jueves, 17 de abril de 2025

(Serie: M & L; cap. 13) Hechizadora & hechizado (cuento) - Martín Rabezzana

   Dos capítulos más, y concluyo lo que va a ser mi siguiente libro, el cual, estará enteramente compuesto por cuentos pertenecientes a la serie: M & L.
   El siguiente es el capítulo 13, y va a ser el que cerrará el libro; todavía no compuse los dos anteriores; cuando lo haya hecho, mi libro número 22, que será el más maldito y más imposible de recomendar, de mi ya muy maldita e irrecomendable, bibliografía, estará listo.

-Palabras: 1.550-

Realización físico-espiritual

   Esa noche, no mucho después de haber concluido nuestras respectivas actividades laborales, tras volver con Mora a nuestra vivienda, situada en la bonaerense ciudad de Magdalena del Buen Ayre, intitulada: Quilmes, de inmediato fuimos al dormitorio y en la cama, nos sentamos; un largo beso fue lo que entre nosotros, siguió, y se mantuvo incluso mientras en la cama, nos acostamos.
   Estando sobre mí, Mora interrumpió el beso al tiempo que ponía sus manos en mi pantalón para seguidamente, desabotonarlo y bajar el cierre, tomar a mi sexo con sus dos manos y meterlo en su boca; durante varios minutos mi novia me hizo sentir la suavidad de sus labios, la humedad de su lengua, el filo de sus dientes y hasta la profundidad de su garganta.
   Mora nunca me lo hacía suavemente; siempre chupaba furiosamente, no obstante, esta vez, empezó a amarme con la boca con una intensidad media, que fue aumentando progresivamente; cuando, varios minutos después, llegó al punto de succionar con lo que parecía ser su furia máxima, le dije que estaba por eyacular, ella sacó mi miembro de su boca mientras con su mano derecha, seguía estimulándolo, y me dijo:
   -Eyaculá.
   Y tras besar, lamer y morder suavemente, la piel que recubre mis testículos, volvió a meter mi miembro en su boca y a succionarlo con aún más intensidad que antes, como queriendo demostrarme que los límites del éxtasis sexual al que SIEMPRE me llevaba, podían ser transgredidos por ella, a voluntad.
   Tras yo eyacular más fuerte que nunca, en la hermosa boca de Mora, y ella recibir en la misma, un semen que en su totalidad, tragó, mi amante bajó la intensidad de la succión, pero de ningún modo la interrumpió, ya que la mantuvo durante varios minutos, incluso tras la erección haber ya, cesado, fue entonces que la tomé de los brazos y la llevé a acostarse boca arriba; inmediatamente después, le saqué los zapatos, le levanté el vestido, le saqué las medias de nylon negras y la bombacha; una vez por mí, desnudada, la parte más oscura de mi oscura, sublime y amada, americana mujer, pasé mi lengua por su preciosa vagina, alternando besos húmedos, con estimulación digital; durante varios minutos la amé de este modo, mientras ella se retorcía, jadeaba y me decía que me amaba, recibiendo de mi parte un: “Yo también te amo”, por respuesta.
   Después de besar a mi amante lingualmente en su vagina, hice lo propio con sus pechos, que desnudé sin sacarle el vestido, que todavía tenía puesto, cuyas tiras laterales, bajé, para poder después, sacarle la prenda superior de su ropa interior; con enorme deleite tragué la leche que brotó del primer pezón de Mora que metí en mi boca, y después, tragué la que brotó del otro; mientras esto hacía, con mi mano derecha, estimulaba su vagina.
   Los más de cinco minutos de sexo oral que a Mora, le practiqué, sumados a los más de cinco minutos, durante los cuales, ella me lo había practicado a mí, tras yo eyacular, resultaron en que casi quince minutos desde la eyaculación ya referida, hubieran pasado, por lo que tanto mis testículos como mi miembro, estaban en condiciones de volver a iniciar un acto sexual, fue así que, en su abertura rodeada de anochecidísimo pelo, introduje mi aparato reproductor.
   Mientras el coito vaginal, tuvo lugar, seguimos mutuamente declarándonos amor, agregando a lo dicho previamente, promesas de eternidad en nuestro compartido sentimiento.
   Nos amamos en diversas posiciones, siendo la última, una en que su pierna derecha estuvo sobre uno de mis hombros; durante esta parte final del coito, con mi miembro viril, yo realizaba un bombeo que, al igual que el sexo oral que Mora me había practicado, fui aumentando progresivamente en intensidad, entonces ella, con dulcísima voz, dijo: “¡Más rápido!”; tras algunos segundos de haber aumentado la velocidad, volvió a decirme: “¡Más rápido!”, entonces yo aumenté aún más la velocidad, hasta que me empezó a decir repetidamente: “¡Más más más más más más más!…”, para seguidamente empezar a gritar del modo en que lo hacía solamente tras alcanzar un orgasmo; yo seguí aumentando la velocidad del bombeo con una furia igual de intensa a la que ella había tenido en la fase del sexo oral que minutos atrás, me había practicado, en los segundos inmediatamente previos a hacerme acabar, hasta que dentro de su vagina, eyaculé aun más fuertemente de lo que lo había hecho la vez anterior; seguidamente, mientras ella sonreía evidenciando una languidez propia del agotamiento a la que la multiorgasmia la había llevado, le dije:
   -Mora: sos lo mejor que hay en la vida.
   Y me acosté sobre ella, apoyando mi cabeza sobre su pecho.
   Tras varios minutos, Mora salió del trance que en ella se daba, tras amarnos sexualmente, y se dirigió al baño; tras abrir la canilla de la ducha, me invitó a sumarme; yo me levanté, me desnudé, y a la ducha junto a Mora, me dirigí; tras ducharnos, volvimos a acostarnos y a jurarnos amor eterno.
   Estando ella acostada sobre mí, poco antes de dormirse, me dijo:
   -Yo no soy lo mejor de la vida; lo mejor que hay en la vida, somos vos y yo, cuando estamos juntos.

