado, fuera (siquiera en parte) a ser incluido en el plan de estudios.
   El profesor, que tenía una fuerte influencia del psiquiatra antipsiquiatra, David Cooper, a cuyas conferencias había asistido cuando éste último anduvo por el país tan sólo algunos años atrás, dijo:
   -La “Escuela de Criminología Positivista”, fundada en las Italias por Cesare Lombroso, instauró la idea de la existencia de condiciones biológicas predeterminadas en las personas que se apartan de las normas, que las lleva a actuar del modo en que lo hacen, y consideraba que las mismas se evidencian en características físicas visibles; esta teoría, tenida en su momento por “científica” (y actualmente, por ”pseudocientífica”), fue aceptada por las autoridades de varios países del mundo (incluyendo a la Argentina) y sus consecuencias fueron trágicas, ya que para fundamentar la validez de la reclusión, el castigo y la eliminación de una persona, bastaba con que uno de estos hombres de “ciencia”, basándose en su aspecto, dijera que era innatamente criminal; tan sólo eso se necesitaba para que las autoridades pudieran legalmente disponer de la vida de esa persona, hubiera ella cometido un delito o no, constituyendo esto una arbitrariedad total y absoluta, lo cual, a su vez, es total y absolutamente contrario a los principios básicos de todo estado de derecho… ...Durante el auge del “positivismo criminológico”, allá por fines del siglo diecinueve y principios del veinte, se dio una incursión masiva de médicos y psicólogos en el ámbito judicial, que en base a sus criterios pretendidamente “científicos”, empezaron a ser determinantes en lo que hace a la decisión de los jueces sobre qué corresponde hacer con las personas que, habiendo cometido delitos o no, fueran por sus entornos consideradas como problemáticas, y como resultado de dicha incursión (que sería equivalente a que en los quirófanos incursionaran magistrados y le dieran instrucciones a los cirujanos), lo que se dio fue una violación masiva de garantías constitucionales que, tanto los doctores en leyes como así también, los médicos de la actualidad, condenan unánime y categóricamente, y lo hacen con todo fundamento, pero al condenar al llamado “positivismo”, lo hacen refiriéndose al pasado, lo cual, da cuenta de que no advierten que el mismo sigue vigente aunque no se lo llame más así... -Tras algunos segundos de pausa, el profesor continuó: -El derecho penal de acto, implica que uno pueda ser juzgado y eventualmente, condenado, por lo que hace, y NUNCA por lo que es; el derecho penal de autor, que fue legitimado durante la era del “positivismo criminológico”, implica que uno pueda ser juzgado y condenado, por lo que es… En los llamados “estados de derecho”, se supone generalmente, que el derecho penal de autor, no está en vigencia ni puede estarlo, por ser totalmente incompatible con los mismos, pero tal suposición, es incorrecta, ya que sí lo está y se manifiesta en el accionar de la psiquiatría;... Convalidar a las facultades coercitivas de la psiquiatría, que resultan en que los psiquiatras puedan disponer la privación de la libertad de las personas y picanearlas farmacológica y hasta eléctricamente, de ellos (en conjunción SIEMPRE con psicólogos) considerarlas “enfermas” (aunque no presenten análisis clínicos que demuestren la existencia de un mal funcionamiento