martes, 6 de agosto de 2024

María Clara y compañía: “vacaciones” montoneras (capítulo 11) (cuento) - Martín Rabezzana

(Nuevo capítulo de mi serie: “María Clara”, y segundo capítulo y tres cuartos, de mi serie de tres capítulos: “Lili Combatiente”).


-Palabras: 3.531-

Irradiación clarividencial


   Tras el inesperado hecho de sangre en el que se vieron involucradas en la ciudad de Santa Rosa, La Pampa, María Clara y Daniela llegaron junto a Lili a la casa en la que se encontraban compañeros combatientes de ésta última; cuando transitaban la calle Victoria a la altura aproximada de 165, poco antes de llegar a la calle Emilio Mitre, Lili le dijo a la conductora, que era Daniela:

   -Estacioná acá.

   -Pero si vos dijiste que la casa queda en la otra cuadra -respondió ella.

   -Sí, pero antes tengo que entrar yo sola para avisarle a mis compañeros que llegan ustedes, porque si aparezco de improviso con personas que no conocen, se pueden alarmar y…

   -Aaahh... es verdad -dijo Daniela.

   Y así fue que, tras el Renault 6, estacionar, Lili rápidamente bajó, caminó hasta la vivienda en cuestión y a la misma, ingresó; menos de un minuto después, salió, y con una seña le pidió a sus nuevas compañeras que se acercaran, así fue que ellas bajaron del auto y caminaron hasta la casa en la que, de los cinco combatientes revolucionarios que ahí se alojaban (sin contar a Lili), había en ese momento, tres (dos varones y una mujer).

   Tras ingresar a la vivienda y haberse realizado las presentaciones correspondientes, Daniela dijo:

   -Bueeehhh... ¡por fin! -y levantando la bolsa de plástico que llevaba, dijo: -¡Tostados y pastafrola! ¿Quién quiere?

   Uno de los montoneros, llamado Miguel, dijo:

   -¡Pastafrola! ¡Qué bueno! Dámela que la corto.

   Y la combatiente uruguaya se la dio; otro montonero llamado Teo, le preguntó:

   -¿Pongo agua para el mate?   

   -¡Dale! -respondió ella que, seguidamente sacó el paquete con los tostados, lo puso sobre una mesa ratona, alrededor de la cual, los guerrilleros se acomodaron, y señalando al ambiente contiguo, que era el de la cocina, preguntó si podía ahí lavarse las manos, le fue respondido que sí, y tras habérselas lavado y secado con un repasador que Teo le alcanzó, rápidamente se acomodó en uno de los sillones frente a la mesa ratona en la que había dejado el paquete de tostados que inmediatamente abrió y tras hacerlo, dijo: -Los que quieran, que agarren -y ella agarró y se mandó uno; seguidamente instó a Lili, que estaba visiblemente conmovida por lo ocurrido recientemente, a comer un poco, a lo cual, ella se negó, pero finalmente lo hizo tras un poco de insistencia de María Clara, al tiempo que la compañera, cuyo apodo era Marisa, les acercaba vasos y Miguel les servía gaseosa de naranja desde una botella de litro.

   Tras estar lista el agua y haber los combatientes empezado a compartir mate y pastafrola, Miguel dijo:

   -Bueno... ahora que ya están más distendidas, nos pueden empezar a contar qué pasó y por qué están acá.

   Entonces María Clara dijo:

   -Daniela y yo venimos de realizar varias operaciones en diferentes lugares del país, y hace unos días la conducción dispuso que debíamos tomarnos un descanso, entonces nos asignó una casa en La Pampa; así fue que llegamos ayer, y fue que hace un rato, cuando fuimos al centro para comprar algo de comer, escuchamos disparos, nos acercamos a la ventana, y vimos a Lili empuñando un revólver y a un tipo frente a ella, abatido por sus disparos. Después aparecieron policías y los tuvimos que matar.

   -El tipo era milico -dijo Lili.

   -¿Lo conocías? -preguntó Daniela.

   Lili negó con la cabeza, después dijo: 

   -Pero lo sabía.

   María Clara le preguntó:

   -¿Y cómo lo sabías? Si estaba de civil y no lo conocías.

   Lili no respondió; Teo dijo:

   -Es que ella… ve cosas.

   Y Daniela, tras unos segundos en que se mostró desconcertada, preguntó:

   -¿Cómo que ve cosas? 

   -Sí -dijo Teo -; ve cosas que pasaron y que van a pasar. 

   Entonces María Clara miró sorprendida a Lili y al ella devolverle la mirada, como si se hubiera teletransportado, se encontró detrás de la compañera puntana, que esperaba que su pedido estuviera listo, en el bar en el que, un rato antes, había estado junto a su compañera; le habló, pero ella no respondió, entonces intentó tocarle un brazo pero su mano la traspasó; segundos después, vio a Daniela y a una joven que era ella misma, ingresar al lugar y tras realizar su compra, las vio salir; inmediatamente se acercó a la puerta y vio al hombre al que Lili había matado, dispararles por la espalda; la combatiente rosarina se vio a sí misma muerta en el piso y a Daniela, herida; después vio al represor, patear a Daniela, vio llegar corriendo a un policía que estaba en el área y después, al patrullero desde cuya radio, uno de sus efectivos informó del hecho a la comisaría desde la cual, el mismo le fue a su vez comunicado a una autoridad militar que de inmediato envió a un grupo de tareas en un Ford Falcon, que se llevó a Daniela y al cuerpo abatido de María Clara, hasta un centro clandestino de detención; todo esto lo vio en blanco y negro; tras esto último, que entendió que se trataba de visiones de hechos que habrían ocurrido de Lili no haber intervenido, volvió a encontrarse sentada junto a ella en la casa pampeana a la que minutos atrás, había llegado, y tras unos segundos en los que evidenció en su expresión, estupor, le dijo:

   -El tipo nos estaba por matar… -y tras tomarla de un antebrazo, agregó: -Nos salvaste…

   Entonces Daniela, no entendiendo a qué se refería María Clara, preguntó:

   -¿Qué?

   Pero nadie respondió.