Momento de actuar

   No había pasado ni una hora y media desde que me había dormido, cuando Mora me despertó; antes de abrir los ojos, la escuché decirme:   
   -Leandro; Lean... despertate, mi amor, que tenemos que ir hasta un lugar.
   Con debilidad en la voz, le pregunté:
   -¿A qué lugar?
   Entonces ella hizo silencio durante algunos segundos, después dijo:
   -Es momento de actuar.
   Tras escuchar lo que me dijo, nada le pregunté, simplemente me levanté, me vestí, y me dirigí hacia la puerta del asiento del acompañante de nuestro Renault 4 que Mora, manejaría; el mismo estaba estacionado frente a nuestra vivienda y, antes de abordarlo, como me sentía terriblemente somnoliento, le dije:
   -Estoy demasiado cansado.   
   -Subí atrás entonces; acostate y dormí.
   Yo, así lo hice.
   Cuando me desperté, estimo que unas dos horas habrán pasado desde el momento en que con Mora, emprendimos un viaje rumbo a vaya uno a saber qué lugar; asumo que no mucho más tiempo que ése, pasó, porque todavía era de noche cuando me desperté en el Renault que, en una zona semirural, se encontraba estacionado; lo que me despertó y despabiló de inmediato, fue la cadencia de pasos de Mora, que, con desesperación, hacia el vehículo, corría; en ese momento me enderecé y la vi, mientras una mano ponía sobre la manija de la puerta y jadeaba exhausta por lo que había evidentemente sido un escape de vaya uno a saber qué o quién, o quiénes; ni bien abrió la puerta del auto, un hombre la agarró de los pelos y le gritó:
   -¡Hija de puta!
   Mora, gritando le dijo:
   -¡Soltame!
   Seguidamente el tipo le dio un cachetazo y la empujó, llevándola a caer al suelo; en esa situación extremadamente tensa, que poquísimos segundos, duró, pude advertir que en la cintura, el tipo llevaba un arma, entonces, a toda velocidad, llevé el tren superior de mi cuerpo, hasta la parte delantera del auto para poder alcanzar la guantera, en la cual, había un revólver; tras agarrarlo, bajé del vehículo y por detrás, me acerqué al individuo, que acababa de empuñar su pistola (la cual, todavía no había llegado a apuntar contra Mora); evidentemente, él no había advertido mi presencia, por eso se sorprendió totalmente cuando escuchó el disparo que yo efectué, que fue seguido por otro, cuando se dio vuelta, en un intento de abrir contra mí, un fuego que, por lo herido que estaba, no llegó a concretar; pocos segundos después, cayó al piso; Mora rápidamente se levantó y pateó la pistola a un lado, para que el tipo no pudiera volver a empuñarla; seguidamente, advirtiendo que yo estaba un poco conmocionado, me sacó el revólver de las manos y después, suavemente me arrastró hacia el lado derecho del auto para, una vez frente a su puerta delantera, decirme que subiera; yo subí y ella velozmente fue hacia el otro lado para abordar el vehículo desde el asiento del conductor; una vez hecho esto, lo arrancó, y a gran velocidad, lo condujo.
   Una vez lejos del lugar, Mora me tomó de una mano y, con su hermosa y suave voz, me dijo:
   -¡Bien bien! ¡Estuviste re bien, mi amor!
   Por lo extremo de la situación que acababa de tener lugar, recién cuando me tomó de una mano, advertí que desde su labio inferior, producto del cachetazo que el tipo le había dado, Mora sangraba; entonces acerqué mis labios a los de ella y correspondidamente, los besé; una vez su sangre en mi boca, la tragué, y fue entonces que las escenas de lo que acababa de pasar, me invadieron: vi a mi novia acercarse a la vivienda, vi la ventana rota, vi el fuego, vi... TODO.
   Tras unos minutos de manejar por la ruta, Mora estacionó a un lado y me abrazó; nos abrazamos, y abrazados permanecimos en silencio durante más de un minuto; el abrazo que entonces, entre nosotros, tuvo lugar, fue uno de los más conmovedores que en nuestras vidas, nos dimos; después, mi novia volvió arrancar el auto y a manejarlo con rumbo a nuestra vivienda.

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