orgánico en ellas, que es lo que en medicina se requiere para considerar a alguien, enfermo), implica estar en contra del derecho penal de acto, ya que a través de la psiquiatría, se juzga y (sin debidos procesos previos) se condena a las personas por tener formas de ser, de pensar y de sentir; es decir: SE JUZGA Y SE CONDENA A LAS PERSONAS POR LO QUE SON Y NO POR LO QUE HACEN, de ahí lo innegable de que la psiquiatría es el instrumento del que el estado se sirve para aplicar el derecho penal de autor, lo cual, debería ser inaceptable para todos aquellos que se manifiestan a favor del estado de derecho… ...Por ser el derecho penal de autor (actualmente en aplicación), totalmente incompatible con el estado de derecho, podemos con todo fundamento concluir que cuando se nos dice que vivimos bajo un estado de derecho, SE NOS MIENTE.
   El profesor siguió ahondando en los conceptos que acababa de exponer, durante algunos minutos más y después, tras anunciar que en futuras clases, continuaría exponiendo sobre el tema, cerró diciendo: 
   -En esta era que algunos llamamos “cientificista”, que es indudablemente la era “positivista” con otro nombre, parece ser inevitable que así, todo esto sea, de ahí la importancia de combatir al cientificismo en pos de lograr que su aceptación, disminuya, ya que de eso ocurrir, este proceder arbitrario de las autoridades, también disminuirá, pero si lo que ocurre es lo contrario, es decir, si se da un aumento generalizado de la creencia ciega en las “ciencias” (que es lo que viene ocurriendo), dicho proceder, derivará inevitablemente en totalitarismo que implicará un cese total de la aplicación del derecho penal de acto, ya que será el de autor, el único aplicado;… ...Nosotros, como personas que pretenden ser de bien, NO PODEMOS NI DEBEMOS PERMITIRLO.
   No obstante lo interesante de los conceptos expuestos por el profesor de derecho, que tenía cautivado a su alumnado, ninguno de sus integrantes consideró siquiera, formularle pregunta alguna respecto a lo que había expuesto, por saberlo altamente peligroso, ya que todos eran conscientes de que los agentes de inteligencia estaban infiltrados entre los alumnos y que además, los informantes de la SIDE (1), podían ser los mismos profesores, rectores, directores y hasta las personas que realizaban tareas de mantenimiento, de ahí que aun en las conversaciones interpersonales más inocentes, ya se hubieran empezado a cuidar de decir algo que pudiera ser considerado “subversivo”; tal cuidado implicaba no solamente erradicar totalmente de su vocabulario a palabras como: “liberación”, “marxismo” o “comunismo” (pronto deberían también erradicar a la palabra: “peronismo”), sino también a otras como: “solidaridad”, “generosidad”, “altruismo”, etcétera, de ahí lo sorpresivo para los estudiantes, de que conceptos categóricamente desacreditadores de la legitimidad del proceder del estado, hubieran sido por su profesor, expuestos.
   El profesor Llorente no era inconsciente respecto del peligro que para él implicaba, expresar cosas como las que expresó; él sabía perfectamente que había habido encarcelados y torturados entre sus alumnos, por su accionar político y social; algunos incluso habían sido reprimidos por la CNU (2) en el mismo ámbito universitario en el que se encontraba, pero como consideraba que a las arbitrariedades hay que oponerse, dado que de uno no hacerlo, las mismas se extienden indefinidamente, decidió hacer una contribución a la resistencia desde su lugar de trabajo, ¡y vaya que la hizo!