Sobre Miguel, Teo y Marisa


   Los tres montoneros que en la casa recibieron a María Clara y a Daniela, o sea, Miguel, Teo y Marisa, hasta el año anterior (es decir, hasta 1975), eran empleados de la empresa Acindar, situada en Villa Constitución, provincia de Santa Fe; en la misma, en marzo de 1974 (durante el último gobierno de Perón), los trabajadores salieron victoriosos de un periodo de huelgas que tenían por objetivo, lograr aumentos salariales y mejores condiciones de trabajo; esto fue celebrado con una manifestación que tuvo lugar en la plaza principal de la ciudad, a la que asistieron más de 10 mil personas de diversos sectores de la sociedad, pero pocos meses después, Perón murió y la derechización del peronismo que él mismo había iniciado, tras un periodo izquierdista materializado en la presidencia de su delegado devenido presidente, Héctor Cámpora, se profundizó, y fue así que las conquistas de la clase trabajadora, durante el gobierno de su esposa y sucesora, María Estela Martínez de Perón, fueron siendo, una a una, destruidas y quienes habían luchado por lograrlas, fueron reprimidos del modo más extremo; así fue que en marzo de 1975, más de 4 mil represores del estado (es decir, policía provincial y federal, prefectura naval y Triple A), invadieron la ciudad y secuestraron a cientos de obreros de Acindar a quienes en muchos casos, torturaron dentro de un sector de la misma empresa; sector que sus propios directivos habían cedido para que funcionara como centro clandestino de detención y tortura; dichos directivos habían también confeccionado listas de trabajadores desobedientes que posteriormente entregaron a las fuerzas represivas.

   Tras un periodo de cautiverio y tormentos, muchos de los trabajadores temporalmente desaparecidos, fueron liberados, pero otros, fueron muertos y otros, hechos desaparecer permanentemente.

   De Acindar era entonces presidente José Alfredo Martínez de Hoz, que tras el golpe de estado del 24 de Marzo de 1976, fue nombrado ministro de economía, puesto desde el cual, favoreció a dicha empresa y, al igual que ocurrió con muchísimas otras grandes empresas privadas, sobre el final de la dictadura, su deuda fue transferida al estado; esto lleva automáticamente a concluir que dichas empresas, así como otras que se beneficiaron de otros modos durante el gobierno de facto, financiaron a los militares para que tomaran el poder e hicieran lo que hicieron, es decir: actuar en defensa de sus privilegios.

   Tanto Teo como Marisa y Miguel, se vieron obligados a escapar de la provincia tras la represión contra los trabajadores de Acindar, ya mencionada, dado que, de ahí quedarse, serían víctimas seguras del accionar de los represores al cual, Marisa y Miguel, habían logrado evadir, pero no así, Teo, que si bien, sobrevivió, estuvo un tiempo en calidad de detenido-desaparecido durante el periodo de represión, mencionado, y fue hecho pasar por lo peor previo a ser liberado; fue tras todo esto que tanto él como Marisa y Miguel, decidieron sumarse a Montoneros aun no estando demasiado de acuerdo con sus ideas políticas ni con su accionar, y estos casos de personas no muy convencidas (o nada convencidas) de las ideas de grupos guerrilleros, que a los mismos ingresaron en un intento de sobrevivir, fue absolutamente común, dado que fue el mismo accionar represivo y cruel de las autoridades, lo que generó el medio ambiente propicio para la aparición de personas deseosas de no ser víctimas indefensas de ellas, y la única manera de no serlo, implicaba agarrar armas y juntarse con otros que hicieran lo mismo; esta historización, que la derecha se niega SIEMPRE a hacer, expone que, lejos de ser “loquitos” salidos de la nada que por motivos desconocidos, hicieron lo que hicieron, quienes conformaron organizaciones armadas irregulares, eran producidos en serie por el mismo sistema social basado en la desigualdad y sostenido invariablemente con represión.


Medio ambiente social en el que surgieron las organizaciones guerrilleras argentinas


   En el año 1969 (es decir, durante la dictadura autodenominada: “Revolución Argentina”), producto del incumplimiento en el pago de sueldos en que incurrieron varias empresas y de las medidas regresivas y antipopulares, que el gobierno había tomado, que incluían, entre otras cosas, la supresión de horas de descanso laboral, el aumento de las tarifas de electricidad y el cierre de fuentes de trabajo, se dieron protestas masivas en varios lugares del país, que derivaron en que miles de personas fueran detenidas, heridas, y algunas de ellas, hasta muertas por la policía y los militares; la acción represiva de las autoridades, resultó a su vez en que se iniciaran nuevas protestas en cadena que se sucederían a lo largo de los siguientes años.

   La mayoría de las agrupaciones guerrilleras se identificaba con Perón, sin que esto necesariamente signifique que todos sus miembros y simpatizantes, procedieran de ámbitos peronistas, ya que muchos de ellos carecían de toda identidad política hasta que el descontento por lo que consideraban, políticas injustas y represiones injustificadas, los llevó a concluir que la situación en curso, no había tenido inicio en la dictadura en la que vivían, sino durante el derrocamiento de Perón en el 55, que derivó en la prohibición de su partido Justicialista, convirtiendo esto a su líder, en símbolo de insurrección y de oposición a las políticas antipopulares, de ahí que muchos jóvenes empezaran a definirse “peronistas” durante la década del 60 y pidieran (así como también lo hicieron, muchas personas no peronistas) la habilitación del regreso de Perón al país y a la política.


Puebladas 


   En el año 1969, en la provincia de Corrientes, a comienzos del ciclo lectivo, en la Universidad Nacional del Nordeste, el gobierno militar, a través del interventor que designó, disolvió a los centros de estudiantes y aumentó drásticamente los precios del comedor universitario; esto último llevaría inevitablemente a su cierre y a su posterior privatización; ante esto, los estudiantes protestaron a diario, hicieron huelga durante semanas enteras y obtuvieron el apoyo de docentes, estudiantes secundarios, sindicalistas y población general; tal era el repudio hacia las autoridades por sus medidas (que excedían a las tomadas en el ámbito universitario), que en alguna oportunidad los policías se negaron a cumplir con la orden de reprimir a los manifestantes porque no sólo ellos estaban dispuestos a enfrentarlos, sino también los vecinos de las viviendas situadas en el área de la protesta que, cual si estuvieran ante las invasiones británicas de principios del siglo 19, los atacaban con cualquier objeto contundente que tuvieran a mano y hasta con agua hirviente (esto último, en el caso de Corrientes, no es parte de la leyenda, sino de la realidad); el mismísimo gobernador, por miedo a caer ante la furia de la población, decidió irse de la casa de gobierno, no obstante, era cuestión de tiempo para que la policía retomara la represión, y cuando lo hizo, le causó la muerte al estudiante de 22 años, Juan José Cabral; pocos días después de este hecho, estudiantes de la Universidad Nacional de Rosario, se manifiestan en un acto de repudio a dicho asesinato y en adhesión a los reclamos de los manifestantes correntinos; los jóvenes son reprimidos por la policía y es muerto por la misma, el estudiante de 15 años, Luis Blanco; esto derivó en más y más protestas, en más huelgas y en más y más, represión; en las calles se crearon barricadas y fogatas que separaban a los miles de manifestantes de las fuerzas represivas que, incansablemente lanzaban gases lacrimógenos contra ellos y disparaban balas de goma, a veces, y de plomo, otras.