   Tras la clase concluir, el profesor salió a la calle y se fue a su domicilio.
   En los siguientes días, Timoteo Llorente continuó impartiendo clases con normalidad hasta que la semana siguiente a la de haber hecho la exposición no programada ya presentada, una mañana, como de costumbre, bajó del colectivo en la avenida 7 y 48 y por una vereda de esta última calle, caminó en dirección a la facultad, que se encontraba a menos de una cuadra, pero no llegó a ingresar a la misma porque un Ford Falcon frenó frente a él, y del mismo bajaron tres miembros de la CNU, que lo agarraron e intentaron subirlo al vehículo; Llorente forcejeó y pudo liberarse del agarre de sus captores; inmediatamente empezó a correr pero uno de los represores, con una itaka le disparó dos veces en la espalda causándole de inmediato, la muerte.
   El hecho se dio en medio de un pánico general, ya que la calle en cuestión y sus alrededores, estaban en ese momento, llenos de estudiantes.
   Una vez consumado el asesinato, el auto de los represores arrancó a toda velocidad dejando tras de sí, al cuerpo de su víctima.
   Tras el hecho ocurrir, Timoteo Llorente se vio a sí mismo en el piso durante algunos segundos y después, como si se hubiera teletransportado al futuro, vio a varios de sus alumnos junto a otros que nunca conoció, realizarle homenajes en los años y décadas posteriores, en diversos lugares del país y hasta en países extranjeros, lo cual lo llenó de bienestar y agradecimiento; también vio a varios de quienes fueron sus alumnos, trabajar exitosamente en la causa antipsiquiátrica, cuyo interés se había en ellos iniciado, por lo que él había a ese respecto frente a ellos, expresado, y que por causa de su asesinato, exponencialmente se había potenciado; después tuvo conciencia, de un modo imposible de transmitir por escrito, de que toda acción, por insignificante que aparente ser, contribuye a la consecución de un fin, que, de no ser por los aportes aparentemente intrascendentes, jamás se logra, y entendió que su aporte, había sido de esos cuya insignificancia es tal, sólo en apariencia, entonces abruptamente salió de lo que le pareció una ensoñación más real que lo experimentado en la vigilia, y se encontró frente a su alumnado evidenciando estupor, sorpresa y desorientación, fue por eso que uno de sus alumnos le preguntó:
   -¿Se siente bien, profesor?
   Tras algunos segundos, Llorente respondió:
   -Sí sí; no se preocupen -seguidamente, tras tomar aire profundamente, con la convicción y el orgullo de sentir que lo que diría, lejos de ser intrascendente, equivaldría a iniciar una siembra en un campo extremadamente fértil, dijo: -La “Escuela de Criminología Positivista”, fundada en las Italias por Cesare Lombroso, instauró la idea de la existencia de condiciones biológicas predeterminadas en las personas que se apartan de las normas, que las lleva a actuar del modo en que lo hacen, y consideraba que las mismas se evidencian en características físicas visibles; esta teoría, tenida en su momento por “científica” (y actualmente, por ”pseudocientífica”), fue aceptada por las autoridades de varios países del mundo...



(1) Secretaría de Inteligencia del Estado

(2) Concentración Nacional Universitaria

miércoles, 12 de junio de 2024

¡Libertad a Edelmiro! (cuento) - Martín Rabezzana

 -Palabras: 738-

    Yo he presenciado en varias oportunidades, hechos trágicos que lo fueron doblemente, ya que no sólo hubo en cada uno de ellos, una víctima, producto de un accidente, sino también, otra, producto del torpe accionar del poder judicial, que, no obstante su impartición habitual de injusticia, es comúnmente denominado: “la justicia”.
   Ya les conté el caso de Libertad Amestoy, que, mientras patinaba en una pista de hielo, le quitó accidentalmente la vida a un muchacho que pasaba en dirección opuesta a la suya, de lo cual resultó que fuera condenada a cadena perpetua, y unos años después (o sea, a fines de los años 1990, en las postrimerías de la era: “pisa con shampain”), algo parecido a eso, ocurrió, aunque en un escenario y una situación, totalmente distintos.
   En el año 1998 me encontraba yo de vacaciones junto a amigos en la costa atlántica (en San Bernardo, más precisamente), y una noche decidimos ir a cierto bar en el que se presentaba un barman que venía de ganar un campeonato mundial de malabarismo, llamado: Edelmiro García Mereu.
   Como todos sabrán: hacer malabares con las botellas es PE-LI-GRO-SÍ-SI-MO, pero como los barman reciben un entrenamiento riguroso en dichos malabares, que dura 15 años, el cual se realiza en habitaciones acolchadas (cosa que las botellas no se rompan al caer ni al golpear contra las paredes) y llevando ellos y sus instructores, una especie de armadura, tras dicho entrenamiento, finalizar, obtienen una licencia legal para realizar su riesgosa actividad en público, siendo los casos de daños sufridos por las personas durante la realización de dichas exhibiciones, prácticamente nulos a nivel mundial, debido a la habilidad que les confiere el ya mencionado entrenamiento, pero, como todos sabrán... el “prácticamente”, expone la existencia de casos de excepción que confirman la regla, y el que a continuación les voy a presentar, es uno de ellos.
   Tras una media hora en que vimos al barman realizar malabares espectaculares, el mismo, lo siguiente anunció:
   -Ahora voy a realizar un movimiento diseñado por mí, que hasta el momento, a nivel mundial, solamente yo, realizo.
   Y tiró una botella de Hesperidina hacia delante, por encima de las cabezas de todos los presentes, la cual, como si fuera un búmeran, tras unos segundos volvió hacia su lanzador y fue agarrada por una de sus manos; esta proeza le valió al barman, un aplauso y una ovación, tremendos; por haber quedado todos tan impresionados con el acto malabarístico, todos le pedimos que lo repitiera, fue entonces que volvió a lanzar la botella hacia delante, por sobre las cabezas de todos, pero esta vez lo hizo tras haberse acercado a una puerta que estaba detrás de él, que, tras el lanzamiento de la botella, fue abierta por un empleado que se encontraba en la habitación situada detrás de la barra, lo cual resultó en que Edelmiro fuera empujado por la misma y cayera al piso, fue por esto que no pudo agarrar la botella cuando la misma, pegó la vuelta, y fue así que dio en la cabeza del desafortunado empleado que, producto del botellazo, perdió la vida.
   Por este hecho, Edelmiro García Mereu, fue llevado a juicio y condenado a cadena perpetua; de nada sirvió el alegato de su abogado, que señalaba que la culpa del hecho había sido del arquitecto del bar, por haber diseñado una habitación, cuya puerta, en vez de abrirse hacia dentro, cuando desde el interior se la quiere trasponer (como dicta la normativa), se abre hacia fuera (dicha normativa, como todo arquitecto matriculado, sabe, así se dispuso justamente para que no pase lo que al empleado del bar, le pasó).
   Como todos los que en el bar estuvimos presentes esa trágica noche, consideramos que lo ocurrido fue producto de un accidente, y, por consiguiente, que injusto fue que al barman lo inculparan por asesinato, nos manifestamos a favor de su liberación frente a la sede del poder judicial en la que lo juzgaron, llevando remeras que dicen: “¡Libertad a Edelmiro!”; a la mía le sumé el: “¡y también a Libertad!”, dado que el reclamo de liberación de alguien encarcelado por haber causado una muerte de modo accidental, yo ya lo venía haciendo en favor de Libertad Amestoy, y lamentablemente, debería agregarle más nombres a la remera en años posteriores, ya que hechos desafortunados como el que recién conté, volví a presenciar;… tal vez en algún otro momento les cuente al respecto…

martes, 4 de junio de 2024

María Clara y compañía: América en armas (capítulo 9) (cuento) - Martín Rabezzana

(No esperen grandes razonamientos desarrollados por el narrador, complejos diálogos ni función poética de este capítulo; el mismo está constituido por una trama de pura y cruda, violencia setentista).

-Palabras: 1.426-   

Fines de marzo de 1976. Pocos días después del golpe de estado. Diez y cuarto de la noche, pasadas.