   A las puebladas mencionadas, que fueron denominadas: “Correntinazo” y “Rosariazo”, le siguió  la pueblada denominada: “Cordobazo”, originada por la supresión por parte del gobierno, de las horas de descanso laboral del día sábado, que habían sido legalmente reconocidas, décadas atrás; esto generó un descontento en la clase trabajadora que llevó a muchos sindicatos a declararse en huelga; a las protestas por esto en particular, y por descontento general con el gobierno militar, se sumó cualquier cantidad de estudiantes y personas de todos los sectores sociales, que, al igual que en Rosario, pero a mucha mayor escala, formaron barricadas, prendieron fogatas y enfrentaron a las fuerzas represivas lanzándoles rulemanes, piedras y bombas molotov; fue tal la resistencia de las decenas de miles de manifestantes enfurecidos que ocupaban más de cien manzanas, que en determinado momento la policía debió abandonar el área; durante esos días, los manifestantes incendiaron comisarías, recintos militares, empresas imperialistas y oficinas estatales; increíblemente (debido a la magnitud de los hechos), la represión de las autoridades, hasta donde se sabe, dejó un saldo de solamente 4 muertos y menos de 200 heridos.

   En el mismo periodo de fines de los años 1960 y principios de la década del setenta, se dieron otros actos masivos insurreccionales en diversas provincias, a saber: “El Salteñazo”, en la provincia de Salta, el “Tucumanazo”, en la provincia de Tucumán, el “Casildazo”, en la provincia de Santa Fe, el “Jujeñazo”, en la provincia de Jujuy, el “Rawsonazo”, en la provincia de Chubut, el “Mendozazo”, en la provincia de Mendoza, el “Quintazo”, en la provincia de Tucumán,  el “Animanazo”, en la provincia de Salta, el “Trelewazo”, en la provincia de Chubut, más otras insurrecciones que, si bien fueron importantes, no llegaron a alcanzar el estatus de “puebladas”.

   Todo lo recién contado, expone lo ridículo de la “teoría de los dos demonios”, según la cual, las autoridades reprimieron ilegalmente únicamente a guerrilleros, constituyendo los represores del estado, un “demonio” y los guerrilleros, otro, cuando la realidad es que las autoridades reprimieron mayormente a personas desarmadas que, desde diferentes lugares de la sociedad, se habían organizado para expresar rechazo y oponerle resistencia, a políticas arbitrarias y contrarias a los intereses populares.

   La lucha armada existió, pero fue tan sólo una de las manifestaciones de la insurrección que se venía dando repetida y masivamente en casi todo el país; la consideración de que sólo los guerrilleros fueron reprimidos, es totalmente reduccionista y, por consiguiente, sesgada y antihistórica, y es justamente la deshistorización, algo imprescindible en las ideologías que siempre reivindican a las represiones perpetradas por los estados, ya que la debida historización (salvo en el caso en que uno sea un facho nato), lleva casi invariablemente a justificar el accionar de la resistencia a las autoridades incluso cuando la misma se materializa en acciones armadas.


Más irradiación clarividencial


   Al Daniela descreer de Teo al éste decir de Lili que: “ve cosas que pasaron y que van a pasar”, mirando a Lili, preguntó:

   -Lili… ¿sos clarividente? 

   Lili no respondió, entonces Teo dijo:

   -Sí. Es.

   Entonces Daniela, con mirada risueña, le dijo a Teo:

   -¡Pero no me digas que vos creés en esas cosas!

   E inmediatamente, tras decir esto, Daniela, como si se hubiera teletransportado, se vio en la empresa Acindar en la cual, vio a Marisa, a Miguel y a Teo, ser parte de una huelga; después vio a los obreros, escapar, tras la llegada de miles de represores; vio a Teo caer en manos de las fuerzas represivas y ser hecho pasar por lo peor; después lo vio ser liberado y después lo vio ingresar a Montoneros y recibir instrucción en el manejo de armas junto a sus ex compañeros de Acindar: Marisa y Miguel; después vio a estos tres compañeros, yendo a buscar a uno de los torturadores de Teo, que era un policía residente en su mismo barrio a quien él había logrado ver, estando secuestrado en el centro clandestino de detención de la fábrica mencionada, al habérsele en cierto momento, bajado parcialmente la venda que sobre los ojos, le habían puesto.


Daniela sigue siendo testigo presencial


   Era una mañana de niebla levemente fría; hasta hacía un rato, había estado lloviznando.

   El represor salió de su casa rumbo al “trabajo” y ni bien dobló la esquina, abruptamente detuvo su marcha por tener parado frente a sí, a Teo, que, con una expresión severa pero tranquila, que parecía ser (y lo era) la calma que precede a la tormenta, miró profundamente a los ojos al terrorista de estado; éste tuvo apenas un segundo de desconcierto respecto a la identidad del hombre que tenía delante; al siguiente instante, lo reconoció, y fue tal el pánico que el represor del estado, sintió, que ni siquiera intentó sacar su pistola reglamentaria, aunque el hombre frente a él, no le estuviera en ese momento, exhibiendo ningún arma, lo único que atinó a hacer, fue dar media vuelta e intentar correr, pero ni bien se dio vuelta, se encontró con Marisa, que sostenía un arma larga que venía ocultando bajo el piloto que llevaba, lo cual lo llevó a volver a dar media vuelta y verse de frente con Teo, que le dijo:

   -Hacete el guapo ahora, ¡HIJO DE PUTA!

   El policía, nada dijo; segundos después, pudo finalmente llevar una mano a su arma reglamentaria pero no llegó a sacarla porque fue derribado por un golpe de puño asestado por Teo que de inmediato sacó un revólver y contra el represor, abrió fuego dos veces; a dichos disparos se sumó otro, efectuado por Marisa, con una poderosa Bataan 71 recortada, a muy corta distancia, que al policía le destruyó el pecho; tras el ajusticiamiento haberse realizado, un Dodge 1500 conducido por Miguel, se les acercó y al mismo, ambos guerrilleros subieron y exitosamente escaparon del lugar.

   Tras ver todo esto como si hubiera sido un testigo presencial invisible, Daniela volvió a verse junto a sus compañeros; segundos después, tras notar su expresión como perdida, Teo le preguntó:

   -¿Estás bien, Daniela?

   Y tras unos instantes, Daniela dijo:

   -Sí… es que… te vi… y también a Marisa y a Miguel… los vi durante la huelga y también… también los vi ajusticiando a un policía, una mañana de niebla… a ese policía que vos reconociste como uno de tus represores...

   Debido al silencio que siguió, Daniela dijo:

   -No me creen… está bien, es lógico. 

   Miguel dijo:

   -Sí que te creemos, lo que pasa es que no nos sorprendiste porque esto de que la clarividencia de Lili, sea irradiada y se vuelvan a veces, clarividentes, quienes la rodean, ya lo sabíamos; todos nosotros ya lo experimentamos en algún momento.