   Desde una distancia prudencial, dos vehículos con combatientes revolucionarios, siguen a un Ford Falcon en el cual, se desplaza un militar de alto rango, perteneciente al servicio de inteligencia del ejército, rumbo a su domicilio, situado en Avenida del Libertador al 739 (aproximadamente), de la ciudad bonaerense de San Fernando; una de las combatientes del comando es María Clara Tauber, otro es un chileno cuyo apodo es el de: “Salazar”, otra es una uruguaya apodada: “Daniela”, que, al igual que Salazar, emigró a la Argentina e ingresó a Montoneros en un intento de lograr sobrevivir, o, al menos, de morir peleando, ante la cacería desplegada contra los militantes revolucionarios en su país de origen, aun a sabiendas de que acá, en materia represiva, la cosa era aún peor; estos tres combatientes, no son realmente montoneros, ya que María Clara proviene de la Federación Universitaria Anarquista Rosarina, Daniela, de la (también anarquista) Organización Popular Revolucionaria 33 Orientales, y Salazar, del MIR (*), pero por causas de fuerza mayor, han tenido que sumarse a Montoneros; los demás combatientes del comando (que son seis), sí son montoneros.
   El militar viaja junto a un custodio, los guerrilleros lo saben, y también saben que dos custodios más, se encuentran en los alrededores de su casa.
   El Falcon del militar de inteligencia (que es el objetivo a eliminar por los guerrilleros), para frente a su domicilio, y tanto él como su custodio, del mismo, descienden; en ese momento frenan en las dos esquinas de la calle de la vivienda en cuestión, dos vehículos; en la esquina de Avenida del Libertador y 25 de Mayo, de un Rastrojero bajan cuatro guerrilleros; en la esquina de Avenida del Libertador y Quirno Costa, los guerrilleros que de un Torino, bajan, son tres; tanto en la calle 25 de Mayo como en la calle Costa, hay un custodio; al ver bajar a los combatientes, ambos sacan sus armas pero no llegan a dispararlas, porque reciben múltiples disparos de fusiles, efectuados por los combatientes que los hacen de inmediato, caer heridos de muerte; al concienciar lo que está ocurriendo, el custodio más cercano al milico, saca su arma pero también recibe múltiples disparos y cae muerto en la vereda; mientras tanto, el militar, muy apuradamente se aproxima a la puerta de su casa, saca llaves de un bolsillo que, por los nervios del momento, deja caer; inmediatamente las vuelve a agarrar y logra abrir la puerta, que no llega a cerrar, porque tras ingresar a su vivienda, cuatro guerrilleros ingresan tras él, pero no logran ultimarlo porque desde el interior de la casa, un custodio que en el interior de la misma, se encontraba (cuya presencia, los guerrilleros, desconocían), apaga la luz (como su jefe le había ordenado que hiciera en una circunstancia como esa), el militar se tira al piso y el custodio abre fuego con una ametralladora, de lo que resulta que tres de los cuatro guerrilleros que irrumpieron en el lugar, caigan inmediatamente muertos; al advertir la situación, tanto el guerrillero que no había sido muerto (aunque sí, herido en un hombro), como los tres guerrilleros que no habían llegado a ingresar a la vivienda, emprenden la retirada, pero María Clara, tras unos cuantos pasos dados, pega la vuelta, de un bolsillo saca las dos granadas que tenía entre sus ropas y, tras sacarles el seguro, las arroja al interior del inmueble; seguidamente sale corriendo y mientras corre, escucha las explosiones que resultan en la muerte del milico de inteligencia y el custodio que en su vivienda, estaba.