   Entonces Daniela miró a María Clara y ambas sonrieron; después miraron a Lili, que con expresión tímida permanecía callada y supieron que se encontraban junto a una persona muuuuy especial.

   Un rato después, llegaron los otros dos compañeros montoneros a la casa; tras serles presentadas María Clara y Daniela, uno de ellos les contó que al día siguiente, realizarían una operación militar a la que podrían sumarse; ambas combatientes, sin dudarlo, aceptaron.


Final del día


   Unas horas más tarde, tras hablar de cualquier cosa, mirar televisión y cenar, las mujeres se fueron a dormir; los varones se quedarían despiertos haciendo guardia por si la represión se acercaba; horas después, intercambiarían posiciones y serían los varones los que dormirían mientras guardia, harían las mujeres.

   Estando en uno de los dormitorios, acostada en una cama junto a la que ocupaba Daniela, María Clara le dijo:

   -Este pedido de la conducción de que nos “guardáramos” por un tiempo, yo creí que nos iba a posibilitar, descansar un poco… ¡pero mirá en la que nos metimos!

   Daniela dijo:

   -En realidad… sí estamos descansando, lo que pasa es que las vacaciones montoneras, son así, así que, ¡acostumbrate!    

   Marisa, que en otra cama estaba por acostarse, se rió; Lili, que estaba ya acostada en otra cama y que tras un inicio de introversión, en las últimas horas había logrado entrar en confianza con sus nuevas compañeras y conversar fluidamente con ellas, ante esto último, también se rió, y lo hizo a tal punto que sólo con gran dificultad, logró ponerle fin a la risa.


   Esa noche, todas durmieron apaciblemente.

domingo, 28 de julio de 2024

María Clara. Daniela. Lili. VIOLENCIA VIOLENCIA VIOLENCIA (capítulo 8) (cuento) - Martín Rabezzana

   Octavo capítulo de mi serie de cuentos: “María Clara”, y uno más de mi serie: “Lili Combatiente”, cuyas primeras tres partes se encuentran en mi libro: “Fanatismo que todo destruye y todo construye”.
   Como al construir las historias no respeto el orden cronológico, suelo ir hacia delante y hacia atrás en el tiempo; en este caso, el presente capítulo de Lili, se ubicaría entre el segundo y el tercero de la saga, es decir, sería una especie de segundo capítulo y medio de la serie: “Lili Combatiente”.

-Palabras: 2.727-

No sólo la izquierda revolucionaria, puso bombas

   El golpe de estado de 1976, no tuvo como objetivo aniquilar a los guerrilleros, sino aplicar un plan económico liberal que, como tal, sólo podía ser favorable a un conglomerado empresarial transnacional, y no a la ciudadanía; para hacer cosa tal, el gran empresariado, a través de los militares, asaltó al estado y desde el mismo, barrió con todos aquellos que pudieran llegar a presentarle oposición al mencionado plan, lo cual implicó no solamente reprimir a la izquierda armada y desarmada, sino también a parte de la derecha autodenominada “nacionalista” que, en ese entonces, era mayormente peronista (y era gobierno), ya que hasta ellos, que desviándose de la senda peronista tradicional, habían emprendido otra, totalmente antipopular, materializada en el apoyo a las medidas del ministro de economía del gobierno de la presidente Martínez de Perón, Celestino Rodrigo, se habrían opuesto.
   La guerrilla, para el momento del golpe de estado, no estaba derrotada, pero sí mayormente diezmada y muy cerca se encontraba de ser totalmente destruida, y esto habría ocurrido aun sin golpe de estado por las atribuciones que la presidente le había dado a los militares y fuerzas de “seguridad”, al declarar el estado de sitio en 1974 y por ella firmar los decretos de “aniquilamiento de la subversión”, en 1975, además de por la acción de los grupos terroristas parapoliciales/militares, que durante el gobierno anterior, estaban funcionando, estando su funcionamiento constituido por represión selectiva de personas por motivos políticos (genocidio) y paralelamente, por represión indiscriminada (delitos de lesa humanidad); lo de la represión estatal indiscriminada, que los derechistas, niegan (también la niegan algunos izquierdistas), existió y se practicó a gran escala, como queda ejemplificado en las acciones de organizaciones compuestas mayormente por policías y militares previo al golpe del 76, tales como la Triple A, el Comando Libertadores de América y el Comando Anticomunista Mendoza, ya que sólo la Triple A, perpetró más de 3 mil atentados con bombas, y siendo un atentado con bombas considerado por los derechistas como un ataque indiscriminado contra la población, y dado que el estado, a través de las agrupaciones mencionadas, en los años 1970 perpetró miles de ellos, se puede con todo fundamento decir que el estado argentino de los años ‘70, atacó indiscriminadamente a la población MILES DE VECES, siendo tales ataques, como ya dije, constitutivos de delitos de lesa humanidad, y siendo sus perpetradores, parte activa de la represión que se potenció a partir del 24 de marzo de 1976, dando cuenta esto de que no hay separación entre la represión estatal perpetrada en los años previos al golpe del 76, y la que se dio a partir del mismo; lo que hubo fue continuidad y aumento.
   El decir que el estado argentino perpetró en los años ‘70, además de ataques selectivos, ataques indiscriminados contra la población civil, no debería ser en absoluto algo controvertido, debido a que incluso en el ámbito judicial, la comisión por parte del estado argentino de delitos de lesa humanidad, ya ha sido reconocida, pero es controvertido porque sigue habiendo quienes niegan no sólo que haya habido en la Argentina de dicho periodo, terrorismo de estado, sino incluso que el terrorismo de estado pueda existir, ya que hay derechistas que ridículamente circunscriben la comisión de actos terroristas, a particulares, negando así que el estado pueda incurrir en ellos, cosa que no sería tan grave si no fuera porque muchos de quienes en los últimos tiempos lo hacen, ostentan altos cargos de poder político; esto hace a tal negación, algo GRAVÍSIMO.
   No obstante haber habido víctimas totalmente inocentes durante el periodo histórico referido (léase: personas sin ninguna clase de militancia política, sindical, social ni participación en la lucha armada), NINGUNA de las tres protagonistas de la siguiente historia, querría así, ser denominada, ya que ellas se asumían como personas comprometidas con una contrarrepresión que implicaba hacer cosas que ellas mismas definían como terribles; esto, como ya dije, lo tenían totalmente asumido y con el sentir profundamente arraigado en sus personas de que a un sistema injusto basado en la violencia más extrema, había que oponerle violencia extrema, actuaron, y fue así que dispuestas a morir peleando, hasta el final, vivieron.