   El guerrillero herido, corre por la Avenida del Libertador hasta la calle 25 de Mayo, en la cual, el conductor del Rastrojero en que, junto a tres compañeros combatientes, había llegado, los estaba esperando, al mismo sube y logra escapar del lugar; mientras tanto, los tres combatientes restantes, corren por la Avenida del Libertador hacia la calle Quirno Costa, que es la calle en la que el conductor del Torino, los debía esperar, pero al acercarse al mismo, logran ver al compañero que oficiaba de conductor, muerto sobre el volante; en ese momento, desde la distancia y desde direcciones opuestas, personas a las que no logran ubicar, les disparan sin llegar a impactarlos, es entonces que los tres guerrilleros siguen corriendo; en la calle Quirno Costa, María Clara dobla a la derecha y queda sola, lo cual hace evidente que tanto sus compañeros Salazar como Daniela, han doblado a la izquierda; al llegar a la altura aproximada de 946, la joven ve llegar a otro Ford Falcon que había agarrado por Costa, procedente de la calle San Ginés, que claramente pertenecía a represores del estado, es por eso que con su pistola, abre fuego en su contra, el cual, le es rápidamente respondido con armas largas y se refugia en el jardín del frente de una vivienda; desde ahí, se tirotea con los ocupantes del auto que, del mismo han bajado y lo usan de escudo; la combatiente rápidamente vacía su cargador y al buscar en un bolsillo, otro, que le permita seguir tirando, como saliendo de la nada, desde detrás de la joven, aparece un milico de civil que la agarra y la empuja contra una pared; el golpe contra la misma, además de hacerle soltar el arma, le deja el rostro sangrando; el milico, sin soltarla, le dice:
   -Perdiste, putita.
   Y macabramente se ríe, pero la risa no le dura ni tres segundos porque en ese momento el cañón de un fusil le es apoyado en la nuca y con el mismo le es efectuado un tiro que lo mata instantáneamente; el disparo ha sido realizado por el combatiente chileno, Salazar; al caer el militar, que tenía a María Clara contra la pared, cae también ella, entonces Salazar agarra la pistola de la joven, que había quedado en el piso, la ayuda a levantarse y la mantiene agarrada por la cintura mientras ella, con un brazo sobre uno de los hombros de su compañero, se agarra fuertemente de él, ya que de otro modo, no puede mantener la vertical, pero a ninguna parte pueden ir, porque los represores del Falcon, situados a la derecha de ellos, siguen tirándoles, además, por la izquierda de la vereda de enfrente, ve llegar a dos represores más que se parapetan tras un auto estacionado y se disponen a accionar sus armas; estos últimos represores acaban de matar al conductor del Torino en el que se suponía que se irían María Clara, Daniela y Salazar; éste último, ante tal estado de cosas, cree que las posibilidades de sobrevivir, son nulas y se prepara para morir, pero al mirar hacia arriba, ve algo que lo llena de esperanza y gritando dice:
   -¡No tiren más! ¡Nos rendimos!
   Y María Clara, que estaba bastante mareada pero no inconsciente, con voz débil e indignada, le dice:
   -¿Qué decís? ¡¿Estás loco?!
   Entonces el combatiente repite:
   -¡Nos rendimos!
   Y tira su fusil a la vereda, después hace lo propio con el arma de María Clara mientras ella, con voz aún más débil que antes, dice:
   -No, no, nnooo…
   Y lentamente caminan hacia el medio de la calle, entonces los represores situados detrás del Falcon, se acercan a ellos y desde el lado opuesto, lo mismo hacen los otros dos, mientras los apuntan con pistolas y fusiles, pero no llegan a capturarlos porque uno de los represores que frente a ellos, está, y a ambos jóvenes, se acerca, cae fulminado; inmediatamente después, lo mismo le pasa al otro que a su lado, estaba, seguidamente, la misma suerte corren los otros dos, a quienes de nada les sirvió mirar en diversas direcciones en un intento de divisar al francotirador; entonces María Clara mira hacia arriba y ve a la uruguaya Daniela, que, desde un árbol, con un arma larga de alto calibre, ha disparado certera y repetidamente contra los cuatro represores.
   Daniela baja rápidamente del árbol, se acerca al Falcon, abre una de sus puertas traseras para que Salazar ayude a subir a María Clara y suba él mismo, y tras ellos subir, cierra la puerta y sube al vehículo en calidad de conductora; en cuestión de segundos, los tres guerrilleros se encuentran muy lejos de la escena.

   Diez terroristas de estado resultaron muertos; de los combatientes, cuatro murieron y dos, resultaron heridos.
   El balance de la operación, fue positivo, pero el costo, muuuy alto… demasssiado.


(*) Movimiento de Izquierda Revolucionaria