Pampa y plomo

   1976; poco después de ocurrido el golpe de estado, María Clara se encontraba en la ciudad de Santa Rosa, provincia de La Pampa, junto a su camarada anarquista uruguaya, cuyo apodo era “Daniela”, perteneciente a la Organización Popular Revolucionaria 33 Orientales, con el objetivo de “guardarse” por un tiempo, tras actos de contrarrepresión, por ambas recientemente realizados; la “orga” a la que, por sobrevivir, se habían sumado (Montoneros), les había provisto una vivienda en dicho lugar y poco después de llegar a la misma, a un bar situado en la calle Hipólito Yrigoyen a la altura aproximada de 140, se dirigieron, con la intención de comprar comida para llevar.
   Poco antes de que las dos guerrilleras entraran al negocio, una joven procedente de San Luis, llamada Liliana Victorica, más conocida como “Lili”, que recientemente se había unido a Montoneros y que también se encontraba en el bar con la intención de comprar comida para llevar hasta la casa en que se alojaba junto a sus compañeros, percibió algo en el ambiente que la llenó de miedo; empezó a mirar en todas las direcciones en un intento de descubrir algún indicador de peligro, pero no lo logró; segundos después, las dos guerrilleras ya mencionadas, ingresaron al bar y se acercaron al mostrador; un empleado les dijo:
   -Buen día. ¿Qué se van a servir?
   María Clara dijo:
   -Buen día. Una docena de tostados para llevar y…
   Entonces Daniela dijo:
   -Y algo dulce para el mate… ¿qué puede ser?
   El empleado dijo:
   -Tenemos tartas, facturas, pastafrolas…
   -¡Eso! Una pastafrola de dulce de membrillo.
   -Muy bien; ¿algo más?
   -Nada más -dijo María Clara.
   Pocos minutos después, los tostados estuvieron listos y tras envolverlos en papel y disponerlos sobre la ya también envuelta en papel, pastafrola, para seguidamente ponerlos en una bolsa de plástico, el empleado del bar se la entregó a Daniela, María Clara pagó lo comprado, ambas saludaron y se retiraron; mientras tanto, desde la distancia, Lili, que había pedido algo que tardaba más tiempo en prepararse, todavía esperaba que su pedido estuviera listo y vio a las dos guerrilleras salir del lugar creyendo que su intuición, que la había llevado a pensar que había un peligro inminente que ante la llegada de las dos mujeres al bar, habría de manifestarse, afortunadamente había fallado, ya que ambas salieron del local y nada había ocurrido, entonces se sintió enormemente aliviada, pero la distensión le duró pocos segundos porque tras los mismos, se escucharon cinco disparos de pistola; entonces, tanto Lili como el empleado del bar ubicado detrás del mostrador, las dos meseras y los cuatro clientes restantes que en el lugar, había, se sobresaltaron; segundos después de los disparos haber cesado, Lili se acercó a una ventana y a través de la misma vio a ambas guerrilleras tiradas en el piso; Daniela estaba herida en un hombro, María Clara estaba inmóvil; había recibido tres impactos de bala y parecía estar muerta.
   El militar vestido de civil que les había disparado, se acercó a Daniela, que sacó una pistola con la intención de contraatacar, y la pateó fuertemente en las costillas en varias oportunidades, llevándola a soltar el arma que el represor agarró, y puso sobre su propia cintura; María Clara no había llegado siquiera a intentar sacar su arma ya que el tipo las había sorprendido disparándoles por detrás; a los pocos segundos llegó un patrullero que rondaba el área; sus dos policías descendieron del vehículo, apuntaron al milico con sus pistolas, el militar se identificó ante los policías como tal, dijo que las mujeres eran subversivas y entonces dejaron de apuntarlo; en ese momento llegó corriendo otro policía procedente de la plaza San Martín, que se encuentra a menos de dos cuadras del lugar del hecho; uno de los uniformados, a través de la radio del patrullero, informó a la comisaría sobre el hecho y desde la misma se le dio aviso a un grupo de tareas que a los pocos minutos, llegó en un Ford Falcon verde al cual fueron subidas tanto Daniela como el cuerpo de María Clara, para inmediatamente después, arrancar a gran velocidad en dirección a un centro clandestino de detención.
   El asesino de las guerrilleras era un suboficial del ejército que ese día tenía franco y que se encontraba de visita en la casa su hermana, que quedaba al lado de la vivienda a la que ambas mujeres habían ese día, llegado; al verlas en el patio desde la terraza de la casa en la que estaba, le pareció sospechoso que dos mujeres jóvenes estuvieran viviendo solas; le preguntó a su hermana sobre ellas, ella le dijo que no las conocía, que acababan de mudarse a esa casa e inmediatamente pensó que dicha independencia femenina era propia de lo subversivo y que podría tratarse de guerrilleras; por ese motivo las siguió en su Fiat 128 cuando ellas salieron en un Renault 6 rumbo al bar, y tras verlas ingresar, desde fuera del mismo, sigilosamente las espió; cuando María Clara se levantó la remera para meter una mano en un bolsillo trasero de su pantalón en pos de sacar la billetera y pagar, a la altura de su cintura logró ver la empuñadura de una pistola, entonces tuvo plena certeza de que las mujeres eran guerrilleras, por lo cual, esperó a que salieran del negocio y les disparó.
   En ningún momento pensó en avisarle al policía que sabía que rondaba la plaza San Martín, ya que quería que el “mérito” de la acción represiva ya referida, fuera todo suyo.
   Lili se sintió terriblemente angustiada por todo lo recién ocurrido y además, terriblemente culpable por no haber hecho nada para evitarlo, si bien, nada habría podido hacer ya que desconocía qué era lo que ocurriría, e inmediatamente empezó a lamentar el no haber tenido, como otras veces, una visión clara de hechos futuros, ya que eso le habría permitido desarrollar una acción tendiente a evitar lo que acontecería, y fue que instantes después de haber empezado en voz baja a maldecir a su suerte, como despertando de una ensoñación, se vio parada a unos metros del mostrador del bar, esperando su pedido; segundos después, al negocio ingresaron María Clara y Daniela, entonces supo de inmediato qué hacer.
   Lili se dirigió a la salida del bar y el empleado ubicado tras el mostrador, al verla irse, le dijo:
   -Ya va a estar listo tu pedido.
   -Sí sí, es que me olvidé la billetera en el auto. Enseguida vuelvo.
   -Ah, bueno.
   Y salió del bar en dirección a la esquina 25 de Mayo; a los pocos metros se cruzó con el suboficial que poco reparó en ella por no ser una de las mujeres a las que estaba ahí para espiar; en los últimos minutos, el militar había estado caminando por el frente del bar y al pasar por el mismo, miraba hacia su interior en un intento de divisar a las guerrilleras; tras pasar a su lado, Lili pegó la vuelta y gritó:
   -¡MONTONEROS PATRIA O MUERTE! ¡MONTONEROS PATRIA O MUERTE!
   Entonces el militar, totalmente sorprendido y espantado, se volvió hacia ella y sacó una pistola, pero no llegó a dispararla porque Lili sacó antes su revólver de alto calibre y le disparó dos veces en el rostro, llevando al militar a caer herido de muerte; una vez éste en el suelo, la joven le disparó las cuatro balas que le quedaban en su cargador; inmediatamente después, al igual que la vez anterior, no por convicción, sino con la intención de que las otras guerrilleras supieran que ella era una compañera, volvió a gritar:
   -¡MONTONEROS PATRIA O MUERTE! ¡MONTONEROS PATRIA O MUERTE!
   Seguidamente dejó caer su arma al piso y se quedó inmóvil frente al represor por ella, abatido; a todo esto, tanto María Clara como Daniela, al escuchar los disparos, se agazaparon y poco después, se acercaron a una ventana desde la que vieron a su derecha, a menos de 200 metros, a Lili en evidente estado de shock, entonces, tras doblar en contramano, procedente de la calle Coronel Gil, llegó el patrullero que rondaba el área; del mismo bajaron sus dos policías y uno de ellos, arma en mano, le gritó:
   -¡Tírese al piso!
   Pero Lili no se movió, entonces, viendo que la joven no aparentaba tener un arma (el revólver por ella recientemente descargado, se encontraba en el piso), se animaron a cruzar hacia la vereda en la que ella estaba, y fue entonces que María Clara le dijo a Daniela:
   -Vamos.
   Daniela asintió y tanto ella como su compañera, sacaron sus pistolas a las que les retrayeron de inmediato las correderas y salieron del negocio; los policías estaban a su derecha, casi de espaldas a ellas; uno de ellos advirtió la aparición de las dos jóvenes e intentó apuntar su arma hacia ellas, pero no llegó a disparar porque tanto María Clara como Daniela, abrieron fuego contra ambos; las seis balas que dispararon, llevaron a ambos policías, a caer; seguidamente ambas guerrilleras se acercaron a los dos uniformados y les dieron un par de tiros de gracia; tras la tarea concluir, María Clara agarró el arma de Lili, que había quedado en el piso, y tomó a la joven puntana de un antebrazo mientras le decía:
   -¡Vamos vamos!
   Y casi al trote, ambas mujeres se dirigieron hacia la esquina que tenían delante, que era la de la calle 25 de Mayo; sobre la mano izquierda estaba estacionado el Renault 6 en el que María Clara y Daniela, habían llegado; mientras tanto, Daniela trotó detrás de ellas unos segundos pero después, imprevistamente dio media vuelta, puso su arma sobre su cintura y volvió al bar, cuyos empleados la miraron horrorizados; ella le dijo al que estaba detrás del mostrador:
   -Vengo por los tostados y la pastafrola.
   Entonces el empleado le acercó la bolsa en la que dichas cosas estaban, y ella preguntó:
   -¿Cuánto es?
   -Ya pagó tu amiga antes de salir.
   -¡Ah, menos mal! Entonces chau.
   -Chau -le respondió el empleado.
   Cuando iba en dirección a la salida, Daniela vio cruzar por el frente del bar, al policía que habitualmente rondaba la plaza San Martín; se había agazapado en posición de tiro y contra María Clara y Lili, abrió fuego; por la distancia que lo separaba de las mencionadas guerrilleras, que, cuando el policía disparó, estaban casi en la esquina y él, a mitad de cuadra, no logró impactarlas, pero sí fue él impactado por dos disparos efectuados por la partisana uruguaya desde la ubicación posterior a la suya; el policía cayó y al Daniela pasar a su lado, le efectuó dos disparos más de gracia y corrió hacia la calle 25 de Mayo en donde se encontraba el auto a cuyo lado estaban María Clara y Lili; ingresó al mismo en calidad de conductora, destrabó una de las puertas traseras a sus compañeras, y en el asiento trasero, éstas últimas se acomodaron; Daniela arrancó y a una buena velocidad, las tres guerrilleras se fueron.
   Ya a varias cuadras del lugar del hecho, María Clara le dijo a Daniela:
   -Cuando veníamos para el auto, en algún momento miré atrás y te vi corriendo para el otro lado. ¿Por qué lo hiciste?
   -Tuve que volver al bar.
   -¿Por qué?
   Y tras levantar la bolsa en la que estaban los tostados y la pastafrola, dijo:
   -Porque no nos habíamos llevado los tostados ni la pastafrola, ¡y tengo un hambre!
   Un rato después, con Lili ya bastante repuesta, María Clara y Daniela pudieron hablar con ella y así se enteraron de que, al igual que ellas, Lili era otra guerrillera más que a Montoneros se había unido, no por convicción, sino en un intento de sobrevivir; Lili les dijo que sus compañeros estaban refugiados en determinado lugar, y al mismo les dijo que con ella, fueran, dado que a la casa en la cual, tenían pensado quedarse, que no muy lejos del lugar del hecho, se encontraba, no podían volver, y así lo hicieron.
   Una vez en la casa de sus compañeros, compartieron lo comprado en el bar.

   Tanto la pastafrola como los tostados, estaban muy ricos.

lunes, 17 de junio de 2024

Anticientificismo para la liberación (cuento) - Martín Rabezzana

 
-Palabras: 1.754-
Septiembre de 1974.

   El profesor de derecho de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, de la Universidad Nacional de La Plata, Timoteo Llorente, se encontraba frente a su alumnado dando una clase, un día que parecía ser igual a cualquier otro, y así era, hasta que intempestivamente anunció que tenía algo para expresar que no estaba en el programa y que, por su importancia, debería estarlo, por lo que su contribución, de sus alumnos considerarla, válida, podría tener continuidad a través de ellos y derivar en una ampliación del plan de estudios en tiempos futuros; Llorente había sido honesto al decir creer en la importancia de lo que se disponía a exponer, pero no así, al decir que consideraba posible que en tiempos futuros, lo por él manifestado, fuera (siquiera en parte) a ser incluido en el plan de estudios.
   El profesor, que tenía una fuerte influencia del psiquiatra antipsiquiatra, David Cooper, a cuyas conferencias había asistido cuando éste último anduvo por el país tan sólo algunos años atrás, dijo:
   -La “Escuela de Criminología Positivista”, fundada en las Italias por Cesare Lombroso, instauró la idea de la existencia de condiciones biológicas predeterminadas en las personas que se apartan de las normas, que las lleva a actuar del modo en que lo hacen, y consideraba que las mismas se evidencian en características físicas visibles; esta teoría, tenida en su momento por “científica” (y actualmente, por ”pseudocientífica”), fue aceptada por las autoridades de varios países del mundo (incluyendo a la Argentina) y sus consecuencias fueron trágicas, ya que para fundamentar la validez de la reclusión, el castigo y la eliminación de una persona, bastaba con que uno de estos hombres de “ciencia”, basándose en su aspecto, dijera que era innatamente criminal; tan sólo eso se necesitaba para que las autoridades pudieran legalmente disponer de la vida de esa persona, hubiera ella cometido un delito o no, constituyendo esto una arbitrariedad total y absoluta, lo cual, a su vez, es total y absolutamente contrario a los principios básicos de todo estado de derecho… ...Durante el auge del “positivismo criminológico”, allá por fines del siglo diecinueve y principios del veinte, se dio una incursión masiva de médicos y psicólogos en el ámbito judicial, que en base a sus criterios pretendidamente “científicos”, empezaron a ser determinantes en lo que hace a la decisión de los jueces sobre qué corresponde hacer con las personas que, habiendo cometido delitos o no, fueran por sus entornos consideradas como problemáticas, y como resultado de dicha incursión (que sería equivalente a que en los quirófanos incursionaran magistrados y le dieran instrucciones a los cirujanos), lo que se dio fue una violación masiva de garantías constitucionales que, tanto los doctores en leyes como así también, los médicos de la actualidad, condenan unánime y categóricamente, y lo hacen con todo fundamento, pero al condenar al llamado “positivismo”, lo hacen refiriéndose al pasado, lo cual, da cuenta de que no advierten que el mismo sigue vigente aunque no se lo llame más así... -Tras algunos segundos de pausa, el profesor continuó: -El derecho penal de acto, implica que uno pueda ser juzgado y eventualmente, condenado, por lo que hace, y NUNCA por lo que es; el derecho penal de autor, que fue legitimado durante la era del “positivismo criminológico”, implica que uno pueda ser juzgado y condenado, por lo que es… En los llamados “estados de derecho”, se supone generalmente, que el derecho penal de autor, no está en vigencia ni puede estarlo, por ser totalmente incompatible con los mismos, pero tal suposición, es incorrecta, ya que sí lo está y se manifiesta en el accionar de la psiquiatría;... Convalidar a las facultades coercitivas de la psiquiatría, que resultan en que los psiquiatras puedan disponer la privación de la libertad de las personas y picanearlas farmacológica y hasta eléctricamente, de ellos (en conjunción SIEMPRE con psicólogos) considerarlas “enfermas” (aunque no presenten análisis clínicos que demuestren la existencia de un mal funcionamiento orgánico en ellas, que es lo que en medicina se requiere para considerar a alguien, enfermo), implica estar en contra del derecho penal de acto, ya que a través de la psiquiatría, se juzga y (sin debidos procesos previos) se condena a las personas por tener formas de ser, de pensar y de sentir; es decir: SE JUZGA Y SE CONDENA A LAS PERSONAS POR LO QUE SON Y NO POR LO QUE HACEN, de ahí lo innegable de que la psiquiatría es el instrumento del que el estado se sirve para aplicar el derecho penal de autor, lo cual, debería ser inaceptable para todos aquellos que se manifiestan a favor del estado de derecho… ...Por ser el derecho penal de autor (actualmente en aplicación), totalmente incompatible con el estado de derecho, podemos con todo fundamento concluir que cuando se nos dice que vivimos bajo un estado de derecho, SE NOS MIENTE.
   El profesor siguió ahondando en los conceptos que acababa de exponer, durante algunos minutos más y después, tras anunciar que en futuras clases, continuaría exponiendo sobre el tema, cerró diciendo: 
   -En esta era que algunos llamamos “cientificista”, que es indudablemente la era “positivista” con otro nombre, parece ser inevitable que así, todo esto sea, de ahí la importancia de combatir al cientificismo en pos de lograr que su aceptación, disminuya, ya que de eso ocurrir, este proceder arbitrario de las autoridades, también disminuirá, pero si lo que ocurre es lo contrario, es decir, si se da un aumento generalizado de la creencia ciega en las “ciencias” (que es lo que viene ocurriendo), dicho proceder, derivará inevitablemente en totalitarismo que implicará un cese total de la aplicación del derecho penal de acto, ya que será el de autor, el único aplicado;… ...Nosotros, como personas que pretenden ser de bien, NO PODEMOS NI DEBEMOS PERMITIRLO.
   No obstante lo interesante de los conceptos expuestos por el profesor de derecho, que tenía cautivado a su alumnado, ninguno de sus integrantes consideró siquiera, formularle pregunta alguna respecto a lo que había expuesto, por saberlo altamente peligroso, ya que todos eran conscientes de que los agentes de inteligencia estaban infiltrados entre los alumnos y que además, los informantes de la SIDE (1), podían ser los mismos profesores, rectores, directores y hasta las personas que realizaban tareas de mantenimiento, de ahí que aun en las conversaciones interpersonales más inocentes, ya se hubieran empezado a cuidar de decir algo que pudiera ser considerado “subversivo”; tal cuidado implicaba no solamente erradicar totalmente de su vocabulario a palabras como: “liberación”, “marxismo” o “comunismo” (pronto deberían también erradicar a la palabra: “peronismo”), sino también a otras como: “solidaridad”, “generosidad”, “altruismo”, etcétera, de ahí lo sorpresivo para los estudiantes, de que conceptos categóricamente desacreditadores de la legitimidad del proceder del estado, hubieran sido por su profesor, expuestos.
   El profesor Llorente no era inconsciente respecto del peligro que para él implicaba, expresar cosas como las que expresó; él sabía perfectamente que había habido encarcelados y torturados entre sus alumnos, por su accionar político y social; algunos incluso habían sido reprimidos por la CNU (2) en el mismo ámbito universitario en el que se encontraba, pero como consideraba que a las arbitrariedades hay que oponerse, dado que de uno no hacerlo, las mismas se extienden indefinidamente, decidió hacer una contribución a la resistencia desde su lugar de trabajo, ¡y vaya que la hizo!
   Tras la clase concluir, el profesor salió a la calle y se fue a su domicilio.
   En los siguientes días, Timoteo Llorente continuó impartiendo clases con normalidad hasta que la semana siguiente a la de haber hecho la exposición no programada ya presentada, una mañana, como de costumbre, bajó del colectivo en la avenida 7 y 48 y por una vereda de esta última calle, caminó en dirección a la facultad, que se encontraba a menos de una cuadra, pero no llegó a ingresar a la misma porque un Ford Falcon frenó frente a él, y del mismo bajaron tres miembros de la CNU, que lo agarraron e intentaron subirlo al vehículo; Llorente forcejeó y pudo liberarse del agarre de sus captores; inmediatamente empezó a correr pero uno de los represores, con una itaka le disparó dos veces en la espalda causándole de inmediato, la muerte.
   El hecho se dio en medio de un pánico general, ya que la calle en cuestión y sus alrededores, estaban en ese momento, llenos de estudiantes.
   Una vez consumado el asesinato, el auto de los represores arrancó a toda velocidad dejando tras de sí, al cuerpo de su víctima.
   Tras el hecho ocurrir, Timoteo Llorente se vio a sí mismo en el piso durante algunos segundos y después, como si se hubiera teletransportado al futuro, vio a varios de sus alumnos junto a otros que nunca conoció, realizarle homenajes en los años y décadas posteriores, en diversos lugares del país y hasta en países extranjeros, lo cual lo llenó de bienestar y agradecimiento; también vio a varios de quienes fueron sus alumnos, trabajar exitosamente en la causa antipsiquiátrica, cuyo interés se había en ellos iniciado, por lo que él había a ese respecto frente a ellos, expresado, y que por causa de su asesinato, exponencialmente se había potenciado; después tuvo conciencia, de un modo imposible de transmitir por escrito, de que toda acción, por insignificante que aparente ser, contribuye a la consecución de un fin, que, de no ser por los aportes aparentemente intrascendentes, jamás se logra, y entendió que su aporte, había sido de esos cuya insignificancia es tal, sólo en apariencia, entonces abruptamente salió de lo que le pareció una ensoñación más real que lo experimentado en la vigilia, y se encontró frente a su alumnado evidenciando estupor, sorpresa y desorientación, fue por eso que uno de sus alumnos le preguntó:
   -¿Se siente bien, profesor?
   Tras algunos segundos, Llorente respondió:
   -Sí sí; no se preocupen -seguidamente, tras tomar aire profundamente, con la convicción y el orgullo de sentir que lo que diría, lejos de ser intrascendente, equivaldría a iniciar una siembra en un campo extremadamente fértil, dijo: -La “Escuela de Criminología Positivista”, fundada en las Italias por Cesare Lombroso, instauró la idea de la existencia de condiciones biológicas predeterminadas en las personas que se apartan de las normas, que las lleva a actuar del modo en que lo hacen, y consideraba que las mismas se evidencian en características físicas visibles; esta teoría, tenida en su momento por “científica” (y actualmente, por ”pseudocientífica”), fue aceptada por las autoridades de varios países del mundo...



(1) Secretaría de Inteligencia del Estado

(2) Concentración Nacional Universitaria

miércoles, 12 de junio de 2024

¡Libertad a Edelmiro! (cuento) - Martín Rabezzana

 -Palabras: 738-

    Yo he presenciado en varias oportunidades, hechos trágicos que lo fueron doblemente, ya que no sólo hubo en cada uno de ellos, una víctima, producto de un accidente, sino también, otra, producto del torpe accionar del poder judicial, que, no obstante su impartición habitual de injusticia, es comúnmente denominado: “la justicia”.
   Ya les conté el caso de Libertad Amestoy, que, mientras patinaba en una pista de hielo, le quitó accidentalmente la vida a un muchacho que pasaba en dirección opuesta a la suya, de lo cual resultó que fuera condenada a cadena perpetua, y unos años después (o sea, a fines de los años 1990, en las postrimerías de la era: “pisa con shampain”), algo parecido a eso, ocurrió, aunque en un escenario y una situación, totalmente distintos.
   En el año 1998 me encontraba yo de vacaciones junto a amigos en la costa atlántica (en San Bernardo, más precisamente), y una noche decidimos ir a cierto bar en el que se presentaba un barman que venía de ganar un campeonato mundial de malabarismo, llamado: Edelmiro García Mereu.
   Como todos sabrán: hacer malabares con las botellas es PE-LI-GRO-SÍ-SI-MO, pero como los barman reciben un entrenamiento riguroso en dichos malabares, que dura 15 años, el cual se realiza en habitaciones acolchadas (cosa que las botellas no se rompan al caer ni al golpear contra las paredes) y llevando ellos y sus instructores, una especie de armadura, tras dicho entrenamiento, finalizar, obtienen una licencia legal para realizar su riesgosa actividad en público, siendo los casos de daños sufridos por las personas durante la realización de dichas exhibiciones, prácticamente nulos a nivel mundial, debido a la habilidad que les confiere el ya mencionado entrenamiento, pero, como todos sabrán... el “prácticamente”, expone la existencia de casos de excepción que confirman la regla, y el que a continuación les voy a presentar, es uno de ellos.
   Tras una media hora en que vimos al barman realizar malabares espectaculares, el mismo, lo siguiente anunció:
   -Ahora voy a realizar un movimiento diseñado por mí, que hasta el momento, a nivel mundial, solamente yo, realizo.
   Y tiró una botella de Hesperidina hacia delante, por encima de las cabezas de todos los presentes, la cual, como si fuera un búmeran, tras unos segundos volvió hacia su lanzador y fue agarrada por una de sus manos; esta proeza le valió al barman, un aplauso y una ovación, tremendos; por haber quedado todos tan impresionados con el acto malabarístico, todos le pedimos que lo repitiera, fue entonces que volvió a lanzar la botella hacia delante, por sobre las cabezas de todos, pero esta vez lo hizo tras haberse acercado a una puerta que estaba detrás de él, que, tras el lanzamiento de la botella, fue abierta por un empleado que se encontraba en la habitación situada detrás de la barra, lo cual resultó en que Edelmiro fuera empujado por la misma y cayera al piso, fue por esto que no pudo agarrar la botella cuando la misma, pegó la vuelta, y fue así que dio en la cabeza del desafortunado empleado que, producto del botellazo, perdió la vida.
   Por este hecho, Edelmiro García Mereu, fue llevado a juicio y condenado a cadena perpetua; de nada sirvió el alegato de su abogado, que señalaba que la culpa del hecho había sido del arquitecto del bar, por haber diseñado una habitación, cuya puerta, en vez de abrirse hacia dentro, cuando desde el interior se la quiere trasponer (como dicta la normativa), se abre hacia fuera (dicha normativa, como todo arquitecto matriculado, sabe, así se dispuso justamente para que no pase lo que al empleado del bar, le pasó).
   Como todos los que en el bar estuvimos presentes esa trágica noche, consideramos que lo ocurrido fue producto de un accidente, y, por consiguiente, que injusto fue que al barman lo inculparan por asesinato, nos manifestamos a favor de su liberación frente a la sede del poder judicial en la que lo juzgaron, llevando remeras que dicen: “¡Libertad a Edelmiro!”; a la mía le sumé el: “¡y también a Libertad!”, dado que el reclamo de liberación de alguien encarcelado por haber causado una muerte de modo accidental, yo ya lo venía haciendo en favor de Libertad Amestoy, y lamentablemente, debería agregarle más nombres a la remera en años posteriores, ya que hechos desafortunados como el que recién conté, volví a presenciar;… tal vez en algún otro momento les cuente al respecto…